h u m a n i d a d e s
Economía digital:
suicidarse para sobrevivir a la explosión cámbrica.
Antonio Oliver
igur@ctv.es

Durante el período cámbrico, hace 550 millones de años, la vida emergió con una rapidez inusitada. En un corto espacio de tiempo de menos de 10 millones de años -un instante geológico- los organismos pluricelulares explotaron dando lugar a nuevas formas de organización de la materia viva, algunas con dientes afilados y garras. Eran los primeros predadores que veían el planeta. Estas especies fueron tan numerosas que la mayor parte de las que han sobrevivido hasta nuestros días son herederas de este “big bang” cámbrico. La evolución entonces escogió seguir todos los caminos e intentar todas las vías para acelerar la difusión de la vida sin detenerse en el carácter monstruoso de lo creado en su vigencia o en el peligro que representaba para los frágiles ecosistemas que pugnaban por permanecer.

La explosión cámbrica del mundo de los negocios, del mundo de la vida.
Esta deliciosa efervescencia cámbrica puede servir de modelo para aproximarse en estos momentos a la Red: han aparecido nuevas formas de vida económica, nuevos modelos de hacer negocios e incluso nuevas industrias que cambian constantemente las reglas de juego, a pesar de su aparente monstruosidad que en principio debiera condenarlas a la marginalidad más underground.
Es monstruoso que una empresa se capitalice más cuanto mayores son sus pérdidas, que deba ofrecerse costosísima información de manera gratuita para que los usuarios se dignen visitar una página WEB, que las posiciones de ventaja en un sector puedan ser impunemente atacadas, que los analistas y ejecutivos que han pasado su vida laboral procurando el crecimiento de activos “reales” contemplen ahora que el dinero, de pronto se ha ido a otra parte y que para llegar allí hay que comprar por 100 y vender por 80, que sólo tiene premio aquello que refuerza el poder del comprador, su conocimiento del negocio, su autonomía y su avidez, incluso a la hora de introducirse por la digital puerta de atrás en el laboratorio de la empresa y diseñar él mismo el producto que antes controlaban ingenieros y capitanes de empresa dueños de toda la tecnología de la información.

La primera Aldea digital amurallada
Ante esa perspectiva las empresas de nuestro país encargan la realización de una página web, cuelgan sus productos y esperan el boom del comercio electrónico animados por todas las Administraciones de todos los niveles posibles que comprometen miles de millones en crear ciudades virtuales amuralladas- Infoville en la Comunidad Valenciana- procurando eliminar cualquier atisbo de economía digital que no pase por los grandes complejos de la administración y las compañías de telecomunicación que no han abandonado la nostalgia del monopolio (véase sino el accionariado de Tissat y piénsese que medidas se han tomado para dejar aflorar la economía de garaje, el emprendizaje o la toma de riesgo por parte de los talentosos y preparados post- graduados a los que se les anima a emprender).

¿Qué hacen nueve de cada diez empresas mientras las grandes corporaciones determinan cómo van a convertir la Red en un coto privado de caza?

Aproximadamente después de seis meses, su frustración les hace abandonar el proyecto, esperando retomarlo cuando el irrespirable ambiente creado por la explosión cámbrica, plena de depredadores con dientes de cuchillo sable y dinosaurios que esperan que su ciclo laboral acabe justo en el momento que no haya más remedio que tomar la probable decisión de reinventar la empresa, amaine y sea manejable en los mismos términos organizativos y empresariales a los que los responsables de nuestras empresas se encuentran acostumbrados.

Mientras tanto Fiat vende Barchettas por Internet, Ford firma con Microsoft para comercializar sus coches en carpoint.com y los agentes de seguros, las agencias de viajes, los brokers, las discográficas y las mensajerías tiemblan ante el depredador que ha iniciado el camino de la adaptación generando volúmenes de negocio y expectativas jamás consideradas dentro del horizonte de lo posible.

Los gobiernos de todos los niveles posibles, una vez han repartido los fondos comunitarios, jamás toman medidas razonables- tarifa plana ya, exenciones a la seguridad social para empresas de servicios en la red, financiación a largo plazo con sociedades digitales de garantía recíproca, plan de choque de alfabetización electrónica,...pero sueñan con crear útiles Ministerios para la Innovación, que es tanto como pedir seriamente fondos para crear una Fundación Pontificia para el Libre Pensamiento.
 Mientras, las empresas siguen preguntándose si es posible no perder cada céntimo invertido en la creación de un sitio web.

¿Ganar dinero en Internet sin ser una empresa de mensajería? ¡Ilusorio! 
Y es que era tan difícil ganar dinero en el negocio del transporte cuando se insistía en multiplicar las líneas de diligencias a lo largo del recién aparecido ferrocarril o en mejorar los tiempos de reparto de las barras de hielo cuando irrumpieron con éxito los frigoríficos, como intentar ahora obtener resultados económicos de la red sin comprender que la transposición automática de los modelos, prácticas y teorías del mundo real al mundo digital, simplemente no funciona.
La red requiere gente nueva o al menos nuevas mentalidades que deben ser apoyadas por la dirección de la empresa. La obtención de este apoyo por parte de los netemprendedores (neologismo que debe dotarse ya de contenido, al menos para saber que no estamos creando las condiciones para que aparezcan), se está mostrando muy difícil dado el carácter incompatible de las culturas, los procesos y aún del carácter personal de los implicados en el cambio en las empresas en la Administración y aún en los centros de investigación y las Universidades.

“Suicide by Survival”
Por eso en Estados Unidos cada vez hay más empresas virtuales de nueva creación que funcionan con la máxima independencia de la casa matriz para no absorber los vicios ni los procedimientos desfasados que retardan la migración de los procesos a la organización virtual, con la esperanza de que en un futuro la compañía digital fagocite a la tradicional por estar más cerca de lo clientes, obtener mayores rentabilidades y poder funcionar sin dificultades en un mundo económico globalizado.

Todo esto recuerda a muchos los despidos masivos del principio de la década de los noventa, al menos en Estados Unidos, donde el Downsizing y la reingeniería de procesos de negocio actuaron como dos colas del látigo que lastimó a los empleados de cuello blanco de las corporaciones norteamericanas en el momento que se les animaba a soportar los ajustes iniciales necesarios para garantizar ganancias de productividad que justificaran la inversión en tecnologías de la información

Sin embargo los crecimientos económicos sostenidos, la baja inflación y el desempleo por debajo del 5% de la economía norteamericana se deben en buena parte a la irrupción de estas tecnologías en un país con una estructura social acostumbrada a mantener la desigualdad como una condición necesaria del progreso.

El “suicidio para sobrevivir” tiene que ver pues con la rapidez y el interés estratégico y autoconsciente con el que un sistema es capaz de adaptarse a un medio que cambia con mayor velocidad que cualquiera otro que haya conocido la humanidad y que además va a dictar las condiciones de posibilidad de una reorganización social que redistribuya los flujo de información y riqueza.
Sin embargo, muchos de nosotros pensamos todavía con categorías herederas del pensamiento del siglo XIX es decir creemos que o bien cualquier progreso tecnológico es capaz de beneficiar automáticamente a la mayoría de la humanidad o, por el contrario, que en el fondo, sus virtudes son sólo performativas para un estado de dominación dado. Así, existen todavía quienes confunden el desarrollo norteamericano de una invención europea -la web se inventó en el CERN- con los designios del imperialismo empeñado en convertirse en el gran hermano que va a acabar con los valores europeos de convivencia convirtiendo a nuestra exquisita ciudadanía en apéndices del teclado sin capacidad crítica y que, en consecuencia, desconfían de la aparición de una sociedad paralela y virtual, no solo en las empresas sino también, y sobre todo, en las organizaciones.

Una majestuosidad paleozoica
Lamentablemente, sólo estas personas guardan todavía un ápice de capacidad crítica en las sociedades avanzadas donde el consenso, lo políticamente correcto y la ausencia de debate sobre el modelo de sociedad a perseguir, hace que las posibilidades de autoorganización, de control del poder, de capacidad de influir en los procesos de decisión públicos no sean en absoluto visibles como sí lo son las ganancias en productividad, los ahorros de costes y la mejora de la información para la toma de decisiones siempre que se habla de las posibilidades de la Red y, en general, de la sociedad digital.

La explosión cámbrica produjo una total carencia de escrúpulos a la vida que se organizó de todas las maneras posibles, sin importarles los monstruos que aparecieran en el intento.

Nuestro momento es, en más de un sentido, similar al vivido por el planeta hace 550 millones de años, la eclosión de las posibilidades de vida, riqueza y conocimiento dependen de adoptar una perspectiva no monstruosa.
Si no saben quién es Jeff Bezos, harían bien en enterarse. Él les explicará una vez más la explosión cámbrica y porque su empresa amazon.com vale miles de millones de dólares, es intensiva en mano de obra y se “suicida para sobrevivir” perdiendo dinero con una majestuosidad, cuanto menos, paleozoica.

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