EL MUNDO, 12 DE DICIEMBRE DE 2007
Metáfora de la encina José Luis Rubio PREMIO REY JAIME I http://www.uv.es/~jlrubio/ Las sobrias y elegantes encinas son un prodigio de adaptación a las duras condiciones que frecuentemente nos impone la naturaleza. Su vida no es fácil. Paciente y estoicamente integradas en el paisaje aguantan vientos gélidos, temperaturas tórridas o traidoras sequías. Y lo hacen con dignidad y sabiduría. Y precisamente sobre sabiduría trata esta metáfora. Cuando se siembra una semilla de encina, si el suelo es adecuado, pronto emitirá un pequeño y tierno brote. Después parece que no ocurre nada. Pueden pasar años y la plantita parece como paralizada, prácticamente sin crecimiento, y como indiferente. Sin embargo en el interior del suelo sí que están pasando cosas.
La aparente parálisis exterior de la planta no deja traslucir un esfuerzo oculto al que esta dedicando todas sus energías. La plántula no crece porque esta trabajando con toda su alma para tejer y desarrollar un potente sistema de raíces con el que conseguir arraigo y los elementos vitales de supervivencia.
Hasta que la encina no este satisfecha con su labor subterránea no se dedicará a ocuparse de su parte aérea. Cuando está segura de su arraigo en la tierra, entonces si que inicia su desarrollo visible, que será concienzudo, parsimonioso, hasta finalmente llegar a convertirse en una poderosa encina. El proceso será el resultado de un largo periodo de trabajo ulterior. En él, la encina orgullosa se despliega y durante cientos de años podrá desafiar inclemencias, adversidades y maltratos humanos, embelleciendo el paisaje y dando protección y cobijo a otras muchas formas de vida. Será un orgulloso árbol producto de la vida, que a su vez será protector de vida. Que lección de preparación y paciencia.
Siempre podemos aprender de la naturaleza. La paciente sabiduría de la encina nos está enseñando muchas cosas. Nos está diciendo que primero, y sea cual sea la situación, hay que estudiar el tema. Nunca mejor dicho: hay que estudiar el terreno. Luego hay que concentrarse, preparar una estrategia y, con mucha calma y dedicación, pasar a desarrollarla con maestría. Finalmente, cuando uno esta ya preparado, cuando se ha llegado al nivel de tener sólidas y profundas raíces, cuando se esta en el nivel de destreza, entonces si que realmente empieza la aventura.
La estrategia de la encina es la clave de su supervivencia y es la preparación para una larga vida centenaria de éxitos. Sin embargo la encina no es presuntuosa, ni pretende ir dando lecciones a nadie. Pero no lo hace mal, ¿verdad? Quizás podríamos imitarla. Desde luego si simplemente nos aplicáramos a nosotros mismos la base de este saber y filosofía, ¿que gran meta o empeño podría inquietamos o escapársenos?
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