a r t e s p l
á s t i c a s
Reyes Cáceres
![]() CONTRASTES DE FIN DE SIGLO |
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Nuestro fin de siglo, ya a las puertas, presenta dos vertientes aparentemente contrapuestas, dos contrastes. Por un lado, la fragmentación de los saberes y del mismo arte, visto no como algo unitario sino, como algo disperso, con lecturas muy diferentes. El ritmo de vida, la rapidez con que devoramos las noticias servidas por los medios de comunicación, la necesaria especialización y la consecuente incomunicabilidad con el resto de saberes, y, por supuesto, la competitividad, hacen que todo gire a más velocidad y que el amplio espectro cultural esté como fragmentado, y troceado, como un mapa de la tierra, bello, pero cuarteado. Esta dispersión convive pacíficamente con la interactividad de todas las artes, entendiendo como arte: "Toda manifestación del hombre que es capaz de expresar emoción a través de la belleza". Desde este gran angular, la pintura, el cine, el teatro, la comunicación, la moda se interaccionan de un modo muy profundo, precisamente a través de la belleza que es contemplada por el hombre. Es la persona humana la que unifica ese proceso de captación de belleza, de unificación de las artes. Cada uno construye a diario esa cultura global. El diseño, por ejemplo, ha roto sus propias fronteras. Una botella de ginebra puede ser un objeto bello o una simple botella. Un documental de Africa, un juguete o un traje-sastre pueden ser obras de arte, cada una a su estilo, o productos vulgares de consumo. Las tendencias de la moda no repercuten solo en la ropa: hay todo un mundo al que le afectan esas constantes. Afirma María Freire, casada con Antonio Pernas, ambos diseñadores, que el diseñador es quien interpreta lo que está pasando en su momento y debe ser una persona sensible, como una esponja que se empapa de todo lo que le rodea. Un diseñador es una persona "superintuitiva, que deduce a través de la información que recibe y que elabora, posteriormente, apoyado en una preparación humanística; de tal manera que la formación técnica y la cultural se unen, reflejándose la gran calidad de mismo en esta dualidad". Agata Ruiz de la Prada lanza un mensaje que camina por ahí: la identificación de la línea y del diseño con la realidad, un acercamiento al medio que el hombre tiene más cercano: una bandeja, un piano, una bandera. Expresa la imagen, la belleza formal bajo el envoltorio de una cosa próxima e, incluso muy práctica, como en el caso del paraguas. Es una magia que impacta, que llega y se reconoce en lo más prosaico, un mensaje nuevo, descifrado en lenguaje de moda, muy apoyado, lógicamente, en un diseño rotundo, pero también en el color: una paleta fuerte y alegre. El dibujo sigue la misma dirección de las cosas: va hacia arriba,
se hace curvo, romboidal, puntiagudo, se quiebra o se fragmenta en capas.
En el fondo late un cierto espíritu cubista, de acentuar las líneas,
las formas, la verdadera "intención" de la realidad. En la mayoría
de estos diseños, se descubre la búsqueda de las estructuras
fundamentales, con todo lo que conllevan de rigor y simplicidad.
La ya muy trillada "aldea global" de McLuhan se puede atisbar de algún modo en alguna de las colecciones de Agata. El medio es el mensaje. El lenguaje se identifica con el modo de ser presentado; más aún, parece que los objetos inertes se ponen en movimiento y empiezan a hablar. Una taza puede ser un simple cacharro de loza o puede hacernos guiños a la hora del desayuno. Fundamentalmente, el diseño es comunicación: al establecer un nuevo nexo entre el hombre y su entorno, recrea la vida ordinaria en las pasarelas. Parafraseando a Guillaume Apollinaire que afirmaba del cubismo: "Yo de mí se decir que no le temo al Arte y que no tengo prejuicio alguno respecto a la materia de que se sirvan los pintores (artistas)", podemos afirmar que cualquier cosa puede ser transmisora de belleza: basta con que haya sencillez en el modo de expresarla. Hay un impacto en algunos diseños de estas colecciones. Un impacto formal o de color que no dejan indiferentes a quien contempla. Y la belleza encierra en su interior y ofrece al espectador unos gramos de sorpresa en medio de la existencia cotidiana. Hay un mirar, un detenerse, porque algo nos ha captado a través de su imagen, y si seguimos mirándolo, es porque en cierta medida aquello nos ha gustado, y más tarde, podemos recrear la imagen en nuestro interior. Es una visión desenfadada de la vida, una mirada lanzada a la realidad, para apropiarsela un rato, reir un poco y devolverla de nuevo, convertida en un traje o un bolso. Su trabajo busca el corazón de las cosas, hasta exprimirle las gotas de humor que laten, sin duda, en cada una de ellas, y reflejar su imagen más divertida. Es una tarea controvertida, que puede provocar polémica, pero que no parece que se trate del fruto de una banal ocurrencia, sino de un modo de ver la vida, o quizá de imaginarsela. |
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