A finales del siglo XIX y principios del XX se institucionaliza la antropología sociocultural como disciplina académica. Es el momento en que se inauguran los nuevos museos de etnología tanto en España como en Europa, un proceso que acompaña la expansión colonial. Museos como el del Congo Belga de Tervuren, el de etnografía del Trocadero de París (a partir de 1938 Museo del Hombre), el Pitt Rivers de Oxford y el de Antropología de Madrid revelan una concepción que asocia parámetros biométricos con rasgos culturales. Algunos tipos de objetos expuestos son iconos de las concepciones primitivistas: bustos y estatuas de escayola que intentan representar el fenotipo, lanzas y cuchillos, máscaras y fetiches, estuches penianos, también imágenes donde se proyectan los fantasmas y las inhibiciones de una sexualidad burguesa patriarcal.

Sin duda alguna, los relatos museísticos contribuyeron a la difusión de los estereotipos primitivistas acordes con la justificación del dominio colonial. Pero  esos “discursos serios” también se abastecieron de una imaginación popular estereotipada puesta de manifiesto en el nomadismo de las imágenes. Tanto en libros y revistas científicas como en publicaciones de divulgación y propaganda colonial (revistas exóticas, libros de viajes, memorias de los colonos, etc.), podemos encontrar las mismas representaciones gráficas;  unas veces como ilustración de distintas teorías etnológicas, otras como exponentes de la imaginación popular.

ANTROPOLOGÍA, EXOTISMO Y COLONIALISMO

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