Guarda
corderos, zagala, zagala, no guardes fe; que quien te hizo pastora no te excusó de mujer. |
4 |
Tortolilla
gemidora, depuesto el casto desdén, tálamo hizo segundo los ramos de aquel ciprés. |
24 |
Sacude
preciosos yugos, coyundas de oro no den, sino cordones de lana, al suelto cabello ley. |
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La pureza
del armiño, que tan celebrada es, vístela con el pellico y desnúdala con él. |
8 |
No para una
abeja sola sus hojas guarda el clavel: beben otras el aljófar que borda su rosicler. |
28 |
Mal hayas
tú si constante mirares al sol, y quien tan águila fuere en esto, dos veces mal haya y tres. |
48 |
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Deja a las
piedras lo firme, advirtiendo que tal vez, a pesar de su dureza, obedecen al cincel. |
12 |
El cristal
de aquel arroyo, undosamente fïel, niega al ausente su imagen hasta que lo vuelve a ver. |
32 |
Mal hayas
tú si imitares, en lasciva candidez, las aves de la deidad que primero espuma fue. |
52 |
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Resiste al
viento la encina, mas con el villano pie; que con las hojas corteses, a cualquier céfiro cree. |
16 |
La
inconstancia al fin da plumas al hijo de Venus, que poblando dellas sus alas, viste sus flechas también. |
36 |
Solicitando
prolija la ingratitud de un doncel, ninfa de las selvas ya vocal sombra vino a ser. |
56 |
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Aquella
hermosa vid que abrazada al olmo ves, parte pámpanos discreta con el vecino laurel. |
20 |
No pues tu
libre albedrío lo tiranice interés, ni amor que de singular tenga más que de infïel. |
40 |
Si quieres
pues, zagaleja, de tu hermosura crüel dar entera voz al valle, desprecia mi parecer. |
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