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Ofrecióle
su
regazo, y yo le ofrezco en su muslo desplumadas las delicias del pájaro de Catulo. |
452 |
En
cuanto
boca con boca, confitándole disgustos, y heredándole aun los trastos menos vitales estuvo, |
456 |
expiró
al fin en sus labios, y ella, con semblante enjuto, que pudiera por sereno acatarrar un centurio |
460 |
con todo
su
morrión, haciendo al alma trabuco de un «¡ay!», se caló en la espada aquella vez que le cupo. |
464 |
Passer,
deliciae meae puellae, quicum ludere, quem in sinu tenere, cui primum digitum dare appetenti et acris solet incitare morsus, cum desiderio meo nitenti carum nescio quid lubet iocari et solaciolum sui doloris, credo ut tum grauis acquiescat ardor: tecum ludere sicut ipsa possem et tristis animi leuare curas! |
Gorrión,
deleite de mi niña, con el que juega, al que tiene en su regazo, al que da el índice que él desea y le incita al agudo picotazo, cuando al resplandeciente objeto de mi deseo le place jugar no sé a qué juego querido, que le conforta brevemente de su dolor, creo que entonces se calma su gran ardor: ¡Si pudiera jugar contigo como ella y aliviar las penas de mi triste alma! |
Da mihi
basia, sed Catulliana: quae si tot fuerint quot ille dixit, donabo tibi passerem Catulli. |
Bésame,
pero con besos de los de Catulo, que, si fueran tantos como dijo él, yo te daré el gorrión de Catulo. |
Ad
nomen Thisbes oculos
iam morte grauatos Pyramus erexit, uisaque recondidit illa. |
Al
nombre de Tisbe, los ojos ya pesados por la muerte Píramo levantó, y los volvió a cerrar tras haberla visto. |
Tisbe besaba a Píramo confitándole disgustos,
es decir, endulzando sus dolores. Existía una costumbre
antigua
de recoger con los labios los últimos alientos de un
moribundo.
Por ejemplo, dice Cicerón:
Matres miserae pernoctaban, quae nihil aliud orabant,
nisi ut filiorum extremum spiritum excipere sibi liceret.
(Las míseras madres pasaban la noche sin pedir otra cosa
sino que se les permitiera extraer el último aliento de sus
hijos.)
A esto alude Góngora cuando dice que Tisbe le hereda a
Píramo
hasta "los trastos menos vitales", donde compara a Píramo
con
una
casa que Tisbe recibe en herencia y de la que se queda hasta
los
trastos
más inútiles.
La construcción es: [Píramo] expiró en sus labios
en cuanto [Tisbe] estuvo boca con boca confitándole
disgustos y
heredándole el más leve aliento, que ya no podía
considerarse
siquiera un signo de vida.
Ante la muerte de Píramo, Tisbe no lloró, sino que su
rostro
permaneció enjuto (seco) y sereno. Ahora Góngora juega
con
dos sentidos de la palabra "sereno", la de "tranquilo y
sosegado", que
es la que corresponde al rostro de Tisbe, y la de sereno
como "humedad
de la noche". En este sentido dice que el rostro tan sereno
de Tisbe
podría
acatarrar a un centurión, por robusto e impresionante que
pudiera
parecer con todo su morrión (el casco adornado con plumaje).
Tisbe disparó un ¡ay! de lo más hondo de su alma
(hizo
su alma trabuco de un ¡ay!) mientras se clavaba la espada de
Píramo.
Calarse es lo que hacen las aves cuando bajan rápidamente
para
posarse
en una rama. Aquí Tisbe se dejó caer sobre la espada de
Píramo.
El último verso hay que entenderlo como "que esta vez sí
que le cupo", en alusión al pájaro de Catulo ofrecido
más
arriba. Ése no le cupo, pero la espada sí.