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EL MUNDO, 23 DE ABRIL DE 2008

 

¿Limpiar el monte?

 

JOSÉ LUIS RUBIO
PREMIO REY JAIME I

 

http://www.uv.es/~jlrubio/

 

Cuando se producen incendios forestales que sacuden a la opinión pública y cuando se exigen medidas para su control, se suelen oír voces que claman por la necesidad de que el monte se mantenga “limpio”. Entiendo la irritación y el deseo de evitar incendios de esas voces indignadas, pero quizás no se paran a pensar en la dimensión y en lo injustificado de esas peticiones. El dominio forestal mediterráneo está constituido por una variada gama de formaciones vegetales, con predominio de estratos arbustivos y de matorral que se intercalan con formaciones arboladas, y que incluyen también estratos de herbazales y estepas. Todo ello constituye intrínsecamente el monte y todo ello desarrolla funciones esenciales para la supervivencia del mismo. Particularmente los herbazales, maquias y estratos arbustivos, aportan, entre otras, las siguientes funciones esenciales: fijación y retención del suelo, aporte de materia orgánica al mismo, mejora de la infiltración , fijación de gases con efecto invernadero, refugio y alimento a la fauna natural, atenuación de factores climáticos extremos, contribuyen a la riqueza en biodiversidad, pueden tener valor económico, contribuyen a la calidad paisajista y frenan los procesos de erosión y desertificación. ¿Hay que eliminar esas formaciones? Cualquier humilde especie del medio natural forestal no se desarrolla por casualidad. Es el resultado de un larguísimo proceso de pruebas y errores de la naturaleza que finalmente conduce a la estrategia ganadora que es la mejor adaptada y la que mejor desempeña sus funciones ambientales.

Por otra parte en el bosque no podemos aplicar el concepto de jardín de chalet. El monte es una formación natural con su intrínseca variedad y complejidad natural. No podemos pensar en una naturaleza delineada y mantenida como un jardín versallesco. Con independencia conceptual, existen también impedimentos materiales por la ingente dimensión y por los costes económicos de lo que se propone. Cuando se habla de limpiar el monte no se trata de limpiar un jardín, o una extensa parcela agrícola, o una ladera o incluso una finca, no, se habla de limpiar, nada menos que el monte.

La superficie forestal de la C V ocupa el 41 % de su territorio. Imagínense limpiar infinitas laderas, muelas , barrancos, mesetas, valles, colinas, cerros y serranías. El territorio es además abrupto, mal comunicado, de difícil acceso, escabroso, remoto e intrincado. Preparen, paguen y doten de medios de transporte, de útiles y de herramientas a multitud de brigadas forestales para cubrir un territorio de más de un millón de hectáreas. Si este ejército de desbrozadores arrasara formaciones vegetales enteras, tendríamos otro problema. El material eliminado, reseco y particulado, seria irónicamente un autentico polvorín. Por ello, necesariamente, habría que transportarlo fuera del monte, con unos costes elevadísimos.

La intención es buena pero en la lucha contra los incendios forestales, la mentalización ciudadana, la prevención activa, la vigilancia intensiva (con los mejores medios tecnológicos ahora disponibles) y la intervención inmediata, puede que sean más eficaces en la supervivencia del monte mediterráneo que una mal entendida “limpieza”.

 

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