![]() PENSAR EL MEDITERRANEO Y MEDITERRANEIZAR EL PENSAMIENTO Traducido por Rosalina Lasso de la Vega |
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La insostenible complejidad del mundo Nos es necesario concebir la insostenible complejidad del mundo, en el sentido en que es necesario considerar a la vez la unidad y la diversidad del proceso planetario, sus complementariedades y al mismo tiempo sus antagonismos. El Planeta no es un sistema global sino un torbellino en movimiento, desprovisto de centro organizador: hay actualmente una hegemonía provisional (de la que no se sabe si será duradera) pero no un imperio mundial organizado, ni siquiera “un nuevo orden mundial”. La hegemonía de los Estados Unidos, que ha permitido el apoyo a las dictaduras militares en los momentos de la guerra fría, no ha sido jamás totalitaria como lo fue la dominación soviética y permite sus ambivalencias. Se hace necesaria una consideración de la imagen ambigüa y compleja de la hegemonía americana. El planeta está en peligro: la crisis del progreso afecta a la humanidad entera, ocasiona rupturas por todas partes, hace crujir las articulaciones, determina repliegues particularistas; las guerras se reavivan, el mundo pierde la visión global y el sentido del interés general. Por doquier la veracidad en la ciencia, en la técnica y en la industria, se tropieza con los problemas que plantea la ciencia, la técnica y la industria. No estamos ya en la última etapa antes de acceder al “porvenir radiante”. No nos encontramos en el momento de finalización de la historia humana, estamos todavía en la prehistoria del espíritu, y siempre en la edad de hierro planetario.
Tantos problemas dramáticamente unidos hacen pensar que el mundo no está solamente en crisis, está en ese estado violento donde se enfrentan las fuerzas de la muerte y las fuerzas de la vida, a las que podemos llamar agonía. Aunque solidarios, permanecemos enemigos unos de otros y el desencadenamiento de los odios de raza, religión, ideología, ocasiona siempre guerras, masacres, torturas, odios, desprecios. La humanidad no llega a alumbrar Humanidad. No sabemos todavía si se trata solamente de la agonía de un viejo mundo, que anuncia un nuevo nacimiento, o de una agonía mortal. Es posible que la gran amenaza que pesa sobre el planeta llegue de la
alianza entre dos barbaries: la primera desde el fondo de épocas
históricas y trae la guerra, la masacre, la deportación,
el fanatismo. La segunda helada, anónima, llega de nuestra civilización
tecno-industrial: no conoce más que el cálculo e ignora a
los indíviduos, sus carnes, sus sentimientos y sus almas.
La multiplicación de las comunicaciones de todas clases permite la transmisión de informaciones desde todos los lugares del planeta; permite también la comprensión entre los humanos de culturas y nacionalidades diferentes. La mundialización de la inter-comprensión humana progresa siempre que las incomprensiones progresen más rápidamente. Una política para la segunda mundialización necesitaría no sólo una o varias instituciones reguladoras en la cumbre como punto de mira sino que debería estar animada por un espíritu de civismo terrestre. Éste ha aparecido ya bajo formas diversas: las asociaciones propiamente cívicas desde “Ciudadanos del Mundo” fundada por Gary Davis inmediatamente después de la guerra mundial, más tarde el “Club de Roma”, hasta la “Alianza por un mundo responsable y solidario” y el “Club de Budapest”. La “Fundación Gorbatchov”, las asociaciones humanitarias como “Médicos sin Fronteras”, las asociaciones de defensa de los Derechos humanos como Amnistía Internacional, las asociaciones de defensa de las minorías amenazadas de exterminio como “Survival International”, las asociaciones de protección de la biosfera como “Greenpeace”, las múltiples y multiformes ONG’s, verdaderos caldos de cultivo de ideas y de actividades, la abundancia en el mundo pobre de iniciativas de solidaridad rural o urbanas; todo ello nos indica que el civismo planetario, si engloba la dimensión humanitaria, también sobrepasa y concierne a todas las dimensiones humanas. Es ahí en el contexto y en el complejo mundial donde hay que situar nuestro Mediterráneo. Lleva en él la crisis del mundo aún viviendo su crisis particular. Igual que el mundo necesita una mundialización de comprensión y de solidaridad, el Mediterráneo necesita una mediterraneización de comprensión y de solidaridad; igual que el mundo no puede salvarse más que con la ayuda de una religión de la fraternidad humana, del mismo modo el Mediterráneo no puede salvarse más que con la ayuda de una religión de la fraternidad mediterránea, igual que el mundo necesita tomas de decisión para problemas comunes de vida y de muerte, igual el Mediterráneo necesita tomas de decisión para sus problemas nucleares, ecológicos, militares. Norte y sur
Derramando una parte de su savia religiosa en la religión del Estado-Nación, la Europa occidental permitió el desarrollo de una esfera laïca, privada y pública. En el mundo islámico (salvo Turquía) el nacimiento reciente del Estado-Nación se ha disociado muy mal de una concepción teológica de la política. Sami Naïr explica muy bien por qué y cómo el carácter laïko fue eliminado en Argelia. Es preciso añadir que en las naciones euro-occidentales, la relación antagonista/complementaria entre capital y trabajo, patronos y asalariados, izquierda evolutiva y derecha conservadora ha podido determinar sociedades igualmente democráticas y capitalistas donde el mundo salarial ha sido protegido progresivamente por el Estado asistencial. Por el contrario, las naciones árabe-islámicas emancipadas recientemente no han conocido un diálogo semejante, han padecido la opresión sin contrapartida de los poderosos, de las dictaduras burocráticas militarizadas. Todo pasa como si la oposición entre estos dos mundos atendiera no a la naturaleza de sus religiones sino más bien a un decalage histórico de uno a dos siglos. Así Europa fue convirtiéndose progresivamente en aperturista mientras que el islam en retroceso, dominado, se convertía en hermético. Pero la potencialidad tolerante existía en el islam religioso. La potencialidad laïca está presente en el mundo árabe, y podría manifestarse en una coyuntura histórica nueva que supondría el establecimiento de relaciones verdaderamente iguales entre el mundo árabe-musulmán y el mundo occidental, que necesita finalizar con la política y la mentalidad de los pesos y medidas y de manifestar una verdadera comprensión y cooperación. Nos encontramos evidentemente muy lejos, pero se trata de una condición sine qua non para el diálogo, necesaria a la restauración de un Mediterráneo común. Reconozcamos que la lógica actual responde más bien a lo que Huntington llama la guerra de las civilizaciones. Europa podría suministrar una capital aportación cultural al diálogo mediterráneo norte-sur, oeste-este: la de la problematización que procede del renacimiento; problematizar el mundo, la naturaleza, Dios, el hombre; es la del diálogo, es decir el juego fecundo de oposición de las grandes ideas Verdad/Duda, Razón/Religión, Creencia/Ciencia; es la de la tolerancia propia del estado laïco; no solo la tolerancia en primer grado, la que acuerda el derecho de expresión a las ideas que juzgamos erróneas hasta detestables, sino también la tolerancia en segundo grado, que conlleva la consciencia de que lo opuesto a nuestras verdades profundas son otras verdades profundas, y que es, por consiguiente, la consciencia de la parte de verdad que hay en la idea enemiga; es la racionalidad no solo crítica sino autocrítica, que, siempre abierta y en movimiento se opone a la razón fría, arrogante y cerrada; es la resistencia al anatema, a la intimidación, al juicio de autoridad. Ciertamente, estas virtudes no son dominantes en Europa, han sido y permanecen minoritarias, pero aún están vivas. La otra aportación de Europa sería política; no sólo en la defensa e ilustración de la idea de democracia, sino también en el ejemplo asociativo de la Unión Europea y la generalización de la idea de asociación, necesaria tanto a los paises del Magreb, como al conjunto de los países árabes, y a los distintos países mediterráneos. La construcción de una Europa política y cultural, mas allá de la economía, sería el desarrollo de una Europa de la diversidad donde su parte mediterránea tendría su especificidad y su autonomía. Las nociones de Europa y de Mediterráneo lo son con interferencias; la segunda no es la frontera de la primera. No se puede reencontrar el Mediterráneo mas que dejando de percibirlo como frontera y considerándolo como bien común y comunicador. El desarrollo de la Unión Europea debería ser obligatoriamente policéntrico: con sus señas de identidad se formaría un gran conjunto, báltico-nórdíco e igualmente latino y de carácter mediterráneo. De este modo españoles, franceses, italianos, podríamos ser cada vez más europeos al mismo tiempo que más mediterráneos. Además, la Europa de la diversidad podrá ver libre su parte islámica, al oeste con los magrebíes de origen (Francia) y los turcófonos de origen (Alemania), al este con albanos, bosnios y turcos. La tragedia israelo-palestina paraliza terriblemente, ¡lástima!, toda posibilidad de progreso en este sentido. Y el reglamento de esta tragedia, evidente por el reconocimiento de una soberanía nacional palestina y una cooperación entre los estados medio-orientales, es el camino obligado para la nueva solidaridad mediterránea. Desarrollar la interdependencia mediterránea, es dirigirse hacia el desarrollo de la solidaridad. Desgraciadamente el progreso en la cooperación europea está alterado por la catástrofe histórica que constituye la autodestrucción de Yugoslavia, bajo los ímpetus servios y croatas. Verdadera Nación-Encrucijada, Yugoslavia unía en sí misma a la Europa del oeste católico y a la del este ortodoxo separadas desde más de un milenio, unía cristianos y musulmanes ambos fuertemente laïcisados. Fue este tablero giratorio, este lazo de unión que fue quebrado, el desgarro de donde surge la nueva fisura este-oeste y norte-sur. En lugar de ser reconocido e integrado, el Islam europeo ha sido disociado y despanzurrado en Bosnia, aplastado en el rechazo de Turquía fuera de la Unión Europea. Su última posibilidad estaría en Francia a menos que bajo el efecto de un impulso xenófobo, sea por el contrario ghettotizada. El camino
De ahí la necesidad de un cierto número de condiciones no menos preliminares. La consolidación del sentimiento y de la consciencia mediterránea en el seno de los países euro-mediterráneos, que necesita la constitución de una identidad permanente de consultas no sólo entre las naciones europeas que bordean el Mediterráneo, sino también entre las provincias o regiones específicamente mediterráneas en el seno de estas naciones, y el desarrollo de movimientos de ciudadanos mediterráneos. -un afianzamiento análogo entre los países afro-mediterráneos
y los países mediterráneos de Oriente Medio.
En la historia del siglo pasado y de este siglo, la inteligencia ha
jugado un papel decisivo en las tomas de conciencia de identidades comunes.
Es labor de los intelectuales mediterráneos el predicar, defender
e ilustrar, la conciencia y la identidad mediterránea. De ahí
la necesidad de una unión transnacional de los intelectuales mediterráneos.
Para el pensamiento meridional
La lógica de eficacia, predicción, cálculo, hiperespecialización,
cronometría, se ha extendido fuera del sector industrial, principalmente
en el mundo administrativo donde su organización estaba ya prefigurada
por la organización democrática. Está amparada por
numerosos espacios de la actividad social: como lo dijo Giedeón,
la mecanización toma el mando. Se convierte en dueña primero
en el mundo urbano, después en el mundo rural donde transforma a
los campesinos en agricultores, y las barriadas, las aldeas y pueblos...
Invade la vida cotidiana: regula viajes, consumo, ocio, educación,
servicios, y provoca lo que Geroge Ritzer llama macdonalización
de la sociedad. Se extiende sobre el planeta. Así la racionalidad
hermética produce la irracionalidad.
El pensamiento disyuntivo y el pensamiento reductor, incapaces de levantar
los desafíos de los problemas del planeta, son también incapaces
de tratar los problemas mediterráneos. El pensamiento cuantitativo
no puede ser ciego a las calidades mediterráneas.
Maternizar y sacralizar
Hemos visto que el problema mediterráneo era a la vez local, regional, y mundial. A situaciones mundiales, regionales y locales se hacen necesarias respuestas a la vez mundiales, regionales y locales. |
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