Domingo Blasco García

LA ACRITUD ``GLOBAL´´

 

Todo el mundo, quién más quién menos, sabe que es lo que se define con el concepto de globalización (o mundialización) pero, sabemos realmente que implica este proceso de orden mundial en el transcurso cotidiano de la vida. La mayoría nunca nos hemos parado a plantearnos que supone la globalización para el ``hombre de a pie´´, para cualquiera de nosotros, cuales son los cambios que conlleva y si son buenos o no lo son.

 

Con este escrito tengo como fin despertar de su obnubilación a los lectores que, lejos de interesarse por la globalización y su repercusión social, han sucumbido a los placeres banales que la vida ofrece renunciando a un  juicio crítico y reflexivo como instrumento necesario para poder hablar de seres autómatas, soberanos de sus propios raciocinios, fugitivos de la larga sombra que bajo una compleja red de doctrinas y dictámenes conducen nuestros pensamientos, intereses, actitudes y conductas por la senda de intereses económicos, comerciales, nacionales e incluso personales.

 

Cuando uno habla de globalización está haciendo referencia a la creciente interdependencia entre los países, tal como se refleja en los flujos internacionales de bienes, servicios, capitales y conocimientos. Es un proceso de crecimiento internacional o mundial del capital financiero, industrial, comercial, recursos, humano, político y de cualquier tipo de actividad intercambiable entre países.

 

En este punto ya surge la primera de las críticas que se le pueden achacar a la globalización. Es un proceso que sólo puede beneficiar a los más poderosos, a los poseedores de los medios necesarios, encabezados por los Estados Unidos como potencia hegemónica en nuestros días (que no tiene igual en toda la historia de la humanidad).  En este sentido, como han dicho tantos eruditos del tema, más que globalización debiéramos de hablar de americanización.

 

 

Profundizando un poco más en el tema y por qué no, avivando un poco más la polémica, resulta muy sugerente escuchar en boca de los partidarios de la globalización que, en la economía mundial moderna, las relaciones entre las personas, las regiones y los países no son accidentales ni pasivas, sino que son mecanismos de integración activos que intensifican y cambian la vida económica internacional para beneficio de todos (dado que todos pueden aportar su granito de arena para el crecimiento mundial y el alcance de la tan difícil como pretenciosa sociedad de bienestar).

 

Entre los efectos más importantes de la globalización se encuentran la estandarización de productos y servicios, la reducción de barreras avancelarias y las economías de escala.  La reducción de las barreras avancelarias, ha introducido el llamado consumo de productos masivos, permitiendo que tengan acceso a estos muchos países llegando, por desgracia, en más de una ocasión, a acaparar ``monopolísticamente´´ el mercado. Respecta a la economía a escala, puede hacer a los más competitivos con estrategias poco costosas, utilizando la capacidad de plantas aciosas, aumentando la productividad y distribuyendo los costos fijos entre un mayor numero de unidades. Pero no es oro todo lo que reluce. En estas grandes sociedades (que invaden países tercermundistas aunque ricos en recursos naturales y humanos) se incurre normalmente en prácticas fraudulentas en la medida en que se explota vilmente a los trabajadores haciéndoles trabajar más de lo que harían los trabajadores (de una zona más desarrollada) y con un salario peor remunerado.

 

En los tiempos que corren -tomando en consideración lo dicho arriba-, no es extraño contemplar la proliferación y expansión de grandes ateneos o multinacionales  en ciertos sectores industriales. Esto que para muchos políticos, económicos, burócratas y empresarios puede ser tremendamente  valioso  para muchos otros supone la quiebra o, dado el caso, la inoperancia de su pequeño y mediano negocio. En última instancia, estas empresas de baja productividad y poca competitividad son en su mayoría vendidas a esas corporaciones con bastos capitales financieros.

 

Otra cuestión de interés ineludible es la que se cierne a la estructuración curricular de los programas educativos. En la actualidad se hace necesario una adaptación curricular en las escuelas ante la gran avalancha de flujos migratorios que se están produciendo. El reto que se nos plantea merece que abordemos el problema de la convivencia e integración de la población extranjera con una actitud empática y cautelosa. Debemos desde las escuelas trabajar en la prevención y erradicación de actitudes discriminatorias y xenófobas que puedan poner en peligro el emerger de una sociedad multicultural. Ante esta situación, de búsqueda consensuada de una identidad comunitaria, intercultural o, valga la redundancia, ``global´´, las respectivas identidades locales y nacionales pueden erigirse como barreras que dificulten el cambio que, por otro lado, creo que es crucial para salvar los pocos vestigios de humanidad que nos queda.

 

La educación intercultural surge, en este punto, como la necesidad de lograr desde la escuela actitudes transformadoras en un ambiente de convivencia en la colaboración, la tolerancia y el respeto ante la diversidad. Actitudes que nos lleven a propiciar nuevas formas de enseñar y de aprender, promoviendo formas críticas y creadoras de pensar, aumentando la autonomía del alumno para la construcción de su proyecto de vida personal y comunitario. Para que pueda tomar decisiones basadas en sus propios juicios y valores desde el ámbito del propio grupo cultural y del grupo cultural dominante.

La escuela tradicional que todos hemos vivido a encubierto este sistema de dominación cultural al reproducir y conservar las relaciones de dominio y subordinación que existen entre las culturas. Por tal motivo, la educación intercultural, debe plantear objetivos acordes a estos tiempos de la globalización. Los esfuerzos educacionales deben tener muy presentes las diferencias y particularidades de cada componente del mosaico nacional (identidades locales) e internacional y promover actitudes desarrolladoras en el ser humano, que defiendan la identidad intercultural con una actitud crítica - reflexiva, rompiendo el conformismo y el paternalismo.

La mirada crítica de la realidad frente a la disparidad de conocimientos y acontecimientos, debe ser una acción primordial de la escuela como espacio cotidiano desde el cuál las practicas docentes cobran sentido, conviviendo bajo distintas visiones de ver el mundo.

Por otro lado, aunque manteniendo el discurso en la línea de la configuración y evolución de la identidad personal, otro problema que oprime al hombre y mujer actual es aquel que hace referencia a los mensajes que vienen de la mano de los distintos y diversos medios de comunicación (mass media). A través de estos instrumentos  se está dando lugar a un proceso de formación de distintos estilos identitarios -y lo mantengo y reitero- bajo el influjo de intereses sociales, políticos y económicos. En un mundo tan globalizado la información persuasiva y tremendamente manipulada está a la orden del día. Desde distintos medios, detrás de los cuales se esconden intereses político-gubernamentales, económico– sociales, etc., se nos induce a un pensamiento alienado en el que aquel que alza su voz en protesta  es considerado como un ``comunista´´, un ``traidor a la patria´´, un `renegado´´, un ``terrorista´´ o un ``partidario de Sadam´´.

La globalización en su vertiente más propagandística tiene un gran influjo en las conductas personales y colectivas, por la forma de difundir el mensaje ideológico. En las sociedades que vivimos bajo el amparo del gran imperio norteamericano, la dependencia de tecnología, de conceptos y de formas artísticas, se manifiesta en la difusión de ideas, de modas, de formas de vida, por el consumo indiscriminado a gran escala, no solo de productos y objetos, sino también de mensajes a través de los cuales se pretende modelar nuestras actitudes, conductas e ideas sobre el mundo, reforzando con esto estereotipos, roles, actitudes e ideologías. Así podemos encontrarnos hoy día con mensajes que parecen promulgar que el Islam supone una amenaza para la moral cristiana, por no decir moral de Bush, reforzándose la asociación entre ideas musulmanas y fanatismo así como al reforzamiento de los estereotipos occidentales sobre la sociedad musulmana como misóginos, irracionales, etc.

Cambiando drásticamente mi discurso, otra situación que merece mención por la ambigüedad y paradoja que presenta es la que se produce cuando hablamos de los distintos sindicatos y grupos antiglobalización, grupos que destapan las miserias de la globalización como vehículo que agrava la brecha entre ricos y pobres. Lo paradójico estriba en que estos grupos de oposición se sirven en la mayoría de las ocasiones de los lazos de interdependencia que la globalización establece para organizarse como vehículo de protesta social con conexiones a lo largo de todo el globo terráqueo.

 

Por último, antes de dar por finalizado mi galimatías, eso sí espero que ameno, sólo me queda lastimarme por lo que podía hacer sido y lo que realmente ha llegado a ser. La globalización, por su grandiosidad, dimensión o alcance para determinar el devenir del mundo, podría haber ofrecido grandes oportunidades y haber generado las condiciones apropiadas para el progreso, mejora del nivel de vida y acercamiento entre los hombres. Podría haber contribuido a que se produjese un crecimiento más fuerte, mejor equilibrado y más propicio para el progreso de los países pobres. Pero supongo que sería un necio de pensar así. Quién nos venda la idea de que con la globalización se nos ha brindado la  oportunidad de mejorar las condiciones de acceso a mercados que anteriormente se hallaban mas fragmentados y se han mejorado las condiciones de acceso para economías con menor capacidad de generación endógena es porque quiere sencillamente mentirnos. Las condiciones necesarias para aprovechar estas oportunidades están heterogéneamente distribuidas entre países (básicamente, E.E.U.U. Canadá, Australia, Japón  y Europa Occidental). La economía global lejos de favorecer los lazos  de solidaridad entre los ciudadanos de distintos países y culturas, está condenando a los más pobres a la precariedad laboral y a la amarga vivencia que supone padecer una pobreza crónica que cada día se perpetúa más. La pobreza aumenta, las clases sociales se polarizan, se produce una depauperación de las áreas rurales, aumenta las tasas de desempleo y se producen cada vez más flujos migratorios, etc., y todo ello ante la mirada impasible de aquellos que más pueden contribuir a reducir esta situación agónica.

 


 

Debemos de perseguir el entendimiento universal, desde la realidad y la cotidianidad de las culturas. Desde el contexto de la globalización es imprescindible  reconocer la gran diversidad lingüística y cultural de las comunidades. También comprender que a pesar de las diferencias individuales que como seres humanos tenemos todos, independientemente de nuestras circunstancias particulares en la que nos ha tocado vivir, poseemos las mismas capacidades intelectuales, susceptibles de ser desarrolladas.

 

  Darrere