Paradojas del anonimato 

 

 

[Respuesta a las críticas de "¿Hay alguien ahí?", publicado originariamente en El País, Comunidad Valenciana, 19 de octubre de 2004. Horas después, ese mismo día, Arcadi Espada lo colgó en su 'blog' (www.arcadi.espasa.com). Las críticas a que se refiere la respuesta que ahora sigue son las aparecidas en el 'blog' de Arcadi Espada].

 

Justo Serna

 

 

Dedico esta entrada a mis críticos, a mis fervientes y feroces críticos. Más que a los amigos, que saben de nuestras flaquezas, es a los adversarios a quienes hay que cuidar: nos describen a su antojo, nos atribuyen rasgos y perfiles, inclinaciones y propensiones que hacen de nosotros seres ideales (en maldad, en perversidad o en estulticia), seres fijos y de una pieza. Sin embargo, las personas físicas somos bastante más inestables y menos persistentes de lo que nuestros fieles enemigos quieren y suponen. Qué le vamos a hacer.

Hoy, numerosos vecinos de ‘blog’ han comentado, criticado, ratificado o desaprobado el texto que amablemente Arcadi Espada ha tenido a bien adosar a su cuaderno de bitácora, un texto en el que amistosamente objeto su condescendiente posición sobre el nick, una licencia frecuente que algunos se dan para ultrajar con impunidad.   Me extraña que siendo Arcadi un individuo que profesa de tal, un individualista consciente, empeñoso, obstinado (yo procuro serlo cuando no flaqueo), le parezca un logro emboscarse, taparse ocultando la identidad de quien expresa opiniones y sobre todo cuando esos juicios pueden ser meros insultos. Me extraña que siendo Espada un vehemente liberal (yo procuro ser fiel a Isaiah Berlin, de quien aprendí la tolerancia trágica de un liberalismo agonista), me extraña –digo-- que siendo Arcadi alguien que se conduce como tal, erosione con su posición un principio básico de dicho credo: la responsabilidad de quien da la cara al revelar su nombre, su nombre propio, según sostuvieron los clásicos del liberalismo. Algunos de los que aquí intervienen parecen incurrir en semejante contradicción o incoherencia. ¿No será que de repente todos los liberales sedicentes que aquí comparecen se han hecho marxistas? Marx defendió el anonimato en la prensa. Les regalo esta pedantesca referencia para solaz de nicks anónimos. En fin, ustedes perdonarán que invite a un autor tan impío. Dice así:

 

“...el anonimato’ forma parte de la esencia de la prensa periódica, por ser lo que ‘convierte’ a un periódico, de lugar de reunión de muchas opiniones individuales, en órgano de ‘un espíritu’. El ‘nombre’ separaría tan firmemente a un artículo del otro como el cuerpo separa a las personas unas de otras, anularía, por tanto, su destino de ser un todo complementario. Por último, el anonimato hace que se sienta más natural y libre no sólo el locutor, sino también el público, al no ver al hombre ‘que’ habla, sino la cosa de la que habla, al convertir a la personalidad espiritual en medida exclusiva de su juicio, sin ser molestado por la persona empírica” Karl Marx, “Justificación del corresponsal del Mosela” [1843], en Karl Marx y Friedich Engels, ‘Sobre prensa, periodismo y comunicación. Madrid, Taurus, 1987, pág. 170.

 

         Quienes hayan leído hasta aquí, quizá se pregunten si quien firma este comentario es quien dice ser, si no habrá usurpación en el nombre de este convecino de ‘blog’. Que yo firme con mi nombre no significa que sea quien digo ser. Hoy, por ejemplo, en repetidas ocasiones, alguien, un impostor, se ha apropiado indebidamente de mi nombre (gracias, adversarios) y ha parodiado con escasa fortuna mi estilo (cuando resulta que mi escritura la he visto algo aligerada). ¿Seré ahora el verdadero? Ustedes recordarán aquella paradoja griega mil veces repetida que se atribuye a Epiménides. “Epiménides dice que todos los cretenses mienten. Epiménides es cretense, luego...”. Hay una bibliografía oceánica sobre esta paradoja sin que hasta ahora haya una solución aceptable que vaya más allá de la lógica. Si lo que dijo Epiménides es verdadero, entonces uno de los  cretenses no mintió, con lo que queda anulado el enunciado inicial. Si Epiménides efectivamente mintió, entonces no todos los cretenses serían mentirosos. Etcétera. ¿Cómo saber si quien ahora firma es quien dice ser y no un impostor? Pues muy fácil. Les doy la prueba típica de historiador. Les remito a las fuentes: en mi página web encontrarán también este comentario, el único que hoy he colocado en el ‘blog’ quedando así desmentidos quienes valiéndose del anonimato han adoptado una careta: la de Justo Serna. Pero, perdonen que ahora les deje: comienza la noche...