Jorge Sebastián Lozano
Universitat de València
Departamento de Historia del Arte[1]
Comunicación
presentada en el congreso CULTURTEC
2000,
23-24 de noviembre del 2000, Universidad Complutense de Madrid.
Recogida, de forma incompleta, en las Actas (Editorial Complutense, Madrid,
2001).
Este
documento recoge la versión completa.
Durante el siglo recién terminado, un buen número
de países europeos ha querido poseer un inventario más o menos detallado de su
patrimonio artístico, abarcando éste diversos objetos, desde los conjuntos y
monumentos arquitectónicos hasta las obras de escultura, pintura o artes
decorativas. A tal efecto, se crearon varias instituciones que bajo diferentes
nombres siguen hoy al cargo de estas tareas. Si bien resultaron muy útiles para
compensar en la medida de lo posible las destrucciones masivas que causaron las
dos grandes guerras europeas, su finalidad ya excede la de preservar las
creaciones culturales en riesgo de pérdida total o parcial. Hoy pueden y deben
ser instrumentos de primer orden en la investigación, gestión y difusión de ese
patrimonio.
La aparición y reciente difusión de los medios de
documentación electrónica ha supuesto un salto cualitativo al respecto. La
posibilidad de ofrecer la información del patrimonio, permanentemente
actualizada, a una audiencia potencialmente ilimitada, abre nuevas perspectivas
a las instituciones encargadas del catálogo. Por otro lado, los nuevos medios
no suponen una superación de las preguntas perennes en la conservación del patrimonio:
qué conservar (es decir, qué merece ser conservado, o también qué es factible
hacer con los recursos y las prioridades de cada momento), por parte de quién
(según modelos comerciales o públicos, a qué nivel, estatal, regional o local),
cómo (según qué estándares de información) y para quién (qué nivel de
documentación es necesario para cada audiencia, y cómo condiciona ello la tarea
de catalogación). Si bien la efectividad y/o sostenibilidad de un modelo
centralizado de catalogación han sido puestas en duda, no obstante sigue siendo
necesario poder acceder a la información del patrimonio a un nivel
razonablemente amplio, más allá de colecciones locales. El acuerdo sobre estándares
de información, así como la interoperabilidad de las bases de datos existentes
y futuras, se perfilan como la respuesta a esta necesidad. Esta comunicación se
propone ofrecer una visión general del tema, con un énfasis en lo ya accesible
por medios electrónicos.
Los trabajos de inventariado del patrimonio cultural se iniciaron en varios estados europeos durante el siglo XIX. Concebidos como empresas de alcance nacional, no tardaron en ser encomendados a instituciones creadas ex profeso, o a otras ya existentes pero a las que se encomendó la tarea prioritaria de realizar y hacer público el inventario. Este debía incluir todos los “tesoros” culturales, artísticos e históricos que proporcionaban el testimonio material de una historia o un espíritu nacional, los cuales constituían a su vez la base ideológica de los modernos estados-nación.
Las principales
instituciones de este tipo fueron (y aún son) las existentes en Italia, el
Reino Unido, y Francia.[2]
Después de diversos cambios de nombre y encuadramientos administrativos, en la
actualidad son:
En este punto conviene hacer una breve precisión
terminológica.[6] Aunque a
veces se usen como sinónimos, inventario y catálogo son dos realidades
diferenciadas. Normalmente, el primero es una aproximación inicial, que deja
voluntariamente de lado algunos sectores de cobertura (así, en Francia, los
bienes muebles en propiedad privada, que no entran en el precatálogo o
inventario), y que suele realizarse con fines de protección. El catálogo, en
cambio, aspira a ser una realización definitiva que documente, exhaustivamente,
todas las piezas o conjuntos de interés dentro de una demarcación delimitada.
En él pesa especialmente la finalidad científica.
No hay una norma básica sobre el volumen de
contenido que cada uno de ellos ha de tener: ni por la profundidad con que se
debe abordar su estudio, ni por el alcance del propio catálogo o inventario. Es
decir, el concepto de lo digno de conservación ha evolucionado, desde una
concepción solamente estética a otras que incluyen además lo funcional, y lo
histórica o socialmente relevante.
Esa evolución en los contenidos se ha reflejado en
la terminología. Frente al término original de “monumento histórico-artístico”,
desde 1954 todos los países han preferido adoptar el término “Bien de Interés
Cultural” propuesto por la convención de La Haya.
El resultado de todas estas indefiniciones es que
los inventarios y catálogos no sean, no puedan ser, tareas cerradas, terminadas
(o terminables en algún momento futuro), sino que están en permanente cambio y
reformulación.[7] Es decir, no
sólo no hay ni un inventario nacional que se haya concluido,[8]
sino que, en buena lógica, nunca lo habrá, pues siempre estará sujeto a
revisión, ampliación, actualización...
Junto con esta variabilidad de contenidos y
términos encontramos una diversidad de funciones. Las podemos resumir en tres
categorías:
Resulta evidente que estas funciones están
totalmente interrelacionadas. En especial, las dos primeras han sido
prácticamente identificadas como una sola durante muchos años.[9]
No obstante, por mantener la precisión conceptual, hoy parece más adecuado
diferenciarlas.
Estas funciones han tenido importancia variable
según épocas y circunstancias diversas, y no cabe concebirlas como absolutos.
Juan Carlos Hernández ha estudiado la evolución de la legislación española, con
la diferente preponderancia que unas u otras funciones han adquirido en cada
momento.[10]
Cabe concluir de ello que, por debajo de las
decisiones políticas, de los movimientos sociales o de las apreciaciones
científicas, hay siempre juicios de valor. No hay tal cosa como la relevancia
absoluta de un bien histórico o cultural. Las funciones cambian porque los valores cambian. No podemos creernos a
salvo de juicios de valor (o de prejuicios) como los que tuvieron nuestros
predecesores en las tareas de documentar el patrimonio. Quizá nadie haya expresado
esto mejor que Malraux:
“Pour que l’oeuvre d’art soit inventoriée, il faut qu’elle soit devenue
visible [como tal obra de arte]. [...] Tout
inventaire artistique est ordonné par des valeurs; il n’est pas le résultat
d’une énumération, mais d’un filtrage.
Nous écartons, nous aussi, les oeuvres que nous ne voyons pas.”[11]
De esto se deduce que no estamos ante una tarea
meramente técnica, sino que tiene serias implicaciones intelectuales, ya que
los valores se construyen, consciente o inconscientemente.
Tradicionalmente, el catálogo (y por extensión, el
inventario) era competencia de investigadores especializados, con una formación
superior en bellas artes o historia del arte, o también con experiencia
profesional en el ámbito de los museos. Esto obedecía a una concepción del
catálogo como último y completo recurso de información.
Los dos últimos decenios han visto algunos cambios
de importancia al respecto. Tales cambios se han debido a la propia dinámica
del debate sobre qué se debe conservar o documentar (tal como explicaré en el
último apartado), pero también a factores ajenos al mundo del patrimonio. Por
ejemplo, en Italia, el mayor impulso al
inventario ha venido de una serie de proyectos gubernamentales más bien
relacionados con la lucha contra el desempleo (Giacimenti culturali
1986-1988; Fondo per il rientro dalla disoccupazione 1988-1989). Esto,
junto con las consecuencias del tratado de Unión Europea del 86 (la ley
1990/84, sobre la exportación de bienes culturales), han permitido llevar a
cabo un esfuerzo muy sustancial de inventario. “L’unico prezzo che gli specialisti hanno dovuto
pagare è la rinuncia alla ‘catalogazione scientifica’ a favore di una
‘precatalogazione’ di più rapida attuazione.”[12]
En un proyecto del cual hablaré más adelante, Images
of England, la realización de las imágenes de los 360.000 edificios
protegidos en Inglaterra se ha encomendado a fotógrafos amateurs. Esto no es
sino un caso más de una práctica común en el ámbito anglosajón, por la cual
partes sustantivas de las tareas de documentación y difusión las llevan a cabo
voluntarios no profesionales, a través de múltiples asociaciones para la
defensa del patrimonio.
Mientras que el recurso a no profesionales
presenta evidentes ventajas (mayor número de encuestadores, y por tanto mayor
cantidad de fichas registradas, a un coste muy inferior; mejor inserción social
de las tareas relacionadas con el patrimonio), también presenta algunos
inconvenientes. Resulta difícil obtener equipos de trabajo completos y
equilibrados a base de voluntarios; por otro lado, la calidad de los datos
recogidos puede ser bastante irregular.
En este contexto, me parece necesario reclamar el
papel de los profesionales en la documentación del patrimonio. Y esos
profesionales, al menos en lo que a patrimonio artístico se refiere, no somos
otros que los historiadores del arte. A pesar de que nuestra disciplina muestra
señales evidentes de estar anquilosada y poco conectada con la realidad
cultural de nuestra sociedad, creo también que resulta insustituible para
alcanzar un conocimiento que haga realmente justicia a nuestro patrimonio. Y
eso, no sólo por cuestiones de formación y competencia profesional, pues, como
decía hace poco, el inventario no es sólo una tarea técnica, aunque tenga buena
parte de ello. También es una empresa intelectual, ya que para comprender los
valores estéticos o culturales puestos en juego durante la historia, y para
hacer patentes los que utilizamos actualmente,[13]
poca gente puede haber tan adecuada como alguien con una educación
especializada que reúne historia, estética, y técnicas artísticas.
No propongo una cerrazón corporativista, sino todo
lo contrario, una apertura total a la colaboración interdisciplinar con
profesionales de otros campos, y también con voluntarios, pero que incluya a
profesionales de la historia del arte. En otros sectores del patrimonio
(arqueológico, ecológico) no se concibe que no haya profesionales como evaluadores
o inspectores. En cambio, ¿cuántos proyectos de restauración se realizan sin la
menor intervención de especialistas en historia del arte?
De las funciones del inventario antes mencionadas, me centraré ahora en la de conocimiento e información. ¿Qué usos se le puede dar a la información del patrimonio? Me parece que más de los que habitualmente se reconocen, como puso de manifiesto Schuster en la siguiente enumeración:[14]
Por todo ello, un correcto enfoque de las
estrategias de información puede suponer grandes avances para los diversos
sectores implicados en la conservación del patrimonio. No obstante, tales
avances son difícilmente medibles, porque esas estrategias siempre se dan junto
con actuaciones de otros tipos.[15]
Pero tampoco podemos subestimarlos.
Viene a corroborarlo un
ejemplo ajeno al mundo de la conservación del patrimonio. En muchos países,
instituciones gubernamentales de diversos
tipos no se han preocupado de difundir información sobre sus actividades, pues
su existencia se daba por segura. Por el contrario, muchas ONGs que trabajaban
en las mismas tareas (sean éstas de naturaleza social, formativa, ecológica,
etc.) sí que han elaborado estrategias de comunicación. Dado que su continuidad
no estaba garantizada por los gobiernos, han tenido que recurrir a la
información como un elemento necesario para su mera supervivencia. Quienes han
conseguido hacer llegar su imagen al gran público han triunfado, en ese
sentido. Además, en muchos casos, estas son las mismas organizaciones que han
sido más efectivas que los organismos gubernamentales creados para cumplir,
teóricamente, las mismas tareas. Por tanto, la buena o mala difusión de la
información sobre el patrimonio puede tener consecuencias muy importantes para
su conservación.
Tres han sido las respuestas clásicas para las necesidades de información: la creación de archivos o centros de documentación, las publicaciones, y las exposiciones. El modelo francés es un buen ejemplo del funcionamiento de estos métodos, a la vez que de su transición a la información electrónica.[16]
En cada uno de los 22 servicios regionales del inventario se conservan los dossiers originales realizados por el personal de ese servicio. Esos dossiers incluyen textos e información gráfica completa. Una copia completa de esa información se hace accesible en microfichas, mientras que los datos más elementales se informatizan en bases de datos, para permitir un acceso rápido sin tener que recurrir al dossier entero. La información microfilmada es reunida por el Centro Nacional de Documentación del Patrimonio, y sólo es accesible en sus instalaciones o en los servicios regionales.
Para suplir esa limitación, se publican varias series de documentos, de las que sólo menciono las dos principales. El Indicador del Patrimonio reúne datos básicos. La serie de Inventarios topográficos constituye el catálogo propiamente dicho que, por su exhaustividad, progresa con gran lentitud. Cada cantón, de un total de 3700, es estudiado en una publicación individual, generalmente con un volumen de textos y otro de fotografías. Y eso no incluye sino una selección de los monumentos u obras que se estiman más importantes dentro de cada cantón.
Las exposiciones suelen ser avances del trabajo realizado por un servicio regional, para difundir entre el gran público sus trabajos, a la espera de publicar más adelante la catalogación completa y científica (el ya mencionado Inventario topográfico).
Estos métodos presentan inconvenientes bien conocidos. Por un lado, la limitación geográfica, pues para acceder a la información completa sobre un monumento en particular hay que desplazarse hasta alguno de los centros de documentación. Por otro lado, un sistema de publicaciones teóricamente permitiría el acceso remoto a la información, pero en la práctica presenta diversos problemas: alto coste (se trata de ediciones limitadas, con gran cantidad de ilustraciones); enorme volumen;[17] obsolescencia a medio plazo (pues siempre se producen novedades en el conocimiento, que obligan a corregir o ampliar lo ya publicado, cuando aún queda mucho por empezar a publicar);[18] y distribución limitada (especialmente de las generadas a nivel regional, pero no exclusivamente).
Conscientes de todo ello, desde los comienzos del Inventaire general des monuments et des richesses artistiques[19] se ha trabajado teniendo presente el ulterior tratamiento electrónico de la información. En un interesantísimo debate sobre la práctica de la catalogación, un responsable del Inventaire comentaba que el sistema francés no está dirigido primordialmente a crear una colección de publicaciones, sino a “reunir las innumerables informaciones recogidas por nuestros equipos y constituir bases de datos sobre los distintos aspectos del patrimonio en Francia: es lo que venimos haciendo desde 1975.”[20]
La información
electrónica es, en efecto, una estupenda solución a la mayoría de los problemas
mencionados. En la ponencia de los responsables del CIPCA, dentro de estas
mismas actas, se puede encontrar una muy útil comparación entre un inventario
clásico y un sistema de información.[21]
Sin profundizar en el tema (remito al lector a dicha ponencia), sólo señalaré
las principales ventajas de los recursos electrónicos: actualización
permanente; acceso remoto y sin limitaciones horarias; flexibilidad,
posibilidad de incluir todo tipo de soportes (fotografía, vídeo, planos, alzados,
realidad virtual, sonido); abaratamiento radical de los costes de reproducción;
información fácilmente reutilizable en diversos soportes; distribuible de forma
selectiva; interactiva con el usuario.
Evidentemente, muchas de
éstas son posibilidades aún apenas exploradas, pero en ningún modo imposibles.
Todo lo contrario, se ha demostrado su viabilidad, como veremos a continuación.
Trataré a continuación algunos ejemplos de estados
europeos que, en diverso grado, están aplicando las tecnologías de la
información en la documentación y difusión de su patrimonio.
Como consecuencia de la política de futuro antes
comentada, es el estado que más ha avanzado en la difusión electrónica del
patrimonio. De una pléyade de bases de datos actualmente accesibles en línea,
me permito destacar las siguientes:[22]
Ya se ha
señalado la autonomía de sus diversas regiones en lo concerniente al patrimonio.
Para Inglaterra, el National Monuments Record (NMR) tiene documentación
muy diversa de unos 10 millones de edificios, además de conjuntos urbanos y
arqueológicos. Sobre patrimonio mueble (tanto el conservado en museos como el
de colecciones privadas) no existe ningún registro equivalente, y la tarea de
documentación y catálogo se deja totalmente a la iniciativa de los titulares.
Dentro del NMR,
la base de datos más importante es el Listed Buildings System (LBS), que
contiene información detallada de unos 360.000 edificios, escogidos por su
especial interés arquitectónico o histórico. No está en línea, pero se ha
puesto en marcha Images of England, un proyecto para hacer accesible en
Internet las imágenes y datos básicos de todos ellos.[24]
En estos momentos está disponible una versión preliminar, con cerca de 15.000
imágenes.
Un esquema muy similar podemos encontrar en Escocia. Allí, la Royal Commission on the Ancient & Historical Monuments of Scotland (RCAHMS)[25] es el organismo supervisor del patrimonio arquitectónico y arqueológico. Su inventario de edificios y conjuntos protegidos, el National Monuments Record of Scotland (NMRS), es accesible a través de la base de datos CANMORE, que recoge gran abundancia de registros con información textual, pero ninguna imagen.
El mejor lugar para encontrar recursos multimedia sobre el
patrimonio escocés es SCRAN (Scottish Cultural Resources Access Network).[26]
Esta iniciativa es uno de los logros más incontestables de las tecnologías de
la información aplicadas al patrimonio. Aunque no se puede considerar
estrictamente un catálogo del patrimonio, pues también incluye muchos datos
históricos sobre personajes, sucesos y lugares, contiene abundante información
de calidad sobre objetos museísticos y conjuntos arquitectónicos o arqueológicos.
Especialmente interesante es su procedimiento de trabajo, colaborando con instituciones
locales y regionales para la explotación de los datos, y aportando a cambio experiencia
y financiación. En muchos sentidos, SCRAN está marcando el camino a seguir para
muchas iniciativas futuras sobre la difusión del patrimonio.
Las fichas del Catalogo generale dei beni
culturali están en proceso de digitalización. Por otro lado, las fichas que
se producen ex novo se realizan directamente en soporte digital. Gracias
a todo ello, la base de datos del ICCD (Istituto
Centrale per il Catalogo e la Documentazione) cuenta ya con unas 500.000
unidades. Se prevé completar progresivamente la digitalización del total de un
millón y medio de fichas ya existentes en papel.
Por desgracia, esta base de datos no es accesible
en línea, sino sólo en el propio Instituto. Sí está disponible una más reducida
colección de imágenes de Roma, resultado de la digitalización de parte de la
colección de la fototeca del ICCD. Immagini di Roma cuenta con unas
46.000 imágenes en blanco y negro, y 67.000 registros catalográficos.[27]
La estructura federal de Alemania se traduce, en el
campo del patrimonio, en una total autonomía de cada uno de los Länder o
regiones para la catalogación y conservación de sus bienes culturales. Por
ello, no existe un organismo estatal que centralice la información del patrimonio.
Esta función es sólo parcialmente desempeñada por
el más importante archivo fotográfico de Alemania sobre historia del arte: el Marburger
Index.[28] Esta
institución capitanea, junto con otras muchas del ámbito de la investigación y
el patrimonio, una magna empresa de documentación artística: el Bildarchiv
zur Kunst und Architektur in Deutschland.[29]
Este archivo reúne las colecciones de diversas
instituciones, con un total aproximado de un millón y medio de fotografías de
edificios, objetos, entornos, etc. La última versión publicada en microficha
sólo recogía 720.000 de ellas, ordenadas por lugar geográfico, desde Aach hasta
Colonia (Köln). La versión digital del banco de datos en pruebas (consultable
por Internet) recoge fichas de 295.000 obras, con un total de 79.000 reproducciones.
Se espera aumentar su volumen sustancialmente en el curso de los próximos 3
años.
Siendo así, es evidente que, de las funciones
señaladas al principio de esta comunicación, el Bildarchiv sólo cumple
las de conocimiento y información. Ni la tutela ni la conservación son responsabilidades
que una institución universitaria pueda asumir. Por otro lado, al no tratarse
de un ente gubernamental, tampoco está en situación de representar a Alemania
en los proyectos internacionales de documentación del patrimonio.
Como en la mayoría de países, en Portugal hay una
división de competencias sobre el patrimonio cultural. El Instituto
Português do Património Arquitectónico (IPPAR)[30]
supervisa el patrimonio arquitectónico y arqueológico. Esta institución ha implantado
uno de los sistemas de consulta del inventario más modernos de toda Europa, que
permite la consulta de los datos mediante un sistema de información geográfica
(SIG), visualizando sobre un plano topográfico la situación de los inmuebles
protegidos. Ya se han introducido unos 3000 registros en esta base de datos,
acompañados de 300 imágenes.
Por su parte, el Instituto Português de Museus[31]
distribuye información sobre estándares a los museos nacionales, pero esto no
ha supuesto la adopción general de ningún estándar en concreto.
El Institut royal du
Patrimoine artistique[32] es el organismo
científico central para el patrimonio histórico belga. Su inventario
fotográfico cuenta con más de 800.000 imágenes de todo tipo de objetos
culturales. Los trabajos de digitalización de esas imágenes y los textos de las
fichas correspondientes están muy avanzados.[33]
Las nuevas tecnologías
de la información han aparecido en coincidencia con el desarrollo de un
importante proceso histórico, el de la convergencia europea. Si bien este proceso
atañe primordialmente a cuestiones políticas y económicas, conforme se va desarrollando
empieza a englobar otros ámbitos, como los de la cultura o la investigación.
Por ejemplo, se han
apuntado las ventajas que supondría la idea un “patrimonio europeo” para la
tutela y protección de los bienes culturales producidos en Europa.[34]
Esto permitiría dictar unos mínimos comunes para la documentación y
conservación del patrimonio en todos los países de la Unión. Por otra parte,
también supondría el levantamiento de las barreras a la exportación de obras de
arte entre países europeos, a la vez que se endurecerían las ya existentes con
el exterior de Europa, cuestiones polémicas en las que no se ha querido profundizar
por el momento.
Volviendo al terreno de
la información electrónica, para realizar efectivamente todas sus
posibilidades, sea al nivel que sea, es necesario un paso previo: la adecuación
a un marco conceptual y práctico que unifique, aun de manera muy simple, los
recursos. En una palabra, normalizar la información.
Esto ya ha sido llevado
a cabo, en algunos casos, a nivel nacional. En Francia e Italia, el organismo
nacional dicta las normas que después aplican en la catalogación los servicios
regionales o locales. Los principales catálogos electrónicos ya mencionados han
desarrollado fichas de descripción de obras de arte, vocabularios específicos,
estándares técnicos de almacenamiento y transmisión de datos, etc. Por otro
lado, sería ingenuo ignorar que, en otros países, esas tareas no se han llevado
a cabo, o están tan sólo empezadas. En cualquier caso, y en sintonía con los
procesos de convergencia internacional, se está planteando la posibilidad de
adoptar sistemas de normalización más amplios, que permitan el acceso unificado
a la información del patrimonio europeo.
Se podría pensar que una
situación tan nueva impone soluciones y enfoques totalmente nuevos. En mi
opinión, no es necesario reinventar la rueda en cada proyecto de documentación
del patrimonio, sino que podemos aprender mucho de nuestra historia, y de
algunos esfuerzos ya realizados. A la vez, con esto no hacemos otra cosa que
volver a formularnos las grandes preguntas sobre la documentación y conservación
del patrimonio, desde el punto de vista específico de su inventario y
adaptación a las nuevas tecnologías de la información. Por ello adoptaré esas
preguntas para estructurar el resto de mi intervención. Señalaré primero, en
cada caso, los problemas que dificultan una integración internacional de
sistemas de información. La raíz común a todos esos problemas es la
heterogeneidad: de conceptos, instituciones, leyes, estándares, tecnologías y
audiencias. También me aventuro a ofrecer algunas respuestas para ellos.
Una respuesta sencilla a
esta pregunta sería: el patrimonio cultural europeo. Pero tal sencillez es sólo
aparente, pues, como ya hemos visto, el contenido de ese concepto es fluctuante
como pocos. Nuestros objetos de interés varían con el tiempo, y de hecho están en una dinámica de constante
expansión. Del objeto artístico se ha pasado a cualquier creación cultural; del
monumento aislado, al entorno urbano o natural; la escasa antigüedad de estos
objetos ya ha dejado de ser una barrera.
Esta expansión ha llevado, en muchos casos, a
abandonar la idea originaria de muchos catálogos (definidos por su
exhaustividad y profundidad) en pro de inventarios más rápidos y superficiales.
Más aún, ni siquiera estos ofrecen garantías de llegar a ofrecer una imagen
completa, aunque sumaria, del patrimonio existente.[35]
Por ello, muchas veces es necesario hacer selección, según criterios de
calidad, o de profundidad requerida en cada caso, o simplemente por la urgencia
de una actuación administrativa.[36]
Al respecto, es poco lo que las tecnologías de la
información pueden ofrecer como mejora. Ya en los años 70 se advirtió de que,
en la duda entre explotación intensiva (gran cantidad de datos sobre cada
objeto) y explotación extensiva (gran número de objetos), la introducción de
sistemas informáticos no suponía ninguna gran ventaja.[37]
Por ello, la tendencia mayoritaria sigue siendo la
de realizar inventarios superficiales y rápidos; como se dijo en una reunión
internacional sobre el tema, “es mejor saber algo sobre todo que saberlo todo
sobre algo.” Dada la permanente inestabilidad del contenido del inventario,
ésta me parece la opción más viable, la que se ajusta de manera pragmática a
las posibilidades reales.
En el aspecto institucional, la heterogeneidad es
especialmente llamativa. En Inglaterra, English Heritage sólo tiene
competencias sobre arquitectura y arqueología, dejando los bienes muebles, sean
de bellas artes o de artesanía, a la iniciativa de sus propietarios, museos,
galerías, colecciones... En Francia, una misma dirección general (arquitectura
y patrimonio) se ocupa de bienes muebles e inmuebles, aunque los bienes muebles
de carácter “artístico” (es decir, los conservados en museos) son competencia
de la dirección general de museos.
No obstante, no
es la diversidad de objetos a documentar la que más marca las diferencias
institucionales, sino el ámbito geográfico. A veces, diversas instituciones (locales,
regionales, nacionales) documentan el mismo objeto o conjunto, pero como su ámbito
de actuación y objetivos son distintos, los datos no se comparten.[38]
Como ya he mencionado, en Italia y Francia el inventario se lleva a cabo por instituciones o iniciativas regionales según criterios establecidos centralmente. Los datos se reúnen entonces en bases de datos nacionales, y se redistribuyen mediante centros de documentación regionales. No obstante, en otros países los inventarios son gestionados solamente a nivel local. Es el caso de Bélgica, Alemania, Finlandia o Suecia.[39] Además, en casi todos los países hay iniciativas privadas (de ámbito local, regional o nacional, o para una tipología de patrimonio concreta) que ayudan a financiar, realizar o difundir la información del inventario.
Ante este complejo
panorama, no falta quien califica de imposible la tarea de coordinar, ni
siquiera a nivel estatal (y no digamos ya europeo), todos los esfuerzos de
inventario.[40] Algunos
estados han cultivado desde el principio una estructura institucional que favorece
esa centralización, pero en otros nunca se ha hecho nada de esa forma, y parece
poco probable que eso vaya a cambiar ahora.
Dado que esa
heterogeneidad va a seguir siendo la norma, ¿será posible coordinarla, aunque
sea de manera mínima? Una vez más, no se trata de un tema en el que las tecnologías
de la información por sí solas vayan a cambiar nada. Es cuestión de cultura institucional y voluntad política.[41]
La postura más realista es también la de un posibilismo que se base en lo que
hay, aunque sin cerrarse a los cambios.
En ese sentido, se están
sentando las bases para futuras actuaciones. El problema inicial es simplemente
el desconocimiento de las diferentes políticas nacionales o regionales sobre la
conservación del patrimonio. El Consejo de Europa y la Unión Europea han
emitido abundantes recomendaciones y directivas sobre la materia, pero al final
lo que cuenta es la política de cada estado soberano. La falta de información
al respecto es lo primero que se ha de remediar para poder hacer una
comparación y, en su caso, llegar a resoluciones políticas.[42]
Diversas iniciativas están en marcha para hacer disponible esta información
comparada: la principal de ellas es European Heritage Network.[43]
Para abordar cualquier esfuerzo de inventario, tanto si se cuenta con tecnologías de la información como si no, es imprescindible establecer estándares, normalizar la información que se va a recoger (o la ya recogida).
En el campo del
patrimonio cultural, esto supone un enorme esfuerzo de síntesis, pues las
realizaciones culturales del hombre son tan diversas que reducirlas a un
esquema único es muy problemático, por no decir irrealizable.[44]
En la práctica, los esfuerzos normalizadores se han realizado principalmente a
escala nacional, y por lo general de manera especializada: es decir, fichas
estandarizadas y tesauros diseñados específicamente para monumentos
arquitectónicos, u objetos de bellas artes.[45]
¿Es posible pasar de
esta escala nacional y especializada a otra internacional y genérica? Respecto
a lo segundo, poco se ha avanzado. Se sigue trabajando de cara a catalogar
colecciones museísticas o de arquitectura, pero parece poco probable que los
mismos estándares se puedan extender a colecciones de patrimonio arqueológico,
científico o etnológico.
Por lo que se refiere a
la internacionalización, ya se han llevado a cabo algunos esfuerzos con
resultados diversos, más o menos fructíferos. Los principales actores nacionales
en la conservación del patrimonio han colaborado en esos esfuerzos: el Inventaire
francés, la RCHME inglesa, el ICCD italiano, el Getty Trust de Estados Unidos,
y en algún caso el canadiense CHIN (Canadian Heritage Information Network).
De tales colaboraciones surgieron, en la primera mitad de los 90, una ficha
básica común para patrimonio arquitectónico y otra para mueble. También se ha
trabajado sobre la elaboración de tesauros especializados con equivalencias
multilingües.[46] Por su
parte, ICOM también ha elaborado unas recomendaciones básicas para facilitar el
futuro intercambio de datos en el entorno de los museos.[47]
En la segunda mitad de
los 90, los mismos actores se han preguntado si cabía compartir los datos
normalizados de esos sistemas nacionales separados. Ése era uno de los objetivos
principales del proyecto AQUARELLE (1996-1998).[48]
En las conclusiones de este proyecto se afirma que el escenario más probable
para el futuro estará compuesto por iniciativas y proyectos regionales o
nacionales, que además podrán ganar interoperabilidad más allá de sus fronteras
si se deciden a adoptar estándares internacionales.[49]
Para facilitar esa
comunicación entre estándares, el primer paso es conocer y difundir los
existentes. Algunas de estas estrategias de difusión las llevan a cabo
proyectos tales como el Medici Framework[50]
y, sobre todo, el European Museums’ Information Institute (EMII).[51]
Esta última institución está elaborando un utilísimo mapa europeo de estándares
en uso en los museos europeos, cuya información se encuentra íntegra en su
sitio web. Lamentablemente, aún no cuentan con ningún representante español, como por otra parte ha
sucedido y sucede en la mayoría de proyectos internacionales en este sector.
Aún más recientemente,
la Comisión ha empezado los trabajos para crear una red europea que permita
intercambiar información de actualidad y experiencias, concretamente sobre digitalización
del patrimonio cultural.[52]
No obstante, es aún muy pronto para saber de qué forma se plasmará esa
iniciativa. En cualquier caso, las estrategias de difusión son un primer
instrumento de trabajo, pero sin voluntad política para apoyar de manera efectiva
el tránsito a repositorios digitales de la información del patrimonio, sobre
todo a nivel nacional o regional, resultarán estériles.
Para responder a esta pregunta, hemos de
interrogarnos por los sistemas de información ya existentes, y por la
posibilidad de hacerlos trabajar juntos. Durante las dos últimas décadas, las
instituciones culturales han creado sistemas de información individuales,
distintos de una institución a otra y a veces dentro de la misma institución.
Ya hemos comentado cómo esa diversidad se manifiesta en las fichas básicas y en
los vocabularios controlados que describen sus objetos. Otra manifestación de
tal diversidad radica en los lenguajes informáticos usados para codificar toda
esa información. ¿Es posible hacer que se comuniquen entre sí?
La respuesta, desde el lado tecnológico, es un
rotundo sí. Me permito citar de nuevo las conclusiones de AQUARELLE.
In our view, Aquarelle was technically successful, and partly a political failure. We succeeded in designing several professional standards, and demonstrating an open international system providing access to the cultural databases of a number of cultural organisations.[53]
Tres elementos son necesarios para hacer técnicamente posible el intercambio de datos:
· un estándar básico para la descripción de los datos (es decir, metadatos, o datos sobre qué tipo de datos poseemos; el set básico conocido como Dublin Core es la propuesta más extendida, de momento);
·
un lenguaje
de etiquetado de los datos (por ejemplo, SGML, o su variante XML, que se
concreta para diversas áreas de aplicación mediante definiciones de tipos de
documentos o DTDs);
·
un protocolo
para la comunicación entre los servidores de la información (hoy por hoy,
Z39.50 es la mejor opción para interrogar simultáneamente diversos servidores y
devolver la información estructurada al usuario).
Es evidente que
llegarán mejores soluciones tecnológicas, pero con las mencionadas a título de
ejemplo ya se ha demostrado la viabilidad del acceso unificado a información
residente en sistemas alejados entre sí.
Antes he citado
la necesidad de crear arquitecturas de información abiertas,[54]
pensadas para permitir el intercambio estructurado de datos. En otras palabras,
resulta poco factible reunir en un único repositorio toda la información sobre
patrimonio cultural existente en Europa. En cambio, es más viable la
alternativa de permitir la interrogación unificada de diversos servidores de
ámbito nacional o regional.
Toda esta cuestión
tecnológica tiene gran relevancia precisamente para determinar las audiencias
de la información sobre el patrimonio. Es decir, las mismas soluciones que
permiten intercambiar datos permiten delimitar diversos niveles de acceso a
tales datos. Un mismo sistema de
acceso unificado a la información puede generar respuestas personalizadas según
el perfil del usuario: público general, investigador, gestor cultural o
administrativo... El acceso electrónico a la información brinda una ocasión
perfecta para que todas las instituciones tomen conciencia de la nueva diversidad de usuarios, y respondan
de manera efectiva a ella.[55]
Como ya avancé al
principio el acuerdo sobre estándares
de información, así como la interoperabilidad de las bases de datos existentes
y futuras, son las más probables soluciones para la unificación del acceso a
los datos. Es una tarea difícil, pero no imposible, que requiere, ante todo, de
voluntad política para llevarse a cabo. La máxima del “piensa globalmente,
actúa localmente” se perfila como una buena pista para avanzar hacia la
internacionalización de la información sobre patrimonio.
BIBLIOGRAFÍA
ADDOCC
1990. Actes des premières journées franco-espagnoles sur le patrimoine:
Toulouse/Blagnac, 3-5 novembre 1988 = Actas de las primeras Jornadas
Franco-Españolas sobre el patrimonio: Toulouse/Blagnac, 3-5 de noviembre 1988. ADDOCC Midi-Pyrénées, Toulouse, 1990.
Bobbio
1992. Le politiche dei beni culturali in Europa, a cura di Luigi Bobbio.
Il Mulino, Bologna, 1992.
Bold
1992. “The
documentation of the architectural heritage in Europe: a progress report”, por
John Bold. En Architectural heritage: inventory and documentation methods in
Europe. Proceedings of the European colloquy organised by the Council of
Europe and the French Ministry for Education and Culture – Direction du patrimoine.
Nantes, 28-31 October 1992. Council of Europe, Strasbourg, 1993.
Hernández
1998. Los instrumentos de tutela del patrimonio histórico español. Sociedad
y bienes culturales. Por Juan Carlos Hernández Núñez. Grupo Publicaciones
del Sur Editores, Sevilla, 1998.
Inventaire
1978. L’inventaire général des monuments et richesses artistiques de la
France. Prefacio por André Malraux. Ministère
de la Culture et de la Communication, Paris, 1978.
Knoepfli 1985. Inventories
of the artistic, architectural and cultural heritage in the European countries:
present state and the need for their promotion. Por Albert
Knoepfli. Consejo de Europa, 1985.
Perrin 1995. “El inventario
del patrimonio histórico en Francia”, por Joël Perrin y Philippe Araguas. En Cuadernos
del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 6, 1996 (volumen
monográfico sobre catalogación del patrimonio histórico, con las intervenciones
de las Jornadas celebradas sobre el mismo tema en Sevilla del 19 al 22 de abril
de 1995).
Petraroia
1991. “I patrimoni culturali nazionali e la loro protezione nel mercato interno
europeo”, por Pietro Petraroia. En Beni culturali e mercato europeo. Norme
sull’esportazione nei paesi della Comunità, a cura di Adelaide Maresca
Compagna e Pietro Petraroia. Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, Roma,
1991.
Rapport
1992. Rapport sur la situation du patrimoine architectural en Europe. Synthèse des contributions nationales parvenus au Secrétariat. Comite du
patrimoine culturel, Conseil de l’Europe (CC-PAT 92-9). Strasbourg,
Council of Europe, 1992.
Schuster 1997. “Information
as a Tool of Preservation Action”, por J. Mark Schuster. En Preserving the
Built Heritage. Tools for Implementation. J. Mark
Schuster, John de Monchaux, Charles A. Riley II (eds.). Salzburg Seminar
Book published by University Press of New England, Hanover and London, 1997.
Culture & Recherche disponible en http://www.culture.gouv.fr/culture/editions/r-cr.htm
NB: Todas las URLs citadas son válidas a la fecha de
redacción definitiva (febrero 2001).
[1] Esta comunicación es parte de un proyecto de
investigación que ha merecido el apoyo de una ayuda I+D del Ministerio de
Educación y Cultura (ref. PB98-1491).
[2] Véase un análisis histórico y comparativo en
Bobbio 1992.
[6] Véase una explicación detallada en Hernández
1998, 15-18.
[7] Inventaire 1978, 14 se plantea esta misma
reflexión, en forma de pregunta retórica: “La notion même d’un terme a-t-elle d’ailleurs beaucoup de
sens ici, le domaine étant en perpétuelle
mutation, tant dans sa définition
(élargissement constant du concept d’oeuvre d’art) que dans son contenu (destructions, modifications,
créations)?”
[8] Rapport 1992, 6: “Ces inventaires sont tous en phase d’élaboration ou en revision”,
acerca de los inventarios de patrimonio arquitectónico en los países miembros
del Consejo de Europa.
[9] Bobbio 1992, 169: [acerca de Italia] “Anzi,
secondo un’opinione diffusa e largamente condivisa tra gli adetti ai lavori, la
conoscenza è già di per sé una forma di tutela.”
[10] Hernández 1998.
[11] Inventaire 1978, 4 (prefacio)
[12] Bobbio 1992, 172-173.
[13] En varios de los debates del congreso tuvo un
protagonismo central la cuestión de la actual espectacularización del
patrimonio, puesto en manos de gestores políticos o mediáticos sin el adecuado
contrapeso de especialistas científicos.
[14] Schuster 1997, 102ss.
[15] Schuster 1997, 117.
[16] Inventaire 1978, 16ss. Perrin 1995,
131-132.
[17] Dos datos, probablemente ya desfasados: en 1978,
la colección publicada autónomamente por los Länder alemanes ya superaba
los 500 volúmenes; en la misma fecha, se estimaba que la colección francesa,
apenas empezada, rondaría los 2000 volúmenes cuando se llegara a concluir.
[18] Una reimpresión de lo ya
publicado, con añadidos y enmiendas, no es una respuesta al problema, pese a
ser la solución más habitual. Knoepfli 1985, 33: “A reprint always seems better
than nothing. But if it is supplemented and developed it may well grow into
something like an approximative patchwork which will impede a thorough
revision.”
[19] Fue instituido por Malraux en 1964.
Evidentemente, no surge de la nada, sino que recoge y continúa las tareas
llevadas a cabo anteriormente por la Comisión de Monumentos Históricos, y las
muchas campañas y publicaciones generadas desde el siglo XIX por diversas
instituciones.
[20] Bernard Loncan, en ADDOCC 1990, 130.
[21] También accesible en INFORUM http://inicia.es/de/JDEDIEGO/CIPCA/inforum_1.htm
[22] Accesibles, junto con otras muchas, en http://www.culture.gouv.fr/culture/bdd/index.html
[26] http://www.scran.ac.uk/ Véase una
introducción general en http://www.cultivate-int.org/issue1/scran/
[27] http://www.iccd.beniculturali.it/servizi/testo_online1.html
El mantenimiento de este recurso es bastante irregular, con frecuentes periodos
sin acceso.
[33] http://www.kikirpa.be/www2/Site_IRPA/Fr/Docum/Docu.htm
“Quelques chiffres arrêtés au 31 décembre 1999: 255.000 descriptions d'objets,
422.000 descriptions de photos, 197.000 photos numérisées. Nos prévisions:
100.000 clichés numérisés de plus chaque année.” En la misma página web
se afirma que casi la mitad de las 800.000 fotografías ya están accesible en
línea.
[34] Petraroia 1991, 40.
[35] Para el caso italiano, se ha apuntado que son tantos los objetos que pueden entrar en
la categoría de “no exportables”, que jamás se podrá dar por terminado su
inventario. Si los no inventariados se pudieran exportar, se estaría discriminando
a los dueños de bienes valiosos pero no inventariados. Véase Petraroia 1991,
38-39.
[36] Sobre el caso francés: “L’inventaire est
general; mais il procede par sélections succesives et répétées: les ouevres ne
méritent pas d’être toutes étudiées de la même manière, c’est-à-dire avec le
même degré de finesse; toutes les oeuvres ne peuvent être étudiées simultanément.
L’urgence serait un des
principes les plus impérieux de cette sélection [...] La documentation de
l’Inventaire general est ainsi formée pour partie de dossiers d’urgence.” Inventaire 1978, 13.
[37] Inventaire 1978, 18.
[38] Por ejemplo, en el caso inglés. “The range of active organisations creating and managing historic environment records do so often for very different purposes. The Monuments Protection Programme is undertaking national (within England) thematic surveys, specifically for national conservation purposes, while local authority SMRs are collecting comprehensive data locally, primarily for broad conservation purposes. In contrast the National Trust SMR is comprehensive, has a national scope but is applying it to enable local conservation activity.”
[39] Rapport 1992, 6-7.
[40] Bold 1992, 12: “There are far too many European organizations, with differing purposes and responsibilities, for it to be anything other than invidious to argue that only one centre per state should be identified as having the leading role in implementing a programme of cooperation.”
[41] Así se señala con claridad en las conclusiones del proyecto AQUARELLE (http://aqua.inria.fr/aquarelle/EN/activities.html): “At the end of project, we discovered that Aquarelle would not survive as an operational information system accessible to European citizens, due to the fact that cultural organisations in the various countries didn't really share the same vision on the economic and organisational conditions for exploiting a joint international information system.”
[42] Los máximos responsables europeos sobre
patrimonio lo confirman. Christian Patermann, director del programa de
protección del entorno del 5º Programa Marco, escribía recientemente: “Nous ne
connaissons pas assez les politiques des pays membres. Ainsi, par exemple, en matière de politique sur le
patrimoine culturel ou sur la ville nous ne connaissons pas suffisamment bien
les pratiques, les modes d’organisation et la mise en oeuvre des politiques. La
Commission européenne se propose de faire un travail de synthèse. Il faut
commencer par avoir une base de données commune. On pourra ensuite construire à
partir de là des problématiques nouvelles.” En Culture & Recherche 79-80
(octubre 2000), pág. 4.
[43] http://www.european-heritage.net/ Véase especialmente la sección sobre conocimiento y protección.
[44] “Cultural heritage is so diverse that is totally unrealistic to
pretend to define a unique indexing scheme for all its related domains:
fine-arts (painting, sculpture, drawings, etc.), architecture, archaeology,
music, theatre, cinema, photography, literature, poetry, ... circus!” Informe final de AQUARELLE (http://aqua.inria.fr/aquarelle/EN/final-report.html), ap. 4.1.1.
[45] En Inglaterra,
FISH (Forum on Information Standards in Heritage) ha desarrollado estándares para la
catalogación del inventario arquitectónico y arqueológico: http://www.mda.org.uk/fish/
La MDA (Museum Documentation Association) ha desarrollado
SPECTRUM, su propio estándar para objetos museales, con gran implantación en el
Reino Unido: http://www.mda.org.uk/spectrum.htm
La Dirección de
arquitectura y patrimonio en Francia ha elaborado el Thesaurus architecture, que contiene 1135 términos útiles para la
descripción de obras arquitectónicas: http://www.culture.gouv.fr/documentation/thesarch/pres.htm
Para bellas artes,
véase la documentación técnica de Joconde: www.culture.fr/documentation/joconde/methode.htm
El ICCD italiano tiene gran número de estándares especializados, según
los diversos objetos a catalogar: http://www.iccd.beniculturali.it/standard/
[46] Perrin 1995, 133.
[47] ICOM-CIDOC (Comité internacional de documentación del ICOM), International Guidelines for Museum Object Information: http://www.cidoc.icom.org/guide/guide.htm
[49] “... all these initiatives are and will be regional or national. If these local
initiatives rely on international
standards and on open architectures, as suggested by the Aquarelle and the CIMI
projects, they will in addition gain "for free" international
interoperability.” Informe
final de AQUARELLE (http://aqua.inria.fr/aquarelle/EN/final-report.html),
apartado 4.2.
[54] Ver nota 49.
[55] Al respecto, comentaba Jean-Pierre
Dalbéra, director de investigación y tecnología del ministerio de cultura
francés: “Le secteur public, qui a la responsabilité de l’étude et de la
conservation de la majeure partie du patrimoine culturel national, peut en
faciliter l’accès grâce aux technologies numériques pour le démocratiser et le
faire connaître au public le plus large mais aussi aux professionnels de la
formation, de l’édition ou du tourisme, capables d’en élaborer des produits
dérivés à forte valeur ajoutée.” En Culture & recherche 71 (abril 1999),
pág. 4.