Medios de la medicina para lograr el fin de curar enfermedades

 

Andrés Piquer, Tratado de las calenturas según observación, y el mecanismo…, Valencia, Imprenta de Joseph Garcia, 1751. [Extraído de la cuarta edición, Madrid, Joachin Ibarra, 1777).

 

 

«Dos son los medios por donde la Medicina consigue el fin de curar las enfermedades, es a saber, la observación y el raciocinio. Llamamos observación el conocimiento que tenemos de las cosas cuando aplicamos debidamente nuestros sentidos a percibirlas. Raciocinio es el discurso de que nos aprovechamos para tener noticia de ellas o de sus causas. Es indubitable que la medicina tuvo su principio por las observaciones; y lo es también , que los progresos que ha hecho, todos se deben a éstas, de modo, que si alguna vez los médicos las han abandonado, ha sido con grande perjuicio para su arte. Esto se funda en que para curar bien las enfermedades es menester conocerlas; y este conocimiento no puede en manera alguna tenerse sino sólo por las observaciones. Son las dolencias entre sí tan distintas unas de otras, como las plantas y los animales, porque cada enfermedad es entre de especial naturaleza, que tiene verdadera existencia, distinta de la cualquiera otro, todo el tiempo que ella dura; y así como no pueden conocerse las plantas sino solo por las observaciones, ni más ni menos sucede en el conocimiento de las enfermedades. El Botánico, para no errar en estas cosas, repara cuidadosamente cómo es la semilla de una planta, qué tierra es más a propósito para su cultivo, en qué parajes más bien se mantiene y fomenta; después ve qué tiempo del año es proporcionado para que crezca; y repara también cómo tiene el tallo, si es cuadrado, redondo, o triangular, esto es, de tres esquinas; de qué figura son las hojas, si en las extremidades de ellas hay unas pequeñas puntas como si fuesen dientes de sierra, o tienen igual la circunferencia, si salen de dos en dos del tallo, o acá una, y allá otra; y en fin repara hasta las más mínimas circunstancias de la flor, del fruto, y de las mutaciones que en toda planta suceden; y viene en conocimiento de todas estas cosas, aplicando sus sentidos atentamente a repararlas, y una vez que esté enterado de ellas, donde quiera que vea la planta, ha de conocerla, y ha de distinguirla de cualquiera otra, pues cada una de por sí tiene distintas propiedades y caracteres, que en las demás no se hallan. Esto mismo le toca hacer al Médico, con la consideración de que cada una de las enfermedades tiene sus caracteres y propiedades especiales, con que se distingue de cualquiera otra, y aplicando los sentidos a observarlas, no puede menos de tener conocimiento cierto de cada una de ellas.. Así que es preciso reparar cuidadosamente, en qué tiempo del año viene cada enfermedad, cuáles son los cuerpos que están más dispuestos a padecerla, qué cosas la acompañan cuando empieza, con qué semblante se manifiesta cuando va de aumento, qué accidentes le son propios cuando llega a su mayor vigor; y en fin, de qué manera fenece; y por decirlo de una vez, ha de poner cuidado en observar hasta las más mínimas particularidades que acompañan a las enfermedades, porque siendo diferentes las propiedades de cada una, y diversísimas las circunstancias que concurren con ellas, es preciso que las conozca, y que en manera ninguna las confunda. Por eso he creído yo siempre, que la Medicina fundada en verdaderas observaciones era cierta, y no engañadora; y cualquiera puede ver con lo que llevo dicho, que ni la Agricultura, ni la Náutica, ni la Física, ni la Botánica son más ciertas que las Medicina...»