La cirugía antiséptica

 

Juan Aguilar y Lara, Lister y Guerin, La Cirugía antiséptica. Historia, principio, manual operatorio y resultados, Valencia, Librería de Pascual Aguilar, 1882, pp. 13-19.

«La cirugía antiséptica tiene por objeto impedir el contacto de los gérmenes atmosféricos sobre toda solución de continuidad, ya con el objeto de determinar la reunión inmediata y definitiva de sus bordes, de disminuir o de suprimir la supuración, o de evitar los temibles accidentes que tan a menudo suelen complicar las heridas.

El problema más grave y trascendental que ha agitado en todas épocas al espíritu humano en materia de curación, ha sido encontrar un medio que pudiera facilitar la cicatrización pronta de las superficies cruentas, haciendo desaparecer con ello las funestas complicaciones que con tanta frecuencia se presenta en la práctica quirúrgica. Ninguno, en efecto, trasciende tanto el ejercicio de la profesión, y es susceptible de ejercer mayor influencia en los resultados. Esto ha sido comprendido por los cirujanos de todas las épocas y países. Con este objeto se han emitido numerosas hipótesis, se han sentado infinidad de proposiciones que, discutidas severamente en las sociedades científicas, han dado lugar a que se formulasen doctrinas cuyo valor y cuya verdad han sido depurados después por el crisol de la clínica; testigos somos aún de los constantes esfuerzos que se han hecho para realizar en este sentido importantes trabajos, y de las frecuentes preocupaciones por parte de los que, demasiado aferrados a añejas doctrinas, ven un peligro y miran con desdén cuantas innovaciones se presentan en el estadio de la ciencia. De algún tiempo a esta parte son numerosos los métodos preconizados para la curación de las heridas; y si todos los esfuerzos tienen un objeto común, es necesario que los principios que los han dirigido posean una base única; de ahí han surgido los diversos pareceres, según el punto de vista en que se han colocado los autores.

Hoy podemos decir que la cirugía se halla en plena revolución, en un verdadero periodo de renacimiento; porque si en el siglo XVI Daza Chacón y Ambrosio Pareo desterraron la cauterización en las heridas por arma de fuego, y sustituyeron la ligadura a la cauterización en las amputaciones, actualmente nos vemos inclinados a abandonar los instrumentos cortantes en el tratamiento de muchas enfermedades; y tal vez no esté lejano el día en que gracias al ácido fénico y al algodón, desaparezca el imponente aparato de las grandes operaciones, así como merced a los sostenidos esfuerzos de Lister y Guerin se ha conseguido limitar extraordinariamente el número de los accidentes que complican las heridas y acelerar la curación de todas las enfermedades quirúrgicas en general.

“La cirugía es brillante cuando opera, pero lo es más cuando sin derramar sangre y sin mutilación se obtiene la curación de los enfermos”. Así se expresaba el gran clínico de nuestro siglo, el célebre Lisfranc; y a este fin tiende la ciencia moderna con los nuevos y numerosos medios terapéuticos que posee a su disposición, fundados en el conocimiento profundo y exacto de las circunstancias genéticas de esa multitud de procesos que ponen el cuchillo en manos del operador, y que no raras veces comprometen la vida del infeliz paciente.

En este trabajo no debemos ocuparnos de las indicaciones y de las contraindicaciones de la conservación en cirugía; sobre dicho tema ya se han suscitado importantes y luminosas discusiones en todos los centros científicos, se han publicado interesantísimas memorias, y a pesar de que siempre ha llamado la atención de los prácticos más distinguidos y experimentados, la cuestión se halla aún muy lejos de tener una solución convincente y satisfactoria, aunque las aspiraciones de la mayoría de nuestros sabios sean conservadoras. “Nosotros —decía Boyer— no trataremos de resolver de una manera absoluta una cuestión tan difícil, pero presentaremos algunas consideraciones que ayudarán al joven práctico en una circunstancia tan embarazosa”. Hoy este punto de la cirugía se halla poco más o menos en el mismo estado que en la época del dicho autor. No podemos decir en absoluto cuándo un miembro deberá ser conservado o sacrificado parcial o totalmente, pero sin embargo con más probabilidades de éxito, esperaremos en la mayoría de los casos la conservación. Bien es verdad que muchas veces las complicaciones que un grave traumatismo determina deciden el sacrifico de un miembro, porque como bien afirmaba Albucasis, mayor es la muerte de todo el cuerpo que la pérdida de una extremidad; pero si llegamos a demostrar que existen uno o varios métodos terapéuticos eficaces que conjuran o limitan semejantes accidentes, claro está que las tentativas de curación deben ser más frecuentes que en épocas anteriores. Ahora bien, nosotros estamos persuadidos que tales métodos existen, y que debidamente empleados son realmente útiles en la práctica; esto nos lo dice la experiencia personal, las observaciones de nuestros maestros, y los numerosos casos de feliz éxito recogidos tanto en la prensa nacional como extranjera.

Dos métodos terapéuticos diametralmente opuestos se disputan actualmente el campo en la cirugía: el primero, cuyos fundadores han sido Lister y Guerin, consiste en la oclusión completa de las soluciones de continuidad; el segundo, que se debe a Vincent von Kern, se reduce sencillamente a dejar las heridas al aire libre sin hallarse recubiertas por tópico alguno. A una observación superficial parece que ambos métodos sean antitéticos y se repelan mútamente; más por poco que nos fijemos en ellos, nos convenceremos de que el método es único, y que lo que varía son los procederes para realizarlo: el modo de curación de Lister, de Guerin y de Vincent no son más que tres procedimientos del gran método antiséptico, los cuales tienen todos idéntico punto de partida: los micro-organismos atmosféricos. En efecto, como vamos a ver muy en breve, Lister realiza su curación matando los gérmenes; Guerin , por medio de la barrera de algodón con que protege la herida, impide que lleguen a ella; Vincent deja en descubierto la superficie cruenta, y la costra que sobre ella se forma al muy poco tiempo, la coloca en las mismas condiciones que en los casos anteriores.

Las doctrinas de Lister y Guerin preconizadas en Inglaterra y Francia, cuentan en la actualidad numerosos adeptps en todas las naciones de Europa, y cada día tienden a mayor perfección, al par que aumenta el entusiasmo de los cirujanos por realizar prácticamente sus ideas.

Entre las curaciones por oclusión y las que se realizan al aire libre, no cabe duda que las ventajas se hallan por las primeras. En efecto, hoy que se halla completamente demostrado que las causas de los accidentes que complcan las heridas residen en el aire atmosférico, y que consisten en la multitud de seres vivientes que constantemente la habitan, es de suma importancia, ya el impedir el acceso de los gérmenes a la superficie cruenta, o bien matarlos antes de que produzcan sus nocivos efectos. Así la herida se halla en una atmósfera aséptica, y los fenómenos de génesis celular se van desarrollando única y exclusivamente según las leyes normales de la vida. Estas condiciones no las reúne la cura del Dr. Vincent: en primer lugar, porque aquí la formación de la costra que ha de impedir el contacto de los gérmenes, sólo tiene lugar en las pequeñas superficies cruentas, puesto que en las grandes se opone a ello la abundancia de supuración; además, los organismos atmosféricos tienen una entrada franca y expedita desde el momento que se practica la solución hasta que los productos exudados adquieran la suficiente plasticidad: y por último, segregándose el pus en mayor o menor escala, fácilmente entra en putrefacción por grandes que sean los cuidados que se pongan en rodear al paciente de las más ventajosas condiciones higiénicas.

Sucesivamente nos ocuparemos de todos los métodos de curación que constituyen actualmente la cirugía antiséptica. En la primera parte del libro tendrán cabida todos aquellos procederes que tienen por objeto filtrar el aire atmosférico con el objeto de cerrar a los microorganismos atmosféricos las puertas de entrada en el cuerpo humano: al frente de todos se halla la cura de Guerin. La segunda tratará del conjunto de medios con los cuales nos proponemos matar los seres animados que pululan en la atmósfera, y cuyo preconizador ha sido el Dr. Lister. Por fin, en la tercera parte, describiremos las modificaciones introducidas en estos métodos terapeúticos, dando a conocer el estado actual de la cirugía en materia de antisepsis».