Una de las formas más espectaculares de supuesta “familiarización” fueron las exhibiciones étnicas en jardines botánicos, zoológicos, exposiciones coloniales y universales que tuvieron lugar desde el último tercio del siglo XIX al primer tercio del siglo XX. En ellas se reconstruyeron poblados donde las distintas etnias mostraban sus supuestas formas ancestrales de vida. Las personas racializadas se presentaban al público como curiosidades exóticas o vestigios vivientes, según el evolucionismo cultural, de lo que nosotros fuimos en tiempos remotos. La cantidad ingente de fotografías y postales que se difundieron constituyen un recurso decisivo para la formación del racismo popular. Algunas imágenes responden al tipo de producción pseudoetnográfica, en otras el fotógrafo pone el acento en los cuerpos o en los supuestos signos de primitivismo. En todas, el cercado propio de los zoológicos delimita el espacio de los europeos respecto del de los africanos. Las que se hicieron en el Jardín Zoológico de Aclimatación de París y en el Thiepark de Hamburgo, impulsadas por Carl Hagenbeck, un promotor de espectáculos que desarrolló la fórmula de exhibir conjuntamente fieras exóticas con las poblaciones con las que convivían, resultaron ser el paradigma en lo sucesivo. España también se sumó a la moda de las exhibiciones. Algunos de los casos más notables son el poblado ashanti que se instaló en Madrid y Barcelona (1897), el Poblado Senegalés en el Tibidabo de Barcelona (1913) y la sección de Guinea en la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929).