Autor: Ignacio Ramonet • Título: Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo • Editorial: Debate, 1999, Madrid • Precio: 2600 ptas. • Pág: 246 

Crítica por Norberto M. Ibáñez

El autor deja ya patente en el título de su obra  que el contenido de ésta  tiene como unívoco objetivo analizar y revisar el panorama internacional político contemporáneo desde un punto de vista crítico y con un tono considerablemente pesimista.

En los últimos diez años el mundo ha sufrido una tremenda metamorfosis que, según el autor, ha perjudicado en gran medida a la calidad de vida de la gran mayoría de los ciudadanos de todo el planeta que viven "en un clima general de queja y desengaño".

En la radiografía que Ramonet realiza a partir de acontecimientos históricos como la caída del muro de Berlín  o la Guerra del Golfo Pérsico, tremendamente trascendentales para entender el momento en el que vivimos, evidencia que es necesario un análisis profundo de estos años para entender las causas y consecuencias de todo los hechos que suceden a nuestro alrededor. Pero, debido a la sociedad de la información en la que estamos inmersos, a la velocidad con la que transcurren los sucesos, la aceleración de los intercambios comerciales y la rapidez y el bajo coste de las comunicaciones, no somos conscientes de los cambios y mutaciones que están ocurriendo en todas las esferas de la sociedad, por lo que habitualmente nos dejamos llevar sin control y con rumbo parcialmente desconocido.

En este interesante análisis el Director del periódico Le Monde Diplomatique afirma que vivimos en la era de la globalización o mundialización donde es prácticamente imposible que un país viva independiente de otro. Debido a las fórmulas económicas neoliberalistas que se han implantado en todos los países, como la forma más correcta de marcar y conducir las políticas, sirven de paradigma para encadenar y conectar a todos los países occidentales. En ese sentido, los gobiernos de los países dejan de ejecutar políticas, pues, el verdadero ejecutor es el sistema financiero, el mercado, es decir, el capitalismo que actúa como poder invisible dejando a los gobiernos nacionales como meros gestores de las políticas que el mercado marca. "El poder ha sido desplazado y ha desaparecido de los lugares concretos donde se circunscribe la política". Este paso supone una recesión importante de los sistemas democráticos pues "para salvar el mercado, Occidente acepta sacrificar la democracia". Quien verdaderamente gobierna es el mercado que todos los días vota autoritariamente para marcar políticas internacionales que serán implantadas por los gobernantes; nadie les ha elegido ni votado para que ejerzan ese poder, por lo que se cuestionan las reglas más básicas de la Democracia. Una de las principales consecuencias negativas de estas políticas radica en el deterioro del sistema social que "ha llevado consigo profundas consecuencias como el agravamiento de las desigualdades, aumento del paro, desindustrialización, degradación de los servicios públicos..." Y todo bajo una consigna: "hay que comunicar".

Todo ello provoca una disolución de la identidad del Estado ya que los grandes ejecutores del concierto político de los gobiernos estatales son el Fondo Monetario Internacional, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Organización Mundial del Comercio, FBI, OTAN... por lo que "los políticos están bajo el control de los mercados financieros"..."alimentando de este modo los nacionalismos más agresivos". Este nuevo orden mundial se viene llamando en los últimos años el Pensamiento Único: laissez faire, laissez passer, donde lo económico prevalece sobre lo político. Por tanto, estamos ante una "mano invisible" que gobierna sin escrúpulos, difícil de enfrentarse a ella debido a su  forma etérea. En esta línea de actuación "... el Estado se ve tentado actualmente a desentenderse de la política de la ciudad y desdeñar el mantenimiento de las infraestructuras indispensables".

En este caos de mutaciones y cambios recientes que están orientando las vidas de miles de ciudadanos, los medios de información no quedan al margen y se convierten en cómplices de la mano invisible y legitima todas su acciones, convenciendo a la opinión pública de que el sistema basado en la alta competitividad, librecambio, productividad, rentabilidad rápida, etc., no representa ninguna amenaza para las sociedad. Las denuncias hacia los medios de comunicación sobre esta forma distorsionada de contar los acontecimientos que, en definitiva,"agrava las confusiones y multiplica los tópicos", han ayudado a que los ciudadanos cada vez sean más escépticos ante las noticias que aparecen en la prensa o cualquier otro soporte mediático.
Para el autor el motor y promotor de la instauración de estos cambios y modus vivendi es sin duda alguna Estados Unidos de América que ejerce de gran potencia, director de ceremonias y verdadero amo del mundo. 
Esta nueva ideología que se ha extendido por la gran parte del mundo, al menos por la que tiene capacidad de decisión e intereses económicos, olvida por completo el problema de la ecología, medio ambiente y los Derechos Humanos. "Está naciendo ante nuestros ojos el hombre mundial, es decir, el átomo infrahumano, vacío de cultura, de sentido y de conciencia del otro". En este clima deshumanizado, el ciudadano siente un fuerte deseo de retorno hacia actividades virtuosas: la ética y la honestidad, con el único pensamiento de salvar al hombre y salvar a la naturaleza. "Si las empresas no acometen los desafíos  de la pobreza y el paro, van a incrementarse las tensiones entre poseedores y poseídos, y habrá un aumento considerable del terrorismo y la violencia". El mercado es eficaz pero no tiene cerebro ni corazón. El objetivo de cualquier transformación social es la felicidad de los individuos y no la realización de las leyes económicas ineluctables. Cuando se pone de relieve el fenómeno de internet como uno de los elementos principales para agilizar todo este nuevo orden, dice el autor que "los ciudadanos deben apropiarse sin tardanza de internet, antes de que, una vez más, la aristocracia de las finanzas, de los media y del entretenimiento se apodere definitivamente de la red en su provecho exclusivo".
La pacificación política aparece como una posición indispensable  para que una nueva generación de gobernantes se ocupe por fin del desarrollo industrial, la producción agroalimentaria y la formación de las personas, tres objetivos esenciales que fueron abandonados desde los años setenta. En esta línea hay muchos lugares en Africa, Latinoamérica y Asia que quizás pronto tendrán cosas que decir, ya que hoy están totalmente excluidos y vetados de este sistema mundial que ordena todo, aunque según el autor de manera caótica. "Para  iniciar un desbloqueo sin duda es necesario retomar, con mirada crítica, el hilo de la construcción de los principales parámetros culturales...". Todo ha de reformularse, todo ha de replantearse.

Ignacio Ramonet suele intercalar en cada capítulo del libro una serie de preguntas que, siendo capaces de encontrar la respuesta encontraríamos una manera, quizás más humana y racional  de organizar el mundo: ¿No ha llegado el momento de preguntarse a escala planetaria si es necesario un nuevo contrato social mundial? ¿Pueden los gobiernos  europeos proseguir el derribo del edificio social? ¿Puede tener sentido una economía sin eficacia social? ¿Sabrán los ciudadanos movilizarse para evitar tan nefastas consecuencias? ¿Serán capaces los ciudadanos de hacer frente a todas las incertidumbres? ¿Cómo resistir al cerco de la ideología dominante?.


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