DISCURSO DÉCIMO. DE CASTIDAD


El sereníssimo rey David dize en el Salmo noventa y siete que se ha de alabar Dios con trompeta de metal y con trompeta de cuerno, que es la corneta. El metal lábrase a grandes golpes, y assí, por la trompeta de metal se denota nuestra carne, que se ha de mortificar, por donde se entiende que puede dezirse que alaba a Dios con trompeta de metal el que castiga su cuerpo con ayunos y disciplinas, y le sujeta al espíritu. También el cuerno nace de carne y muda la blandura de carne en dureza de huesso, y assí, aquél alaba a Dios con corneta que tiene su conversación en los Cielos, porque, siendo de carne, no tiene resabios de carne, sino que es muy espiritual, no pretendiendo las cosas del suelo, sino del Cielo. Y esto todo hazen los castos, y de la Castidad trata el presente Discurso. Aunque antes de entrar en él se advierta que dize el Apóstol San Pablo en la Primera Carta que escrivió a los de Corinto, en el capítulo siete, que no pone precepto a las vírgines, porque es una virtud más angélica que humana, sólo les aconseja que, no obstante que puede la donzella casarse, porque el casamiento es bueno, mas que es mejor el no casarse y permanecer donzella. Y deste testimonio se infiere que es mejor y más alto estado el de las vírgines que el de las viudas continentes, y éste que el de las casadas; aunque casadas, viudas y donzellas pueden salvarse. Refiérese en el capítulo diez y nueve del Éxodo que para aver de hablar Dios a Moisés en el monte Sinaí, oyéndolo el pueblo, le dixo que les avisasse para tercero día, y que en este tiempo viviessen castos, y que ni los casados llegassen a sus mugeres. Y de aquí también se infiere que la castidad es de más alto grado que el de los casados, pues para aver éstos de oír a Dios quiere que por tres días sean castos. Y en el Levítico, capítulo veinte y uno, | se mandava a los sacerdotes que si se casassen, como les era lícito en aquella Vieja Ley, que no fuesse con viuda ni con muger que otro oviesse repudiado y dexado, sino con donzella. Y también se colige de aquí que la virginidad excede en grado al estado de viudas castas. Lo dicho es de Marulo, libro cuarto.

[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]

[1] Josef, moço de lindo parecer y particular hermosura, siendo amado de la egipcia ama suya, no consintiendo a sus importunos ruegos, quiso hazerle fuerça; assióle de la capa, la cual dexó en sus manos, y huyó de su presencia. ¡Oh fuerte mancebo y de invito ánimo, que siendo de edad inclinada al deleite menospreció los ruegos, tuvo en poco las amenazas, todos los designos y artificios del pecho encendido de aquella muger estimó en nada y, como repentino fuego, casi desnudo saltó de casa por guardar ilesa y sin daño su castidad! Es del Génesis, capítulo treinta y nueve.

[2] Moisés Profeta, aunque fue casado y tuvo hijos, como los más de la Ley Vieja, mas Josué, que figuró la Ley Evangélica, ni tuvo hijos ni muger, y éste, virgen, entró en la Tierra de Promissión, y el otro, casado, solamente la vido, sin entrar en ella. También se dize que Elías y Eliseo, santos profetas, ni tuvieron hijos ni mugeres, y de ninguno sino déstos se sabe que antes del Evangelio resuscitasse muertos, porque la particularidad del milagro declare algo del mérito de la castidad. A Jeremías assí mismo le fue mandado que no se casasse, y el permanecer virgen vino bien con el ser santificado en las entrañas de su madre. Refiérelo Marulo, libro cuarto.

[3] Exemplo notable de castidad fue Susana, que quiso más ponerse en peligro de muerte que consentir en torpeza. Y assí dixo, como se refiere en el capítulo treze de Daniel: «Mejor me está sin consentir /49r/ en pecado caer en las manos de los hombres, que, cometiéndole, caer en la indignación de Dios».
Favoreció el Señor tan ilustre intento, no permitiendo que muriesse, ni dando lugar a que quedasse infamada. Quedó con fama y con vida, y sus acusadores, sin vida y sin fama, cubiertos de piedras y declarados por falsarios, a lo cual los truxo su desenfrenada luxuria. Refiérelo Marulo, libro cuarto.

[4] Las riquezas y juvenil edad con grande hermosura pedían a Judit, muerto su primer marido, que repitiesse las bodas y segunda vez se casasse. Mas ella estuvo firme en permanecer en estado de viuda continente, trocando el vestido blando y delicado en un áspero cilicio, el deleite en ayuno, el sueño y la ociosidad en vigilias y oración y, con estas armas armada, cortó la cabeça, no sólo a Holofernes, sino también al demonio, no dándole lugar para que le pudiesse hazer daño. Y assí le dixeron cuando bolvió con la cabeça de Holofernes:
-Tu coraçón se ha fortificado, porque amaste la castidad y muerto tu marido, no admitiste otro. Por esto la mano del Señor te ha confortado, y serás bendita para siempre.
Refiérese en su Libro, capítulo catorze.

[5] Ana Profetisa, hija de Fanuel, vivió siete años casada, y llegó a edad de ochenta y cuatro, en que vido a Jesucristo cuando le presentó en el templo su Sagrada Madre. Y dél profetizó grandes cosas. Y si se ha oído el premio de la castidad vidual, óigase con qué sal se sazonó para que no se dañasse: dize della San Lucas, en el capítulo segundo, que no se apartava del templo, ayunando y rezando, sirviendo a Dios de día y de noche.

[6] Avemos llegado con las viudas al templo, y podemos ya con las vírgines entrar en el Sancta Sanctorum, siendo assí que el que no cabe en los Cielos, el vientre de su Sacratíssima Madre le tuvo en sí recogido. Y fue esta Señora escogida para que pariesse a Dios Hombre, Jesucristo, Hijo de Dios, siendo su verdadera Madre, y, junto con serlo, | fuesse Madre y Virgen, Virgen y Madre de Dios. Y las que siguieron a esta Señora, no de hombre mortal, sino de Cristo, Hombre y Dios verdadero, son y deven llamarse esposas, pues por Él menospreciaron serlo de los hombres en la tierra. Marulo, libro cuarto.

[7] Nuestro Redemptor y Señor Jesucristo, para mostrar lo mucho que ama toda limpieza y castidad no sólo quiso ser virgen, sino nacer de Madre Virgen, y virgen que lo fue antes y después que le parió. Quiso también que su precursor San Juan Baptista, que avía de anunciar su venida al mundo y que le avía de baptizar estando en el mundo, que fuesse virgen. Y hablando dél el Hijo de Dios, dixo que era más que profeta, porque era profeta y virgen. Dixo también dél que entre los nacidos de mugeres ninguno era mayor que él, y esto, entre otras razones, porque con el mérito de la perfeta castidad ya estava contado entre los ángeles. Dixo assí mismo por el Baptista, refiriéndolo en su nombre el profeta Malaquías: «Embiaré un ángel que aparejará el camino delante de mí»; donde se llama ángel el Baptista, porque pueden llamarse ángeles en la tierra los que guardan perfeta virginidad. Del Evangelista San Juan, que era el amado y regalado de Cristo, podemos dezir que ayudó mucho a este regalo y amor el ser virgen. Y lo mismo para que le encomendasse su Sagrada Madre estando en la Cruz. Lo dicho es de Marulo, libro cuarto.

[8] Jacobo el Menor, llamado el Justo y hermano de Cristo, en tanto se preció de castidad y santidad que a los incrédulos judíos era admiración. A él sólo era permitido entrar en el Sancta Sanctorum. Y porque le mataron sin culpa, era opinión de muchos dellos que sucedió la des truición de Jerusalem. Es de Eusebio, en la Historia Eclesiástica , libro segundo, capítulo 23.

[9] Y aunque se halla en el Evangelio que San Pedro tenía suegra y hijo, y por lo mismo tendría muger, es cierto que assí él como los demás Apóstoles que antes eran casados las dexaron por seguir a Cristo, y assí /49v/ lo dixo en nombre de todos el Apóstol San Pedro, y lo refiere San Lucas en el capítulo diez y ocho por estas palabras:
-Señor, advertid que avemos dexado todas las cosas por seguiros.
Y que dexassen las mugeres infiérese de la respuesta que dio Cristo:
-En verdad os digo que no abrá alguno que dexe casa, padres, hermanos, muger o hijos por el Reino de Dios, que no lo reciba mejorado en esta vida, y después en el Cielo.
Refiérelo Marulo, libro cuarto.

[10] San Pablo Apóstol exorta a las viudas y vírgines que guarden castidad con su exemplo. Y assí dize en la Primera a los de Corinto, capítulo siete: «Bueno les será que | permanezcan en lo que yo permanezco»; que fue dezir: «Que sean castas como yo lo soy». Y no lo dixera si no se viera casto en la obra y en el desseo. Y es el que dize de sí que fue arrebatado hasta el tercero Cielo, y que vido cosas tan grandes que no es lícito al hombre dezirlas. Y añade que el ser levantado hasta el tercero Cielo ignora si fue en cuerpo o fuera de su cuerpo. Assí los que guardan castidad no saben que estén en su cuerpo, porque las afecciones y siniestros malos no los siguen, sino que levantan su ánimo sobre el Cielo, considerando divinos misterios, los cuales ignoran los dados a deleites carnales.

Colígese lo dicho de la Sagrada Escritura por la mayor parte.

[EJEMPLOS CRISTIANOS]

[1] Ifigenia, hija de Egipo, rey de Etiopía, por la predicación del Apóstol y Evangelista San Mateo, no sólo recibió la fe de Cristo y se baptizó, sino que consagró a Dios su virginidad. Edificó monasterio, y presidía en él a muchas santas vírgines. La cual, por ruegos ni amenazas que de parte del rey Hirtaco, sucessor del reino de su padre, le fueron hechas para que le acetasse por marido y se pusiesse corona en su cabeça, no pudo acabarse con ella, diziendo que era esposa del Rey del Cielo y que no le quería dexar para casar con otro. Por ver en esta determinación a Ifigenia, Hirtaco, trocando su amor en furor, mandó poner fuego al monasterio para quemarla con cuantas monjas estavan con ella. Puesto el fuego, la llama, sin dañar la virginal pudicicia, saltó en la propria casa del rey Hirtaco y, quedando él y un hijo suyo libres, la casa fue quemada. Después el hijo murió atormentado del demonio, y el padre, tocado de mal de coraçón, no pudiendo sufrir el tormento que le causava, él mismo se dio la muerte. Y assí el que pretendía quitar la vida a Ifigenia con sus santas vírgines miserablemente pereció con su hijo. Es de Abdías en la Vida de San Mateo.

[2] Tecla Virgen, predicando el Apóstol San Pablo en Iconia a Jesucristo, creyó en Él, y siendo desposada repudió el espo- so | y se conservó virgen. Y por la confessión de la fe fue echada en una hoguera sin que se quemasse, porque cayó grande tormenta de agua que mató el fuego. Después la pusieron en un teatro a que fuesse despedaçada de leones, ossos, toros y otros ferozes animales, que con su vista se amansaron, y quedó libre. Parecióle al procónsul que era afrenta atormentar más a quien tan ferozes bestias avían perdonado, y assí la perdonó. Y por esta razón se libró de muerte, aunque sintió los espeluzos della diversas vezes. Tócalo San Ambrosio, libro segundo De Virginibus, y Surio, tomo quinto.

[3] Agata Virgen, en la ciudad de Catania de Sicilia no pudo ser vencida de Afrodisia, madre de muchas malas mugeres, ni del pretor Quinciano con sus promesas, amenazas y tormentos. Todo lo menospreció por ofrecer su virginidad limpia y casta a Cristo. Apareciósele en la cárcel el Apóstol San Pedro para curarle los pechos que el malvado Quinciano le avía desgarrado, y recelóse de que el hombre la tocasse, y huía la mano del çirujano, hasta que supo quién era, y, apartándose el Apóstol, quedó sana. Y siendo mandada que anduviesse sobre texas agudas y carbones encendidos desnuda, menos le dolió la pena deste tormento que la ignominia de ver su cuerpo descubierto. Y no sufriendo esta /50r/ maldad, la tierra tembló, los muros de la ciudad hizieron sentimiento, y algunos favorecidos y privados del pretor murieron. Y porque no fuesse él sin castigo de lo que hizo padecer a la gloriosa Agata, un cavallo suyo lo acoçeó y mató. La santa donzella, vencedora de todos los tormentos con que la atormentaron, desseosa de morir y verse con Cristo, fuele concedido, muriendo alegre y muy contenta, mereciendo que un ángel se hallasse en su entierro y pusiesse sobre su sepultura un epitafio que dezía: «Aquí está el cuerpo de un alma santa que procuró la honra de Dios y la libertad de su patria». Y assí no careció en su muerte de loas de los ángeles la que en vida, por su castidad grande, fue igual a ellos. Es de Surio, tomo primero.

[4] Lucia Siracusana tuvo en más la virginidad que la vida. No quiso juntarse con un mancebo, con quien estava desposada, por juntarse con Cristo, cuyo amor la truxo a que constantemente padeció martirio. Siendo juez Pascasio, pretendió violar su castidad, y para esto mandóla llevar al lugar de las malas mugeres. Mas fuerça de hombres, ni muchos pares de bueyes que truxeron para este intento, no pudieron hazerla dar passo, porque avía ofrecido a Dios su limpieza. Y en el mismo lugar en que la puso Dios como fuerte roca la pretendieron quemar y, visto que la llama no le hazía daño, passáronle por su cuello un cuchillo, y desta manera dio su alma al Señor. Es de Sigiberto, y de Surio, tomo sexto.

[5] En Catarina de Alexandría los filósofos vencidos dieron testimonio de su sabiduría, los tormentos sufridos pacientemente, de su constancia, y las ruedas de cuchillos despedazadas en daño de los idólatras, de su merecimiento. Y porque no faltasse quién le diesse de su pureza virginal, de la herida de su cuello, con que murió, salió leche. Su cuerpo ya difunto fue sepultado por manos de ángeles, y su monumento manava óleo. Y si tanta honra se da en la tierra a Catarina muerta, con cuántas ventajas la tendrá viva en el Cielo. Es del Metafraste. |

[6] Cecilia Virgen, a Valeriano, con quien estava desposada, el mismo día de sus bodas de tal manera atemorizó, diziendo que tenía un ángel defensor de su virginidad, que no osó tocarla, sino que, dexando el error de la gentilidad, se convirtió a Cristo, y mereció ver visiones de ángeles, y al cabo padecer martirio en compañía de su hermano. De manera que no sólo quedó Cecilia intacta del esposo que la amava tiernamente, sino que fue ocasión de su remedio. No osó profanar lo que vido que era defendido con virtud divina, y assí merecieron ambos ser coronados por un ángel de rubicundas rosas y de blancas açuçenas, siendo lo uno insignia de virginidad y lo otro, de martirio; y no pudiendo vencer los tormentos a los que no venció el deleite sensual. Es de Surio, tomo sexto.

[7] Margarita Antioquena quiso más padecer las persecuciones de su padre gentil y que su cuerpo fuesse tormentado con terribles tormentos, que ser casada con Olibrio, prefeto de la misma ciudad de Antioquía. Sufrió pacientemente el eculeo, varas de hierro, uñas azeradas, fuegos y tormentos más graves que la muerte, y al cabo el ser descabeçada, por no trocar su virginidad con el desposorio y bodas. Y de aquí vino que por Olibrio que no quiso, recibió al Señor del Paraíso, por breves penas, eternos gozos y, por la muerte temporal, Vida Eterna. Y no sin causa, siendo tragada de un dragón, rompiendo el vientre salió libre la que cercada de carne, con el veneno de la carnal impudicia no pudo ser inficionada. Con la vergüença venció la torpeza, guardando en el cuerpo frágil la integridad de la alma. Dízelo Marulo, libro 4.

[8] Bárbara, ciudadana de Nicomedia insigne en hermosura, en linaje, en riquezas, en edad florida, todo esto lo tuvo en poco y menosprecio con el ardor de la fe. Como la pidiessen muchos, con ninguno quiso casar, diziendo que era cristiana y que avía consagrado su virginidad a Cristo. Por lo cual Dióscoro, su padre, como infernal furia, con una espada desnuda la fue siguiendo por un lugar des- poblado /50v/ y montuoso, escondiéndole las duras piedras a la donzella, mostrán dose con ella más blandas que no él, aviéndola engendrado. Hallóla y llevóla de los cabellos a Marciano Presidente para que la atormentasse. Hízolo él y, después de averla hecho padecer graves tormentos, mandóla llevar descubierta a la vergÜença por la ciudad. La santa donzella, sintiendo más verse desnuda que la muerte, hizo oración a Dios, y baxó un ángel que curó su cuerpo de las llagas que tenía y le cubrió con una vestidura blanca. Este milagro se atribuyó a arte mágica, y assí fue mandada degollar. Y su padre, llegando la crueldad a lo sumo, tomó cargo de verdugo y con sus proprias manos la degolló; el cual, más cruel que las crueles bestias, pudo matar a la hija que engendró, y no acabó con ella que adorasse ídolos o que trocasse el estado de virgen por el de casada. Es de Marulo, libro cuarto.

[9] Inés Virgen despreció las bodas del hijo de un prefeto, el cual, por verse menospreciado y su hijo tenido en poco, teniéndole él en mucho por el linaje de que descendía y por las riquezas que posseía, mandóla llevar al lugar de las mugeres públicas desnuda. Fue Inés desnudada por manos de hombres, mas cubrióla Dios de su mano por medio de sus cabellos, que rodearon por todas partes su cuerpo. Y, estando en aquella casa infame, baxó del Cielo una claridad que la ilustró y hizo resplandecer, y a los que entravan a deshonrarla hizo huir, y el hijo del prefeto, que pensó a su salvo gozarla, fue repentinamente muerto. Pusiéronle fuego para quemarla, y la virgen quedó libre dél, y los ministros de aquella maldad, mal chamuscados. Al cabo fue degollada, aunque su virginidad quedó intacta, ofreciéndola a Cristo, su esposo, a quien ella sigue en el Cielo adonde quiera que va, gozando de su compañía eternamente, aviendo recebido la palma de vitoria porque venció a los pertinazes perseguidores de su honra. ¡Oh vitoria felicíssima, cuyo premio | es Cristo! Dízelo San Ambrosio en el Sermón noventa.

[10] Y porque se entienda que tiene particular cuidado Jesucristo de favorecer la castidad y defenderla en quien pone en Él su confiança, pondránse desto algunos exemplos. Santa Columba, en tierra de los senones, que son en Francia, cerca de los belgas o flamencos, siendo llevada al lugar de las malas mugeres, un ferocíssimo osso la defendió que no fuesse deshonrada. A Marciana defendió una pared en Cesarea, que se levantó y puso entre ella y los que ivan a deshonrarla. A Irene libró un ángel en Roma, burlando de los que la llevavan a la casa pública. Flavia Domicila, en Terracina, fue libre de los que intentavan su deshonra, perdiendo repentinamente el juizio. Serafia, en la ciudad vendinense, también se libró de deshonra por un temblor de tierra que dexó sin sentido a los que la querían hazer fuerça. Justina, con la Señal de la Cruz fue libre de los encantos de un mago que pretendía su deshonra. Lo dicho se colige de Adón y de Surio. Refiérelo Marulo, libro cuarto.

[11] Del mismo propósito y constancia se mostraron otras donzellas, como Dorotea, que padeció martirio en Cesarea, Eufemia en Calcedonia, Juliana y Dula en Aquileya, Susana, Basilia, Anastasia y Felícula en Roma, Vitoria en Tiburi, Valeria en Lemovici, Ursula con sus onze mil vírgines en Colonia. Éstas y otras muchas antepusieron la castidad a las bodas y dieron la vida por Cristo, sin dexarse vencer de los deleites de la carne ni de los tormentos del tirano. Es de Marulo, libro 4.

[12] Ni sólo de los que querían hazerles fuerça y deshonrarlas se estrañavan las santas vírgines, sino que también los lícitos matrimonios dexavan, y con maravillosas industrias se escusavan por conservarse castas a su esposo Cristo. Y déstas fue Brígida, donzella escosesa hermosíssima, la cual, como fuesse demandada por muger de varones no sólo cristianos sino nobles y ricos, y ella oviesse consagrado /51r/ a Dios su virginidad, pidióle con grande instancia que con alguna deformidad de su cuerpo la afeasse, de modo que los que la molestavan descuidassen della. Oyóla el que nunca cierra sus orejas a los que de coraçón le llaman. Tenía los ojos por estremo hermosos y de repente se le afearon, hinchándosele y corriendo dellos un humor asqueroso. Y fue antídoto y medicina para los penados de su hermosura, con que sanaron, y de suerte que mayor pena les causava su vista que antes les dio gusto y contento. Ellos la dexaron y recibióla Dios, a quien parecía más hermosa su alma cuanto su cuerpo estava más feo. Hízose monja y professando quedó con la hermosura de primero. Es de Surio, tomo 2.

[13] Bien parecida a Brígida fue Andragasina, donzella francesa reinando en Francia Lotario, la cual, siendo desposada por voluntad de sus padres, aunque contra la suya, con Aniberto Príncipe (que después fue obispo rotomagense), con muchas lágrimas rogó a Dios que no consintiesse que ella dexasse de ser virgen. La oración se acabó y ella se halló cubierta de lepra. Vista su fealdad, fue dexada libre. Y porque se viesse la ocasión della, entrando en un monasterio y professando, quedó sana. Entiéndese que fue su oración de suerte que de mejor gana padeciera estar leprosa toda la vida que una hora carecer del don de virgen. Es de Surio en la Vida de Ansberto, tomo primero.

[14] Farra, donzella, como por voluntad de su padre Agerico, que era de los principales privados de Teodeberto, rey de Francia, se tratasse de casarla con persona igual a su linaje, ella lloró tanto y tan de gana que perdió la vista. Mas, tornando a cobrarla por oraciones de San Eustaquio Obispo, bolvió el padre a molestarla, de suerte que se fue huyendo a la iglesia. Visto por él que estava firme en su propósito y que ni con amenazas ni malos tratamientos hazía mudança, aplacóse y dio lugar a que entrasse monja. Dize Marulo: «Pudiéramos llamarla mártir, aviendo padecido tanto por la castidad, si | no lo pusiera en duda ser fiel su padre. Aunque parece que el premio de mártir no le perdió quien, siendo tan guerreada en la castidad, la guardó». Es de Gregorio Turonense y refiérelo Marulo, libro cuarto.

[15] Gregoria, donzella romana, el mismo día de su desposorio se fue a un monasterio y hizo voto de perpetua virginidad. Dexó el marido y abraçóse a Jesucristo. Dexó los deleites del cuerpo y gosó los del Paraíso. Avisada determinación y dichoso sucesso, y que pocas vezes sucede en semejante caso. De grande prudencia es darse prissa a llegar al puerto antes que se levante la tempestad, de que ay ciertas señales. Es de San Gregorio en el Libro Tercero de sus Diálogos, capítulo catorze. El mismo santo escrive de otra donzella espoletana que, siendo hija de un príncipe y ilustre y rico, como tuviesse hecho concierto de casarla, sin dar cuenta a persona alguna se fue a un monasterio y recibió el velo de monja. Y si esperara el día de las bodas ay duda si pudiera aprovecharse de huir, porque con mayor solicitud procurara el esposo su esposa que el padre la hija, aunque indignado por ello la desheredó. Mas a la que desheredó el padre, Dios la hizo heredera de su Celestial Reino, y lo que no recibió ni pudo recebir de su padre recibió de Dios, que lançasse demonios, como los lançava de los cuerpos humanos, según afirma della San Eleuterio Abad. Lo dicho es de San Gregorio.

[16] Eufrasia Donzella, hija de Antígono Patricio, como fuesse prometida en esposa a un principal cavallero de la corte del emperador Teodosio, estando en un monasterio de la Tebaida y siendo pedida por el emperador que fuesse a Constantinopla a celebrar sus bodas, respondió que tenía esposo en el Cielo y que no le quería en la tierra, y que estava determinada a padecer cualesquier penas antes que faltarle en la fe dada. Replicó Teodosio que a las riquezas que ella tenía de su patrimonio añadiría él otras de grande precio y estima. La respuesta fue dezir:
-Mis riquezas son Cristo; tus dones dalos a otro.
No sé qué admire más, o la /51v/ anciana sabiduría de una niña en responder o su constancia admirable de permanecer en tan santo propósito. Mas el mismo enseñó a Eufrasia lo que devía responder a un príncipe cristiano como Teodosio, que a Catarina a los argumentos y dificultades de los filósofos gentiles. Y el que hizo que Lucía no pudiesse ser movida de hombres ni de bueyes, hizo que ni Eufrasia se moviesse a los dichos del mismo emperador. Perpetuo habitáculo del Espíritu Santo es la virgen limpia que se dedica a la perpetua castidad. Es del libro De Vitis Patrum.

[17] María de Decegnies, donzella de doze años, desposándose por voluntad de sus padres y contra la suya con un ilustre hombre llamado Juan, fue parte por medio de su santidad y sabiduría a que la dexasse donzella intacta, y perseverando en virginidad fue célebre en muchas virtudes y milagros. Y en su muerte se apareció Jesucristo con sus Apóstoles y muchos ángeles, de cuya vista recibió tanto consuelo que no sintió las angustias de la muerte. Y apartada la alma del cuerpo, fue vista acompañada de la Virgen Sacratíssima María y de muchos ángeles, que iva a las Celestiales Moradas, y dello dio fe el obispo de Tolosa. No sin causa alcançó tan grande bienaventurança la que conjunta en matrimonio al varón no admitió su varonil trato, y librándose del jugo de casados, al cual estava ya sujeta, permaneció incorrupta en cuerpo y alma. Es de Jacobo de Vidriaco y refiérelo Surio, tomo tercero.

[18] Edeltrude, donzella ilustríssima, hija de Ana, reina de Inglaterra, contra su voluntad fue casada con Candeberto, príncipe de los girvios australes, y hallándose juntos, ella le supo dezir tales cosas en loor de la castidad que ambos hizieron voto de guardarla perpetuamente, como la guardaron. Murió Candeberto, y de nuevo también contra su voluntad fue desposada con el rey Cefordo, y con él vivió doze años conservando su | virginidad. Passado este tiempo y de voluntad del rey entró en un monasterio y hízose monja, donde, aunque estava más segura, no vivió menos casta que allí en los palacios reales y en los aposentos de los reyes. Su virtud de castidad cuánta fuesse puede considerarse en que la apegava a los con quien se casava, haziéndolos vivir castos. Y es raro exemplo, y no sé que se halle otro semejante de que se case dos vezes una donzella y siempre virgen. Es de Sigiberto y refiérelo Beda en su Historia, libro cuarto, capítulo diez y nueve.

[19] Siempre virgen y casada (aunque sola una vez) fue Cunegunde, muger del emperador Enrique. De la cual estando él una vez sospechoso acerca de su castidad, por assegurarle, teniendo inspiración de Dios para hazerlo, anduvo los pies descalços sobre unas planchas de hierro hechas fuego, sin daño alguno. Muerto el marido, pudo más libremente servir a Dios, tan casta como de primero, porque no quiso más casarse por no perder también su limpieza aviendo perdido a Enrique. Y porque los dos en estado de matrimonio vivieron castos, gozaron de un reino más seguro y más perpetuo que el que dexaron. Refiérelo Marulo, libro cuarto.

[20] Una donzella francesa hija de Gunzón, duque de Narbona, estando endemoniada fue libre del demonio por la oración de Galo Abad. Hizo voto de virginidad y començó a habitar el Espíritu Santo donde el demonio avía huido. Pidióla por muger el rey Sigiberto de Francia y entregósela el padre. Y estando en su presencia dixo que era esposa de Jesucristo, Rey Celestial. A esta voz el rey se estremeció y no osó llegar a la donzella, sino embióla a un monasterio diziendo que la entregava a quien dezía que era su esposo. Y assí mereció ser conjunta a Cristo en la Bienaventurança, porque en tanto que vivió estimo en más la castidad que el ser reina de Francia. Es de Surio en la Vida de San Galo, tomo quinto.

[21] Edita Donzella, hija de Edgaro, rey de /52r/ Inglaterra, muerta de algunos años, abriendo su sepulcro pareció su cuerpo convertido en ceniza y su vientre entero y sin putrefación. Admiráronse muchos desto; aparecióse a un siervo de Dios la misma virgen Edita y díxole ser aquel caso ordenado del Cielo, por razón de que nunca, ni con la obra ni con el desseo, pecó contra la castidad. También le fue revelado a Dunstano Obispo que estava en el Cielo en compañía de las esposas de Cristo y que era voluntad de Dios se le celebrasse fiesta en la tierra, y assí lo hizo. Grande es el mérito de la castidad, pues honra Dios por él la alma en el Cielo y quiere que también lo sea el cuerpo en el suelo. Es de Marulo, libro cuarto.

[22] Luceya, donzella romana, siendo captiva de Ancio, rey bárbaro, y queriendo hazella fuerça, ella le dijo que temiesse ser castigado del Rey del Cielo, cuya esposa era. Oído por él, dexóla libre y embióla a Roma. Hízose cristiano y desde algún tiempo oyó dezir que avía padecido martirio en Roma Luceya. Y encendido en fuego del Cielo, por la buena suerte de su captiva, dexó el reino y fue a Roma, donde padeció graves tormentos por la confessión de la fe, desseando más reinar en el Cielo que en la tierra. Y todo esto le vino de la veneración que tuvo a la virgen Luceya. Dízelo el Metafraste.

[23] Eugenio, rey de Africa bárbaro, llevó captivas de Italia a Flora y Lucila, hermanas y donzellas consagradas a Dios. Sabiendo dellas su estado, temió de les hazer fuerça y embiólas libres a su monasterio. Después, saliendo a algunas empresas pedía favor a las dos santas donzellas y alcançava vitoria. Vino a hazerse cristiano y passó a Roma en traje dissimulado con intención de recebir martirio. Estava cierto que la corona de su reino era frágil y la del martirio estable y eterna. Allí se dize que en compañía de las mismas vírgines Lucila y Flora fue martirizado. Todo este provecho le vino de aver honra- do | la virginidad. Dízelo Marulo, libro cuarto.
[24] Petronila Virgen, hija del Apóstol San Pedro, estando enferma y preguntando a su padre por qué sanando a otros a ella le dexava enferma, respondió:
-La donzella en la enfermedad aprende a ser fuerte, y estando sana trata de los deleites del cuerpo.
Y assí, Petronila quiso más morir casta que vivir casada con Flaco Cónsul, de quien era pedida por muger. Rogólo a Dios y oyóla, y libróla con su muerte del cónsul que tratava de le hazer fuerça. Y la que no quiso ser esposa de hombre lo fue del Espíritu Santo, y gozó de las Bodas Celestiales porque menospreció las terrenales. Es de Lipomano.

[25] Por mandado del emperador Numeriano fue mandada llevar Daría, donzella santíssima y esposa del santo mártir Crisanto, en Roma al lugar de las mugeres públicas. Fue assí hecho, y puesta la santa donzella en aquel afrentoso lugar, proveyó Dios de un león, que saliendo de cierto corral en que estava se fue a poner delante della con muestra de la querer defender. Entró ignorando esto un moço desvergonçado y atrevido con intento de deshonrar la donzella. Salió a él el león y derribóle en el suelo, y pisándole con sus pies mirava a la santa para ver lo que dél quería que hiziesse. Daría, visto lo que passava, dixo:
-Conjúrote por Jesucristo que no le hagas mal, sino que me des lugar que yo le hable.
Hablóle y díxole:
-Mira cómo la ferocidad del león obedece al nombre de Jesucristo, y tú, siendo hombre y acompañado de razón no temes ofenderle.
El moço, temblando, puesto de rodillas delante de la santa, dixo:
-Haz, señora, que no me mate esta bestia, que yo te prometo de publicar por toda Roma que no ay otro Dios sino el que tú adoras.
Mandó Daría al león que le dexasse ir libre; apartóse el león y el moço salió dando vozes por la ciudad, cumpliendo su promesa. Y si se cançava y callava bolvía a ver si /52v/ estava el león a sus espaldas. Otros entraron donde estava la santa y les sucedió lo mismo, de suerte que salían convertidos y publicando a Cristo por Dios. Celerino Prefeto fue informado del caso y mandó poner fuego al aposento donde Daría estava, mas por su oración ella y el león salieron libres. El león se fue a los montes y ella quedó para padecer mayores tormentos por Cristo, en los cuales acabó la vida y començó a gozar la Eterna en el Cielo. Refiérelo Simeón Metafraste.

[26] Nizéforo, libro siete, capítulo treze, escrive de una donzella de Nicomedia, la cual porque no quiso sacrificar a los ídolos fue mandada llevar al lugar de las mugeres públicas. En el camino vido a un obispo de la misma ciudad llamado Antimo; preguntóle cuál era mayor mal, perder la castidad o la fe. El obispo respondió:
-Hija Eufrasia (que assí se llamava la donzella) hermoso don es el de la castidad virginal, aunque el de la fe es mayor y más importante, por lo cual si en la castidad forçosamente ha de aver falta, procura que permanezca la fe en tu alma, y si el cuerpo padeciere fuerça, la misma sufrida por Dios ayudará a tu corona.
Oído esto por la casta donzella, rebolvía en su ánimo cómo pudiesse conservarlo todo, assí la fe como el don de virgen, y estando ya en el lugar público y con ella un feroz soldado que pretendía primero que otros semejantes despojos, Eufrasia le habló y dixo:
-Si tú, valiente soldado, abstiniéndote de hazer lo que pretendes en daño de mi honestidad, la defendieres de otros que también como tú la pretenderán hazer guerra, yo te daré un reparo contra las heridas que en cualquier trance y batalla puedes recebir, de modo que ninguna arma de enemigo te hiera o saque sangre, y la experiencia desto puedes hazer en mí, y hallándola cierta harás lo que te ruego.
El soldado, contentíssimo de lo que oía, dixo que acetava de buena gana el partido. Eufrasia, que se halló acaso con un pedaço de cera, ablandóla, y puesta | en su cuello dixo al soldado que desnudasse su espada y la hiriesse con grande fuerça por la garganta, y vería la experiencia. Hízolo assí, hirióla el cuello y derribóle bien lexos la cabeça, que fue lo que Eufrasia pretendía para conservarse virgen, aunque a costa de la vida, y siendo este hecho (como se presume) guiado por Dios, también ganó en él corona de mártir. Este caso, si no es otro, escrive Luis Vives en su Muger Cristiana, libro primero; sólo diferencia en que llama a la donzella Drasila, y dize que era hierva la que se puso al cuello, que fue una la primera que se halló a mano, diziendo tener semejante virtud.

[27] Eusebio Cesariense en su Historia Eclesiástica, libro octavo, capítulo doze, escrive de dos donzellas y una madre, todas tres cristianas y muy hermosas, que estando en un pueblo cerca de Antioquía, donde se avían retirado por huir la persecución de Diocleciano, que andava muy sangrienta en la ciudad contra los cristianos, teniendo noticia dellas fueron presas, y trayéndolas a Antioquía, llegando cerca de un río, la madre les habló y dio a entender el peligro en que ivan de ser deshonradas, que mejor les sería ahogarse en aquel río que perder la castidad. Fue poco necessario persuadirles esto a las que tenían intento de morir antes que dexarse deshonrar. Apartáronse un poco de los soldados y lançáronse en el río, donde fueron ahogadas. Nicéforo, libro siete, capítulo doze, escrive de otras dos donzellas que, trayéndolas en un navío también a Antioquía para el mismo efeto, se echaron a la agua. A una de las cuales nombra San Ambrosio, y dize que se llamava Pelagia. Es en el libro tercero de Vírgines. Y Antonio Sabélico, en el libro quinto de Exemplos, dize que siendo la ciudad de Aquileya saqueada de los hunos, una ilustre donzella, viniendo en poder de cierto soldado y queriendo deshonrarla, ella le rogó que no fuesse en lugar público donde estava, sino que se subiessen a lo alto de la casa. Concedió con ella el bár- baro. /53r/ Subió a un aposento donde estava una ventana sobre el río que passava por aquella ciudad, corrió a ella y dixo al soldado:
-Si quieres gozarme, sígueme;
y lançóse en el río. El intento déstas y de otras muchas que hizieron cosas semejantes, que fue por guardar castidad, de todos es alabado, mas la obra de matarse y ser homicida de sí mismas ninguna loa merece. Y assí San Augustín, en el libro primero de la Ciudad de Dios, capítulo diez y siete, reprehende el matarse uno a sí mismo. Bien es verdad que Dios, que es Señor de nuestras vidas, pudo dar licencia a todas éstas para que se matassen y conservassen castas, y en tal caso merecieron y tendrán en el Cielo aureola de mártires, pues quien padeciesse muerte por no cometer algún pecado mortal -como lo es la fornicación- verdadero mártir sería.

[28] Julián Antioqueno Mártir y Basilisa, aviendo celebrado las bodas, salía de la cama un olor suavíssimo de rosas, con ser tiempo de imbierno, y admirada dello Basilisa y no sabiendo la causa, Julián le dixo que era aquel olor la limpieza virginal, de cuya suavidad enamorada la donzella se determinó de conservar con su esposo virginidad. El propósito y determinación confirmó una visión, apareciéndoseles Jesucristo con su Sagrada Madre, agradesciéndoles su desseo y obra. Vivieron juntos algún tiempo y después se apartaron y fueron ambos ocasión de que muchas almas se salvassen, y al cabo padecieron martirio por Cristo. Refiérelo Surio, tomo primero.

[29] Baptista Fulgoso en el libro cuarto escrive que el año de Cristo de mil y dozientos y noventa y uno, ganando sarracenos la ciudad de Tolemaida, que es en tierra de Palestina, estando en ella un monasterio de monjas, la abadesa les amonestó que para defensa de su honestidad se cortassen las narizes. Hiziéronlo assí, entraron los infieles y vistas con semejante fealdad, los rostros bañados en sangre, sin les hablar palabra las mataron a todas. No les era lícito a éstas con su proprio pa- recer | mutilarse. Aunque bien se presume que en el espacio que uvo desde que se cortaron las narizes hasta que fueron muertas pudieron tener, y que de veras le tendrían, pesar de lo que fue culpa en aquel hecho, ayudando a esto que fue mandato de su perlada, el dolor que padecían y Dios principalmente, que miraría el intento con que lo hizieron, y assí, contritas y muertas se salvarían. Refiere lo mismo San Antonio de Florencia, y llama Ancona a la ciudad.

[30] Osita, hija de Fritevaldo y de Vuiltevurga, reyes de Inglaterra, contra su voluntad fue casada con Sigero, rey de los saxones orientales. Resistió algunos días a la voluntad del rey con diversos modos que tuvo; mas, viendo él sus dilaciones y acrecentando la tardança su desseo, un día se encerró con ella en su aposento determinado de cumplir su voluntad de grado o de fuerça. Mas assí como entró, por voluntad de Dios vinieron a dezirle que avía parecido en el monte un maravilloso ciervo, a cuya caça siendo el rey muy inclinado, dexando a Osita se fue con sus caçadores a buscar el ciervo, donde se detuvo algunos días. Quedó la santa donzella como quien se libra de un terrible naufragio, y embiando a llamar ciertos obispos que de Inglaterra su patria estavan allí venidos, ella les habló y declaró su intento, y movidos por Dios, sin mirar el modo como el rey lo llevaría, hizo en sus manos tres votos, pusiéronle ellos velo y quedó perfeta monja. Buelto el rey de su caça ganoso de verse con la reina, cuando entró en su aposento y la halló puesta velo negro, y supo que avía hecho professión y era monja, sintiólo tanto que estuvo en punto de matarla. Mas fuele Dios a la mano para que no lo hiziesse. Trocóle el amor en aborrecimiento, embióla a una villa llamada Chinchense, donde edificó un monasterio, y acompañada de otras ilustres donzellas hazía vida santíssima. Tuvo della embidia el demonio, conmovió los ánimos de ciertos daneses, que entrando en navíos con intento de robar /53v/ (y fue el año del Señor de seiscientos y cincuenta y tres), llegaron a la parte oriental de Saxonia, y saliendo en tierra acometieron la villa de Chinchense, donde executaron grandes muertes y robos. Entró el capitán de esta gente en el monasterio de Osita, y viendo la santa monja, sabiendo quién era, hablóla con dulces palabras y con ruegos y ofrecimientos procurava atraerla a que dexasse su religión y fe y adorasse ídolos como él adorava, amenazándola de muerte si no lo hazía. La santa donzella, teniendo en poco sus ofrecimientos y en menos sus amenazas, respondió que perdería primero la vida que negasse a su esposo Cristo, y que no adoraría dioses falsos. Por lo cual el tirano, no pudiendo sufrir su constancia ni oír menospreciar sus dioses, hízole abaxar la cabeça, y con su espada se la cortó. Y aviendo caído en tierra, baxóse el cuerpo y tomóla en sus manos, donde con passos bien compuestos fue hasta una iglesia de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que distava de allí trecientos pasos, y hallando las puertas cerradas, con las manos sangrientas dio golpes para que abriessen, quedando señales de la sangre en ellas, y con esto se dexó caer allí. Y en el lugar donde fue degollada manó una fuente provechosa para diversas enfermedades. Es de Surio, tomo quinto.

[31] Macrina, hermana de San Basilio y de Gregorio Niseno, estando concertada de casar con cierto moço de muy buenas partes, y muriendo antes del desposorio, ella perseveró en no querer casar con otro. Y diziéndole sus padres que lo hiziesse, respondía que tenía por malo no honrar el matrimonio que primero le avían señalado, sin pretender otro, que assí como naturaleza ordenó un solo nacimiento y una sola muerte, assí era bien que oviesse un solo matrimonio, y que aquél con quien la avían desposado, aunque era para otros muerto, para ella estava vivo, con la esperança cierta que tenía que avía de resuscitar; y que le juzgava sólo estar ausente y assí era maldad grande no guardar la fe al | esposo que avía ido a alguna otra tierra, aunque distante y por largo tiempo. Con estas razones se defendía de sus padres y perseveró en honestidad hasta la muerte, que fue en religión y estado de monja. Antes que entrasse en el monasterio tuvo una enfermedad en la garganta, donde se le hizo una hinchazón grande que le causava mucha pena y mostrava ser de peligro si no se curava. Quiso su madre que se le llamasse cirujano, mas ella, que sentía no menos que la muerte el descubrir el cuello a hombre, recusávalo. Dezía la madre:
-Dios declaró la arte de la Medicina a los hombres para que aprovechándose della unos curen a otros, ¿de qué te recelas?
Todavía se escusava Macrina que hombre viesse su garganta, y assí con grande fe entró en un oratorio con su madre y estuvo en oración toda una noche, derramando lágrimas, pidiendo a Dios la sanasse. La madre cansada ya cerca del día le dixo:
-Hija, todavía quiere Dios que llames médico.
Ella respondió:
-Madre mía, tú sola lo has de ser. Hazme la Señal de la Cruz en la garganta sobre el mal, que yo espero en su Magestad quedar sana.
La piadosa madre hizo la Señal de la Cruz sobre la hinchasón, y de repente desapareció, dexando una pequeña señal para evidencia del milagro y que siempre tomasse de aquí motivo para darle gracias. Es de San Gregorio Niseno y refiérelo Surio, tomo cuarto.

[32] Eduardo, rey de Inglaterra, por persuasión de los grandes de su reino casó con Edita, y las primeras palabras que entre sí tuvieron fue concertarse de vivir castos, no queriendo otro testigo para esto sino a Dios. Y assí fue muger la reina del rey en el espíritu y no en la carne, y fue el rey marido de la reina en la palabra y no en la obra, aunque entre los dos fue verdadero matrimonio y assí teníanse amor de casados y bivían recatados. Amávanse las almas y guardávanse los cuerpos, y como otra Abisag calentava la reina el casto pecho del rey con espiritual amor, y el rey insistía en que permane- ciesse /54r/ entre los dos su honor. Quiso Dios honrar al rey y que fuesse conocida su santidad en que, pidiéndole un contrahecho que le llevasse sobre sus hombros hasta entrar en una iglesia y llegar con él al altar mayor -el cual dezía que avía visitado la iglesia de San Pedro de Roma por cobrar salud y que tuvo allí revelación que si hazía esto con el rey Eduardo que sanaría-, el rey con mucha humildad le levantó de tierra y puso sobre sus hombros y fue mucho de ver el pobre con su vestido de remiendos, suzio y asqueroso, con sus braços que avían arrastrado el suelo y le servían de pies, abraçado al cuello del rey. De los que estavan presentes unos se reían, otros afirmavan que el pobre se avía querido burlar del rey y ayudavan ellos a la burla, y otros juzgavan que esta simplicidad del rey resultava de ser indiscreto y necio. Mas bolvió Dios por su siervo Eduardo, y fue assí que no avía bien entrado en la iglesia cuando se le descogieron los nervios al contrahecho y los pies se le despegaron de las espaldas, la carne magra y de mal color tomó otro lustre, fortificó los huessos y quedó perfetamente sano. Semejantes obras concede Dios a la castidad.
Era muy devoto Eduardo de San Juan Evangelista, y ninguna cosa que por su amor le pidiessen la negava. Pidióle un día limosna un peregrino por aquel nombre, y no teniendo qué darle sacó un anillo de oro de su dedo y diósele. Ivan después dos ingleses a visitar el Santo Sepulcro a Jerusalem, y tomándoles una noche en despoblado fatigáronse mucho. Mas llegó a ellos un viejo venerable y díxoles que le siguiessen; hiziéronlo ellos y en poco espacio los puso en poblado y llevó a cierta posada, donde les dio bien a cenar y durmieron lo que de la noche quedava. A la mañana hablóles el viejo y díxoles:
-Sabed que yo soy el Apóstol de Dios San Juan y amo tiernamente a vuestro rey, porque vive casto. Él me dio este anillo de oro, pidiéndole limosna en mi nombre en traje de peregrino. Bolvédsele y dezidle de mi parte que ya se le llega el día de su muerte, que será dentro de seis meses, y que nos | veremos juntos, siguiendo al Cordero Inmaculado.
Dicho esto desapareció el santo Apóstol. Ellos bolvieron a su tierra y dieron cuenta al rey de lo que avían visto y oído. Cayó luego enfermo, y murió santamente, y lo mismo la reina Edita, subiendo a gozar en el Cielo la compañía de los castos. Refiérelo Surio, tomo primero.
[33] En el monasterio de Santa Brígida en Hibernia estava una monja de poca edad, la cual, siendo atormentada gravemente del vicio deshonesto por aver puesto los ojos en un perverso hombre que la solicitava, y oídole algunas razones, vino a concertarse con él de le hablar una noche por lugar acomodado para semejante maldad. Aguardó que estuviesse durmiendo Santa Brígida -la cual no dormía, antes sabía bien en lo que ella andava y rogava a Dios con grande instancia se doliesse de aquella alma-; ya iva la otra a poner en obra su mal propósito cuando ofreciéndosele en la memoria el temor de Dios y los buenos consejos de Santa Brígida, tomó brasas y puso sus pies desnudos sobre ellas, y desta manera con un fuego apagó otro fuego y con el dolor del cuerpo venció el ardor libidinoso que la atormentava. Hablóla otro día Santa Brígida y díxole:
-Porque esta noche peleaste valerosamente y el fuego de la luxuria no te acabó de abrasar, de aquí adelante serás libre dél y escusarás el del Infierno.
Con esto hizo oración por ella, y quedó sana de las llagas que tenía en sus pies hechas por el fuego que puso debaxo dellos, y sin más tentaciones semejantes. Refiérelo Surio, tomo primero.

[34] Vivía en la santa ciudad de Jerusalem una monja muy religiosa y de grande exemplo de vida en su casa particular, de quien teniendo embidia el demonio, solicitó a un mancebo para que aficionado a ella sobremanera la persiguiesse. Visto por la santa donzella, y que el negocio iva adelante, quiso quitar con su ausencia el escándalo que le causava su vista. Tomó un cilicio y en un vaso cierto manjar cozido y fuese al desierto del Jordán, de donde vino /54v/ que el moço no viéndola perdió su memoria y fue libre de la tentación que padecía. Y ella con la soledad tuvo más seguridad y se aumentaron sus méritos. Después de muchos años vídola un ermitaño por dispensación divina, queriendo Dios que se manifestasse su santidad. Preguntóle:
-¿Qué hazes aquí, madre, en esta soledad?
Ella, queriendo encubrirse, dixo:
-He perdido el camino, ruégote que me enseñes por dónde tengo de ir.
El monge, enseñado de Dios, replicó:
-Créeme, madre, que tú no erraste el camino, ni le buscas, mas pues sabes que la mentira es del demonio, dime la causa por que veniste a la soledad.
-Perdóname, abad -dixo la sierva de Dios-; lo que passa es que un moço se escandalizó por causa mía, y vine al desierto teniendo por mejor morir que ser estropieço al próximo.
Añadió el monje:
-Dime, señora, ¿y qué tanto tiempo as residido en este lugar?
Ella dixo:
-Doy por ello gracias a Jesucristo, que ya van para diez y siete años.
-¿Y de qué te as sustentado? -preguntóle el monje.
Ella respondió:
-En un vaso truxe cierto guisado, y este cilicio, el cual por divina dispensación me ha cubierto mi cuerpo, sin que el guisado se aya acabado aunque siempre que tengo necessidad uso dél. Y más quiero dezirte, padre, que por estos diez y siete años, ningún hombre me ha visto sino tú aora, aunque yo los veía andar por este desierto.
Oído esto por el ermitaño, alabó a Dios. Es del Prado Espiritual, capítulo ciento y setenta y nueve.

[35] En Francia, en la provincia Laodiense, avía grande número de mugeres religiosas, que estavan en sus casas de por sí. Y aunque muchas avían tenido padres ricos, trabajavan todas de sus manos, vivían en castidad, frecuentavan los Sacramentos; si caían en algún pecado, aunque fuesse fácil y ligero, lloravan más por él que otros por los muy graves. Eran perseguidas de gente mala y viciosa, y aun de otros de estados altos, poniéndoles nombres afrentosos, murmurándolas, diziendo que ni eran carne ni pescado, sino gente desapro- vechada | y inútil. Lo cual ellas padecían con grande paciencia, acordándose de Cristo, que le llamaron samaritano por afrenta. Sucedió que la ciudad donde residían las más fue saqueada de enemigos y estas honestas mugeres se escondían por las cuevas y lugares inmundos, queriendo más morir de mal olor que perder su limpieza. Algunas que se veían assir de los soldados, no teniendo otro remedio y deviendo aver oído voz del Cielo para hazerlo, se lançavan en el río y en poços. De las cuales una, llevándola el río con su corriente, entraron ciertos soldados en una barca y sacáronla de la agua en la misma barca, donde viendo que uno dellos la quería forçar, assida dél se arrojó otra vez en el río, donde el soldado quedó ahogado y ella salió libre. Cessó esta persecución y sucedió otra de hambre, en la cual se averiguó que con ser algunos millares los de estas religiosas, ninguna murió de hambre, teniendo Dios cuidado dellas, como le tuvo antes muy particular en que ninguna fuesse deshonrada. Entre éstas avía una llamada Marta, donzella inocentíssima, sin malicia y muy abstinente, y dada a la oración. Ésta, estando un día en la iglesia, vido alrededor de sí muchas manos puestas, como que la rogavan algo que hiziesse. Rogó a Dios le declarasse qué era aquello, y fuele dicho que eran almas que penavan en Purgatorio y se encomendavan a ella; y assí tuvo particular cuidado de rogar a Dios por ellas, y algunas salieron de pena por su oración. A esta sierva de Dios, cierto religioso que la confessava, sin mal intento le tomó una vez la mano. Ella sintió luego de allí, y después en su casa, algunos movimientos sensuales. Començóse a entristecer, no sabiendo qué cosa aquello fuesse, porque era inocentíssima, fuese a la oración y pidió el favor de Dios. Oyó una voz que dixo: Noli me tangere. Tomóla de memoria y con sinceridad grande, porque no entendía latín, bolviendo al confessor le dio cuenta de aquella novedad, y añadió:
-Esta voz he oído: Noli me tangere. /55r/ No sé, señor, qué signifique. Declarádmelo.
El confessor entendió que Dios, por no avergonçarle delante de aquella su sierva le avía querido avisar que no tuviesse más semejantes tocamientos de manos, aunque fuessen sin mal intento, y assí vivió recatado en adelante. Lo dicho es de San Antonio de Florencia en su Segunda Parte Historial, título diez y nueve, capítulo doze. Y añade desta sierva de Dios que le fue revelado cómo la Madre de Dios estava en el Cielo en cuerpo y alma, y lo mismo los que resuscitaron cuando Cristo resuscitó.

[36] A Potamiena, donzella hermosíssima y no menos honesta, tenía por esclava cierto hombre rico. Era él pagano y ella cristiana, encendióse en amor deshonesto el amo de la esclava, y como le resistiesse valerosamente, fuese él al adelantado de Alexandría por el emperador Maximino, grande perseguidor de cristianos, y concertóse con él que amenazasse de muerte a la donzella con título de que era cristiana, mas si consintiesse con él de hazer su voluntad se la bolviesse libre. El inicuo juez lo tomó a su cargo, y ni por palabras de amenaza que le dixo, ni de ofrecimientos que le hizo, pudo acabar con ella que faltasse a su casto propósito. Por lo cual indignado mandó henchir una grande caldera de pez, y puesta en el fuego, y estando ardiendo, mandó poner dentro a Potamiena desnuda. Ella le conjuró por la vida del emperador que no la desnudasse, sino que vestida la pusiesse dentro, y el juez lo mandó assí. Donde, estando por tres horas padeciendo terrible tormento, al cabo dellas, sin que la pez le llegasse al cuello, acabó la vida. Y fue verdaderamente mártir, pues murió por guardar la castidad. Refiérelo Paladio en su Lausiaca.

[37] En una cueva estava encerrada sin salir della ni ser visto su rostro de persona humana Alexandra. Dávanle de comer por una pequeña ventana, y passó desta vida al dozeno año de su encerramiento. Contava della Melania Romana, muger santíssima, que estando cerca de la ventana por donde le davan la comida sin verla, porque | ella no se dexava ver, le rogó que le dixesse la causa por que se avía ido de la ciudad y encerrado en aquella cueva o sepulcro. Respondióle:
-Sabrás, señora, que cierto moço andava enamorado de mí y me perseguía. Yo, por librarme dél y no darle ocasión de que ofendiesse a Dios con mi vista, que le era estropieço y escándalo, me encerré aquí.
Replicó Melania:
-Dime, sierva de Dios, cómo puedes passar la vida sin hablar con alguno y peleas con la ociosidad y con los pensamientos importunos.
Respondió ella:
-Desde la mañana hasta hora de nona estoy en oración y hilando lino. En las otras horas rebuelvo en mi coraçón las Vidas de los santos padres y patriarcas, y los martirios de los santos Apóstoles y mártires, y venida la noche glorifico a mi Dios y passo la mayor parte della en oración y espero el fin cuando seré desatada deste cuerpo y presentada en la presencia de Jesucristo, mi Dios.
Refiérelo Paladio en su Lausiaca.

[38] San Gregorio Turonense escrive en su Historia Francesa que en tiempo de los emperadores Arcadio y Honorio, un mancebo de linaje de senadores de la ciudad de Anverna muy rico y virtuoso, se desposó con una donzella noble y muy principal. La noche que se vieron juntos estava la donzella tristíssima y muy llorosa. Preguntada la causa, respondió que tenía hecho voto de castidad y que sus padres contra su voluntad le avían hecho que viniesse en casarse, y sintía la muerte en hazer falta a Jesucristo, a quien primero avía dado la fe de esposa. Afirmava que le sería ocasión de su muerte, añadió tales y tantas razones en loor de la castidad, que el mancebo, siendo bien inclinado, vino en que los dos viviessen castos, lo cual guardaron fielmente, aunque vivían en una casa y dormían en un aposento, hasta que la donzella murió. Y al tiempo que la ponían en la sepultura dixo él:
-Gracias te doy, Eterno Señor Mío, porque restituyo a tu piedad este tesoro de la manera que de ti le recebí encomendado.
Vídose el rostro de la difunta a esta sazón con un alegre son- riso, /55v/ y oyóse que dixo:
-¿Para qué dizes lo que no te preguntan?
No mucho después murió él y sepultáronle en la misma iglesia, en otro sepulcro aparte, mas el siguiente día fueron hallados juntos, y por esto en aquella ciudad fueron llamados «los dos castos amantes».

[39] En una ciudad de Alemaña vivía cierta señora casada rica y de linaje, y muy sierva de Dios, cuya hermosura se tenía por milagro de naturaleza. De partes diversas venían personas de cuenta a sólo verla, de que ella sentía grave pena porque la desasosegavan. Y su sentimiento crecía pareciéndole que su vista era ocasión de escándalo a muchos. Encerróse un día en su oratorio, y derramando lágrimas hablando con Dios, dixo:
-Bien vees, Señor, que resulta grande peligro de la forma y parecer que en mí pusiste. Porque mediante tu misericordia, aunque esté yo segura de ofenderte cayendo en alguna torpeza, mas temo de ser ocasión a gente débil y flaca para caer en tentación sensual, por tanto pídote, Señor, que trueques mi rostro y corporal hermosura en tanta fealdad que si hasta aquí dava agrado con mi vista, en adelante sea ocasión de horror y pena. Dicho esto cubrióse de lepra, hincháronse sus ojos, la nariz se acorbó, la boca se le pudrió, y el rostro se pobló de postulas. Era espanto mirarla. Salió del oratorio, y vista de su marido, sólo en el vestido la conoció, y cierto que era su muger, no ay dezirse lo que sintió con toda la familia y parientes. Llamáronse médicos, y todos afirmaron que era lepra incurable. Dieron parecer que fuesse llevada donde no habitassen gentes, porque no inficionasse el pueblo todo. Confessávase con un fraile del orden de Predicadores; visitóla y viéndola de tal suerte y muy contenta, preguntó la causa, y sabido della, que se lo dixo, reprehendióla ásperamente, diziendo aver hecho agravio notable a su marido, y encargóle la conciencia que pidiesse a Dios le bolviesse su primera figura para que cessassen inconvenientes precisos que de estar assí podría seguirse, en espe- cial | que dava a su marido causa de estropieço y caída. Ella quedó afligidíssima de oír esto. Encerróse en su oratorio y pidió a Dios, que pues avía demandado aquel açote por más libremente servirle, afirmándole su padre espiritual no aver sido acertado, que le bolviesse su primera figura, siendo assí su voluntad y conveniendo para su servicio. Dicho esto quedó sana y con la hermosura y parecer de primero. Y saliendo a vista del marido, familia y parientes, a todos alegró y dio sumo contento. Publicóse la ocasión de la lepra y recuperada salud, y fue sumamente alabada de casta y recogida. Vivióle el marido después deste acaescimiento año y medio, y quedándole una hija, con ella y con su patrimonio, que era amplíssimo, se entró en un convento de monjas de Santo Domingo llamado Levental, donde vivió y murió santamente. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[40] Hizo voto de castidad una santa donzella llamada Eufemia, y guardávale en despecho del demonio, enemigo de todo lo que es virtud y santidad. El cual solicitó a su padre que la casasse y él lo hizo dándosela por esposa a un conde, señor de mucha renta. No fue parte para que el desposorio se evitasse el contradezirlo cuanto le fue possible la santa donzella, y visto que no tenía remedio, sino que su castidad y voto corría peligro, encerróse en un oratorio, y derribada de rodillas delante una imagen de la Madre de Dios, pedíale afetuosamente que le diesse favor cómo conservar su limpieza. Y considerando que su rara hermosura y particular belleza le hazía guerra en aquel particular, teniendo inspiración divina para que assí lo hiziesse (porque sin ella y guiándose sólo por su parecer fuera culpa) con un pequeño y agudo cuchillo se cortó parte de las narizes y labios. Visto esto por su padre, tornándosele tirano cruel, entrególa a un villano, tanto y más en la condición como en la sangre, el cual tenía a cargo una casa suya en el campo. Éste le hazía muy malos tratamientos, forçándola a que trabajasse /56r/ más de lo que buenamente podían sus fuerças y poniendo en ella las manos. La honestíssima donzella lo sufría todo con grande paciencia, dando gracias a Dios, que la avía puesto en estado en que padeciesse algo por su amor. Esta vida tuvo siete años. Llegó la víspera del Nacimiento del Hijo de Dios, y hallándose en casa de su padre, la familia toda se llegó en una sala y mesa a hazer las sumptuosas colaciones que se acostumbravan en algunas casas de grandes señores aquella Santa Noche. A este tiempo, acordándose Eufemia que el Hijo de Dios avía tenido por aposento un establo, fuese a tener en él su fiesta y a alabar al Señor. El rústico, su amo, echándola menos, tomó un bastón ñudoso y fue al establo, entendiendo que allí la hallaría, porque otras vezes lo avía hecho como lugar más solo para a solas meditar en su esposo amado, Cristo. Cuando el villano llegó al establo, vido en él grande claridad. Parecióle que era fuego y llegando más cerca vido a la Sacratíssima Virgen María acompañada de vírgines y de ángeles, que le hablava y dezía:
-Muéstrate, hija, firme y constante, que por este servicio se te dará corona en el Reino de los Cielos.
Visto por el rústico, convocó toda la familia, y llegando allí vieron a Eufemia con labios y nariz, y que su rostro resplandecía como el sol, y a todos tenía suspensos su hermosura. Oyó esto el padre, vino a verla, pidióle perdón de lo hecho y en el establo donde se vido esta maravilla fundó un monasterio de vírgines, y en él se encerró Eufemia y vivió pocos años, por llevarla presto su esposo Cristo a gozar el premio de sus trabajos en la bienaventurança. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[41] Siendo saqueada la ciudad de Leodio por los de Brabancia, algunas honestas donzellas, con zelo de guardar su honestidad viéndose en peligro de perderla, se echaron en un río. De las cuales una, estando agonizando en las ondas, fueron de los contrarios en una barca con intento de aprovecharse della. Sacáronla del río, y teniéndola en la barca, como la donzella enten- diesse | su mal propósito, porque luego se le declararon, con mayor gana que primero de morir antes que verse afrentada, de nuevo se arrojó en el río. Quisieron detenerla los soldados, y cargando al un lado de la barca, tratornóse en el río, quedando todos en la agua. Favoreció Dios al buen intento de la donzella, que llevada de la corriente abaxo salió libre assí de la muerte corporal como de la fuerça que en su honra esperava, y los soldados ambos quedaron ahogados. Alábase aquí el intento honesto desta donzella, que por guardarse casta no temía perder la vida. Es del Promptuario de exemplos.

[42] Una donzella de linaje, rica y hermosa, ofreció a Jesucristo y a su Sagrada Madre su castidad con voto hasta la muerte. De lo cual indignado el enemigo de todo lo bueno, Lucifer, dio traça como un hombre principal se enamorasse della y la procurasse por muger. Era esto con tantas veras que no dava hora de reposo a la donzella ni a sus padres, a ellos con ruegos, a ella con dádivas y presentes ricos y de precio. Ofrecíale su estado y persona, digno todo de estima. Ni dexava el demonio de atizar por otra parte el casto pecho de la sierva de Cristo, la cual, puesta entre tantos contrarios, vino a blandear, y al cabo, olvidada del voto y del Cielo, dio el consentimiento de casarse. Fue nueva de grande contento para sus padres y más para el que la desseava por esposa. Señalóse día, y la noche antes, estando en casa de sus padres tuvo un sueño y visión en esta manera: Parecíale que estava junto a la boca de un poço de estraña grandeza. Salía dél una exalación y vapor tan hedionda que amenazava pestilencia en toda la tierra. A bueltas parecía un humo tan espesso que escurecía la claridad del sol y convirtía en tiniebla el mundo. Dentro del poço se mostravan serpientes espantosas de diversas formas, que se rebolvían entre las llamas y fuego. Oíanse clamores terribles de gente que era allí atormentada. Vido salir con furia grande unos etíopes hechos fuego y con alas, los cuales eran ministros para atormentar /56v/ las miserables almas que allí estavan. Llegaron de improviso a la donzella, y echáronle sus pesadas manos procurando lançarla en el poço. Vídose afligidíssima y sin remedio. Levantó el rostro y pudo ver bien lexos a la Madre de Dios, su antigua Señora. Y aunque le pareció que la tenía enojada por mostrar el rostro buelto a la otra parte, tomó alguna esperança, y en voz alta le dixo:
-¡Oh Virgen Sacratíssima y Señora de la Vida, socorred a vuestra esclava en esta grande necessidad!
La Reina de los Cielos se llegó más cerca y díxole:
-Y tú, ¿quién eres?
-Soy -respondió- una esclava vuestra, dedicada a vuestro servicio y que siempre tuve en Vos mi confiança.
La Virgen dixo:
-No es assí. No eres mía, sino de aquel por quien me as menospreciado y le estimás en más que a mi Soberano Hijo. A él pide remedio. Él te libre del peligro en que estás.
La afligida donzella, no sufriendo palabras de tanto desvío, dixo:
-¡Oh mi Señora, que ya no quiero dél acordarme, ya no tendré dél memoria! Vós, Señora, me librad, que no me trague el profundo, ni cierre sobre mí su boca.
Diziendo estas razones, los demonios mostravan más gana de echarla en aquel baratro y profundidad, mas la Virgen la assió con su mano y sacó de su poder, quedando ellos muy confusos y atemorizados, vista que esta Señora la tomava en su protección y amparo. Hablóle blandamente la Virgen, consolóla y díxole:
-Éste es el premio del deleite sensual. Si tu intento fuere adelante de casarte aviendo hecho voto, en esta profundidad y Infierno cairás. Y pues te han avisado mira por ti, procura con todas tus fuerças de conservarte casta, y con oraciones y ruegos piadosos aplacar a mi Soberano Hijo, que le tienes indignado, y yo te favoreceré con El.
Esto le dixo y desapareció. Bolvió en su sentido, y venida la mañana, llegando de parte de aquel hombre poderoso para que el desposorio y bodas se concluyessen, ella, más brava que una onça, los despidió con mal, llamándolos ministros de muerte y del eterno fuego. | Habló a sus padres y a otra gente de sus deudos y dioles cuenta de aquel negocio. Las palabras y modo con que lo dezía eran infalibles testigos de la verdad, y assí, dándole crédito, cessó el desposorio y a ella dieron licencia y lugar como perseverasse en su santo intento, en el cual santamente acabó la vida. Lo dicho es del Promptuario de Exemplos.

[43] El amor de la castidad hizo que Eufrosina Alexandrina dexó su casa y padres con la patria, y porque no fuesse entregada a un mancebo con quien contra su voluntad fue desposada, vestida de varón y llamándose Esmaragdo entró en un monasterio de monges y hizo professión. Y a quien preguntare por qué huyendo de un hombre se confió de la compañía de tantos, respóndese que de los que confió tenía certenidad que eran castos, y de quien huyó sabía que era otro su intento. Aunque no se puede negar ser cosa dificultosa que una donzella, con verse con hombres y tenga sana intención, porque es como navío que va navegando entre rocas, puede temer el peligro. Y en esto se verá la fortaleza de Eufrosina, que por medio de los peligros llevó la mercaduría de su honestidad sin peligro, hasta ponerla segura en el puerto. Es del De Vitis Patrum.

[44] La misma maravilla corrió en Margarita, donzella egipcia, la cual del tálamo del esposo passó al de Cristo. Porque la primera noche que se vido con él, estando muy cansado de averle empleado el día todo en danças y bailes, luego que cayó en la cama quedó dormido. No podía dormir la santa donzella, rebolviendo consigo cómo podría librar el tesoro de su virginidad de las manos de aquel ladrón dissimulado. Levantóse de la cama, vistióse el vestido del marido dexándole el suyo en trueco, salió de casa y fuese a un monasterio que estava en la soledad. Llamándose Pelagio recibió el hábito. Y primero se le acabó la vida que començasse a descubrir que era muger. Y puede sacarse deste exemplo que la donzella, cuando corre riesgo /57r/ su honra, no deve dormir sino velar, y huir si quiere conservar su tesoro. Y si tiene intento de conservarse virgen nunca se confíe de hombres, porque donde ay sexos diversos de necessidad ha de aver peleas de pensamientos y desseos diversos. Es de Simeón Metafraste.

[45] Yendo a visitar San Martín a una donzella que tenía fama de santa, no dio ella lugar a que entrasse en su casa, sino embióle a dezir:
-Santo varón y padre mío, ruega por mí, que nunca hombre me visitó.
El santo dio gracias a Dios que estuviesse tan bien enseñada a guardar su voluntad casta. Y echándola desde allí su bendición, sin verla se fue. Dízelo Severo Sulpicio en su Vida, y San Hierónimo en la Epístola a Océano.

[46] San Hilario, obispo de Poitiers, aviendo enseñado a su hija Abra a vivir casta y santamente, y ella algún tiempo perseverando en propósito de permanecer virgen, temiendo no le mudasse el entendimiento y desseo la malicia, rogó a Dios que se la llevasse y pusiesse en lugar seguro. Fue oído, murió la donzella y llevóla a la sepultura tan alegre como estava antes cuidadoso de lo que sería della. Con este exemplo tema la sierva de Cristo su daño y piense cómo esté segura, y si sucediere caso, pierda primero la vida que la castidad. Refiérese en la Vida del mismo San Hilario.

[47] Natalia Viuda, muger que fue del mártir San Adriano, siendo muy hermosa pidióla por muger el tribuno de Nicomedia. No avía negar petición de hombre tan principal, y la sierva de Cristo no sabía qué remedio escoger. Pidió espacio de tres días para aconsejarse y entretanto rogó afetuosamente al Señor que le guardasse la castidad que le tenía ofrecida. Y siendo amonestada en sueños, entró en un navío y huyó a Constantinopla. Lo cual sabido del tribuno, entró en otro y fue en su seguimiento. Teníala ya cerca y pensava averla en su poder, mas embió Dios un viento contrario que le bolvió adonde salió. Y Natalia llegó adon- de | pretendía. Y allí en estado de viuda, en contino ayuno y oración acabó su vida sirviendo a Dios, y si se casara passáralo sirviendo a hombre. Es de la Vida de San Adrián.

[48] Paula Romana, por testimonio de San Hierónimo se sabe que después de la muerte de su marido no sólo aborreció otro casamiento, sino que ni aun comer en compañía de hombre se vido. No le parecía que era viuda la santa y honesta muger si con otro sexo diferente ni aun por el tiempo que durava una comida se hallava estar acompañada. Y con esto conservó santamente su viudez y presidió en un monasterio de vírgines santas, a las cuales igualava en castidad, haziéndoles ventaja en otras virtudes. Es de San Hierónimo en el Epitafio de Paula.

[49] Elísabet, muger de Lansgrave, hizo voto que si alcançava de vida al marido, que serviría a Dios en castidad, por donde aun siendo casada alcançó mérito de aquel casto propósito y determinación. Murió el marido, y de muy rica vino a estraña pobreza. Apoderáronse en su hazienda los que se nombraron herederos del difunto, y assí fue recebida del obispo Banbergense y sustentada en casa particular. El cual como la amonestasse que se casasse segunda vez, respondió que si en este caso le fuesse hecha fuerça se cortaría las narizes o se afearía el rostro de suerte que nadie se obligasse a serle marido. Y assí la santa muger ni se dolió de la fortuna próspera passada que avía perdido, ni ofrecida la segunda la aceptó, porque sólo la castidad le dio gusto y le hizo dezir aquella arrojada palabra de querer verse antes sin narizes que con marido, aunque fuesse a cargo de se las cortar ella misma. Cuánta fuesse su santidad puede entenderse en que no ay discurso de virtud en este libro de las que dizen con una muger que en ella no se halle. Y es bien de creer que si no amara con tantas veras la castidad no subiera a tanta perfeción. Es de Marulo, libro cuarto. /57v/

[50] Galla, hija del cónsul Símaco, al tiempo que los godos hazían guerra en Italia, muriendo su marido -con el cual sólo vivió un año- no quiso casar con otro, aunque era moça en la edad y muy hermosa. Cayó enferma y paróse su cuerpo con una escabrosidad y dureza, que dezían los médicos que moriría o a bien librar le nacerían barbas como a hombre, lo cual todo podía escusar casándose. Mas ella, ni la fealdad de la barba ni el peligro de muerte mudó su propósito casto. Llegó el día de su muerte y apareciósele el Apóstol San Pedro, y certificóle que le eran perdonados sus pecados y que tenía cierta la Vida Eterna. Llamávala que se fuesse con él, y la santa alma se despidió de su cuerpo y muy alegre fue a gozar el fruto de los castos, que es la Vida Eterna. Es de San Gregorio, libro cuarto de sus Diálogos, capítulo treze.
[51] Eufragia, madre de la santa virgen Eufragia, no teniendo más que a ella de su marido Antígono, vivió castamente. Y siendo él muerto, porque su edad, su hermosura y sus riquezas era todo aventajado, persuadíala la emperatriz, muger del emperador Teodosio, que segunda vez se casasse. Y aunque hazía esto por tenerle particular amor, ella sintiéndolo mucho, cargando de su hazienda en un navío y con su hija, navegó en Egipto y llegó a la Tebaida. Dexó la hija en un monasterio, repartió a pobres grande parte de sus riquezas y entreteníase ella en obras santas. Vido la abadessa en cuyo monasterio estava la hija, en un sueño que tuvo, a Antígono, que estava gozando de Dios y pedía a su Magestad le llevasse consigo a su muger. Concedióselo, y señalóle el día, y el mismo acabó alegremente esta vida. Donde recibió tantos bienes, assí por la castidad que guardó como por las obras buenas que exercitó, que si se casara segunda vez nunca el emperador pudiera darle tanto. Es de Surio, tomo segundo.

[52] Salaberga, teniendo cinco hijos de su marido Aldivino, capitán de Dangoberto, rey de Francia, alcançó dél que pudiesse | vivir en castidad adelante sirviendo a Dios. Y assí, edificando un monasterio cerca de León, juntándose en él trecientas monjas, fue ella su presidente y priora. Y Dios por ella hizo muchos milagros. Y porque dexó el marido y los hijos por guardar castidad reina con Cristo, donde está lo sumo de la Bienaventurança, y goza de su indissoluble compañía y se regozija con su vista. Es de Surio, tomo quinto.

[53] Radegunde, muger de Clotario, rey de Francia, como viviesse en compañía del marido algunos años en mucha paz, mas teniendo desseo de conservar castidad, pidióle consentimiento para apartarse y entrar en un monasterio, y alcançándola, la que avía sido muger de rey vino a ser esposa de Cristo, y resplandeció después más en milagros que antes con el reino que dexó. Es de Surio, tomo cuarto.

[54] Melania, hija de Urbano Pretor, siendo casada y teniendo dos hijos, como los perdiesse de poca edad, no tuvo cuidado de reparar aquella pérdida siendo madre de otros, sino de guardar castidad. Hizo tantos ruegos al marido que acabó con él que distribuyesse parte de su hazienda a pobres y que se entrassen en dos monasterios. Él se hizo monge entre monges y ella se hizo monja entre monjas, y sin ser viudos vivían en viudez santa y casta, ligándose con voto perpetuo. Es de Paladio en su Lausiaca.

[55] En Alexandría hazía vida monástica dentro de su casa una santa monja, donzella honestíssima. Su exercicio era continuo ayuno, vigilia y oración, y dava grandes limosnas. Embidióla Satanás y levantó contra ella grande polvareda, y fue que incitó a un mancebo que se enamorasse della perdidamente. De ordinario estava en su casa rondándole la puerta, y si la veía salir de casa para ir a la Iglesia a hazer oración, llegava a ella y con palabras torpes y meneos lascivos la molestava tanto que le era forçoso no salir de casa por no ver y oír a aquel enemigo. Y por tener esto muy afligida a la santa donzella, un día embió a llamarle con una /58r/ su criada. El otro vino muy contento y ganoso de cometer un nefando estrupo. La santa monja estava assentada en su estrado con mucha honestidad, y viendo al mançebo, díxole:
-Assiéntate,
Y assentado començó a le hablar assí:
-Dime, yo te ruego hermano, ¿por qué eres tan molesto que no me dexas salir de casa?
Respondió él:
-Verdaderamente, señora, la causa es porque te amo tiernamente, y viéndote inflámome en tu desseo.
Dixo la donzella:
-¿Y qué fue lo que viste en mí que te pareció hermoso por donde començaste a me amar?
-Tus ojos -dixo él- me traen muerto.
Oyendo esto la santa y honestíssima monja, arrebatada de un zelo de Dios y inspirada por Él, con un pequeño cuchillo se sacó los ojos y se los ofreció, diziendo:
-Tómalos y déxame.
Visto esto por el enamorado moço, con grande quebranto y compunción fuese de allí al monasterio sitiótico, pidió el hábito y vivió monge santíssimamente. Este hecho más es para admirar que para imitar. Si tuvo instinto de Dios -como se presume averle tenido- esta donzella para hazer semejante hecho, muy meritorio fue, mas quien sólo se rigiesse por su antojo, haría cosa mal hecha y pecado. Es del Prado Espiritual, capítulo sesenta.

[56] Aviendo cumplido con mugeres castas, que es justo se les dé primer assiento porque son más en número los exemplos aquí puestos dellas que los que se pondrán de varones, y porque siendo vaso más flaco parece es más de estimar en ellas esta virtud, proseguiré la materia en exemplos de hombres castos. Y aunque destos en la Ley Antigua fueron pocos, los cuales ya se han puesto al principio deste Discurso, mas en tiempo de la Ley de Gracia es mayor el número. Y da la razón desto Marco Marulo diziendo que en la Ley Vieja, por aver poco que el mundo se avía criado y estar vacío de gente, dioles Dios precepto que creciessen y multiplicassen, y por lo mismo se les dava licencia a muchos que tuviessen muchas mugeres, mas estando ya el mundo bien poblado da ha entender su Magestad que le | agrada mucho el vivir castos los hombres. Y assí nos amonesta por San Lucas que andemos ceñidos, que es enseñarnos castidad. Y por San Mateo afirma que son bienaventurados los que se hizieron eunucos por el Reino de Dios, esto es, que vivieron castos.

[57] Ananías, obispo de Alexandría y discípulo de San Marcos Evangelista, viendo una muger hermosa sintió que la muerte entrava por las ventanas de su rostro, y teniendo para ello licencia de Dios Nuestro Señor según lo que sucedió (porque de otra suerte fuera culpa el hazerlo), sacóse el ojo que le escandalizava. No bastó para que el fuego se apagasse lo hecho; entró en agua casi elada, ayunava, tenía vigilias, passando sin dormir de noche, y con esto salió vitorioso de su enemigo. Y el que tanto trabajo tuvo para salir casto, después se dixo dél que con grande facilidad pasó un monte de Numidia a Babilonia, para prueva de la verdad de nuestra religión cristiana. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[58] Nizeta Mártir, siendo atormentado en Nicomedia por la fe de Cristo con tormentos terribles, sufriéndolos con ánimo constante, mandó Maximiano, que era el que le atormentava, que le pusiessen sobre un cobertor blando de pluma, el rostro al Cielo, desnudo y atado, que no fuesse señor de sí, y con esto vino allí salariada una muger deshonesta, hermosa y atrevida, la cual no sólo con palabras sino con obras pretendía que el santo perdiesse la castidad. El cual, viendo el peligro en que estava, con los dientes se cortó la lengua y sangrienta dio con ella en el rostro a la ramera, dexándola bañada en sangre y llena de admiración considerando aquel hecho. Desta manera, con la fuerça del dolor venció en sí la fuerça del deleite y derribó los intentos y bríos de la ramera, dando por vencida su industria y desvergüença con la constancia del mártir, y con esto se fue, quedando Nizeta sin lengua, aunque con vitoria. Otro exemplo semejante a éste refiere San Hierónimo en la Vida de San Pablo, el primer ermitaño. Dize que en la persecución de Decio y Valeriano /58v/ padeció en Egipto un mancebo grandes tormentos. Y visto que por aquí no avía vencerle, pareciéndole al tirano que si le destruía la castidad tenía andado grande camino para hazerle perder la fe y adorarídolos, mandóle poner en un huerto entre flores y rosas, aunque desnudo y bien atado, con el rostro al Cielo, donde llegó otra endiablada muger armada con hermosura y atrevimiento. Procuró vencerle, mas cortándose la lengua y dándole con ella en el rostro la derribó de sus intentos y hizo ir avergonçada, quedando el mártir entero en la castidad, aunque mutilado en la lengua. Refiérelo San Hierónimo en la Vida de San Pablo, el primer ermitaño, como se ha dicho.

[59] Suele el demonio por medio de una muger deshonesta acometer y pretender victoria del que diversas vezes él ha sido vencido. Y assí solicitando a ciertos mancebos ministros suyos, y éstos a una ramera, para que combatiesse la castidad de un santo ermitaño, fue ella cerca de la noche a su ermita, fingió aver errado el camino, mostró temer ser comida de fieras, pidióle la hospedasse y dexasse en un rincón aquella noche. Recibióla él y apartóse a un cabo, y el semblante que vido en ella començó a le hazer guerra de suerte que se halló en término de perderse. Quiso ver si podría sufrir el fuego del Infierno, acendió una vela, llegó el dedo a la llama y dexósele abrasar, y el dolor que padeció le hizo resfriar la tentación. La muger a este tiempo por juizio de Dios murió. Vinieron los que fueron en esta maraña a la mañana y hallaron al santo ermitaño quemada su mano y a la ramera muerta. Mas entendiendo el caso el santo varón de ellos mismos, y que estavan con mucha pena por lo hecho, no quiso dar mal por mal, sino que hizo oración por aquella miserable muger y bolvió a la vida. Y presúmese que se enmendó aviéndose visto en tal término. Es del De Vitis Patrum.

[60] De San Hilarión Abad escrive en su Vida San Hierónimo que padeciendo una grave tentación tomó ira consigo mismo, de suerte que hería su pecho con las manos cerradas | como si pudiera a puñadas apartar de sí semejante tormento. «Yo, -dize-, asnillo, te haré que no coçes; quitarte he la cebada y cargarte he con carga que procures más la comida que la lascivia». Con esto se estava tres y cuatro días sin comer, teniendo oración larga, y a tiempos cavava la tierra, y era doblado el trabajo por el ayuno. Y enseñónos este santo tres remedios contra las tentaciones sensuales: ayuno, oración y trabajo de manos. Está en la Vida del mismo San Hilarión, en el capítulo segundo.

[61] Evagrio Presbítero, en Hibernia, para templar los fuegos deshonestos se entrava en poços de agua frigidíssima. Audomaro se rebolcava en abrojos y zarzos, y San Bernardo se bañava en una laguna elada, a el cual viniendo de noche en una posada donde se aposentó yendo camino, una muger con mal intento de dañarle en la castidad, dando vozes que venían ladrones la echó de allí. San Tomás de Aquino, a otra que venía con el mismo denuedo, con un tizón encendido la corrió, y ella se le fue por pies, que el santo la tiznara el rostro si esperara, en pago de que ella le quería tiznar la alma. Apeles Monge, siendo primero herrero y estando en su fragua, viniendo el demonio en figura de muger hermosa y galana a tentarle las coraças, él le sacudió un mandoble con el hierro que tenía hecho fuego en la fragua, y fue de suerte que descubrió quién eran ambos, Apeles, casto y la muger, demonio. Es de Marulo, libro cuarto.

[62] Estava un día San Benedicto en el desierto y una ave negra llamada mirla volava cerca de su rostro con importunidad. Signóse con la señal de la Cruz y la ave se fue. El siervo de Dios quedó embuelto en una tentación carnal tan vehemente y furiosa que en su vida tuvo otra semejante. Trúxole el demonio a la memoria, y parecía tenerla delante de sus ojos, una muger que en otro tiempo vido, en cuyo desseo se ardía y su pecho se abrasava, de suerte que rebolvía en su imaginación si dexaría el desierto y iría a buscarla. Mas favorecido de la Divina Gracia bolvió en sí, y viendo a una parte de aquella /59r/ soledad muchas espinas, hortigas y abrojos, desnudándose en carnes se dexó caer entre ellos y se rebolcó de una y otra parte, hasta que su cuerpo quedó hecho una llaga, derramando de todas partes sangre. Y con esto, quedando la carne herida, el espíritu quedó sano, porque el deleite se convirtió en dolor y el fuego ilícito interior se apagó con la sangre que santamente derramó en lo exterior; y el pecado quedó vencido trocándose el fuego. Y desde este tiempo (como se afirmó después a sus discípulos) quedó vencido el apetito sensual y deshonesto, que nunca más sintió en sí rebelión y pena. Lo dicho es de San Gregorio en el segundo libro de los Diálogos, capítulo segundo.

[63] El mismo Patriarca San Benedicto, siendo famoso por sus obras maravillosas y por los discípulos que tenía en el desierto, dexando cada día diversas gentes el siglo por seguir su instituto y mirar sus santas costumbres, Florencio, a cuyo cargo estava una iglesia parroquial allí cerca, incitado del demonio tomó dél grande embidia y procuró de perseguirle, porque quisiera para sí la fama y loor de santo sin obligarse a vivir como vivía y hazer las obras santas que hazía. Embióle presentado un pan que en lo exterior mostrava regalo y en lo interior tenía veneno. Recibióle con rostro alegre el santo, aunque no se le encubrió el mal que venía allí encubierto. Tenía de ordinario un huésped San Benedicto a su mesa, que era un cuervo venido a la hora que comía de una silva allí cercana, y dávale de su mano un pan. Diole el que tenía el veneno y díxole:
-Mándote en virtud de Dios, criatura suya, que le lleves donde ningún hombre le vea, porque no le venga dél algún daño.
Abrió el cuervo la boca y andava graznando alrededor dél como diziendo que pretendía obedecer y que no le convenía. El santo varón le hablava diziendo:
-No quiero que le comas, sino que le lleves donde nadie le coma.
Assió dél el cuervo y llevóle de allí. Y passando espacio de tres horas bolvió, y el santo le dio su acostumbrada | ración. Dolíase del sacerdote Florencio más que de sí mismo San Benedicto. El cual, no pudiendo dañarle a él en el cuerpo, procuró dañar las almas de sus discípulos con les representar a sus ojos un escándalo y estropieço de muerte. Concertóse con siete mugercillas rameras desvergonçadas y pagóselo para que desnudas se presentassen delante dellos y hiziessen juegos deshonestos y lascivos para provocarlos a mal. Hizieron ellas lo que les fue dicho. Y el santo, visto el escándalo tan grande para sus discípulos y monges, quiso evitarle, y desamparando el monasterio y dexándole solo se iva a otra parte. Tuvo dello noticia Florencio, y estando en un terrado de su casa celebrándolo con grande regozijo y contento como si huviera alcançado una grande victoria, vino sobre él el castigo con que Dios amenaza a los que ponen escándalo a sus próximos, que fue su ira, cayendo de repente aquella parte de casa, quedando lo demás de pie y él muerto. Fue avisado San Benedicto de lo acaescido y sintió tiernamente el mal y daño de aquel próximo. Dízelo San Gregorio en el libro segundo de sus Diálogos, capítulo octavo. Pónese aquí este exemplo para documento de que el huir es buen remedio de la castidad.

[64] San Antonio de Florencia, en la Segunda Parte Historial, dize que en año de mil y dozientos fue un religioso llamado Juan Bueno, el cual en una tentación grande de carne que tuvo se puso cañas agudas por entre las uñas de los dedos y estuvo del dolor sin sentido algún tiempo, y assí fue libre de la tentación.

[65] Visitó al abad Juan en su celda un labrador, y llevóle primicias de los frutos que avía cogido aquel año, y halló allí un endemoniado, por quien haziendo oración el abad, no quiso salir el demonio. El cual dio vozes luego que el labrador llegó, como espantado, diziendo que no podía estar más allí en su presencia, y con esto le alabava y engrandecía. Admiróse el abad Juan; pidióle que le diesse /59v/ cuenta de su vida. Él negava tener cosa buena, y por ser importunado dixo que era labrador y que con su trabajo y labor del campo sustentava su casa, que siempre que iva o bolvía de trabajar dava gracias a Dios por el sustento que dél tenía. Que de los frutos que cogía pagava fielmente diezmos y primicias. Que si sus bueyes passavan por campo ageno les cubría las bocas porque no hiziessen daño. Aunque todo esto era bueno, no le pareció de tanto mérito al abad para que el demonio tanto le respetasse. Porfió más en que le confessasse la verdad de su vida, y el labrador por tener respeto al santo varón le descubrió que se avía casado por hazerle fuerça sus padres, desseando ser monge, y que por onze años, con tener en casa su muger, ambos avían guardado castidad y eran vírgines. Oyendo esto el abad, no pudo irse a la mano que no diesse vozes diziendo que no sin causa el demonio le tenía tanto respeto, pues teniendo el fuego tan cerca de sí no le quemava. Es de Casiano.

[66] En el monasterio del abad Moisés, que era en Egipto, cayó enfermo un viejo, cuya vida avía sido muy exemplar, y por no ser pesado a los monges y convento dixo que se quería ir a curar a la ciudad. El abad le aconsejó que no fuesse allá, por que cairía en pecado deshonesto. No se curó dello, diziendo:
-No ay qué temer en essa parte, que mi cuerpo está ya muerto.
Fue a la ciudad, y curándose en una casa particular, servíale una donzella, la cual, aviendo ya convalecido, deshonró, y vino a que parió un hijo. Aguardó el viejo un día de fiesta y tomó el niño en sus braços, y fue a su monasterio y en presencia de los monges, hechos sus ojos fuentes y dando grandes gemidos, confessó su culpa y pecado. Lloravan los monges viéndole y oyéndole. Él les dixo:
-¿Veis este infante, hermanos míos? Pues sabed que es hijo de inobediencia. Porque desobedecí a mi perlado permitió Dios que cayesse en semejante culpa.
Encerróse en una celda, donde lloró y hizo penitencia | lo restante de su vida. Lo dicho es del Promptuario de exemplos .

[67] Dize Eracio Monge de sí mismo: «Como una grave tentación carnal me molestasse, salí del monasterio y fui a un ermitaño viejo de setenta años que estava solo en el desierto, y referíle mi tentación, pidiéndole consejo. Díxome:
-No se te haga nuevo lo que padeces, porque después de aver yo residido en esta celda cuarenta y cuatro años, todo este tiempo fui molestado de semejante tentación, y tuve por mejor morir que dexarme vencer della. Vime una vez tan apretado que salí de aquí y me dexé caer a la puerta de la cueva de una bestia fiera para que me despedazasse, lo que no hizo, antes lamía mi cuerpo desde los pies a la cabeça. Y visto por mí, entendiendo que Dios quería que yo viviesse, bolví a mi celda, y estando en ella transfiguróse el demonio en figura de una donzella que yo avía visto, y sentándose a mis pies provocávame a deshonestidad con movimientos y tocamientos lascivos. Parecíame a mí que ya avía consentido y caído en aquella miseria, mas tomando ánimo y coraje levanté la mano y dile una bofetada, y assí desapareció aquella visión. Mas por dos años quedó mi mano con un tan mal olor que no avía sufrirlo. Ni se acabaron en esto mis males, porque creciendo la tentación me fui al desierto buscando modo como vencerla. Vi una pequeña sierpe, assíle con la mano y lleguéla a mi cuerpo en la parte donde sentía más la guerra, para que mordiéndome y emponçoñándome, yo muriesse. Mas la voluntad de Dios fue que no lo hiziesse, antes sonó una voz que me dixo:
-Vete en paz a tu celda, que si he dado lugar a que seas tentado y combatido ha sido para que conozcas tu flaqueza y procures favores divinos.
Con esto quedé quieto hasta el día presente.»
Es del Promptuario de exemplos.

[68] Avía criado cierto niño un santo ermitaño, el cual siendo mancebo vídose tentado del vicio deshonesto. Dio cuenta dello al ermitaño, y él le dava buenos consejos y remedios. Entretúvole /60r/ en esto por dos años, mas creciendo la tentación, resumióse en que no quedaría con él. Lo cual visto por el siervo de Dios, díxole:
-Pues en esso estás determinado, ve a la ciudad y cásate, que en el estado del matrimonio puedes salvarte. Sola una cosa te ruego, y es que primero que vayas al siglo estés junto a la fuente que está en esta silva, aquí cerca, por cuarenta días ayunando, y pedirás a Dios que te dé buena muger.
Concedió el moço con esto, y recibiendo del viejo manjar conveniente para los cuarenta días se fue a la fuente, y aviendo estado en aquel lugar y ayunado por veinte días, sintió por espacio de dos oras un malíssimo olor, que no avía poderlo sufrir. Vido luego acercarse a él una muger feíssima y abominable por estremo -sus ojos legañosos y su cuerpo leproso-, de la cual salía aquel mal olor. Llegando al moço, díxole:
-¿Dónde estás, amigo? Por mucho tiempo te he buscado. Mucho te amo, sobre cuantos ay en el mundo te desseo. Por tu amor he venido aquí y quiero que comamos y durmamos juntos.
El moço, haziendo della mil escarnios, la escupió en el rostro, diziendo que se fuesse de allí con la malaventura, llamándola suzia, asquerosa. Ella replicó:
-No me desprecies, amigo, que muchos me presencian y a ti más que a todos quiero.
-¿Y tú quién eres? -dixo el moço.
-Yo -respondió la muger- soy el peccado de la luxuria. Dos años ha que te amo y te desseo, desde que primero sentiste tentación carnal.
Dixo a esto el moço:
-Si supiera que el peccado de la luxuria era tan feo y tan abominable nunca uviera desseado ir al siglo. Y assí desde oy consagro a Dios mi virginidad.
Con esto bolvió al santo viejo, y refirióle lo que avía visto. El cual, con grande gozo, le dixo:
-Si hasta los cuarenta días allí estuvieras, aun otras mayores cosas te fueran mostradas.
El moço permaneció en el desierto y conservó castidad toda su vida. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[69] En Sonegio, pueblo de Hanonia, Guidón, sacerdote y gran siervo de Dios, vido con descuido una hermo- sa | muger, y con su vista le hizo terrible guerra el demonio por tres años. En este comedio sucedió que murió la muger y no cessava el combate, tanto que si no era de día haziéndose muchas fuerça, siempre la tenía presente, y durmiendo la soñava. Visto por él que era embuste del demonio, abrió de noche una cueva donde la muger estava enterrada, y viendo su cuerpo podrido y hediondo, llegó a él el rostro y narizes, sufriendo el mal olor por algún tiempo; y fue de suerte que estuvo a punto de quedar ahogado y muerto. Fue de tanto momento este aviso que nunca más adelante sintió estímulo de la carne. Dízese en el libro segundo De Apibus, capítulo treinta.
[70] San Cristóval Mártir, estando preso por la confessión del nombre de Cristo, echáronle en la prisión dos mugeres deshonestas, Niceta y Aquilina, con designo que le hiziessen perder la castidad y apartassen de Cristo. El combate que davan al mártir era de suerte que se vido en peligro, y aunque sus fuerças eran grandes, pareciéndole flacas para tan alta empresa, ocurrió a las de Dios. Hizo oración y la cárcel resplandeció con luz del Cielo. Las dos mugeres cayeron en tierra, temiéndose de muerte. Mas el santo las confortó y supo dezir tales cosas que se hizieron cristianas y murieron por Cristo. Tanto valió la oración del coraçón casto que fue libre Cristóval del peligro en que se vido, y las que le hazían guerra en la castidad le hizieron compañía en el martirio. Es de Surio, tomo cuarto.

[71] A San Antonio Abad se le apareció el demonio en figura feíssima, y, despreciada, dixo que era el espíritu de la fornicación, y que se conocía vencido del mismo Antonio. Aunque no por esto relaxó el ayuno y aspereza con la oración, sino que lo aumentó, temiendo que si creía al demonio, pensando que estava en gracia de Dios, cayesse della, y haziendo flacas las armas con que avía vencido, diesse ocasión al vencido de vencer. Es de San Atanasio en su Vida.

[72] El Patriarca San Francisco, sintiéndose /60v/ hazer guerra de una tentación deshonesta, visto que se mostrava rigurosa, dexó el hábito y començóse a açotar rigurosamente. Y como esto no bastasse, salió de una cueva, donde estava, al desierto, y rebolvió el cuerpo desnudo por mucha nieve que allí avía. Hizo luego siete pellas, y puesto en medio dezía:
-Mira, cuerpo, que esta mayor es tu muger, y estas cuatro son dos hijos y dos hijas, y estas otras dos son tus criados. Procura de trabajar para sustentarlos y cubrirlos, que mueren de frío, y si esto se te haze dificultoso, piensa de ser casto y servir a un solo Señor, que es mucho mejor y cosa más fácil de hazer. Refiérese en su Vida.

[73] A San Pelayo, moço de treze años, estando en poder de Abderramén tercero, rey de Córdova, hízole grandes regalos y vistióle ricamente, con mal intento que tenía contra él. Como lo mostró un día que quiso, abraçándole, llegarle a su rostro y recebir dél un regalo de boca. El santo moço, con ira grande, echóle de sí, diziendo:
-Vete de ay, perro.
Con esto se desnudó el vestido que dél avía recebido y arrojósele a los ojos, con dezir que más quería perder la vida que ofender a Dios. Visto por el moro, mandó a sus criados que allí le despedaçassen y echassen su cuerpo en el río. Assieron los verdugos del santo moço, y desnudo y atado fuertemente a un palo, desde hora de tercia hasta la de vísperas le atormentaron con tormentos crudelíssimos. Quedó al cabo deste tiempo cortadas las piernas, sin manos y braços, despedaçada su cerviz, y muerto. Refiérese en su Vida, escrita por Raguel Presbítero.

[74] Muriéronsele a Amón sus padres, y quedando en poder de un tío suyo, a los veinte y dos años de su edad le casó contra su voluntad. Él habló a su esposa, y supo dezirle tales cosas que la convenció a que viviessen castos, como vivieron diez y ocho años dentro de una casa, y al cabo déstos, él se fue al desierto de Nitria, donde hizo vida solitaria por veinte y dos años, y bolvía a ver su esposa dos vezes en el año. Teniendo necessidad de passar el río Lico, que | es un braço del Nilo, en estas idas, y aviendo de desnudarse una vez, rogó a otro monge que iva con él, llamado Teodoro, que se apartasse un poco dél, para que no se viessen el uno al otro desnudos. Teodoro se apartó, y queriéndose desnudar, tuvo vergüença Amón de sí mismo, y estando sobre ello pensando, la virtud divina le pasó a la otra parte vestido como estava, y el otro quedó admirado viéndole sus vestidos enxutos, y que sin averse desnudado avía passado el río. Al cabo destos veinte y dos años, a los setenta y dos de su edad, aviendo fundado algunos monasterios y dexado en ellos discípulos muy religiosos, murió Amón y su alma santíssima fue llevada a los Cielos. Es de San Atanasio y de otros graves autores.

[75] Elías monge, vendiendo algunas possessiones que tenía en la ciudad de Atlebe, en Capadocia, fundó un monasterio en que se recogieron trecientas mugeres, que de vida estragada y mala se avían convertido y servían a Dios. El santo monge Elías Sacerdote las confessava y instruía en el camino del Cielo. De tratar con ellas resultó en él algunos pensamientos malos y tentaciones, donde, temiendo no le sucediesse como al que entra en el río a sacar al que se ahoga y se queda allá con él, por remediar las almas destas mugeres la suya no padeciesse naufragio, acordó de dexarlas y irse a un desierto, donde hizo oración a Dios, diziendo:
-Suplícote, Señor, o que me libres desta tentación que padezco, o me quita la vida, porque no vea a aquellas mugeres desconsoladas.
Era hora de vísperas; adurmióse, y parecíale que venían a él tres ángeles y le preguntavan:
-¿Por qué dexaste el monasterio de las monjas recogidas y te veniste a este desierto?
Respondió él:
-Porque temí su daño y el mío, viéndome tentado del pecado deshonesto.
Dixeron los ángeles:
-Si te libráremos dessa tentación, ¿tornarás a tener cuidado dellas?
Elías prometió que lo haría assí y juró de cumplirlo. Assióle uno de los ángeles de las manos y otro de los pies, y el tercero con una navaja le quitó la raíz /61r/ de la tentación carnal (no que passasse assí realmente, sino en visión imaginaria).
Los ángeles le dixeron:
-¿As sentido algún alivio?
-Sí -respondió Elías.
-Pues buelve al monasterio.
Bolvió, y por cuarenta años que le duró la vida no sintió en sí mal movimiento. Dízelo Paladio, y afirma que lo supo de boca del mismo Elías, que fue en su tiempo.

[76] San Roberto, que fue el primero abad del monasterio llamado Casa Dei, siendo niño y dándole el pecho una muger de mala vida, no quiso tomarle, como aborreciendo el pecado en que aquella muger estava. Y vídose que era esto assí porque le tomó luego de otra que no se hallava en semejante culpa. Refiérelo en su Vida Surio, tomo segundo.

[77] San Vuolstano fue inglés y monge benito, y después obispo de Ubigornia. Enamoróse dél una matrona muy hermosa, noble y rica, y fue de manera que dando lugar a su mal desseo, descubriósele, y con grandes sospiros le rogó que, dexando por algún breve tiempo el rigor y penitencia, tomasse contento con ella en su casa y lecho. El santo varón, no dando lugar a que más hablasse, hizo la Señal de la Cruz en su frente, y díxole:
-Vete de aquí, tizón de luxuria, hija de la muerte, vaso de Satanás.
Y junto con dezir esto le dio una bofetada que se oyó bien lexos. Y desta manera, como otro Josef, no sólo con el ánimo, sino con las manos, quiso apartar de sí el adulterio. Algunas cosas hazen los santos que son más para admirar que para imitar. Pudiendo irse y dexar a la muger no avía para qué darle bofetada, bastava lo que le dixo. Mas si Dios le mandó que se la diesse, tomándole por instrumento para castigar aquel atrevimiento, ella fue bien dada. Refiérese en su Vida, y tras él Surio en el tomo primero.

[78] Edimundo, inglés y arçobispo de Canturia, siendo moço y señalándose en obras virtuosas, procuró el demonio hazerle todo el mal que pudiesse, y para esto solicitó a una donzella a que le amasse perdidamente. Ésta le acometió primero con mi- radas | amorosas, con sospiros y ceños. Mas visto que esto no le movía, declaróle con palabras blandas su amoroso intento. Él, al contrario, con razones ásperas la reprehendió y procuró retraer de aquel mal propósito. La miserable moça, como otra Egipcia, buscava nuevos modos como atraerle a su voluntad, y él , como otro Josef, recusava el estrupo. Erale tan molesta que para librarse della pensó en sí cierto remedio, y fue que viéndose un día por su ocasión en grande aprieto, díxole que le hablasse en un lugar secreto de su casa donde tenía su estudio. Ella muy contenta entró osadamente en el lugar señalado. Edimundo, viéndola allí, díxole que se desnudasse, y desnuda, tomó él unas varas delgadas que tenía a punto y començóla a sacudir el polvo de las espaldas, y fue de modo que la dexó llena de cardenales y heridas, y juntamente libre de la tentación. Y assí, tomando sus vestidos huyó dél como de la muerte. San Antonio de Florencia, que escrive la vida de este santo, dize que el caso presente es más para admirar que para imitar, pues ay peligro en él de caer en tentación. Otra matrona que también se le aficionó presentóle ciertos dones ricos y de precio. No quiso acetarlos, sino embióle a dezir si era su marido sabidor dello. Y como respondiesse que no, bolvióselos diziendo:
-No me es lícito a mí recebirlos, ni a ti darlos ignorándolo tu marido.
Es de Vicencio en su Espejo Historial, y refiérelo San Antonio de Florencia.

[79] Otro caso semejante al que se ha dicho le sucedió a San Bernardino, fraile menor. Saliendo a pedir limosna en la ciudad de Sena, avíale visto en su monasterio una muger principal, casada, rica y hermosa. Enamoróse dél de tal suerte que, dando lugar a su mal desseo, acordó de la manera que pudiesse tenerle a su voluntad. Visto pues que andava pidiendo pan para los frailes, aguardóle a la puerta de su casa y díxole que entrasse en un aposento que estava allí junto y se le daría. Entró el santo fraile, no creyendo que en muger de tales prendas cupiesse tal liviandad y engaño. Entróse /61v/ ella tras él cerrando la puerta, y sin otros preámbulos ni rodeos le dixo que no haziendo su voluntad daría vozes y publicaría averla querido deshonrar. Vídose en gran confusión el santo moço. Acogióse a Dios, verdadero remedio de todos los que tienen dél necessidad, y favorecióle con un medio acomodado para tal tiempo. Díxole que se desnudasse, porque de otra manera no haría su desseo. Ella diligentíssima lo hizo. Traía San Bernardino consigo de ordinario una áspera disciplina con que se açotava muy a menudo. Tomóla y començó a disciplinar a la dama con toda la diligencia y fuerças que podía. Ella consideró que, si dava vozes, ninguna cosa que dixesse le sería creído, por estar desnuda, lo cual era visto que fue hecho de su voluntad. Acordó de tener paciencia hasta ver en qué parava aquel negocio. Y visto que no parava, sino que los açotes ivan muy adelante, pidióle con lágrimas en sus ojos que la dexasse y se fuesse, que ya su tentación era ida. Salió San Bernardino dando gracias a Dios por la misericordia que le avía hecho. Es de Surio, tomo tercero.

[80] San Vicente Ferrer, fraile del orden de Predicadores, estando en Valencia ocupado en obras santas, enamoróse dél una señora principal y hermosa, la cual, incitada por el demonio, fingióse estar enferma y muy congoxada. Tuvo orden de que le llamassen a San Vicente para que la confessasse. Quedó con él a solas, y aunque se le hazía muy de mal, al cabo le descubrió su intento y su cuerpo, incitándole por ser hermosa a que ofendiesse a Dios con ella. San Vicente la amonestó primero que se cubriesse y no hiziesse cosa tan indigna de su linaje y autoridad. Después le dixo que avía consagrado a Dios su cuerpo, que antes padecería la muerte que ofenderle. Y al cabo, visto que perseverava en su dañada voluntad, la dexó y se fue. Viéndose aquella muger desdeñar, como otra ama de Josef quiso dar vozes y publicar averla querido afrentar. Mas apoderóse della el demonio y atormentóla algunos | días, diziendo que no saldría si Vicente allí no venía. Fue llamado y muy rogado, y como él tuviesse costumbre de visitar enfermos, por no dar que dezir fue allá, encomendándose primero mucho a Dios. Entrando donde estava la afligida muger, el demonio dio grandes vozes diziendo:
-Ya salgo, que no puedo estar donde está el que en medio de las brazas y fuego no se abrazó.
Salió della y dexóla libre.
Otra vez se entró en su celda una ramera, aviéndose concertado con ella ciertos émulos y contrarios suyos para hazerle caer en vicio carnal y que cessasse de reprehender a otros de semejante pecado. Bolvió el santo a su celda y cerró la puerta. Llegó a su cama y vido sentada sobre ella a aquella muger, bien adereçada y hermosa. Pensó que era el demonio y díxole:
-Vete, maldito. ¿Qué pretendes aquí? De Dios soy, y perderé la vida antes que dexe de serlo.
La muger le dixo:
-No soy el demonio, Vicente, sino una muger que muero por ti muchos días ha, y me he puesto al peligro que vees para que entiendas cuánto te amo.
Díxole otras cosas semejantes que llevava estudiadas para provocarle a mal. El santo, con grande cólera y enojo, dixo:
-Vete, maldita hembra, si no quieres que venga sobre ti un terrible castigo de Dios.
La otra de oír esto quedó tan amedrentada que le descubrió quién la avía traído allí y dio palabra de enmendar su vida, y lo cumplió. Refiérelo Laurencio Surio, y es de Pedro Rauzano.

[81] San Luis, obispo de Tolosa, fraile menor, fue muy honesto. Tanto que no sólo evitava conversación y vistas de ruines mugeres, sino que de las buenas se estrañava, y en toda su vida se halló solo con muger, aunque fuesse muy cercana en parentesco. Era hijo del rey Carlos de Sicilia, y estando la reina, su madre, en Nápoles, fue a visitarla. Y ella, que avía mucho tiempo que no le avía visto, levantóse y abraçóle, y a la costumbre de Francia quiso besarle en el carrillo, mas apartó el honesto moço el rostro. La reina le dixo:
-Pues, hijo mío, ¿qué te estrañas de mí? /63r/ ¿No soy tu madre?
Él respondió:
-Assí es verdad, señora, que sois mi madre, mas también sois muger, a quien no es lícito que quien dessea servir a Dios llegue su rostro.
Refiérese en su Vida.

[82] Estando ya dilatado el orden de Predicadores por diversos reinos y provincias de la Cristiandad, señalávanse en él muchos religiosos, no sólo en su proprio y particular ministerio, que era predicar, como en obras maravillosas. Y entre otros fue uno en España, llamado también fray Domingo como su instituidor, el cual con su doctrina, que era admirable, como con su exemplo de vida santíssima, hazía grande provecho en las almas. El rey que a la sazón lo era en Castilla le traía consigo, especialmente en una guerra que tuvo contra moros, que eran señores en mucha parte de España. Tenía el rey en su campo y real a fray Domingo, y predicava de ordinario a los soldados, siéndoles mucha parte para no hazer insolencias y excessos como suelen. Y en especial reprehendió el vicio deshonesto, de suerte que desde el rey hasta el más pobre soldado le temía y no osava desmandarse en caso feo que fuesse público, porque luego era reprehendido ásperamente, hasta señalarle casi con el dedo, pretendiendo su enmienda. Sucedió que una ramera hermosa y conocida del rey y de otros principales del campo, estando un día en presencia suya y oyendo alabar la santidad de fray Domingo, ella dixo:
-Pues por muy santo que le hagáis, también es hombre, y como yo quisiere también le haría que fuesse como son otros.
El rey la reprehendió y dixo que hazía mal en tener dél tal crédito.
Ella, afirmándose más en lo dicho, se obligó a perder la vida si no le hiziesse caer en vicio deshonesto con ella. Y quedando en esto aguardó la muger a que el santo varón estuviesse predicando un día, y fingió convertirse por su sermón. Hizo muestras de muy contrita, llorava, tirávase de sus cabellos en presencia del siervo de Dios, que de verla, pareciéndole que su conversión era | de veras, estava contentíssimo. Hiziéronse de acuerdo que la confessasse. Confessóla y tuvo con ella diversos días algunas pláticas espirituales, exortándola a penitencia y enmienda de vida. Uno entre otros ella se mostró muy llorosa y desconsolada, y queriendo saber la causa de su desconsuelo, como era varón sin malicia y de santíssimas entrañas, prometióle de hazer por ella cuanto le dixesse. Ella levantó la voz y el llanto, diziendo:
-Oh, misericordioso Dios ¿y cuándo te merecí yo, que éste tu siervo se obligue y de palabra por bien mío de hazer cuanto le pidiere?
Él replicó oyéndola:
-Pide osadamente lo que quisieres, que yo te lo concederé.
-Sola una cosa -dixo ella-, y como yo esto alcançe seguiré todo lo que de mí ordenares hasta la muerte.
-Acaba -añadió él- y pide lo que es tu voluntad.
Ella abaxó la cabeça, mostrando la vergüença que no tenía sino falsa y fingida, y dixo:
-Avergüénçome de pedir lo que si no alcanço me costará la vida, y es que una noche me recibas en tu compañía, y si esto no hazes, no sólo perderé la vida, sino también la alma, porque me mataré sin remedio.
El siervo de Dios, viendo descubierta la ponçoña de aquella vil ramera, díxole:
-Ni aun esso pienso negarte. Está cierta que lo haré.
Con esto le señaló lugar donde ella fuesse a verse con él de noche, y entretanto ocupóse en oración, pidiendo a Dios le sacasse bien de aquella afrenta. La muger, pareciéndole que tenía hecho su negocio, dio cuenta al rey y a otros sus privados del concierto, quedando dudosos, aunque muy turbados, y con determinación de a la hora hallarse presentes y enterarse en la verdad. El siervo de Dios fray Domingo, llegándose el tiempo señalado, hizo grande lumbre en un rincón de su tienda y aposento, y viniendo a llamar a la puerta la falsa muger, abrió él, y llegándose a la lumbre, con un palo la estendió por un buen circuito, y recostando su cuerpo sobre las brasas, dixo a la muger:
-Ésta es la cama digna de tales obras. Ven y acuéstate aquí, que no ay otra.
Viendo esto la muger cayó /62v/ como muerta en tierra. Llegó el rey con sus privados al instante y vido al santo fraile en medio del fuego, que ni se quemava él ni su hábito, y la muger como muerta en el suelo. Fue grande su admiración; púsose de rodillas y rogó al siervo de Dios que se quitasse de aquel fuego y que a él le perdonasse su vana sospecha. Quisieron los que estavan allí echar en el fuego a la ramera, mandándolo assí el rey, y si el santo varón no lo estorvara, ella fuera quemada. Publicóse este hecho en España, con admiración de los oyentes y estimación grande del nuevo orden de Predicadores, en que tan fuertes y valerosos miembros se hallavan. Lo dicho refiere Tomás de Cantiprado en el tratado que hizo De Apibus, libro segundo, capítulo treinta.
Otro caso semejante se refiere de Pedro Gonçales Telmo, del mismo orden de Predicadores, y se declara el nombre del rey, que fue don Fernando, y de la ciudad, que era Sevilla, donde estava el cerco. Y es possible que sea todo uno y que el autor del libro De Apibus trocase el nombre de Pedro Gonçales Telmo en Domingo, por ser el proprio del fundador del orden. Sea el uno o el otro, o que a ambos les sucediesse, el exemplo es digno de admiración. La vida de Pedro Gonçales Telmo está en la primera parte del Flos Sanctorum, entre los Santos de España.
[83] San Ambrosio, libro De Virginitate, afirma de un lindo y hermoso moço que, viendo ser causa su buen parecer de que muchas mugeres nobles le solicitasen y ofendiessen a Dios con el desseo, no dando él lugar a la obra, afeó su rostro dándose algunas heridas en él, y con esto se asseguró y quitó la ocasión de que otro no pecasse por su ocasión. El intento deste moço es de alabar, aunque no estava obligado a hazer tanto. Y nadie puede lícitamente imitarle si no tiene voz del Cielo para hazerlo, como fue possible que éste la tuviesse, pues le alaba San Ambrosio. Y en otra manera fuera culpa, que nadie es señor de sus miembros para mutilarse o afearse. |
[84] Luis, obispo catalanense, fue de linda presencia. Vídole cierta reina, y procurando hallarse sola con él, ofrecióle su persona y cuerpo. Él, siendo honestíssimo, le echó unos ojos de grande indignación, reprobando con el mirarla su infame desseo. El santo obispo murió, y por muchos años tuvo el un ojo claro y como si estuviera en cuerpo vivo. Fue juzgado de muchos que era premio de su honestidad, aun en la tierra, sin lo que su alma gozava en el Cielo. Es del De Apibus, libro segundo, capítulo treinta.

[85] Juan, obispo bosnense, reprehendía al emperador Frederico por sus deshonestidades, y aunque sufría con paciencia la reprehensión en lo exterior, mas interiormente quebrantávase mucho con sus razones, y por algunos respetos no tomava dél vengança. Mas quiso librarse dél con modo extraordinario, y fue que habló a una muger hermosa con quien tenía mal trato y concertó que se viesse a solas con el obispo y le provocasse a acto deshonesto. Aguardó tiempo, y estando el mismo emperador a la mira con algunos de sus privados con intento de avergonçar al obispo, entrando de repente donde estava si le vieran que consentía en la torpeza, llegó pues la deshonesta muger donde el siervo de Dios se hallava y con palabras, ceños y actos deshonestos procuró incitarle a mal. Y fue tanta su desvergüenza, que le iva a echar los braços al cuello. Mas el santo varón levantó la mano y dio a la atrevida muger una bofetada que la derribó en tierra, y fuese de aquel aposento. Por este hecho estimó en mucho más el emperador al siervo de Dios Juan. Es del De Apibus, libro segundo, capítulo treinta.

[86] En la diócesi cameracense sucedió que un clérigo casto y recogido desde su niñes, después de largo estudio de Teología alcançó una canongía en cierta iglesia catedral. Esta prebenda trocó por el curado de una iglesia parroquial, con zelo del provecho de las almas, y allí residió siete años predicando y confessando, de /63r/ que resultava mucho bien en todos sus feligresses. Sucedió que una muger de sesenta años, que avía conservado virginidad hasta este tiempo empleándose en obras virtuosas, teniendo a su cargo el lavarle y asearle su túnica y cilicio al cura, un día entró sola en su aposento, y sucedió de aquí que ambos perdieron el don de virginidad. Quedó la muger deste acaescimiento y desgracia tan triste y llena de dolor, que llorando amargamente perdió presto la vida. Lo que del miserable sucedió no se sabe, aunque uvo indicios que acabó mal, porque cuanto la caída es de lugar más alto es de mayor peligro, y assí fue la caída de los ángeles irreparable. De aquí vino a dezir San Augustín:
«Sea la plática con mugeres breve, áspera y rigurosa; y no menos deven cuitarse porque sean de buena fama y virtuosas. Créanme -dize este santo doctor-, con experiencia hablo, que he visto caer por esta ocasión cedros del Líbano, de cuya vida y santidad tenía la confiança que de un Hierónimo o de un Ambrosio».
Refiérese lo dicho en el De Apibus, libro segundo, capítulo treinta.

[87] Heleno Abad, sintiéndose hazer guerra en la castidad por parte del demonio, hizo con el dedo una señal en la tierra dentro de su celda y señaló un círculo, quedando él dentro, y dixo:
-Demonios, yo os mando de parte de Dios que no passéis esta raya.
Y con esto quedó libre por algún tiempo. Nosotros, si queremos ser discípulos del que con el dedo de Dios lançava demonios, nunca nos apartemos de desseos castos. Es de Marulo, libro cuarto. El mismo dize de Mederico Abad, vencedor de malas tentaciones y virgen, que su túnica libró a un monge que era mal atormentado de sensualidad.

[88] Equicio Abad, en la provincia de Valeria, sintiéndose atormentar de malos pensamientos, empleávase en oración. Parecióle en sueños que venía a él un ángel y que le cauterizava, de suerte que le parecía quedar sin la parte de su cuerpo que le hazía guerra, y gozar de mucha quietud y paz. | Despertó y hallóse libre de tentaciones. Tomó a cargo el govierno de un monasterio de monjas, y dezía a sus discípulos que si no hiziesse Dios con ellos el milagro que con él hizo, no fiassen mucho de sí para hazer lo que él hazía. Es de San Gregorio en el libro primero de sus Diálogos, capítulo cuarto.

[89] San Amador, obispo antisiodorense, obedeciendo a sus padres, aunque contra su voluntad, casó con una donzella en linaje y hermosura insigne, a la cual con buenas razones persuadió a guardar castidad. Hizieron ambos voto de virginidad, y hecho, vieron un ángel del Señor que les dio sendas guirnaldas de vírgines. Ella entró en un monasterio de monjas y él se hizo clérigo y sucedió en el obispado a Eladio, y fue digno esposo de la Iglesia el que siendo esposo no se conoció que lo era. Refiérelo Marulo, libro cuarto.
[90] Arnulfo Francés casó con Estanberga, sobrina del rey Clodoveo, aunque no se juntaron en carne sino en espíritu. Siendo tercero entre ellos San Remigio, votaron castidad. Y porque no les hiziesse guerra el verse de ordinario, ella quedó en casa y él se fue a diversas tierras. Y resplandeciendo en santas costumbres, mandándoselo Dios por un ángel recibió el obispado turonense, porque no careciesse de dignidad apostólica el que siguió en la vida a los Apóstoles, prefiriendo la castidad al matrimonio. Es de Gregorio Turonense.

[91] Eduardo, rey de Bretaña, casado con Egica, guardó virginidad. No le fue tan honroso el vencer batallas, ganar ciudades y ser señor de nueva gente, como el vencerse /63v/ a sí mismo, no dando lugar a algún deleite carnal. El que quisiere imitar a este santo rey, apártese de mugeres. Dificultoso es de creer que estén juntos marido y muger y que ni ella se conozca por muger ni él por marido. No ay seguridad durmiendo cerca de alguna serpiente. Es de Surio, tomo primero.

[92] Farón, obispo meldense, siendo primero casado de consentimiento de ambos, él entró en un monasterio de monges y ella en otro de monjas, donde vivieron algún tiempo recogidamente. Mas acordándose él de su hermosura y encendiéndose en su desseo, embióla a rogar que se viessen en cierta parte. La prudente muger, entendiendo el intento de aquella vista, recusávale. Mas tanto porfió él, que hizo aquella ida, aunque primero se vistió un cilicio, y con su rostro triste y muy mortificada. Presentósele a la vista reprehendiéndole libremente por sus impertinentes desseos. Y con esto él quedó compungido y bolvió a su monasterio, y ella a su recogimiento. Pues si a un varón santo, apartado de ver mugeres, sólo su memoria le fue ocasión de querer bolver a vida aseglarada, cuánto mayor peligro tendrán los que habitan y conversan con ellas. Es de Fulcino Meldense y refiérelo Surio, tomo quinto.

[93] Timoteo Anacoreta estava en un desierto asperíssimo de Egipto, sin tratar con persona humana por treinta años. Al cabo destos le vido Pafuncio Abad, y estava desnudo, feo y hecho salvaje, sustentándose con fruto de palmas y raízes de hierbas. Llorava continuamente su pecado de que por confiar demasiadamente de sí permitió habitar en su compañía una muger religiosa, con la cual ofendió a Dios. Véase cuán peligroso es el estar juntos hombre y muger, aunque los dos ayan hecho voto de castidad y propuesto de servir a Dios. Es del Metafraste, y refiérelo Surio, tomo tercero.

[94] Preguntado San Augustín por qué no admitía el habitar con su propria herma- na, | respondió:
-Porque las que están en compañía de mi hermana no son mis hermanas.
Y al mismo santo atribuyen esta sentencia: «Cosa peligrosa es ver una muger, y más hablarla, y mucho más tocarla, aunque no sea sino en el dedo de la mano. Y de los sentidos de nuestro cuerpo el que está en más peligro, esse deve más evitarse». Dízelo Posidonio en la Vida de San Augustín, capítulo veinte y seis.

[95] Juan Anacoreta tenía su habitación en una cueva puesta en cierto despeñadero de un monte en Egipto. Nunca habló con muger, con hombres pocas vezes, y a nadie dexó entrar en su cueva. Pidióle un tribuno que diesse lugar a que su muger le hablasse y no lo consintió, mas dio palabra que en sueños se le aparecería. La noche siguiente, estando la muger durmiendo vido al que en vigilia nunca avía visto. Y fue creída porque dio señas ciertas de su figura, hábito y lineamentos del rostro. ¡Cuánto fue el merecimiento y valor deste hombre, que pudo embiar su imagen a la que estava dormida, a la cual no dio lugar que en vigilia le visitasse! Y si siendo el que era temió caída, ¿quién se tendrá por seguro viendo y hablando a mugeres? Es de Paladio en su Lausiaca.

[96] Paulo Abad, viviendo en el desierto Panefiso, todo lo possible aborrecía ver mugeres. Llevóle consigo Arquebio, otro abad ya viejo, cierto viaje, y no estando muy lexos de su celda vido venir una muger, y como si viera algún león que llegara a despedaçarle dexó la compañía y dio a huir hasta su ermita. Cerró la puerta, echó el cerrojo y no se tenía por seguro dentro. Casiano dixe que era esto demasiado, y que por mortificarle Nuestro Señor vino a que el que tanto aborrecía el ver mugeres, estando paralítico fue llevado a una congregación de ellas, para que una tomasse a cargo el curarle. Marco Marulo dize que es pensamiento suyo averle concedido Dios que no le tocasse muger hasta que no sentía el ser tocado della por la fuerça de su enfermedad, y si antes le tocara, fuere possible que enfermara en el /64r/ ánimo más peligrosamente que después en el cuerpo. Y aun estando en la cama enfermo dio testimonio de pureza a aquellas siervas de Dios, porque con el óleo tocado de sus manos sanavan enfermos, y el que estava enfermo era remedio de los enfermos. Es de Casiano, Colación séptima, capítulo veinte y seis.
[97] Pafuncio Abad, estando adereçando la comida para ciertos huéspedes, saltó una centella y diole en la mano lastimándole. Púsose a pensar cómo aviendo vencido los penosos acometimientos del demonio y los ilícitos movimientos de la carne, de una tan pequeña centella sintiesse el fuego y herida. Después, estando durmiendo, apareciósele un ángel y díxole:
-¿Y de qué, o Pafuncio, te admiras que te ofenda el fuego? Pues aun el que traes contigo no del todo está muerto. En tal sazón entenderás que está apagado, cuando abraçando a una hermosa donzella desnuda, no sintieres en ti movimiento malo alguno.
Despertó Pafuncio y quedó lleno de miedo con tal experiencia, y claramente entendió el peligro grande que resulta de ver mugeres, y que es menor daño ser tocado del fuego que de alguna dellas. Es de Casiano en la Colación quinze, capítulo décimo.

[98] Arsenio Abad, no sólo de mugeres, mas también de hombres aborrecía el trato y conversación. Sucedió que una matrona de gran linaje desseó grandemente verle por las grandezas que dél todos dezían. Llegó de improviso a su celda, mas el santo ermitaño reprehendió su osadía y atrevimiento assí con palabras como con el rostro airado. Ella, postrada de rodillas, le dezía:
-Ruégote, siervo de Dios, que no tengas a mal mi venida, que con sinceridad y afecto piadoso he venido aquí. Y si te he ofendido, perdóname; sólo te pido que te acuerdes de mí, rogando a Dios que me perdone.
Respondió Arsenio:
-Primero pienso rogarle que nunca me acuerde de ti.
Y danos en esto documento que nunca tengamos en la imaginación muger alguna de las que avemos visto, por el peli- gro | que puede resultar de su memoria.

[99] Pior Abad, discípulo del grande Antonio, en tanto grado temía ver mugeres que ni a una hermana suya viuda estando enferma quería visitar. Ella le embió a dezir que si le viesse tenía por cierto que estaría luego sana. Y como ni esto bastasse, sabido el caso por su perlado, mandóle que hiziesse aquella visita y se dexasse ver de su hermana. Por cumplir con la obediencia fue a la ciudad donde ella estava, y concertándose con un moço que le ayudasse a lo que pretendía cerró los ojos, y adiestrándole el otro, sin dezir quién era entró en el aposento donde la hermana estava enferma, y assí dio lugar a que ella le viesse, aunque él no la vido. Con esto se fue de allí sin que ella le conociesse. Y como tornassen mensajeros a su convento para que hiziesse aquella ida y su perlado tratasse dello, él le dixo que avía cumplido su mandado, y a la hermana que ya le avía visto, que se contentasse con aquello. Desta industria se aprovechó el santo varón Pior para no ser desobediente y cumplió con lo que devía a la hermana, y no fue contrario a su inviolable determinación con que pretendía conservar su castidad no viendo mugeres. Es de Paladio en su Lausiaca.

[100] Ursino, presbítero en Nursia, fue primero casado. Al tiempo que se ordenó sacerdote apartóse de la muger, y proveíala de lo necessario a la vida en casa de por sí. Passaron cuarenta años ambos continentes, y estando él enfermo, y para dar la postrera boqueada, pareció que le faltava el aliento. Llegó allí su muger ya vieja, y acercándosele a las narizes para ver si respirava, el enfermo sintiendo que la muger estava cerca dél, aunque ya le faltava el sentido, hízose fuerça, y toda la virtud que le quedava trúxola a la boca para poder hablar. Habló y dixo:
-Apártate muger, que no está del todo muerto el fuego. No llegues cerca dél con tu presencia la paja.
Apartóse ella y apareciéronsele los Apóstoles San Pedro y San Pablo, aunque él solo los vido, y diziendo que le llamavan y combidavan que fuesse con ellos, espiró. Es de San /64v/ Gregorio en los Diálogos, libro cuarto, capítulo onze.

[101] Marcio, solitario en Mársico, monte de Campania, estava determinado de no ver rostro de muger. Sabido esto por una de ruín vida, con peor intento fue a verle, y hallando ocasión púsosele delante. Siendo vista por Marcio, derribóse él en tierra y con las manos cubrió su rostro y hizo oración a Dios que le librasse de aquel peligro. La mala muger, cansada de esperar, fuese de allí. Y porque no se tenga en poco el querer desasosegar a los siervos de Dios, fue fama que baxando del monte murió de repente, castigando Dios su atrevimiento. Dízelo San Gregorio en los Diálogos, libro tercero, capítulo diez y seis.
[102] Con la misma osadía, aunque con diverso fin, otra muger fue a ver a Carilefo, solitario en un lugar de Francia llamado Casagalla. Sabía que en traje de muger no podría verle; mudóle en el de varón y entró donde el santo ermitaño estava, y mirando a todas partes perdió la vista y quedó ciega. Pesóle de lo que avía hecho, confessó al varón de Dios su culpa y derribada de rodillas le pidió perdón. Hizo él oración por ella y recuperó la vista, y corrigió la vida, bien cierta que tiene Dios a cargo los varones castos. Es de Marulo, libro cuarto.

[103] El muy docto y religioso varón, el maestro fray Luis de Granada, en el prólogo del Vita Christi, dize que en Alemania, en la ciudad de Argentina, estava un fraile del orden de Predicadores, prior del monasterio de aquella ciudad, muy devoto de la Sagrada Passión, en la cual meditava muy a menudo. Murió éste, y passados algunos años, abriendo la sepultura para trasladar el cuerpo a otra parte, hallaron que en los huessos del pecho que caen sobre el coraçón tenía una cruz entallada en los mismos huessos, y labrada con tanta perfeción como si fuera de marfil. Estava al pie della adelgazado hazia baxo, como si de propósito se huviera hecho para hincarse en algún lugar, y los tres braços de arri- ba | se rematavan en tres açuçenas, en que se dava a entender que por virtud de la Sagrada Passión avía conservado aquel siervo de Dios el lirio de la castidad y pureza virginal.

[104] Haziendo guerra el emperador Maximiliano en el ducado de Milán, pretendiéndole como miembro del Imperio, y teniendo su campo cerca de Pavia, recogíase la gente rústica que vivía por la comarca a la ciudad, y entre éstos iva Isabela Ravignana, donzella tan hermosa como honesta. La cual, siendo vista de algunos soldados venecianos que estavan por guarda de la ciudad, assieron della con intención de deshonrarla. Ella, que se vido por huir de un peligro caer en otro, y no hallando mejor medio con que conservar su virginidad, dexóse caer de la puente llamada Curvo en el río Medoaco, que passa por allí. Del cual siendo sacada muerta, fue sepultada en la ribera. El zelo de castidad se alaba aquí y no el matarse, si no tuvo voz del Cielo para hazerlo. Dízelo Bernardo Escardeono en el libro tercero de la Historia de Padua.

[105] Al tiempo que el rey don Filipe, segundo deste nombre, tomó la possessión del reino de Portugal por muerte de su tío, el cardenal y rey Enrique, passando gente de guerra de Castilla en aquel reino, sucedió que haziendo noche una compañía de soldados en cierto pueblo, cabiéndole por suerte tener por huésped a uno dellos y de los principales a una muger casada y noble, estando su marido ausente, assossegada la casa, entró en el aposento donde la señora estava sola, y queriendo hazerle fuerça, no bastando para defenderse el dar vozes ni otros remedios que puso, estando cerca de cometerse la maldad, ella le vido una daga a su lado; sacósela y hirióle con ella, dexándole allí muerto. Y aunque fue llevada a juizio sobre el caso, no sólo no fue castigada, sino alabada y tenida en mucho por lo que hizo defendiendo su castidad. Súpose por relaciones fidedignas.

[106] Fray Laurencio Surio escrive en sus /65r/ Comentarios del año de mil y quinientos y setenta, que teniendo guerra Selim, Gran Turco, en la isla de Cipro con venecianos, ganó la ciudad de Nicosia. Hazía la guerra Mustafá, quiso embiar un presente al Turco de muchas donzellas y niños que se avían captivado. Púsolos en dos navíos con un galeón para su guarda, del cual, antes que saliessen del puerto, mandó Mustafá sacar cantidad de barriles de polvora. Al tiempo que se entendía en esto, una muger de las captivas, considerando que se llevava toda aquella juventud cristiana para usar mal della en daño notable de sus almas, con zelo grande de honestidad, a lo que pudo entenderse, y con ímpetu acelerado, tomó una ascua y echóla en la pólvora, por donde el galeón y los dos navíos, con cuantos ivan en ellos, fuera el governador y tres captivos, fueron abrasados. Algunos echaron la culpa al governador, mas la ocasión del incendio fue la que se ha dicho.

[107] Pedro Cornejo, en el libro que hizo de la civil guerra de Flandes, dize que en el año de mil y quinientos y setenta y siete, en diez y seis de deziembre, estando aloxados en una aldea llamada Vecorte, en la raya de Francia y frontera de los estados de Flandes, un capitán que se dezía de la Puente con algunos soldados de a cavallo, todos franceses, los cuales ivan en favor del príncipe de Orange, cabeça de los rebeldes contra su señor natural el rey Don Filipe, segundo deste nombre. La posada donde el capitán estava era casa de un labrador llamado Juan Millers, el cual de su muger Marta Denis tenía tres muy honestas y hermosas hijas, María, Juana y Ana. Puso los ojos el capitán en María, que era la mayor, aunque no passava diez y seis años, y enamoróse della. Llamó al padre y con palabras arrogantes pidiósela por muger. El labrador le respondió comedidamente que no merecía tanta honra y que él pensava dar su hija a otro su igual que le reconociesse por suegro. El capitán muy enojado le dixo palabras descorteses y le tiró un vaso de la mesa. El pobre hombre se fue huyendo, y queriendo la hija hazer lo mismo fue dete- nida | por algunos soldados que estavan allí casi borrachos. Y por medio dellos no sólo la forçó el capitán, sino el que más dellos quiso. Y hartos de aquel abominable estrupo la assentaron a la mesa, diziéndole muchas injurias, burlando della. La pobre moça sufríalo pacientemente hasta que llegó un caporal de aquella compañía a dezir cierta cosa de importancia a la oreja al capitán, y estando buelto a él recibiendo el recado, con presteza grande y ánimo más que de muger, tomó María un cuchillo de la mesa y hirió al capitán por el coraçón, de suerte que cayó luego muerto en tierra. Ella huyó y pudo llegar a sus padres antes que saliessen del aposento los soldados que ivan siguiéndola, y les contó el caso y les rogó que se pusiessen en cobro, como lo hizieron huyendo fuera de la aldea; aunque la pobre moça no pudo librarse de los soldados, que assieron della y en vengança de la muerte de su capitán la ligaron a un árbol y la arcabuzearon. Ella murió mostrando ánimo grandíssimo y con muy buen semblante. Su padre apellidó aquella noche a sus vezinos, que eran tres lugares de mil y setecientos fuegos, los cuales tocaron arma, y juntándose passaron a cuchillo no sólo a estos malhechores, sino a otras tres compañías que estavan aloxados en el contorno. En este caso se alaba el zelo de castidad.

[108] El bachiller Moya, en sus Ilustres Mugeres, libro segundo, capítulo cincuenta y cinco, dize que una muger española natural de Ubeda, sabiendo que cierto moço tenido por valiente se alabava con mentira que la avía tenido por amiga, no fiando el castigo dél a maldad de tercera persona, ella por sí misma, tomando hábito de varón y bien armada salió a la plaça y poniendo mano a la espada le desafió. Y aunque el otro se defendió lo mejor que pudo, ella le dio una buena cuchillada en el rostro y se quedó con ella. También aquí se alaba solamente el zelo de castidad.

[109] Para remate de exemplos castos de católicos, quiero referir aquí lo que escriví de fray Melchior de Hiebra del orden de Menores en su Vida, que supe por relación de personas fidedignas. Y fue que siendo por- tero /65v/ de su convento en Alcalá, una muger hermosa y de buena parte, o que aficionándosele por ser de hermoso rostro, o por provarle oyendo dezir que era muy honesto, llegó un día a la portería, y hablándole -abreviando razones- le dixo que estava enamorada dél, que fuesse a su casa y la conversasse. Fray Melchior, que era sinceríssimo, con toda la llaneza del mundo le respondió:
-Esso, señora, no puede ser, porque mi padre San Francisco manda lo contrario en su Regla.
Ella replicava:
-Déxese, padre, de esso, que no todo lo que San Francisco manda se guarda. Créame y no pierda este lance. Mire que no soy de desechar. Hermosa soy, moça, y que no me falta hazienda con que le regale. Sólo quiero que me quiera bien y me visite. Mire que | le espero oy en mi casa.
El padre fray Melchior, perseverando en su llaneza sin malicia alguna, dixo:
-Ora, que ella no me deve de creer, que mi padre San Francisco manda lo contrario de esso. Pues espere y verálo con sus proprios ojos.
Cerró la puerta, y la muger quedó esperando a ver en qué parava aquel negocio. Bolvió fray Melchior con el libro de la Regla de San Francisco, y avierto en un capítulo en que se manda a los frailes que eviten el visitar mugeres y se les encarga la castidad, leyósele todo, y dixo:
-¿Ve como yo le dezía la verdad? Aora me creerá a mí y verá como no puedo hazer lo que dize. Mi padre San Francisco me lo veda y yo tengo jurada su Regla.
Con esto cerró la portería y la dexó fuera. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Pudiera vivir Lucrecia Romana, muger de Collarino, con mucha honra, aunque se le avía pretendido quitar el hijo del rey Tarquino, pues no avía afrenta donde uvo violencia y faltó voluntad de pecar. Todos sus parientes y domésticos, marido, padre y hermanos, la juzgaron sin culpa, mas el aborrecimiento que tenía al vicio y adulterio hizo que faltasse al desseo de los de su parte por ocurrir a la vengança. Matóse con sus manos, en lo cual dio muestra de ánimo casto, mas Augustín en el libro primero de la Ciudad de Dios, capítulo diez y nueve, la re prehende por aver dado consentimiento al adúltero por temor de ser deshonrada; fuérale mejor dexarse primero matar que consentir en la ofensa y pecado. Valerio y otros lo escriven.

[2] Virgínea, romana ilustre, porque se casó con hombre plebeyo aunque rico, no la consentían estar otras ilustres en una capilla o apartado dentro del templo de Hércules, siendo assí costumbre. Congregó ella otras plebeyas muy castas y hizo un templo cerca de su casa, poniendo ley que ninguna que no fuesse muy casta entrasse allí, y vino ser más estimado este lugar que el otro. Refiérelo Bocacio en sus Ilustres mugeres. |

[3] Las mugeres de los cimbros, siendo vencidos sus maridos y muertos por los romanos, cuyo capitán era Cayo Mario Cónsul, estando en los reales hiziéronse fuertes y pidieron al cónsul Mario que las dexasse entrar con las vírgenes vestales, donde su castidad fuesse guardada. No se lo otorgó el cónsul; lo cual visto por ellas, y que otro día avían de venir en manos de sus enemigos que las tenían cercadas, y serían deshonradas aquella noche, como si todas tuvieran un solo coraçón y una sola voluntad se ahorcaron por librar su honestidad. Es del Bocacio en sus Mugeres ilustres, y alábase no el ahorcarse sino el zelo a la castidad.

[4] Orosio, libro cuarto, capítulo sexto, Solino, capítulo treinta, Justino, libro diez y ocho, Josef y Apiano, escriven de la reina Dido que fue natural de Tiro, del linaje real de Hirán, amigo de Salomón. Por la muerte de su padre Metino quedó con el reino Pigmalión, hermano de la misma Dido, la cual casó con Siqueo, hermano de su madre y sacerdote de Hércules, riquíssimo de tesoros; por los cuales, desseando averlos su sobrino, le mató, aunque no le valió para alcançarlos, porque la prudentíssima Dido con ellos y con mucha gente /66r/ que quiso acompañarla se entró en el mar y navegó hasta llegar a las costas de Africa, cerca de adonde aora es Túnez, donde edificó Cartago. Tenía por vezino a Hiarbas, rey poderoso, que pretendió casar con ella, llevando el negocio por fuerça si faltasse voluntad. Lo cual entendido por Dido sintió a par de muerte. Habló con su gente y díxoles que por guardar la fe a Siqueo y conservarse casta pensava perder la vida, como la perdió, poniéndose un cuchillo por el coraçón, y dexándose caer sobre mucha leña, la cual encendida fue su cuerpo quemado por su gente, y guardando sus cenizas la honraron como a diosa. Hase de advertir que si se haze cuenta cuando Cartago se fundó según Josefo, y murió Dido, hallarse ha que entre ella y Eneas passaron dozientos años, y assí no puede ser possible que se viessen. Y si Virgilio dize que se vieron y que fue la muerte de Dido por ocasión de Eneas, quiso en esto dar a entender como poeta ingenioso que Cartago, fundado por Dido, avía de perecer y acabarse por Roma, señoreada de los descendientes de Eneas.

[5] Escrive Eusebio que en tiempo de Maxencio, emperador romano, estava en Roma una ilustre matrona llamada Sofronia. Tuvo noticia della el emperador, y que estava casada con un prefecto; embió gente para que le dixessen que embiasse su muger, si no que le sería llevada por fuerça con daño suyo. Oída la embaxada del tirano, y entendiendo que sería peor el hecho que la amenaza, quiso dar la muger. Salió ella de su casa algunos passos, y considerando a lo que iva, acordó que le sería mejor perder la vida que la honra. Habló a los que la llevavan, y pidióles la dexassen bolver a ponerse otro adereço mejor que el que llevava, para más agradar al emperador. Ellos vinieron en ello; entró Sofronia en un aposento y con un cuchillo se mató. El zelo de castidad es aquí alabado, y siendo cristiana como lo da a entender Eusebio, si tuvo voz del cielo para lo que hizo, hase dezir della lo que se dize de otras en semejante ocasión.
Sabélico, libro quin- to, | capítulo sexto De exemplos, escrive que una matrona llamada Timoclea, siendo ganada su ciudad de Tebas por Alexandre, vino en poder de un capitán de Tracia, el cual la forçó, y no contento con esto pedía le dixesse dónde tenía escondidos sus tesoros. Tomó ella de aquí ocasión para vengar su deshonra. Fingióle voluntad y querer congraciarse son él; díxole:
-Como otro lo ha de llevar, yo huelgo que lo lleves tú. Sabe que yo lo avía mandado esconder dentro de aquel poço.
Señalósele, y llegó el bárbaro a mirar su hondura y el modo que tendría en baxar por el tesoro. Vino Timoclea por detrás, y fácilmente dio con él dentro del poço; y no contenta de tenerle allí, ayudóle con algunas piedras que derribó sobre él, y assí le mató. Divulgóse el caso; lleváronla en presencia de Alexandre, donde habló con tanta libertad, dando cuenta de su ilustre linaje, declarando la maldad que usó con ella aquel capitán, lo cual todo considerado por el emperador, la dio por libre.

[6] Valerio Máximo, libro sexto, capítulo I, dize que en una batalla que tuvo Manlio, cónsul romano, en el Olimpio contra los galo-grecos, quedando la victoria de su parte, fue hallada entre otros captivos la muger de Oriagonte Regulo, la cual puesta en guarda de un centurión, siendo muy hermosa, fue por él forçada. Embió el marido su rescate, y estándole recibiendo el centurión, y muy puesto el sentido en contar el dinero, habló en su lengua la dama a los criados de su marido que traían el dinero, y mandóles que le matassen. Ellos lo hizieron. Tomó ella la cabeça y fue a su marido que estava cerca de allí esperándola, y llegando dio con la cabeça del centurión a sus pies, y juntamente contó su fuerça y la vengança.
Estos dos hechos de Timoclea y de la muger de Oriagonte fueron proprios de mugeres paganas, que sólo tuvieron intento a vengarse, en lo cual no son de alabar, pues, su pecado, aunque merece serlo la raíz que a esto les movió, que fue ser de veras castas y muy honestas, y la honestidad y castidad en cualquier sujeto parece bien y merece loa.

[7] Ludovico Brusón refiere de Pompeyo /66v/ Magno que de muchas mugeres que captivó en las guerras que tuvo con Mitrídates, de ninguna se aprovechó, sino que las embió con dones a sus padres. Y de Valentino, emperador que ganó muchas victorias, y estando para morir, dixo:
-De aver vencido un enemigo entre todos me huelgo mucho.
Y preguntado cuál era, respondió:
-Mi propria carne.

[8] Tenía Roma un oficio de justicia que llamavan censor, a cuyo cargo era castigar severamente cualquiera cosa que veían immoderada y dañosa para las costumbres. Tuvo este cargo Marco Catón, y provándosele a un senador llamado Manio que avía besado a su muger estando presente y viéndolo una donzella hija suya, le privó de entrar en el Senado, que era grande afrenta. Y cuando le dio esta pena, que fue con palabras de mucha severidad y reprehen- sión, | le dixo:
-De mí te sé dezir que nunca me vido persona abraçar a mi muger sino en tiempo de truenos, que es temerosa, y oyéndolos ássese de mí.
Este exemplo sería bien que advirtiessen algunos padres muy amigos de su honor, que tienen hijas donzellas y desposan una, a la cual visita el desposado con tanta continuación que no ay echarle de casa, tratando con su esposa delante de sus hermanas como si nadie los viesse, poniéndolas en ocasión de ser malas y deshonrar al padre. Es de Fulgoso, libro segundo.

[9] Diógenes Laercio dize de Xenócrates Filósofo que era tan casto, que por dos vezes sus discípulos encerraron donde él estava dos malas mugeres, para que le provocassen a mal, y nunca consintió en el vicio. La una dixo que no salía de con hombre sino de con estatua de piedra. Fue discípulo de Platón.

Fin del Discurso de Castidad. |