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ABD AL-RAHMÁN III
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Los sarracenos continuaban atacando las costas italianas. A los procedentes de Sicilia se les habían unido ahora los fatimíes, cada vez más poderosos y en plena expansión, cuyos piratas llegaron a ocupar la ciudad de Génova. En  915 Alberico (el marido de Marozia) dirigió una campaña contra la piratería islámica, pero quien puso fin definitivamente a las incursiones fue el papa Juan X. Reunió a varios nobles italianos y además llamó a Berengario, al que le concedió lo que había ansiado durante más de una década: lo nombró emperador. En 916, por primera vez en la historia, un papa condujo un ejército. Se enfrentó a los musulmanes junto al río Garigliano, a unos ciento sesenta kilómetros al sudeste de Roma, y la victoria que obtuvo fue definitiva. Los sarracenos conservaron Sicilia, pero dejaron de atacar a Italia. Esto supuso un gran alivio para los bizantinos, que todavía conservaban el sur de Italia y ahora pudieron concentrar sus esfuerzos en la guerra contra los búlgaros.

El duque Spytihnev I de Bohemia murió y fue sucedido por Vratislav, un hijo del duque Borivoj I de Bohemia, que centró sus esfuerzos en la lucha contra los húngaros.

Mientras tanto, el emir de Al-Ándalus Abd al-Rahmán III había logrado el apoyo de la mayor parte de la aristocracia islámica y estaba a punto de acabar con las disensiones que habían enturbiado los gobiernos de sus antecesores. Los únicos grupos disidentes eran el encabezado por Umar ibn Hafsún, en el sur, cuya sublevación databa de los tiempos Muhammad I, el bisabuelo de Abd al-Rahmán III, y el de Toledo, que recibía ayuda del reino de León. El emir llevó una campaña contra Umar ibn Hafsún y tomó algunas ciudades. En 917 murió el anciano Umar ibn Hafsún y sus hijos continuaron la lucha, pero pronto quedó sólo Bobastro como fortaleza inexpugnable. Entonces el emir envió un ejército contra el reino de León al mando de Ahmad ibn Abí Abda.

Eduardo de Inglaterra y su hermana Ethelflede, considerando que ya estaban en condiciones de derrotar definitivamente a los daneses, invadieron con grandes efectivos la parte oriental de Mercia que permanecía bajo el dominio danés, y, venciendo toda resistencia, tomaron la fortaleza de Derby. A finales de año habían conquistado Anglia Oriental.

La campaña definitiva para ocupar todo antiguo territorio sajón estaba prevista para el verano de 918, pero tuvo que aplazarse debido a la muerte repentina de Ethelflede, en junio. Eduardo tuvo que detener los ataques contra los daneses para asegurarse de ser reconocido como rey de Mercia frente a otros nobles locales. Sin embargo, antes de que terminara el año estuvo en condiciones de reanudar la campaña y todos los territorios daneses lo aceptaron como rey. En realidad los daneses no fueron expulsados, sino que se mezclaron con la población sajona. Algunos príncipes daneses conservaron incluso cierta autoridad como vasallos de otros señores sajones.

Mientras tanto, Ahmad ibn Abí Abda fue derrotado y muerto por los cristianos de León.

También murió el rey alemán Conrado I. En su reinado había estimulado el poder de los obispos más influyentes en un intento de neutralizar el poder de los duques. Conrado I no tenía más que una hija, por lo que el ducado de Franconia pasó en herencia a su hermano Eberardo. Sin embargo, anteponiendo la unidad alemana a los intereses familiares, el difunto rey había dejado establecido que la corona pasara al que hasta entonces había sido su peor enemigo, el duque Enrique de Sajonia, que era con mucho el más poderoso de todos los duques alemanes. Parece ser que cuando Enrique recibió la noticia estaba cazando aves, lo que le valió para siempre el sobrenombre de Enrique el Pajarero. Al contrario que su predecesor, Enrique trató de independizarse de la Iglesia y no consintió en que su coronación se convirtiera en un ritual religioso.

También murieron el duque de Aquitania Guillermo el Piadoso, el conde Eudes de Tolosa y el conde Balduino II de Flandes, sucedidos por sus hijos respectivos: Guillermo II, Raimundo II y Arnulfo I.

En Constantinopla, el gobierno de Zoe y el consejo de regentes no estaban teniendo mucho éxito contra los búlgaros, por lo que poco a poco se fue extendiendo la opinión de que era necesario un hombre fuerte. En 919 el almirante de la flota bizantina, Romano Lecapeno, juzgó que la opinión pública vería con buenos ojos un golpe de Estado, así que partió con sus naves desde la desembocadura del Danubio, donde estaban ancladas, para luchar contra los búlgaros, y entró en Constantinopla, donde el pueblo lo aclamó y los regentes no tardaron en dimitir. Romano asumió el gobierno y envió a Zoe a un convento. En 920 se nombró emperador asociado, con lo que pasó a ser Romano I, y casó a su hija Helena con el emperador Constantino VII. Parece ser que a Constantino VII no le importó quedar relegado a un segundo término. Durante toda su vida disfrutó de todo el ceremonial asociado al emperador, que le gustaba mucho, sin tener que afrontar las obligaciones del cargo. Dedicó gran parte de su tiempo a fomentar la literatura y el arte en general. Él mismo escribió diversos libros a lo largo de los años siguientes.

Los qarmatas arrebataron Siria a los abasíes y fundaron una dinastía conocida como los Hamdaníes.

El conde Raimundo II de Tolosa rechazó un ataque vikingo.

Los musulmanes obtuvieron una victoria frente a los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Navarra, tras la cual, el propio emir Abd al-Rahmán III se puso al frente de sus tropas. El emir obtuvo una gran victoria en Valdejunquera, al parecer debida en parte a la traición de los condes castellanos, que querían independizarse de León. Aunque parece que la derrota fue estrepitosa, lo cierto es que las fronteras no se modificaron, y Ordoño II mandó llamar a una junta a los condes castellanos, los apresó y los encarceló. En 921 Ordoño I pudo realizar una incursión en territorio musulmán.

Ese mismo año murió Vratislav, el duque de Bohemia, en batalla contra los húngaros. Fue sucedido por su hijo Venceslao, de trece años. Como su padre y su abuelo, Venceslao había sido bautizado según el rito eslavo. Había recibido una piadosa educación a cargo de su abuela Ludmila. En principio, fueron nombradas regentes su madre Drahomira y su abuela Ludmila, pero Drahomira aún era pagana, se hizo con el poder y mandó estrangular a santa Ludmila, la actual patrona de Bohemia.

También murió el duque de Borgoña Ricardo el Justiciero, y fue sucedido por su hijo Raúl, el cual estaba casado con Emma, sobrina del rey Eudes de Francia, el antecesor de Carlos el Simple.

En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez y fue sucedido por su hija Andregoto Galíndez. También murió Ramón I, el conde de Pallars y Ribagorza, que separó ambos condados concediendo el primero a sus hijos Isarn y Llop, y el segundo a su hijo Bernardo, que estaba casado con Toda, hija del conde Galindo II Aznárez y que había aportado como dote el condado de Sobrarbe. Desde este momento los condados de Sobrarbe y Ribagorza permanecieron unidos.

En 923 se produjo una rebelión contra el rey francés Carlos el Simple, encabezada por Roberto, el hermano de Eudes, que contaba con el apoyo de su cuñado el duque Raúl de Borgoña y de otros nobles poderosos, como el duque Gilberto de Lorena. Los ejércitos de Carlos y los de Roberto se enfrentaron en Soissons. El resultado fue ambiguo, pues Carlos fue derrotado, pero Roberto murió. Carlos tuvo que huir, pero fue capturado y encarcelado por Herberto de Vermandois. Carlos el Simple estaba casado con Eduvigis, hija del rey Eduardo de Inglaterra, con la cual había tenido un hijo llamado Luis que ahora tenía dos años. La reina se lo llevó consigo a Inglaterra.

Por su parte, Raúl reclamó el trono de Francia y fue aclamado por los partidarios de Roberto, si bien el cautivo Carlos el Simple tenía también sus partidarios y se inició así una guerra civil. Mientras tanto, el rey Rodolfo II de Borgoña inició una campaña en Italia contra el emperador Berengario, al que derrotó en Plasencia.

Otro partidario de Roberto que murió en Soissons fue el conde Raimundo II de Tolosa. Fue sucedido por su hijo Raimundo III Poncio.

Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Navarra iniciaron la repoblación de La Rioja, y Ordoño II se casó con Sancha, hija del rey Navarro, lo que consolidó su alianza. Sin embargo Ordoño II murió al año siguiente, en 924. El trono pasó a su hermano Fruela II, hasta entonces príncipe de Asturias. Las crónicas lo retratan como un rey injusto e impopular, que ordenó ejecuciones y destierros de inocentes. Mientras tanto Abd al-Rahmán III saqueaba el reino de Navarra.

Ese mismo año Berengario fue asesinado por sus propios hombres. Fue el último emperador descendiente de Carlomagno. Rodolfo II fue elegido rey de Italia, pero el cargo de emperador quedó vacante.

También murió el rey Eduardo de Inglaterra. El mayor de sus hijos se llamaba Athelstan, y había pasado su infancia en Mercia, educado por su tía Ethelflede. Inmediatamente fue elegido rey de Mercia y luego inició las maniobras necesarias para ser reconocido como rey de toda Inglaterra.

Los normandos también aprovecharon los disturbios en Francia para dedicarse a la rapiña, el rey Raúl se enfrentó a ellos, pero tuvo que firmar una paz poco honrosa que, de todos modos, no puso fin a las incursiones.

Los húngaros atacaron Provenza, el territorio asignado a Luis el Ciego que en la práctica gobernaba Hugo de Arles. Durante dos años se dedicaron al saqueo. El conde de Tolosa Raimundo III Poncio detuvo su avance. Esto le permitió añadir a sus dominios varios condados y convertirse en uno de los nobles más influyentes de la región.

En Constantinopla, el emperador Romano I no defraudó las expectativas de los que lo llevaron al poder. Derrotó definitivamente al pirata León de Trípoli. Aunque las incursiones piratas no terminaron por completo, al menos se volvieron menos graves. Pero su mayor logro fue concertar una reunión con el rey búlgaro Simeón. Ya estaba viejo y cansado. Aunque había obtenido grandes victorias frente a los bizantinos, su mayor ambición era tomar Constantinopla, y estaba claro que nunca lo conseguiría. Romano I lo convenció para firmar la paz. Sin embargo, en 925 Simeón decidió que si no podía ser emperador de Constantinopla sería emperador de Bulgaria, así que adoptó el título de César, que en búlgaro se deformó a zar. Oficialmente, Romano I protestó por esta usurpación del título, pero es probable que la idea de convertir a Simeón en zar de Bulgaria fuera suya y fuera, de hecho, el principal argumento con el que convenció a Simeón para firmar la paz. El papa Juan X reconoció inmediatamente el título, probablemente para molestar a Constantinopla.

El duque Venceslao de Bohemia logró deshacerse de la tutela de su madre pagana, se rodeó de sacerdotes y fundó numerosas iglesias.

Finalmente, Athelstan fue aclamado rey de Inglaterra. Siguiendo la política centralizadora iniciada por su abuelo y su padre, procedió a asumir el gobierno directo de todos los territorios de Inglaterra, acabando con los gobernantes daneses que aún disfrutaban de cierto poder supeditado a la corona. Recientemente una nueva expedición noruega había acrecentado el poder danés en York, pero ahora los noruegos fueron expulsados y marcharon a Irlanda.

En Roma, Marozia se enfadó con el papa Juan X y éste inmediatamente tuvo problemas. Alberico, el marido de Marozia se enfrentó a él, pero Juan X había conseguido cierta popularidad entre los romanos y Alberico fue asesinado. Esto dejó a Marozia en una posición delicada, pero la resolvió casándose inmediatamente con Guido, marqués de Toscana. Había sido uno de los muchos pretendientes al título imperial y fue encarcelado por Berengario. Había permanecido en prisión hasta la muerte de éste.

Enrique el Pajarero aprovechó la guerra civil francesa para atraerse al duque Gilberto de Lorena, que aceptó su autoridad, y así Lorena volvió a ser parte de Alemania. Como parte de la alianza, Enrique prometió a Gilberto la mano de su hija Gerberga. El matrimonio no se celebró inmediatamente porque Gerberga tenía sólo doce años.

Otra joven casadera apetecible era Andregoto Galíndez, que excepcionalmente se había convertido en condesa de Aragón, con lo que su dote no era nada desdeñable. El rey Sancho Garcés I de Navarra se apresuró a concertar el matrimonio entre ella y su hijo García Sánchez, de seis años de edad (Andregoto tendría unos veinticinco años). Así García Sánchez se convertía en el conde de Aragón y su padre, como tutor, era el gobernante efectivo.

No se sabe muy bien cómo, pero murió el odiado rey de León Fruela II. Hay quien dice que murió de lepra, pero eso parece un intento de demostrar que existe la justicia divina. El trono pasó a su hijo Alfonso Froilaz el Jorobado, que, como su apelativo indica, tampoco era muy bien visto. Los hijos de Ordoño II, Sancho y Alfonso, se rebelaron y recibieron el apoyo del rey navarro Sancho Garcés I. Este apoyo fue decisivo, a pesar de que Sancho Garcés I murió ese mismo año. (Su hijo se convirtió en García II Sánchez, y como regente quedó la reina Toda.) A los pocos meses de reinado, ya en 926, Alfonso Froilaz fue derrocado y se retiró a las montañas. Su breve reinado no fue reconocido como tal, pues el hijo de Ordoño II pasó a reinar como Alfonso IV Ordóñez, cuando el ordinal IV debería haber sido para Alfonso Froilaz. Por su parte, Sancho Ordóñez obtuvo el título de rey de Galicia, con lo que el reino de León volvió a quedar dividido en dos.

Por esta época los ataques de los húngaros sobre Provenza habían amainado, lo que permitió a Hugo de Arles (que gobernaba en nombre de Luis el Ciego) enfrentarse a Rodolfo II de Borgoña, que también era a la sazón rey de Italia. Obtuvo una victoria y se quedó con el título de rey de Italia. Para evitar represalias por parte de Rodolfo II acordó cederle todos los derechos sobre Provenza, con lo que el reino de Rodolfo II pasó a llamarse el Reino de las dos Borgoñas (Borgoña y Provenza). Luis el Ciego no tuvo nada que decir sobre todo esto. De este modo, Hugo de Arles pasó de gobernar Provenza en nombre de Luis el Ciego a ser rey de Italia. En realidad el cambio era menos significativo de lo que podría parecer, porque los señores feudales italianos no estaban dispuestos a obedecer mucho al rey.

La península de Corea había disfrutado de más de dos siglos de paz hasta que se volvió a sentir la presión de los nómadas del norte. El reino de Palhae fue destruido por los Khitán.

En 927 murió el zar Simeón I de Bulgaria y fue sucedido por su hijo Pedro I. El emperador bizantino Romano I lo reconoció como nuevo zar y no tuvo dificultades para dominarlo. Durante las décadas siguientes, la poderosa Bulgaria construida por Simeón I fue un magnífico escudo para Constantinopla, pues fueron los búlgaros los que tuvieron que hacer frente a los ataques de los húngaros y los pechenegos. Por esta época una serie de malas cosechas trajo el hambre al Imperio Bizantino. Romano I promulgó leyes para evitar que los grandes terratenientes se aprovecharan de la situación para absorber las granjas de los pequeños propietarios.

También murió Bernon, el primer abad de Cluny, y fue sucedido por Odón. Durante sus primeros años de existencia, la orden benedictina de Cluny logró afirmar su independencia frente a toda autoridad distinta de la del papa, de acuerdo con la voluntad de su fundador, Guillermo de Aquitania. El nuevo abad inició un proceso de reforma por el que la regla de Cluny pasó a diferir en algunos aspectos de la de san Benito. Uno de los cambios más notables fue la reducción del trabajo manual al mínimo imprescindible, de modo que la mayor parte de la jornada se empleaba en el oficio divino y el cultivo del espíritu.

El año anterior había muerto el duque Guillermo II de Aquitania y el ducado había pasado de nuevo a la casa de Poitiers, primero en la persona del conde Alfredo, si bien no tardó en ser recuperado por Ebles, el rey que había sido derrocado por Carlos el Simple.

En 928 murió Luis el Ciego, si bien su muerte no afectó en nada la situación política.

También murió Miró, el conde de Cerdaña y Besalú, hijo de Wifredo el Velloso. Sus condados pasaron a sus hijos Wifredo (Besalú) y Sunifredo (Cerdaña).

Abd al-Rahmán III logró reducir finalmente la ciudad de Bobastro, con lo que el único lugar de Al-Ándalus donde se cuestionaba su autoridad era ahora Toledo, y en ella centró sus esfuerzos militares.

Gerberga, la hija de Enrique el Pajarero, se casó con Gilberto de Lorena. El rey alemán estaba desarrollando una eficiente política militar. Construyó castillos, fortificó ciudades y dirigió con éxito la lucha contra los eslavos. Tras ocupar la ciudad de Praga, el duque Venceslao de Moravia le rindió vasallaje.

Finalmente, Marozia logró que su segundo marido, Guido de Toscana, marchara a Roma con un ejército y depusiera al papa Juan X, que murió en la cárcel poco después. Marozia eligió como nuevo papa a León VI, pero se le murió ese mismo año y en su lugar puso a Esteban VII. Guido de Toscana murió en 929, pero ello no impidió que Marozia siguiera siendo la dueña de Roma a través del papa.

Al este del Elba habitaban varias tribus eslavas de un grupo conocido como los vendos. Carlomagno los había sometido y había convertido su territorio en la marca véndica, pero después de su muerte los vendos recobraron su independencia. Ahora se vieron obligados a pagar tributo a Enrique el Pajarero.

Carlos el Simple murió en prisión, lo que hizo aumentar el número de los partidarios de Raúl para el trono francés. Entre éstos estaba Foulques I el Rojo, vizconde de Angers, descendiente del primer vizconde de Angers, Roberto el Fuerte. Ahora se convirtió en el primer conde de Anjou. Su territorio, alrededor de la ciudad de Angers, estaba situado al sureste de Bretaña y tuvo que rechazar algunas invasiones bretonas, así como a los vikingos.

También murió el rey de Galicia Sancho Ordóñez, con lo que su reino volvió a incorporarse al reino de León bajo su hermano Alfonso IV Ordóñez. El emir Abd al-Rahmán III sufrió algunas derrotas frente a los leoneses, pero su autoridad en Al-Ándalus era mucho mayor que la de todos sus antecesores y dio un paso más para afianzarla: adoptó el título de califa, es decir, se proclamó legítimo sucesor de Mahoma. Tenía su lógica: era descendiente por línea directa del califa omeya Hisam. Los omeyas habían sido expulsados del poder por los abasíes, quienes declararon que sus predecesores no habían sido auténticos califas. Sin embargo, bajo los abasíes el califato se había fragmentado y deteriorado, hasta el punto de que los actuales califas de Bagdad eran meros títeres de sus ministros turcos. El califa actual era Al-Qahir. Los qarmatas estaban causando estragos en Bagdad. Quedaba demostrado que los abasíes no tenían el apoyo de Allah, y que los auténticos califas eran los omeyas. En 930 los qarmatas llegaron a apoderarse de la Piedra Negra de La Meca. Ahora el número de legítimos sucesores de Mahoma ascendía ya a tres: el califa Abasí de Bagdad, el fatimí del norte de África y el omeya de Al-Ándalus.

El Califato de Córdoba fue durante mucho tiempo la nación más próspera de Occidente. Abd al-Rahmán III era nieto de una vasca e hijo de una esclava franca, ambas rubias, de las que heredó sus ojos azules y su pelo rojizo que se teñía de negro para parecer más árabe. Era bajito, rechoncho y de piernas cortas. Montaba a caballo perfectamente, pero tenían que ayudarle a subir. Había recibido una esmerada educación a cargo de eminentes maestros. Además del árabe, hablaba el "romance local", del que surgirían las distintas lenguas españolas. En esta época, la aristocracia andalusí usaba el romance como lengua coloquial, especialmente adecuada para contar chistes y cosas así.

Abd al Rahmán III era un fiel cumplidor de los preceptos islámicos, pero no era un fanático. Nombró a sus ministros entre los más competentes, sin distinción de si eran cristianos, judíos o musulmanes, pero era muy exigente en el cumplimiento de los trabajos encomendados a cada cual. Córdoba se convirtió en una ciudad magnificente, entre cuyos monumentos destacaban la Mezquita, el Alcázar y el palacio de Madinat al-Zahra. Su escuela de medicina era la más avanzada de Europa. En la ciudad había unas seiscientas casas de baños, con sauna y masaje, frecuentadas por los hombres por las mañanas y por las mujeres por las tardes.

Se cuenta que para alimentar a toda la gente que vivía en el Alcázar se necesitaban trece mil libras de carne diarias, además de aves, pescados, cereales, hortalizas, frutas, etc., que llegaban al palacio en hileras de animales de carga que medían varios kilómetros. El harén del califa llegó a albergar seis mil trescientas mujeres. Un poeta historiador desconocido dejó escrito que su señor Abd al-Rahmán III "se quitaba de la boca los alimentos para que pudieran comer en su corte más filósofos". Se calcula que el número de intelectuales protegidos por el califa estuvo entre tres mil y ocho mil. Se cuenta de él la siguiente anécdota:

Unos embajadores francos llegaron a la corte de Córdoba a fin de lograr una alianza con el califa. Son citados al día siguiente para visitar a Abd al-Rahmán en el palacio de Madinat al-Zahra. Al salir el sol los francos son conducidos a la puerta de Córdoba, donde arranca la carretera de cinco kilómetros hasta Madinat al-Zhara. Una alfombra de tapices cubre toda la distancia; a ambos lados, hombro con hombro, quince mil bereberes escogidos, con sus alfanjes extendidos sobre sus cabezas, tienden una bóveda de espadas, bajo la que caminan los atemorizados franceses. Cada cien metros aparecen chambelanes ricamente vestidos, sentados en sillones de oro y plata. Los francos se postran ante ellos, creyendo estar ante el califa, pero los chambelanes les decían: "seguid, yo sólo soy un humilde esclavo de mi señor". Después de dos horas de recorrido, llegaron a un salón con suelo de tierra y sin ninguna decoración, en el cual había un hombre sentado en el suelo, vestido con un traje raído que le estaba pequeño, mirando distraídamente un alfange, una hoguera y un ejemplar del Corán que tenía frente a sí. A los francos les dijeron al oído: "Ése sí que es el califa", y rápidamente se postraron ante él. Abderramán levantó la cabeza y, antes de que ellos dijeran nada, les habló secamente: "Cuando vosotros permitáis en vuestro reino esto (señaló el Corán) como yo permito en el mío vuestros libros santos, yo enterraré mi espada (dijo mientras la enterraba en la arena) y alimentaré todos los días la hoguera de la amistad (echó un leño al fuego)". Les mandó salir sin dejarles hablar. Jamás volvieron.
Si la anécdota es cierta, lo del traje harapiento fue sin duda una broma del califa, pues tenía el Monopolio del Estado para la Fabricación de Trajes Suntuosos (sic), y debía de ser el hombre más ricamente vestido durante siglos.

Islandia se organizó bajo una peculiar forma de gobierno: se estableció una asamblea de hombres libres, llamada Althing, que incluía una asamblea legislativa y un tribunal, pero no había ninguna clase de gobierno ejecutivo, sino que los distintos clanes familiares eran los encargados de hacer cumplir las leyes en sus dominios. Esto provocó una larga serie de luchas entre ellos. Con el tiempo, el cargo de representante en el Althing se hizo hereditario, negociable y a veces honorífico, hasta que quedó en manos de una oligarquía.

Francia y Alemania
Índice Los reinos medievales