Economía y ecología |
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EL MUNDO, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2008 - Columna 37
Economía y ecología
JOSÉ LUIS RUBIO
Las posiciones de resistencia ante la percepción ambientalista van desapareciendo por unos u otros motivos. Recuerdo la postura inicial de algunos sectores sociales y políticos de clara desconfianza hacia la incipiente sensibilidad ambiental, al considerar que atacaba al desarrollo económico y ponía en peligro empleo y puestos de trabajo. Volver a las cavernas, decían. Evidentemente esto no ha sido así porque en el fondo, el ecologismo, como movimiento social surgido en los países económicamente opulentos, no ha incidido en el desarrollo en sí, sino en la reorientación del mismo.
Paulatinamente, la necesidad de un cambio de rumbo en nuestra relación con el entorno y en la utilización de los recursos naturales, ha ido incorporándose y afianzándose como un valor en sí mismo y no como una moda pasajera. Quedaba pendiente la economía. Sector que, en general, ha mostrado un enfrentamiento radical y beligerante frente al ambientalismo. Sin embargo su posicionamiento está cambiando. Hoy día se reconocen universalmente los logros del modelo económico todavía vigente, pero también se percibe el callejón sin salida al que está abocado. Un medio finito y concreto y que funciona como un sistema cerrado, no admite un crecimiento infinito, un consumo desmedido de recursos no renovables, una sobrepresión-degradación de elementos básicos como agua, suelo y aire, y un crecimiento exponencial de residuos. Este modelo económico tiene sus días contados, pero lo curioso e interesante es que además, puede convertirse en una enorme fuerza que afianzará y consolidará el paradigma ambientalista. Ironías de la vida. Desde luego, el cambio no va a producirse por motivos altruistas de amor a florecillas y animalitos, sino por pura coherencia con las leyes del mercado capitalista. Hoy día se vislumbran importantes beneficios económicos ligados al ambientalismo. La empresa está cambiando su percepción. La visión económica de la temática ambiental como una interminable lista de restricciones, legislaciones, normativas, impedimentos y prohibiciones, ha pasado a ser una fuente de opciones de mercado y de innovación. Este cambio de apreciación puede convertirse en una fuerza de tremendas y positivas consecuencias. Tiene mucho sentido que incentivos de mercado, ventajas legales y desde luego, beneficios económicos, puedan impulsar revolucionarios cambios hacia una economía progresiva y deseablemente más sostenible. El mercado y sus ofertas, de forma solapada, influirá en pautas ciudadanas más respetuosas con el medio ambiente. Se puede influir en las materias primas, en los procesos de fabricación, en el consumo yen el reciclaje y reutilización. Las fuertes inversiones que empresas mundiales están dedicando a sectores como el energético, medios de transporte, depuración, reciclaje y tecnologías limpias, auguran cambios sustanciales en la problemática ambiental. Es sorprendente lo que pueden conseguir las implacables leyes de mercado. Incluso pueden reconciliar a enemigos irreconciliables. El dinero lo puede casi todo, hasta convertir en conversos ecologistas a los otrora inclementes patronos de empresa. Si el resultado va a ser positivo, bienvenidos a la era de la bio-economía. |