Caso clínico
de la clínica oftálmica del Hospital provincial
de Valencia correspondiente al año 1896: epitelioma
«El caso
positivamente interesante que voy a relatar, cerrará esta
crónica en lo que a conjuntiva hace referencia.
En 9 de Octubre, ingresó en la enfermería de mujeres
la llamada Rosario, A., de 42 años de edad; sin antecedente
alguno de familia de importancia para su dolencia.
Presentaba hacia el radio ínfero-interno del ojo izquierdo,
y láxamente implantado sobre el globo, sin interesar el
limbo querático, aunque muy próximo a él,
un tumorcito del tamaño de una avellana mediana, de color
vinoso, redondeado, como puede verse en la adjunta fotografía,
pediculado con ancho pedículo, lo que me hizo temer estuviese
interesado el globo del ojo por la producción.
La movilidad del ojo sólo
quedaba ligeramente dificultada en la aducción por imposibilidad
material de completarse este movimiento. Las demás funciones
del ojo normales, la visión entre ellas.
La superficie del tumor ligeramente abollada, escoriada en su
parte más prominente. No hay infarto ganglionar apreciable
en ninguna región de las relacionadas con el aparato de
la visión.
El tumor se ha desarrollado en el espacio de año y medio
próximamente, habiendo comenzado por una manchita abultada
formando un grano, según la enferma relata y nunca doloroso
ni hemorrágico. En realidad el tumorcito sólo ha
molestado a la enferma por su volumen y por su emplazamiento,
constituyendo en sus últimos tiempos un obstáculo
a la oclusión palpebral y dando lugar por ello a fenómenos
de irritación conjuntival, que junto con el alarmante
tamaño alcanzado por la producción, han sido la
causa que ha impulsado a la enferma a venir a consultarme.
Con respecto a la naturaleza histológica del tumor, no
me fue posible formar juicio, si bien creí desde los primeros
momentos se trataba de un tumor maligno, opinión fundada
en su aspecto, forma, color, y en su rápido crecimiento,
sobre todo en sus últimos tiempos.
Decidí extirparle, advirtiendo a la enferma la posible
necesidad de enuclear el ojo interesado que estuviese, lo que
sólo durante la operación podía determinar
con seguridad.
En 11 de Octubre procedí a la operación, que comencé
con anestesia general por si la enucleación se hacía
precisa.
Encontré el tumorcito poco adherente al globo, pues al
completar la sección de la conjuntiva alrededor del pedículo
sólo algunas travículas de conjuntivo laxo quedaron
por seccionar. Puede, pues, conservar íntegro el ojo,
terminando la operación con los lavados antisépticos
de costumbre y la aplicación de apósito.
No hice sutura conjuntival por dos razones, en primer lugar,
por la mucha tracción que hubiera debido ejercer sobre
la mucosa con los puntos, lo que hubiera seccionado en los bordes,
y en segundo lugar, porque prefería asistir a la cicatrización
del fondo de la herida y tratar a tiempo la repululación,
si por desgracia la hubiese, aunque no me parecía próximo
este peligro, pues la extirpación había sido completa.
Nada de particular ocurrió en el curso de la cicatrización,
y la enferma pudo ser dada de alta el 18, a los siete días
de operada, sin más que la inyección conjuntival,
propia de estos casos, alrededor de la solución de continuidad
casi cicatrizada ya por completo.
El análisis micrográfico del tumor demostró
su naturaleza epitelial, a epitelio cilíndrico; tumores
sumamente raros desarrollados en este punto, lo que da a la observación
un grande interés clínico, por lo que le he concedido
también mayor espacio del que suelo emplear en cada caso
particular que describo».
Tomás
Blanco, El año 1896 en la Clínica Oftálmica
del Hospital Provincial de Valencia, Valencia, Imp. de Ferrandis,
1897, pp.16-18.
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