La terapéutica farmacológica en el siglo XIX
Las enfermedades producidas por agentes microbianos seguían azotando a la población, como es el caso de la neumonía, la osteomielitis o la fiebre puerperal. Una publicación de Gehrard Domagk en 1935 abrió las esperanzas. Trabajaba en la fábrica Bayer, en Alemania. Inyectó cultivos de estreptococos a las ratas y les fue administrando distintos compuestos. Uno de ellos, el prontosil, pudo matar a los estreptococos hemolíticos sin dañar a los ratones. Al cabo de un tiempo empezaron a publicarse en Inglaterra trabajos sobre el uso de esta sustancia en las maternidades contra la temida fiebre puerperal.

En París, en el Laboratorio Pasteur analizaron la molécula del prontosil y vieron que estaba constituida por dos partes, que separaron y probaron. Encontraron que la llamada "sulfanilamida" era tan efectiva como la molécula entera. Sin embargo, la molécula ya estaba patentada desde 1908, por lo que la Bayer no pudo cosechar beneficios.

Visita a Valencia de Domagk (1895-1964), en cuya Facultad de Medicina dio en 1952 una conferencia y fue nombrado profesor honorario.
Diploma que se le entregó al profesor Domagk
Gehrard Domagk
Se sabía que los hongos producían sustancias capaces de matar a las bacterias, pero existía un inconveniente: también eran tóxicas para el organismo. Hacia 1928 Fleming observó que cuando el hongo Penicillium Notatum se desarrollaba en un medio de cultivo impedía el crecimiento bacteriano en el mismo. Dedujo que liberaba una sustancia que impedia crecer a los gérmenes, y la llamó penicilina. Sin embargo no continuó sus observaciones.
Alexander Fleming (1881-1955) en su laboratorio
En los años 1939 y 1940 el químico alemán Ernst Chain (1906-1979) y el patólogo australiano Howard Florey (1898-1968) retomaron los trabajos de Fleming y verificaron si podía utilizarse la penicilnina en el tratamiento de pacientes, especialmente en casos de infecciones estafilococcicas frente a las cuales las sulfamidas no eran muy eficaces. El problema era obtener penicilina en concentración suficiente para ser usada de forma eficaz en el enfermo y descubrir si tenía efectos tóxicos para el organismo. De hecho, el logro de conseguir penicilina concentrada fue una hazaña química. Se descubrió que era eficaz y comenzaron los ensayos clínicos en pacientes con infecciones estafilococicas graves. Los resultados fueron muy alentadores.

La industria farmacéutica inglesa, sin embargo, no estaba preparada para la fabricación masiva de penicilina. Esta labor tuvo que llevarse a cabo en los Estados Unidos. En Peoria, Illinois, lograron hacer crecer el germen tanto en superficie como en profundidad, inyectando aire en la masa de gelatina para mantener una proporción adecuada de oxígeno. La ingeniería industrial resolvió este problema y logró también que el proceso se realizara en medio estéril. A partir de aquí la penicilina pudo fabricarse en grandes cantidades.