Durante el período cámbrico, hace 550 millones de años,
la vida emergió con una rapidez inusitada. En un corto espacio de
tiempo de menos de 10 millones de años -un instante geológico-
los organismos pluricelulares explotaron dando lugar a nuevas formas de
organización de la materia viva, algunas con dientes afilados y
garras. Eran los primeros predadores que veían el planeta. Estas
especies fueron tan numerosas que la mayor parte de las que han sobrevivido
hasta nuestros días son herederas de este “big bang” cámbrico.
La evolución entonces escogió seguir todos los caminos e
intentar todas las vías para acelerar la difusión de la vida
sin detenerse en el carácter monstruoso de lo creado en su vigencia
o en el peligro que representaba para los frágiles ecosistemas que
pugnaban por permanecer.
La explosión cámbrica del mundo de los negocios, del
mundo de la vida.
Esta deliciosa efervescencia cámbrica puede servir de modelo
para aproximarse en estos momentos a la Red: han aparecido nuevas formas
de vida económica, nuevos modelos de hacer negocios e incluso nuevas
industrias que cambian constantemente las reglas de juego, a pesar de su
aparente monstruosidad que en principio debiera condenarlas a la marginalidad
más underground.
Es monstruoso que una empresa se capitalice más cuanto mayores
son sus pérdidas, que deba ofrecerse costosísima información
de manera gratuita para que los usuarios se dignen visitar una página
WEB, que las posiciones de ventaja en un sector puedan ser impunemente
atacadas, que los analistas y ejecutivos que han pasado su vida laboral
procurando el crecimiento de activos “reales” contemplen ahora que el dinero,
de pronto se ha ido a otra parte y que para llegar allí hay que
comprar por 100 y vender por 80, que sólo tiene premio aquello que
refuerza el poder del comprador, su conocimiento del negocio, su autonomía
y su avidez, incluso a la hora de introducirse por la digital puerta de
atrás en el laboratorio de la empresa y diseñar él
mismo el producto que antes controlaban ingenieros y capitanes de empresa
dueños de toda la tecnología de la información.
La primera Aldea digital amurallada
Ante esa perspectiva las empresas de nuestro país encargan la
realización de una página web, cuelgan sus productos y esperan
el boom del comercio electrónico animados por todas las Administraciones
de todos los niveles posibles que comprometen miles de millones en crear
ciudades virtuales amuralladas- Infoville en la Comunidad Valenciana- procurando
eliminar cualquier atisbo de economía digital que no pase por los
grandes complejos de la administración y las compañías
de telecomunicación que no han abandonado la nostalgia del monopolio
(véase sino el accionariado de Tissat y piénsese que medidas
se han tomado para dejar aflorar la economía de garaje, el emprendizaje
o la toma de riesgo por parte de los talentosos y preparados post- graduados
a los que se les anima a emprender).
¿Qué hacen nueve de cada diez empresas mientras las grandes
corporaciones determinan cómo van a convertir la Red en un coto
privado de caza?
Aproximadamente después de seis meses, su frustración
les hace abandonar el proyecto, esperando retomarlo cuando el irrespirable
ambiente creado por la explosión cámbrica, plena de depredadores
con dientes de cuchillo sable y dinosaurios que esperan que su ciclo laboral
acabe justo en el momento que no haya más remedio que tomar la probable
decisión de reinventar la empresa, amaine y sea manejable en los
mismos términos organizativos y empresariales a los que los responsables
de nuestras empresas se encuentran acostumbrados.
Mientras tanto Fiat vende Barchettas por Internet, Ford firma con Microsoft
para comercializar sus coches en carpoint.com y los agentes de seguros,
las agencias de viajes, los brokers, las discográficas y las mensajerías
tiemblan ante el depredador que ha iniciado el camino de la adaptación
generando volúmenes de negocio y expectativas jamás consideradas
dentro del horizonte de lo posible.
Los gobiernos de todos los niveles posibles, una vez han repartido los
fondos comunitarios, jamás toman medidas razonables- tarifa plana
ya, exenciones a la seguridad social para empresas de servicios en la red,
financiación a largo plazo con sociedades digitales de garantía
recíproca, plan de choque de alfabetización electrónica,...pero
sueñan con crear útiles Ministerios para la Innovación,
que es tanto como pedir seriamente fondos para crear una Fundación
Pontificia para el Libre Pensamiento.
Mientras, las empresas siguen preguntándose si es posible
no perder cada céntimo invertido en la creación de un sitio
web.
¿Ganar dinero en Internet sin ser una empresa de mensajería?
¡Ilusorio!
Y es que era tan difícil ganar dinero en el negocio del transporte
cuando se insistía en multiplicar las líneas de diligencias
a lo largo del recién aparecido ferrocarril o en mejorar los tiempos
de reparto de las barras de hielo cuando irrumpieron con éxito los
frigoríficos, como intentar ahora obtener resultados económicos
de la red sin comprender que la transposición automática
de los modelos, prácticas y teorías del mundo real al mundo
digital, simplemente no funciona.
La red requiere gente nueva o al menos nuevas mentalidades que deben
ser apoyadas por la dirección de la empresa. La obtención
de este apoyo por parte de los netemprendedores (neologismo que debe dotarse
ya de contenido, al menos para saber que no estamos creando las condiciones
para que aparezcan), se está mostrando muy difícil dado el
carácter incompatible de las culturas, los procesos y aún
del carácter personal de los implicados en el cambio en las empresas
en la Administración y aún en los centros de investigación
y las Universidades.
“Suicide by Survival”
Por eso en Estados Unidos cada vez hay más empresas virtuales
de nueva creación que funcionan con la máxima independencia
de la casa matriz para no absorber los vicios ni los procedimientos desfasados
que retardan la migración de los procesos a la organización
virtual, con la esperanza de que en un futuro la compañía
digital fagocite a la tradicional por estar más cerca de lo clientes,
obtener mayores rentabilidades y poder funcionar sin dificultades en un
mundo económico globalizado.
Todo esto recuerda a muchos los despidos masivos del principio de la
década de los noventa, al menos en Estados Unidos, donde el Downsizing
y la reingeniería de procesos de negocio actuaron como dos colas
del látigo que lastimó a los empleados de cuello blanco de
las corporaciones norteamericanas en el momento que se les animaba a soportar
los ajustes iniciales necesarios para garantizar ganancias de productividad
que justificaran la inversión en tecnologías de la información
Sin embargo los crecimientos económicos sostenidos, la baja inflación
y el desempleo por debajo del 5% de la economía norteamericana se
deben en buena parte a la irrupción de estas tecnologías
en un país con una estructura social acostumbrada a mantener la
desigualdad como una condición necesaria del progreso.
El “suicidio para sobrevivir” tiene que ver pues con la rapidez y el
interés estratégico y autoconsciente con el que un sistema
es capaz de adaptarse a un medio que cambia con mayor velocidad que cualquiera
otro que haya conocido la humanidad y que además va a dictar las
condiciones de posibilidad de una reorganización social que redistribuya
los flujo de información y riqueza.
Sin embargo, muchos de nosotros pensamos todavía con categorías
herederas del pensamiento del siglo XIX es decir creemos que o bien cualquier
progreso tecnológico es capaz de beneficiar automáticamente
a la mayoría de la humanidad o, por el contrario, que en el fondo,
sus virtudes son sólo performativas para un estado de dominación
dado. Así, existen todavía quienes confunden el desarrollo
norteamericano de una invención europea -la web se inventó
en el CERN- con los designios del imperialismo empeñado en convertirse
en el gran hermano que va a acabar con los valores europeos de convivencia
convirtiendo a nuestra exquisita ciudadanía en apéndices
del teclado sin capacidad crítica y que, en consecuencia, desconfían
de la aparición de una sociedad paralela y virtual, no solo en las
empresas sino también, y sobre todo, en las organizaciones.
Una majestuosidad paleozoica
Lamentablemente, sólo estas personas guardan todavía
un ápice de capacidad crítica en las sociedades avanzadas
donde el consenso, lo políticamente correcto y la ausencia de debate
sobre el modelo de sociedad a perseguir, hace que las posibilidades de
autoorganización, de control del poder, de capacidad de influir
en los procesos de decisión públicos no sean en absoluto
visibles como sí lo son las ganancias en productividad, los ahorros
de costes y la mejora de la información para la toma de decisiones
siempre que se habla de las posibilidades de la Red y, en general, de la
sociedad digital.
La explosión cámbrica produjo una total carencia de escrúpulos
a la vida que se organizó de todas las maneras posibles, sin importarles
los monstruos que aparecieran en el intento.
Nuestro momento es, en más de un sentido, similar al vivido por
el planeta hace 550 millones de años, la eclosión de las
posibilidades de vida, riqueza y conocimiento dependen de adoptar una perspectiva
no monstruosa.
Si no saben quién es Jeff Bezos, harían bien en enterarse.
Él les explicará una vez más la explosión cámbrica
y porque su empresa amazon.com vale miles de millones de dólares,
es intensiva en mano de obra y se “suicida para sobrevivir” perdiendo dinero
con una majestuosidad, cuanto menos, paleozoica. |