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Paracelso (Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim ) nació en 1493 en Einsiedeln (Suiza). Su padre era médico y parece que le inculcó un interés por la naturaleza, especialmente aquellos aspectos relacionados por la mineralogía, la alquimia y, posiblemente, la medicina popular. La familia se trasladó en 1502 a Villach, en Carintia. Allí pudo estar en contacto con las minas que Los Fugger poseían.
Parece que estudió en Ferrara donde debió tener como maestros a Leoniceno y Manardo, adversario crítico de la astrología. No está claro que llegara a alcanzar el grado de doctor, pero sí alguno de los grados intermedios que en aquella época se concedían. No obstante, según los expertos, conocía muy bien los clásicos médicos, pero fue incapaz de aceptarlos sin crítica.
Desde muy temprano fue un incansable viajero, visitando una gran variedad de países entre Escandinavia y el Oriente Medio. Se sabe que alrededor de 1522 estaba ejerciendo la cirugía. Aunque en esta época, salvo excepciones, las dos profesiones estaban separadas, Paracelso estaba en contra de la idea que tenían entonces muchos médicos de que la actividad manual debía estar relegada a los estratos inferiores.
Más tarde trató de establecerse como médico en Salzburgo, lo que le causó muchos problemas por su actitud contra la medicina profesional. No obstante, su fama le reportó una amplia clientela y bastantes discípulos. Pronto chocó con colegas, amigos, estudiantes, pacientes y demás. Tuvo que huir hacia Estrasburgo donde encontró acomodo sin problemas, ya que era el lugar del liberalismo y la reforma. Su fama le llevó a Basilea para atender al conocido editor Frobenius, a quien parece que salvó de la amputación de una pierna. Allí conoció también a Erasmo. Fue propuesto más tarde para que ocupara la plaza de médico municipal de Basilea, lo que le permitía dar clases en la Universidad. De nuevo volvió a mostrar su rebeldía y chocó con las autoridades académicas. Publicó un manifiesto en el que expresaba su disconformidad con la medicina hipocrática y galénica. Siguió dando clases basándose en su experiencia y junto a la cama de los enfermos. Frente al latín utilizaba la lengua vernácula y admitía entre sus alumnos a barberos cirujanos. Fue expulsado. Frobenius murió y su impopularidad fue en aumento. Tras una serie de incidentes abandonó la ciudad en 1528.
Siguió después su vida por los mismos derroteros: constantes viajes, éxitos y fracasos. Murió en Salzburgo en 1541.
La producción escrita de Paracelso fue muy copiosa y variada, y la mayor parte fue publicada después de su muerte.
En el terreno que nos interesa, el de la terapéutica, Paracelso consideró -como dice Laín- al universo como una gran farmacia y a Dios como el "boticario supremo". En su obra, toda realidad natural se convierte en fármaco siempre que el médico, mediante la observación y la alquimia, sepa descubrir los diversos modos de su acción sobre el organismo. Así, el hombre, entre Dios y la naturaleza, debe erigirse en un explorador y administrador de tales tesoros curativos. Paracelso trasciende, por tanto, la vieja idea de que el médico es un "servidor de la naturaleza". No es raro que no tuviera problemas en utilizar medicamentos químicos o de origen mineral frente a los cuales los clásicos y los médicos de su época fueron tan cautos. Para él enfermedad y remedio "se atraían"y el médico debía hacer lo posible para encontrarlo en la naturaleza. Era partidario del principio contraria contrariis curantur, pero no como una contraposición de las cualidades, sino como "ataque específico contra la semilla de la enfermedad para destruirla". También creyó, como afirma Laín, que el médico debía administrar el tratamiento según los modelos reales de la correlación y la semejanza entre el macrocosmos y el microcosmos, y que la voluntad y fe del médico y enfermo influían sobre la enfermedad y la acción terapéutica.
Nos hemos referido ya al interés de Paracelso por estudiar los "procesos químicos" en los laboratorios naturales: minas y manantiales de aguas termales. Ideó varios procedimientos como el de concentrar el alcohol por congelación de su contenido de agua, o usar "agua fuerte" como solvente para el metal en su forma laminada. No dudó en utilizar mercurio contra la sífilis oponiéndose a lo usual por entonces que era el empleo de guayaco. Conoció la acción diurética de algunos mercuriales en la hidropesía así como las propiedades narcóticas de las preparaciones etéreas para casos de epilepsia, convulsiones espasmódicas y para mitigar el dolor.
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