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Los antiguos numeraban los años según sistemas muy diversos. Por ejemplo, los griegos usaban las olimpiadas, de modo que, para ellos, Pericles llegó al poder el segundo año de la septuagésimo séptima olimpiada (460 a.C.). En general los romanos no numeraban los años, sino que los indicaban nombrando los cónsules correspondientes. Así, el año 100 a.C. era el año en que fueron cónsules Cayo Mario y Lucio Valerio. No obstante, para aquellos casos en que una numeración correlativa era imprescindible, terminaron elaborando un sistema de datación que, teóricamente, comenzaba el año en que Rómulo fundó Roma. En este sistema, el año 100 a.C. era el año 653 a.u.c., donde las siglas a.u.c. significan ab urbe condita (desde la fundación de la ciudad). Importa poco si Rómulo existió o no y si, en caso afirmativo, fundó Roma o no el año 1 a.u.c. Lo importante es que los romanos usaban coherentemente este sistema, que, por razones obvias, pronto fue el más extendido en Europa.
En 532 d.C., Dionisio el Exiguo, un monje de origen sirio que vivía en un convento de Roma, matemático y teólogo, tras profundos estudios de la Biblia y de las fuentes históricas, llegó a la conclusión de que Jesucristo había nacido el 25 de diciembre del año 754 a.u.c., y propuso que dicho año fuera llamado 1 a.D. (anno Domini), es decir, el año 1 del Señor. El clero difundió rápidamente este sistema de datación, si bien su introducción oficial tuvo lugar en épocas muy distintas en cada país. Por ejemplo, Carlomagno decretó su uso el mismo año de su coronación, que, de 1554 a.u.c., pasó a ser el año 800 a.D.
Los eruditos siguieron usando el sistema a.u.c. para
numerar
los años hasta el 753 a.u.c. y, a partir de aquí,
consideraban
que empezaba la Era Cristiana, con lo que el año
siguiente
pasaba a ser 1 a.D. No fue hasta el siglo XVII que los
historiadores
empezaron
a nombrar los años anteriores al 1 a.D. contando hacia
atrás.
Por aquellas fechas, el sistema de numeración
arábigo
estaba
plenamente difundido y los matemáticos hacía mucho
tiempo
que manejaban con soltura los números negativos, pero
parece ser
que los historiadores no, lo que les llevó a cometer un
crimen
contra
la Humanidad: impusieron la costumbre de que el año
anterior al
1 a.D., esto es, el año 753 a.u.c., pasara a ser el año
1
antes de Cristo, en siglas 1 a.C., tras el cual venía
el
año
1 a.D o, equivalentemente, el año 1 d.C. (año 1
después
de Cristo). Dicho así puede sonar razonable, pero el
crimen
queda patente si miramos la tabla de conversión resultante:
750 a.u.c |
- |
4 a.C. |
751 a.u.c |
- |
3 a.C. |
752 a.u.c |
- |
2 a.C. |
753 a.u.c |
- |
1 a.C. |
754 a.u.c |
- |
1 d.C. |
755 a.u.c |
- |
2 d.C. |
756 a.u.c |
- |
3 d.C. |
757 a.u.c |
- |
4 d.C. |
¡No hay año cero! Este atentado contra el álgebra elemental puede inducir a mil equívocos y errores a quien no sea consciente de sus múltiples consecuencias. Por ejemplo, si la temperatura pasa de 4 grados bajo cero a 4 grados sobre cero el aumento ha sido de 8 grados, pero entre el año 4 a.C. y el año 4 d.C. no han transcurrido 8 años, sino sólo 7 (porque falta el año 0), tal y como se ve claramente si pensamos que estamos hablando de los años 750 a.u.c. y 757 a.u.c.
Entre los errores más sonados a este respecto figura la celebración del bismilenario de Augusto. En efecto, todos los historiadores coinciden en que Augusto nació el año 63 a.C. Si hubiera año cero, el bismilenario se cumpliría el año -63+2000 = 1937, pero así hemos contado un año inexistente, luego nos falta uno más para tener los dos mil. La fecha correcta, es, pues, el año 1938. Sin embargo, Mussolini, en su campaña de exaltación de la Roma Imperial, celebró en 1937 el citado bismilenario, con toda la magnificencia y los faustos propios de la Italia de la época. Un profesor de la Universidad de Oxford, J.K. Fotheringam, hizo notar la equivocación, lo que suscitó rabiosas reacciones de la jerarquía fascista (que, por supuesto, se negó a reconocer el error). De hecho, era la tercera vez que los literatos, historiadores y políticos italianos metían la pata, pues lo mismo les había sucedido con los bismilenarios de Virgilio y Horacio (que se cumplían en 1931 y 1936, respectivamente, pero se celebraron también con un año de antelación, eso sí, más discretamente).
Recientemente, los principales beneficiarios de la sociedad de consumo fomentaron la incultura popular al propagar la peregrina idea de que el 1 de enero del año 2000 empezaban el siglo XXI y el tercer milenio de la Era Cristiana. El siglo I comprende los 100 primeros años de la Era Cristiana, de modo que abarca el periodo comprendido entre el 1 de enero de 1 d.C. y el 31 de diciembre de 100 d.C., por lo que el siglo II da comienzo el 1 de enero de 101 d.C., el siglo III da comienzo el 1 de enero de 201 d.C. y así, el siglo XXI empezó el 1 de enero de 2001. Igualmente, el primer milenio de la Era Cristiana comprende los mil primeros años, es decir, el periodo comprendido entre el 1 de enero de 1 d.C. y el 31 de diciembre de 1000 d.C., con lo que el segundo milenio comenzó el 1 de enero de 1001 d.C. y el tercer milenio comenzó el 1 de enero de 2001.
Notemos, en cambio, que el criterio es diferente para los siglos y milenios anteriores a Cristo. Igual que no hay año cero, tampoco hay siglo cero, de modo que el siglo I a.C. comprende los 100 años anteriores al 1 d.C., esto es, el periodo comprendido entre el 1 de enero de 100 a.C. y el 31 de diciembre de 1 a.C. Así, el siglo I a.C. empieza en el año 100 a.C. y el siglo XX a.C. empieza en el año 2000 a.C.
Desgraciadamente, el sistema vigente de numeración de los años está tan extendido que intentar modificarlo introduciendo un año cero es prácticamente impensable.
Para terminar, al respecto de la teoría de
Dionisio
el Exiguo diremos que no es imposible que Jesucristo naciera el 25
de
diciembre
del año 754 a.u.c. (o 1 d.C.), pero, desde luego, no pudo
ser
así
según la Biblia, pues ésta dice que Jesucristo
nació
durante el reinado de Herodes, el cual murió en el
año
750
a.u.c. (4 a.C.) Por otra parte, Jesucristo murió el
año
30
d.C., luego, si aceptamos la tradición de que murió
a los
33 años, su nacimiento debió de producirse
precisamente
en
4 a.C. Ahora bien, del mismo modo que no importa si Rómulo
fundó
o no Roma el año 1 a.u.c., el hecho de que Jesucristo haya
nacido
o no el año 1 d.C. tampoco tiene ninguna relevancia.
Por otra parte, debemos reconocer que es injusto en parte
atribuir
la responsabilidad del desaguisado a los historiadores del siglo
XVII,
que se encontraron con que "el mal ya estaba hecho", pues el
año
que podría haber sido considerado de forma natural como
año cero ya estaba inamoviblemente asentado como año
1
a.D., y hubiera resultado artificial llamar año cero al
año anterior al nacimiento de Cristo. La "culpa", pues,
recae
sobre Dionisio el Exiguo, que a su vez podría argüir
en su
defensa que en su época se desconocía el
número
cero. Por otra parte, no es menos cierto que, si los
matemáticos
del siglo XVII hubieran sido aficionados a la historia, no
habrían dudado un instante en sacrificar la naturalidad a
la
aritmética y hubieran llamado año cero al año
753
a.u.c. como un artificio conveniente más de los muchos que
emplean los matemáticos (del estilo de 50
= 1, 0! = 1, etc.)
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