DISCURSO VIGÉSIMO TERCIO. DE DIGNIDAD SACERDOTAL


El que atentamente considera los ornamentos de Aarón Pontífice y de sus hijos, conforme a como se especifican en el capítulo veinte y ocho del Éxodo, hallará que son un tipo y cifra donde están todas las criaturas, y esto cuanto al sentido alegórico; y cuanto al sentido tropológico son una imagen de todas las virtudes, y cuanto al anagógico, figuran a Cristo. Tenía también el sacerdote en la frente el nombre inefable de Dios escrito en oro, porque la cabeça de Cristo es Dios y la cabeça de la Iglesia es Cristo. Consagrávanse los sacerdotes con óleo, para significar al mismo | de quien dixo David en el Salmo cuarenta y cuatro : «Ungióte Dios con óleo de alegría». Pues si tantas grandezas se atribuyen a nuestros sacerdotes, siendo figurados en los antiguos que contienen el mundo todo y todas las virtudes, y nos dan al Señor del mundo y de las virtudes en el Sacramento de la Eucaristía, ¿quién no los antepone a todos los mortales de la tierra? ¿Quién, por sola la autoridad del oficio, no los estimará en más que a todos los otros hombres? A solo el Pontífice de los Judíos era lícito entrar en el Sancta Sanctorum, a solos los sacerdotes de la Ley de Gracia es lícito ministrar en el altar, consagrar el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y ofrecerle por el pueblo. Denle ventaja otras dignidades del siglo, porque no se considera cosa en el sacerdote que /(127r)/ no sea digna del Cielo. Y de aquí vino que, embiando el rey Saúl, como parece en el Primero de los Reyes, capítulo veinte y dos, la gente de su guarda a matar los sacerdotes que residían en Nobe porque avían hospedado y regalado a David, a quien él sumamente aborrecía, no osaron poner en ellos las manos. Vino allí el rey, instava en que los matassen, airávase y no era obedecido, porque antes querían ellos ser muertos por inobedientes al rey que matar a los ministros de Dios. Mas hallándose allí Doeg Idumeo, que ni respectava religión ni temía a Dios, no dubdó de ensangrentar sus manos en la sangre de los sacerdotes, degollándolos. Doeg se interpreta muerto, para que se entienda que es digno de muerte eterna el que a varones de tan excelente orden no teme de hazer injuria. Y porque tan gran maldad no quedasse sin castigo, en Saúl o en el Idumeo Doeg, ambos juntamente, como huyessen de los filisteos en el monte de Gelboe, con justo juizio de Dios, los que quitaron las vidas a los sacerdotes fueron homicidas de sí mismos, matándose con sus proprias manos y espadas. Y si los sacerdotes de la Ley Vieja, como considera el Segundo Concilio Matisconense en el capítulo quinze, fueron honrados de los israelitas, ¡cuánto más lo deven ser los sacerdotes de la Ley de Gracia por los cristianos, pues no ofrecen ovejas o bezerros, sino el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo! Por esto Anacleto, Sumo Pontífice, dio una carta decretal, en que manda que se dé principal honra a los sacerdotes, y assí no sólo le ofende a él el que no le honra, sino que menosprecia el mandato de aquel Santo Pontífice, y siendo culpado en dos delictos llevará pena de irreverencia y de inobediencia. Dibuxa un sacerdote y dale sus proprios colores y matizes Marco Marulo, en el libro tercero, donde dize: «Grandeza es del sacerdote el poder absolver pecados, el oficio de predicar siendo cura y teniendo a cargo almas, el governar la iglesia, el baptizar y administrar los Sacramentos. Son | sal de la tierra, luz del mundo, ciudad edificada sobre monte, hacha encendida puesta en candelero, que da luz a toda la casa. San Pedro, en su Primera Carta, capítulo segundo, les da honrosíssimos nombres: linaje escogido, real sacerdocio, gente santa y pueblo de ganancia. En el Apocalypsi, capítulo primero, se llaman estrellas y ángeles. David, en el Salmo ciento y treinta y ocho, dize dellos: «Tus amigos, Señor, son muy honrados; su principado va muy adelante». Por lo mismo deven mirar los sacerdotes que si exceden en honra y autoridad a todos los mortales, que también deven excederles y aventajárseles en virtudes. A quien dieron mucho, mucho se le pedirá, porque si a los que de obligación se llegan a comulgar una vez en el año de mano del sacerdote les manda San Pablo que se prueven primero, cuánto más se deven provar y vivir santamente los que se llegan al altar cada día y consagran con sus palabras tan admirable Sacramento, le tratan con sus manos, le reciben con su boca y le dan a otros que le reciban diversas vezes. Por lo mismo es razón que sea el sacerdote casto en el cuerpo y en los desseos, piadoso, humilde, sufridor, limpio, perfecto, santo, y que dé de sí suavíssimo olor, para que no sólo con el cuerpo, sino con el espíritu se llegue a tan alto Señor. Del cual, si se considera su castidad, es virgen y Hijo de Virgen; si su humildad, siendo Dios tomó forma de siervo; si su paciencia, por salvarnos sufrió oprobrios, afrentas, açotes y la muerte; si su pureza, nunca hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; si su santidad, Santo es de Santos, lleno de gracia y de verdad; si su perfición, que ni puede crecer ni disminuirse. Éste es el Unigénito Hijo de Dios, por quien se hizieron todas las cosas. Es principio y fin. Es Cristo Jesús, cuyo nombre es sobre todo nombre, a quien todo linaje se humilla, el Cielo, la Tierra y el Infierno le reconoce subjeción. A quien dessean ver los ángeles, los arcángeles le temen, reveréncianle las dominaciones, venéranle las potesta- des, /(127v)/ adóranle las virtudes, confiéssanle los querubines y serafines, todo espíritu le loa, verbo inefable, deidad incircumscripta, magestad incomprehensible, que debaxo de visible y corporal especie de pan tiene por bien baxar de los Cielos, o sacerdote, a tu boz y palabra. Pues piensa y examina cuál deves ser, qué vida ha de ser la tuya, porque un señor tal y tan grande, combidado de ti, y viniendo a ti, no halle en ti cosa que le ofenda». Lo dicho es de Marulo. En este Discurso se verá por exemplos la honra y reverencia devida a los sacerdotes.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] El primer sacerdote de que se haze mención en la Divina Escritura fue Melchisedec, que ofreció pan y vino a Dios, a quien Abraham Patriarca dio dézimas, respectándole y reverenciándole. También era rey de Salem, y si solamente fuera rey, no le pertenecía ofrecer sacrificio ni llevar dézimas. Fue rey y sacerdote, para que excediesse en potestad, acerca de lo dicho, a los reyes, y en santidad estuviesse más cercano a Dios. Es del Génesis, capítulo veinte y cuatro.

[2] Diversas vezes procuró Saúl quitar la vida a David sin que se lo mereciesse, y por dos vezes se le dio Dios en las manos y pudiera matarle: una, entrando Saúl en | cierta cueva solo y descuidado, estando dentro David armado y con soldados, y otra en su propria tienda, dormido, y cuantos estavan con él también dormidos. Ambas vezes muy a su salvo David le pudiera acabar, y rematara pleitos, y los que le acompañavan se lo aconsejavan y aun le reprehendían y notavan de para poco, y que no quería el Reino que Dios le tenía prometido, que con la muerte de aquel hombre, su enemigo, tenía llano. Y siempre resistió David, diziendo que nunca Dios quisiesse que pusiesse las manos en el Ungido del Señor. No era sacerdote Saúl, sólo avía sido ungido para rey de Israel por el profeta Samuel, y por parecerse en esto al sacerdote, que también es ungido, le tiene David grande respecto. Y aun al Amalequita que dixo en su presencia que avía visto al mismo Saúl llagado de muerte en los montes de Gelboe, y por dezírselo él afirmó que le ayudó a morir, aunque truxo esta nueva y la corona y un braçalete de armas, esperando que le haría mercedes pues ya tenía el reino seguro quitado aquel estorvo, David le mandó matar, imponiéndole crimen de aver herido al Ungido del Señor. Es del Primero de los Reyes, capítulo veinte cinco, y del Segundo, capítulo primero.

Lo dicho es de la Sagrada Escritura. |

[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Teodorito, en su Historia Eclesiástica , libro primero, capítulo onze, y la Tripartita , libro segundo, capítulo segundo, escriven del emperador Constantino que, celebrándose el Concilio Nisseno, como le fuesen dadas muchas cédulas de parte de los obispos, en que formavan quexas unos de otros, él, sin leer alguna dellas, estando todos los padres juntos, les dixo:
-Aquí, sacerdotes de Dios y padres míos, os avéis juntado para tratar los negocios del mismo Dios. No ay para qué nos entretengamos en cosas particulares, especialmente tocando a eclesiásticos, de que yo no soy juez. Antes os digo que si, lo que Dios no quiera, viesse algún eclesiástico cometer algu- na | flaqueza, con mi capa le cubriría, por escusar el escándalo y mal exemplo que siendo visto podía dar.
Y con esto quemó todas las cédulas en su presencia y se prosiguó el Concilio, hasta que felizmente se concluyó.

[2] Del mismo emperador Constantino Magno se dize que hizo ley en que mandó se diesse más honra al constituido en dignidad sacerdotal que a ningún otro hombre seglar, por de alto estado que fuesse. Y da la razón diziendo ser cierto que se honra Cristo honrando al sacerdote, que tiene sus vezes en la Tierra. A los Apóstoles dixo el Señor: «El que a vosotros recibe, a Mí me recibe», y dize esto con la dignidad sacerdotal. Refiérelo Gracia- no /(128r)/ en la Distinción dézima.

[3] San Martín, obispo de Tours, siendo combidado a comer del emperador Valentiniano, como estuviessen en la mesa muchos cavalleros y gente principal, dándole a bever en un baso, que conforme al merecimento y estado de cada uno iva de mano en mano, beviendo San Martín, diole luego a un sacerdote que llevava consigo y estava a su lado en la mesa, porque no vido otro más digno en el combite al cual diesse el segundo lugar de honra después de sí, que era obispo, ni aun al mismo emperador Valentiniano. Dízelo Severo Sulpicio en su Vida.
[4] El mismo Valentiniano, como una vez, entrando a verse con San Martín, no se levantasse de la silla en que estava sentado, despidió llamas de sí, de modo que le chamuscó parte de su cuerpo y le hizo levantar más que de passo. Y espantado del milagro concedió lo que le pedía, y en adelante hizo mucha honra a los obispos y sacerdotes. Es del mismo Severo.

[5] Al emperador Teodosio le fue impedida la entrada en la iglesia, estando en Milán, por San Ambrosio, en castigo y pena de cierta crueldad que hizo en Tesalónica. Sufrióle él con paciente ánimo, confessó su pecado y hizo penitencia conforme al parecer del mismo San Ambrosio, y con esto le admitió a los oficios divinos. Y refiérese en la Tripartita, libro nono, capítulo treinta y seis.

[6] El mismo Teodosio, entrando un día de Pascua en la iglesia, assentóse entre los clérigos. Visto por San Ambrosio, que vino después, embióle a dezir que se apartasse de allí, que no era aquel lugar de púrpura, sino de sobrepellizes, y él obedeció humilmente. Después, en Constantinopla, hallándose semejante día, y entrando en la iglesia, combidávale el Patriarca dentro del coro con los clérigos, y él no lo admitió, aprovando más el parecer de San Ambrosio en aquel particular, y siguiéndole, que era no estar entre sacerdotes en igual grado potestad alguna, aunque fuesse la imperial. Refiérelo | Marulo, libro tercero.
[7] San Antonio Abad, conocido de todos por su santidad de vida y grandes milagros, tenía en suma veneración a los sacerdotes. En viendo a uno, se le arrodillava y pedía le bendixesse, y si el otro lo hazía, quedava contentíssimo. Bien se entiende que varón tan santo y de tales prendas no estimara la bendición del sacerdote en tanto, si no entendiera serle de grande provecho y utilidad. Quería ser bendecido de sacerdote por entender que lo era también de Dios. No confiava solamente en su integridad de vida, sino que procurava de otra parte espirituales ayudas de costa, como entendía ser ésta. Dízelo San Atanasio en su Vida.

[8] Juan, Sumo Pontífice, el primero deste nombre, y que sucedió a Hormisda, en un camino que hizo a Constantinopla, bolviendo un cavallo que le prestaron a su dueño, con ser manso y que solía llevar a la muger del que le prestó, que era un cavallero de Corinto, nunca más sufrió a la muger misma, sino que a pernadas la echava de sí, porque, aunque bestia, sentía que aviendo llevado sobre sí al sacerdote y vicario de Jesucristo, tomasse muger aquel puesto. Causó esto tanta admiración a la muger y al marido que, teniéndose por indignos de que estuviesse en su casa, se le embiaron presentado. Enseñó el jumento lo que ignorava el hombre, que no sólo la silla en que se assienta en la iglesia deve ser honrada, sino también la que escoge fuera della y para algún breve tiempo no deve ser menospreciada. Es de San Gregorio, libro tercero de los Diálogos, capítulo segundo.

[9] Marcelino, obispo de Ancona, como por estar enfermo de gota no pudiesse andar en sus pies, en una silla se hizo llevar contra un fuego que iva abrasando su ciudad. Fue cosa de admiración, que llegó el fuego hasta donde él estava y bolvió luego atrás, y se consumió y acabó. Pues si el fuego, que sólo es elemento, sintió la virtud del sacerdocio, respectándola, descomedimiento es no estimar y re- verenciar /(128v)/ tan alta dignidad. Es de San Gregorio, libro primero de los Diálogos, capítulo sexto.

[10] A María Egipciaca vido el abad Zozimas y sacerdote, que, estando orando en el desierto, se levantava su cuerpo sobre la tierra, y después la vido también andar sobre las aguas del Jordán sin se hundir, y, espantado, quiso arrodillarse a ella. Mas la santa muger, reverenciando el estado sacerdotal, le dio bozes que no lo hiziesse, sino por el contrario ella se le arrodilló y pidió la bendixesse, teniendo en más ser sacerdote que hazer milagros. Y dízelo Marulo, libro tercero.

[11] El Seráfico Padre San Francisco, como en otras virtudes, también se señaló en esta de honrar a los sacerdotes. Solía dezir: «Si viesse baxar un santo del Cielo y por otra parte saliesse un sacerdote, primero iría a besar las manos al sacerdote, y luego llegaría a hazer reverencia al santo». Quería dar a entender que devía más al que le administrava el Santíssimo Cuerpo de Jesucristo que al que reinava ya con Él, aunque éste podía aprovecharle mucho. También dio indicio de lo que es ser sacerdote, que se tuvo por indigno de serlo, siendo tan grande santo, y assí sólo fue diácono. Piensen los sacerdotes cuánta dever ser su perfición, pues a San Francisco la suya le pareció que no bastava. Es de San Buenaventura, en su Vida.

[12] No porque veamos yendo camino alguna Cruz que le falta un braço, dexamos de venerarla; assí también, aunque sería bueno que el sacerdote fuesse en todo caval, mas porque le falte el braço y estropieze en algún vicio, no se ha de menospreciar y tratar descomedidamente. Y desto nos dio maravillosos exemplos fray Tomás de Villanueva, arçobispo de Valencia, en diversos recuentos que tuvo con clérigos faltos en algo, que con aviso grande los reduxo al servicio de Dios. Escrivió su Vida con mucha elegancia y primor el Maestro fray Miguel Salón, el cual dize estas palabras: «Don fray Tomás de Villanueva, prelado de gran- de | exemplo y mucha prudencia, siendo arçobispo de Valencia tuvo orden maravilloso para corregir y enmendar faltas de sacerdotes. Fue acusado uno que vivía con libertad y dava mal exemplo. Embióle a llamar con un paje suyo, porque era enemigo de traerlos con fiscales o nuncias, porque dezía que venir el clérigo con algunos destos a casa de prelado era traerle a la vergüença. Llegado que fue, díxole:
-Aguardáos,
y entrando él primero en su oratorio, como tenía de costumbre, para encomendarse a Nuestro Señor, y aparejada la acusación, arrodillóse con él delante un crucifixo, y díxole:
-Veis aquí la acusación que tengo contra vos.
Mostrósela y leyósela. Prosiguió, y dixo:
-Yo no la quiero llevar por tela de juizio, pues a un sacerdote el temor de Dios ha de poder más que cualquier otro respecto ni temor humano. Veis aquí a Jesucristo crucificado, que nos ha de juzgar a vos y a mí. Que mudéis la vida no os lo mando con censuras, sino que os lo ruego por la cuenta que tenemos de dar al Crucificado, y Él os dé la medicina y remedio que conviene a vuestra alma.
Pudieron tanto estas palabras en el coraçón de aquel clérigo que, como si se confessara con él sacramentalmente, le descubrió su vida. Y oído por el buen pastor el mal estado y perdición de su oveja, le corrigió con palabras tan vivas y con tantas lágrimas que, saliendo de allí, trocado en otro, llorando amargamente sus culpas, mudó la vida, y dexando el pecado hizo penitencia tan verdadera que edificó después con ella a cuantos con su mal exemplo avía ofendido. A otro clérigo corrigió diversas vezes de palabra, y visto que no se enmendava y que dava mal exemplo en su vezindad, hízole llamar y entróse con él en su aposento, mandando cerrar las puertas y que guardassen la entrada. Estando solos, reprehendióle ásperamente de su mala vida. Luego echó la culpa a sí mismo, diziendo:
-Por llevaros yo a vos con tanta misericordia, pensando ganaros por este camino, ay en vos tan poca /(129r)/ enmienda. De lo cual yo tengo la culpa, y pues la tengo, razón es que haga la penitencia.
Y diziendo esto con muchas lágrimas, quitóse el escapulario de fraile, que era augustino, y la capilla, y sacando los braços de la saya, dexando parte de sus espaldas desnudas, con una disciplina se començó a açotar, llorando y pidiendo a Jesucristo, Nuestro Redemptor, le perdonasse la perdición de aquella alma, que por su culpa andava perdida, hiriéndose tan ricamente, y con tales golpes, que se vido después su hábito salpicado de sangre. Quedó el clérigo como fuera de sí de ver la justicia que hazía el santo prelado en sí mismo, y derribándose a sus pies, llorando amargamente, suplicóle le diesse a él aquella disciplina, que la merecía, y que le prometía en presencia de aquel Santo Crucifixo enmendarse con las veras que él y todo el mundo verían. Acabó con esto su disciplina el padre fray Tomás, y bueltos los hábitos como antes los tenía, le exortó con palabras tan vivas y con tal efecto, que salió de allí hecho su coraçón una ascua de fuego, y con los ojos bueltos carne de llorar. Encerróse en su casa, donde estuvo algunos días sin salir della, llorando sus pecados y el tiempo que avía vivido en ellos. Salió después tan flaco y amarillo del espanto que le causó lo que vido en su prelado, que estuvo sin cobrar color algún tiempo. Fue lo restante de su vida muy siervo de Dios y ocasión que otros clérigos lo fuessen con su buen exemplo». Lo dicho refiere el autor alegado, en el libro segundo, capítulo nono.

[13] En el mismo lugar escrive otro exemplo maravilloso deste admirable prelado: «Avía -dize- corregido diversas vezes a un canónigo, de que andava en liviandades y dava mal exemplo con su vida. Y no pudiendo ganar tierra con él, procuró saver en qué le podía obligar su amistad, y por espacio de dos años le hizo tales favores y mercedes, que se le aficionó sobremanera. Imitó en esto a Jesucristo fray Tomás, porque dize | dél San Lucas, coepit Iesus facere & docere . Començó a hazer bien a todos con sus milagros, porque no fueron los de Cristo espantosos y de castigo, como los de Samuel y Elías, sino misericordias y mercedes con grande provecho y remedio de las gentes, de manera que aquel facere es lo mismo que bene facere, y quiere dezir (como declaró el mismo fray Tomás en un sermón), atraídos los hombres con el bene facere, coepit docere, ganadas las voluntades con los beneficios que les hazía, se llegaron a Él mil gentes y les començó a predicar y enseñar la verdad del Evangelio, con grande provecho de sus almas. Assí, el padre fray Tomás, cuando ya tuvo al canónigo ganada la voluntad, díxole un día:
-Conozco me dessea hazer todo plazer ¿Tomaría un trabajo por mí?
Y ofreciéndose a cualquiera cosa que le mandasse por dificultosa que fuesse, dixo el buen prelado:
-Yo tengo un negocio en Roma, y aunque no me falta allá quién le solicite, desseo verle en manos de vuestra merced, para estar seguro de todo buen sucesso ¿Esto querrálo hazer por mí?
Y no mentía, porque tratava con mucho cuidado aver un Breve del Papa para reformar y cerrar cierto monasterio de monjas que dello tenía necessidad. Desseava que guardassen clausura y avía contradición. Parecióle buen medio aquél con que sacar de Valencia al canónigo, y olvidarle algún tiempo de lo que allí le apartava de Dios, y su Magestad lo ordenó aún mejor que el arçobispo pensava, porque dado que se le hizo de mal al canónigo, aceptó la ida. Y dándole algún breve tiempo, le hizo venir a su casa despedido de la suya y de toda Valencia, para caminar luego. Aunque le advirtió el arçobispo que no llevasse criado proprio consigo, que él le proveería cómo fuesse muy a su gusto, y assí se vino a su casa para hazer la jornada. Teniéndole consigo, díxole:
-Vuestra merced ha dado orden en su casa y hazienda, y, como me ha dicho, dexa hecho su testamento, y queda lo mejor, que es dar orden en su alma, como haga una Confessión Gene- ral, /(129v)/ porque el camino es largo y peligroso, y hazer esto sería muy acertado para que, poniéndose bien con Dios, le guarde y guíe en ella, y, hecha, le comulgue yo de mi mano, y si por esta ocasión quiere detenerse cuatro o seis días, a mí no me hará falta, que el negocio a que va, que aún no se le he dicho, da lugar para ello.
Mirava el canónigo al arçobispo, y sin hazerle réplica alguna, sino como si le hablara el Espíritu Santo al coraçón (como de veras le hablava por aquel siervo suyo), quedó persuadido, y dixo que haría allí la Confessión, como la hizo, y no duró cuatro ni seis días, sino un mes entero. Y el confessor, que era gran siervo de Dios, le aconsejó, passado el mes y acabada la Confessión, que se estuviesse otro cumpliendo la penitencia impuesta, y que pidiesse de merced al arçobispo se alargase su partida, y él lo pidió, porque ya Dios le tenía trocado su coraçón, y de un desbaratado hizo por este medio la Divina Gracia un penitente tan recogido que tenía por Paraíso aquel encerramiento. Diósela el arçobispo de buena voluntad, porque esto era lo que desseava. Al cabo de los dos meses le dixo, y con verdad, que era necessario aguardar ciertos despachos y respuestas de Roma para su negocio, que le hiziesse plazer de estar allí hasta que viniessen, que no entendía tardaría mucho, y como era Dios el que andava en esto para el bien de aquella alma, fue muy contento el canónigo de aguardar cuanto le mandassen. Y desta suerte le detuvo medio año allí encerrado, oyendo Missa de ordinario en la capilla del arçobispo y co- mulgando | algunas vezes, llorando siempre sus pecados, y exercitándose en actos de penitencia y purificando su alma. Y proveyó Nuestro Señor que no tuviesse que andar caminos, pues ya tenía andado el que más le importava, que era la conversión y enmienda de su vida, porque al cabo del medio año vino el Breve que esperava el arçobispo de la manera que le desseava, y venido, dixo al canónigo lo que passava, que el Breve era venido,
-Y assí vuestra merced no tiene que ponerse en tan trabajoso camino. Y yo le quedo tan obligado como si fuera, y assí lo conoceré y agradeceré en cuanto pudiere. Echarémos boz que ha llegado esta noche y está negociado lo que yo quería, y mañana se bolverá a su casa, que buena Roma ha sido esta para su alma.
Salió de aquel aposento y botica de su salud tan trocado y enmendado, que nunca más bolvió a los vicios passados, antes sirvió a Nuestro Señor con muchas veras, con grande admiración de los que le conocían y edificación de todos».
Todo esto, como se ha dicho, refiere el Maestro fray Miguel Salón en el lugar alegado, y por llevar tan buen estilo como en todo el libro lleva, para honrar el mío quise no mudar cosa alguna, sino poner sus proprias razones y palabras. Y ha sido mi intento en poner estos exemplos que se vea en lo mucho que este doctíssimo y gran siervo de Dios, fray Tomás de Villanueva, arçobispo de Valencia, tenía a los sacerdotes, pues, aunque descompuestos y viciosos, los estimava y buscava tales modos para enmendarlos y corregirlos. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Aviendo el emperador Alexandre ganado a Tiro y Sidón, ciudades marítimas y muy fuertes, fue sobre Jerusalem, y aunque estava sentido de los judíos por aver respondido a una embaxada que les envío, no a su gusto, mostrándose aficionados a Darío, contrario suyo, y assí iva con intento de la destruir, mas saliendo a él Jado, Sumo Pontífice y sacerdote, vestido con vestiduras sagradas y acompa- ñado | de muchos sacerdotes en trage sacerdotal, luego que Alexandre vido al Pontífice Jado, se apeó de su cavallo y fue a él, adelantándose de su gente, y se le arrodilló, y llegando a él los judíos, los recibió amigablemente y se fue con ellos a la ciudad. Y a Parmenión, su amigo, que se lo preguntó, dio razón de averse arrodillado al Pontífice, porque en Macedonia se le avía aparecido Dios en tra- ge /(130r)/ y figura como aquel Pontífice estava, y le avía puesto ánimo para passar en Assia, prometiéndole el señorío della. Entró en el templo, y dizen Josefo, libro onze de sus Antigüedades, capítulo octavo, y Zonarás, libro primero, que ofreció sacrificio a Dios, de la manera y como le enseñó que lo hiziesse el Pontífice Judo. Aunque San Augustín en el libro diez y ocho de la Ciudad de Dios, capítulo cuarenta y cinco, a sus dioses siente que hizo el sacrificio.

[2] Atila, rey de los humnos, llamado Açote de Dios, haziendo guerra en Italia y aviendo destruido la ciudad de Aquileya después de largo cerco de tres años, no dexando en ella piedra sobre piedra siendo antes principalíssima, de donde huyendo los naturales de las tierras por donde passava su furia, entráronse a vivir en unas isletas que cerca de Padua se hazían, en la entrada de muchos ríos, en una ensenada del mar Adriático, y de aquí tuvo principio la muy famosa ciudad de Venecia; passó adelante Atila con intento de destruir a Roma. Salióle al encuentro el Santíssimo Papa León, no aviendo el tirano passado el río Mincio que corre por la ciudad de Mantua. El Pon- tífice | llegó delante del bravo rey Atila, vestido de Pontifical, con grande acompañamiento eclesiástico y todo el Senado Romano. Hízole una plática bien elegante y acabada. Atila mandó levantar a los senadores, que estavan de rodillas, y buelto al Papa León, dixo:
-Estad, Padre, sin temor, que yo me determino hazer vuestro ruego, y daré la buelta luego para mi tierra.
Y assí lo hizo, admirándose todos sus capitanes de ver que un hombre tan cruel y tan amigo de derramar sangre humana se uviesse mudado tan repentinamente, por avérselo rogado aquel sacerdote y ver a sus enemigos derramar lágrimas. Preguntáronle algunos de sus privados la causa de tan no acostumbrada blandura, y respondióles que, al lado del Papa, cuando le hablava, estavan dos varones de aspecto más que humano, con dos espadas en sus manos, amenaçándole de muerte si no hazía lo que León le rogava. Túvose por cierto que fueron los Santos Apóstoles Pedro y Paulo, que assistían con el Pontífice a tan justa demanda, y querían que se tuviesse respecto al Sumo Sacerdote León. Refiérese en su Vida, escrita por Platina y por otros autores.

Fin del Discurso de Dignidad Sacerdotal. |