/(160v)/ DISCURSO VIGÉSIMO NONO. DE FELICIDAD
En el templo que en visión fue mostrado al Profeta Ezequiel, dize en el capítulo cuarenta y
seis de su Profecía que tenía dos puertas: una, a la parte del Mediodía; otra, al Aquilón. Y era ley
que cualquiera que entrasse por la una destas puertas avía de salir por la otra, si no era el Sumo
Sacerdote y príncipe, que entrava y salía por una misma. La puerta del Mediodía es figura de la
felicidad y prosperidad; la del Aquilón, de la adversidad y trabajo, y es ley que quien en esta vida
entra por la una destas puertas ha de salir por la otra. Y assí, quien entra por la puerta de la felicidad
y prosperidad goza de grandes bienes y regalos, poniendo en ellos su bienaventurança, sin acordarse
del Cielo; al salir della por la muerte será para trabajo y miseria del Infierno. Al contrario, los que
entran por trabajos y miserias, padeciéndolo en esta vida con paciencia y por amor de Dios, saldrán
a la felicidad y prosperidad de la Bienaventurança. Lo cual tiene excepción en el príncipe y Sumo
Sacerdote, y quiere dezir que ay algunos tan buenos que viven en esta vida muy contentos, porque
con igualdad llevan cuanto les sucede sin perder punto en el camino de la virtud. Éstos tienen bien
en esta vida y en la otra. Otros, por el contrario, tan malos, que en ésta y en aquélla padecen, aquí
comiença su Infierno. Exemplo de los primeros fue San Pablo, que en medio de sus penas y trabajos
estava contentíssimo; y exemplo de los segundos fue Nerón, que en medio de sus contentos tenía
vida de Infierno. En | este Discurso
se trata de la Felicidad, de que se verán diversos exemplos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] La felicidad del primer ángel, luego que Dios le crió, fue grandíssima. Su hermosura, su sabiduría,
sus fuerças: en todo lo natural no avía más que dessear. Faltávale el ser bienaventurado. Pónele
Dios precepto que lo procure con favor divino, dize: «No, sin esse favor puedo alcançarlo, que en
mí ay partes para todo. Subiré -dize por Isaías, capítulo catorze-, y pondré mi silla junto al Altíssimo,
y assí como Él es bienaventurado por Sí y sin valerse de otro, assí lo seré yo». Desvanecióse, cayó
en la mayor miseria que tiene criatura.
[2] Algo se pareció a Lucifer Adam, nuestro Primer Padre. Crióle Dios con todas las partes de la
felicidad que pertenecían a humana criatura, pónele precepto que no coma de un árbol del huerto y
vergel a donde le truxo luego que le formó, y diole licencia que comiesse de todos los demás. Quiso
él más agradar a Eva, su muger, que le pidió que comiesse de aquella fruta. Comió della y cayó en
la suma miseria y desventura, y della nos cabe a todos parte. Es del tercero capítulo del
Génesis.
[3] La felicidad del rey Salomón, él mismo se pone a dar noticia della en el primero y segundo
capítulo del Eclesiastés, diziendo:
«Yo, Eclesiastés, fui rey de Israel en Jerusalem y procuré provar todo lo que es agradable y
da contento a los hombres. Edifiqué casas, planté viñas, hize huertos y jardines y poblélos de todo
género de frutales. Labré estanques, en que se juntavan muchas aguas, con que se regavan silvas y
arboledas. Sin esto, fui señor de esclavos y esclavas y tuve grande familia. Mis ganados mayores y
menores eran tantos que ninguno de los reyes que reinaron antes de mí en Jerusalem los alcançó a
tener. Llegué plata y oro y dilaté mis estados, tierras y provincias, trayéndome de todas partes
tributos /(161r)/ y pechos con que crecía el tesoro. Tuve capilla de cantores y de cantoras, ni me
faltaron vasos riquíssimos para servicio de mi casa. Con esto, alcançé sabiduría, sin que en ella otro
me hiziesse ventaja. Ninguna cosa dessearon mis ojos que no se la diesse, ni me pidió deleite mi
coraçón que no le provasse».
Esto es lo que dize Salomón de sí. Y en el
Tercero Libro de los Reyes, capítulo cuarto, se
declara más su felicidad, diziendo que se gastava cada día en su casa treinta hatos o celemines, y
esto de flor de harina, de que hazían pan para su mesa, y otros sesenta de la harina ordinaria, de que
se massava para los familiares y criados. |
Gastávanse diez bueyes gruessos, y veinte de dehesa, y
cien carneros (esto era sin la caça de ciervos, cabras, búbalos y aves). Era señor desde Dam a
Bersavé, en que avía muchos reyes que le pagavan tributo, y todos gozavan de paz. Dize más la
Escritura, que tenía Salomón cuarenta mil pesebres poblados de cavallos de carro, y doze mil de
silla. Y en el capítulo onze del mismo Libro Tercero de los Reyes
, se dize que tuvo Salomón setecientas mugeres, con título de reinas, y trezientas concubinas. De toda esta felicidad y grandeza vino a
tanta miseria y desventura, que se duda, y aún no se acaba bien de averiguar, si se salvó o se
condenó.
Lo dicho se coligió de la Escritura Sagrada. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Brunechilde fue hija de Atanagildo, rey de España, muger de alto entendimiento, hermosa y
agraciada. Casó con Sigiberto, rey de Francia, el cual, teniendo guerra con Childerico, murió Sigiberto
en batalla y quedó viuda Brunechilde. Y por agradar al mismo Childerico casó segunda vez con
Meroveo, su hijo, y vídose ambas vezes en grande felicidad. Mas sucedió que Meroveo vino en
desgracia del padre, y por no verse en su poder, conociéndole por crudelíssimo y sin piedad, se
mató con su proprias manos. Quedó segunda vez viuda Brunechilde, vivía privadamente, mas
acordándose de la felicidad passada y tocada de ambición, mostrávase arrogante y sobervia, por lo
cual vino en tanta desgracia de Clotario, rey de Francia, que la mandó prender, y desnuda llevar en
un cavallo flaco por medio de su exército, y después atar a cuatro cavallos, donde miserable y
crudamente fue muerta. Escrive della Gregorio Turonense, libro cuarto, capítulo veinte y dos; y
Paulo Emilio, libro primero; y Paulo Diácono, libro segundo, capítulo veinte y dos.
[2] Teudio fue de la sangre real de los ostrogodos de Italia, y sobrino de Amalasunta, reina de
España. La cual, estando viuda y sin heredero, llamó a Teu- dio,
| diole el reino y fue el primero de los ostrogodos que reinaron en ella. Siendo rey, juntáronse contra él Childeberto y Clotario, hermanos
y reyes de Francia. Entraron en España destruyendo a fuego y a sangre la provincia de Cataluña.
Teudio embió contra ellos un capitán suyo llamado Teudiselo, que los aguardó en cierto estrecho,
donde los venció y mató muchos dellos, siendo pocos los que bolvieron a Francia. Quedó con esta
victoria Teudio tan sobervio y arrogante, que olvidado de la obligación que tenía a su señora y tía
Amalasunta, con grande ingratitud la desterró del reino que ella le avía dado, y, no contento con
esto, la hizo matar en un baño. Mas cierto criado de Amalasunta, por vengar esta maldad fingióse
loco, y entrando un día en el palacio real, donde el rey estava con muchos cavalleros, delante de
todos llegó y dio al rey una estocada, con que quedó herido de muerte. Y, aunque agonizando, tuvo
cuidado de mandar que no hiziessen mal a quien le avía muerto, porque entendía que avía Dios
querido castigarle por mano de aquel hombre, en razón de la muerte que con tanta ingratitud avía
dado a su señora. Sucedió esto año del Señor de quinientos y trein- ta
/(161v)/ y dos. Y escrívenlo don Rodrigo, arçobispo de Toledo, en su
Historia, libro segundo, capítulo doze, y Alonso de
Cartagena, en su Anacephalo, capítulo veinte y uno.
[3] En la Provença y Lemónica, que es en Francia, vino un día tan grande tempestad de truenos,
relámpagos y rayos con granizo de estraña grandeza, que pensaron todos perecer. Estava la guarda
de ciertas viñas en una choza o cueva esperando que la tormenta cessasse, y en el mayor furor della
oyó bozes en el aire. Por una parte dezían:
-Guarda, guarda.
De la otra respondían:
-¿Qué tengo de guardar?
Proseguía la boz de primero, diziendo:
-No toques en la viña de Pedro Ricardo.
Passada la tempestad, quedando los campos todos destruidos, la viña de aquel Pedro Ricardo
quedó sin daño, el cual era un logrero lleno de vicios y pecados. Y desto se infiere que los buenos
sucessos y prósperos acaecimientos desta vida y su felicidad a las vezes son sospechossos. Refiérese
en el Promptuario de exemplos.
[4] Para un hombre particular fue exemplo notable de felicidad y infelicidad Sarra Colona. Era
natural de Roma, muy rico y estimado en ella. Tenía algunos castillos y lugares fuertes no lexos de
la ciudad. Vido dos hijos juntamente cardenales, cosa rara. Fue estimado y querido de Sumos
Pontífices, reyes y potentados de Italia. En esta felicidad se vido, y sucedió que vino a ser Sumo
Pontífice quien privó a los hijos de la dignidad. Sus lugares y castillos fueron derribados y abrasados,
juzgáronle por enemigo de la patria, y, huyendo en un navío, le captivaron cosarios. Y queriendo
encubrir quién era, le convino servir como vil esclavo en el remo. Estando en tanta infelicidad, dio
la buelta y vino a mayor felicidad y alteza que primero, porque estando la galera en que andava en
Marsella, fue conocido y rescatado de los cosarios. Favoreciéronle amigos, hizo gente y bolvió a
Italia, donde se apoderó de quien le avía perseguido. Y le prendió
| y tuvo en la cárcel, donde murió.
Cobró su estado y hazienda, sus hijos fueron restituidos en su dignidad. Tal es la mudança deste
mundo. Dízelo Sabélico, libro séptimo.
[5] Don César Borja, llamado el duque Valentín, fue sobrino del Papa Alexandre Sexto, y primero
tuvo capelo de cardenal y la iglesia y obispado de Pamplona en encomienda y administración.
Vídose en grande felicidad cuando tuvo hábito clerical, entre clérigos, y en no menor entre legos
dexando el hábito de clérigo y capelo de cardenal, por la muerte de un hermano suyo duque, a quien
sucedió en el ducado. Mandava a Italia y era temido fuera della en vida del Papa Alexandre, su tío.
Y por su muerte començó a declinar su felicidad y estado. Vídose preso, y de un trance en otro vino
a ser capitán del rey don Juan de la Brit en Navarra, y fue el año de mil y quinientos y siete. Y en una
guerra que tuvo este rey don Juan (y fue el que perdió el reino de Navarra) con el condestable don
Luis, conde de Lerín, aviéndose soltado de la Mota de Medina el duque Valentín, donde por mandado
del Papa que sucedió a su tío le tenía preso el rey don Fernando el Católico, hazía oficio de capitán.
Donde, estando sobre la villa de Viana, uvo en su real una mañana alboroto, diziéndose que venía
el condestable en favor de la villa. El duque Valentín se levantó y pidió sus vestidos y armas a un
criado suyo llamado Juanicot, que primero avía servido al condestable, y con grande sobervia dixo:
-Este condezuelo, ¿dónde está? Que oy le tengo de matar o prender, o no sería yo quien soy.
Y haziendo salir de la villa, que ya estava por ellos y sólo el castillo se defendía, mil hombres,
yendo él adelante en un cavallo rucio trapado, cortadas las narizes, y una larga y gruesa lança de
dos hierros, caminando con ferocidad, vido huir sesenta hombres de a cavallo del conde, que se
bolvían adonde él estava. Fue el
/(162r)/ duque siguiéndolos, aunque solo, y dezíales en boz alta:
-Esperad, esperad, cavalleros.
Mas porque no le conocían y creían que tras él iva gran socorro, no osaron esperarle hasta
llegar al condestable. El cual, viendo venir a un cavallero tan animosamente contra tantos, dixo:
-¿No avría alguno de los míos que saliesse al encuentro al que allí viene y nos amenaza?
Oyendo esto de la boca del conde tres gentiles hombres, uno dellos llamado Esquerro, de
los Garceses de Avila, bolvieron al duque Valentín y esperáronle en un barranco donde se podía
aprovechar mal de su destreza y ánimo. Y levantando el duque el braço derecho para herir al uno
con la lança, el Garcés le dio tal golpe por debaxo del braço, que descubrió de las armas, passándole
una loriga y atravesándole todo el cuerpo. Cayó luego muerto, viernes, doze de março, día de San
Gregorio Papa, en el mismo que tomó la administración de la iglesia de Pamplona. Los que le
mataron desnudáronle de sus ricas armas y ropa y dexáronle en carnes, echándole una piedra sobre
su vientre. Avía seguido el Juanicot a su amo, y llegando donde estava el condestable, y conocido,
preguntóle adónde iva. Y él respondió que seguía al duque Valentín, su señor, donde vistos los
vestidos, conoció que eran de su amo. Y fueron todos a donde estava su cuerpo. Pesóle mucho de su
muerte al conde, que quisiera averle vivo para
| embiarle al rey don Fernando. Juanicot cubrió con
una capa de grana el cuerpo del duque Valentín, su señor, y llevóle a Viana, y enterróse allí en una
iglesia de Santa María. Y púsose este título sobre su sepulcro:
Aquí yaze en poca tierra
el que toda le temía,
el que la paz y la guerra
por todo el mundo hazía.
Oh tú, que vas a buscar
dignas cosas de loar,
si tú loas lo más digno,
aquí pare tu camino,
no cures de más andar.
Refiérelo el autor del Compendio Historial.
[6] Por felice pudo tener el mundo a Enrique, rey de Francia tercero, pues nació con poca esperança
de ser rey por tener hermanos que le precedían en edad, y vídose con dos coronas de dos reinos
principales, primero de Polonia, donde fue electo por rey en competencia de otros que le pretendían,
y después por muerte de un su hermano alcançó el de Francia. Donde en dos días de agosto, del año
de mil y quinientos y ochenta y nueve, murió de una herida que le dio con un cuchillo que traía
secreto, y trayéndole una carta, Jaques Clemente, religioso, creyendo que en matarle hazía servicio
a Dios y que acertava, aunque él perdiesse la vida, como la perdió, por escusar algunas muertes que
el rey dava y favores que hazía contra razón y derecho. Yo no alargo más en esto, por saberlo de
relaciones de mano, las cuales no siempre son ciertas, aunque lo dicho es certíssimo.
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EXEMPLOS ESTRANJEROS
[1] Mostró Creso, rey de los lidos, a Solón Filósofo grandes tesoros, y preguntóle si le tendría por
felice y dichoso. Respondióle que no, hasta ver qué muerte era la suya. Vino después a que le
prendió Ciro, rey de Persia, y mandávale quemar. Estando sobre la leña acordóse de Solón, y
llamávale a bozes. Oyólo Ciro, que estava a la mira, quiso saber dél por qué llamava a Solón, y
refirióle el caso. Man- dóle |
quitar de allí, y túvole consigo como captivo. Dízelo Heródoto, libro
primero.
[2] Giges, también rey de Lidia, felicíssimo en hechos de armas y en riquezas, con ánimo levantado
y sobervio fue a consultar el oráculo de Apolo Pitio, y, hecho su sacrificio y ofrenda, preguntó si
alguno de los mortales era más felice y dichoso que él. Y oyó una boz ronca, salida de lo hondo de
una /(162v)/ cueva, que le dixo ser más dichoso que él, y felice, Aglao Hofidio. Era éste un pobre
labrador de Arcadia, viejo en edad, y que vivía contento con un breve término de campo en que
tenía su labrança. Y quiso el oráculo advertir a Giges que aprovava más la segura risa de la choza y
tugurrio pastoril que la sala real, triste por estar llena de grandíssimos cuidados y congoxas, los
pocos terrones agenos de temor, que los campos fértiles de Lidia llenos de miedo, y un par de
bueyes que se guardavan y se governavan fácilmente, que los exércitos de gente de a pie y de a
cavallo, nunca contentos de sus pagas. El alholí y granero que con poco se hinche y queda contento,
que no los tesoros, puestos a ser de todos perseguidos y robados. Desta manera, pensando Giges
tener a Apolo de su parte y que aprobara su felicidad, hallóle contrario en opinión, y declaróle quién
era felice de verdad. Dízelo Valerio Máximo, libro sexto.
[3] Grande fue la felicidad de Alexandre Magno, pues era casi niño y tenía domada y subjeta a toda
Grecia. Passó en Asia y en tres batallas venció al rey de Persia Darío. Y lo que admira grandemente
es que en tres años se hizo señor desde los fines de Europa hasta el río Ganges y toda esta felicidad
que le duró como doze años acabó tan de repente que tan presto se dixo de su muerte como de su
enfermedad, quedando su cuerpo algunos días sin que se le diesse sepultura. Refiérelo Sabélico,
libro séptimo.
[4] Servio Tulio nació en Cimeria, lugar humilde, y de padres humildes. Vino a ser rey de Roma a
los principios que aquella ciudad tuvo nombre. Parecía que era felicíssima su suerte, mas el remate
fue que se le rebelaron los romanos y quisieron matarle estando en el Senado. Salió huyendo y no
le bastó su diligencia para librarse de muerte. Quedó su cuerpo tendido en una calle pública, por
donde su propria hija, que iva en un carro o coche para entregarse a su
| matador, passó sobre él el coche y le hollaron los cavallos y quebrantaron las ruedas. Dízelo Sabélico, libro séptimo.
[5] Escipión Africano derecho tuvo al nombre de felice, pues faltándole edad para que se le pudiesse
dar en Roma algún oficio, con título y ditado extraordinario passó en España y hizo salir della mal
padeciendo cuatro capitanes y cuatro exércitos de cartaginenses, y reduxo esta provincia a la devoción
de Roma. Passó en Africa y en una noche venció dos exércitos y ganó dos aloxamientos de enemigos.
Al rey Sifaz, contrario del nombre romano, deshizo. Puso cerco a Cartago y compelió a Aníbal que
dexasse a Italia, que tenía casi ganada, y vencióle en Zama alcançando dél una insigne vitoria, y
púsole en tal estrecho que le pidió la paz y exortó a sus ciudadanos que la procurassen. Esta felicidad
llevava Escipión, aunque le faltó al cabo de la vida. Es de Sabélico, libro séptimo.
[6] Julio César fue un tiempo felicíssimo, porque ningún emperador dio más batallas ni alcançó
más victorias, ni venció y domó más feroces gentes. Ganó el señorío de Europa con sangre, el de
Africa, con consejo, y el de Asia, con presteza. Y siendo señor de todo un día por la mañana, a la
tarde lo perdió y la vida con ello. Recibió en su propria ciudad, en presencia de sus ciudadanos y
ayudando a ello uno que era fama ser hijo suyo, que fue Bruto, y en su testamento le tenía hecha
manda, veinte y dos puñaladas, dexando en duda si fue la primera la que le quitó la vida y las demás
sólo declararon el aborrecimiento que le tenían los que fueron en que muriesse. Es de Sabélico,
libro séptimo.
[7] Si es felicidad ser elocuente y tener fuerça en la lengua para dezir bien, y que a todos agrade lo
que se dize, no se dé la palma en este particular a Pericles, aunque cuando hablava parecía que
caían espantosos rayos y sonavan truenos, ni a Hipéride, que fue igual a Pericles
/(163r)/ en elocuencia, ni a Demóstenes, a quien en su tiempo ninguno igualó en saber hablar. Sólo uno alcançó
en esto la felicidad, y fue Marco Tulio Cicerón, cuyo nombre en boca de muchos es lo mismo que
elocuencia, pues queriéndole dar nombre de muy elocuente dizen «Es un Cicerón». Fue mayor su
felicidad en echar de Roma a Catilina y a Antonio, que eran destruición de la República, y la Ley
Agraria, que no menos la tenía perdida. Todo esto concluyó felizmente y la lengua latina de tal
manera la acrecentó y ennobleció, que no fue por ello digno de menos loor que si ennobleciera y
acrecentara el Romano Imperio. Y toda esta felicidad se remató en morir violentamente y venir su
cabeça en poder de una muger que la punçava la lengua, tomando vengança en ella porque avía
descubierto las traiciones que tenía armadas contra Roma la persona que le tocava. Es de Sabélico,
libro séptimo.
[8] Quien parece que si sólo a lo del mundo se mira fue felicíssimo, pues desde que nació hasta que
murió no le sucedió cosa adversa que fuesse de importancia y tuvo mil de prosperidad, fue Quinto
Metelo. Nació en Roma, ciudad cabeça del mundo, de nobilíssimo linage. Alcançó raras dotes de la
alma y grandes fuerças del cuerpo, con que en cualquier trance y trabajo de guerra salía bien. Tuvo
muger honestíssima y fecunda. Alcançó el Consulado y el nombre de emperador, y gozó de la
honra del triumfo por victorias insignes que ganó. Tuvo tres hijos que en tiempos diversos fueron
cónsules. Otro fue censor y otro pretor. Destos triumfaron dos. Casó tres hijas y vido dellas nietos.
De mil partes y de mil ocasiones le davan la norabuena. Nunca vido muerte, ni entierro, ni lloro en
su casa, ni ocasión de tristeza en toda su vida. Llegó a muy viejo y murió de una enfermedad fácil
y no muy penosa, cercado de hijos y nietos, abraçando a unos
| y despidiéndose de otros. Su cuerpo muerto fue llevado en ombros de sus hijos y hiernos por la ciudad, adonde se le celebraron las
honras funerales. Dízelo Valerio Máximo, libro séptimo.
[9] Con Quinto Metelo puede juntarse Augusto César en la felicidad, porque fue emperador de
Roma y gozó de mucha paz, de vida larga y buena muerte. Ambos fueron gentiles, y si en esta vida
no les tocó infelicidad, tiénenla muy cierta en el Infierno, y assí no ay que tenerles embidia. Es de
Guidón, en el De exemplos.
[10] Policrates fue muy rico y poderoso príncipe. Era tan felice y dichoso en todos sus negocios y
tratos, que en su vida no tuvo disgusto ni enojo. Preciávase desto en presencia de Amasis, rey de
Egipto, su grande amigo. Él le dixo que temiesse las felicidades desta vida, que son sospechosas, y
siempre tienen fines adversos y desafortunados. El Policrates le replicó que el quería mostrar cuán
señor era de la fortuna, y con esto tomó un anillo de una esmeralda de grande estima y echóle en el
mar, estando confiado de que bolvería a su poder. De a pocos días, comiendo juntos, truxéronle un
pece y dentro dél vino el anillo. Quedó muy admirado desto Amasis, y dixo que no quería tener
amistad con hombre tan dichoso, porque estava cierto le sucedería alguna grande adversidad, de
que alcançaría parte a sus amigos. Y no se engañó, porque passado algún tiempo, hízole guerra
Darío, rey de Persia, y Oronte, capitán suyo, le prendió y le mandó poner en un palo, donde murió
miserablemente. Plinio, en el libro treinta y tres, capítulo primero, y en el treinta y siete, también
capítulo primero, haze mención deste Policrates, y dize que estava este mismo anillo y piedra en
Roma, y se mostrava en el templo de la Concordia, donde le ofreció Augusto. Dize más, que sucedió
la muerte /(163v)/ de Policrates a los dozientos y treinta años de la fundación de Roma. También
escriven dél Cicerón, libro quinto,
De Fi- nibus; | Estrabón, libro catorze; Heródoto, libro tercero;
y Valerio Máximo, libro sexto.
Fin del Discurso de Felicidad. |