Binoculars: the forgotten instruments of amateur astronomers

            Binoculares: los instrumentos olvidados del aficionado a la astronomía


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José R. Torres

 

 

 (Artículo publicado en la revista RIGEL de la asociación Valenciana de Astronomía en 1995)

 

Es muy frecuente cuando se pregunta a un nuevo aficionado por el tipo de instrumento de que dispone, que responda diciendo "todavía ninguno", aunque en muchos casos cuenta con uno que ignora: unos prismáticos. Efectivamente, la gente asocia la observación del firmamento con instrumentos caros y pesados, a veces de grandes dimensiones, y tiende a olvidar que existen muchas formas de disfrutar del firmamento. Después de todo, en una afición en la que se imponen los telescopios de 200 mm o más de diámetro y sofisticados accesorios ¿van a servir para algo unos humildes prismáticos?. La respuesta es un sí rotundo: los binoculares son los instrumentos ideales para iniciarse en la observación astronómica y uno de los medios más sencillos, confortables y satisfactorios, de disfrutar del cielo nocturno. Seguidamente enumeraremos los puntos fundamentales que se deben conocer de los binoculares y las posibilidades que ofrecen los múltiples modelos disponibles en el comercio para la observación astronómica.

 

 

Introducción

 

Hay muchas ideas incorrectas y prejuicios asociados a la observación astronómica con binoculares. Estos instrumentos siempre han sido los parientes pobres, usados marginalmente en Astronomía, cuando realmente ofrecen posibilidades muy interesantes. En determinadas tareas son claramente preferibles a un telescopio, cuya aparatosidad, estrecho campo y dependencia de incómodas monturas constituyen verdaderos inconvenientes para quien no está acostumbrado. Por contra, el equipo del observador con prismáticos es pequeño, fácil de transportar y muy económico; todo el equipo de observación cabe en una bolsa de viaje. Ya en el campo, los preparativos son mínimos: mientras que poner a punto un telescopio nos suele llevar muchos minutos, los binoculares simplemente se sacan del estuche y como mucho se ajustan sobre un trípode; toda la operación lleva apenas unos segundos. La gran manejabilidad, escaso peso y amplio campo facilitan los desplazamientos por el firmamento y convierten a las observaciones con estos instrumentos en sorprendentemente agradables. Además, el uso combinado de ambos ojos no sólo produce menor fatiga ocular: también mejora la capacidad detección de objetos débiles o de bajo contraste y la percepción de colores tenues. Por todas estas razones se aconseja a cualquier aficionado que comienza sus andaduras por el mundo astronómico, que no empiece con un telescopio, sino a simple vista y después con unos prismáticos. Muchos hemos empezado así.

 

Pero no siempre se hace caso a este consejo, y las desventajas de empezar con un telescopio directamente pronto se hacen evidentes. Así mucha gente, obstinada en empezar de la forma inadecuada, termina por abandonar su interés por la astronomía debido a los frustrantes e inesperados inconvenientes que le plantea su telescopio, sobre todo si, como suele ser el caso, es de pequeño diámetro. Estos inconvenientes son:

 

     (1)   Acceso a una porción de cielo muy reducida, que hace difícil apuntar y desplazarse sin la ayuda de un buscador.

     (2)   Inversión de la imagen real (lateral o completamente), que desorienta al principiante y dificulta los movimientos del telescopio.

     (3)   Ejes "extraños", a menudo inclinados, que coartan la libertad que tenemos cuando observamos a simple vista, y que resultan incómodos de usar.

     (4)   Accesorios múltiples y en general caros. Un equipo de buena calidad suele suponer una inversión importante.

     (5)   Instrumentos aparatosos, que dificultan su transporte y que limita el número de ocasiones que podemos aprovechar para observar a lo largo del año.

     (6)   Imágenes de objetos difusos oscuras, confusas, aparentemente sin nada que ver con las brillantes y coloreadas imágenes de libros y revistas, y sobre todo...

     (7)   Dificultad de localización de los objetos celestes, que suelen ser débiles y elusivos, problema que suele agravarse si el buscador del telescopio es inadecuado y los círculos graduados imprecisos.

 

Los prismáticos hacen más fácil la transición entre ver a simple vista y ver con un telescopio. Pero, ¿y después?. A medida que aprendemos a localizar los objetos más difíciles y ganamos destreza con el telescopio, los binoculares van quedando gradualmente desplazados, condenados al trastero y a envejecer olvidados, acumulando polvo. Los aficionados terminan por olvidar esas deliciosas noches pasadas con sus prismáticos en los primeros años. Y sin embargo siguen siendo instrumentos extraordinariamente útiles. Hay diversas  tareas que se hacen muy bien con prismáticos y otras que se facilitan notablemente con su ayuda.

 


Particularmente nunca dejo los 20x80 lejos del telescopio, ya que son instrumentos muy prácticos cuando exploro una zona desconocida, o cuando tengo que guiar al reflector por un campo especialmente complicado. También me sirven para medir magnitudes de estrellas o de objetos difusos, y como punto de referencia para comparar unos objetos con otros. Pero, por encima de todo, en sí mismos son instrumentos de observación magníficos, con los que consigo vistas impresionantes del firmamento, en ocasiones incomparables o sencillamente imposibles de ver con telescopio. En mi opinión, se minusvalora mucho la capacidad de estos instrumentos: me ha sorprendido y me sigue sorprendiendo la cantidad increíblemente grande de objetos difusos que pueden verse si uno se toma la tarea en serio, y el elevado grado de detalle que ofrecen las imágenes si se aplican las mismas técnicas de observación que con el telescopio. Otra razón que me agrada es ese contacto especial y directo que proporcionan con el firmamento: con ellos se tiene la impresión de observar sin intermediarios entre el objeto y uno mismo, y se siente al Universo más real y próximo que con un telescopio, quizá por esa visión panorámica que ofrecen del paisaje celeste, tan característica. Por todo ello, me parece justo romper una lanza en favor de estos pequeños instrumentos, los más olvidados del aficionado.

 

 

Criterios para comprar unos binoculares

 

Podemos encontrar binoculares en muchos comercios de nuestras ciudades, desde ópticas a tiendas de fotografía, pasando por bazares, tiendas de deporte o grandes almacenes. Afortunadamente, estos pequeños instrumentos son requeridos por muchos otros hobbies o profesiones, lo que facilita una amplia demanda y la consiguiente gran variedad de modelos y marcas. Hay prismáticos para uso general, uso subacuático, con zoom, con intensificadores de imagen, infrarrojos,  de uso nocturno o crepuscular, para caza, para teatro, etc. Sin embargo, no todos son válidos en astronomía.

 

Los prismáticos fundamentalmente se caracterizan por un par de números separados por una aspa (7x42, 20x60), el primero de los cuales nos indica el aumento y el segundo el diámetro del objetivo en milímetros. Cuando veamos tres (8-17x40, 7-20x50), significará que el instrumento es de aumento variable: por medio de una palanca lateral se modifica simultáneamente la configuración de las lentes de cada ocular y con ello la capacidad de ampliación. Estos instrumentos, prismáticos con zoom, en general no son adecuados para usos astronómicos por tener una inferior calidad de imagen respecto los de aumento fijo, además de ser dos veces más caros. Cuando compremos nuestros prismáticos tendremos que adoptar una solución de compromiso entre dos factores antagónicos: potencia (mayor cuanto más grande sea el aumento y diámetro), y manejabilidad (mayor cuanto menor diámetro y aumento). Según lo que deseemos ver, ponderaremos más una cualidad o la otra. Las aberturas comerciales van desde los 2 a los 150mm, pero en los comercios corrientes se encuentran casi siempre instrumentos más pequeños, entre 35 y 60mm. Por su lado, los aumentos más usuales están comprendidos entre 6x y 30x. Se suele llamar prismáticos gigantes a los de 60 o más milímetros de diámetro, aunque también es frecuente oír este término cuando se habla de instrumentos de más de 10 aumentos, no necesariamente de gran diámetro. Para uso astronómico interesan aberturas medianas o grandes, con pesos moderados. Lo más recomendable es empezar con unos prismáticos 10x50 de buena calidad. Quizás en estos momentos algún lector piense que ya puestos, porqué no 16x50, 20x50 o mejor aún 30x50.  No se debe caer en este error: una diferencia de 10 aumentos en estos pequeños instrumentos suelen suponer la imposibilidad absoluta de mantener la imagen fija a pulso. Por encima de diez aumentos los temblores de la imagen se agravan tanto que se hace muy penoso examinar pequeños detalles.

 

También conviene que el campo aparente sea grande (wide field), es decir, que la imagen no parezca estar confinada por un estrecho tubo, sino que el borde se vea amplio. Los campos aparentes típicos son de 50º, y hay instrumentos que llegan a dar 70º o más. Si dividimos campo aparente entre aumento obtendremos el campo verdadero; esto es la porción de cielo que realmente contemplamos a través de los binoculares. El campo real interesa que sea lo más grande posible para que sea fácil apuntar y desplazarse por el firmamento. El mínimo recomendado para empezar son 5º. Si el campo es menor, se nos hará difícil apuntar con precisión a lo que deseamos ver y los atlas de pequeño formato habituales resultarán en muchos casos insuficientes. Para apuntar, debemos comenzar a simple vista, fijando la mirada en el punto del firmamento donde suponemos que está nuestro objetivo. Después, y sin desviar la vista, antepondremos los prismáticos a nuestros ojos. Si el objeto no aparece, haremos lentos barridos por la zona, teniendo siempre presente el punto de partida. En los casos difíciles deberemos chequear cuidadosamente el campo, o ayudarnos de un atlas estelar de más potencia. Los instrumentos de campo exageradamente grande suelen mostrar coma en los bordes, de modo que hay que comprobar cuidadosamente la calidad de imagen en los márgenes antes de decidirse a comprarlos. Después de todo, unos buenos binoculares son instrumentos muy duraderos, casi para toda la vida, así que en la compra no conviene precipitarse. El sistema de enfoque debe de ser preciso y suave. Los prismáticos astronómicos de todos modos apenas lo necesitan, puesto que los objetos están virtualmente en el infinito. Algunos binoculares, en general para uso militar o subacuático, en lugar del habitual dispositivo central de enfoque, llevan sólo oculares roscados, que obligan a un enfoque individual. Esta característica hace difícil su uso por más de un observador, pero también ofrece ciertas ventajas muy interesantes: tienen más solidez, durabilidad, y un mejor sellado de la óptica.

 


Otro parámetro al que se debe prestar atención en el momento de la compra es la distancia de acomodamiento ocular (eye relief en inglés, a veces mal llamado "relieve"), que mide la separación máxima entre el ojo y la lente externa del ocular para que los límites del campo puedan verse enteros. Si este valor es pequeño, significará que tendremos que acercar nuestros ojos mucho a las lentes, perdiendo parte de la imagen si no lo hacemos. Aquellos prismáticos que nos obliguen a acercar mucho los ojos, además de ser más incómodos de usar, tendrán un mayor riesgo de que ensuciemos las lentes con las pestañas, lo nos que obligará a frecuentes limpiezas que terminarán por deteriorar las lentes o sus recubrimientos. Existen prismáticos en los que la distancia de acomodamiento es tan intolerablemente pequeña que resulta imposible ver los límites del campo por mucho que lo intentemos, con lo que se pierde parte de la imagen. Aun es más grave si padecemos de astigmatismo, puesto que no tendremos más remedio que observar sin quitarnos las gafas. En esos casos será imprescindible que nuestros prismáticos tengan una distancia de acomodamiento grande. La miopía o hipermetropía no suponen ningún inconveniente, sólo un reenfoque extra.

 

A su vez, hay dos diseños de carcasa para instrumentos con prismas de Porro: la carcasa alemana (Z) y la americana (B). La carcasa alemana consta de tres tipos de piezas: los objetivos, la caja de prismas, y los oculares, ensambladas entre sí; el montaje es flexible y todas las piezas son fácilmente accesibles. La carcasa americana tiene sólo dos, ya que objetivos y prismas comparten una única caja. La configuración americana goza de dos importantes ventajas: es más robusta (más difícil de que un golpe accidental desalinee la óptica), y el sellado es superior (el polvo y la humedad penetran con más dificultad). Sin embargo, este diseño presenta dificultades especiales de montaje. Este no es un inconveniente que deba preocuparnos, puesto que nunca debemos desmontarlos.

 

Al comprar nuestros binoculares debemos prestar una atención especial a que la imagen no muestre irisaciones, ni reflejos, y que se vea correctamente definida en todo el campo. Puede comprobarse la correcta corrección cromática examinando una superficie metálica que refleje la luz del Sol o una bombilla. No deben verse halos de colores, ni comas. Si examinamos una valla metálica, la rejilla debe aparecer regular, plana y sin abombamientos. Hay que tener en cuenta que un precio alto no significa necesariamente una calidad óptica alta: pueden encontrarse excelentes instrumentos por menos de lo que cuesta un ocular, algo que suele sorprender a casi todos los aficionados. En el momento de la observación deberemos regular muy cuidadosamente el ocular de compensación entre ambos ojos, y enfocar al infinito: un enfoque más cercano muestra las imágenes mayores pero obliga a los ojos a un esfuerzo continuado que termina fatigándolos. Es importante efectuar la compensación entre ambos ojos con mucho cuidado, tomándose el tiempo necesario. Esta se hace mirando a infinito con sólo un objetivo abierto, anteponiendo los binoculares y corrigiendo rápidamente, sin que el ojo tenga tiempo de esforzarse. Los defectos que de día pueden pasar desapercibidos, se ven muy exagerados de noche: las observaciones nocturnas exigen instrumentos de mejor calidad que las diurnas. Un pulido inadecuado por ejemplo produce imágenes estelares distorsionadas, en coma, que resultan intolerables cuando queremos observar objetos puntuales.

 

 

Existen dos tipos fundamentales de binoculares de acuerdo a la configuración de los prismas: los  basados en el diseño de prisma de reflexión total de I.Porro (1801-1875) y los basados en el prisma de reflexión interna de G.Amici (1784-1863). Los primeros (en inglés porro prism), más habituales y recomendables para su uso astronómico, enderezan la imagen por medio de dos prismas girados noventa grados, y son fáciles de reconocer por su forma acodada, ya que los oculares se encuentran fuera del eje óptico. Los prismáticos con prismas de Amici (roof prism) por el contrario suelen ser rectos y más compactos. Pero tienen tres inconvenientes importantes: son más caros, más susceptibles a desalinearse por un golpe accidental, y menos eficientes en la recolección de luz, dando imágenes más oscuras. La intolerancia en el centrado óptico de los prismáticos con sistema de Amici es 300 veces superior que en prismáticos con sistema de Porro: una desviación mínima, que pasa desapercibida en los segundos, empeora la imagen catastróficamente en los primeros. Para uso terrestre pueden ser una elección interesante, pero para uso astronómico deben descartarse en favor de los de Porro, claramente superiores.

 

 

 

 

 

 

Hay dos tipos de vidrio que se emplean para construir los prismas: el vidrio Crown o BK-7, y el vidrio BAK-4. El vidrio Crown o BK-7 no permite la total reflexión interna, y se pierde luz, por lo cual es frecuente que los fabricantes aluminicen estos prismas por la cara mayor. Su índice de refracción no es lo suficientemente elevado. El BAK-4 es más caro y tiene un mayor índice de refracción, por lo que es más eficaz reflejando internamente. Este es el vidrio empleado para los prismas en los binoculares de mejor calidad. Es fácil distinguir entre un tipo de prisma y otro: basta con que miremos desde el ocular hacia el objetivo, separando los binoculares unos 20 cm de nuestros ojos. Si vemos una imagen circular será porque los prismas son de vidrio BAK-4, mientras que si vemos un rombo serán de vidrio Crown.


 

 

¿Prismáticos o binoculares?

 

Se suele hablar indistintamente de prismáticos y binoculares. Sin embargo, no son exactamente sinónimos. El término binocular se refiere a dispositivos ópticos con una salida de luz por cada ojo, de modo que proporciona dos imágenes idénticas, lo que resulta beneficioso para el observador, con un incremento en la comodidad, resolución, y visión estereoscópica o tridimensional. Este término se aplica igualmente a ciertos tipos de accesorios, lupas, microscopios o incluso a algunos diseños de telescopios. Por su lado, prismático es aquel dispositivo óptico que endereza la imagen por medio de un par de prismas girados. Los instrumentos de los que estamos hablando, de pequeña abertura, con dos objetivos y dos oculares, destinados a mostrarnos objetos lejanos, que corrigen la inversión de la imagen por medio de sistemas de prismas, en realidad debieran llamarse prismáticos-binoculares. Muchos pequeños telescopios de uso terrestre son prismáticos monoculares.

 


Usar ambos ojos en el proceso de visión no es sólo más natural: también proporciona una observación más relajada, y además supone una mejora importante en la detección de objetos débiles y en la percepción de detalles, que se suele cifrar en torno a un 40%. Esto es algo muy fácil de comprobar por vosotros mismos: basta con que tapéis uno de los objetivos de vuestros prismáticos. Inmediatamente os daréis cuenta de que se produce un considerable empedramiento en la imagen. La observación a través de un telescopio produce un esfuerzo desigual en ambos ojos que los fatiga en pocas horas, sobre todo si se realiza intensamente. Con unos binoculares cuidadosamente enfocados y bien compensados se pueden prolongar las observaciones muchas más horas sin esa fatiga característica que los observadores de telescopio sentimos al final de la noche.

 

 

Recubrimientos antirreflectantes

 

Si miramos las indicaciones de nuestros prismáticos, veremos probablemente una de estas tres palabras (1) coated optics,  (2) fully coated o (3) fully multicoated. Todas indican la presencia de películas antirreflectantes (fluoruro de magnesio) recurriendo las lentes. Estas películas reducen las pérdidas de luz por reflejos, algo muy a tener en cuenta cuando hablamos de instrumentos con típicamente 14 ó 16 interfases vidrio-aire por objetivo. En general se pierde sobre un 5% de la luz incidente por reflexión cada vez que se atraviesa una de estas interfases, con lo que el rendimiento global es de 0.9514=0.49, es decir, que unos prismáticos con la óptica sin tratar sólo aprovechan el 49% de la luz originalmente captada, y el resto no sólo se pierde en reflejos, sino que además degrada la imagen. Un recubrimiento de tipo (1) indica que sólo las lentes exteriores están tratadas. Uno de tipo (2), que todas las superficies de los diversos elementos ópticos están tratadas, y uno de tipo (3) que lentes y prismas están tratados, no una sino varias veces, esto es, con varias películas antirreflectantes sobre cada superficie, con lo que aun tienen mejor rendimiento que los sistemas de tipo (2). En general, un sistema de tipo (2) aprovecha el 81% de la luz, y uno de tipo (3) el 93%. Estos no son simples números: la mejora en la imagen es efectivamente espectacular: en general se ve más brillante y desaparecen esos reflejos de los objetos más luminosos que a veces nos confunden.

 

 

Trípodes y otros accesorios

 

Una de las mayores virtudes de los prismáticos es esa gran movilidad que nos proporcionan, hasta el punto que en ocasiones llegamos a olvidar que observamos con un intermediario, y casi se acaban convirtiendo en parte de nosotros mismos. Si tenemos un pulso medianamente firme y el aumento es pequeño (7-10x), conseguimos imágenes fijas sin ninguna ayuda adicional. Pero si el aumento es superior a 10x, cada vez se hace más necesario ayudarse de un soporte, que suele ser un trípode fotográfico o de video. El trípode ofrece ciertas ventajas, especialmente la posibilidad de poder tomar notas sin perder de vista al objeto cada vez que escribimos o consultamos nuestros libros o atlas. Pero pagando un precio: la pérdida de esa movilidad que nos permitía pasar de un punto a otro del firmamento en cuestión de segundos. Además, el trípode hace muy incómoda la visión de los objetos más cercanos al cénit, que es la zona de la bóveda celeste de mayor calidad de imagen, menos afectada por la turbulencia y la absorción atmosférica. Algunos prismáticos llevan oculares acodados que facilitan la observación en las cercanías del cénit, aunque con el inconveniente de que resulten también más complicados de guiar con precisión hacia el objeto celeste elegido. Siempre que sea posible, es mejor prescindir del trípode: observar tumbado suele ser suficiente en muchos casos para mantener la imagen aceptablemente fija, aunque el esfuerzo de sostener los binoculares acaba fatigando: unos 20x80 por ejemplo pesan varios kilos.

 

No todos los trípodes fotográficos son válidos. La mayoría son demasiado ligeros o bajos, y casi siempre ofrecen una precisión de movimiento demasiado pobre. Su uso sólo se justifica cuando se está estudiando, apuntando o dibujando un objeto y es imprescindible una imagen estática, pero no cuando sea necesario desplazarse ágilmente por el firmamento. También pueden prepararse diseños más ingeniosos: sillas o tumbonas con un soporte para los binoculares, trípodes con contrapesos, con tres ejes, o incluso monturas de telescopios modificadas. A mí me da muy buenos resultados la montura de un pequeño refractor azimutal sobre la cual he fijado un tercer eje, con la parte superior de un trípode fotográfico. De ese modo los 20x80 cuentan a la vez con movimientos lentos y con un eje auxiliar para regular la altura, observando sentado. No es tan cómodo como una tumbona, pero desde luego sí resulta muy preciso y flexible, y sobre todo, no dificulta demasiado el transporte al campo del instrumento. Unos 20x80 llegado el caso se pueden manejar relativamente bien a pulso si se observa tumbado y si se sujetan por el extremo de los objetivos, a fin de evitar temblores y reducir el cansancio en los brazos.

 

Los prismáticos son instrumentos completos en sí mismos y apenas necesitan accesorios, a parte del trípode y de su adaptador. No obstante hay uno que nunca se incluye y que es muy importante: un par de parasoles que eviten que se empañen. Nada más frustrante que unos prismáticos inutilizados por la humedad en una noche extraordinaria. Los parasoles son muy fáciles de hacer con un par de láminas de plástico y protegen estupendamente durante las horas de rocío más intenso. Otro complemento interesante son filtros nebulares y antipolución. Aunque muy caros, un par de UHC proporcionan imágenes de nebulosas extraordinarias. También puede utilizarse un filtro único puesto en uno de los oculares para detectar pequeñas nebulosas. Un último accesorio de interés son anillos de goma que impidan la llegada de luz lateral a los ojos. Muchos prismáticos ya los llevan, aunque suelen ser cortos. Para observar adecuadamente es imprescindible conseguir que toda la luz que recibimos proceda de los objetivos, para lo que en ocasiones hay que aislarse con mantas o con otros obstáculos. La pérdida de rendimiento producida por las luces parásitas es siempre muy seria.

 

 

Astronomía con prismáticos

 


El reducido diámetro y escaso aumento condicionan el repertorio de objetos celestes accesibles. Con prismáticos de menos de 10 aumentos la observación de los planetas queda prácticamente excluida, salvo casos puntuales, como los satélites de Júpiter. Si la calidad es suficientemente buena, pueden distinguirse las fases de Venus, la forma elíptica de Saturno debida a sus anillos o el diminuto disco de Júpiter. Y poco más. Urano y Neptuno son indiscernibles de estrellas, y Marte un disco anaranjado diminuto, con quizás una o dos motas blancas en las oposiciones más favorables: los casquetes. Pero si no en la observación, sí son de gran ayuda en la localización, sobre todo de Mercurio, siempre escondido entre las luces del crepúsculo, o de Neptuno y Urano aparentemente dos estrellas débiles, difíciles de distinguir entre todas las demás. Con los prismáticos de más potencia (20x80, 30x80), pueden distinguirse otros detalles: las bandas de Júpiter, las fases de Venus (en ocasiones 7 aumentos bastan) o los anillos de Saturno, que son muy difíciles de separar del disco. La luna es un objeto fascinante: la mejor visión planetaria con el mayor de los telescopios no es comparable con la observación de la Luna a través de los más modestos prismáticos. Aunque pequeños, los cráteres pueden reconocerse perfectamente y explorar una gran cantidad de detalles del accidentado relieve. Otro tipo de fenómenos celestes de interés son los eclipses y las ocultaciones. La observación de los eclipses lunares, especialmente en la fase de totalidad, es incluso más satisfactoria que con un telescopio, gracias a la mayor capacidad de concentración de luz que ofrece unos colores más vivos, y a la posibilidad de ver al objeto completo, junto a múltiples estrellas de fondo durante la totalidad. Las ocultaciones de estrellas por el lado oscuro también son bien visibles con prismáticos grandes, aunque los halos causados por nubes altas o nieblas dificultan dramáticamente estas observaciones a bajo aumento.

 

 

Las observaciones del Sol, de sus manchas y fáculas, de los eclipses solares, o de los tránsitos planetarios requieren anteponer filtros ante los objetivos (el papel mylar resulta excelente). También puede proyectarse la imagen captada por uno de los objetivos, aunque este sistema es más dañino para los prismáticos. Nunca deben usarse inconscientemente para mirar al Sol: la radiación solar, concentrada por los prismáticos, puede causarnos lesiones extremadamente serias. Las fáculas son bastante difíciles de ver de no proyectar la imagen en un ambiente oscuro o usar prismáticos de fuerte aumento. La observación del Sol de cualquier forma resulta peligrosa con estos instrumentos.

 

El mismo inconveniente de que adolece la observación planetaria muestran muchas estrellas dobles: incluso siendo equilibradas es difícil resolver pares de menos de 20 segundos de arco con prismáticos de menos de diez aumentos. Sin embargo el repertorio de objetos es muy amplio y en las listas podremos encontrar cientos de casos asequibles. Los prismáticos de mayor aumento reducen el límite considerablemente. Muchas de las dobles más famosas del cielo son resolubles con 20x80: γ de Aries, θ de la Serpiente, β de Escorpión, δ de Orión, etc. Lo que sí es imprescindible para observar dobles con prismáticos es que la calidad de imagen sea muy buena para que las estrellas aparezcan muy puntuales, de modo que sea posible examinar la imagen atentamente sin problemas añadidos por un instrumento deficiente. Todo lo contrario sucede con las estrellas variables: el bajo aumento facilita el acceso a campos grandes y hace más fácil la rápida localización de la variable. Frecuentemente pueden verse la estrella a medir y las de comparación a la vez. Existen muchísimas decenas de estrellas de brillo favorable en el margen de medida de cualquier binocular (región de Fechner), y cientos de casos visibles en uno o en otro momento de su ciclo. Por todo ello se suele decir que los prismáticos son "el instrumento rey" del observador de estrellas variables.

 

Pero desde luego, si hay un campo donde se pueden aprovechar al máximo sus buenas cualidades, sin duda ese es cielo profundo. La observaciones de cúmulos, nebulosas y galaxias (y también cometas, aunque no sean propiamente objetos de cielo profundo), requieren a menudo instrumentos de amplio campo y de gran capacidad de concentración luminosa. Las vistas de la Vía Láctea con unos buenos 7x50 en una noche oscura y transparente son ciertamente sobrecogedoras. Pero los objetos de cielo profundo son muy dispares. La inmensa mayoría de los objetos difusos son pequeños o muestran poco detalle con instrumentos de abertura reducida. Hay disparidad de criterios en cuanto a que prismáticos ofrecen mejor rendimiento. Algunos autores recomiendan instrumentos de elevadas pupilas de salida (ver más adelante). Sin embargo, a menos de que el cielo sea de una limpieza y oscuridad excepcional, un instrumento excesivamente luminoso rendirá siempre muy por debajo de sus posibilidades. Veamos que puede hacerse dentro de cielo profundo con los instrumentos más comunes disponibles en el comercio:

 

7x35     Muy manejables pero demasiado pequeños. Fundamentalmente útiles para guiar telescopios. Pueden verse bastantes objetos de cielo profundo, pero sus limitaciones pronto se hacen evidentes. Vale la pena invertir algo más de dinero y comprar otros de mayor abertura.

7x50     Excelentes con cielos oscuros. Gran cantidad de objetos Messier visibles, aunque el aumento suele ser insuficiente para mostrar detalles. Ante cielos degradados pierden mucho rendimiento. Fantásticas visiones de grandes nebulosas o de la Vía Láctea. Campo grande, generalmente de 7º, que hace muy fácil apuntar y desplazarse por el firmamento.

10x50   Más recomendables que los 7x50. El incremento en el aumento no supone todavía una merma grave y sigue pudiendo ser posible observar a pulso, mostrando imágenes considerablemente más detalladas. Por contra, funcionan mucho mejor con cielos contaminados, aunque toleran mal la luz de fondo. Muchos cúmulos abiertos irresolubles con 7x50 comienzan a resolverse. En mi opinión son la mejor elección para iniciarse en la astronomía, junto a los 12x50 para observadores de buen pulso.


20x60   El mayor aumento permite imágenes estupendas de la Luna o de estrellas dobles abiertas. Los objetos más grandes se ven bastante oscuros, aunque mucho más detallados que con los anteriores. El campo suele ser reducido, en torno a 3.5º, razón por la cual resultan más difíciles de apuntar y observar a pulso. Un trípode es casi imprescindible, ya que el escaso peso hace casi imposible evitar temblores en la imagen. Sin embargo, muchos objetos pequeños y débiles, que usualmente destacan poco del fondo, se ven mejor que con otros prismáticos de abertura superior y menor aumento. Por ejemplo, muchas pequeñas galaxias que son completamente invisibles con 11x80 a 10x70, o bien indiscernibles de estrellas, aparecen ahora claramente. En general permiten ver estrellas más débiles que unos 11x80 ante todos los niveles de polución lumínica.

11x80   Magníficos si contamos con un cielo de calidad excelente. Si son de buena calidad y muestran imágenes puntuales, tendremos un extraordinario instrumento que mostrará detalladas imágenes a gran campo. Pero esas imágenes se degradan mucho si el fondo estelar no está completamente oscuro. Por ello, debido al escaso aumento en relación al diámetro, se aprovecha sólo una fracción mínima de su potencia. Aunque pueden manejarse a pulso, conviene ayudarse de un trípode. La comodidad y gran riqueza de imagen los hace aceptables incluso como instrumentos de iniciación, aunque el mayor peso prácticamente obliga al uso de un soporte. Para algunos autores son los prismáticos ideales.

20x80   Para mí son los mejores binoculares. Permiten alcanzar la duodécima magnitud en cielos de mediana calidad y muestran imágenes muy detalladas. Desde el campo son extraordinarios. Dan imágenes ricas y amplias para su aumento (en general 3.5º). Si nos tendemos en el suelo, pueden manejarse sin trípode durante cortos períodos de tiempo, gracias a que su mayor peso e inercia impiden las imágenes temblonas de los 20x60. Resuelven algunos cúmulos globulares y muchísimos abiertos, y se ven enormes cantidades de galaxias. Muchas nebulosas planetarias pueden diferenciarse de estrellas sin recurrir a filtros.  Resuelven dobles bastante más cerradas que los anteriores, y muestran imágenes lunares ricas y detalladas. Algunos autores tachan sus imágenes de demasiado oscuras. Yo los he estado empleando durante algunos años y creo que se equivocan, o en todo caso, los emplean para ver objetos inadecuados. Sinceramente, no los cambio por los 11x80.

30x80   Dan muy buenas imágenes lunares y planetarias frente a los otros binoculares, pero son complicados de apuntar y lamentablemente el trípode resulta imprescindible. Estamos hablando de instrumentos que son más dos pequeños telescopios en paralelo que unos binoculares, sin algunas de las características propias de estos instrumentos. Pueden ser interesantes para algunas aplicaciones de cielo profundo, fundamentalmente resolver cúmulos o ver galaxias.

 

 

Parámetros de comparación entre prismáticos

 

Como hemos visto, cualquiera de las combinaciones aumento-diámetro puede usarse en astronomía con más o menos éxito. Sin embargo, no todas son igualmente adecuadas ni tienen el mismo precio. A fin de comparar las prestaciones de sus binoculares, los fabricantes suelen ofrecer una serie de parámetros que debemos entender para juzgar las posibilidades de nuestra hipotética compra. Algunos, como peso, dimensiones, diseño, tipo de prisma o de recubrimiento, o no necesitan mayor explicación o ya los hemos tratado, pero hay otros más, que vamos a definir ahora:

 

Pupila de salida:            Es el diámetro en milímetros del cono de luz al salir del ocular. Se obtiene dividiendo el diámetro del objetivo entre los aumentos usados. En 11x80 sería 80 / 11=7.3 mm. Es una medida del poder de concentración de luz en la imagen (ver claridad y luminosidad ).

 

Número crepuscular:      Es el producto de la raíz cuadrada del aumento por el diámetro del objetivo. Mide la capacidad de ver objetos pobremente iluminados. Resulta de interés en observaciones terrestres. En 11x80 sería Ö11× 80=265.

 

Claridad:                       De interés para observar objetos puntuales, se obtiene dividiendo el cuadrado del diámetro por el cuadrado de la superficie de la pupila, que se suele tomar entre 6 y 7.5 mm. En 11x80 sería de 802 / 7.52=114.

 

Luminosidad:                 Mide la capacidad de concentración luminosa para observar objetos extensos. Se obtiene dividiendo el cuadrado del diámetro entre el cuadrado del aumento. En 11x80 sería de 802 / 112=53. Equivale al cuadrado de la pupila de salida. Sirve sólo para objetos de gran tamaño.

 

Magnitud límite: Nos indica el brillo de la estrella más débil visible. Los valores que se suelen encontrar en la bibliografía son inadecuados porque van referidos a cielos con la misma luminosidad superficial que a simple vista; sin embargo en cualquier binocular o telescopio que tenga una pupila de salida inferior a la del ojo humano, el fondo aparecerá más oscurecido por el mayor aumento, lo que permitirá que se vean estrellas más débiles. A fin de obtener valores más reales, utilizaremos estas dos fórmulas en secuencia, válidas siempre que a simple vista se alcance al menos la 5.0 magnitud:

 

BS0t=    28.57 ‑ 2.814×MLsv + 0.369×MLsv2 + 2.5×log (AUM2 / (DIAM2×t))

MLt=     ‑22.81 + 1.792×BS0t ‑ 0.0295×BS0t2 + 2.5×log (DIAM2×t)

 


Donde MLsv es el brillo de la estrella más débil visible a simple vista, AUM el aumento de los binoculares, DIAM su diámetro en milímetros, y t el factor de transmisión, que es el porcentaje de luz que transmiten los prismáticos expresado en porcentaje unitario. Para instrumentos multirrecubiertos (fully multicoated) se tomará t=0.9, para recubrimientos sencillos de todos los elementos ópticos (fully coated) t=0.8, para recubrimientos sólo exteriores (coated ópticas) t=0.6, y por último para los instrumentos no recubiertos tomaremos t=0.5. De este modo unos 11x80 multirrecubiertos en una noche en la que la magnitud límite a simple vista fuese de 6.3, mostrarían estrellas hasta la 11.4 magnitud. Unos 20x80 en las mismas condiciones alcanzan casi una magnitud más: 12.1. Se puede añadir algunas décimas, sobre 0.3-0.5 mag, debido a la mejora producida por el uso combinado de ambos ojos, como hemos visto.

 


 

Campo de visión:           Es una medida del campo real subtendido en unidades de longitud, en general inglesas: pies y yardas. Así, se trata de dar el tamaño lineal que cabe en campo a una distancia determinada: número de pies percibidos a 1000 yardas de distancia. Puesto que un pie son 30.48 cm y una yarda son 3 pies, o 91.44cm, podemos obtener el campo en grados por medio de la definición trigonométrica de tangente. Por ejemplo, en unos binoculares 325f/1000y (es decir, que a 1000 yardas cabrían en campo objetos de 325 pies de largo), se cumpliría que:

tangente(α/2)=(325/2)/(1000×3). Despejando, el campo real α es de 6.2º.

 

Campo aparente:           Da el tamaño ficticio del círculo que limita el campo cuando miramos a través de los binoculares. Se puede obtener de forma aproximada multiplicando el campo real por el aumento. Así unos 10x50 con un campo real de 5.5º tendrían un campo aparente de 10×5.5=55º. La definición correcta es:

 

CampoAparente=2×ATN (aumento×TAN(0.5×CampoReal)),

 

donde ATN y TAN son arcotangente y tangente, respectivamente. Aplicando esta expresión al caso anterior obtendríamos  51º en lugar de 55º.

 

Veamos en una tabla comparativa los principales tipos de prismáticos, supuestos multirrecubiertos:

 

 

Binocular

 

Pupila

 (mm)

 

número

crepusc

 

Claridad

 

Lumin.

 

ML 5.0

 

ML 5.5

 

ML 6.0

 

ML 6.5

 

ML 7.0

 

ML 7.5

 

7x35

 

5,0

 

93

 

22

 

25

 

9,0

 

9,3

 

9,7

 

10,2

 

10,6

 

11,1

 

7x50

 

7,1

 

132

 

45

 

51

 

9,3

 

9,7

 

10,1

 

10,6

 

11,1

 

11,6

 

10x50

 

5,0

 

158

 

45

 

25

 

9,8

 

10,1

 

10,5

 

11,0

 

11,4

 

11,9

 

12x50

 

4,2

 

173

 

45

 

17

 

10,0

 

10,3

 

10,7

 

11,1

 

11,6

 

12,0

 

8x56

 

7,0

 

158

 

56

 

49

 

9,6

 

9,9

 

10,4

 

10,8

 

11,4

 

11,9

 

20x60

 

3,0

 

268

 

64

 

9

 

10,8

 

11,1

 

11,4

 

11,8

 

12,2

 

12,6

 

10x70

 

7,0

 

221

 

87

 

49

 

10,1

 

10,4

 

10,8

 

11,3

 

11,8

 

12,4

 

11x80

 

7,3

 

265

 

114

 

53

 

10,3

 

10,7

 

11,1

 

11,6

 

12,1

 

12,6

 

20x80

 

4,0

 

358

 

114

 

16

 

11,1

 

11,4

 

11,8

 

12,2

 

12,6

 

13,1

 

30x80

 

2,7

 

438

 

114

 

7

 

11,6

 

11,9

 

12,2

 

12,6

 

12,9

 

13,3

 

14x100

 

7,1

 

374

 

179

 

51

 

10,8

 

11,2

 

11,6

 

12,1

 

12,6

 

13,1

 

30x150

 

5,0

 

822

 

402

 

25

 

12,2

 

12,5

 

12,9

 

13,3

 

13,8

 

14,3

 

 

Prismáticos y visión nocturna

 


Puesto que el ojo plenamente adaptado a la oscuridad dilata su pupila hasta los 7.5 mm, éste será el máximo valor aceptable de pupila de salida que debemos buscar: si nuestro instrumento tiene una pupila mayor que 7.5 mm, seremos incapaces de acumular toda la luz recogida. De noche la pupila se dilata en un par de segundos hasta este diámetro máximo, lo que supone una multiplicación por dieciséis del flujo de luz captado, es decir, que en principio vemos estrellas 3 magnitudes más débiles que con la pupila al tamaño habitual. Pero el proceso de adaptación a la oscuridad continúa aceleradamente a nivel fotoquímico mediante la movilización de la púrpura visual o rodopsina, un fotoagente que multiplica la sensibilidad del ojo miles de veces. La visión nocturna no es por tanto debida a una mayor o menor dilatación de la pupila, sino algo mucho más sutil: es un proceso fotoquímico. Bajo cielos moderadamente oscuros, de 19 o más magnitudes por segundo cuadrado, la pupila se dilata hasta prácticamente su valor máximo; por esta razón, la abertura de la pupila es más bien una cuestión menor, ya que bajo casi en todas las condiciones de observación la dilatación va a ser plena. Así, no será cierto, como se cita en algunos libros, que bajo un cielo polucionado por luces urbanas la pupila no se dilate por completo. Es más: la dilatación de la pupila ni siquiera sería capaz explicar la enorme diferencia de sensibilidad que se observa respecto de la visión diurna.

 

La visión no es un proceso comparable a la fotografía. Hay una importante componente de interpretación inconsciente por parte del cerebro, que usa y asocia las señales procedentes de células visuales vecinas para mejorar la imagen, tal como hace un ordenador. Bajo fondos iluminados, la capacidad del ojo humano para ver objetos tenues se reduce. Esta menor sensación se debe a la disminución de la relación señal-ruido por el incremento de la respuesta del fondo, cuya luz se suma a la del objeto y lo enmascara. En esas condiciones el ojo humano necesita que las imágenes de los objetos más débiles, especialmente si son pequeños, estén más amplificadas de lo esperado, dado que serán necesarias más células para confirmar la señal. Sin embargo, con una mayor amplificación también la imagen se oscurece, lo que reduce no sólo el ruido: también la señal a detectar. Puesto que el poder de resolución del ojo es muy deficiente por la noche, suele observarse un margen de amplificación en el cual la ganancia de perceptibilidad compensa el oscurecimiento de la imagen. Esta mejora con el aumento se observa con todos aquellos objetos que se aprecian de pequeño tamaño tal y como son percibidos por el ojo, es decir, tras ser amplificados por el telescopio. Si en este punto recordamos que la inmensa mayoría de los objetos de cielo profundo son bastante pequeños (1-10 minutos de arco) y débiles para los aumentos característicos de unos binoculares, se comprenderá la razón del mayor rendimiento de los instrumentos de aumento medio o grande, pese a que dan imágenes más oscuras. Estamos tratando repetidamente de oscuras las imágenes de los 20x60 0 30x80, pero en realidad son mucho más claras que las imágenes que proporcionan nuestros telescopios a los aumentos de trabajo habituales. Sólo en casos muy especiales, con objetos de gran tamaño, y bajo cielos de óptima calidad serán preferibles los instrumentos más luminosos de un diámetro dado. Los prismáticos actúan siempre a aumentos tan reducidos que los objetos que realmente ganan perceptibilidad a mínimos aumentos son pocos y muchos más los que quedan por debajo del aumento de máxima visibilidad.

 

No será cierto en consecuencia decir que los prismáticos con pupilas de menos de 7.5 mm son inadecuados para la observación astronómica porque no concentran la luz lo suficiente. De hecho es casi exactamente lo contrario de lo que sucede: en general se ve más y mejor con unos prismáticos de pupilas moderadas que con otros de 7.5 mm, ya que mejoran la capacidad de respuesta del ojo (existen algunos textos escritos por gente acreditada donde aparecen ideas realmente peregrinas sobre estos temas). Esto será cierto especialmente si nuestro lugar de observación presenta un fondo más o menor iluminado. Ante tales situaciones los instrumentos con pupilas menores mostrarán fondos más oscuros y ofrecerán mucho mejores imágenes, pese a que el objeto también se encuentre más oscurecido. No es frecuente encontrar cerca de áreas urbanas cielos con un grado de oscuridad suficientemente elevado como para que sea posible extraer todo el rendimiento deseable a los prismáticos de mayor luminosidad. De este modo, aquellos instrumentos con pupilas menores, de 4 a 5 mm, serán mucho más adecuados para aquellos que observan desde cielos medianamente oscuros. Estas menores pupilas evidentemente no permiten concentrar la luz al nivel de las de 7mm, pero tienen la ventaja de dar imágenes menos dependientes de la calidad de cielo y más cómodas al ojo, lo que compensa la menor capacidad de concentración de luz. La pupila se hace menos flexible con la edad, reduciéndose el valor máximo hasta los 5 mm en la senectud.

 

Como dato curioso -ver tabla-, fijémonos que los 30x80 muestran estrellas bastante más débiles que los 14x100 bajo todas las condiciones de polución lumínica, debido a que el cielo se ve demasiado iluminado con una pupila de 7.1 mm. Parece increíble, pero es cierto: la luz de fondo dificulta realmente mucho la percepción de estrellas débiles. Así un objetivo de 10 cm, teóricamente capaz de alcanzar la 14.2 magnitud con el aumento adecuado, con 14 aumentos y desde cielos bastante buenos ni siquiera muestra estrellas de la 12.5. Pero no todo es tan maravilloso en los 30x80: si consiguen superar a los 14x100 es a costa de hacerse más difíciles de apuntar y de mostrar los objetos difusos también mucho más oscuros. La porción de cielo que nos muestran es también muy diferente: mientras que los 14x100 tienen campos de 5º, los 30x80 apenas alcanzan los 2.5º y son francamente complicados de manejar. Algunos objetos, tales como pequeñas galaxias, cúmulos globulares o muchas nebulosas planetarias se beneficiarían del mayor aumento y magnitud límite, pero ante grandes nebulosas serán inferiores. Claro que nebulosas verdaderamente grandes para prismáticos no hay tantas como pequeñas galaxias o cúmulos. Como ya hemos dicho, los 30x80 son más que unos verdaderos prismáticos, dos pequeños telescopios en paralelo; resultan muy desaconsejables para principiantes, pero tienen aplicaciones interesantes para observadores de mayor experiencia. Es una cuestión de gustos y del tipo de observaciones que se pretendan hacer. Para mis necesidades los 20x80 son más indicados que los 11x80, y a veces echo mucho de menos unos 30x80. Sin embargo los veo excesivos para quien no tenga bastante práctica y mucha paciencia para manejarlos. Probablemente los estándares 10x50 u 11x80 son más aconsejables para lo que la inmensa mayoría de los aficionados busca en unos binoculares.

 

 

Mantenimiento

 


Los prismáticos son Instrumentos ópticos de precisión que requieren cuidados para su mantenimiento de modo que sea posible su uso sostenido durante años. Deben estar cubiertos con sus tapas mientras no sea estrictamente necesario que estén descubiertos: es mejor evitar que se ensucien de polvo o suciedad antes que limpiar las lentes, proceso que siempre es agresivo.  El mismo plástico con que se suele construir o recubrir la carcasa, o el vidrio que forma las lentes, se cargan eléctricamente fundamentalmente por fricción y después actúan de atractores de las pequeñas motas de polvo suspendidas en la atmósfera, también cargadas, que se depositan sobre la superficie. Si las tapas se pierden, debe buscarse un sustituto adecuado. Si no hay alternativa, se puede usar una bolsa de plástico, donde se guardarán eliminando tanto aire como sea posible al sellarlas. En cualquier caso, no deben guardarse sin tapas en el estuche: el fieltro que suele cubrir el interior desprende fibras por el roce que ensucian las lentes, además de polvo captado del exterior.

 

El proceso de degradación por suciedad es inevitable, pero puede prolongarse considerablemente con un uso correcto. Cuando se haga precisa la limpieza, que será cuando la imagen se vea inaceptablemente degradada, únicamente deberá realizarse sobre las superficies exteriores, ya que la carcasa en teoría se encuentra sellada. Si un binocular requiere una limpieza interna por un ineficaz sellado, nunca debe hacerse por parte de personal no cualificado: hay que enviarlo a una óptica, donde garanticen el correcto realineado de los elementos tras la limpieza y la ausencia de polvo interno que se deposite durante el montaje. Una incorrecta realineación óptica obliga al cerebro durante las observaciones a un esfuerzo prolongado que termina produciendo fatiga ocular. Incluso un ligero defecto de colimación nos obliga a correcciones de la imagen constantes por el cerebro; al cabo de unas pocas horas no tendremos más remedio que irnos, eso sí, con un fuerte dolor de cabeza.

 

La limpieza de las lentes requiere en primer lugar retirar todas las partículas sólidas que pudieran rayarlo, tales como polvo, que a menudo son fragmentos de silicatos, tan duros como el vidrio. Esta operación se puede hacer fácilmente por soplado y arrastrado con un cepillo soplador, que se puede adquirir en cualquier tienda de accesorios fotográficos. Un pincel fino también puede servir a estos propósitos, o aire a presión. La limpieza debe ser radial o lateral, no circular, para evitar la difusión de partículas grasas en lo posible. Tras la total erradicación de las partículas abrasivas, pueden eliminarse las grasas con un algodón clínico empapado en una disolución de jabón neutro diluido, agua e isopropanol, enjuagando con agua destilada o alcohol y secando al aire. En ningún caso se debe limpiar presionando las lentes, sino desplazando el paño o algodón con suavidad. Si alguien tiene la tentación de usar productos limpiacristales, tendrá que tener mucho cuidado: muchos dañan de forma irreversible los revestimientos antirreflectantes. Se debe evitar limpiar todo lo posible. Con un uso normal pero cuidadoso, el período entre limpiezas sucesivas puede durar muchos meses o incluso años.

 

 

Conclusión: el equipo del observador

 

El observador de prismáticos apenas necesita equipaje: puede llevar todo su equipo de observación encima, en una mochila o bolsa de viaje. Un buen juego de mapas estelares (el Sky Atlas 2000.0 para instrumentos medianos y Uranometría 2000.0 para prismáticos gigantes), junto a su programa de observación, cuaderno de notas, material de escritura, una linterna roja, y quizás un trípode, es todo cuanto necesita. Cuando se llega al lugar de observación, en pocos instantes se despliega el material y se puede empezar a observar sin más demora, mientras que los observadores con telescopio tardan bastantes minutos más en prepararse -y en recoger-. Es innegable que los telescopios grandes son necesarios para las observaciones más difíciles, pero todos deberíamos concedernos alguna noche de vez en cuando para refrescar nuestra habilidad en star‑hopping, para recordar la situación de los principales objetos celestes, y para disfrutar de una perspectiva diferente que la especialización en un instrumento fijo nos impide,  tareas que son imprescindibles para llegar a ser un observador experto.

 

A menudo subo a la terraza con el newton de 260 mm (y toda su parafernalia), junto con los 20x80. Pues bien: no es raro que el telescopio se quede sin usar prácticamente toda la noche, mientras disfruto de los binoculares. Muchos observadores redescubren sus prismáticos después de un muy largo período de olvido y de uso exclusivo de su telescopio. Si estas líneas sirven para que algún lector redescubra a estos instrumentos, daré por cumplido mi objetivo.

 

 

Posdata: Nueve años después después de escribir el artículo...

 

Ha pasado mucho tiempo. Mi antiguo Newton de 260 mm es ahora un flamante Meade LX200 de la misma abertura y tengo más bagaje que entonces (y una biblioteca astronómica con muchas decenas de excelentes libros). Sin embargo, no ha cambiado mi visión: los prismáticos son instrumentos fantásticos. Los antiguos ZEUS 20x80 ahora son unos Celestron SKYMASTER 25x100 (imagen a la izquierda), con un buscador paralelo 9x50. Con ese instrumento desde un cielo limpio (Javalambre) se pueden ver galaxias de la 12 magnitud y pasar noches memorables. El pasado verano dediqué varias noches a recorrer sistemáticamente la cola de Scorpio y la ballesta de Sagitario, y debo decir que la capacidad que tienen, en combinación con un atlas del cielo potente, es algo insuperable, que ningún telescopio puede ofrecer. Recorrer la Vía Láctea y verla plagada e nebulosas oscuras terriblemente intrincadas sobre un fondo a rebosar de estrellas y cúmulos es una de las imágenes de este pasado verano que me van a acompañar durante muchos años.