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LA REFORMA PROTESTANTE
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En 1527 el rey Fernando I de Bohemia fue reconocido como rey Fernando I Hungría por una parte del país, mientras la otra reconocía a Juan Zápolya.

La reforma había triunfado entre la burguesía sueca, hasta el punto de que el rey Gustavo I logró que la dieta de Västerås declarara supeditada al Estado la Iglesia Sueca, así como la confiscación sus bienes en beneficio del tesoro (que estaba vacío) y de la nobleza (que así no tuvo nada que objetar).

Erasmo de Rotterdam publicaba su Ciceronianus, en el que prevenía contra "Esos simiescos imitadores de Cicerón", dados a la pedantería y a un servilismo imitativo de la antiguedad clásica, así como contra los peligros del neopaganismo. Erasmo insistía en que las letras clásicas debían estar al servicio del cristianismo.

En la universidad de Basilea obtuvo una cátedra de medicina un médico de treinta y cuatro años, nacido en un pueblo cercano a Zurich, llamado Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso. Rompiendo con la tradición de enseñar en latín, usó en su lugar la lengua alemana y, como parte de su enseñanza, quemó públicamente los libros clásicos de Galeno, Avicena, etc., con cuyas doctrinas discrepaba drásticamente.

Alberto Durero publicó un tratado sobre fortificaciones, que sería utilizado en los años siguientes por muchas ciudades alemanas preocupadas por la amenaza turca.

Ese año murió, exiliado en Marruecos, Boabdil, el rey de Granada derrocado por los Reyes Católicos.

En la India, varios jefes de clanes, que hasta entonces habían gobernado con cierta independencia del sultanato de Delhi, se enfrentaron a Báber, pero fueron derrotados. Báber se proclamó sultán de Delhi, el primero de la llamada dinastía mongola.

En Vietnam se produjo un cambio dinástico cuando la familia Mac usurpó el trono a los Le. Sin embargo, algunas regiones permanecieron fieles a los Le y empezó una guerra civil.

El gobierno de La Española fue puesto en manos de la audiencia de Santo Domingo, al frente de la cual se puso al obispo de la ciudad, Sebastián Ramírez de Fuenleal. Durante su mandato, reorganizó la hacienda, castigó a los autores de malos tratos a los indios y propugnó la sustitución de las encomiendas por el cobro de tributos a los indígenas.

Almagro volvió junto a Pizarro con los refuerzos que había ido a buscar y, con ellos, pudieron alcanzar el extremo norte de lo que, de acuerdo con la leyenda que perseguían, llamaron Perú, y así se sigue llamando. Aunque no obtuvieron información profunda sobre la estructura del Imperio Inca, tuvieron noticia de la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa y, desde luego, comprendieron que se encontraban ante una civilización sólida y organizada, contra la que nada podían hacer de momento. Por ello decidieron regresar a Panamá. Allí trataron de convencer al gobernador, Pedro de los Ríos, para que financiara la conquista de Perú, pero éste les negó toda ayuda.

Mientras tanto, Francisco de Montejo empezó a asignar repartimientos de indios en el Yucatán y, cuando los mayas comprendieron en qué consistía eso, no les gustó, y empezaron las sublevaciones. Montejo contaba con 380 hombres y 57 caballos, pero, a diferencia de Cortés en México, no contaba con ningún apoyo nativo. Su única ventaja era que los mayas estaban divididos en cacicatos rivales, pero, aún así, sus efectivos iban mermando en cada combate. En su retirada, los españoles llegaron a la ciudad de Chetumal, donde encontraron a Gonzalo Guerrero, el náufrago que se había negado a ser rescatado por Cortés por haberse integrado en la sociedad maya. Montejo pensó que se pondría de su parte, pero Guerrero había ascendido a nacom (un grado de oficial) y organizó a los mayas contra los españoles, con la ventaja de que conocía su forma de combatir. Montejo y sus hombres tuvieron que huir de nuevo, pero Guerrero los siguió con una flotilla para defender a los mayas de la zona a la que se dirigían los españoles, pero un disparo de arcabuz acabó con su vida. Aun así, Montejo tuvo que abandonar el Yucatán con los pocos hombres que le quedaban, y en 1528 marchó a México en busca de refuerzos.

En enero, tras varios meses de reclusión, el Papa Clemente VII decidió que le convenía más estar a buenas con el emperador Carlos V, y abandonó la liga de Cognac.

Agobiado por problemas económicos, Carlos V concedió el gobierno de Venezuela a los banqueros Welser, que ya habían obtenido unos años atrás algunos privilegios para el comercio con América. Las capitulaciones actuales les eximían de ciertos impuestos y les permitían esclavizar a los indios rebeldes, así como importar negros para trabajar en las minas. Por su parte, los Welser tenían que fundar dos ciudades y edificar tres fortalezas.

Andra Doria se encontraba asediando Nápoles junto con la armada francesa, pero, descontento de la situación de su patria, Génova, bajo el dominio francés, decidió cambiar de bando. Empleó sus naves para atacar una escuadra francesa que acudía para apoyar el asedio. Los franceses, pillados por sorpresa, tuvieron que retirarse. Desde ese momento, Doria puso su flota al servicio de Carlos V, al que reclamó la libertad de Génova. El emperador le encargó a él mismo ocuparse de ahuyentar a los franceses de la república, cosa que hizo rápidamente, y aprovechó para introducir algunas reformas políticas que redujeran las rivalidades entre las grandes familias mediante el establecimiento de un gobierno oligárquico estable. A partir de ese momento, los banqueros genoveses fueron adquiriendo cada vez más preponderancia en las finanzas del Imperio. Carlos V nombró virrey de Nápoles al príncipe Filiberto de Orange. Por otra parte, los franceses ocuparon el Milanesado.

El duque Antonio de Lorena tenía un hermano llamado Claudio, que hacía veinte años había heredado el condado de Guisa de una prima suya. Entonces decidió integrar en Francia su condado, y ahora el rey Francisco I lo nombraba duque de Guisa.

La expedición de Sebastián Caboto, después de haber explorado el río Paraná sin encontrar la plata que buscaba, se adentró por el Uruguay y luego por su prolongación, el Paraguay.

Álvaro Saavedra llegó a las Molucas y a un territorio al que, debido a que sus habitantes le recordaban a los negros de África, llamó Nueva Guinea.

Alberto Durero murió mientras su Tratado de las proporciones del cuerpo humano estaba en la imprenta.

Mamadú Turé, ciego desde hacía casi diez años, fue asesinado por sus hijos, que en los años siguientes se fueron matando unos a otros por el Imperio Songhai.

En febrero llegó a París Ignacio de Loyola, tras cinco meses de viaje a pie desde Salamanca. Allí perfeccionó sus estudios de latín.

En abril llegó a Florida Pánfilo Narváez. Desde allí inició una expedición hacia el interior en la que llegó hasta los montes Apalaches. Luego marchó hacia el suroeste hasta alcanzar la costa, donde construyó unos barcos, pero una tormenta los destrozó contra la costa. Narváez murió junto con la mayor parte de sus hombres. Los supervivientes, conducidos por Cabeza de Vaca, no tardaron en ser capturados por los indios.

El rey Jacobo V de Escocia, a sus dieciséis años, logró deshacerse de la tutela nobiliaria. Los intentos intervencionistas de Enrique VIII de Inglaterra lo decantaron hacia el partido francófilo dirigido por el cardenal David Beaton.

Enrique VIII había contratado excelentes ingenieros que le estaban construyendo una poderosa flota con fines comerciales. Entre sus principales capitanes se encontraba William Hawkins, que inició el comercio con Guinea y Brasil. En Brasil murió Giovanni da Verrazzano, que había partido del Francia el año anterior, al frente de una nueva expedición.

También murió ese año el conde Juan IV de Egmont, que fue sucedido por su hijo Lamoral, de seis años.

Berna se sumó a los cantones suizos que acogían la reforma.

Baltasar de Castiglione publicó El cortesano, más de diez años después de haberla acabado, aunque en ese plazo la pulió y revisó profundamente.

Ante los obstáculos que les ponía el gobernador de Castilla del Oro, Pizarro y sus socios decidieron que el primero viajara a España para solicitar el apoyo de la Corona. Mientras hacía gestiones para ser recibido por el Emperador, Pizarro conoció a Hernán Cortés, que también estaba resolviendo sus problemas legales. Entre las acusaciones que pesaban sobre él estaban las de haber intervenido en la muerte de los jueces Ponce de León y Aguilar, e incluso en la de su propia esposa, Catalina Juárez). Cortés se convirtió en el modelo a seguir para Pizarro, que reafirmó su proyecto de lograr en Perú lo que Cortés había logrado en México.

Finalmente, la Corona exoneró a Cortés de todos los crímenes que se le imputaban, pero no le devolvió el gobierno de Nueva España, que fue asignado a una audiencia constituida en diciembre, bajo la presidencia de Nuño Beltrán de Guzmán, que relevó al juez Alonso de Estrada.

En 1529 Muhammad Báber se consolidó definitivamente como sultán de Delhi al derrotar a una coalición afgana dirigida por Mahmud Lodi.

Ese año murió en Toledo el conde Baltasar de Castiglione.

Ignacio de Loyola llevaba varios años escribiendo un tratado titulado Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea, más brevemente conocido como el Libro de los ejercicios espirituales. Constituye un auténtico lavado de cerebro al estilo de las sectas modernas. Veamos, por ejemplo, el ejercicio quinto, sobre el infierno:

El primer preámbulo, composición, que es ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del infierno. El segundo será demandar lo que quiero; sará aquí pedir interno sentimiento de la pena que padecen los dañados, para que, si del amor del Señor eterno me olvidara por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado. El primer punto será ver, con la vista de la imaginación, los grandes fuegos y las almas como en cuerpos ígneos. El segundo oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y contra todos los santos. El tercer punto será oler con el olfato humano piedra-azufre, sentina y cosas pútridas. El cuarto, gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme gusano de la consciencia. El quinto tocar con el tacto, es a saber, como los fuegos tocan y abrasan las ánimas. Haciendo un coloquio a Cristo Nuestro Señor, traer a la memoria las ánimas que están en el infierno, unas porque no creyeron en el Advenimiento, otras, creyendo, no obraron según sus mandamientos: haciendo tres partes, la primera antes del Advenimiento, la segunda en su vida y la tercera después de la vida en este mundo; y con esto, darle gracias porque no me ha dejado caer en ninguna de éstas, acabando de mi vida. Asimismo, como hasta ahora ha tenido de mi tanta piedad y misericordia, acabando con un Pater noster.

Terminan con dieciocho reglas, de entre las que cabe destacar:

En París tradujo los ejercicios a un latín peor aún que el castellano original, y los dio a leer a algunos compañeros, e incluso a algunos profesores. Como resultado, fue acusado nuevamente de presunta herejía, aunque esta vez fue absuelto. (No cabe duda de que cualquier cristiano en sus cabales que leyera los Ejercicios experimentaría la tentación de abandonar la Santa Madre Iglesia Hierárquica, pero también era evidente que no era ésa la intención del autor, por lo que no se le podía tachar de hereje.) Vivía de la caridad, y ese año realizó un viaje a Flandes para mendigar a otros que no lo conocieran ya. Visitó Brujas, donde conoció a Juan Luis Vives, que, poco después de casarse, había abandonado Inglaterra para instalarse en dicha ciudad, donde vivía la familia de su esposa, unos comerciantes de origen valenciano. Su matrimonio lo había llevado a reflexionar sobre la figura del marido, y publicó sus conclusiones en su tratado De officio mariti, que complementaba a su De institutione feminae christianae. También publicó por estas fechas un tratado sobre política titulado De concordia et discordia in humano genere. Ignacio de Loyola no vio con buenos ojos su erasmismo.

Álvaro Saavedra trató de regresar a México desde Nueva Guinea, pero murió en el Pacífico. Los intentos de los españoles de arrebatar a los portugueses el control sobre las Molucas habían sido vanos, así que, el 22 de abril, España y Portugal firmaron el tratado de Zaragoza, por el que se establecía una segunda línea divisoria, complementaria de la estipulada en el tratado de Tordesillas, situada aproximadamente a 150º de longitud este. Esto dejaba las Molucas en la zona portuguesa, por lo que Portugal compensó a España con una importante suma de dinero. Ahora ya podía decirse con precisión que el mundo era español en un 45% y portugués en un 55%, al menos, suponiendo que nadie tuviera nada que objetar a este acuerdo bilateral.

La catedral de Basilea estaba a cargo del pastor Johannes Hausschein, más conocido por la versión griega de su apellido: Ecolampadio, quien, pese a la oposición de los católicos, introdujo en la ciudad el culto establecido por Zuinglio. Erasmo abandonó la Basilea evangelista por los mismos motivos que ocho años atrás había abandonado la católica Lovaina. Se retiró a Friburgo. Zuinglio trató de imponer la reforma a los cantones católicos y dirigió un enfrentamiento armado contra ellos junto a la aldea de Kappel.

En Suecia, se celebró el concilio de Örebro, en el que Olaus Petri logró que el clero aceptara la reforma, como ya la habían aceptado la nobleza y la burguesía, lo que supuso la ruptura definitiva con Roma. La jerarquía eclesiástica quedaba supeditada al obispo de Uppsala, que a su vez dependía del rey.

Las posiciones de Lutero y Zuinglio eran cada vez más divergentes. Zuinglio estaba organizando Suiza para hacer frente tanto al emperador como al Papa, mientras que Lutero era partidario de dar al César lo que es del César y mantener la religión apartada de la política, de forma que los príncipes alemanes pudieran sentirse cómodos (o, mejor aún, beneficiados) con la reforma y le prestaran su apoyo. Pese a ello, Lutero quiso hacer lo posible por evitar una ruptura en la Iglesia Evangelista y aceptó acudir con Melanchthon a un coloquio que convocó en Marburgo el landgrave Felipe de Hesse, quien había dicho abiertamente al emperador que se dejaría quitar vida y hacienda antes que claudicar de sus ideas religiosas.

En materia teológica, los reunidos convinieron en todos los puntos excepto en la interpretación del sacramento de la eucaristía. Ya el primer día, Lutero escribió con tiza sobre la mesa el texto evangélico: "Éste es mi cuerpo", pero Zuinglio afirmaba que las palabras de Jesús significaban "Este pan representa mi cuerpo", pero sin que hubiera que entender que era el mismo cuerpo. Jesús había dicho también "Yo soy la puerta, yo soy la vid, yo soy el pastor", sin hacerse puerta, vid o pastor. Así pues, no había por qué suponer una transubstanciación en la eucaristía. No obstante, Zuinglio añadía que la fe del creyente provoca una verdadera presencia de Cristo en el momento de la comunión. "No hay verdadera fe sin actual contacto del alma con Cristo". El pan y el vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo, como símbolos, la presencia del cuerpo y la sangre en la comunión es real, pero proviene de la fe del creyente, y no del sacramento del sacerdote.

Lutero no aceptaba estos argumentos, aunque no tenía la preparación necesaria para rebatirlos con argumentos teológicos serios, valga la contradicción. Por otra parte, el hecho de que estuvieran de acuerdo en todo menos en este punto, era para él prueba inequívoca de que el diablo estaba confundiéndolos, y le aterraba no estar seguro de si el confundido era él o Zuinglio. El lector ingenuo que se pregunte quién tenía razón debería tener presente que es prácticamente seguro que Jesús jamás dijo "éste es mi cuerpo", ya que el origen histórico de la eucaristía hay que buscarlo probablemente en las religiones mistéricas griegas, y los cristianos la idearon años después de la muerte de Jesús, principalmente a través de san Pablo, que fue también el inventor de la teoría de la redención para dar sentido a la muerte del Mesías.

El coloquio terminó cuando los reunidos firmaron su conformidad en catorce puntos de los quince tratados. Estos puntos son el núcleo de la doctrina evangélica, que puede resumirse así: El cristiano nace con la mancha del pecado de Adán y, por ello, no es digno de la gloria del Cielo. Para limpiarse del pecado, Jesús hubo de morir en la cruz y, con su sangre, lo dejó más blanco que un cordero. Por su parte, el cristiano no tiene más que creer en este misterio (en que la sangre de Jesús es lo único que puede redimirlo). Las buenas obras son un resultado de la fe, pero no ayudan en modo alguno a conseguir la salvación. La salvación es gratuita. Además, tanto la fe como la gracia, son dones que el creyente obtiene directamente de su Salvador, sin intermediarios. Los sacerdotes y la jerarquía eclesiástica son parte de la administración de la Iglesia, pero no pueden hacer nada para conducir las almas ante el trono de Dios. Todos los creyentes son iluminados igualmente por Dios, de forma que un hombre sencillo es tan apto como el Papa para interpretar la Biblia. La Biblia es la única revelación divina. La lectura de los Santos Padres puede ser edificante, pero hay que tener en cuenta que a menudo éstos se contradicen entre sí y se combaten unos a otros, signo claro de que no son infalibles, como tampoco lo son el Papa o los concilios.

El 25 de julio, Francisco Pizarro firmó capitulaciones para la conquista de Perú, o Nueva Castilla. Por ellas recibía los títulos de gobernador, capitán general, adelantado y alguacil de los territorios otorgados. Almagro era nombrado alcalde de Túmbez (la región peruana que ya habían visitado) y Luque recibía la dignidad de arzobispo mayor y protector de indios. Los "trece de la fama" recibían el título de hidalgo y de caballeros de la espuela dorada. 

Isabel Freyre, la amada de Garcilaso de la Vega, contrajo matrimonio con Antonio de Fonseca, matrimonio al que la literatura castellana debe muchos versos apasionados: ¡Quién pudiera hartarse / de no esperar remedio y de quejarse! El poeta zarpó rumbo a Génova, acompañando al emperador Carlos V. Luego se unió al ejército que el príncipe Filiberto de Orange dirigió contra Florencia. La ciudad no pudo contar con el apoyo de sus aliados, ya que la liga de Cognac murió definitivamente con la rendición de Francia. El 5 de agosto, Luisa de Saboya, en nombre de su hijo, Francisco I de Francia, y Margarita de Austria, en nombre de su sobrino, Carlos V, firmaron la paz de Cambrai, también conocida como paz de las damas. En ella Carlos V renunciaba a sus pretensiones sobre el ducado de Borgoña, mientras que Francisco I le cedía sus derechos sobre Flandes y renunciaba a sus pretensiones italianas. Francisco II Sforza fue restaurado como duque de Milán, tras rendir vasallaje al emperador. El rey francés hubo de pagar un fuerte rescate por sus hijos, retenidos como rehenes en España desde hacía tres años. También se concertó el matrimonio entre Francisco I y Leonor, la hermana de Carlos V, viuda del rey Manuel I de Portugal.

Ahora que Carlos V volvía a mantener buenas relaciones con el Papa Clemente VII, trató de retractarse de las libertades de culto que había concedido tres años atrás a los reformistas. No se atrevío a abolirlas, pero prohibió que los luteranos predicaran la reforma en los estados católicos. Los príncipes alemanes, divididos en Luteranos y Zuinglianos, se pusieron de acuerdo en la dieta de Spira para protestar por esta medida, y desde entonces los reformistas son más conocidos por el nombre de protestantes. Lutero publicó su Pequeño catecismo y su Gran catecismo.

Mientras tanto, el rey Fernando I de Bohemia y Hungría luchaba por dominar efectivamente el territorio húngaro. Teóricamente luchaba contra su rival, Juan Zápolya, pero en la práctica lo hacía contra el sultán Solimán I el Magnífico, que dominaba gran parte de la cuenca del Danubio y avanzó hasta asediar Viena, si bien fue derrotado y tuvo que retirarse de Austria.

Finalmente, el rey Enrique VIII de Inglaterra anunció su decisión firme de divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón, pero el Papa se negó a concederle la anulación (en segundo lugar porque consideraba que contradecía la indisolubilidad del matrimonio, y en primer lugar porque consideraba que contradecía a la voluntad del emperador, para el cual dicho matrimonio era un nexo muy valioso entre Inglaterra y España). Como el cardenal Wolsey no se mostró muy colaborador con la decisión del rey, fue privado de la mayoría de sus cargos, y exiliado en York. Thomas More lo sucedió como canciller del reino, siendo así el primer laico en ocupar dicho puesto.

Al servicio del cardenal Wolsey se encontraba el conde de Essex, Thomas Cromwell. Se había enriquecido con el comercio de la lana y ahora ejercía de prestamista y de consejero de finanzas. La caída de su señor no le perjudicó, pues había sabido ganarse la confianza del rey. Al contrario, ese mismo año entró en el parlamento.

La expedición de Sebastian Caboto se encontró en el Río de la Plata con la de Diego García de Moguer y ambas decidieron unirse. Al principio Caboto y García de Moguer rivalizaron por el liderazgo, pero no tardaron en darse cuenta de que en realidad no había nada por lo que discutir, ya que no habían encontrado nada. Cuando el fuerte de Sancti Spiritus fue destruido por los indios, ambos decidieron regresar a España.

A Santa Marta llegó García de Lerma, el gobernador designado para sustituir al difunto Rodrigo de Bastidas. El gobernador interino, Pedro de Heredia, regresó a España. Lerma combatió, por lo general sin éxito, a los indios honda y taironas y envió varias expediciones hacia el interior.

Francisco de Montejo salió de Nueva España al frente de una nueva expedición para conquistar el Yucatán. Esta vez iba acompañado de su hijo Francisco y de su sobrino, quienes recorrieron la península buscando en vano un lugar adecuado para establecer una capital.

Guatemala ya estaba prácticamente dominada por los españoles, a pesar de que algunas tribus indias seguían ofreciendo una encarnizada resistencia. La zona sur de la región fue dominada desde la ciudad de San Salvador. Cuando Pedro de Alvarado regresó a América, tras haber recibido en España su nombramiento como gobernador de Guatemala, desembarcó en Veracruz, y poco después fue encarcelado y procesado por Nuño Beltrán de Guzmán, el presidente de la audiencia de Nueva España, que abrió también un proceso contra Cortés, el cual permanecía aún en España. Guzmán, junto con sus oidores, Matienzo y Delgadillo, se había apoderado de las propiedades de los conquistadores y forzaba a los indios a trabajar en las minas de oro. Todo ello le valió la oposición del franciscano Juan Zumárraga, que denunció su tiranía a la metrópoli. En noviembre la Corona dio el título de virrey de Nueva España a Antonio de Mendoza, con la misión de acabar definitivamente con las irregularidades en el gobierno de la colonia. El título de virrey tenía un poder "psicológico" adicional del que carecían otros cargos, ya que era un representante del rey en persona, tenía su misma autoridad y debía recibir exactamente el mismo trato que si fuera el propio rey. Así, por ejemplo, todos debían quitarse el sombrero en su presencia y sólo él podía permanecer cubierto.

Tras enterarse de su destitución, Nuño Beltrán de Guzmán partió en diciembre a la conquista de la región situada al noroeste de lo que había sido el imperio Azteca, que fue bautizada como Nueva Galicia, con cuyo gobierno pensaba consolidar su posición.

En 1530 Florencia se rindió ante el ejército imperial, aunque el príncipe Filiberto de Orange murió a sus veintiocho años durante la campaña. Carlos V nombró duque hereditario de Florencia a Alejandro de Médicis. El principado de Orange fue heredado por Claudia, la hermana de Filiberto, que estaba casada con el conde Enrique III de Nassau, y transmitió el título a su hijo Renato, de once años.

Carlos V cedió la isla de Malta a la orden del Hospital, que había sido evacuada de Rodas ocho años atrás, cuando fue tomada por los turcos. Desde entonces, la orden se conoce también como orden de Malta. Su nombre oficial es Orden soberana militar y hospitalaria de san Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.

En Florencia trabajaba Miguel Ángel, que había empleado catorce años en terminar el que (al no haber completado el sepulcro del Papa Julio II) es su conjunto escultórico más monumental: el formado por los sepulcros de Lorenzo y Juliano de Médicis. Los dos últimos años había trabajado también como ingeniero para la fortificación de la ciudad, y ahora los enemigos de la caída república quisieron asesinarlo, por lo que tuvo que huir a Venecia.

Además de Filiberto de Orange, ese año murieron:

El Papa Clemente VII coronó emperador a Carlos V en Bolonia. Garcilaso de la Vega asistió a la ceremonia, y en abril embarcó de vuelta a España, donde la reina Isabel lo envió a Francia como parte de la embajada destinada a felicitar a su madrastra (y ahora cuñada) Leonor, por su matrimonio con el rey Francisco I de Francia, que se había celebrado poco antes.

Durante su estancia en Italia, Carlos V ascendió a duque de Mantua al hasta entonces marqués Federico Gonzaga. Luego marchó a Alemania, donde trató de resolver las diferencias doctrinales entre católicos y protestantes en la dieta de Augsburgo. El Papa no envió ningún representante y se negó a aceptar cualquier conclusión que acordara la dieta. Por su parte, Lutero no pudo asistir porque seguía pesando sobre él la condena del emperador, pero, a petición del príncipe elector Juan de Sajonia, dirigió la elaboración de la llamada confesión de Augsburgo, cuya redacción última, compuesta de veinticinco artículos, en latín y en alemán, corrió a cargo de Melanchthon, que adoptó un estilo conciliador. Fue también Melanchthon quien la expuso en la dieta, que inició sus sesiones el 21 de junio. El emperador encargó a los teólogos católicos que la refutaran, y Melanchthon replicó a la refutación con una Apología, Carlos V se negó a recibirla y dio a los protestantes un plazo de seis meses para ponerse de acuerdo con el Papa. Por su parte, las ciudades de Estrasburgo, Memmingen, Constanza y Lindau presentaron a la dieta la Confessio tetrapolitana, en cuya redacción participó Martín Bucero.

A la dieta de Augsburgo asistió un joven español de diecinueve años llamado Miguel Servet. Unos meses antes había terminado en Tolosa sus estudios de derecho y ahora era secretario de fray Juan de Quintana, el confesor de Carlos V. Intersado en la polémica religiosa, afirmó que se encontraba nec cum istis, nec cum illis (ni con los unos ni con los otros), y se instaló en Basilea dispuesto a poner por escrito sus opiniones. Inmediatamente chocó con Ecolampadio, que en una carta a Zuinglio dijo de Servet que era altanero, orgulloso y disputador.

Jacques Lefèvre d'Etaples redactó la primera traducción al francés del Nuevo Testamento. Poco después abandonó Estrasburgo para dirigirse a Nérac, en Francia, bajo la protección de la reina Margarita de Navarra (la hermana del rey Francisco I de Francia). Su discípulo, Guillaume Farel, convirtió al protestantismo el principado de Neuchâtel, limítrofe con la Confederación Helvética, que pertenecía a la casa de Orleans.

Por otra parte, Antonio María Zaccarià, un médico italiano de veintiocho años recientemente ordenado sacerdote, fundó la orden de los clérigos regulares de san Pablo, con el propósito de renovar el clero en el seno del catolicismo.

Un filólogo y humanista francés llamado Guillaume Budé convenció al rey Francisco I para que fundara el Colegio de los lectores reales, un cuerpo de profesores de hebreo y lenguas clásicas, remunerados por el estado. El año anterior, Budé había publicado unos Commentaires sur la langue grecque, y tiempo atrás había escrito el tratado De asse, sobre monedas antiguas.

El gobernador persa de Bagdad decidió someter la ciudad a la soberanía turca, pero el sha Thamasp I logró reconquistarla, a raíz de lo cual, el sultán Solimán I le declaró la guerra.

Andrea Doria atacó Argel, el cuartel general del pirata Barbarroja, aunque no consiguió tomarla.

Los españoles llevaron un gran contingente de esclavos negros a San Juan de Puerto Rico, para fomentar la agricultura, hecho que se repetiría en los siglos siguientes cada vez que escaseó la mano de obra.

Pietro Bembo estaba ahora en Venecia, donde el año anterior había sido nombrado bibliotecario de San Marcos. Ahora publicaba sus Rimas, inspiradas en petrarca, y destinadas a ejemplificar su doctrina sobre el valor literario de la lengua italiana.

El saco de Roma
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