h u m a n i d a d e s
Josep Borrell
![]() UNA NUEVA POLITICA DE CENTRO-IZQUIERDA EN ESPAÑA |
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A la hora de hacer una reflexión sobre “La Tercera Vía”, quisiera destacar ante todo que el centro-izquierda, a escala europea y también a escala mundial, está renaciendo. Este renacimiento obedece a dos factores: por un lado, a que el radicalismo neoliberal ha fracasado, sus recetas no han funcionado; y por otro, a que los movimientos socialdemócratas, socialistas, laboristas y democráticos radicales han renovado su filosofía de acción política lo suficiente como para volver a contar con la confianza mayoritaria de los ciudadanos. Esa renovación continúa, no ha terminado. Su expresión es, a escala internacional, tanto el trabajo desarrollado por la Internacional Socialista, como otros intentos de renovación, compatibles con el anterior, entre los que hay que destacar por su gran interés la reflexión que hoy se está llevando a cabo bajo la denominación de Tercera Vía. Como Tony Blair expresa “La Tercera Vía defiende una socialdemocracia modernizada, apasionada en su compromiso con la justicia social y con los objetivos del centro-izquierda”. Tal es la tarea que el “nuevo laborismo” se ha asignado a sí mismo en el Reino Unido. Tal es, también, la tarea que estamos acometiendo en España. En torno a las reflexiones de Tony Blair, dos conclusiones me asaltan
con mucha nitidez. La primera es que diferentes líderes políticos
del centro-izquierda desde muchos países estamos pensando en términos
similares. Esto se debe, sin duda, a que todas nuestras sociedades se ven
sacudidas por los mismos nuevos fenómenos. El centro-izquierda ha
sido capaz de reflexionar durante la última década sobre
su pasado y sobre la nueva realidad, y está reaccionando ante
esos cambios con propuestas similares. La segunda conclusión que
me ha venido a la mente es que esa convergencia aparece tamizada por las
realidades diferentes del proceso político en diferentes países.
No deberían ser entendidas estas diferencias como una barrera preventiva,
sino todo lo contrario: son una contribución a la posición
común a partir de la diversidad.
1. Las oportunidades abiertas por la mundialización pueden hacer que España gane el futuro si hacemos compatibles y complementarias la cohesión social, la competitividad de la economía y la sostenibilidad del desarrollo. Los paises que mejorarán en el futuro son los que a medio plazo sean capaces de asumir los cambios preservando al mismo tiempo su cohesión social. Si España sabe atravesar cohesionada la tormenta de esta gran ola de globalización, ganará el futuro. Esto supone progresar en el desarrollo de los servicios del bienestar, avanzar hacia el pleno empleo y hacer un planteamiento riguroso de nuestro crecimiento económico como un desarrollo compatible con el medio ambiente. El gobierno del PP, con su conservadurismo de baja intensidad, no están atacando todavía frontalmente al Estado de bienestar español, pero están minando sus bases. Las tentaciones privatizadoras del PP, en la línea de incrementar la financiación privada del sistema sanitario y establecer sistemas de competitividad y mercados internos, su entusiasmo por las inicitativas docentes privadas y, sobre todo, su reforma del IRPF que limitará las posibilidades de gasto público en el futuro, son los síntomas claros de un ejercicio pragmático y miope de gobierno que ni se plantea los retos de la mundialización ni se preocupa porque España salga reforzada y cohesionada ante estos grandes cambios. Nuestra opción es divergente. El Estado de bienestar es funcional y coherente con la orientación económica que España debe seguir. España no puede volver hacia atrás, hacia los salarios bajos y la eliminación de los gastos sociales. Si quiere progresar en el nuevo entorno de la globalización, su apuesta es la producción competitiva de calidad, y ésta sólo es posible en una sociedad socialmente cohesionada e integrada como la que proponemos. 2. Recuperar el prestigio social de la política, como base de una democracia de calidad, en la que el ciudadano no se vea reducido al simple papel de consumidor y espectador y en la que los jóvenes se conviertan en los protagonistas hacia el siglo XXI. La sociedad española es una sociedad de gente lista, formada e informada. Por eso los ciudadanos exigen cada vez más hablar por sí mismos, y aspiran a una mayor información, trasparencia y control sobre el mundo de la política. Los ciudadanos del siglo XXI querrán someter de modo creciente a los políticos a la obligación de rendir cuentas y, en consecuencia, querrán “forzarles” a ser sensibles a sus intereses. Más que nuevos dominios, lo que la gente espera de la política son mejores controles. Lejos de acusar recibo de la realidad, el juego político se está convirtiendo en un asunto de especialistas (comentadores, politólogos, expertos y creadores de opinión) que, sobretodo a través de los sondeos, como dice Patrick Champagne, pretenden “hacer hablar al pueblo”, pero lo hacen al modo de los ventrílocuos que prestan su voz a sus marionetas”. Tenemos que construir un puente para superar la divergencia entre lo que comienzan a demandar los ciudadanos de la política, y lo que la política les ofrece. Los pilares de ese puente consisten en la garantía de que el primer deber de los políticos es la observancia estricta y ejemplar de las leyes democráticas y su defensa. La transparencia de todos los actos y decisiones que tengan un impacto sobre la colectividad es la única garantía de que puedan exigirse cuentas, que puedan corregirse errores y castigarse excesos. El poder ejecutivo tiene un contrapeso en el legislativo; y a su vez éste lo tiene —al emanar de ella— en la soberanía popular. Debemos mejorar los contrapesos del poder judicial —que no deben limitarse a la existencia del jurado—, de los poderes comunicacionales —a través de la transparencia de la propiedad y de mecanismos de autorregulación— o del poder económico —especialmente en la esfera internacional—. Por último, una de las tareas más nobles que tenemos por delante es ésta: conseguir que el muro generacional sea derribado y que los jóvenes, que ahora se abren a la vida social y a la vida laboral, vayan también cogiendo las riendas de una política que ellos habrán de conducir en el siglo XXI. El nuevo laborismo está realizando una ingente tarea de reconstrucción de la sociedad inglesa, después de los destrozos ocasionados por los gobiernos conservadores. En España aún podemos aspirar a seguir construyendo una sociedad que de la igualdad de oportunidades a todos, que abra sin reservas a España al mundo y que prepare a sus ciudadanos para una sociedad tecnológicamente avanzada. Pero esa tarea no se hará desde una derecha que busca su identificación con el centro (e incluso con la “tercera vía”) porque es en el centro donde piensan que pueden mantener su poder. Se realizará con una izquierda capaz de ofrecer nuevas políticas: ese en este concepto de “innovación desde la izquierda” donde se sitúan tanto el socialismo español de hoy como el nuevo laborismo inglés. |
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