DISCURSO DUODÉCIMO. DE CARIDAD CON ENEMIGOS

Este género de caridad de amar a los enemigos mandóse en la Ley Vieja | y mándasse en la Ley de Gracia. En el capítulo veinte y tres del Éxodo se dize: «Si vieres /76r/ que el jumento o buey de tu enemigo anda perdido, encamínale a su dueño. Y si vieres caída con la carga alguna bestia, y conoces que es del que te aborrece, no passes sin levantarla». Y en los Proverbios, capítulo veinte y tres, está escrito: «Si tuviere hambre tu enemigo, dale de comer; si tuviere sed, dale agua, y con esto pondrás brasas sobre su cabeça. Aunque esté elado en quererte, cobrarte ha amor, y el Señor te lo pagará». Y en el capítulo veinte y cuatro: «Cuando cayere tu enemigo, no te alegres ni tu coraçón se loçanee, porque lo verá el Señor y le desagradará». Esto hablava con los antiguos, aora habla con los cristianos Jesucristo en el Evangelio, y dize por San Mateo, capítulo quinto: «Amad a vuestros enemigos, hazed bien a los que os aborrecen, bendezid a los que os maldizen y rogad por los que os calumnian». Y por San Lucas, capítulo sexto, dize: «Amad a vuestros enemigos, hazed bien y prestad sin llevar más del empréstido, y será grande vuestro premio; seréis hijos del Altíssimo, porque Él se muestra benigno con los ingratos y malos». Y lo que de palabra mandó lo cumplió de obra. Al que le tenía concertado de vender dio el Sacramento de su cuerpo y sangre, lavóle los pies y no le negó beso de paz. Por los que le crucificaron rogó, diziendo: «Padre, perdónalos, que no saben lo que hazen». Si el Señor se muestra tan clemente contra tanta crueldad, ¿cómo se llamará siervo suyo el que procura vengança? ¿Cómo querrá ser premiado de Cristo el que en amar los enemigos no imite a Cristo? A todos les es mandado hazer bien, y si no pueden, a lo menos desséenlo. El Discurso tratará de Caridad con enemigos.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Jacob Patriarca quiso más ir desterrado de la casa de su padre a tierras estrañas que vengarse del mal que su hermano Esaú desseava y procurava hazerle; a quien después aplacó y hizo benévolo con dones que le ofreció. Es del Génesis, capítulo veinte y ocho y cuarenta y cinco.

[2] Josef Patriarca fue perseguido de sus hermanos, quisiéronle matar, echáronle en una cisterna o poço sin agua para que | dilatándose más su muerte más la sintiesse. Al cabo, sacado de allí, le vendieron por esclavo a ismaelitas estrangeros. Todos estos agravios recompensó con grandes beneficios, porque estando en casa del rey Faraón, y siendo adelantado de Egipto en tiempo de hambre, y viniendo a proveerse de pan los hermanos, recibiólos con los braços abiertos, dioles beso de paz, hízoles un solemne combite, dioles dineros y trigo, perdonándoles los agravios hechos; y por los años que duró la hambre los sustentó a ellos y a sus hijos. Es del Génesis, capítulo treinta y siete y cuarenta y cinco.

[3] Moisés hizo oración por María, su hermana, y fue sana de lepra, la cual habló mal contra él y por esto la castigó Dios con aquella enfermedad. Pudiera dexarla a la voluntad y juizio del mismo Dios, sino que, vencido de piedad, por sus ruegos le alcançó salud. Es de los Números, capítulo doze. El mismo Moisés, aviendo sacado al pueblo hebreo de Egipto y librándole de la tiranía de Faraón, teniéndolos en tierra donde sin trabajo estavan vestidos y bien mantenidos, diversas vezes le persiguieron, ya de palabra, ya por obra, queriéndole matar, y le convino irse una vez a retraer al Tabernáculo y lugar de oración. Semejantes persecuciones y ingratitud nunca le exasperaron ni descompusieron, de suerte que les dexasse de hazer bien. Derribándose en tierra rogó por ellos a Dios, alcançóles el maná del Cielo, agua de una piedra, dioles la Ley Escrita con el dedo de Dios, ganóles vitorias, señalóles capitán que los guiasse a Tierra de Promissión. Si nunca le ofendieran, sino que le fueran siempre obedientes, no hiziera más por ellos de lo que hizo. Es de los Números, capítulo veinte y uno.

[4] David grandemente era aborrecido del rey Saúl, porque teniendo embidia de sus hazañas y virtudes, estando presente le arrojó una lança, y huyendo le perseguía con su gente y soldados. Al contrario, David por dos vezes le pudiera matar sin daño suyo. La una en cierta cueva donde estava escondido David con sus soldados, /76v/ y entró solo en ella Saúl, y le cortó David parte de su vestido. La otra estando dormido dentro de su tienda en el campo, que llegó David y le llevó un vaso de agua y la lança que tenía a su cabeçera, y sin ser visto de las guardas bolvió a su gente. En estos dos acaescimientos mostró David grande caridad con su enemigo Saúl. Y acabó de echar el resto cuando siendo muerto por los filisteos le lloró amargamente, y al mensajero que se alabó de averle ayudado a morir le mandó matar, y a los que le dieron sepultura se lo agradeció. Y a ciertos traidores que mataron a Isboset, hijo del mismo Saúl, aunque aquella muerte asseguró su reino, también los hizo matar, siendo justiciero para los que ofendían a otros y para los que le agraviavan a él, piadoso. Lo dicho es del Primero Libro de los Reyes, capítulo diez y ocho, veinte y cuatro y veinte y seis.

[5] Llegó uno de los profetas de Bétel a Jeroboam, rey de Israel, estando ofreciendo sacrificio a un ídolo, y reprehendióle ásperamente, amenaçándole con gra- ves | castigos a él y a su casa. Jeroboam, airado, estendió la mano para asir al profeta con dañado intento, y quedósele seco el braço sin poderle mandar. El varón de Dios, teniendo dél lástima, hizo oración por el braço estendido en su ofensa, y fue sano. Fácilmente se dexa vencer la piedad del Señor por el que la exercita con el próximo. Es del Tercero de los Reyes, capítulo treze.

[6] Los discípulos y mártires de Cristo, con los que les atormentavan con graves tormentos se mostravan benévolos y davan bien por él. A San Estevan acusaron falsamente, le condenaron inicuamente y le apedrearon crudamente, y puesto en la agonía, aviendo rogado a Dios por sí en pie, rogó de rodillas por los que le davan la muerte, que no les fuesse imputado a pecado y culpa, lo que sabía que le sería a él premio y gloria. Es del libro de los Hechos Apostólicos, capítulo siete.

Lo dicho se colige de la Sagrada Escritura.


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Jacobo el menor, hijo de Alfeo, siendo derribado de lo alto del templo, apedreado y apaleado, hizo oración por sus homicidas, pidiendo a Dios que perdonasse a los que injustamente le matavan. No pudo con su crueldad aquella impía gente hazer que el varón pío dexasse de procurar grande bien a los que le hazían todo el mal que podían. Dízelo Eusebio Segundo, capítulo veinte y tres.

[2] Venusiano, prefecto de Tuscia o Toscana, hizo prender a Sabino, obispo de Assisio con dos diáconos, Exuperancio y Marcelo, porque eran cristianos. A los diáconos quitó las vidas con graves tormentos, al obispo cortó las dos manos. El prefecto fue herido con un gravíssimo dolor en los ojos. Pidió remedio al santo obispo Sabino, el cual, como si dél huviera recebido grandes beneficios y no sido injuriado, llegó de buena gana, y por medio de su oración le sanó, y sien- do | sano, de infiel le hizo cristiano. No pudo hazerle mayor bien por el daño recebido, que amando a su enemigo le hizo amigo de Dios. Es de Beda y de Adón; referido por Surio, tomo sexto.

[3] Pergencio y Laurencio, hermanos, siendo emperador Decio padecieron martirio en Arecio. Estándolos açotando con crueles açotes y baras secáronseles los braços a los verdugos, y por su oración sanaron, procurando remedio más a sus enemigos que para sí mismos. Es de Surio, tomo tercio.

[4] Juan y Paulo, imperando Juliano Apóstata, padecieron en Roma, fueron sus cuerpos enterrados en su propria casa. El juez que les dio la muerte llamávase Tereciano y era prefecto. Tenía un hijo endemoniado, llevóle al sepulcro de los santos y quedó libre. Y héchase de ver en este caso cómo vivirían y sería su trato con otros, pues a éstos que les dieron las muertes, /77r/ después de muertos los amaron. Es de Surio, tomo tercero.

[5] San Cristóval Mártir padecía graves tormentos por Dago, rey de Licia, y fue uno entre otros que le asaetearon. Y una de las saetas que tiravan al mártir rebolvió el golpe y hirió al rey en el ojo, y quebrósele. Mandóle degollar, y por averle el santo avisado dello, bañóse el ojo con su sangre y fue sano. Convirtióse a Dios, y hizo al cuerpo muerto del santo grande honra sepultándole, aviéndole él quitado la vida. Y hizo esto considerando la virtud de Cristo cuando experimentó acerca de sí la caridad del mártir. Es de Marulo, libro tercero.

[6] Echaron en el mar por orden de un tirano perseguidor de cristianos a los dos santos mártires Nazario y Celso. Levantóse luego grande tempestad, y los que avían echado en la agua a los mártires, que estavan en un navío, viéronse en peligro de muerte. Y los santos ivan andando por la agua seguros como sobre tierra. Los del navío les rogaron, visto aquel milaro y teniéndolos por santos, que rogassen a Dios por ellos que los librasse de la tormenta. Nazario y Celso entraron en el navío y haziendo oración cessó la tempestad. Fue tan grande el beneficio que los santos hizieron a aquella gente como avía sido el peligro, procurando que no fuessen ahogados los que a ellos quisieron ahogar. Y añadióse al beneficio que libres de muerte les enseñaron la Ley de Cristo, con que viviessen bienaventurados eternalmente. Dízelo San Ambrosio en el Sermón noventa y dos.

[7] Espiridón, obispo de Cipro, hallando en su casa ciertos ladrones, reprehendióles su mal trato. Amonestóles que dexassen semejante vida. Y avían entrado con designo de hurtarle un puerco; dióseles graciosamente. Es de Surio, tomo sexto.

[8] Adón, abad cluniacense, como un ladrón le hurtasse de noche cierto cavallo, subió en él, y no pudo hazerle dar passo, ni el descendir dél. Fue visto a la mañana de los monges, y el abad le reprehendió benig- namente | y le amonestó que dexasse semejante oficio. Y con esto le dio el jornal que se devía a un peón de un día, por lo que trabajó con el cavallo la noche toda en no poderle hazer andar. Dízelo Surio, tomo sexto.

[9] Amós, ermitaño de Egipto, trayéndole cada día un pan para su sustento, dos ladrones tenían a cargo de llevársele de su celda. El ermitaño puso dos serpientes por guarda; vinieron los ladrones, acometiéronles las serpientes y derribáronlos como muertos en tierra. Llegó el ermitaño Amós, levantólos y reprehendióles blandamente su pecado. Provocólos a tener dél dolor y hazer penitencia. Abraçólos, y de ladrones los tornó monges. No se dolía del hurto quien tan bien trató a los que le hazían, ni puso las serpientes por vengarse de sus enemigos, sino para que detenidos dellas los apartasse de pecados y los juntasse a Cristo. Es de Marulo, libro tercero.

[10] Trayendo guerra Cledoveo, rey de Francia, con los godos, algunos de sus soldados entraron a robar el monasterio de Maxencio, abad pictaviense. Salió el santo varón a estorvar el daño como mejor pudo, y uno de los soldados levantó el braço con la espada para herirle, mas el braço se le quedó seco y sin poderle menear. Los demás también llevaron su pena, que se hallaron como convertidos en piedras sin ser señores de menear pie o mano. Maxencio, olvidado del daño y afrenta que le querían hazer, doliéndose dellos, tuvo oración y fueron libres. Los cuales, avergonçados, sin más injuriarle ni hazer daño en su monasterio fueron su camino. Dízelo Surio, tomo tercero.

[11] Alfego, arçobispo de Canturia, yendo a Roma, robáronle en la ciudad de Ausonia y tratáronle mal. Salió della, embió Dios fuego sobre ellos, y entendiendo de dó les venía, ocurrieron al santo perlado, que con su oración apagó el fuego, bolviéndole lo robado. Buelto a la ciudad de Canturia, y siendo acometida de cossarios y gente del rey Etelredo, hi- zieron /77v/ en ella grandes insultos, quemaron, robaron y mataron, sin perdonar monges ni templos. Y al mismo Alfego hirieron malamente y le pusieron en una cárcel, donde estuvo siete meses preso. En este tiempo dio pestilencia en aquella mala gente, que todavía permanecían en la tierra cometiendo nuevos insultos en toda ella. Eran muchos los que morían de peste. Tuvo dello noticia en su prisión Alfego, bendixo algunos panes, y dando dello a los heridos, sanavan. Fueran todos muertos con aquella ira de Dios si no tuvieran semejante remedio, dado por Alfego, que hizo semejante bien a los que avían hecho a él y a sus ciudadanos tanto mal. Dízelo Osberno Monge y refiérelo Surio, tomo segundo.

[12] Mauro Abad, discípulo de San Benedicto, edificando un monasterio en el campo andegavense, algunos de los oficiales començaron a murmurar dél, atribuyendo la obra de aquella casa, no a piedad y religión, sino a vanidad y hipocrisía, llamando a Mauro santo fingido. Castigólos Dios por este mal juizio y murmuración, dando licencia al demonio que atormentasse a todos y matasse a uno, el más culpado en aquel crimen. Sabido por Mauro, y entendida la causa, hizo oración con lágrimas y los vivos sanaron, y el muerto resuscitó. No suele indignarse de ser murmurado el que le pesa de ser alabado. Dízelo Sigiberto y refiérelo Surio, tomo primero.

[13] San Juan Elemosinario perdonó el tributo que pagava un su pensionario por algunos años, el cual avía maltratado a un su sobrino. El mismo santo, dando limosna a un pobre, díxole palabras bien descomedidas. Oyéronle algunos de sus clérigos y quisieron poner en él las manos. Estorvólo el santo diziendo que él tenía la culpa por averle dado menos de lo que era su necessidad. Llamó al pobre, y en su presencia tendió sobre una mesa todo el dinero que de presente tenía, diziéndole que tomasse de allí lo que quisiesse. Otro tornara a tomar lo que dio al ingra- to; | San Juan, a lo dado, con ser él injuriado, quiso de nuevo añadir. Es del Metafraste.

[14] Apolonio, monge y mártir, estando preso en la cárcel, Filemón Choraules descargó en él cuantas afrentas y oprobios supo y pudo. Dexóle dezir Apolonio y cuando ya le vido cansado y que callava, díxole:
-Dios te perdone, hijo, y por ninguna cosa de las que me as dicho te castigue.
Con esto que Filemón oyó, quedó tan compungido que le pidió perdón; recibió dél el Baptismo, y con él el martirio. Es de Marulo, libro tercero.

[15] A Vidal, monge alexandrino, dio una bofetada cierto hombre de mal juizio porque le vido salir del lugar de las mugeres públicas, donde entrava para convertirlas. Y en confirmación de aquel mal juizio, y que hizo mal en herir al monge, permitió Dios que el demonio se apoderasse dél y le atormentasse malamente, rebolcándole por tierra. Visto por Vidal, hizo oración por él y quedó sano. El oír Dios tan presto al monge declara cuán agradable es a su Magestad la caridad con los enemigos. Refiérese en el De Vitis Patrum.

[16] Sansón, arçobispo de Dola, viendo atormentado del demonio a uno que le quiso matar con veneno, hizo oración por él y quedó sano. Exortóle a que hiziesse penitencia, perdonóle y procuróle la Vida Eterna al que vido que le quería quitar la vida temporal. Dízelo Baldrico, y refiérelo Marulo, libro tercio.

[17] En el monasterio Fundense, que es en Italia, tenía a cargo la huerta de los monges uno dellos llamado Félix, hombre de grande fe y caridad. Vido señales de que entrava por la cerca quien le hurtava la hortaliza, y no sólo hazía daño en lo que llevava sino en lo que pisava y maltratava. Estando imaginando cómo lo remediaría, vido ir arrastrándose por el suelo una grande culebra. Mandóla que se fuesse con él, y llegando al portillo que tenía hecho en la cerca el ladrón, díxole que se quedasse allí y guardasse la entrada, con- jurándola /78r/ por el nombre de Jesucristo que lo hiziesse assí. Quedó la serpiente y fuese el monge. Sucedió que, a la fiesta, cuando los monges reposavan, vino el ladrón y entrava por el portillo. Mas vista por él la serpiente, turbóse de muerte y la turbación le hizo caer, quedándole la pierna assida a un troncón, y colgado della. Estuvo desta suerte hasta que el monje hortelano vino, que visto lo que passava agradeció a la culebra la fiel guarda que avía hecho, despidiéndola. Y él se fue al ladrón y le ayudó a descolgar de donde estava. Díxole con palabra de paz que por qué hazía semejante daño en la huerta de los frailes, que no le avían hecho agravio y que rogavan a Dios por él cada día. Con esto le llevó adonde estava la hortaliza que solía hurtar y diole della cuanta quiso, diziendo:
-De aquí adelante, hermano, no tienes para qué hurtar, sino agradándote la hortaliza, ven a mí y daréte de gracia lo que tú pretendes con hurto.
Es de San Gregorio, libro primero de los Diálogos, capítulo tercero.

[18] Isaac, monge santíssimo, vino de tierra de Siria a Italia y llegó a la ciudad de Espoleto. Entró en la iglesia y estuvo puesto en oración de rodillas tres días, sin mudarse de un lugar. Visto por uno de los ministros de la misma iglesia, deviendo edificarse dello y alabar a Dios, hízolo al contrario, porque le dixo palabras afrentosas, llamándole hipócrita y engañador, que por hazer algún embeleco estava de aquella suerte. Y no contento con esto llegó a él y diole una bofetada en su rostro, y echávale de la iglesia. Mas vínole castigo del Cielo, porque dio Dios lugar a un demonio que se apoderasse dél y le atormentasse. Dava vozes el miserable y dezía, hablando con su lengua el mal espíritu: «Isaac puede echarme deste hombre; Isaac sólo basta a que yo salga de aquí». Juntóse mucha gente y fue conocido de nombre el santo varón Isaac, cuya fama se estendía por diversas partes, aunque allí nadie le conocía. El cual, juntándose al endemoniado, hizo salir dél al demonio. Publicóse este | caso por la ciudad, y de toda ella venía gente a la iglesia a ver al santo varón Isaac. Ofrecíanle dones y joyas de precio, muchos le convidavan que fuesse a posar a sus casas, y alguno se las diera para que edificara monasterio. Mas él, despreciándolo todo, se fue de la ciudad, y en un desierto no lexos della vido lugar acomodado para edificar monasterio y assí lo hizo, juntándosele muchos para ser monges en él y discípulos suyos. Traían algunos rentas y possessiones, mas él, que amava la pobreza sumamente, no quería recebirlas, diziendo que el monge que procura possessiones en la tierra no deve llamarse monge. Y temía tanto perder su pobreza como suelen los ricos temer de perder sus riquezas. Estando ya fundado el monasterio, y teniendo huerta con hortaliza y frutales, una tarde mandó al que tenía cargo della que truxesse allí algunos açadones. Y a la mañana otro día mandó al mismo que hiziesse adereçar de almorçar para sus trabajadores. Estando adereçado, entró con el almuerço y algunos monges en la huerta y halló tantos hombres cuantos eran los açadones que dexaron en ella. Eran éstos ladrones, y aviendo entrado con intento de robar, mudaron intención compelidos a ello por orden del Cielo. Y desde que entraron hasta que fueron vistos del abad Isaac cabaron todo lo que en la huerta tenía necessidad de cabarse. Él les dixo:
-Descansad, hermanos, que mucho avéis trabajado.
Dioles de almorçar, y aviendo almorçado, díxoles:
-En adelante no queráis hazer mal y daño en esta huerta, sino venid humilmente y pedid lo que quisiéredes, que dárseos ha, y no cairéis en culpa de ladronicio.
Cogió de la hortaliza y diosela, embiándolos en paz. Y assí mostró Isaac su caridad con los enemigos: primero con el que le dio la bofetada, lançando dél el demonio, y después con los que le venían a robar y destruir su huerta, dándoles almuerço y hortaliza. Escrive este exemplo San Gregorio, libro tercero de sus Diálogos, capítulo catorze. /78v/

[19] Fray Laurencio Surio en el tomo segundo añade otros cuentos del mismo Isaac, y dize que vinieron a él ciertos pobres peregrinos muy desnudos, y pidiéronle los remediasse con algunos vestidos. Hablóles amorosamente y dixo que de buena gana lo haría, que esperassen un poco. Llamó luego en secreto a uno de sus monges y díxole:
-Ve a aquella montaña, y en tal parte hallarás un grande árbol, el cual está hueco. Saca dél los vestidos que verás allí y tráemelos.
Fue el discípulo, halló el árbol, vido los vestidos y trúxolos a su abad. Tomólos él y fue a los pobres, y díxoles:
-Veis aquí vestidos, tomadlos y cubrid vuestras carnes.
Viendo los pobres los vestidos, conocieron que eran los suyos proprios, que avían dexado para grangear otros. Quedaron avergonçados, porque queriendo con engaño vestidos agenos, fueron confusos con los suyos propios. Dize más dél este autor, que le ambió un su devoto en dos espuertas ciertas cosas de comer con un criado, rogándole le encomendasse a Dios. El criado acordó de guardar par sí la una espuerta y como lo acordó lo hizo, que la dexó escondida en el camino. Llevó la otra y propuso su mensaje. El santo varón la recibió, y embió a dar las gracias a su bienhechor con el criado, al cual advirtió diziendo:
-Mira, hijo, que en la otra espuerta que dexaste escondida en el camino está una sierpe. Ve sobre aviso porque no seas mordido y empoçoñado della.
Quedó destas palabras el moço muy confundido. Bolvió adonde estava la espuerta y vido ser verdad lo que el santo abad Isaac le avía dicho, y aunque gozoso por verse libre de aquel peligro, bolvió vergonçoso a su casa por averse descubierto su hurto.

[20] El abad Marcio edificó un monasterio cerca de la ciudad de Averna, donde un mal hombre incitado del demonio, que pretendía dar molestia al santo abad y a sus monges, quiso entrar a robar la fruta de la huerta. Llegó a la cerca, y derribando parte della hizo entrada siendo de noche. Cogió hortaliza y fruta, y bolvía a | salir. Mas cególe Dios, de modo que no pudo hallar salida. La mala consciencia començó a ponerle temor, y el temor le causó pena. Suspirava y lamentávase; dava bueltas por unas y otras partes, y todo en vano porque no hallava salida. Temía el ser hallado allí de los monges, y más el ser castigado de la justicia. En esto estuvo hasta que vino el día que, siendo sabidor dello el santo abad Marcio, llamó al prepósito de la casa y díxole:
-Ve luego a la huerta, que ha entrado un bezerrillo atrevido, y con lo que tiene cogido embiarle has en paz.
No entendió el prepósito lo que le fue dicho, mas por obedecer al abad entró en la huerta. Vido luego al ladrón, el cual, echando en tierra lo que tenía cogido, corrió a un çarçar, pretendiendo por allí hazer salida. Entrava la cabeça por las espinas, y todo sin provecho y con su daño no pequeño. Fue a él el monge, echóle las manos y sacóle de allí, diziendo:
-No temas, hijo, que mi abad me embió para que te saque deste lugar.
Cogió la hortaliza y fruta que el ladrón avía echado en tierra y dándoselo le embió, abriéndole la puerta, diziendo:
-Vete en paz, y no seas molesto a los monges, que no te lo merecen.
Es de Gregorio Turonense, y refiérelo Surio, tomo segundo.

[21] Aspiridón Monge, fueron unos ladrones de noche a hurtarle del corral algunas ovejas que tenía, y levantando las manos a un portillo para sacarlas se quedaron colgados dellas con invisibles lazos, y assí estuvieron hasta que a la mañana, viéndolos y entendiendo lo que pretendían, rogó al Señor por ellos y desató con sus palabras a los que avía atado con sus méritos. Y por el trabajo que avían padecido les dio un carnero, junto con que los reprehendió porque no se le avían pedido, que él se les diera. Dízelo Simeón Metafraste.

[22] Frederico, obispo de Trayecto, cerca del Rein, reprendía al rey de Francia Ludovico, hijo del emperador Carlomagno, porque estava casado con Judit, hija /79r/ de Güelfón, duque de Baviera, contra lo que disponen los Sacros Cánones, siendo cercana parienta suya. El rey comunicó este negocio con la misma Judit, y determináronse de matarle. Y tomándolo ella a cargo, habló a dos hombres facinorosos, y con dádivas que les dio y promesas que les hizo, se ofrecieron a salir con la empresa. Fueron a Trayecto y embiáronle a dezir que traían un negocio que tratar con él de parte del rey. Entendió bien el santo varón a lo que venían; dixo missa y comulgó el pueblo, y despidióse del clero, como que no le avían de ver más, lo cual fue causa que se derramassen muchas lágrimas, ignorando a qué fin dezía semejantes palabras. Entróse revestido como estava en una capilla de San Juan Evangelista, donde tenía señalado su entierro, y con un capellán sólo que le acompañava, aviendo hecho oración con lágrimas pidiendo favor a todos los santos para aquella hora, embió a llamar a los criados de la reina. Y como entraron, dixo al capellán que se apartasse de allí hasta que le llamasse. Los sacrílegos, viéndose con él a solas, començaron a temblar y mostrarse temerosos. El santo perlado les dixo:
-No temáis, hazed lo que os fue mandado, que antes que entrássedes aquí sabía yo la causa de vuestra venida.
Ellos, oyendo esto, viéndole que de su voluntad esperava la muerte, poniendo mano a sus dagas le hirieron de heridas mortales. Hecho esto, con grande mofa y escarnio, dixeron: «Ya queda vengada de ti la reina». El santo mártir, con las manos lo mejor que pudo cubrió sus heridas para detener la sangre, y los intestinos que no se le cayessen del cuerpo, y dixo a sus matadores que se fuessen de allí, porque no los prendiessen y matassen. Ellos huyeron y desde a un poco llamó a su capellán el santo mártir, y mandóle que subiesse a la torre de la iglesia y viesse si aquellos criados de la reina avían passado el Rein, y se lo dixesse brevemente. Cumplió lo que le era mandado, y visto por él que ya estavan en salvo, descubrió sus heridas, y juntándose gente, con sentimiento de | todos grandíssimo dio su alma al Señor. Con sólo que se quexara cuando le hirieron diera causa a que sus matadores y enemigos fueran hechos pieças por la gente que estava allí junta, y para que se viesse que cumplía el precepto del amar a los enemigos se hizo fuerça en callar y después encubrió sus heridas hasta que vido que estavan en salvo. Es de Laurencio Surio, tomo cuarto.

[23] Maxellende, donzella francesa de la provincia Cameracense, hija de nobles padres, fue prometida por ellos contra su voluntad a Harduino en esposa. Y por verse della menospreciado aguardó un día que estava la santa donzella sola con un ama en casa, entró en ella y díxole palabras de mucha caricia y regalo para que le quisiesse por esposo. Respondióle que se trabajava en vano, porque se avía ofrecido por esposa de Cristo con voto de castidad; que ni dél ni de otro podía ser esposa. Con esto procuró irse de allí. Siguióla Harduino, y con furor grande de verse menospreciado puso mano a su espada y degollóla. Mas luego que puso los ojos en la sangre de aquella santa donzella quedó ciego. Fuese de allí como pudo, y el cuerpo de la santa y mártir Maxellende fue sepultado en una iglesia de San Pedro. Y desde a tres años, por revelación que tuvo Santa Ameltrude, comunicándola con Vindiciano, obispo cameracense, fue trasladado el cuerpo de la santa mártir Maxellende al lugar proprio donde fue martirizada, edificándosele allí iglesia. Al tiempo que llevavan el cuerpo, teniendo noticia dello Harduino, salió al encuentro guiado por un criado suyo. Derribóse en tierra y con lágrimas pidió perdón de su pecado, publicándole en presencia de todo el acompañamiento. Recibió luego vista, aviendo estado sin ella tres años, por lo cual levantaron todos las vozes, dando alabanças a Dios. Mostró en este hecho la santa virgen y mártir Maxellende que tuvo viviendo caridad con enemigos, pues en muerte dio vista al que le quitó la vida. Refiérelo Fray Laurencio Surio, tomo sexto. /79v/

[24] Juan Gualberto, florentino y fundador del orden de Valle Umbroso, encontrándose un día cierto enemigo suyo que le avía muerto injustamente un su pariente, iva él bien armado con un criado, y su contrario solo y desapercibido, el lugar estrecho, era impossible írseles. Teniendo cierta su muerte, confiado en la clemencia de Gualberto baxó de su cavallo, y puesto de rodillas, las manos juntas, le pidió por Jesucristo Crucificado le perdonasse la vida. Enternecióse Gualberto oyendo aquel santíssimo nombre y dixo que por amor de aquel Señor, el cual rogó en la Cruz por los que le pusieron en ellaco, él le perdonava. Passó adelante Gualberto, y viendo una iglesia, entrando en ella, púsose de rodillas delante un crucifixo, el cual viéndolo él y viéndolo otros que estavan presentes, desde la cruz inclinó la cabeça a Gualberto, como dándole gracias que por su amor huviesse perdonado al enemigo. Trocóse en otro Gualberto desde este día, y después vino a pedir el hábito en un monasterio. Y aunque los monges se le dieran de buena gana, no se atrevían por temor de su padre, que le conocían por arriscado y terrible. Dixéronselo; él respondió:
-Pues por esso no quede.
Llegó a un novicio, y por fuerça le quitó el hábito y se le vistió, y él mismo se cortó el cabello, contentíssimos los monges de ver lo que hazía. Y assí, después sabido por el padre, le tuvo por bien, y él vino a ser fundador del nuevo orden de Valle Umbroso. Todo esto tuvo principio en tener caridad con enemigos. Dízelo Blasio Melasino, general de su orden, en la Vida que dél escrivió, y refiérelo Surio, tomo cuarto.

[25] Hermenoldo Abad, natural de Suevia, residiendo en un monasterio nuevamente fundado cerca de Ratisbona, llamado Brunseningense, estando cerca otro de San Emmenammo, los monges dél le eran molestos, porque avían sentido mucho que tan de cerca huviesse otro del mismo orden de San Benedicto. Éstos embiaron ciertos trabajadores para que dañassen una salida del monasterio, y trayendo tierra de otra par- te | la cegassen. Salió el santo abad Ermenoldo, avisado de lo que passava, y vista la agonía y solicitud con que los obreros le hazían aquel daño, y que avían trabajado el medio día y era hora de comer, con palabras blandas y de mucha caridad les rogó que entrassen y comerían en su monasterio. Ellos lo hizieron, y visto que no sólo el abad, sino todos los demás monges les mostraron buen rostro y les hablavan amorosamente, junto con que la comida que les dieron fue muy buena y abundosa, salidos de allí, en tanto grado encarecieron la gran benignidad de Ermenoldo y sus monges, como la embidia y rancor de sus contrarios. Dízelo Udalrico Abad en su Vida, y refiérelo Surio, tomo séptimo.

[26] Santa Cristina, virgen y mártir, sufrió por la fe de Cristo graves tormentos, y entre otros echáronle serpientes ponçoñosas por medio de un mago hechizero llamado Serpentario. No le mordieron a ella sino al mago, y tratáronle de suerte que rabiando murió. Viendo Santa Cristina muerto a aquel su enemigo, dolióse dél; hizo oración a Dios y las serpientes huyeron, y el muerto resuscitó. Persuadióle que recibiesse la fe de Cristo, y púsole en camino de salvarse. Dízelo Vincencio en su Espejo Historial, libro doze, capítulo ochenta y nueve, y refiérelo Surio en el cuarto tomo.

[27] Anatolia fue puesta en una cárcel angosta, y con ella una terrible serpiente, aunque no la hizo daño. Passó algún tiempo, abrieron la cárcel y la serpiente salió denodadamente, y hizo presa en el que la avía allí puesto, que se llamava Audax. Derribóle en tierra, dava en él bocados terribles, mas por oración de la santa virgen Anatolia la serpiente huyó de allí y Audax se levantó sano. La piedad cristiana pide defender con sus fuerças todas y de todo daño a los que se le muestran contrarios y enemigos. Es de Surio, tomo cuarto.

[28] Potamiena, donzella alexandrina, padeció por la fe de Cristo, siendo prefecto /80r/ en aquella ciudad y juez suyo Basilide, todos los tormentos que pudo imaginar la crueldad de aquellos tiempos. Estando ya en el Cielo con la palma de mártir, aparecióse al Basilide con la corona que le avía dado su esposo Cristo en premio de sus tormentos. Mostróle otra que le tenía ganada para él si creyere. Creyó Basilide y por el martirio alcançó la Eterna Gloria. Tanto como esto fue el cuidado de la santa virgen Potamiena del que la avía atormentado y hecho mártir, para que se salvasse y fuesse bienaventurado. Dízelo Paladio en su Lausiaca.

[29] Veneranda, virgen y mártir, padeció gravíssimos tormentos por Cristo. Poníanla desnuda en tierra y açotávanla sangrientamente con nervios de animales. Bolvíanla el rostro en alto y poníanla sobre el vientre una grande peña. Después la hizieron entrar en una caldera llena de alcrevite, pez y óleo, todo hirviendo. Estava el tirano que le hazía padecer estos tormentos a la mira de todo. Saltó de la caldera parte de aquella confación y diole en los ojos, dexándole ciego. La santa donzella Veneranda hizo lodo de su saliva en tierra, y puesta en los ojos, cobró vista. Visto por él esta obra, y la paciencia con que la santa padeció tantos y tales tormentos, creyó en Jesucristo. ¿Quien sufrirá impacientemente la mala palabra, la afrenta y el atrevimiento, si tan graves tormentos recompensó una tierna donzella con tan gran beneficio? Es de Marulo, libro tercero.

[30] Santa Daría, virgen y mártir, fue por mandado de un tirano llevada al lugar de las mugeres públicas. Vino un león y púsose por su guarda. Entravan algunos atrevidos con ánimo de ofender la santa donzella, a los cuales derribava luego en tierra el león sin les hazer otro daño, por mandárselo assí Daría, pretendiendo que saliessen del error en que estavan y no que muriessen. Perdonó a los que vinieron a robarle lo que tiene más precio que todas las riquezas del mundo, y aun que la misma vida. Es de Marulo, libro tercero. |

[31] Santa Inés Virgen, aviendo el demonio quitado la vida al que venía a quitarle la honra, restituyóle la vida, y confessó a Cristo públicamente. Alcançó Santa Inés por la oración dos bienes al que vino a le hazer un mal irremediable, que era quitarle su honra. El un bien fue la vida con que viviesse en la tierra, y el otro bien la Gracia, mediante su penitencia, con que viviesse eternalmente en el Cielo. Dízelo San Ambrosio en el Sermón noventa.

[32] Eugenia, virgen y mártir, hija de Filipo, prefecto de Alexandría, dissimulando el ser muger con hábitos de varón, vivió entre religiosos y alcançó por su buena vida el govierno del monasterio. Fue acusada por Melancia Matrona, a la cual avía menospreciado, siendo por ella requerido a acto deshonesto, y la acusación era de que Eugenio Abad en su casa la avía querido hazer fuerça. Mas la santa donzella, no queriendo ya ser Eugenio sino Eugenia por purgar aquella infamia, primero pidió que ningún mal fuesse hecho a su acusadora. Después, en presencia del padre, a cuyo juizio era traída, descubriendo sus pechos descubrió el impío comento y falsedad de aquella engañosa muger, declarando como era su hija. Y con esto se libró de todo escrúpulo de culpa, assegurando primero a su acusadora de toda pena. Y aunque por este respeto el prefecto Filipo ningún daño le hizo, mas vínole del Cielo, cayendo dél fuego que le abrasó con toda su casa. Refiérelo Marulo, libro tercero.

[33] Santa Eufrasia Monja, aunque de alto linaje y rica, mas por ser humilde ocupávase de ordinario en ministerios baxos de la casa. Visto por otra religiosa libre de lengua, dezíale palabras maliciosas, que era hipócrita, que con esto pretendía ser tenida por santa y que la hiziessen abadessa. Por ser la persecución continua vino a oídos de la perlada, y examinada la verdad, quiso castigar aquel atrevimiento. Mas Eufrasia rogó por ella y la libró de ser penitenciada. Fue mucho ver la santa /80v/ donzella derribada de rodillas delante su abadessa, no como ofendida, sino como ofensora, pidiendo perdón del agravio que ella avía recebido para la que le hizo. Refiérelo Surio, tomo segundo.

[34] A una santa donzella llamada Otilia pretendió su padre quitar la vida, ofendido de verla ciega y fea. La madre la defendió y encerró en un monasterio, donde floreció en virtudes, y el defecto de la vista se suplió con la delicadeza de su entendimiento. Tuvo allí particular cuidado de rogar a Dios por su padre, de quien sabía que la avía querido matar, y por medio de su oración alcançó de Dios que hiziesse penitencia en esta vida de sus pecados, y que en otra saliesse presto de penas de Purgatorio. Es de Marulo, libro tercero.

[35] A Santa Catarina de Sena, estando en su monasterio se le apareció una vez Jesucristo y mostróle dos coronas, una de oro y perlas y otra de espinas. Díxole:
-Catarina, ¿cuál de estas coronas te agrada? Si quieres la de oro y perlas en esta vida, has de tener la de espinas en la otra, y si quieres en el Cielo la corona de perlas y de oro has de tener la de espinas en el suelo.
Ella dixo:
-Señor, la de espinas quiero en esta vida.
Y para que esto se verificasse, sucedió que curando a una hermana de su convento y religión de un çaratán que tenía en el pecho y le salía dél tan mal olor que no avía quien se atreviesse a tener cargo della, y un día porque tuvo un poco de asco, llegó su boca a la llaga y túvola allí tanto tiempo que quedó como muerta del mal olor. Esta enferma dixo della falsamente que era deshonesta a las otras hermanas y que la avía visto por sus ojos cometer delicto contra la castidad. Quedaron ellas muy escandalizadas y tratavan de echarla del monasterio. La santa sufrió esta infamia con singular paciencia, hasta que la misma que le levantó el testimonio se desdixo dél y le bolvió su honra, convencida de ver que con mayor caridad la servía después de averla infamado que antes. Refiérelo Surio, tomo segundo. |

[36] Aviendo entrado por fuerça de armas a Marsella don Alonso, rey de Aragón y Sicilia, fue avisado que las matronas y donzellas se avían recogido con sus joyas y riquezas en el templo de San Augustín de aquella ciudad. Y embiándole ellas una embaxada, suplicándole que las dexasse libres y que le daría todo el oro y joyas que tenían, el rey, liberalíssimo, las dio libertad y dexó ir con todas sus joyas y adereços, sin dar lugar a que a alguna le fuesse hecho agravio en la honra ni en adereço. Y cuando ganó por fuerça de armas a Nápoles el mismo rey don Alonso, no sólo se mostró liberal y magnífico con las mugeres, sin consentir que se les hiziesse fuerça deshonrándolas, sino que a Antonio Cadola, su mortal enemigo y que heredó de su padre Jacobo la enemistad, con otros muchos soldados contrarios dio libertad y les restituyó sus bienes y haziendas. Y a algunos de los soldados que conocía por hombres valientes les dio dones particulares. Y con esto ganó la gracia de todo el reino, sujetándosele y amándole entrañablemente. Sucedióle esta prosperidad por hazer bien a sus enemigos. Refiérelo Panormitano en el libro segundo que hizo de sus Hechos, Eneas Silvio, y Fulgoso, libro quinto, capítulo primero.
[37] Lamba de Oria, almirante de la armada genovesa, en una batalla naval que tuvo con Andreas Dandulo, capitán veneciano, en que alcançó vitoria y uvo en su poder muchas galeras y otros vasos del enemigo, andándolos limpiando de los muertos, assí aquellos como los proprios suyos, y echando los cuerpos muertos en el mar, como entre otros fuesse hallado el del mismo capitán Andreas Dandulo, mostrando grande sentimiento, sin dexarle echar al agua con los otros le mandó llevar a Curzula, donde le hizo un solemne entierro, estando el mismo Lamba de Oria presente con los principales de la armada. Y fue esto tenido en mucho, por averse hallado muerto entre los demás un hijo del /81r/ mismo almirante, que también fue echado al mar con los otros. Díze- lo | Fulgoso, libro quinto, capítulo primero.


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Por las leyes que Licurgo dio a los lacedemonios era aborrecido de algunos, que las tenían por intolerables y recias. Levantóse contra él motín un día, y cierto moço llamado Alexandre hirióle con un bote de lança en un ojo y sacósele. Prendiéronle, y queriendo hazer justicia dél, dio traça Licurgo como se librasse de muerte, y junto con esto le llevó a su casa y le enseñó filosofía, y le sacó un buen ciudadano. Refiérelo Sabélico, libro quinto.

[2] Foción Ateniense, aviendo hecho en la milicia y por su patria hechos azañosos, fue sentenciado a muerte. Estava en la cárcel, donde le avían de dar a bever cicuta con que muriesse. Traíanle la bevida, y rogáronle sus amigos que mandasse alguna cosa a su hijo; él dixo:
-Lo que le mando es que no se acuerde del agravio que con esta bevida me hazen los atenienses.
Es de Eliano, libro doze.

[3] Gelón Siracusano, aunque se avía apoderado del reino tiránicamente, en el govierno dél mostrávase justo, y no fue esto parte a estorvar que algunos sediciosos no tratassen, como tratavan, de matarle. Y teniendo dello noticia, hizo una junta de los principales del reino y de otra gente, y entró armado en medio de todos. Refirió allí sus hechos tan en provecho de la república, declaró como algunos tratavan de matarle, desnudóse luego las armas y añadió estas razones:
-No tengo defensa alguna; yo me entrego a todos los presentes para que hagan en mí lo que quisieren. Si les da gusto matarme, mátenme.
Admiróse toda la gente de oír esto. Prendieron a los culpados, entregáronselos para que los castigasse y reinasse en paz, queriéndole todo el pueblo por rey. Mas él nigún mal hizo a los culpados, antes los perdonó. Por lo cual como cosa rara y no vista otra semejante | le pusieron estatua de un hombre desnudo en camisa. Dízelo Eliano, libro treze.

[4] Dos contrarios tuvo Julio César, hombres de mala lengua: el uno se llamó Verona, que hizo ciertos metros en que le disfamó malamente; el otro fue Cayo Memio, que en una oración o sermón público también dixo contra él palabras acedas y sangrientas. De ninguno tomó vengança, aunque pudiera siendo dictador y supremo señor de aquella república. Antes les hizo bien, porque al Verona, viniéndole a satisfazer remendando mal lo que avía dicho, le perdonó amigablemente, y le combidó a cenar, y él fue después a hospedarse en casa de su padre. Al Memio favoreció pidiendo el consulado, y fue parte que le alcançasse, con ser conocido enemigo suyo. Es de Sabélico, libro quinto.

[5] A Augusto César se le mostró enemigo Lucio Cina. Halló una vez que se avía passado a los reales del enemigo en cierta guerra, y con ser allí preso le dexó libre y restituyó su hazienda, que tenía perdida. Otra vez fue preso y convencido de culpa en cierta conjuración, también le mandó soltar, diziéndole:
-En otro tiempo como a enemigo y aora como a traidor parricida te concedo perdón. De oy más comencemos a ser amigos de veras y contendamos si con mejor fe te he yo perdonado que tú has recebido perdón.
Dízelo Sabélico, libro quinto.

[6] Vespasiano, emperador de Roma, casó una donzella hija de Vitelo, capital enemigo suyo, dándola grande dote y marido conforme a su alto linaje, acordándose más en este hecho de su virtud y nobleza, que de las enemistades y injurias de aquel hombre. Es del mismo Sabélico.

[7] Tito, hijo del proprio Vespasiano, no luego que heredó el imperio de su padre, halló que /81v/ dos patricios se conjuravan contra él. Prendiólos, y averiguando ser assí, mandólos dexar libres, y sabiendo que la madre del uno dellos estava fuera de Roma, y con cuidado grande de aquel negocio temiendo algún grave | daño al hijo, luego que Tito le dio libertad, embió un mensajero que se lo dixesse, y el día siguiente en unos juegos públicos de Roma, de acuerdo los hizo sentar a los dos junto a sus lados. Dízelo Sabélico, libro 5.
Fin deste Discurso de Caridad con enemigos. |