Defensa de Vesalio frente a Silvio

 

Luis Collado, Cl. Galeni Pergameni Liber de Ossibus... enarrationibus illustratus, Valenctiae, J. Mey, 1555.

(Traducción de Luis García Ballester)

 

 

«No dudo, benévolo lector, que habrá algunos a quienes desagrade nuestro trabajo porque al responder a Silvio, en favor de Vesalio, le dijera, de vez en cuendo, palabras injuriosas.

Clamarán que este varón, ilustre por su doctrina y grave por su edad, es indigno de que en nuestras explicaciones sea injuriado lo más mínimo. Sin embargo, esos hombres —lo sé de seguro— admitirán de buena gana mi excusa con tal que quiera escucharla con ecuanimidad.

De todos es sabido que Andrés Vesalio causó admiración con la edición de los libros sobre la fábrica del cuerpo humano. ¿Quién no se admiraría de que un joven de veintiocho años, en la tremenda oscuridad de las cosas anatómicas, tuviera una tan rara habilidad en la disección de los cuerpos y un conocimiento tan profundo de la anatomía? Con lo cual sucedió que los más aplicados se vieron incitados al aprendizaje y ejercicio de la misma. El fue mi único maestro en el conocimiento de ella (lo confieso abiertamente), y cuando pueda valer mi habilidad en la disección, a él, y no a otro, se lo debo.

Por lo que, al tener en cuenta su laboriosa entrega durante los años juveniles, al servicio de la disección, su eximia diligencia en indagar y desvelar la verdad, y leer las obras anatómicas de Jacobo Silvio en las que llama a Andrés Vesalio arrogante, desvergonzado, ignorante, impío, insolente, obstruidor de la verdad y de la naturaleza, el más maldiciente, calumniador y finalmente malvado, no puede evitar el que, al defender ardientemente a mi maestro Vesalio, me mostrara en ocasiones demasiado duro con Jacobo Silvio. Pues si un anciano, porque un joven —que se esfuerza por trabajar en utilidad de todos— disienta en algo de Hipócrates y de Galeno, en vez de avisarle como a discípulo le ataca con impaciencia, ¿por qué hay que extrañarse si yo, conmovido por la indignidad de tal acción imito la libertad de hablar del anciano por no decir su licencia? Por lo cual, si hay alguien que lleve esto a mal, sepa que respondí y no que me adelanté a hablar. Pues soy tan admirador de Jacobo Silvio como el que más; en algún tiempo fui yo el único que cogí sus libros para explicarlos públicamente en la escuela de Valencia.

Adiós, lector, y si amas la verdad procura no anteponer a ella la piedad»