h u m a n i d a d e s
Ana Valero 
VARIACIONES DE UN PAISAJE
A Manuel, porque sí.
La Naturaleza -o lo que así llamamos: ese conjunto de objetos que nos rodea y que, alternativamente, nos engendra y nos devora- no es nuestro cómplice ni nuestro confidente. No es lícito proyectar nuestros sentimientos en las cosas ni atribuirles nuestras sensaciones o pasiones. ¿Tampoco lo será ver en ellas una guía, una doctrina de vida? Aprender el arte de la inmovilidad en la agitación del torbellino, aprender a quedarse quieto y a ser transparente como esa luz fija en medio de los ramajes frenéticos, puede ser un programa de vida.
Octavio Paz. 

No hay ya Naturaleza. Seguimos partiendo de la contemplación de la Naturaleza, cuando hace ya tiempo deberíamos partir sólo de la contemplación del artificio.
Thomas Bernhard. "Extinción".

En el colegio las celebraciones de la semana de la Naturaleza o del día de la primavera pasaron a ser jornadas medioambientales.
Cualquier anónimo.

La creación de ministerio y demás secretarías que exhiben expresiones correctas y publicidades verdes presuntamente enfrentadas a otras carteras y presupuestos más definidos ha exaltado ánimos e invitaciones o son órdenes y sentencias. Ahorre agua, seleccione las basuras y consuma productos ecológicos; piensa en verde, sé natural y bebe zumo; el trazado aprobado reduce el impacto medioambiental, la nueva gestión logra aumentar el uso del transporte público y se convoca un concurso literario ecológico o ecologista.

El término medio ambiente (conjunto de condiciones que influyen en el desarrollo y actividad de los organismos) y sus variantes propagandísticas públicas o privadas vinculan actitudes personales a intencionalidades políticas mediante la calificación de obras e incluso de palabras correctas o incorrectas según criterio institucional o publicitario. De pronto, medio ambiente - algo bastante más amplio que la idea de paisaje- invade la mayor parte del campo semántico de "Naturaleza" y cobra una inusitada importancia. Tanto las instancias oficiales como el ecologismo responden a la crisis medioambiental y sus versiones más "creyentes" parecen capaces de convertir la "ecología" en "ecolatría". Fernando Savater advierte que la idea de Naturaleza, y el culto ético-político que se le profesa constituye sin duda la más pertinaz obnubilación teórica de nuestra época. Esta ofuscación reduce, califica, tacha y aprueba, vacía.  Javier Marías recuerda que Todos sabemos que la mejor manera de desvalorizar y destruir una palabra es repetirla hasta la saciedad y abusar de ella; la segunda mejor manera es su apropiación por parte de quienes no creen en ella, su consiguiente rebajamiento, su inexorable envilecimiento. La palabra medio ambiente es repetida, abusada y propiedad no de científicos, románticos y prácticos activistas sino de instituciones y mercados que la han vaciado y envilecido. Medio ambiente es un término político. 

La descripción del horizonte o el ánimo de un personaje ante un paisaje no son política, todavía. Se han publicado algunos cuentos corregidos y así políticamente correctos: la casa de la abuela no es de madera sino de un material novedoso, el cazador es guardabosques y las señales advierten especies de árboles y senderos. Todavía no es política. Se publican y se leen narraciones cuyos personajes saludan, se despiden y dejan caer distraída o intencionadamente un papel; otros conducen, discuten o se besan y lanzan una cerilla quizá al asfalto; quienes pasean sonriendo hacia el sol no recriminan a un tipo que patea a un animal o a un niño. Otras narraciones cuentan las andanzas de un asesino de ancianos que es vegetariano y riega puntualmente las plantas de su balcón; las negociaciones de un alcalde corrupto que aprueba la constitución del hogar para animales perdidos; las reacciones de una mujer maldiciente que pertenece a una asociación ecologista contraria a los experimentos nucleares. Tampoco los escritores ni otros profesionales, incluyendo cargos de cuatro años, incumplen estas contradicciones, todos son personajes, podrían ser leídos y censurados por el criterio político medioambiental, serían tachados de incorrectos e insolidarios. Bebo zumo pero mi consumo de agua es excesivo, busco contenedores de papel y vidrio pero soy alérgico a perros y gatos, admiro alguna acción ecologista pero duermo los documentales de la sobremesa.  

No se lee el medio ambiente sino un paisaje, no se describe el impacto medioambiental sino la aridez de un suelo abrasado ni se enumeran los efectos de la lluvia en primavera sino que se contemplan árboles y arbustos florecidos. La Naturaleza se escribe y se lee siendo paisaje, un paisaje donde quien escribe sitúa al narrador. El paisaje -al igual que la noción de Naturaleza- es una cierta manera de percibir el medio desde determinados códigos estéticos y conceptuales propios de cada cultura. Tanto física como simbólicamente el paisaje no puede separarse de quien lo construye y observa pues cada cultura posee una determinada percepción afectiva de su entorno. Pero tantas concepciones, intervenciones y representaciones del paisaje se configuran inevitablemente partiendo de la carga de las miradas anteriores (lo escrito, lo pintado, lo fotografiado, lo filmado) y de la mirada de quien lo habita y contempla en un momento determinado de la historia: Berque plantea el paisaje como una compleja relación entre una determinada cultura y su medio. Por tanto, no se puede considerar como una cosa en sí, estrictamente física y permanente, sino dependiente de la percepción y el sentimiento de las diversas culturas variando también con ellas.

La lectura de paisajes vividos por escritores de otras culturas y de tiempos pasados empuja al lector -un lector que no sólo busque la identificación inmediata- a viajes que partían desde el desconocimiento. La descripción del desierto sin haber pisado la arena ni ojeado un suplemento dedicado al Sahara, la narración de una tormenta en el Atlántico sin haber sido aventurero ni visto películas oceánicas o la variación de la luz sobre un mismo árbol sin impaciencia ni cortes publicitarios son lecturas imposibles pero empujan al lector a viajes donde olvida imágenes filmadas y se sorprende, o sin olvido admira la descripción de quien contempló en otro tiempo un paisaje y escribió. El escritor no imaginó que sus paisajes serían impresos en estos tiempos sobre papel reciclado ni que sería considerado correcto medioambientalmente y sus lectores sonríen al observar que ha sido reeditada aquella novela de marinos y que se vende descarada desde la estantería verde.
 

José Albelda y José Saborit. LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA. Valencia, Generalitat Valenciana, 1997.
Fernando Savater. DICCIONARIO FILOSÓFICO. Barcelona, Planeta, 1995.
Javier Marías. VIDA DEL FANTASMA. Madrid, El país Aguilar, 1995.
Augustin Berque. EL NACIMIENTO DEL PAISAJE EN CHINA en ARTE Y NATURALEZA. Huesca, Diputación de Huesca, 1996.
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