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Día 2 - julio - 1999

 


Por la mañana nuestro campamento es un hervidero de gente. Los porteadores, cuyo idioma es el balti (dialecto del tibetano), reciben instrucciones en urdú (idioma oficial de Pakistán) del capataz (sirdar) y se hacen cargo de las cargas que les han sido asignadas, cada una de las cuales pesa 25 kg. A ello hay que agregar su propia ropa, que les ha de permitir vivir sobre el glaciar durante los días que dure la marcha de aproximación.

 

 

Salimos de Askole y remontamos el valle del río Braldo, que es extraordinariamente caudaloso y turbulento. Sus aguas bajan grises porque arrastran "harina de roca", que es el polvo resultante de la erosión por los hielos del glaciar. La marcha es larga y se hace pesada. Dejamos a nuestra izquierda la morrena terminal del glaciar Biafo, que es uno de los más largos de Asia. Todavía es más largo el glaciar Baltoro, que debemos remontar en su totalidad a lo largo de los próximos días. Paramos a descansar en Korofón, uno de los pocos lugares en los que unos arbolillos salpican este mundo enteramente mineral.

 

 

 

Poco después hemos de pasar por las famosas Placas del Braldo. Aquí las paredes laterales del valle caen a pico sobre el Braldo, y la única forma de pasar es recorrer unas estrechas repisas que las surcan horizontalmente a mucha altura sobre las aguas. Una caída aquí sería forzosamente mortal. Para nosotros es toda una experiencia, pero estamos preocupados por nuestros porteadores, para quienes esta travesía es sumamente penosa. Afortunadamente, horas después llegamos todos al lugar donde el valle del río Dumordo desemboca en el Braldo. Este lugar, llamado Yulá, es el emplazamiento de nuestro siguiente campamento.