La cirugía en Valencia

 

Pascual Garín, La cirugía en Valencia, La Crónica Médica, 1884; 7: 545-547.

 

«...Precisamente si algo puede echarsenos en cara es la apatía con que miramos las obras de nuestros compatriotas, mientras que nos faltan palabras para elogiar, siempre que se trata de algún descubrimiento o de algún hecho realizado en el extranjero...

Sugiérenos estas palabras el recuerdo de las brillantes operaciones llevadas a cabo en pocos meses en Valencia, ya en la visita particular de acreditados cirujanos, ya en la enseñanza oficial, las cuales si bien han proporcionado la curación a los pacientes y útiles enseñanzas para lo venidero, en cambio permanecen olvidadas con grave detrimento del buen nombre de la medicina patria.

Y en tanto los operadores, venciendo su natural modestia, trasladan su material clínico, vamos a decir cuatro palabras acerca de dos operaciones que en el corto espacio de diez días se han realizado en nuestra capital. Las dos son grandes, las dos son notables, una por lo poco familiarizados que estamos con ella, por la capital importancia que tiene y por lo imponente del acto; otra notable también por se lo que pudiéramos llamar filigrana operatoria, por practicarse en reducido espacio, y por necesitar el cirujano, no un ojo en cada dedo, sino uno en cada papila de la piel.

La primera pertenece al Dr. Candela, es una ovariotomía; la segunda AL Dr. Aguilar y Lara, la extirpación de un voluminoso fibroma de la región carotídea.

El diagnóstico de la enfermedad que reclamaba la ovariotomía parecía exacto, quiste ovárico multilocular; así era en efecto , pero ¡cuanto no varió el manual operatorio y el traumatismo uno de esos detalles que no pueden apreciarse siempre con antelación!.

El quiste era multilocular, la punción de varias de sus cavidades dio salida a líquidos de diferente color y consistencia, pero su cantidad no estaba en relación con el volumen del tumor. Este llenaba casi toda la cavidad abdominal, en su mayor parte era sólido y la incisión clásica resultó, por consiguiente, muy pequeña. Pero el operador con la seguridad que da la exactitud del diagnóstico y con la rapidez que exigían momentos tan críticos, seccionó atrevidamente las paredes abdominales hasta cerca del apéndice xifoides logrando a duras penas extraer tan enorme tumor.

Este caso nos pone de relieve la gran verdad que encierran las palabras de Polaillón sobre la incertidumbre del pronóstico en la ovariotomía, operación que sabemos siempre como empieza, pero no acabará y las dotes, que como operador posee el Dr. Candela, que lo mismo diseca con pulcritud un trozo de mucosa donde apenas la vista alcanza, para curar una fístula vésico-vaginal, que emprende poseído de fe en la ciencia y confianza en el arte una de estas operaciones, grandes por el traumatismo, grandes también por los conocimientos que requieren, y grandes más que nada porque arrancan una víctima segura a la enfermedad.

El Dr. Aguilar Lara, por su parte, extirpó un fibroma del cuello. No sabemos decir que nos impresionó más; si la incisión de todo el abdomen y el voluminoso quiste, o el fibroma, relativamente pequeño, contenido entre el extremo mastoideo por fuera y los vasos cervicales por dentro; si el ver romper las adherencias del quiste o el ver aislar el tumor cervical, con las tijeras, con las uñas o con el mango del bisturí, según los momentos, mientras la carótida latía pausadamente y la yugular sin perder el ritmo se repletaba y se vaciaba de sangre, mientras una ligera imprevisión, un movimiento involuntario de la mano, lesionando cualquiera de estos vasos podía cambiar la escena, y de salvadora y vital convertirla en desgraciada y funesta.

Más el operador, que conocía al detalle la región en que operaba, que a través de los tejidos adivinaba los que se hallaban debajo, salvó todas las dificultades, y el éxito más lisonjero coronó su empresa.

En los momentos en que escribimos estas líneas, el operado del Dr. Aguilar sigue perfectamente bien y a la del Dr. Candela probablemente se le habrán quitado los puntos de sutura, lo cual quiere decir que los pacientes están restablecidos.

He aquí dos operaciones que no hacemos más que indicar, esperando que los cirujanos den cuenta detallada de ellas en los periódicos de su dirección, y que, como al principio decíamos, acreditan que los españoles no marchamos a la retaguardia de la ciencia y que en todos los tiempos hay continuadores de las glorias de los Romagosa y de los Argumosa, y que lo mismo el cuerpo docente con Creus, Encinas, Ferrer y otros tantos a la cabeza, y el profesorado libre con Rubio, Cardenal y del Toro, se afanan por el buen nombre de la cirugía nacional».