m o n o g r á f i c o c o m u n i c a c i ó n

Jose Luis Pinotti Baldrich

LA GESTIÓN CULTURAL Y EL SIGLO XXI


Durante el mes de octubre se celebró en la ciudad de Valencia el primer congreso internacional sobre gestión cultural y territorio organizado por el SARC de la Diputación de Valencia, en él además de observar las similitudes y diferencia que poseen las experiencias territoriales latinoamericanas y las valencianas y españolas, se pudo reflexionar sobre la necesidad real del conocimiento de este término que ha sido utilizado (que no comprendido) por muchos teóricos del mundo de la gestión o animación cultural.
 

Os miro en vuestra oscuridad
quizás me devolvéis las miradas.

No deseo avanzar en una crónica de lo allí ocurrido, sí que quiero reflexionar sobre la recepción de experiencias que permitieron demostrar que sólo un verdadero conocimiento del marco territorial en donde nos corresponde gestionar, es base sólida para arriesgar una profecía de éxito. El territorio nos condiciona toda nuestra acción, podemos diseñar una estrategia ordenada y lógica pero si ésta está de espaldas a la realidad territorial no conseguiremos logros en los objetivos diseñados. Pero de la misma forma que considero que el territorio condiciona nuestras planificaciones, también es el elemento dinamizador por excelencia cuando llegamos a detectar sus características y el diagnóstico nos permite aventurar una propuesta programática segura.

Ahora bien, si hablar de territorio es comenzar por los aspectos más esenciales de la gestión cultural, también deseo en estas líneas que reflexionemos que a la hora de intervenir  para aplicar métodos de gestión territorial debemos comprender que hoy existen nuevos retos y nuevas visiones sobre el análisis de la necesidad de la cultura en las sociedades. Si antiguamente todos compartíamos el concepto que otorgaba a la cultura el poder de regenerar las sociedades y permitirles el avance hacia el progreso (objetivo social de la misma), hoy nos encontramos con un nuevo fenómeno que no niega el anterior, pero que lo complementa. Me refiero a las posibilidades de que la cultura permita el desarrollo económico de pequeñas y medianas empresas que antiguamente sólo estaba reservado al mundo audiovisual.
 

Los tiempos evolucionan y por supuesto que la temática cultural no puede estar ausente de ello, si hemos estado trabajando en los últimos veinticinco años en la democratización de la cultura, abriendo centros culturales o socio-culturales, si gracias a ellos y a las planificaciones realizadas por los gestores culturales (mayoritariamente de la administración pública) se han creado escuelas municipales de teatro, danza, música, artes, fotografía, etc. Me pregunto qué ha pasado con estos "alumnos".¿ Es qué todos asistieron a estos espacios sólo con la finalidad de pasar un buen momento en su tiempo de ocio?. Rotundamente considero que no. Existe un porcentaje menor no cuantificado que utilizaron las casas de cultura como estudio inicial para desarrollar posteriormente una profesión relacionada con aquel placer inicial para el conocimiento de una experiencia nueva.
Entonces ¿qué ocurre con estos nuevos actores, pintores, bailarines, etc., que gracias a estos servicios públicos han podido comprobar que deseaban dedicar su vida a estas profesiones?. Este grupo de agentes del mundo de la cultura solicitan tener un espacio en donde desarrollar su creación y un mercado estable de demanda que les permita dedicar todo su tiempo a ello y no solamente sus momentos libres.
 

No siempre hemos estado preparados como sociedad para esta realidad, las empresas sólo se mantienen trabajando y vendiendo sus productos, quizá las dedicadas a bienes tangibles sean mejor comprendidas por nosotros, pero las de productos intangibles, todos ellos culturales, sólo tendrán la posibilidad del acceso al mercado laboral, si somos capaces de comprender que son un eslabón más dentro de la cadena del concepto de democracia cultural.

En algunas oportunidades he escuchado observaciones como las que indican que el concepto cultural no puede verse afectado por el de economía, normalmente suelen ser vertidas por personas que ya se encuentran con su rol social previamente determinado. Es necesario no ser excluyente y comprender que debemos evolucionar con los tiempos y que en este principio de siglo es importante reflexionar que la cultura continúa siendo el elemento básico para transformar las sociedades, pero que alrededor de él han nacido nuevas necesidades que es importante contemplar.

Másters de gestión de recursos culturales, formación  profesional de  actividades socio-culturales, en definitiva, un sector de técnicos formados para dinamizar el sector de la cultura no pueden conformarse con la idea de ocupar una plaza sólo en la administración pública, hay que ser conscientes de que la industria cultural se desarrollará con fuerza durante los primeros diez años de este nuevo siglo, si a ello le sumamos las perspectivas del incremento del tiempo de ocio, el desarrollo del patrimonio como ámbito de gestión cultural, y la gestión del turismo relacionado con las tradiciones y culturas de un pueblo, sólo me queda por afirmar que debemos comenzar a quitarnos la venda de los ojos y  admitir que la cultura además de transformar sociedades, permite que un sector de la misma se dedique a ella recibiendo a cambio una compensación económica que le permita iniciar una actividad empresarial.

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