Rotondas prodigiosas |
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EL MUNDO, 8 DE OCTUBRE DE 2008 - Columna 39
Rotondas prodigiosas
JOSÉ LUIS RUBIO
Las rotondas, al parecer, las inventaron os ingleses que en algunas cosas, ya se sabe, son muy finos. El trasplante a Iberia ha hecho furor en los últimos tiempos y contemplamos atónitos su crecimiento desbocado, su contribución al más puro arte de vanguardia y también las dificultades del conductor autóctono ante invento tan modernista.
Objetivamente, el evitar un cruce directo entre vías de gran circulación, parece una solución sensata. No lo es, tanto la obsesión por situar rotondas en todo cruce que se ponga a tiro, ni los alardes artísticos que nos deslumbran desde sus anillos centrales. Las rotondas parecen despertar los sueños dormidos de osados artistas todavía sin descubrir y sus pesadillas creativas más delirantes. El atrevimiento y el muestrario de ataques a la estética no tienen límite. Algunas rotondas incluyen imitaciones locales del rótulo de Hollywood por aquello del glamour y para que nos enteremos, sin lugar a dudas, de que estamos en tal pedanía. Otras incluyen extrañas esculturas que parecen haber sido planeadas por el sobrino del concejal, de cinco añitos de edad. Otras son más pragmáticas. Nada de gastos en mantenimiento. Directamente las embaldosan o las pavimentan, pero eso sí, añadiendo pintura verde ecológica o zonas con gravilla de distintos colores primorosamente combinados. También se ve alguna que otra exhibición escultural con composiciones que desafían las leyes de la física, de la gravedad y del raciocinio. Ya quisiera Iturralde con sus figuras imposibles. El catálogo de horrores es interminable. Un aparente arbusto seco, resulta ser una escultura moderna oxidada. Abundan motivos hortícolas o industriales locales elevados ala categoría de un Guggenheim. Otra especialidad son las composiciones azulejeras que ya querría el mismísimo Museo de Cerámica González Martí. También están las que representan el INRI ambiental con alardes empecinados de césped verdeverde a ultranza y jardinería de zonas húmedas. En estos casos se junta lo freaky decorativo, que algunas veces parece salido de una falla sin presupuesto, con una jardinería con aspiraciones florísticas de otros lares. Estos ajardinamientos requieren además un elevado coste de mantenimiento, en tiempo, recursos y mano de obra. En una zona de clima semiárido, con incidencia de sequías y escasez estructural de agua, el gasto en riego de jardinerías, ambientalmente no adecuadas, es difícil de justificar. Las corporaciones pierden la oportunidad de predicar con el ejemplo. Se debería establecer el «delito de las rotondas» para multar a los ayuntamientos que alumbren tales adefesios, estética y ambientalmente hablando. Y es que, ¿por qué no un sencillo y elegante ajardinamiento con especies mediterráneas? Afortunadamente hay mucho donde elegir. El número de plantas tapizantes, de medio porte, arbustivas y arbolillos, es variadísimo en morfología, tonos y floraciones. En el estrato arbóreo contamos con especies que son en si mismas monumentos naturales y que además aportan valores culturales y de identidad. Los resultados, en las rotondas que siguen estos planteamientos, son estéticamente muy gratificantes. Además, casi sin mantenimiento y, desde luego, sin despilfarro de agua. Mientras sigamos con la fiebre de las rotondas, la sencillez botánica y decorativa, podría ser un gran alivio a la enfermedad. |