a r t e s     p l á s t i c a s
Guillén Ramón
El coleccionista de mares
por Rosa Alonso

Lo primero que impresiona al visitar a Guillén Ramón es el viejo palacete del siglo XVI en el que tiene ubicado su estudio. Situado en el corazón del casco antiguo de la ciudad de Valencia, este edificio vacío podría ser el escenario perfecto de una película de Visconti o de una novela naturalista, que gusta de lo decadente y pintoresco. Nos recibe en la segunda planta, donde tiene su taller. Frescos putti decoran el artesonado del techo y dejan boquiabierto al que lo visita por primera vez. Una auténtica sala de máquinas en la que el tósculo es el protagonista, y en la que lo creativo y técnico se funden. Cuando se cierra la puerta, uno se adentra en el “universo encantado” del artista y se disfruta del espacio onírico que inspira al creador. Es un fascinante microcosmos que irremediablemente arrastra y te hace sumergir en las profundidades del mar. Todo su estudio se transforma ante nuestros ojos en una inmensa pecera surrealista donde peces de colores chillones, pescadores, buceadores, nadadores, magos y malabaristas recuerdan al Matisse más lúdico y vivo. 

Guillén Ramón siempre se ha sentido atraído por la imagen impresa. La obra gráfica le permite multiplicar la labor creativa y conservar el frescor y originalidad de la obra. Sus primeros trabajos están realizados con recursos clásicos como el aguafuerte y el aguatinta. Fue una época en la que le influyó mucho Marruecos, donde conoció las costumbres y las gentes de aquel país. Pero para él, el proceso creativo es siempre más interesante que el resultado final. Este proceso tiene su origen en el poder evocador de la línea por encima del color, de la materia y la textura. Con materiales humildes como el papel, acuarela, grafito y tinta realiza obras exquisitas, en las que el autor muestra un especial interés por el dominio de los materiales . Según este artista, “el grabado es una obra de creación que nada tiene que ver con un cartel comercial y a pesar de que en muchas ocasiones se le ha considerado un arte menor, casi todos los movimientos artísticos a partir del siglo pasado recurren a la obra gráfica con el fin de divulgarse. Genios de la vanguardia artística como Picasso, Clavé, Miró, Tàpies o el Grupo Crónica de Manolo Valdés, con el que trabajó, han mostrado siempre mucho interés por la gráfica mundial. Y Valencia se encuentra ahora en un momento de esplendor en este aspecto, gracias a la labor del IVAM”.

Considerado un clásico dentro del arte moderno, Guillén Ramón demuestra todo su bagaje cultural al crear obras pictóricas sublimes. Entre el expresionismo y la transvanguardia se le ha considerado continuador de la obra de Courbet, Millet y Daumier, pero utiliza lenguajes figurativos que se van depurando con afán sintetizador. 

La idea del coleccionista es obsesiva a lo largo de su trayectoria artística y su obra descubre todo un universo creativo donde se repite una iconografía personal de referencias surrealistas. Las figuras humanas aparecen rodeadas del objeto de sus colecciones y observan al espectador, que a su vez se siente observado, en una especie de pintura transitiva. Los peces rojos son “una metáfora de la vida en un medio vedado al hombre” y constituyen una constante en toda su obra. Los personajes, con ojos de pez, aparecen asomados o sumergidos en las aguas azules o verdes del mar, emulando a la fauna marina, que adopta figuras geométricas y expresionistas. Prestidigitadores y astrónomos se muestran desafiantes al espacio aéreo en diálogo con el cosmos y dejan constancia del equilibrio del universo como ósmosis perfecta entre el hombre y la naturaleza. 

Coleccionistas y colecciones, observadores y observados aparecen en una estrategia compositiva casi carpetovetónica que permite al espectador abrir cuadros dentro del mismo cuadro. La suya es una realidad microcósmica que pretende aprehender y que le fascina hasta tal punto que se deja llevar por ella en una especie de guiño no carente de melancolía.

Mediterráneo hasta la médula, en sus esculturas, Guillén Ramón evoca su Ibiza natal al inspirarse en las terracotas púnicas del Museo del Puig des Molins. Figuras como símbolos que recuerdan esculturas micénicas y cretenses, enlazan con el carácter primitivo de la cultura mediterránea y trazan una línea de conexión infinita entre lo que él quiere contarnos y el arte del Mediterráneo más arcaico. Obsesivo, melancólico y Mediterráneo profundo, Guillén Ramón es en realidad un recolector de vivencias, que almacena cuidadosamente en su retina para no olvidarlas. Es un coleccionista de los mares insondables del alma y un artista polifacético que se encuentra en la élite de los mejores artistas plásticos del momento. 

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