DISCURSO VIGÉSIMO QUINTO. DE ENFERMEDAD


Assí como en un mismo fuego la pastilla y pebete huelen bien, y la piedra çufre y el alcrevite huelen mal, el oro se apura y acendra, y el madero se torna carbón, y con un mismo viento la albahaca y el torongil despiden buen olor y la ruda huele mal, en una misma era la paja se desmenuza y el trigo se apura; assí, con una misma tribulación y enfermedad, unos se afinan y otros se queman, unos se muestran sufridos y otros impacientes, unos se mejoran y otros se empeoran. San Gerónimo compara la tribulación a la ballena de Jonás, que donde los otros pensavan que ella le tragava para matarle, le tragó para guardarle. San Gregorio dize que los perfumes muestran su fuerça en el fuego, y assí los varones santos en la tribulación. San Bernardo dize que la lana se ha de cardar mucho para que salga el paño fino; assí la vida ha de ser atribulada, para que la conciencia sea excelente. Gerson dize que la tribulación es la agua del Dilubio, que cuanto más crecía, más levanta- va | en lo alto la Arca de Noé, que es la alma devota, que con la tribulación más se levanta al Cielo. Teodoreto dize que perseguir al justo es cortar al árbol las ramas superfluas, que nacen otras de provecho. La çarça que ardía y no se quemava es el justo, que, perseguido de las tribulaciones, si no es vencido arderá y no se quemará. Y es çarça el justo, porque está espinado de trabajos en sí. David, siendo perseguido, dio la vida a Saúl, su enemigo, y estando próspero la quitó a su enemigo Urías, porque la prosperidad haze mal a algunos, y bien la adversidad. No uvo jamás rey que tanto se preciasse de tener en su cabeça corona, como San Pedro y San Pablo de tener en sus pies grillos y cadenas de hierro por Cristo. Plutarco dize que la prosperidad junta amigos y la adversidad los prueva. Enio dize que el amigo se vee en la cosa incierta. Cicerón dize que, viéndose Tarquino desterrado y pobre, conoció cuáles eran sus amigos. Petrarca dize que este mal tienen los prósperos, no saber si son amados. En las peligrosas heridas muestra su experiencia el buen cirujano, y en las agudas enfermedades declara su esciencia el médico a- tentado, /(133r)/ y en las peligrosas batallas haze prueva de su esfuerço el valeroso capitán, y en las bravas tormentas da a entender cuánta sea su prudencia y diligencia el excelente piloto; assí, el bueno, en las tribulaciones, trabajos y enfermedades. De la Enfermedad en particular trata el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Enfermedad corporal, llevándose pacientemente, es virtud de paciencia, y gánase mucho en ella, porque faltándole fuerças al cuerpo, recupéralas el espíritu, conforme a lo que dixo el Apóstol en la Segunda a los de Corinto, en el capítulo doze: «Cuando estoy enfermo me siento más fuerte». Y si en la enfermedad corporal se hallasse mal de culpa, no la daría Dios, Nuestro Señor, tan de ordinario a sus siervos, y si les visita con ella es porque sean más santos. Dízelo Marulo, libro quinto.

[2] Job, Santo Patriarca, no sólo estava enfermo en los pies o en las manos, o en algún miembro particular, sino en todo su cuerpo. Desde la planta del pie hasta la cabeça estava lleno de feíssimas llagas. Raía la podre con una teja, siendo su cama un muladar, y con todo este trabajo, nunca pudo ser notado de que en sus labios se hallasse culpa. Perseguíale su muger, y persuadíale a que se descompusiesse y desesperasse, mas Job, que entendía que era mayor desventura pecar que padecer todo esto, indignóse contra ella, y díxole:
-Has hablado como muger loca. Si recebimos bienes de la mano de Dios, ¿por qué no sufriremos el trabajo y aflición que nos viene de su misma mano?
Mereció por su paciencia que fuesse sano de su enfermedad y se le augmentasse su hazienda, doblado de cuanto tuvo salud y no era perseguido. Es del Libro de Job.

[3] Isaac, Patriarca y grande siervo de Dios, siendo viejo estava enfermo, y de enfermedad penosíssima, que es carecer de vista. Y llevólo sin descomponerse ni perder la paciencia, aunque Jacob, su hijo, usó de cautela para ganar la bendición de su hermano Esaú. Pudiera el viejo tomar desto sentimiento y no lo hizo, entendien- do | que el mismo que a él avía quitado la vista, vino en que a Esaú se le quitasse la bendición y se le diesse a Jacob. El cual, también siendo viejo y estando falto de salud y de la vista, Josef, su hijo, le truxo dos nietos, Efraín y Manases, para que se los bendixesse. Él trocó los braços, viendo con los de la alma cuál dellos merecía la mano diestra y se avía de aventajar al otro. También vido lo que a sus doze hijos sucedería en los tiempos venideros, y se los profetizó. De modo que la enfermedad del cuerpo le mejorava el espíritu, y consolávase en saber que no los que tienen limpios los ojos verán a Dios, sino los limpios de coraçón. Es del Génesis, y refiérelo Marulo, libro quinto.

[4] A Sansón no le disminuyó sus fuerças el estar ciego, antes quitó las vidas a más filisteos, enemigos de Dios, sacados los ojos, que teniéndolos enteros. Tobías también entró en cuenta de ciego, por caso acidental de caerle en los ojos estiércol de golondrinas, y no por esto mostró demasiado sentimiento, antes dava gracias a Dios y dezía que su Magestad castiga a los hombres por sus pecados, y házeles bien por su gran misericordia. Y assí mereció ser curado por ministerio de un ángel. Es del Libro de los Juezes, y del de Tobías, y refiérelo Marulo, libro quinto.

[5] Mifiboset, hijo de Jonatás, quedó sólo de la casa y descendencia de Saúl, y esto porque era coxo de ambos pies, y no pudo hallarse en la batalla donde murió su padre y abuelo, y los fuertes de Israel. Y siendo solo, gozó a solas de las haziendas, campos y labranças de sus passados, y se assentava a comer en la mesa de David. De la enfermedad de los pies le vino tanto bien y provecho, que viviesse más tiempo y más bienaventurado. Y fuera possible que muriera con los demás si tuviera los pies sanos, y pues semejante enfemedad puede más aprovechar que dañar, deve llevarse con buen ánimo si viniere. Es del Primero de los Reyes, y refiérelo Marulo, libro quinto.

[6] Ezequías Rey cayó enfermo y llegó /(133v)/ a la muerte. Hizo oración a Dios, y fue de suerte que alcançó quinze años de vida. Véase la diferencia de estar enfermo a tener salud, que estando enfermo tuvo oración y no cometió culpa, y estando sano cayó en culpa de jactancia y vanagloria, mostrando a estrangeros sus riquezas, a las cuales aborreció estando enfermo. Es del Cuarto Libro de los Reyes, capítulo veinte.

[7] Por exemplo de Jesucristo, Nuestro Señor, tenemos que se ha de hazer oración por los enfermos, y que por medio della muchos alcançan salud. Dize San Mateo, en el capítulo siete, que para sanar un hombre sordo y mudo miró al Cielo y gimió, enseñando a los que oran que, juntamente con los ojos, levanten a Dios la alma. Y San Marcos, en el capítulo segundo, y en el capítulo quinto San Lucas, dizen que para sanar un paralítico, primero le perdonó sus pecados. Avía por ellos caído enfermo, quitada la causa cessó el efecto. De donde también se infiere que la enfermedad alguna vez es pena del pecado, el cual siendo perdonado por la Confessión y Penitencia, es cierto que si le conviene tendrá salud el enfermo. Y assí, siempre se devría procurar que primero el sacerdote remedie la alma que el médico el cuerpo, porque si fuere otra la causa de la enfermedad que culpa, y no se remediare con la salud de la alma, con más seguridad se espere la muerte, la cual no será tan grave a los que esperan mejor vi- da. | Y, siendo libre de la enfermedad, dévese procurar la enmienda de la vida, porque, como dixo Cristo a otro enfermo, y lo refiere San Juan, capítulo quinto:
-Ya estás sano, no peques más, porque no te suceda mayor daño.
Y es muy justo que, recibiendo el beneficio de la salud, si torna luego a pecar, sea castigado más gravemente. Dízelo Marulo, libro quinto.

[8] San Pablo, después de aver estado ciego tres días, assí se enmendó, que de perseguidor fue hecho Apóstol. Hirióle Dios para sanarle, y estando sano, lo arduo, lo dificultoso, lo desabrido, las afrentas, los açotes y peligros de la vida, el frío, la hambre, la espada, todo lo sufría por Cristo de muy buena gana. Y assí dezía, escriviendo a los de Corinto, en la Segunda, capítulo onze: «Gloriarme he en mis enfermedades, porque more en mí la virtud de Cristo; y cuando estoy enfermo me siento más valiente y esforçado, y aunque el hombre de fuera se corrompa, el interior se renueva cada día». Y en la misma Carta, capítulo quinto, dize: «Sabemos cierto que si la casa terrena de nuestro cuerpo se cayere, que tenemos otra eterna hecha por Dios, y no por manos de hombres, en el Cielo». Con estos documentos del Apóstol fortifiquemos nuestra paciencia en la enfermedad, y cualquiera cosa que sucediere, no sólo constantemente, sino con alegría la llevemos. Refiérelo Marulo, libro quinto.

Hasta aquí se colige de la Sagrada Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Cuánto aprovecha para guardar la castidad la enfermedad corporal, diolo a entender el Apóstol San Pedro, a el cual preguntando su discípulo Tito por qué dava lugar a que Petronila, su hija, tanto tiempo estuviesse enferma, como sanasse a otros enfermos repentinamente, él respondió que le era conveniente. Y porque no pareciesse que era falta de poder, mandóla que se levantasse en nombre de Cristo y los sirviesse en la comida, y cumpliendo en aquel | ministerio, por orden del mismo Apóstol bolvió a su cama con la enfermedad de primero. Y assí, enferma, aprendió a amar la pureza virginal, de suerte que, estando sana, tuvo por mejor morir que casar con Flaco Pretor. Por lo cual, no sólo se deve sufrir pacientemente la enfermedad si viniere, sino dessearse que venga, cuando el ardor del vicio deshonesto ocupa los miembros y enciende las venas, provocando al ilícito deleite. Es de Lipomano, y refiérelo Marulo, libro quinto. /(134r)/

[2] San Gregorio Papa, en el libro segundo de sus Diálogos, capítulo cuarenta y cuatro, dize de sí que padecía enfermedad continua de dolor de estómago, aunque se le aliviava el tiempo que se detenía a dezir Missa. César Varonio, en la Annotación de su Martirologio, tocante a este santo Pontífice, haze mención de un libro de la librería vaticana en que se dize que fue pena porque rogó por la alma de Trajano, y si fue por esta ocasión, podríamos sacar documento los que con más graves delictos nos vemos cargados, y muy agenos de llegar a la virtud deste santo prelado, que si nos sucediere alguna enfermedad, no la llevemos impacientemente, que será para que más se augmente, sino con grande paciencia, con la cual, o se desminuirá o del todo cessará.

[3] De Dídimo Alexandrino afirma San Gerónimo (de quien fue discípulo) que desde niño perdió la vista, y ciego aprendió a leer, y supo Dialéctica, y Geometría, que es esciencia necessitadíssima de la vista. Dize más, que escrivió diversas obras, Comentarios sobre los Salmos, y sobre el Evangelio de San Mateo y de San Juan, sobre la Profecía de Isaías, de Oseas y de Zacarías, dos libros de Dogmas contra Ario y un Libro del Espíritu Santo. Y pues supo tanto sin ojos, es prueva que no son del todo necessarios para aprender esciencias. Y aun por experiencia vemos que tienen más tenaz memoria y ingenio más dócil los ciegos que muchos otros con vista, porque el concepto y la imaginación, con la reminiscencia de las cosas se apega más a la alma, como no pueda vaguear fuera por la vista, y por esta razón su falta será más tolerable si sucediere. Dízelo San Gerónimo en el De Varones Ilustres.

[4] En la Vida de San Vedasto, obispo atrebatense, se lee que, como se trasladasse su cuerpo de un lugar a otro, tocó las santas reliquias un ciego llamado Audomaro, pidiendo vista, y vido luego. Después hizo oración, pidiendo a Dios que si la vista le avía de ser dañosa a su alma, | que bolviesse la ceguedad, y quedó ciego. La petición fue avisada, y la paciencia grande. Mereció ver ángeles en el Cielo, y al mismo Dios, el que tuvo en poco ver hombres en el suelo. Es de Surio, tomo primero.

[5] Pedro, abad de Claravalle, en una penosa enfermedad vino a perder el un ojo, y, tratando deste desastre con otros monges, dixo que gustava dello, porque de dos enemigos ya estava libre del uno. Y es exemplo de consuelo a quien está falto de los dos. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[6] Pigmenio, sacerdote romano, ciego de los dos ojos, siendo visto de Juliano Apóstata, haziendo burla por verle sin ojos, y siendo conocido suyo, díxole:
-Doy gracias a los dioses, o Pigmenio, porque te veo.
Respondió el sacerdote, hablando muy de veras:
-Yo las doy a mi Dios porque no te veo.
Con tan buen ánimo padecía la enfermedad de la vista, que menospreció al tirano. Después fue martirizado, y començó a ver lo que no vieron ojos, y a oír lo que no oyeron orejas, y a entender lo que no cupo en coraçón de hombre estando en la Tierra. Dízelo Beda en su Martirologio.

[7] Mayolo, monge del monasterio cluniacense, era ciego, y por ser muy sabio y santo fue hecho abad maticense, no siéndole obstáculo su ceguedad para dar vista a otros ciegos, oír a sordos, hablar a mudos y andar a coxos. Sin duda que alcançara para sí salud si no le fuera más provechoso el no tenerla, sufriendo con paciencia semejante plaga. De modo que vivió ciego, mas fue en hazer milagros de mayor fama que muchos otros que tuvieron vista. Es de Surio, tomo primero.

[8] Ubaldo, obispo de Eugubino, tenía fama de que hazía milagros. Vino a él un ciego y pidióle remedio. El santo le dixo que no pretendiesse la vista, porque con ella padecería su alma detrimento, y con esto le embió sin curarle. Consuélense con este exemplo los que nunca vieron, y los que, aviendo visto un tiempo, después que- daron /(134v)/ ciegos, porque ignoran lo que sucedería dellos teniendo vista. No quiso Ubaldo sanar al ciego, porque, haziendo bien al cuerpo, su alma padeciera daño. Es de Estéfano Cremonense, y refiérelo Marulo, libro quinto.
[9] Esperança Abad, varón santíssimo, era ciego, y siendo de cuarenta años cobró la vista y oyó una boz del Cielo que le mandava visitasse ciertos monasterios cercanos al suyo y diesse a los monges preceptos para vivir en mayor perfección, y que se aparejasse para morir. Hizo todo lo que le fue mandado y bolvió a su monasterio, y, estando cantando el oficio divino con sus monges, dio la alma, viendo todos salir de su boca una paloma que boló al Cielo. Començó a ver este santo varón Esperança, cuando salió de la vida presente, para que se entendiesse que su ceguedad no fue culpa, sino prueva de su paciencia y augmento de mérito. En la paloma que salió de su boca se declaró que interiormente era todo blanco y puro el que en lo exterior sólo fue falto en la vista. Es de San Gregorio, en el libro cuarto de sus Diálogos, capítulo décimo.

[10] San Gil, solitario, teniendo su celda en las vertientes del Ródano, y siendo herido de una saeta que disparó cierto caçador al perdido, sin tirarla a lugar cierto, no sólo no admitió medicina para sanarla, sino que rogó a Dios que siempre quedasse allí su sentimiento. Parecióle que era poco padecer soledad, vigilias, ayunos y otras penalidades del desierto, y assí quiso que la herida venida como del Cielo le quedasse sin ser curada, para que, añadiéndose al cuerpo aquel dolor, apartasse del ánimo desseos de deleites. Es de Fulberto Carnotense.

[11] Benjamín Ermitaño estava enfermo con enfermedad de entre cuero y carne penosíssima, y porque no pareciesse que esto le sucedía por pecados cometidos antes, sólo con hazer oración sanava a otros enfermos. Y a los que se dolían dél, viéndole enfermo, dezíales que tuviessen cuidado de su alma, y no de su cuerpo, y que | le alcançassen perdón de sus pecados y no cuidassen de su salud, ni por verle enfermo le tuviessen lástima. Es de la Historia Tripartita, libro octavo, capítulo primero.

[12] Servulo, pobre mendigo, todo el timpo de su vida estuvo enfermo paralítico en una cama, sin se poder mover, padeciendo graves dolores, aunque siempre alabando por ello a Dios. Cantava Himnos y Salmos, y recitava lugares de la Escritura que avía oído. Vino a morir, y oyéronse cantos de ángeles en su muerte, y de su cuerpo salió olor suavíssimo. Destos indicios se puede colegir cuánta bienaventurança uviesse adquirido con la enfermedad padecida con paciencia, y cuán felice estaría en el Cielo, aviendo vivido tan miserable en el suelo. Dízelo San Gregorio en el libro cuarto de sus Diálogos, capítulo catorze, y en la Homilía quinze sobre los Evangelios.

[13] Dunstano era perseguido de Elfego, obispo ventano, porque se hiziesse monge, y no avía acabarlo con él. Cayó enfermo y, sanando de la enfermedad, de su voluntad y gana entró monge y començó una vida santíssima. Ordenóse sacerdote, y después fue obispo cantuariense y rigió aquella iglesia, de suerte que resplandeció por milagros. De modo que le aprovechó tanto el aver una vez enfermado, cuanto le dañara por ventura el tener siempre salud. Es de Surio, tomo tercero.

[14] En la Vida de Santo Tomás Cantuariense se escrive que, visitando su sepulcro cierto enfermo con designo de alcançar salud, fue sano de repente. Bolvía a su casa contentíssimo, y començó a rebolver entre sí si la salud que avía alcançado le sería provechosa o dañosa a su alma. Comunicó este pensamiento suyo con cierto siervo de Dios, y por su parecer bolvió al sepulcro del santo y hizo oración, pidiendo lo que más le convenía, o quedar con salud, como ya la tenía, o sin ella. Y quedó luego con la enfermedad que tuvo primero, porque la virtud, /(135r)/ como dize San Pablo, no en la salud, sino en la enfermedad se perficiona. Es de Marulo, libro quinto.

[15] Agata, santíssima donzella, después de aver padecido atrozes martirios por un tirano, mandóle cortar los pechos, quitándole aquella parte de su cuerpo, pues no podía quitarle la fe de su alma. Apareciósele estando en la cárcel San Pedro Apóstol, mostrando quererla curar. Ella, que le tuvo por cirujano, estrañávase dél, diziendo que nunca avía admitido medicina corporal en su persona, sino que usava la del que con sólo su palabra sanava toda enfermedad. El Apóstol le declaró quién era y Quién le embiava, y a que venía, y con esto desapareció, dexándola sana. Y no se ha de tomar deste exemplo el evitar la medicina, pues antes deve y es bien que se procure quien tiene della necessidad, sino que se ponga en Cristo toda la esperança, y a Él dé gracias, y será esto en la persona enferma señal de paciencia, y en la sana, de agradecimiento. Es de Surio, tomo primero.

[16] Silvana, hermana de Rufino, pretor de Alexandría, donzella consagrada a Dios, como cayesse enferma, y aconsejándola médicos que se bañase, no quiso ir al baño, aunque no por menospreciar la salud, sino huyendo el regalo. Y assí, por sesenta años no se labó el rostro ni los pies, ni alguna otra parte de su cuerpo, sino los dedos de las manos cuando comía, ni tenía otra cama para dormir que la desnuda tierra. Considérese cómo sufriera la enfermedad la que estando sana, de su voluntad, por agradar a Cristo padecía tal vida. Es de Paladio en su Lausiaca.

[17] Paula, matrona romana, estando enferma, y no digeriendo el manjar su estómago, por estar crudia, aconsejávanle los médicos que beviesse vino. Persuadíanselo varones de santa vida, y no pudo acabarse con ella, por no declinar de la vida monástica aun estando enferma. Tenía costumbre de bever agua, y dezirle que beviesse vino sintiólo más que el peligro de la enfermedad. Ni estimó en tanto la | salud que por cobrarla atropellasse el modo de espiritual continencia que avía guardado hasta aquel día. Es de San Gerónimo en una Epístola.

[18] El bienaventurado San Francisco no començó vida de perfección hasta que cayó en una grave enfermedad. De veinte años era cuando se vido enfermo y començó a aborrecer lo que antes amava, y entendió que sólo Dios deve ser servido, y antes servía a la cobdicia ocupado en cargos y mercadurías. ¿Quién puede dezir mal de la enfermedad, si della resulta tanto bien? Y si no haze el mismo efecto en todos los hombres que hizo en San Francisco, no es por defecto suyo, sino de los que sanan, que no viven ya sanos como propusieron de vivir cuando estavan enfermos. Es de San Buenaventura, en la Vida de San Francisco.

[19] Santa Clara Virgen, estando enferma, su cuerpo en la cama, con los ojos de la alma veía lo que se hazía distante de aquel lugar en la iglesia, y bolviendo a ella las monjas, se lo refería como avía passado, con admiración de todas. Ninguna cosa le dañó la enfermedad del cuerpo quebrantado, como valía tanto su ánimo. También estava enferma y en la cama cuando, viniendo moros a entrar en su monasterio, que estava fuera de poblado, con intención de robarle y deshonrar a las monjas, haziéndose llevar al muro por donde subían, abraçada con su esposo Cristo en el Santíssimo Sacramento, le defendió mejor que millares de hombres sanos y armados. Es de Surio, tomo cuarto.

[20] Aplaida Virgen, en Tudoto, pueblo de Francia, estava leprosa, y su mérito para con Dios era de suerte que, padeciendo muchos años semejante enfermedad, con ningún otro manjar se sustentava que con la Sagrada Comunión, que frecuentava a menudo. Algunas vezes era levantada en espíritu y veía algo de la gloria de los santos, y penas de los dañados; dava razón de muchas cosas que sucedían en el mundo, en diversos lugares, y aun le revelava Dios cosas que estavan por /(135v)/ venir, de que ella dava cuenta para negocios importantes, y salía lo que dezía cierto y verdadero. Pues, si tantos y tales bienes andan a las parejas con la enfermedad, ¿quién le antepondrá la salud? La cual, si siempre conviniesse, no ay dubda sino que se la concedería Dios siempre a sus santos y escogidos, los cuales de ordinario están enfermos. Es de Marulo, libro quinto.

[21] Elisabet de Esconaugía, virgen dedicada a Dios, estava enferma. Tenía su cuerpo lleno de llagas, y no por esto mostró su rostro alguna vez turbado o triste. Recibió grandes consuelos del Cielo, que se descubrían en ella, y assí se podría dezir que era santa por ser muy paciente, y que era paciente por ser santa. Es del mismo.

[22] Andragasina, siendo desposada, aunque contra su voluntad y por sólo contentar a sus padres, hizo oración a Dios porque la conservasse virgen, y de repente se cubrió de lepra, de suerte que su esposo la repudió y dexó intacta, no sintiendo ella esta afrenta, porque le era más gustoso vivir casta, aunque enferma, que sana sin castidad. Y porque no se entendiesse que la enfermedad fue acaso, entrando en un monasterio y haziendo professión quedó sana, y vídose que la hizo Dios leprosa porque no dexasse de ser virgen. Marulo, libro quinto.

[23] Paladio, en su Lausiaca, dize que fueron los padres de cierto niño que rabiava de la mordedura de un perro a Amón, santo ermitaño, pidiéndole que rogasse a Dios le sanasse. Él dixo:
-Si queréis que sane, conviene que restituyáis el buey que hurtastes a la viuda.
Ellos, viendo que era verdad, restituyeron el buey, y sanó el moço.

[24] En Florencia, a fray Acursio, lego del Orden de los Menores, siendo enfermero, apareciósele la Virgen, Nuestra Señora, con la cual estando él en dulcíssimas pláticas, llamóle un enfermo, y dexando de hablar a la Virgen, fue a él y proveyó su necessidad, consolándole. Bolvió algo afrentado por averla dexado, mas la Reina Soberana se lo agradeció, y le pagó con | nuevos favores el aver ido a remediar la necessidad del enfermo, aunque dexó su conversación. Refiérese en la segunda parte de las Crónicas de los Menores, libro nono, capítulo diez y seis.
[25] A Marcelino, obispo anconitano, no le fue impedimento la enfermedad de gota que padecía para que, siendo llevado con agena mano a ponerse en contrario de un grave fuego que iva abrasando la ciudad, le apagó de repente, siendo tan poderosa su virtud como flacos sus pies. De lo cual podemos colegir que si tuviéremos enfermedad por la cual se nos vedare pisar la tierra, que es porque con la voluntad y desseo subamos al Cielo, y no dubdemos que la enfermedad, aunque breve, llevada pacientemente, se ha de recompensar con la Bienaventurança Eterna. Es de San Gregorio, en el libro primero de los Diálogos, capítulo sexto.

[26] Sergio, príncipe de Senogalia, fue libre de lepra divinalmente. Dexó luego el estado, y parte de su hazienda dio a iglesias, y parte a pobres, y pobre y humilde sirvió a Dios de todo su coraçón. Fuele causa su enfermedad de considerar la condición de nuestra naturaleza humana, y halló que nada le aprovecha al hombre el señorío terreno, y assí le dexó. Y acabó santamente, donde se verificó en él lo que dize el Eclesiástico, capítulo treinta y uno: «La enfermedad grave haze templada y sabia al alma». Es de Marulo, libro quinto.

[27] Liduvina, donzella santa, fue natural de un pueblo llamado Schiedamo, en Holandia, hija de dos casados virtuosos que comían del trabajo de sus manos. Desde niña se empleó en el servicio de Dios. Era hermosa, de gentil presencia, de buen entendimiento, y por esto sus padres tratavan de casarla, aunque ella lo contradixo. Y viendo que no bastava esto, sino que de hecho querían casarla, ella, derramando lágrimas, dixo:
-Ningún hombre mortal podrá comigo a que de mi voluntad me case, y si en esto se me hiziere fuerça, rogaré a Dios que me deforme y torne fea, pa- ra /(136r)/ que nadie me dessee ni haga caso de mí.
Siguióse luego el hecho que, siendo de quinze años, de una larga enfermedad quedó tan fea y desemejada que los que antes la amavan y eran aficionados por su hermosura, ya ni mirarla querían. Ordenólo assí Dios, que ama las almas hermosas aunque estén en cuerpos feos. Sucedió que, convaleciendo desta enfermedad, siendo tiempo de invierno y estando los ríos elados, rogada y casi forçada de otras donzellas, fue a ciertos juegos que se acostumbravan hazer en aquella tierra en los ríos. Començóse la fiesta, y corrían las donzellas sobre las aguas eladas, de unas partes a otras. Liduvina las mirava estando también dentro con ellas, aunque en pie sin moverse de un lugar, assí por verse flaca como porque gustava poco de la fiesta. Estando en esto, una de las donzellas vino a Liduvina corriendo con grande ímpetu, sin poderse detener, ni ser en su mano; la encontró y dio con ella una tan mala caída en los pedazos empedernidos de los yelos que se le quebró una costilla, y los juegos se acabaron con lágrimas y llantos, porque luego se vido el notable daño que recibió. Y assí fue buelta a su casa y puesta en su lecho, de donde aquel día se avía levantado y nunca más tornó a levantarse sana. Llamáronse médicos y cirujanos, aunque sin ningún fruto, porque la natural medicina allí obra donde Dios no la estorva y impide su operación, el cual quiso servirse de Liduvina de enferma y que fuesse espejo de paciencia y mérito a enfermos. Y assí lo significó un peritíssimo médico llamado Godefrido, diziendo:
-La enfermedad desta donzella excede todo lo que alcança el arte de Medicina y sería possible que lo que Dios pretende en ella, nunca antes se aya visto en el mundo ni se verá después. Diera yo porque fuera mi hija tanto oro cuanto es el peso de una cabeça humana.
Esto dixo el médico, porque todos los que conocían su bondad y vida santíssima se admiravan de que Dios assí la probasse, y afirmavan hazerlo con el intento que permitió que | padeciessen Job y Tobías los trabajos que padecieron, porque su paciencia se descubriesse y su mérito creciesse. Quedó Liduvina sin esperança de remedio humano, y assí púsola toda en Dios. Los dolores que padecía eran tan atrozes y terribles que, estándola su padre consolando, se le derribó del lecho en sus braços, y con la fuerça que en esto puso, rompió una apostema que dentro de su cuerpo tenía, y corrió della un humor malíssimo, que le salió por la boca con tan grande dolor suyo, que pareció despedaçársele todos sus miembros, y que se le salía la alma. Desta vez quedó sin fuerças, de modo que ninguno de sus miembros podía usar su oficio. Rebolcávase por el suelo como si fuera monstruo, o algún tronco. Otras se encogía y hazía velorta. Si comía alguna cosa, luego la trocava; bevidas provechosas y de precio no consentía su estómago, sino a la traça de mugeres preñadas, que toman antojo de cosas suzias y asquerosas, assí Liduvina apetecía agua llovediza, que estava en lugares suzios, y cosas semejantes. Y por tener siempre vacío el estómago, era ninguno su sueño. El consuelo que tenía era derramar lágrimas, porque no sólo su enfermedad la forçava a derramarlas, sino también verse aborrecida de todos y que se apartavan della, dexándola sola padecer. Iva adelante su enfermedad, porque la apostema se difundía por los miembros vezinos. Despedaçávanle las entrañas unos disformes gusanos que en ella se criavan, y eran tantos que, royendo lo exterior del vientre, hizieron en él tres aberturas, cada una del tamaño del suelo de una escudilla común; eran redondas y de color negro, salían de una vez por ellas ciento y dozientos gusanos, cuya vista era horrenda, eran de color de ceniza, de materia acuosa, largos como el artejo de un dedo y gordos como el remate y cabo de un uso. Antes de salir parecía que andavan por todas las partes interiores de su cuerpo, y para que saliessen, avíanlos de traer con cierto ungüento medicinal, hecho de harina y miel y grossura de ave. Después desto podreciósele /(136v)/ el lado derecho, y fue de suerte que, si no era bien ligada con lienços, no podía bolverse de la otra parte sin que sus miembros se descoyuntassen, y resultó de aquí aver de estar acostada, el rostro en alto, hasta el último día de su vida, para que assí pudiesse mejor mirar y contemplar el Cielo. Si no era la cabeça y el braço siniestro no podía mover otro de sus miembros. El braço derecho estava consumido hasta los huessos de fuego sacro, que es lo que dizen de San Antón, y mucho tiempo estuvo apegado con sólo un niervo al cuerpo. La cabeça siempre era atormentada de dolores, como si tuviera en ella atravessados clavos. En la frente se le hizo una abertura bien grande, que la tornava el rostro disforme. La barba tenía hierta y hinchada, impidiéndola la habla algunas vezes. El un ojo estava ciego, el otro, si avía demasiada claridad, no podía abrirle sin derramar sangre, padeciendo dolor terrible. Los dientes le dolían a tiempos, y durávale el dolor meses enteros, y era de suerte que parecía perder el sentido con su vehemencia. La garganta no era libre de tormento, porque aun para recebir el Cuerpo de Jesucristo en el Sacramento, con dificultad le dava lugar a que passasse. Algunos días le corría tanta sangre de narizes, boca y orejas, que era horro grande de los que la miravan, y a muchos causava piadosas lágrimas. Vomitava también de ordinario agua de boca, en tanta abundancia que, juntándola todo un mes, fue tanta que se llenó una pila, que tuvieron bien que hazer dos hombres en levantarla. Y preguntada de algunos curiosos de dónde procedía tanto humor casi no comiendo, respondió:
-También os pregunto yo, ¿de dónde una cepa que en invierno está seca tiene tanto licor en verano?
A bueltas deste humor echava a las vezes partes del pulmón y higado. Ni aquí acabavan y tenían fin sus tormentos, porque en los pechos tenía apostemas y llagas de que le corría a tiempos materia y podre. También tenía en el pecho un bulto del tamaño de un | huevo de paloma, duríssimo como piedra. Causávale pena y tormento tan grande, que dezía ella que esto le avía de quitar la vida, y impedíale a las vezes la habla. Suele ser la provincia de Holandia muy de ordinario afligida con enfermedades y peste; la primera en quien semejantes daños hazían operación era Liduvina. Sin esto, salíansele de su cuerpo parte de sus tripas por las llagas y roturas que tenía en su vientre, y para que del todo no se le cayessen, poníase unos saquillos de lana. Carecía totalmente de sentimiento de las piernas y pies, y assí passava vida miserable sin poderse mover de un lugar. También era atormentada con diversos géneros de paroxismos y fiebres, hética, terciana y cuartana, ya simple, ya doble, efímera o cuotidiana, ya aguda, ya lenta. Y por dezirlo de una vez, no tenía miembro en su cuerpo que no fuesse atormentado con dolores nunca oídos, ni se platica acerca de médicos enfermedad alguna de que ella no participasse. De las cuales, unas le duraron toda la vida, otras, ciertos años, meses o semanas, y en esto permaneció treinta y ocho años, sin que estuviesse algún breve tiempo sin dolor. En todos estos trabajos la favorecía Dios de paciencia, y consolávala por medio de un sacerdote siervo suyo, que le dezía muchas cosas de la Passión de Cristo, y de lo que padecieron los mártires, y junto con esto, sacramentávala, oyéndole su Confessión y dándole el Cuerpo de Jesucristo en el Sacramento frecuentemente. Y assí, al octavo año de su enfermedad estava tan contenta con ella, que venido el tiempo de Carnestolendas, en que se huelgan en aquella provincia más que en otra, pidió a Dios Liduvina, para que ella también gozasse de algún regalo en tal tiempo, le augmentasse sus dolores, y fue su oración oída, dándole de repente en un muslo tan vehemente dolor, durándole hasta la Pascua, que le parecía exceder a todo lo que fuerças humanas pueden sufrir. En tiempo de peste pidió a Dios levantasse su ira de sobre aquella provincia, y su Magestad la hirió /(137r)/ con dos llagas, una en la garganta y otra en el lado del coraçón. Ella desseava otra tercera para honra y memoria de la Santíssima Trinidad, y fuele dada, abriéndosele otra en el párpado del ojo. De las cuales, las dos se le cerraron, y la otra le duró todo el tiempo de su vida. Venían gentes de diversas partes a ver a Liduvina, por oír dezir lo que Dios obrava en ella, y su paciencia. Vino entre los demás Margarita, condessa de Holandia, y truxo consigo un médico famoso. Ella quedó admirada de ver la casa humilde y pobre de la enferma, y considerando su paciencia; el médico, lo quedó más, experimentando lo que en Medicina ni avía visto ni leído. Atribuía a Dios el dar vida a cuerpo tan atormentado, y de tales enfermedades. Vino assí mismo un herbolario, presumiendo de curarla con simples medicamentos, y lo que hizo fue que, cerrándosele una apostema, ocurrió en aquella parte un humor pestilencial, que, hinchándose, quedó peor que de primero. Bien entendía Liduvina que su enfermedad era dada de la mano de Dios, y que sólo Él podía curarla, y con todo esso admitía cualquiera cura que la aplicavan, porque no pareciesse que tentava a Dios aborreciendo su salud. Y que fuesse miraculoso el vivir tan enferma, vídose porque en treinta años no comió tanto pan cuanto un hombre sano comerá en tres días, ni durmió en todo este tiempo lo que es conveniente que duerma para vivir sano un hombre en otros tres días. También causava admiración que, al tiempo que salían de su cuerpo los gusanos, ningún mal olor se sentía, aunque el aposento era pequeño y su cama a la traça y tamaño de una sepultura. En los treinta años no tocó al suelo con sus pies, y porque en muchos dellos no comió cosa alguna, tampoco despidió excrementos su cuerpo. Al principio comía al día un bocado de pan mojado en leche o en cerveza, otras vezes, parte de una mançana desabrida, y otras, un poco de cinamomo, o un dátil. Después se passava to- | da la semana sin comer, tomando solamente un trago de vino con açúcar. Al cabo vino a no comer cosa alguna, sólo el Sacramento le alimentava alma y cuerpo. El no comer era ocasión de no dormir, y assí todo el tiempo empleava en oración y otros exercicios espirituales. Vino algunas vezes Juan, duque de Babiera, dissimulando a ver a Liduvina, y comunicava con ella negocios de grande importancia, y salía bien de todo, por lo que ella le dezía y por la oración que por él hazía. Hazíanle limosnas a Liduvina diversas personas, y ella las recebía porque ganassen su mérito, y lo más repartía a pobres. Entraron unos soldados en el aposento donde estava, y robáronla lo que tenía, y a ella la dieron muchas heridas, añadiéndose esto a sus enfermedades, que no se le aliviavan. Antes porque un cirujano le puso medicamentos de bálsamo en el braço donde tenía el fuego sacro, y se le reintegró, aunque quedando en él algunas llagas, diole Dios otras enfermedades de nuevo, como epilepsia, que es gota coral, apolexía, amencía, y otras tales, tanto que fue cierto en el discurso de la enfermedad padecer a tiempos todas cuantas se padecen en el mundo, que son conocidas de médicos, y otras ignoradas por ellos. La demencia o falta de juizio le duró una hora, y, preguntada qué sintió en aquel tiempo, respondió:
-No otra cosa sino andar mis sentidos vagueando por los aires.
Vino la hora de su muerte y sus dolores crecieron en sumo grado. Particularmente el bulto o piedra que tenía en el pecho la atormentó sobremanera, tuvo vómitos en que echó parte de la hiel de su cuerpo. Estava un niño con ella, díxole viéndose morir:
-Oxala se supiessen los crueles dolores que padezco.
El niño, llorando, dixo:
-¿Quieres, señora, que llame a tu confessor?
Y, sin esperar respuesta, fue y le llamó. Vino él y algunas otras personas de las que estavan con ella de ordinario, y llegando a la cama vieron que estava muerta. Descubrieron su cuerpo y hallaron /(137v)/ que tenía juntas las manos, lo cual en su enfermedad nunca pudo hazer, y avía dicho que cuando esto fuesse, moriría. Halláronle un ceñidor de cerdas rodeado a su cuerpo, el cual era mucho de ver, porque el que en vida estuvo feo y lleno de llagas, y en parte que no avía sino solos los huessos y nervios, después de muerto, estava entero y hermoso, particularmente su rostro, que ningún pintor pudiera formarle tan hermoso y bello. Sólo en algunas partes parecían las señales de las heri- das | que los soldados le dieron. Fue sepultada con grande magestad y pompa, respectándola como a santa toda aquella comarca, que se juntó a su entierro, aviéndola tenido algunos días sin sepultar. Lo dicho es de fray Juan Brugnamo, franciscano que escrivió su Vida, aviendo sido testigo de mucho de lo que dize. Y refiérelo Surio, tomo séptimo. Yo me he detenido en esto por ser todo tan proprio del presente Discurso, y ser cosa rara y de que se pueden sacar importantes provechos. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] El rey Antígono tenía en su exército un soldado llamado Itamo, enfermizo, mas valiente y esforçado por estremo. Curóle, y estando sano tornóse cobarde. Preguntóle la causa y respondió:
-Estando enfermo desseava la muerte. Aora, sano, estimo en mucho la vida.
Dízelo Brusón.

[2] La locura es enfermedad, y de que sanan tarde los tocados della. Fuelo y no poco Menecrates, médico. Escrivía a Filipo, rey de Macedonia, y mombrávase Júpiter en la Carta, porque presumía de sí que era Dios. Quiso curarle el rey, y celebrando un solemne combite, hallóse en él Menecrates. Mandóle Filipo poner mesa aparte, y assentado en ella truxeron una regilla o perfumador, y echávanle encienso a tiempos, con que el loco esta- va | contentíssimo, pareciéndole ya que era Dios de veras, pues el rey mandava que le ofreciessen el encienso. Los demás combidados dávanse prissa a comer manjares sabrosos y preciosos; a Menecrates no avía más de darle humo a narizes. Fatigávale la hambre, levantóse de allí quexándose del rey, mas él dixo que dexasse de tenerse por Dios y se reconociesse por hombre y enfermo de locura, que haziendo esto y assentándose con los otros podría comer, lo cual él concedió y quedó sano. Dízelo Eliano, libro doze.

[3] También es enfermedad el ser mentecapto y tonto. Refiere Ludovico Brusón a Melítides, que con grande estudio llegó a saber contar hasta cinco. Y Amfístides era tan tonto que no sabía si le avía parido su padre o su madre.

Fin del Discurso de Enfermedad. |