m o n o g r á f i c o
c o m u n i c a c i ó n
Norberto
M. Ibáñez
DI
LA VERDAD CUANDO QUIERAS MENTIR
MIENTE
CUANDO DIGAS LA VERDAD
La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser
creida
William Blake
|
Los mensajes y técnicas publicitarias han realizado un largo
recorrido desde que Toulouse Lautrec, Cheret, Picasso y demás artistas
de la época pusieran su pincel a disposición de carteles
publicitarios allá por el siglo XIX. Por primera vez el Arte se
ponía al servicio de la publicidad comercial. Su única intención
era crear anuncios bellos, presumiendo que esta belleza iba a agradar al
público y éste se interesaría por el producto que
publicitase. Por tanto, era una publicidad basada en el arte, habitualmente
acompañada de una información escrita con retórica
de grado cero. Recordemos que ya en civilizaciones como la egipcia
o la griega se publicitaban eventos a partir de escritos con información
mínima, aunque sin ningún tipo de expresión artística.
Yo no quiero que pierdas la mágica luz
que has traido a la tierra. |
Durante todo el siglo XX, hasta los años sesenta aproximadamente,
la publicidad se convierte en un elemento más, aunque de baja intensidad,
de los movimientos artísticos, con sus propias exposiciones, siempre
haciendo uso de las nuevas tecnologías y la ciencia para mantenerse
e igualarse entre las otras creaciones artísticas de las Bellas
Artes.
Desarrolla piezas creativas, artísticas, bien cuidadas, cada
vez equilibrando más lo icónico y lo verbal, buscando así,
cada vez con más ímpetu, persuadir al consumidor. De ahí
a que en la actualidad el sociólogo Pierre Bordieu recuerde que
"es una parte muy importante que lo que se produce en la comunicación
verbal e icónica, incluido el contenido del mensaje, permanece ininteligible
hasta que no se toma en consideración la totalidad de las estructuras
de las relaciones de fuerza, en estado invisible, del intercambio". En
este sentido cada vez más la maquinaria publicitaria ejerce el control,
tiene mayor poder al conocer cada vez mejor a sus interlocutores.
Los mensajes y técnicas publicitarias han realizado un largo
recorrido desde que Toulouse Lautrec, Cheret, Picasso y demás artistas
de la época pusieran su pincel a disposición de carteles
publicitarios allá por el siglo XIX. Por primera vez el Arte se
ponía al servicio de la publicidad comercial. |
Somos vehículos de signos para transmitir información.
Así bien, queda claro que hasta mediados del siglo XX para vender
productos había que ofrecer información, vender palabras
acompañadas de una plasticidad armónica. A partir de ese
instante desde Estados Unidos, poniendo la ciencia al servicio de la publicidad,
deciden dar un paso más y no sólo plantear la venta de productos
sino la venta de "estilos de vida". En este momento los institutos de psicología
y sociología son el motor de los nuevos enfoques de las estrategias
publicitarias. Es evidente que, a partir de este momento, las principales
armas para la publicidad siguen siendo de naturaleza verbal, o en cualquier
caso simbólica, pero que los resultados perseguidos son, sin lugar
a dudas, de índole psicológica. El primer avance, como novedad
por tanto, consiste en vender el producto resaltando las ventajas psicológicas
que los consumidores obtendrán al adquirirlo. En este sentido, a
los publicitarios les interesa mucho saber a quien tienen delante para
poder atacarle y ser efectivos con su artellería audiovisual.
La tarea no es sencilla si tenemos en cuenta que normalmente el
ser humano no dice la verdad sobre sus preferencias y aversiones aun en
el caso de conocerlas y se suele proteger con respuestas que le hace aparecer
ante los demás como un ser verdaderamente racional, sensato e inteligente. |
Un dato descriptivo para dar fe del argumento anterior es el que constata
Vance Packard en su libro The hidden persuaders cuando afirma que un
Instituto de Investigación preguntó a un grupo de gente si
pedían dinero prestado a compañías de préstamos
particulares. Todos dijeron que no y algunos lo dijeron en tono muy airado.
La verdad era que todos los entrevistados habían sido seleccionados
de las listas de clientes de una compañía de préstamos.
En realidad lo que se descubre al indagar en la psique del ser humano
es que la mayoría de las personas consumen productos no por que
realmente los necesiten sino porque al utilizarlos están indicando
al resto del mundo quienes son. "La sociedad está organizada sobre
el principio de que todo individuo que posee ciertas características
sociales tiene un derecho moral a esperar que otros lo valoren y lo traten
de un modo apropiado" afirma Irving Goffman en su libro The Presentation
of Self in Everyday Life. Si un individuo lleva un Cadillac descapotable
y otro un sedán negro ambos no están sólo disfrutando
de ese producto sino que están consolidando y reafirmándose
en el estilo de vida que han decidido vivir y desean emitir esa información
al resto de la humanidad. Quizás ambos consumidores desearían
cambiar los productos, aunque no los estilos de vida. La persona del Cadillac
responderá a un fenotipo muy particular: es joven, soltero, independiente,
sale con chicas, quizás toca la guitarra, fuma cigarrillos, se mueve
y mira de un modo peculiar, le gustan los clásicos del rock y los
mitos del cine de los 50, compra vaqueros americanos, chaquetas de cuero,
gafas singulares... en cambio la persona que conduce el sedán negro
probablemente esté casado, quizás varias veces, edad media,
tiene hijos, es ejecutivo, serio, conservador, correcto, viste trajes,
vive en en una casa con jardín, tiene muchas tarjetas de crédito,
consume firmas, vacaciones en el extranjero... Toda esta información
(que la publicidad se ha encargado de hacer pública) puede transcender
y ser averiguada por cualquiera tan sólo por consumir cierto producto,
por eso continúa E. Goffman diciendo que "Los otros descubren, entonces,
que el individuo les ha informado acerca de lo que -es- y de lo que ellos
deberían ver en ese -es-". En ese sentido, nos convertimos en currículum
vitae andantes.
Por tanto, a ninguno de los dos clientes anteriores hay que venderles
el vehículo por la cilindrada, la potencia,... sino que a uno hay
que decirle tan sólo que Elvis tenía uno igual y al otro
que fue el primer coche que se compró Aristóteles Onassis.
En este sentido, hoy día descubrimos anuncios en los que el
producto apenas aparece en la pantalla, página o valla publicitaria.
A continuación relataré varios ejemplos para plasmar en detalles
fehacientes lo que digo. Nos venden tabaco, Marlboro, y incomprensiblemente
en el anuncio nadie fuma, no hay cigarrillos, ni cajetillas, tan
sólo una voz en off y un paisaje que, en principio, poco tienen
que ver con la venta de tabaco. Lo mismo ocurre cuando nos intentan vender
whisky, por ejemplo J&B, pues, de manera absurda en el anuncio
nadie bebe, ni siquiera aparece una botella de la marca anunciante. Nos
venden ropa deportiva Nike, e incomprensiblemente, a priori, las prendas
deportivas no aparecen por ningún plano de la publicidad. Sin embargo,
todos estos anuncios tienen algo en común y es que venden un estilo
de vida a partir de sus imágenes que se convierten en iconos y sugerentes
"copies" o "leyendas textuales"; el primero a través de su simbología
incita y busca persuadir al hombre solitario, rudo, independiente, varonil,
valiente. El segundo desea atrapar al joven conquistador, seductor, alegre,
diferente, interesante. El último es una llamada de atención
hacia los deportistas con coraje, energía, vitalidad...
En ese sentido, el consumidor que compra esos productos, finalmente
no los adquiere por el sabor, el color, o la forma, sino con la intención
de que quien lo descubra con esos elementos le va a relacionar con las
cualidades intrínsecas de ese producto, en ese sentido, somos vehículos
de signos para transmitir información. Todo está muy claro,
sólo hay que aprender a leer a partir de iconos, símbolos,
proxémicas... El asunto está en que quién sabe leer
también sabe enmascarar, disfrazar su condición transmitiendo
información errónea intencionada y ofrecer una visión
equívoca. Se convierte en el controlador, en un actor, en un creador
e intérprete de situaciones que dirije y provoca las reacciones
de los interpelados.
7 Pecados Capitales. Vicios y virtudes.
El ser humano suele tener un sentimiento de culpa respecto a los placeres.
Ernesth Dicher ex-presidente del Institute for Motivational Research afirma
que "cada vez que se vende un producto que proporciona satisfacción
al que lo compra... hay que mitigar sus complejos de culpa...ofreciéndole
absolución".
Por ejemplo, mucha gente que fuma experimenta un gran sentimiento de
culpa, por una parte, por la represión que sufrieron de pequeños
a través de sus padres para que no practicaran éste hábito
y, por otra parte, por el miedo a la constatación de que el tabaco
perjudica seriamente la salud. Por tanto, no sirve anunciar, como se hacía
en los años cincuenta, que el tabaco no mata, cuando ésto
suponía un suicidio para la propia empresa tabacalera, pues incurría
en un grave delito penal por emitir falsa información con el correspondiente
perjuicio que esa acción reportaba. Cuando los investigadores trabajaron
para ver que enfoque podrían plantear en la publicidad de los cigarrillos
descubrieron que el ser humano fuma para demostrar virilidad, madurez y
sociabilidad. La satisfacción psicológica por mantener estos
valores es suficiente como para superar los temores con respecto a la salud.
Por tanto con la publicidad audiovisual encaminada a exaltar esas facetas
el pecador queda redimido, ha pecado pero queda eximido de culpa porque
se le representa una atmósfera que es la que se ajusta a su estilo
de vida.
La publicidad induce a la soberbia, a la vanidad porque detrás
de cada producto hay escondido un deseo de demostrar al prójimo
que somos superiores a ellos. De la misma manera provoca al sexo, a la
lujuria ya que la erotización de la vida consiste en la utilización
comercial de lo erótico como artículo de consumo e incluso,
cuando el producto que se trata de vender sea otro, de la utilización
como envolvente de cualquier otro producto. Si bien al principio de utilizar
el sexo como técnica de persuasión para alcanzar objetivos
comerciales fue bastante directa hoy día los símbolos sexuales
son mucho más sutiles y más pasivos (aunque más eficientes)
que los usados en generaciones anteriores ya que atrapan el subconsciente
del espectador.
Por tanto, la publicidad es el escaparate, el teatro donde nos asomamos
todos para saber quienes queremos ser (si queremos ser vanidosos compraremos
bombones de una marca, si queremos ser avariciosos veremos un refresco
de una empresa bien conocida, si nos va el sexo beberemos otro, si somos
violentos la ira nos encaminará a elegir productos que nos harán
aparentar lo que somos, aunque se trate de un simple televisor...). Todos
nuestros vicios, virtudes y pasiones quedan a nuestro servicio para identificarnos
y descubrir quienes somos. Dime lo que consumes y te diré quien
eres. Pero ¿de qué fuentes bebe la publicidad? Pues, de la
propia sociedad, por tanto, la publicidad no es más que la realidad
diseñada, cartografiada para que los planos, escenas, encuadres
y luminosidad sean perfectos y vendan la ilusión, persuadan y hagan
creer que los vicios personales se van a ver cubiertos con la compra de
ese espectáculo idílico de la publicidad. Así pues,
la ficción no existe ya que es una reproducción organizada
de la realidad. Todos somos llamados a pecar por la publicidad. La tentación
nos rodea, nos provocan a que sucumbamos a todos los encantos mortales.
Somos víctimas falsamente ilustradas de un aluvión de imágenes,
señales y palabras donde uno no puede ni debe caminar, sentir, o
vestirse igual en Oxford Street, como en Montremartre en París o
San Marco de noche en Venecia por la misma razón que uno no debe
equivocarse y leer igual un soneto de Lope que una elegía de Lorca
o un fragmento de París era una Fiesta de Hemingway. |