c o m u n i c a c i ó n
Mujer: Agente social de primer orden
Mª José Alcón

En las sociedades postindustriales de finales del siglo XX -ya, casi, del siglo XXI- resulta imperativo redefinir el papel de la mujer, por ende, el rumbo de los movimientos feministas. Cuando ya se ha superado el rol de complementariedad y de servidumbre que, en relación al hombre, se le asignó desde los pensamientos más trasnochados y recalcitrantes, y cuando suenan lejanas las aportaciones setecentistas de Olimpia de Gouges y de Mary Wollengraft y las demandas de los movimientos sufragistas, parece llegado el momento del ser humano; del ser humano en su unicidad, pero también en su naturaleza y sexualidad dual.
Creo que el espíritu de los tiempos ha enterrado definitivamente el concepto de "lucha de sexos"; así mismo, creo en un feminismo moderno que, antes de atacar a una mitad de género humano para reivindicar a la otra, defienda  a la persona, sea mujer u hombre.

La función de la mujer en la sociedad no se desarrollla en términos de dialéctica, en oposición al hombre, sino en armonía en colaboración con éste para hacer un mundo mejor. Ya no es discutible el protagonismo de la mujer en todos los ámbitos de decisión y de creación: en la enseñanza, en la cultura, en la política y en la empresa, la mujer es un agente social de primer orden.
Precisamente, es en este entorno en el que los gestores públicos desde cualquier instancia, estamos obligados a proporcionar las condiciones básicas para que la mutua cooperación entre las personas, con independencia de su sexo, dé sus frutos y se reviertan en la sociedad; hemos de llevar a cabo una política sensatamente promocional allí donde sea necesaria, sin sensacionalismos ni integrismos de ninguna clase.

Las mujeres encarnan la faceta más sensitiva y vanguardista de las corrientes culturales y artísticas contemporáneas. Tal vez la 
razón haya que buscarla en una especial intuición y emotividad desarrollada en los siglos de postergación y soledad en que se vió sometida. Hay que reconocer que ese liderato no lo han conseguido con facilidad, ni con favoritismos, sino a través de trabajo, seriedad y competencia.

De otro lado, no deberíamos olvidar que las anteriores conclusiones no son aplicables a todo el orbe, sino que, en muchas regiones del mundo, la mujer sigue siendo sujeto de una brutal explotación laboral y sexual; sigue padeciendo situaciones de discriminación objetiva en todos los órdenes. Las líneas maestras de la actuación de los países desarrollados, de los estados en los que las mujeres gozan de la igualdad que les es debida, deben dirigirse preferentemente a esas zonas, exigiendo la desaparición de esas odiosas condiciones de marginación que juzgan a las mujeres.

Será una muestra de solidaridad, que el futuro de la Humanidad agradecerá.

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