Blanca López Belda
Noticia de opinión
Decir que, gracias a todos los avances tecnológicos conseguidos, podemos tener información directa e inmediata de cualquier acontecimiento acaecido en cualquier rincón del mundo no es hacer ningún descubrimiento sino, más bien, una verdad de Perogrullo.
Durante las 24 horas del día se nos bombardea continuamente desde los distintos medios de comunicación: prensa, radio, televisión, sin contar con las infinitas posibilidades de Internet.
Noticias de todo tipo y de todas partes las conocemos de inmediato. Y todo suceso, es innegable, es objetivo en sí mismo: El Prestige se hundió; el último etarra, dejado en libertad por la juez Alonso del País Vasco, esta en la calle; las armas de destrucción masiva en algún sitio las tiene que tener el Sr. Sadam Husein...
Y no es menos cierto que a nadie nos es ajeno el "nunca mais" y rechazamos el desastre que asolan las playas gallegas, asturianas, cántabras y vascas; que ninguna persona verdaderamente demócrata quiere ver a un terrorista libre y que ningún ser humano, que se tenga por tal, desea una guerra.
Pero la perplejidad y el desconcierto le sobreviene al ciudadano de a pie, al menos a mi me sucede, cuando ante estos mismo hechos lee distintos periódicos: El país, El Mundo, La Razón, La Vanguardia,...; escucha emisoras de radio diferentes: la Cadena Ser, Radio Nacional, Onda Cero,...; o ve diversos canales de televisión: La Primera, La Dos, Antena 3, Telecinco, Canal 9..., y uno puede comprobar desconcertado que ante estos hechos objetivos, lo que para unos es a, para otros es b, y para otros c. Y tal vez debe ser así, pero a mí se me plantea, sin poder evitarlo, si la tan covariada objetividad e imparcialidad periodística (esencia odontológica de su profesión), existe o no en la realidad, o si no es más cierto que cada cual besa la mano que le da de comer.
No hablemos ya de las distanciadísimas opiniones de los políticos ante las mismas realidades o de la imparcialidad de los jueces. Con todo, supongo que de esta manera se forma cada persona su propio criterio personal, sabiendo dejar la paja y quedándose con el grano.
Claro que hay otras muchas noticias que son inocuas hoy aunque fueron trascendentales en su momento. Tal como los documentos recién sacados a la luz sobre el Duque de Windsor y su queridísima esposa, la norteamericana, Wallis Simpson, en los que se demuestra palpablemente que su amada, a quien regalaba todos los días una rosa y por la que abdicó de la corona de Inglaterra, se la pegaba con un apuesto vendedor de coches. ¡Claro que mejor que no descubriera el engaño!. ¿Se imaginan lo qué hubiera podido suceder con el destino de Inglaterra y Europa si hubiera seguido reinando un monarca prohitleriano como lo era el cornudo duque?
Por cierto, leí en algún sitio que la tal Wallis tenía una rarísima habilidad sexual, la llamada "presa de Cleopatra" que, por lo visto, produce en el hombre un placer fuera de lo normal. ¿Habrá sido esta la causa del matrimonio del enamorado y maltratado duque?
N.B.- Explicación aclaratoria:
La expresión "presa de Cleopatra" (presa del latín premo, acción de comprimir/apretar; y Cleopatra, la histórica reina de Egipto) sirve para definir la facultad que tienen muy pocas mujeres de contraer, a voluntad, un nervio de su órgano sexual. De algunas se dice que pueden lanzar así, a distancia, bolitas de jugar a las canicas. Lo de Cleopatra no es porque esta reina poseyera ese don, sino porque la leyenda la atribuye la fama de una apetencia sexual desmesurada.