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Analizar el papel sociocultural que la mujer ejerce en la sociedad actual puede llevar a una serie de conclusiones y juicios preestablecidos que conducen a unas opiniones, a veces sumamente estereotipadas, que inducen a alejar el verdadero protagonismo que la mujer está protagonizando de cara a ese Tercer Milenio en el que vamos a entrar. Obviamente, resulta imprescindible reconocer que ese cometido social de la mujer, a finales del siglo XX, sigue siendo, en muchos aspectos, un verdadero problema. Sin embargo, también parece justo afirmar que durante estos últimos cien años la mujer ha conquistado muchos más logros que a lo largo de varios milenios. La mujer, a lo largo de los siglos, ha demostrado una sensibilidad especial para la convivencia, para la tolerancia y para la solidaridad. Buena prueba de ello la encontramos en el hecho de su inmejorable disposición a colaborar con las diferentes ONG. Sin ir más lejos, un estudio revela que la participación femenina en el voluntariado de la delegación de Médicos del Mundo-Comunidad Valenciana alcanza el 75%. Y ese me parece uno de los caminos por los que debemos seguir avanzando, en un intento de afianzar esa vocación de ayuda que ostenta la mujer en su globalidad y que contribuye a ser un modelo de ejemplo para la sociedad. Y es que, partiendo del reconocimiento, que no siempre se ha concedido, al papel de la mujer como educadora y como madre, es decir, como transmisora de los puntos cardinales de la cultura y de la tradición, incluída la literaria de carácter oral; la mujer se ha convertido hoy en día en uno de los pilares fundamentales en los que se asienta el mundo de la política y la cultura. Desgraciadamente, esta evolución no se observa en muchas partes del planeta y nos encontramos así con que en casi la totalidad de la cultura islámica, por no mencionar cada uno de los puntos conflictivos del llamado Tercer Mundo, la mujer soporta unas condiciones de vida de todo punto indeseables. Pero sin descuidarnos en luchar para que todas esas mujeres logren ver reivindicados sus derechos como persona, no debemos ser pesimistas ante este tercer milenio en el que pronto entraremos. Muchos y variados aspectos nos permiten ser optimistas. En primer lugar, en nuestras universidades el número de matriculadas supera al de matriculados, lo cual comparado con épocas anteriores, no deja de ser esclarecedor. También es sintomático el hecho de que somos muchas las que hemos tomado la decisión de participar activamente en la vida pública, y forma parte de nuestro compromiso acabar de sentar las bases para que las que vengan detrás encuentren una sociedad donde la igualdad de oportunidades sea algo más que una bienintencionada declaración política. Estamos en el buen camino: superamos cada año la cifra de mujeres en el estamento judicial; dentro del mundo de la política, cada vez son más las mujeres que están al frente de puestos de verdadera responsabilidad; por no hablar del ámbito del arte y la literatura, donde hace ya muchos siglos que su contribución nos ha legado obras imprescindibles que hoy son patrimonio de la humanidad. Precisamente, desde la cultura, con mayúsculas, la mujer ha desarrollado su gran potencial creativo. Ya no podemos hablar de pintoras, escultoras, poetas, novelistas que surgen esporádicamente. Las diversas actividades culturales que programamos me han permitido observar el gran éxito que entre el público de ambos sexos tienen las conferencias de escritoras, poetas o el interés que desarrollan las mujeres en el campo de las artes plásticas. Quisiera ahondar un poco más en el terreno de la música, donde observo que en casi todas las secciones de las orquestas, profesionales o de estudiantes, la representación femenina es cada vez más preponderante, lo que demuestra la excelente capacidad profesional que atesoran las mujeres. Por ello, su papel en el mundo musical no se relega al tradicional campo de la lírica, donde tradicionalmente han surgido maravillosas sopranos o mezzos, sino también a la dirección coral y últimamente se observa un cambio significativo en la dirección orquestal y de la composición, terrenos hasta hace bien poco de dominio masculino exclusivo. Pero no se trata de sostener un pulso entre sexos, sino todo lo contrario, se trata más bien de establecer una fructífera colaboración que parta de la igualdad de condiciones y del mutuo respeto. Resultaría obvio mencionar todos aquellos campos en los que, hoy por hoy, la presencia femenina resulta imprescindible, por eso me parece legítimo que nos felicitemos por los logros conseguidos; sin que esa satisfacción nos oculte la necesidad de seguir luchando para que todas y cada una de las mujeres del mundo puedan disfrutar de todos y cada uno de sus derechos. Fundo mi más vehemente esperanza en que este tercer milenio en el que ahora vamos a entrar nos traiga un mundo más justo e igualitario no sólo para las mujeres, sino para todos los seres humanos. No debemos olvidar que ese mundo depende de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo. |
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