DISCURSO VIGÉSIMO OCTAVO. DE FE



Grande argumento es de la verdad de nuestra Fe Santa ver que, siendo los judíos gente obstinada y de dura cerviz, por predicarles el Apóstol San Pedro, que ni avía estudiado Letras Sagradas en Universidad, ni Retórica y Elocuencia en Estudio Público, se convirtiessen, como dize San Lucas en el capítulo segundo del Libro de los Hechos Apo - stólicos, | en un día tres mil hombres, y otro día, cinco mil. Ni era solamente gente del pueblo la que se convertía, pues también avía entre ellos gente principal y de letras, y uno solo valió por muchos, que fue San Pablo, doctíssimo en la Ley Judaica, y que tanto la favorecía, mostrándosele después muy más contrario. Confírmase lo dicho con que, aviendo el Imperio Romano subjetado casi todas las naciones del Mundo que se sabían en tal sazón, aunque lo desseó y procuró cuanto le fue possible quitar la Fe y memoria de Cristo /(150r)/ de sobre la tierra, no pudo salir con su intento, ni hazerle daño. Davan muertes a los cristianos con exquisitos tormentos, y sucedía que los mismos que los mandavan matar, de repente se mudavan, convertíanse y querían ser del número de los mismos mártires. De modo que se vido diversas vezes ser causa la muerte de uno de que muchos se convirtiessen. Veían señales y maravillas en los tormentos que padecían los mártires, por donde el perder ellos las vidas les era agradable. Y si ninguna cosa vieran que les moviera a hazer esto, mayor milagro era que a solas palabras llanas y desnudas creyesse el mundo, y los mismos emperadores romanos, subjetándose a los que antes pretendían quitar las vidas; siendo tan poderosos, perseguían con su poder todo a hombres pobres, sin armas, desnudos, que no se defendían, sino que desseavan morir por Cristo, y era ésta la grandeza de nuestra fe, que, persiguiendo, atormentando y matando, los emperadores y reyes quedavan vencidos, y la religión, que por servir a sus ídolos procuravan destruir, dexando la de sus ídolos, de su voluntad la recibieron. Ni les fue caso vergonçoso confessar públicamente la Fe de Cristo, la cual, siendo también públicamente perseguida por ellos, no pudieron destruir. Y assí, no queda sino que alegres con tan glorioso triumfo, cantemos con David en el Salmo veinte y cinco: «Todos los dioses de los gentiles son demonios; el Señor hizo los Cielos». El Discurso trata de la Fe.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Cosas eran dificultosas las que Dios prometió a Abraham, y creyóle, por lo cual dize la Escritura Sagrada que le fue reputado a obra justa y santa. Y no porque le mandasse sacrificar a su hijo tuvo dubda de que tendría dél generación, como le avía sido prometido, sino que, como escrive el Apóstol San Pablo, en esperança creyó contra la esperança; creyó que aunque le matasse tendría nietos y descendencia, por avérselo dicho Dios. Es del Génesis, capítulo quinze, y de la Epístola a los Romanos, capítulo cuarto. |

[2] Moisés hizo grandes señales y maravillas en presencia de Faraón, y siempre resistía él, y sus magos y hechizeros, hasta que, convencidos, dixeron los magos: «Dedo de Dios es éste».
Y Faraón, que no quiso creer, fue ahogado en el mar Bermejo y pereció. Y también perece el demonio en las aguas del Baptismo, en que se da fe a los que le reciben. Refiérese en el capítulo octavo del Éxodo.

[3] Cuando Jonatás, hijo de Saúl, quiso acometer con sólo un criado suyo a todo el exército de los filisteos, fe tuvo, diziendo: «No es dificultoso al Señor dar victoria con pocos o con muchos». Y es del Primero de los Reyes, capítulo catorze.

[4] Grande fe tuvo David cuando salió a pelear contra Goliat Gigante, que dixo:
-Tú vienes a mí con espada y lança, y yo voy a ti en nombre del Señor.
Y assí alcançó victoria dél. Es del Primero de los Reyes, capítulo diez y siete.

[5] Elías Profeta, contendiendo con los sacerdotes del ídolo Baal delante del rey Acab, concertóse con ellos que ofreciessen dos bueyes apartadamente, uno en nombre del Dios de Israel, que adorava Elías, y el otro en el nombre de Baal, y el que embiasse fuego sobre su sacrificio, fuesse venerado y tenido por Dios. Los sacerdotes de Baal, desde mañana hasta el medio día dieron bozes pidiendo fuego, y aunque tenía harto en el Infierno, donde estava, no les dio una centella. Elías compuso su Altar, y sobre la carne derramó mucha agua, y invocando el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, baxó fuego que abrasó el sacrificio y consumió la agua toda. Conmovido el pueblo que estava a la mira con este milagro, creyó en el verdadero Dios. Obedeció a Elías, su siervo, y mataron a los sacerdotes de Baal. Hizo oración el profeta y embió Dios agua a la tierra, con aver tres años y medio que no llovía, y la tierra dio fruto. Restauró la fe lo que la perfidia tenía destruido. Es del Tercero de los Reyes, capítulo diez y ocho.

[6] Josafat, rey de Judá, teniendo junto /(150v)/ su exército para salir a pelear contra quien le tenía conocida ventaja, díxoles:
-Creed al Señor Dios Vuestro y estaréis seguros; creed a sus profetas y todo os sucederá prósperamente.
Creyeron como el rey dezía, y quedaron con victoria. Refiérese en el Segundo del Paralipomenon, capítulo veinte.

[7] Los amigos de Daniel, viéndose amenaçados del rey Nabucodonosor, de que los echaría en un horno encendido si no adoravan su estatua, dixeron con grande fe:
-Nuestro Dios, a quien adoramos, nos puede librar de la llama y de tus manos, y, cuando no lo haga, tampoco adoraremos tu estatua. Es del capítulo tercero de Daniel.

[8] Judas Macabeo dixo a sus soldados, mostrando grande fe:
-No ay diferencia en las manos de Dios para librar assí de muchos, como de pocos, pues no está la victoria en ser muchos los soldados, sino en darles fabor el Cielo.
Es de su Primero Libro, capítulo tercero.

[9] Maravillosa fue la fe de los tres Magos, que vinieron de Oriente a Betleem, y, hallando a Jesucristo en lugar pobre y nacido de madre pobre, humilmente le adoraron y le ofrecieron ricos dones, según lo refiere San Mateo, capítulo segundo.

[10] La fe del Centurión, que dixo no tenerse por digno de que Cristo fuesse a su casa, sino que desde el lugar donde estava podía sanar su criado, grande fue y bien alabada del Salvador, como lo dize San Mateo, capítulo nono.

[11] Ni fue pequeña la fe de la muger hemorroísa, que, padeciendo enfermedad de fluxo de sangre, dixo consigo misma: «Sólo con que toque el cabo de su vestidura, tendré salud»; y assí sucedió. Dízelo también San Mateo, capítulo sexto.
[12] La fe de la Cananea por la boca del Salvador fue alabada. La cual no dubdó de alcançar salud para su hija, que estava endiablada, ni desistió de su intento, aunque le fueron dichas palabras de mucho desvío por el Hijo de Dios. Y refiérelo | San Mateo, capítulo quinze.

[13] La Magdalena fe tuvo, pidiendo con lágrimas y muestras de grande sentimiento, no la salud para su cuerpo, que sana estava, sino la de su alma, que tenía enferma. Por donde mereció que el Señor la oyesse y le dixesse:
-Ve en paz, tu fe es grande; perdonados te son tus pecados.

[14] La fe del Apóstol San Pedro levantada fue de quilates, cuando, preguntando Jesucristo qué dezían dél, respondió:
-Tú eres Hijo de Dios vivo.
Es de San Mateo, capítulo diez y seis.

[15] A Tomé Apóstol reprehendió de poca fe el Salvador cuando le dixo después de su Resurrección:
-Entra tu dedo en mis llagas y no seas incrédulo, sino fiel.
Y, respondiendo el Apóstol:
-Señor mío y Dios mío,
en las cuales palabras confessó a Cristo por Dios, el Salvador replicó:
-Porque has visto, Tomé, creíste. Bienaventurados los que sin ver creyeron.
Es de San Juan, capítulo veinte.

[16] Llegando San Pablo a Pafo privó de vista a Barieu Elima, mago, porque pretendía estorvar que no recibiesse la fe Paulo, procónsul en Cipro, y quedó el miserable sin ver el Sol que nace sobre justos e injustos por ir tan apartado del Sol de Justicia. El procónsul siguió al Apóstol, dexando al mago, juzgando que no avía en él lumbre de verdad, aviéndole sido quitada la lumbre de los ojos, sino que estava en el que, enseñando verdad, al que la contradezía dexó en tinieblas. Es de los Hechos Apostólicos, capítulo diez y siete.

[17] Estéfano Levita, como hiziesse en defensa de nuestra fe santa grandes señales y prodigios en el pueblo, levantó contra sí grande persecución de los infieles, conspirando los judíos de la Sinagoga de los Libertinos, Cirenenses, Alexandrinos, Cílicos, y de Asia, procurando con argumentos debilitar la fe predicada por él, aunque no pudieron resistir a su espíritu y sabiduría. Y, viéndose avergonçados de que tantos fuessen vencidos de uno, deponen dél falsamente aver dicho palabras /(151r)/ de blasfemia contra Moisés y contra Dios. Y assí, a quien con argumentos no pudieron vencer, con fuerça y violencia, a pedradas, le quitaron la vida. Y sucedió aquí que Estéfano fiel vido los Cielos abiertos en su muerte para ser recebido en ellos, y por el contrario nadie dubda que los infieles veen abiertos los Infiernos para ser dellos tragados. Es del capítulo sexto del Libro de los Hechos Apostólicos.

[18] Cierto eunuco de la reina de Candace que vino a adorar a Dios en el templo de Jerusalem, y a la buelta iva en un coche leyendo la Profecía de Isaías , y, juntándose con él Filipe, un diácono, y del número de los setenta y dos discípulos del Señor, predicóle a Cristo y su Evangelio, y la necessidad del Baptismo. Y como llegassen a un estanque de agua, dixo el eunuco:
-He aquí agua, ¿ay impedimento alguno para que yo sea baptizado?
-No -dixo Filipe-, si crees de todo coraçón.
-Yo creo -replicó el eunuco- que Jesucristo es Hijo de Dios.
Y con esto Filipe le baptizó. Y es del Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo octavo.

[19] Simón, llamado el Mago, tenía engañados a los samaritanos, y llegó el negocio a que se hazía entre ellos una virtud grande del Cielo. Y como llegasse en | aquella tierra Filipe Diácono y predicasse el Evangelio de Cristo, confirmando lo que predicava con milagros, toda la tierra de Samaria recibió la fe y Baptismo, y está claro que vieron en el discípulo de Cristo mayores milagros, más ciertos y evidentes, que en el Mago. El cual, viéndose inferior a Filipe, también dixo que creía, y se baptizó, no con ardor de fe, sino convencido de ver las obras que no podía él hazer, y pensó que, recebido el Baptismo, haría otras semejantes. Vino el Apóstol San Pedro a poner las manos sobre los baptizados, confirmándolos en la fe, y recebían el Espíritu Santo, lo cual visto por Simón, hizo dineros, y con una buena pella dellos fue al Apóstol y ofrecióselo porque le diesse gracia que baxasse el Espíritu Santo sobre quien él quisiesse, y en esto mostró que le faltava y desseava lo que en el Apóstol conocía. Y si ofreció dinero fue por pensar que, teniendo tal gracia, ganaría lo que dava y mucho más. Respondióle el Apóstol que su dinero fuesse en su condenación. En el Mago se vido flaqueza y avaricia; en el Apóstol, virtud de fortaleza y menosprecio del dinero. Lo dicho es del capítulo octavo del Libro de los Hechos Apostólicos.

Hasta aquí se colige de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Juan Evangelista, estando en Efeso y queriendo entrar en un baño, vido a Querinto Herege. Sacó el pie de la agua y dixo a los que ivan con él:
-Huigamos de aquí porque el baño no se hunda sobre nosotros, aviéndose lavado en él Querinto, enemigo de la verdad.
Refiérese en la Historia Eclesiástica , libro cuarto, capítulo catorze, y dízelo San Ireneo, libro tercero, capítulo tercero. Y en los mismos lugares se escrive de San Policarpo Mártir que, encontrándose con Marción Herege, el herege preguntó al santo, y díxole:
-¿Conócesme?
Y respondió:
-Conozco al primogénito de Satanás.
Y apartóse luego dél, haziendo lo que amonesta San Pablo escriviendo a su discípulo | Tito, capítulo tercero, que se aparten todos y eviten la conversación y trato de los hereges. Y San Juan, en su Segunda Carta, encarga que nadie hospede en su casa al herege, y que, encontrado por la calle, ninguno le hable palabra.

[2] Grande augmento en confirmación de nuestra Fe se colige de un hecho que hizo San Basilio. El cual, estando enfermo y cercano a la muerte, curávale un judío llamado Josef, doctíssimo en Medicina, el cual, visitándole un día por la mañana, con mucha pena (porque le quería bien) dixo que moriría a la tarde. Oyólo el santo, y dixo:
-Y si mañana fuere vivo, ¿qué será?
Respondió el judío:
-Que si mañana tuvieres vida, yo me tornaré cristiano. /(151v)/
Esto dixo no porque tuviese gana a la sazón de serlo, sino por estar certíssimo que moriría aquella tarde. San Basilio aceptó el concierto, y no tanto por desseo que tuviesse de vivir, como por gana de que se convirtiesse aquel hombre, hizo oración a Dios y pidióle vida para el día siguiente. Concediósela su Magestad, y diole fuerças para que se levantasse sano a hora de tercia, y fuesse a la iglesia. Y, confundido el judío de tan gran milagro, se baptizó por el mismo San Basilio, el cual diversas vezes avía procurado con testimonios de la Escritura convertirle, y no fue parte, y con este milagro lo acabó con él. Bolvió a su lecho, y de a poco espiró. Vídole el nuevo cristiano muerto, y dixo:
-Oh, santo varón, verdaderamente porque quisiste moriste, que si no quisieras, yo fío que alcançaras de tu Dios y mío la vida por muchos días, como la alcançaste por el presente para mi remedio.
Refiérelo Amfiloquio, en la Vida de San Basilio.

[3] San Silvestre Papa fue el primero que vido el Romano Imperio sujeto a Cristo, aviendo recebido la Fe el emperador Constantino. Cuya madre Helena, estando en Bitinia y siendo cierta de la conversión del hijo, escrivióle que se holgava de que huviesse dexado la adoración de los ídolos, como vana y sin fundamento, mas que el aver recebido por Dios al que murió en una Cruz le parecía inconveniente, y que pudiera averse hecho judío. Y sobre esto la reina fue a Roma y llevó consigo doze judíos doctos en su secta para que disputassen con San Silvestre, y hizieron juezes a algunos gentiles, grandes filósofos, como Cratón y Zenófilo. A los judíos convenció el Santo Pontífice en los argumentos, y vinieron a la prueva de milagros, donde Zambrí, judío y grande encantador, derribó con sus encantos muerto a sus pies un ferocíssimo toro. Y al mismo tornó a vida y dexó muy manso San Silvestre, haziendo oración a Dios, lo que no pudo el judío, porque tenía esciencia de muerte | y no de vida. Todos se confessaron por vencidos, subjetáronse a San Silvestre y començaron a adorar y reverenciar a Cristo, a Quien antes perseguían y calumniavan, cumpliéndose lo que dixo Isaías, capítulo sesenta: «Vendrán a Ti humillados los hijos de los que te calumniavan, y adorarán la tierra que pisaron tus pies los que te murmuravan y perseguían». Lo dicho es del Pontifical Romano, capítulo treinta y cuatro; de Surio, tomo sexto; de Usuardo; y refiérelo Marulo, libro segundo.

[4] Juan, natural de Damasco, hijo de Mesué, judío doctíssimo en su secta, y que entendía no sólo la lengua hebrea, sino la griega, éste, sin ser forçado, sino de su voluntad y gana, fue a la iglesia y se hizo baptizar. Sabio era en la Ley de Moisés y no ignorava los Profetas, y noticia tenía grande de los Salmos de David, y por penetrar todo esto y entenderlo bien, creyó en el que se halla escrito en todos estos lugares. Y como el mismo Hijo de Dios dixo: «Escudriñad las Escrituras, que ellas dan testimonio de Mí». Y lo refiere San Juan, en el capítulo tercero. Y en otra parte: «Si creyéssedes a Moisés, por ventura creeríades en Mí, pues de Mí escrivió él». Dixo «por ventura», que es lo mismo que forsitan, porque sabía que algunos dellos, creyendo a Moisés, eligieron antes morir en su obstinación y dureza, que en Cristo, predicado por él. Dízelo Juan Patriarca, y refiérelo Marulo.

[5] Avemos puesto algunos exemplos en favor de nuestra Fe santa contra judíos; pongamos otros contra gentiles. Y sea uno de San Bartolomé Apóstol, que, predicando en la India, entró en el templo de Astarot, el cual enmudeció y no dio más oráculos o respuestas, hasta que dándole licencia el Apóstol y mandándole que respondiesse, dixo que no era Dios, sino diablo que engañava a los hombres, y que los que le adoravan irían con él al Infierno. Y luego, por la oración del Apóstol el ídolo fue convertido en polvo, y el demonio fue visto visible encadenado, y todos entendieron la ceguedad en que es- tavan. /(152r)/ El demonio, dando un espantoso aullido, desapareció, y el pueblo se convirtió. El templo fue hecho iglesia, el rey Polemo se baptizó y, dexando el reino, se hizo discípulo del Apóstol, para servir a Cristo en pobreza el que en riquezas y señorío avía servido al demonio. Dízelo Abdías.

[6] Predicando San Juan Evangelista la Fe en Efeso, para comprobarlo con milagros, pidiéronle que invocando el nombre de Cristo derribasse el templo de Diana, ya otra vez abrasado y reedificado de nuevo, y assí lo hizo, porque, confiando los de aquella ciudad en Diana, entendiessen que podía nada valerles, pues no se podía valer a sí. No se contentó con esta señal Aristodamo, sacerdote de aquel templo. Pidió otra, y fue que confacionó una bevida venenosa que mató a algunos condenados a muerte, y dixo al Apóstol que la beviesse, y él lo hizo sin daño, cumpliéndose lo que dize Cristo por San Marcos, en el capítulo último: «Si bevieren ponzoña los que creyeren el Evangelio y le recibieren, no les dañará». Y resuscitó el Apóstol a los que avían muerto con la ponzoña, por lo cual, assí Aristodemo como el cónsul que estava presente, con grande parte del pueblo, dexando la superstición de los ídolos, se baptizaron. Y por mandado del Apóstol, en toda Asia se derribaron los ídolos y se levantaron cruzes en los templos. Dízelo Abdías, en su Vida.

[7] Pergentino y Laurencio, hermanos, fueron presos en la ciudad de Arecio por mandado de Tiburcio Prefecto. Pidióles que no predicassen a Cristo, y primero lo llevó con halagos, ofreciéndoles dádivas y dones, y después les hizo amenazas. Y visto que no respondían a su propósito, mandólos açotar con varas, mas secáronse los braços de los verdugos. Hízolos echar en una cárcel y vedóles dar de comer. Mas allí vino un ángel que les probeyó abundantemente de comida. Sacóles de allí y forçólos a que andassen, los pies descalços, sobre brazas. Y fue sin daño suyo, como si anduvieran sobre arena. | Truxeron allí un ídolo de Júpiter, y amenazólos si no le adoravan. Mas, invocando a Jesucristo los santos mártires, el ídolo de Júpiter fue convertido en polvo. Poco era vencer la crueldad de Tiburcio, si no vencieran también sus ídolos, dexándolos hechos polvo. De donde resultó que muchos gentiles, viendo a los dos santos hermanos, que podían más que sus ídolos, adorados por ellos, convertíanse a Cristo. Visto por el impío tirano, mandó cortar las cabeças a los dos santos hermanos, Pergentino y Laurentino. Y en cosa alguna mostró más darse por vencido que en mandar dar la muerte a los que, si concediera la vida, concedía también la victoria. Es de Surio, tomo tercero.

[8] Augustino, obispo de Inglaterra, siendo embiado por San Gregorio Papa a aquella provincia a predicar a Cristo y su Evangelio, el rey Edilberto y muchos de sus cortesanos fueron baptizados. Quedaron otros sin recebir el Baptismo, y entre ellos los sacerdotes de los ídolos. Y no hallando razones con que defender su causa, tomaron por medio hazer algún milagro. Truxeron un ciego, ignorando que estavan tan ciegos como él, pidieron a sus ídolos que le diessen luz y vista, y fue en vano, como si las piedras pudieran oír. San Augustín hizo oración a Dios y quedó sano, por donde los que estavan presentes se convirtieron, y la provincia de Inglaterra quedó libre del demonio y sujeta a Cristo. Dízelo Beda en su Historia, libro primero, capítulo veinte y cinco, y veinte y seis.

[9] Mucio Abad fue gentil. Exercitávase en ladrocinios, no perdonando iglesias ni lugares sagrados, todo lo robava y profanava. Vido en sueños un varón vestido con un hábito honesto que le amenazava de muerte si no enmendava su vida. Despertó con grande temor, y sin dificultarlo se fue a la iglesia y se baptizó. Hízose ermitaño, y su vida era de suerte que alguna vez mandó al Sol se detuviesse, y lo hizo. Gloríense los gentiles romanos que fueron señores del mundo, que desto /(152v)/ no se gloriarán, que el Sol les obedeciesse, lo cual solamente los católicos lo han hecho. Es de Marulo, libro segundo.

[10] Filetes, discípulo de Hermógenes Mago, disputando acerca de la Fe con Santiago el Mayor y siendo vencido, creyó. Bolvió al maestro, y díxole:
-Fui de aquí mago y buelvo cristiano.
Indignóse contra él Hermógenes, y encantó a Filetes, de manera que no podía menearse de un lugar. Santiago le embió un sudario o paño de narizes, y tocándole quedó libre. Y dexando al discípulo del diablo, siguió al discípulo de Cristo. Sabido por Hermógenes, mandó a los demonios que le truxessen maniatados a los dos, mas cayó en el hoyo que hizo: fueron los malos espíritus y, estando en el aire sobre ellos, bramavan y lamentávanse que, siendo embiados del mago para ligarlos, ellos se hallavan ligados con cadenas de fuego; mas, dándoles licencia el Apóstol, fueron por el mago, y truxéronle bien encadenado a la presencia de Santiago, sin le hazer otro daño. El santo Apóstol le dio libertad, mas, temiendo el mago a los demonios, que ya se le avían rebelado, no osava apartarse de su lado porque no le hiziessen más daño. Hasta que, dándole Santiago su báculo, bolvió a su casa, confiando ya más en aquel palo, por ser del Apóstol, que en todos sus encantos. Quemó los libros de Arte Mágica y convirtióse a la Fe, aviendo bien experimentado ninguna cosa más verdadera ni más fuerte averse dado a los mortales. Es de San Isidoro, en el De Patribus, capítulo sesenta y tres, y de Eusebio, libro segundo, capítulo octavo; y refiérelo Marulo.

[11] Taurino, obispo aurelianense, fue acometido de Cambises y Zamrin, magos, y de sus discípulos, desseando matarle por serles contrario en vida. Signóse él con la Señal de la Cruz, y fueron impedidos para no se le llegar cerca. Con esto quedaron ellos tan enojados y furiosos que se dieron la muerte. Confiérase aora con la vanidad de los magos la virtud de la Cruz de Cristo: aquella quitó | la vida a los que la servían; ésta libra de muerte a los que la adoran. Considerando esto los discípulos de los magos, hiziéronse cristianos, y al santo que aborrecían primero de muerte, ya le preciavan y respetavan. Dízelo Vincencio, en su Espejo Historial , libro décimo, capítulo setenta y ocho, y setenta y nueve.

[12] Cipriano, primero mago y gentil y después mártir, como con todas sus artes y favores de demonios no pudiesse alcançar a Justina, santa donzella, de quien perdidamente estava enamorado, diziéndole que por signarse con la Señal de la Cruz podía más que ellos, mudóse en otro, y hízose cristiano, y acabó santamente la vida con corona de mártir, en compañía de la misma Justina. Es de Surio, tomo quinto.

[13] Dionisio Areopagita, como oyesse predicar al Apóstol San Pablo y le pareciesse bien lo que enseñava, aunque todavía dudoso, dixo que creería enteramente si diesse el Apóstol vista a un ciego que se halló allí presente, invocando el nombre de Cristo. San Pablo le respondió:
-Para que entiendas que en las palabras pronunciadas de mi boca no ay arte mágica, pronúncialas tú; manda que vea esse ciego en nombre de Jesucristo.
Pronunció Dionisio las palabras, vido el ciego, y él dexó el Areopago y siguió al Apóstol, y vino a predicar a Cristo con tanta constancia, que no temió a los tiranos que martirizavan a los mártires, sino que fue uno dellos, y lo tuvo por sumo bien y regalo, considerando que dize el Apocalypsi, capítulo catorze: «Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor». Refiérelo Surio, tomo quinto.
[14] Basilio Magno, de quien ya se ha hecho mención en este Discurso, siendo gentil y aprendiendo buenas letras no hallava cosa cierta entre las sentencias y dichos de los filósofos, hasta que, passado de Atenas en Egipto, rebolviendo la Filosofía cristiana, creyó en Cristo. Bolvió de allí, y en el camino disputó de la verdadera sabiduría con Eubulo, su /(153r)/ maestro; convencióle y convertióle a la Fe. Halló Basilio en la Iglesia lo que no pudo hallar en la Academia y estudio, y enseñó a sus discípulos lo que no aprendió de su maestro. Ambos, Basilio y Eubulo, fueron a Jerusalem para ser baptizados del Patriarca Maximino en el Jordán, como lo fueron. Y al tiempo de baptizarlos, vieron los presentes que estavan rodeados de una luz divina, y fue indicio que antes estavan puestos en tinieblas de ignorancia. Dízele Amfiloquio, en la Vida de San Basilio.

[15] Aviendo puesto exemplos contra judíos y contra gentiles, pondremos otros contra hereges. Nizéforo Calixto, libro quinze, capítulo quinto, dize que, celebrándose el Concilio Calcedonense en la iglesia de Santa Eufemia, donde estava su cuerpo en la ciudad de Calcedonia, los padres que en él se hallaron tomaron dos libros, y en el uno escrivieron los católicos la verdad de nuestra Fe, y en el otro, los hereges sus errores. Pusiéronlos junto al cuerpo de la santa virgen y mártir Eufemia, y estuvieron los obispos toda la noche en oración con los demás que tenían boz en el Concilio, y a la mañana hallaron que tenía la santa en sus manos el libro de los católicos assido, y a sus pies el de los hereges.

[16] El mismo Nizéforo, libro octavo, capítulo veinte y tres, y Gregorio, presbítero cesariense, referido por Lipomano, tomo sexto, en seis de junio, dizen que en el Concilio Nizeno, el cual se celebró año de trezientos y veinte y cinco, y primero que el Calcedonense, murieron dos obispos, llamados Crisanto y Musonio, antes que firmassen lo decretado en él. Fueron los demás obispos una noche a donde estavan sus cuerpos sepultados juntos, y habló uno en nombre de todos, pidiéndoles que, pues avían aprovado con el Concilio que Jesucristo era Dios, lo cual negava Ario, que lo firmassen de sus nombres como todos los demás lo avían firmado. Pusieron la carta | sobre su sepulcro y estuvieron en oración aquella noche, y a la mañana la hallaron firmada de sus nombres, conociendo claramente sus firmas muchos de los que estavan presentes.

[17] Proprio es de los hereges sembrar cizaña sobre el trigo, pervirtiendo la Escritura Sagrada, depravando el sentido católico, contaminando la verdad, introduciendo sectas erróneas y doctrinas falsas y perniciosas. De los cuales, uno, el más endiablado y que más guerra antiguamente hizo a la Iglesia de Dios, fue Ario. Contra el cual oponiéndose Alexandre, Patriarca de Constantinopla, y no siendo parte para resistirle, por razón que del maldito heresiarca con engaños y fingimientos después de aver sido condenado en el Concilio Nizeno y desterrado, dando muestra de estar reducido, con favores del mundo alçándosele el destierro, bolvió a conversar con católicos, y pretendía ser admitido a su primero grado de sacerdote y subir a mayor alteza; visto por Alexandre que razón ni justicia le valía, pidió favor a Dios, y alcançóle, de modo que al punto que iva el perverso herege para ser admitido en la Iglesia y restituido en su estado, en el camino le hirió el Cielo, de suerte que, entrando a proveer su persona, pareciéndole que era necessidad natural, las entrañas se le salieron del cuerpo, muriendo mala muerte. Y fue caso que en aquella sazón puso silencio y temor a todos los que eran de su parte, viendo que a quien el Concilio Nizeno avía condenado, Dios también le condenava. Es de la Historia Tripartita, libro tercero, capítulo dézimo.

[18] Secuaz del perverso Ario fue Olimpio, obispo en Africa. El cual, estándose bañando en un baño cerca de la ciudad de Cartago, dixo una blasfemia herética contra la Santíssima Trinidad, y repentinamente un ángel derribó sobre él tres rayos, con los cuales quedó hecho ceniza. Justamente el malvado fue herido con los tres rayos por /(153v)/ aver ofendido a las Tres Divinas Personas. Y el que le hirió fue uno, porque las tres Personas son un Dios. Fue esto el año de Cristo de quinientos y diez, y dízelo Mateo Palmerio Florentín; y refiérelo Marulo, libro segundo.

[19] Un obispo ariano llamado Cerula, viendo que era confundido en razones y argumentos por los católicos, dio a un estrangero, y que seguía su secta, cuarenta monedas de oro, debaxo de concierto que se fingiese ciego y que era por él restituido en la vista. Hecho el concierto y aguardando tiempo oportuno en que estava mucha gente, assí de los católicos como de los hereges, en una plaça, el fingido ciego començó a dar bozes, diziendo:
-Cerula, mira mi ceguedad, experimente yo tu virtud, que bien sé que das vista a ciegos, oír a sordos, salud a leprosos, y que resuscitas muertos.
Llegó muy hinchado Cerula y tocóle los ojos cerrados con sus manos, y dixo:
-Según la verdad de la Fe que confessamos, sean abiertos tus ojos.
Dicho esto, los ojos de aquel miserable, que antes estava sanos, aunque cerrados de su gana para fingir el engaño, començaron a se hinchar, con tanto dolor del proprio hombre que con los dedos quisiera sacárselos. Descubrió el engaño y concierto de ambos, llorando amargamente. Derramó el oro, diziendo:
-Toma, Cerula maldito, tu dinero, y buélveme la vista.
Y visto su poco remedio, usó de mejor consejo, que llorando y gimiendo se derribó a los pies de los obispos católicos, abjurando la perfidia de los arianos y confessando la verdadera Fe de la Iglesia Católica. Lo cual visto por un santo obispo llamado Eugenio, púsole la Cruz sobre los ojos, y recibió perfeta vista y salud. Refiérese en el Promptuario de exemplos.

[20] San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla, resistió valerosamente a Gaína, general del exército del emperador Arcadio, que no se hiziesse iglesia de arianos en su distrito y patriarcado, pretendiendo que la huviesse el Gaína, | por lo cual tomó contra él mortal aborreci miento. Y fue de suerte que mandó a algunos de sus soldados que de noche fuessen a la casa de Crisóstomo y le pegassen fuego, y si él se librasse dél, le matassen. Fueron éstos a cometer semejante sacrilegio, y llegando cerca vieron muchos ángeles que estavan a la defensa, de lo cual espantados, bolvieron huyendo. Tornaron la siguiente noche con el mismo intento, y fueron también asombrados de los ángeles. El Gaína, que lo atribuía a que tenía gente de guarda consigo, juntando un buen tropel de soldados, acompañándolos él mismo, fueron a lo pretendido. Mas también uvo para él espanto, que le hizo bolver más ligero de lo que avía ido. Y porque creyó que la ciudad toda era de su parte, muy enojado fuese a Tracia, y, recogiendo el exército, hazía daño en el Imperio. El emperador Arcadio, desseando remediarlo sin muertes de hombres, buscava quién fuesse a le hablar, y ofrecióse el mismo santo. Y a su ida el Gaína se aplacó y bolvió de suerte que de feroz león que antes estava, como cordero manso se le humilló. Y fue cosa bien de considerar verle pedir perdón al que antes presumía quitar la vida y le aborrecía de muerte. Restituyó lo que tenía violentado, reparó lo mal hecho, despidió el exército y quedó favoreciendo a los católicos con los mismos azeros con que antes se mostrava por los arianos. Es del Metafraste, y refiérelo Surio, tomo primero.

[21] San Basilio resistió con ánimo valeroso al emperador Valente que no diesse cierta iglesia de católicos a los arianos. Vino el negocio a concierto de que la iglesia se cerrasse, y a cuyos ruegos se abriesse, quedasse con ella. Estuvieron los arianos por tres días en oración, pretendiendo la entrada, y fue todo en vano. San Basilio oró muy brebemente, y tomando un báculo libiano llegó a las puertas de la iglesia, y dixo en boz alta: Attollite portas principes vestras, & clevamini portas aeternales /(154r)/ & introibit Rex Gloriae . Y al punto, como si tuvieran orejas y gana de obedecer, por sí mismas se abrieron. Y con este milagro, sin contradicción alguna, la iglesia quedó por los católicos. Donde, muchos de los arianos, visto el milagro, dexando su error se reduxeron, diziendo que tenían por cierto a solos aquéllos se abriría el Reino de los Cielos, que se abrió la iglesia. Es de Amfiloquio, en la Vida de San Basilio.

[22] Copres, presbítero y ermitaño en la Tebaida, sabiendo que un herege maniqueo pretendía pervertir a muchos de los católicos y que siguiessen su error, procuró verse con él en una ciudad en presencia de mucha gente. Donde hizo acender una grande hoguera, y dixo que fuesse seguida la Fe del que de los dos, entrando en el fuego, no se quemasse. El maniqueo pidió a Copres que hiziesse primero la experiencia, pareciéndole que sería quemado y que no abría quién le pidiesse la palabra. Copres, confiando en Dios, sin ningún temor entró en el fuego, y, bañado dél, salió sin daño alguno. El maniqueo quedó confuso, y apartávase del fuego. Los que estavan presentes assieron dél y le dieron una calda, y porque dio bozes y resistió lo que pudo, quedó sin ser quemado, aunque parte del vestido lo fue, y también su cuerpo sintió la llama. Él dio muestra que seguiría la Fe de los católicos, y por esto le dexaron sin acabarle de quemar, aunque después bolvió a su error y, perseverando en él, atesoró ira para el día della. Dízelo Paladio, en su Lausiaca.

[23] Siendo tocado de la heregía eutiquiana el emperador Anastasio, y no siendo parte el Concilio Calcedonense para que se apartasse della, ni las santas amonestaciones del Papa Hormisda, el cual también con ruegos mezclava mandatos, el emperador lo menospreciava todo, por lo cual le castigó Dios embiándole un rayo con que murió mala muerte. Y fue esto ocasión a que muchos re- beldes | y gente poderosa se reduxesse y recibiesse la Fe de la Iglesia Romana, no dudando ser verdadera aquella religión por la cual Dios assí peleava, que ni los emperadores que le hazían guerra quedassen sin castigo. Dízelo Platina, en la Vida del Papa Hormisda.

[24] Agapito, Pontífice Romano, fue a Constantinopla a verse con el emperador Justiniano, y hallóle tocado de la heregía de los maniqueos, por lo cual le dixo:
-Yo entendí que hablava con Justiniano, príncipe católico, y paréceme que lo he con Diocleciano.
En lo cual mostró cuán grande mal sea la heregía, pues de príncipe católico se trocava en el que fue crudelíssimo perseguidor de cristianos. Mas de la plática del Pontífice sucedió que se reduxo Justiniano y dio tanta autoridad al Pontífice en aquella ciudad que quitó de su silla a Antonio Obispo, por ser maniqueo, y puso en su lugar a Amenas, varón santo. Dízelo Platina, en la vida de Agapito Papa.

[25] Escrive Cirilo, Patriarca Jerosolimitano, que poco después de la muerte de San Hierónimo, cierto hereje llamado Sabiniano hizo un libro pequeño en que puso grandes heregías, y para darle autoridad publicava que era de San Hierónimo. Resultó de aquí grande confusión entre católicos. Tenían a Hierónimo por doctor santíssimo, conocían en el libro errores; dezir que él lo dezía érales grande escándalo. Opúsose contra el herege Silvano, obispo nazarense, y públicamente le arguyó de falsario y que levantava a San Hierónimo falso testimonio. Ofrecióse de que si el día siguiente no pareciesse señal de que el libro no era de quien dezía, que a él le cortassen la cabeça. Sabiniano holgóse deste concierto, creyendo que tal señal no parecería y que sería muerto aquel obispo tan contrario suyo. Vino el día siguiente, y no pareciendo tal señal, Silvano se ofreció a la muerte y tuvo el cuchillo levantado sobre su cuello. Mas a esta sazón apareció en el aire San Hierónimo, y fue visto y conocido de los /(154v)/ presentes. Detuvo el cuchillo al verdugo el santo para que no hiriesse a Silvano, y, buelto al herege, reprehendióle ásperamente de falsario y engañador. Desapareció San Hierónimo, y sin ver cómo avía sido, vieron la cabeça del herege Sabiniano en tierra, apartada de su cuerpo. Y fue ocasión de grande contento y júbilo en los católicos aver alcançado esta victoria de aquel herege, y dieron gracias a Dios y al santo. Los demás se llegaron a Silvano y fueron dél enseñados, y cessó el error que se levantava de aquel pérfido herege. Refiérese esto en una Epístola de San Augustín, que es en número dozientas y seis, capítulo cuarto.

[26] En la provincia de Brabante, estando quemando a un herege, dava bozes, y los demonios le sacavan del fuego. Esto sucedió algunas vezes, y fue ocasión para que los católicos rebolviessen entre sí pensamientos varios, y vacilavan en la Fe. Mas salió de por medio un predicador católico y dixo al obispo y inquisidor que hiziesse traer allí el Sacramento y Cuerpo de Jesucristo. Lo cual hecho, y estando presente, el herege fue tornado a la leña, y pegándole fuego començó a dar bozes como solía, pidiendo que le librassen de la llama, y respondieron los demonios, oyéndolo los circunstantes:
-No podemos, que ha venido otro más poderoso que nosotros.
Y assí el herege fue quemado. Es del Promptuario de exemplos.

[27] En el obispado brixiense vivía un herege dissimulado que fingía santidad, hombre abstinente, muy rezador y recogido. Ocurrían a él de diversas partes como a santo, y se tenía por dichoso el que le tocava o le hablava. Murió y fue sepultado honoríficamente. Vino luego allí un inquisidor y halló por testigos fieles que avía sido herege, y con el parecer del obispo brixiense y de otros varones prudentes dio sentencia a que sus huessos fuessen quemados. Hizieron una grande hoguera, estando presente mucho pue- blo, | y al tiempo de echar dentro los huessos, levantáronlos en alto los demonios, y estavan suspensos en el aire sin quemarse. La gente que se halló a la mira davan bozes, diziendo:
-Muera el obispo con sus consortes, que quieren quemar al santo de Dios por embidia; véase cómo buelve Dios por él.
El obispo temió, y el inquisidor y los demás consultores le animaron, diziendo:
-No ay qué temer; aquí estamos en la defensa de la Fe. Procurad de dezir Missa, que Dios mostrará milagro para que su Fe santa no padezca. El obispo dixo Missa de Nuestra Señora, y al tiempo que levantó en alto el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, con grande estallido dexaron los demonios caer los huessos del herege en la llama que siempre ardía, diziendo en boz alta:
-¡Oh, guidón de la hacha! Nosotros te avemos defendido cuanto pudimos, mas ya no podemos, porque ha venido Quien es más poderoso que nosotros, y Éste es Cristo.
Los huessos fueron quemados y la Fe prevaleció contra los hereges. Lo dicho se refiere en el Promptuario de exemplos, que es un libro hecho por un docto fraile del orden de Predicadores, que coligió lo que allí dize de Vincencio, en su Espejo Historial, y de otros autores graves.

[28] Residía cerca del Jordán un santo viejo llamado Ciriaco en vida solitaria. Vino a verse con él un otro monge estrangero, cuyo nombre era Teófanes, y preguntóle acerca de ciertas dificultades que tenía su parecer, y pidióle remedio para otras tentaciones que le molestavan de sensualidad. Halló en todo tan buen remedio en el santo viejo Ciriaco, que le dixo:
-Verdaderamente, padre mío, no me fuera de tu compañía jamás, si no lo contradixera que donde yo tengo mi habitación seguimos la doctrina de Nestorio, de quien veo que tú eres contrario.
Afligióse el santo viejo oyendo esto a Teófanes, viendo que iva engañado con el parecer perverso del herege Nestorio. Reprehendióle dello /(155r)/ y amonestóle se apartasse de tan mala y perniciosa doctrina, afirmándole que si no seguía la Santa Iglesia Católica y Apostólica, confessando por verdadera Madre de Dios a la Sagrada Virgen María, que se condenaría sin remedio. Respondió el monge:
-Verdaderamente, padre señor, lo mismo que tú me dizes oigo allá a los que siguen a Nestorio, diziendo que tú y los que le contradizen vais condenados. ¿Qué haré, miserable de mí? Ruega, padre, a Dios, que Él me enseñe la verdad, para que sabida de mí, yo la siga.
El viejo Ciriaco recibió contento de oír esto al monge; díxole:
-Quédate aquí en mi celda, y confía en Dios, que Él te revelará cuál sea la verdadera Fe.
El viejo se fue cerca del Mar Muerto y hizo oración por su huésped, y perseveró en ella hasta otro día. Y a la hora de nona vido Teófanes junto a sí un varón terrible, que le llamó y dixo:
-Ven comigo y verás la verdad.
Llevóle a un lugar tenebroso y de mal olor, que echava de sí llamas de fuego, y en medio dellas vido a Nestorio, Eutiques, Polinar, Dióscoro, Severo y Ario, todos hereges, con muchos otros que los siguieron. Luego le dixo:
-Este lugar está aparejado para todos los blasfemos hereges y para los que siguen sus errores. Si te agrada, persevera en tu parecer, y si quieres ser libre dél, llégate a la Santa y Apostólica Iglesia, recibiendo la doctrina que te enseña este viejo santo. Y dígote verdad, que si alguno se exercitasse en todos los actos de virtudes y fuesse falto en la Fe católica y verdadera, que se condenaría.
Bolvió el monge en su sentido, porque esto le sucedió como en éxtasi, y tornando el santo viejo Ciríaco, contóle lo que le avía sido mostrado y redúxose a la comunión de la Santa Iglesia Católica. Residió cuatro años con el santo viejo, y murió en paz. Esto es del Prado Espriritual, capítulo veinte y seis.

[29] Cerca de Hierópolis hazía vida de grande exemplo un monge subido en una coluna de piedra, donde le atormen- | tava el frío del imbierno y le molestava el calor del verano. Ayunava, velava y tenía continua oración. Con todo esto, estava falto en la Fe, porque seguía un error de cierto herege llamado Severo. Vino a noticia de Efrem, Patriarca de Antioquía, varón docto y santo, y, doliéndole aquella alma, que por estar engañada se perdiesse, fue a verse con él y con fuertes razones le persuadía a que dexasse aquel error y se reduxesse a la Fe santa de la Iglesia Católica, y confessasse lo decretado en un Concilio que se celebró contra aquel herege Severo. El monge dixo que no recebiría el Concilio, en cuanto a lo que contradezía a la doctrina de Severo, que él tenía por cierta y verdadera. Y para en confirmación desto, añadió que se encendiesse una hoguera y entrassen en ella el Patriarca y él, y que el que no se quemasse quedasse porque seguía la verdadera Fe. Esto dixo, no con intento de hazerlo (como luego pareció), sino por poner miedo al Patriarca. El cual le respondió:
-Bien fuera, hijo, que obedecieras a tu espiritual padre, que soy yo. Mas, pues son tan altos tus desseos, y que exceden mis fuerças y capacidad, yo confío en Jesucristo, mi Señor y Dios, que para tu remedio se hará lo que dizes.
Y con esto, el santo Pontífice dixo a los que estavan presentes:
-Bendecid a Dios, amigos, y traed fuego y leña aquí, y enciéndase.
Lo cual hecho, dixo al monge que descendiesse de la coluna y que entrarían los dos en la hoguera. El monge, que no lo avía por tanto, se turbó, y no quiso descendir. Dixo el Patriarca:
-¿Tú no pediste semejante prueva? ¿Por qué te muestras cobarde?
Con esto, el santo obispo se desnudó la estola y vestido superior, y llegando al fuego hizo oración a Dios, diziendo:
-Señor Mío Jesucristo, que por nuestro remedio tuviste por bien de hazerte hombre en las entrañas de la siempre Virgen y Señora Nuestra, María, y nacer della, suplícote, Señor, que descubras la verdad.
Y hecha esta oración, arrojó la estola dentro de la llama, donde estuvo por tres horas, /(155v)/ que duraron los leños en hazerse ceniza, y quedó la estola sin daño ni muestra de fuego. Lo cual visto del monge, y entendiendo por este milagro que iva engañado y que el santo Pariarca Efrem le dezía verdad, redúxose y anatematizó a Severo y su error, y recibió la Comunión del Santo Pontífice Efrem, y permaneció como católico y fiel en la verdadera Fe de la Iglesia Santa Romana. Es del Prado Espiritual, capítulo treinta y seis.

[30] Basilio, sacerdote bizantino, afirmava que, estando en Teópoli, vino allí a visitar al Patriarca Gregorio, Cosmas, eunuco y abad de la Laura de Farán, de grande Fe, religión y sabiduría. Estuvo allí algunos días, y murió. Mandóle sepultar el Patriarca cerca de la puerta de la iglesia, donde estava sepultado un obispo herege. Y como cierto día Basilio, el sacerdote, fuesse a hazer oración a aquel sepulcro, estava sobre él un pobre que pedía limosna a los que entravan en la iglesia, el cual, viendo arrodillado por tres vezes al Basilio, y que hazía oración al abad Cosmas, dixo el pobre:
-Ciertamente grande santo era el abad que enterraste aquí dos meses ha.
Basilio le preguntó:
-¿Y conocíasle tú?
-Sí, verdaderamente -dixo el pobre-, porque doze años estuve paralítico, y Dios me sanó por su intercessión. Y siempre que me veo en alguna tribulación y trabajo, viene a mí a consolarme y a darme remedio. Y aun hallo otra cosa sin esto, y es que desde el día que le enterrastes oigo todas las noches que da bozes, y dize: 'No me toques, herege, no llegues a mí, enemigo de la Iglesia Santa Católica' .
Oyendo esto Basilio al pobre, fue al Patriarca y refirióselo enteramente, rogándole que sacasse de allí el cuerpo del santo abad y le sepultasse en otra parte. El Patriarca Gregorio respondió:
-Créeme, hijo, que en nada es ofendido el abad Cosmas de esse obispo, sino que lo ordena Dios assí para que todos entendamos su Fe grande, su zelo y santidad de vida, y en lo que está después de muerto, que es gozando de Dios, y se publique y | declare que el obispo que estava allí antes enterrado no fue católico, sino herege.
Esto es del Prado Espiritual, capítulo cuarenta.

[31] Fue en romería al Santo Sepulcro una matrona llamada Cosmiana, muger de Germano Patricio, la cual estava tocada de la heregía de Severo y, por lo mismo, sin fe. Llegando a la puerta, púsosele delante la Sagrada Virgen María acompañada de muchas santas, y díxole:
-¿Cómo te atreves a entrar en este lugar santo, no siendo de los nuestros?
Pedíale con instancia Cosmiana que la dexasse entrar, y respondíale la Madre de Dios:
-Créeme que no entrarás si no te reduzes y hazes de nuestro vando.
Entendida por ella la ocasión, llamó a un sacerdote ministro del templo, y confessando su culpa redúxose a la verdadera Fe y recibió el Santíssimo Sacramento. Y con esto, sin más serle prohibido, entró y adoró el Santo Sepulcro. Escrívese en el Prado Espiritual, capítulo cuarenta y ocho.

[32] Bien semejante a esto fue lo que sucedió a un duque de Palestina, que, siendo inficionado de la misma heregía de Severo, queriendo entrar en el Santo Sepulcro se le puso delante un carnero que vio por el aire, muy feroz, el cual no poco le espantó y hizo bolver atrás. Advirtieron que se bolvía atemorizado, y no la ocasión de su temor y buelta, Azarías y otros ministros del templo. Salieron a él, y dixéronle:
-¿Por qué, señor, no entras en este santo lugar?
Él respondió:
-Tenéis ahí esse feroz carnero, que me estorva la entrada.
Ellos, admirados, rebolviendo la vista a todas partes y no viéndole, replicaron:
-Anda, señor, que se te antoja, no tengas temor.
Quiso entrar, y el carnero vino a él con mayor ferocidad, y, dando cuenta dello, díxole Azarías:
-Sin duda, señor, que algún pecado tienes que te estorva la entrada en este santo templo. Confiéssale y duélete dél, para que puedas entrar y adorar el Santo Sepulcro. Clemente y misericordioso es el Señor, que te recebirá a penitencia.
El /(156r)/ duque dixo:
-Sin duda grandes son mis pecados.
Con esto se derribó en tierra, y estuvo algunas horas derramando lágrimas, pidiendo a Dios perdón. Levantóse y quiso entrar en el templo, y sucedióle el mismo estorvo. Díxole el sacerdote, advertido desto:
-Sin duda, señor, que alguna cosa particular te estorva la entrada.
Él respondió:
-¿Si es acaso que sigo la doctrina de Severo?
Con esto la detestó y se apartó de ella, confesando su pecado y reduziéndose a la verdadera Fe. Recibió el Sacramento de mano de ministro católico, y con esto entró sin dificultad en el templo, y con grande consuelo suyo adoró el Santo Sepulcro. Es del Prado Espiritual, capítulo cuarenta y nueve.

[33] El abad Andrés, del Dézimo Octavo monasterio, siendo moço andava inquieto de unas partes en otras sin hazer assiento en alguna. Sucedió que, passando por un desierto de Palestina, ivan con él otros nueve moços, amigos también de andar y ver mundo. Uno déstos era industrioso y de agudo entendimiento; otro era judío. Diole a éste de repente una grave enfermedad, de suerte que se moría. Los demás afligiéronse mucho, no sabiendo qué partido tomar, porque la ley de amistad les obligava a no dexarle, y assí cada uno pretendía que fuesse llevado a poblado y donde uviesse gente, porque no muriesse en el desierto, mas viéndole con calentura vehemente, sin qué comer ni qué bever, y que el Sol era recíssimo, el cual a él acabava la vida y a los demás amenazava la muerte, determináronse de dexarle, teniendo por menor inconveniente que uno muriesse y no tantos. Visto por el hebreo que le tendían en la arena para dexarle, con grande ternura y lágrimas les dixo:
-Por aquel Dios | que crió los Cielos y la Tierra, y descendió dellos para salud del linaje humano, y ha de juzgar vivos y muertos, que no consintáis que muera judío, sino que, pues sois cristianos, uséis comigo de misericordia y me baptizéis, y assí, baptizado salga desta vida mortal para la Eterna. Los otros le dezían:
-Verdaderamente, hermano, a nosotros no es lícito hazer lo que dizes, que es proprio de obispos y sacerdotes, y nosotros somos seglares, juntamente con que falta agua en este lugar.
Porfiava el enfermo, y levantando su boz con nuevas lágrimas y gemidos, dezía:
-No queráis, cristianos, privarme de tanto bien y de semejante don divino.
Teníalos esto a todos confusos, sin saber qué hazerse, mas el que entre ellos era industrioso, inspirado de Dios, dixo:
-Levantadle en pie y desnudadle.
Hízose esto no con pequeño trabajo, y teniéndole desnudo y levantado, tomó el industrioso con ambas manos arena y derramóla tres vezes sobre su cabeça, diziendo:
-Sea baptizado Teodoro en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Y los demás respondían: «Amén». Al mismo punto que esto se hizo, el enfermo quedó sano por virtud de Cristo, y tan fuerte y de buen color en su rostro, como si no huviera tenido enfermedad. Y assí, muy contento él y los demás, atravessaron el desierto, yendo él adelante de todos, que era ocasión para dar loores, como los davan, a Jesucristo, autor de tales maravillas. Y llegaron a Ascalón, y fuéronse a presentar a Dionisio, obispo de aquella ciudad, dándole cuenta de lo susodicho. Él, admirado de caso tan estraño y no oído, convocó el clero, y propúsoles el milagro y caso tan maravilloso, queriendo que diessen su parecer: /(156v)/ si la efussión de la arena equiparava a la de agua, y si se podía reputar por Baptismo por ocasión del sucedido milagro. Unos dezían uno y otros, otro. Gregorio, el insigne teólogo, que estava presente, fue referiendo los que en las Divinas Letras se llaman Baptismos, y dixo:
-De Moisés se dize que baptizó en agua, y primero en nuve, y en el mar. San Juan Baptista baptizó, no con costumbre judaica, sino en agua y penitencia. Jesucristo baptizó en agua de Espíritu Santo, y esto es lo perfeto y necessario.
También dize:
-Entendemos que ay otro Baptismo de sangre, que es por el martirio. Destos baptismos sabemos- dezía Gregorio.
Y añadían algunos de los presentes, confirmando con él:
-Ora véase en cual dellos fue Teodoro baptizado, para que aprobemos su baptismo o no lo aprovemos, especialmente oyendo a Jesucristo, hablando con Nicodemus: «El que no renaciere por agua y Espíritu Santo no entrará en el Reino de Dios».
Dezían otros arguyendo:
-Pues, ¿cómo? Porque no se escriva de los Apóstoles que fueron baptizados, ¿osaremos dezir que no entraron en el Cielo?
Otros replicavan a esto, y dezían:
-Esso no. Clemente Alexandrino afirma en sus Estromas que Cristo baptizó a San Pedro, y Pedro a Andrés, Jacobo y Juan, y éstos a los demás.
Todo esto se altercava delante de Dionisio, el perlado, y, oído dél, dixo ser necessario que fuesse baptizado Teodoro en agua, que es la materia deste Sacramento, y no arena, puesto que agradó aquel hecho a Nuestro Señor, por la sana y santa intención de todos, y lo mostró en el milagro que hizo de sanarle repentinamente. Llevó Dionisio al Jordán a Teodoro y allí le baptizó, y al industrioso ordenó diá- cono. | Lo dicho es del Prado Espiritual, capítulo ciento y sesenta y seis.

[34] Fue en tiempo de Teófilo, Patriarca Alexandrino, en Cirene, un obispo llamado Sinesio, filósofo y varón catolicíssimo, el cual tenía un amigo en la misma ciudad de Cirene, llamado Evagrio, condiscípulo suyo en la Filosofía, hombre rico y bien intencionado, aunque era idólatra. El obispo Sinesio hazía cuanto le era possible por traerle a la Fe católica, y no salía con su intento, porque cuando más le apretava y con sus vivas razones parecía convencerle, salía el filósofo con dezir:
-Verdaderamente, señor obispo, entre otras cosas que contradizen a mi entendimiento y me desagradan acerca de lo que creéis los cristianos es dezir que se ha de acabar el mundo y que han de resuscitar cuantos han sido desde su principio en la propria carne y ser que tuvieron, viviendo en él, y que vivirán para siempre, donde cada uno recebirá conforme a sus obras premio o pena; y el que dio a pobres parte de su hazienda por amor de Cristo, vuestro Dios, el mismo Cristo se lo ha de pagar dándole ciento por uno en el Cielo. Esto todo, cuando lo oigo, téngolo por cosa de burla.
El obispo Sinesio replicava que lo podía tener por cosa certíssima, assí aquello como todo lo demás que el cristiano cree y confiessa, y dávale muchas razones sobre el caso. Y tanto supo dezirle un año y otro, sin cansarse, que al cabo vino a convertirse, y se baptizó Evagrio con sus hijos y familia. No passaron muchos días después que fue cristiano, cuando dio al obispo trezientos ducados para que repartiesse a pobres, con condición que le hiziesse una escritura pública, que Cristo en la otra /(157r)/ vida se lo avía de dar multiplicado. Recibió Sinesio el dinero y hizo de buena gana la escritura, contemporizando con él por ser nuevo en la Fe. Vivió santamente el Evagrio algunos años, y vino a enfermar de muerte, y llegándose su ora llamó a sus hijos, y dándoles la carta y obligación del obispo cerrada, mandóles que se la pusiessen en las manos siendo muerto y que le enterrassen con ella, lo cual cumplieron ellos enteramente. Vino el tercero día después de su muerte y, siendo de noche, estando acostado el obispo Sinesio, apareciósele Evagrio y díxole:
-Ve al sepulcro donde está mi cuerpo, y llevarás tu obligación, porque ya recebí de Jesucristo la paga. Y para que seas cierto dello verás en ella la carta de pago de mi propria mano.
Ignorava el obispo de que su obligación fuesse sepultada con Evagrio, y venida la mañana llamó a sus hijos y preguntóles si avían puesto alguna cosa en la sepultura de su padre. Parecióles que les hazía esta pregunta por razón de dineros, y dixeron que ninguna cosa, excepto los lienços y mortaja acostumbrada.
-¿Cómo, pues? -replicó el obispo- ¿Es possible que ni pusistes con él algún papel o reconocimiento?
Acordáronse con esto del hecho, y diéronle cuenta del mandato del padre y obediencia suya, sin saber qué se contenía en el escrito, porque cerrado le recibieron y cerrado le pusieron. Refirióles el perlado su sueño, y juntando algunos de sus clérigos y gente principal de la ciudad, fueron al sepulcro del filósofo Evagrio, y abriéndole hallaron el reconocimiento del obispo en sus manos. Quitáronsele, y, abierto, vieron escrito al pie dél, de su propria letra, estas palabras:
«Yo, Evagrio Filósofo, a ti, santíssimo obis- po | Sinesio, desseo salud. Recebido he lo que se me devía por virtud desta obligación tuya. Quedo contento y satisfecho, assí de lo que me prometiste, como de lo que Cristo, mi Dios y Salvador, me avía de dar».
Los que estavan presentes, viendo testimonio tan maravilloso de nuestra Fe santa quedaron admirados, y por algunas horas levantaron la boz, diziendo Kirie Eleyson, glorificando a Dios, autor de tales maravillas y que cumple tan bien las promessas hechas a sus siervos. Afirma Leoncio Apamiense, varón grave y que muchos años residió en Cirene, que siempre permaneció en el sagrario de aquella iglesia la escritura, donde, entrando a ser tesorero y guarda dél, entre otras joyas, vasos y ornamentos que recibió y juró de guardar fielmente fue esta carta de obligación de Sinesio y de paga y recibo de Evagrio. Lo dicho se refiere en el Prado Espiritual, capítulo ciento y noventa y cinco.

[35] Llegando a la ciudad de Espoleto un obispo ariano acompañado de muchos longobardos que seguían aquella maldita secta de Ario, pidió al obispo de aquella ciudad, el cual era católico, que le diesse iglesia donde a su modo celebrasse. Mas, siéndole negada, dixo con grande sobervia que en la iglesia de San Pablo, que era la principal de la ciudad, otro día, a pesar de quien se lo contradixesse, celebraría. Oído esto por el sacristán de aquella iglesia, que era católico, adelantóse y cerró muy bien las puertas, atracándolas, mató las lámparas y escondióse en el lugar más secreto della. No era bien de día cuando el hereje llegó acompañado de soldados, y visto que no le abrían las puertas, dava orden cómo quebrarlas. Mas repentinamente /(157v)/ se abrieron por sí mismas con grande ímpetu, quebrantadas y echadas por tierra las cerraduras. Acendiéronse las lámparas, sin ver quién lo hiziesse, y junto con esto, el obispo ariano, que tratava de entrar con violencia, quedó ciego, de suerte que, llevándole de las manos, bolvió a su posada. Este caso escarmentó a los longobardos en aquella provincia, de modo que no se atrevieron a hazer fuerça en las iglesias de católicos, ni daño a sus ministros. Lo dicho es de San Gregorio, en el libro tercero de sus Diálogos, capítulo veinte y nueve. Y en el capítulo siguiente escrive también San Gregorio otro caso semejante, y dize que en la ciudad de Roma, en la región Subura, estava cerrada una iglesia que avía servido a los mismos arianos para sus sacrílegos ritos y cerimonias, y queriéndola abrir y purificar llevaron a ella los cuerpos de San Estevan y de Santa Marta (aunque otro original dize de San Sebastián y de Santa Agata). Hízose una muy solemne processión, con concurso grande de pueblo. Estando en ella celebrándose el oficio divino, y la gente bien apretada, sintieron que andava un puerco entre todos gruñendo, oyéndose ya aquí, ya allí. Guiava hazia la puerta, y aunque a muchos les pareció tocarle con sus pies y le oyeron, nadie le vido, y todos quedaron admirados, entendiendo que la Divina Magestad quería dar muestra que salía de aquella iglesia el morador inmundo del demonio. La noche siguiente se oyó grande ruido, como de quien se mudava de unas partes en otras, y augmentóse otra noche en adelante, de suerte que remató con un estampido que parecía averse caído y arruinado todo el edificio por los fundamentos, y con esto, no sonó | más cosa alguna de terror en ella. Otro día, haziendo tiempo muy sereno, baxó una nube del Cielo que rodeó toda la iglesia arrebatándola de la vista, de modo que nadie pudo entrar en ella, aunque gozava mucha gente que estava a la mira de un olor suavíssimo y del Cielo. El siguiente día no pareció la nube, mas vídose en ella otra maravilla, y fue que, estando las lámparas muertas, por sí mismas se encendieron, dándose a entender que avía venido aquel lugar de tinieblas a luz.

[36] Por temor de ser preso y castigado un herege, fingióse estar endemoniado. Hazía todo lo que suele hazer el que tiene demonios. Y visto de algunos que tenían poder para ello, porque se mostrava furioso, atáronle las manos y lleváronle a un hospital, donde le amarraron a un poste. Estava allí un clérigo que verdaderamente tenía demonios, y mirava al otro con sobrecejo. Aguardó que viniesse la noche, y porque sólo creían dél que avía perdido el juizio, andava suelto y tenía aposento y cama de donde podía salir libremente. Buscó leña y pajas, y púsolo alrededor del herege, el cual, estando atado, dissimulava hasta ver en qué parava lo que hazía aquel loco. El cual sacó lumbre de improviso y pególo a las pajas y leña, que començó a arder bien. Visto por el herege, dio grandes gritos, y llamava a quien le valiesse. Mas, por presto que llegaron, defendiéndoselo el clérigo endemoniado, ya estava el herege ahogado del humo y su cuerpo bien chamuscasdo. Fue juizio de Dios, y que el clérigo endemoniado después deste hecho quedasse libre y en su entero juizio, aviendo primero el demonio descubierto el embuste del herege quemado. Dízese en el Promptuario de exemplos. /(158r)/

[37] Justo juizio de Dios es que todos los hereges paren en mal, y que aun en esta vida aya muestras evidentes de que van a la otra a fuegos eternos. Y desto ay exemplos modernos, como fue uno el infernal mostruo y heresiarca perniciosíssimo Martín Lutero. Nació en la villa de Islebio, lugar de Saxonia, del señorío de los Condes de Monsfelt, año de mil y cuatrocientos y ochenta y cinco, día de San Martín, y siendo de veinte años cayó un rayo junto a él, y de miedo se entró religioso en Hefordia, aviéndose graduado de Maestro en Filosofía y estudiado Leyes poco tiempo. Después, el año de mil y quinientos y veinte y tres dexó el hábito y se casó, y hablando propriamente se amancebó con Catarina Bore, que avía sido monja professa en el monasterio de Torgobia, a la cual Leonardo Coppen sacó con otras ocho monjas un Viernes de la Cruz del monasterio y las truxo dos años por burdeles, y no por esso le puso asco al apóstata luxurioso y sucio ver que huviesse tenido tienda pública de su persona, para dexar de casar, esto es, amancebarse con ella. Levantó este endiablado hombre perversas y sacrílegas heregías. Siguiéronle algunos, que también como él fueron heresiarcas, y todos pararon en mal: Zuinglio murió en una batalla y quemaron su cuerpo; Ecomampadio fue hallado muerto en la cama, estando con su muger, aunque más se deve llamar manceba, por averse casado siendo religioso professo. Bucero, otro semejante miembro de Satanás como los dichos, también fue hallado muerto en la cama, todo lleno de cardenales, que se tuvo por cierto que le avía ahogado el diablo. Esto dixo el muy docto Juan Gropero estando en Trento, celebrándose Concilio el año de mil y quinientos y cincuenta y uno. Todos tres pusieron lengua sacrílega en el Santíssimo Sacramento del Altar, y assí acabaron mal, como sucede a todos los que les imitan. Después, el año de mil y quinientos y cuarenta y seis, aviendo sido antes las muertes de los hereges dichos, | aunque fue después cuando lo refirió en el concilio el Gropero, el sacrílego y endiablado Lutero, acostándose una noche bueno, a la mañana fue hallado muerto con un rostro espantable, que no avía quien sin temor osasse mirarle. Calvino, otro heresiarca, cuando moço fue castigado por el pecado nefando con ponerle un hierro ardiendo en el hombro, y después de aver hecho en Francia el daño que Lutero en Alemaña, vino a morir en Géneva comido de gusanos, despedaçándose a bocados sus carnes, diziendo terribles blasfemias. ¡Santo Dios, y que aya gente tan ciega que dé crédito a tales mostruos infernales!

[38] Por confortar el oído, que parece que se atormenta con oír tratar de gente tan mala como son hereges, quiero poner algunos exemplos que también son proprios en este Discurso de Fe, de personas que teniéndola muy viva con el Nombre Santíssimo de Jesús, han sido por él libres y remediados de trabajos y peligros. En Hibernia, estando enfermo un religioso del Orden de los Menores, oyó dezir que se hazían algunos milagros con el nombre de Jesús. Era su enfermedad de graves calenturas; hizo escrivir en una cédula y echar en un baso de agua el mismo nombre dulcíssimo de Jesús, bevió con mucha devoción la agua, y quedó sano de repente. Es del Promptuario de exemplos.

[39] Avía recebido una afrenta cierto hombre y pedíanle que la perdonasse por amor de Dios. Él, muy obstinado y furioso, dixo:
-Ni por Dios ni por el diablo le perdonaré, aunque por ello vaya a arder perpetuamente a los Infiernos.
Llegó a él un religioso devoto, y con su dedo hizo como que escrivía en su frente Jesús Nazareno, y en el mismo punto començó a gemir y se enterneció, y dixo:
-Yo le perdono por amor de Jesucristo.
Refiérese en el Promptuario de exemplos.

[40] Iva de una villa a otra cierto clérigo, vencido de una fuerte tentación carnal que tenía, la cual quería cumplir, y avien- do /(158v)/ de passar de noche por una silva, salió a él un ladrón, cuya ferocidad y pertinacia en hurtar y matar hombres era sin igual. Preguntóle en boz alta, sintiéndole passar:
-¿Quién va por ahí?
El clérigo, todo turbado, respondió:
-Un pobre siervo de Jesucristo.
-¿Y quién es el que lo dize? -añadió el ladrón.
-Es -tornó el clérigo a dezir- un indigno siervo de Jesucristo.
-Tú que hablas, pregunto que me digas quién eres.
El clérigo, de nuevo, turbado respondió:
-Digo que soy un inútil siervo de Jesucristo.
Muy indignado el ladrón de oír esto, dixo por tres vezes:
-¡Oh, tanto Jesucristo, Jesucristo, Jesucristo!
Y aunque lo dezía con enojo y rabia y estava a punto de levantar el braço con la espada para matarle, tuvo tanta fuerça aquel divino nombre, que su empedernido coraçón quedó blando, y assí dexó al clérigo libre, que se bolvió a su casa lleno de temor sin poner en obra su mal intento. Y a la mañana, el ladrón, compungido grandemente y muy contrito fue a la iglesia, y encontrándose con el mismo clérigo, sin que se conociessen, le pidió que le confessasse, estando también ya el clérigo confessando del intento que tuvo. Oyóle, y en la confessión oyó males gravíssimos que avía cometido de hurtos y homicidios. Y como el clérigo mostrasse admiración, y le dixesse:
-¿De dónde te ha venido, hombre miserable, siendo el que eres, tanta contrición?;
respondió el ladrón:
-Esta noche quise robar a uno que passava por cierto despoblado donde yo estava, el cual nombró diversas vezes el nombre de Jesucristo, y dexándole yo libre por oír aquel nombre, y refiriéndole tres vezes, vine a convertirme, y en adelante no quiero ser más siervo del demonio, sino de Jesucristo.
El clérigo se le descubrió, y dixo:
-Pues sabe que yo era el que passava por esse desierto y silva, y sea bendito Jesucristo que me libró a mí y te justificó a ti. Y en adelante yo seré tan su devoto, que por su amor no cometeré más culpa grave, y en ello pondré el recato y di- ligencia | possible.
Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[41] Dio la muerte un hombre a otro. Tenía el muerto un hijo, el cual aguardó al Viernes Santo, en que vido sin armas al matador en lugar acomodado para su intento y desseo, que era de vengarse; llegó a él para matarle. El otro, que se vido en peligro de muerte y sin armas, no tuvo otro remedio sino derribarse delante dél pidiéndole que por la Fe que devía a Jesucristo, el cual en semejante día del en que estavan por todos avía recebido la muerte, que no le matasse. Con esto, el airado moço se compungió, y dixo:
-Por el amor del mismo Jesucristo, yo te perdono.
Y en señal de que le perdonava, le levantó de tierra y le dio beso de paz. Después desto entró en una iglesia, donde estuvo a los oficios divinos. Y al tiempo de adorar la Cruz, el Crucifixo que estava en ella le abraçó, viéndolo cuantos estavan presentes, y se oyó una boz, que dixo:
-Porque oy perdonaste por amor mío al que mató a tu padre, yo te perdono tus pecados, y en señal de amistad te doy beso de paz.
Y con esto, el mismo Señor juntó su rostro al del que hizo este hecho. Por lo cual, todos los presentes y los que dél tuvieron noticia, alabaron al Señor. Refiérese en el Promptuario de exemplos. Semejante caso se escrive de Juan Gualtero, y queda para otra ocasión.

[42] En Constantinopla estava un mercader muy limosnero, y aviendo de hazer cierto camino por mar con sus mercadurías, dávale un judío una grande partida fiada, aunque por no tener quién le fiasse estava penado, pareciéndole que perdía mucho interés si no llevava aquella mercaduría. Dixo para provarle, sin entender si lo haría, si quería por fiador a Jesucristo, su Dios. El judío respondió:
-Yo no tengo por Dios a Jesucristo, mas por entender dél que fue un hombre muy verdadero, santo y profeta, yo le acepto.
Fueron a la iglesia, y delante de un crucifixo se hizo el concierto, y el judío entregó la mercaduría. Con la cual y con /(159r)/ lo demás, el mercader hizo su camino, y le fue muy bien, de manera que hizo grandes ganancias. Y deteniéndose en esto, llegó el plaço en que avía de pagar al judío. Vídose muy confuso y penado, y más por el fiador que avía dado y el otro acetado. Tomó el dinero con una carta en que dava relación de que por estar muy distante no podía él llevarlo, mas que lo embiava con su fiador. Encerrólo en una arca pequeña y hizo oración a Dios en un navío donde se halló, diziendo:
-Señor, la necessidad pide que os suplique hagáis aquí una pequeña maravilla, pues soléis hazerlas muy mayores cuando Vós sois servido. Va mi crédito, y aun a Vos, Señor, os toca algo, que este dinero se dé oy a aquel hombre, porque se cumple el plaço. Señor sois del mar y de los vientos, a Vos lo encomiendo.
Esto dixo, y muy confiado que el dinero vendría en manos del acreedor, echó la arquilla en el mar. Fue cosa maravillosa que en aquel mismo día, aunque la distancia era grande, llegó a Constantinopla y se vido a la puerta de la casa del judío, que vivía junto al mar. Quiso un criado suyo tomar la arca, y fuésele de las manos por la agua. Llamó al judío y él la tomó. Abrióla y sacó el dinero, y la arca echóla debaxo de su cama. Passado algún tiempo, el mercader bolvió a Constantinopla, y viéndole el judío, díxole:
-¡Oh, cristiano, y cuán falto eres de verdad!
-¿Cómo? -dixo el mercader- ¿Y no recebiste tu dinero?
-No -respondió el judío.
Llevóle de la mano y púsole delante del crucifixo que avía dado por fiador, y dixo el mercader:
-Tú, Señor, sabes que embié el dinero a este hombre el día que puse con él.
Oyóse una boz del crucifixo, que dixo:
-Assí es verdad; él tomó el dinero que venía en una arca pequeña, la cual está debaxo de su cama.
Cayó en la cuenta el judío, vídose la arca y el papel escrito por el mercader que se quedó allí, porque de sólo el dinero hizo caso el judío. El cual, viendo semejante maravilla, se tornó cristiano. Lo dicho es de Vicencio, en su Espejo Historial, libro sép- | timo, capítulo ochenta y dos.

[43] En el libro de Vidas de Sumos Pontífices se dize que por los años de Cristo de quinientos, siendo Papa Símaco, convirtióse a nuestra Fe Alamundo, rey de los sarracenos. Fueron luego a él hereges eutiquianos, que negavan en Cristo la humanidad diziendo que no fue hombre sino sólo Dios. Pretendían traerle a su error, alegándole sus razones falsas. Oyóles cuanto le quisieron dezir y cuando se cansaron de hablar, díxoles:
-Sabed, padres, que me ha venido oy una nueva, la más estraña del mundo, y es que ayer, en aquel día murió el arcángel San Miguel en el Cielo.
Ellos començaron a reír desto, diziendo que no era possible que muriesse, por ser inmortal. Replicó el rey, y dixo:
-Pues si es assí que el arcángel no puede morir, ¿cómo es possible que Jesucristo muriesse, si solamente fuera Dios como vosotros dezís? Pues siendo assí que vosotros y nosotros creemos y tenemos por fe que murió, luego también era hombre, y en cuanto hombre pudo morir, y de hecho murió.
Con esto les confundió y hizo ir avergonzados de su presencia.

[44] San Antonio de Florencia, en la segunda parte, título nono, escriviendo del emperador Teodosio; dize que en su tiempo, que fue por los años de trezientos y setenta y siete del nacimiento de Cristo, cessó la idolatría en todas las tierras sujetas al Imperio Romano, mandando este buen emperador destruir todos los ídolos y sus templos, que no fue pequeño negocio de acabar, porque tenían temor grande algunas gentes que les avía de suceder mucho mal; como en Alexandría de Egipto, que estava un ídolo de Serapis, que tenían por cierto que se hundiría el mundo si tocavan en él, y un hombre del pueblo buen cristiano tomó una hacha de azero, y diole un golpe y otro, y poco a poco derribó aquella visarma, hecha de un pedaço de roble medio comido de carcoma. La gente común dava grandes alaridos, mas sin que se ca- yesse /(159v)/ el Cielo, ni se hundiesse la tierra. Antes, atreviéndose más, le pegó fuego, y ardió como paja, no quedando dél sino ceniza. En la misma ciudad de Alexandría se derribó otro ídolo de Canopis muy estimado de aquella gente, en cuyo vientre pareció un vaso, que hinchéndole los sacerdotes de agua distilávalo por algunas partes de su cuerpo, y caía sobre un brasero que ponían allí, y matava la lumbre, con grande admiración de aquella gente ignorante, que tenían por grande el poder de aquel ídolo, pues matava el fuego, que también adoravan los caldeos. Assí mismo se destruyó otro ídolo en Alexandría de Saturno, en el cual, por ser grande y hueco, se escondía una ministro suyo, que con engaño llevava allí mugeres de noche, y aun de las principales de la ciudad, diziendo a los maridos que Saturno quería tratar con ellas, y estava él escondido y salía a la que avía quedado encerrada en el templo, y se aprovechava della y la deshonrava, aunque les parecía a las que les sucedía esto que era grande honra. Este engaño, que se usava no sólo en Alexandría, sino en otras muchas partes, derribando los ídolos se descubrían.

[45] Estéfano, rey de Hungría, varón santo, convirtió su reino a la Fe de Cristo, dio el obispado de Estrigonia al abad Astrico, que le ayudó mucho en la conversión de sus húngaros, y embióle a Roma dando la obediencia al Sumo Pontífice y pidiéndole humilmente que le diesse la corona de Hungría, de manera que tuviesse aquel reino de su mano, y assí, con esta honra, llevasse adelante sus intentos. Avía a esta sazón recebido la Fe Miesca, duque de Polonia, el cual embió embaxadores al Papa dándole también la obediencia y pidiéndole título de rey, de que recibió el Pontífice grande contento, y mandó hazer una rica corona para embiársela con su bendición. Y la noche antes que la avía de entregar a los polacos, apareciósele un ángel, que le dixo:
-Mira que mañana, a la primera hora del día, | vendrán a ti embaxadores de gente no conocida, pidiéndote la bendición y corona de rey para su príncipe. Embiarle has la que tienes hecha para el de Polonia, proque la merece mejor que él.
Desapareció el ángel, y el día siguiente parecieron en su presencia el obispo Astrico con los embaxadores de Hungría, pidiendo para su rey corona y bendición, diziendo que la merecía bien por las muchas gentes que avía convertido a la Fe. Comunicó el obispo con el Papa los demás negocios que traía a su cargo, y, informado de todo el Pontífice, fue grande su contento, y no sólo le embió la bendición con título de rey que pedía, sino la corona que avía hecho para el polaco, y juntamente una Cruz que truxesse delante de sí, que era insignia de Apóstol, diziendo:
-Yo me llamo Apostólico, mas él se puede llamar Apóstol, pues por su ocasión tanta gente ha recebido la Fe.
Refiérelo Surio, tomo cuarto.

[46] Vicencio, en su Espejo Historial , dize que el año de mil y dozientos y veinte y cinco, El Califa, rey de los tártaros, desseando echar de su reino muchos cristianos que residían en él, uno de sus consejeros le dixo que del mismo Evangelio podría sacar motivo para salir con su intento, porque en él se dize que hablando Cristo, su Dios, con ellos, les da palabra que si tuvieren fe, y dixeren a un monte que se eche en el mar, no dudando dello, que se cumplirá. Convocó el Califa a los cristianos y preguntóles si las palabras de Cristo eran verdaderas. Todos le respondieron que sí. Prosiguió su razón, y dixo:
-Pues si dentro de diez días este monte no le passáis a otra parte, todos pereceréis.
Los obispos y sacerdotes convocaron al pueblo y les mandaron ayunar tres días, y hizieron oración porque los librasse en aquella necessidad. Fuele revelado a uno de los obispos que cierto çapatero tuerto del un ojo saldría con esta empresa. Habláronle, y de humilde no se quería poner en ello. Al fin, por obediencia dixo que lo haría. Estavan de una parte /(160r)/ los cristianos con la Cruz de Cristo, y de la otra el Califa con gente de guerra para matar a los cristianos no saliendo con su intento. Hizo oración el çapatero pidiendo a Dios que no permitiesse que tantos cristianos muriessen. Levantóse y mandó al monte que se derribasse en el mar, y al punto fue hecho. Por lo cual muchos de los paganos se convirtieron a la Fe.

[47] El estar en España tan viva la Fe, y el no poder hereges hazer en ella el daño que en otras provincias y reinos han hecho, es misericordia de Dios, y úsala por medio del Santo Oficio de la Inquisición, que es el querubín que con la espada de fuego defiende la entrada del Paraíso Terreno, la cual pusieron en el punto que está los Reyes Católicos, comunicándolo y alcançándolo del Romano Pontífice. Y no sólo estos gloriosos reyes por esta vía procuraron que estuviesse firme la Fe en España, sino que trabajaron mucho en quitar los estorvos y inconvenientes que la podían desquiciar en algunos particulares. Y por este fin hizieron guerra a los moros de Granada y se la ganaron el primero día del año de mil y cuatrocientos y noventa y dos. Y en el mismo año, último día del mes de março, estando los mismos reyes en su villa de Santa Fe, junto a Granada, se publicó premática contra los judíos de España, que dentro de cuatro meses saliessen della con sus mugeres, hijos y esclavos que no fuessen cristianos, y con sus haziendas, excepto algunas que se vedan sacar destos reinos. Después, el año de mil y quinientos y cuatro, en veinte y cuatro de noviembre, | murió en Medina del Campo la reina doña Isabel, de edad de cincuenta y cinco años. Fue muger honestíssima, hermosíssima, muy sabia y muy católica. El rey don Fernando murió en Madrigalejo, aldea de Guadalupe, de edad de sesenta y cuatro años, en veinte y dos de enero, y en el de Cristo de mil y quinientos y diez y seis. Cincuenta días antes avía muerto el Gran Capitán, don Gonçalo Fernández, en su villa de Loxa, en dos de deziembre, año de mil y quinientos y quinze. De quien escrive el autor de la Historia Pontifical que, aviendo ganado el reino de Nápoles, tomávanle cuenta por orden del rey don Fernando, aviéndole puesto en mal con él algunos embidiosos, molestávanle la cuenta, y hecho el cargo, dixo:
-Assentad, señores, que pues se me toma tan estrecha cuenta, quiero cobrar lo que alcançare, aunque pensava no hablar en ello. Lo primero, que yo gasté para ganar la gracia y favor de Dios y de sus santos, porque saliesse bien de todos mis negocios, en que cada día arriscava la vida y mi hazienda, dozientos mil y setecientos y treinta y seis ducados, y nueve reales, los cuales todos repartí en limosnas entre frailes, monjas, clérigos y personas de buena vida, huérfanos, viudas y necessitados. Y assí mismo para saber los secretos de mis enemigos y para tener aviso de sus designos y consejos gasté en espías y en otros tratos seiscientos mil y cuatrocientos y noventa y cuatro ducados y medio.
Oyendo esto el rey don Fernando, echólo al palacio, y llevólo por vía de donaire, mandando que no se hablasse más en ello. |


EXEMPLOS ESTRANJEROS


[1] Hierón Tirano preguntó a Simónides Filósofo qué cosa era Dios. Pidió de término un día para responder, y aquél passado, pidió dos, y luego cuatro, y assí iva siempre pidiendo doblado tér- mino. | Y preguntando la causa destas dilaciones, respondió:
-Cuanto más lo considero, tanto me parece el negocio más dificultoso.
Refiérelo Brusón.

Fin del Discurso de Fe.