DISCURSO TREINTA Y UNO. DE FORTALEZA
Fortaleza es una insigne virtud, la cual, con tener asiento en la alma, juntamente da fuerças
al cuerpo, y si solamente se halla en el cuerpo y falta su virtud en la alma, no deve llamarse fortaleza,
sino fiereza de bestia. Y hállase esta virtud en el que menosprecia el peligro guardando las reglas de
recta razón. Deste virtud se pondrán algunos exemplos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Oyendo dezir Abraham que su sobrino Lot iva captivo, juntando de sus criados trezientos y diez
y ocho, con otros amigos de la comarca, fue de noche en seguimiento de cuatro reyes que le
captivaron, con otra mucha gente de Sodoma y de otras cuatro ciudades, con grandes haziendas y
bienes que robaron. Donde se uvo tan valientemente y mostró tanta fortaleza, que venció a los
reyes, haziéndolos huir, y recobró a su sobrino, con todo lo que llevavan robado; co- mo
| se refiere en el capítulo catorze del
Génesis.
[2] Moisés fuerte se mostró, assí cuando mató al egipcio, porque maltratava a un hebreo, como
cuando estava en presencia de Faraón, pidiéndole que dexasse ir libre el pueblo, y amenazándole
con plagas que lloverían sobre él por su dureza. Y también capitaneando al pueblo, saliendo de
Egipto, y después en el desierto. Y refiérese en el
Éxodo, capítulo quinze, y en los siguientes.
[3] Aviendo passeado buena parte de la Tierra de Promissión ciertos exploradores, y acobardándose
los hebreos por las nuevas que oían a algunos dellos, Calef y Josué, que avían ido con los que
causavan esta cobardía, y explorado con ellos la tierra, mostraron fortaleza y ánimo, diziendo:
-No tenéis que temer a los vezinos y moradores desta tierra, que Dios nos tiene prometida,
que como si fuessen de pan nos los tragaremos a bocados.
Passó después sobre esto mucho tiempo, y estando dentro della y teniendo la possessión de
mucha parte, hablando Calef a Josué, le dixo:
|
-Ochenta y cinco años tengo, y me siento tan fuerte y robusto como cuando entramos a
explorar esta tierra.
Lo dicho es de los Números, capítulo treze y catorze, y del
Libro de Josué también, capítulo
catorze.
[4] Finees, hijo de Eleázaro y nieto de Aarón, se mostró valentíssimo con doze mil hombres,
venciendo a los madianitas, matando a todos los varones y después a las mugeres, que solamente
reservaron a las donzellas, y fueron en número de treinta y dos mil. Truxeron grande pressa de
ganados y riquezas, y fue el misterio que no murió de hambre, ni falto de los doze mil hebreos,
como parece en el Libro de los Números, capítulo treinta y uno.
[5] A Gedeón escogió Dios, por fuerte y valeroso de ánimo, para hazer guerra a Madián. El cual,
marchando con su gente, echó un vando, que quien se sintiesse con temor diesse la buelta. Hizo
también otra prueva en un río de los que bevían, levantando la agua con la mano, y destos hallados
trezientos, fue con ellos a la batalla y quedó victorioso, aunque para cada uno avía muchos de los
contrarios, porque favoreció Dios sus buenos intentos y desseos. Y refiérese en el capítulo séptimo
de los Juezes.
[6] Sansón, don tuvo de fortaleza, desquixarando leones y venciendo y dando la muerte a muchos
millares de filisteos, enemigos de Dios y suyos. Y aun hasta en su muerte se mostró fuerte, matando
más en un templo que derribó sobre ellos, que de una vez avía antes muerto. Es del capítulo catorze
de los Juezes.
[7] David fortíssimo se mostró en diversos acaecimientos. Siendo moço, a fuerça
| de braços mató un león y un osso, y después con su honda al gigante Goliat, que era espanto del pueblo hebreo. Y
no sólo era David esforçado, sino que se preciava de tener capitanes y cavalleros esforçados, como
se mostraron tres dellos, que, desseando un vaso de agua de la cisterna de Betleem, con estar en
medio del campo de los enemigos, estos valientes cavalleros passaron a fuerça de braços y truxeron
la agua desseada a David. Y refiérese en el
Segundo de los Reyes, capítulo veinte y tres.
[8] Jehú, capitán y después rey de Israel, esforçado se mostró, pues quitó la vida a dos reyes y a los
hermanos de Ochozías, hijos de Acab, y a muchos profetas de Baal. Es del
Cuarto de los Reyes, capítulo nueve.
[9] Fuerte se mostró Judit en matar a Holofernes dentro de su tienda y rodeado de inumerables
soldados. Dízese en su Libro, capítulo dézimo, y en los siguientes.
[10] Valentíssimos fueron Matatías y Judas, su hijo, con los demás macabeos, pues en tiempo en
que los hebreos estavan muy oprimidos de los reyes de Siria los defendieron y libraron de sus
tiranías, alcançando milagrosas victorias, estando sus dos libros llenos de sus gloriosas hazañas. Y
en particular Eleazar, hijo de Saura, por estremo se mostró valiente en matar un elefante que traía
sobre sí un castillo y torre llena de hombres armados, que hazían daño notable a los de su parte.
Rompió él por los enemigos y puesto debaxo de la bestia, le echó su espada por el cuerpo, aunque
no pudo librarse del elefante, que cayó sobre él, y murieron ambos. Es del
Primero de los Macabeos, capítulo sexto.
Hasta aquí se coligió de la
Divina Escritura. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Con toda verdad se puede dezir de los mártires que derramaron su sangre y dieron la vida por
Cristo, que tuvieron la virtud de fortaleza, pues burlavan de los tormentos, por terribles que fuessen,
y menospreciavan a los tiranos que los | atormentavan, por crueles que se les mostrassen. Como se
vido en el ilustríssimo mártir San Laurencio, a quien, teniendo Decio puesto sobre una cratícula o
parrillas de hierro, y debaxo lumbre mansa para que se fuesse quemando poco a
/(168r)/ poco, y el tormento y la muerte fuessen más crueles con la tardança, y tuviessen más fuerça no teniéndola
toda junta, andavan los verdugos muy solícitos por estar presente Decio, atizando el fuego y echando
de nuevo carbones, dezía San Laurencio al tirano:
-Considera, miserable, que tus carbones me son a mí refrigerio, y a ti te han de ser pena
eterna, porque ha visto Dios que acusado no le negué, y preguntado le confessé, y assado le doy
gracias.
Avía ya passado tiempo que el santo estava abrasándose, crecía la llama y entrava por sus
entrañas, y de aquella parte estava no sólo assado, sino abrasado, lo cual visto por el esforçado y
valeroso mártir Laurencio, para quedar con victoria del tirano le dixo:
-Ya está assada y bien sazonada esta parte de mi cuerpo; manda que se buelva y podrás
comer della, y entretanto se sazonará y assará esta otra, con que acabarás de matar tu hambre.
Con grandíssima razón, un Sumo Pontífice, leyendo estas palabras, dixo, admirándose y
alegrándose en Dios: «Oh, vizarría de esforçado español». Refiérese en la
Vida deste santo mártir, escrita por los Notarios de Roma.
[2] Y si dixéremos que Laurencio era varón, moço en la edad y español, oigamos lo que dixo y
veamos lo que hizo una muger criada en los regalos de Roma y madre de siete hijos. Ésta fue Santa
Felicitas, en tiempo del emperador Marco Antonino, por cuyo mandado, Público, prefecto de la
ciudad, la prendió y amenazó de muerte si ella y sus hijos no sacrificavan a los ídolos, y que
sacrificando se le haría mucha honra y se le seguiría no poco provecho. Santa Felicitas, con valeroso
ánimo, respondió:
-Ni tus blandas palabras pueden ablandarme, ni tus amenazas espantarme, porque tengo en
mi favor el Espíritu Santo, que no permitirá que sea vencida del demonio.
Publio le dixo:
-Ya que | tengas tú aborrecida la vida, a lo menos da orden como tus hijos no padezcan la
muerte.
-Mis hijos -dixo Felicitas-, en tanto que no sacrificaren a los dioses, tendrán vida, y
sacrificándoles morirán muerte eterna.
Añadía el prefecto, dilatando el llegar al rigor:
-Ten, Felicitas, piedad de tus hijos; mira que están en la flor de la juventud, y tienen aspecto
y presencia para ser estimados y tenidos en mucho.
Respondió la santa:
-Tu piedad es impiedad, y tu consejo, crueldad.
Bolvió a sus hijos, y díxoles:
-Mirad, hijos míos, al Cielo en lo alto, adonde os está Cristo esperando con todos sus santos.
Pelead valerosamente por el bien de vuestras almas, y mostrados fieles en el amor del mismo
Jesucristo, Nuestro Dios.
Oyendo esto el juez, mandóle dar muchas bofetadas en su rostro. Y después de aver tenido
un largo razonamiento con los siete hermanos persuadiéndoles a que sacrificassen a los ídolos, y
viéndolos firmes en la fe, consultándolo con el emperador, los sentenció a diversas muertes. El
primero, que era Januario, con açotes vino a morir. Félix y Filipe acabaron a palos. Silvano murió
despeñado. Alexandre, Vidal y Marcial fueron descabeçados. Su madre, Santa Felicitas, también
fue martirizada passados algunos días. Della dize San Gregorio que no menos temió dexar vivo a
alguno de sus hijos, pensando si por temor de los tormentos avía de sacrificar a los ídolos, que otras
madres temen de enterrarlos en su vida. «No sé -dize- si llame mártir a esta santa muger, porque me
parece que digo poco. Antes, como el gran Baptista, preguntando si era profeta, respondio que no lo
era y dixo verdad, porque era más que profeta, assí esta muger, no sólo se ha de llamar mártir
porque dio su vida por Cristo, sino más que mártir, por aver exortado sus hijos al martirio». Ni
piense alguno que no sentía como madre verlos padecer tan terribles tormentos -mucho lo sentía-,
/(168v)/ sino que la fuerça del amor interior que tenía a Jesucristo vencía el dolor exterior que en
cuanto madre padecía y sentía viendo morir a sus hijos. Gozóse de que todos fuessen delante della,
para tenerlos a todos presentes en el Cielo. Escrivieron desta santa los Notarios de la Iglesia Romana.
[3] Barachiso Persiano bien mostró la virtud de fortaleza, porque siendo atormentado crudamente
en presencia de los magos o juezes, en razón de cumplir lo que el rey Sapor, su señor, les mandava,
que compeliessen a los cristianos a que adorassen sus falsos dioses, hasta quitarles las vidas, entre
otros tormentos fue uno que le mandaron poner debaxo de los braços dos bolas de metal hechas
fuego, y, padeciendo este tormento, dixéronle:
-Ea, Barachiso, dexa caer una de essas bolas en tierra para que entendamos que has negado
a tu Dios.
El santo mártir dixo:
-Estad seguros de esso, que yo no las echaré, antes las sufriré ambas por el nombre de
Cristo. Y por el Señor Dios, que vive, os conjuro que si tenéis otros mayores tormentos, los añadáis
al que de presente padezco, que el soldado que va a la guerra aparejado ha de estar a morir para
alcançar estimación y premio acerca de su rey.
Oyendo esto los magos, mandaron derretir plomo y echárselo en los ojos y narizes, en la
boca y oídos, para que ni pudiesse oír ni hablar, y luego le mandaron llevar a la cárcel y colgar allí
de un pie, dexándole toda la noche al frío y sereno. Y, preguntado otro día por los magos cómo le
avía ido, respondió:
-Dígoos de verdad que en mi vida mi Dios, en quien descansa mi alma, no me ha dado
noche de tanto sossiego y recreo, y provínome de tener fixa mi memoria en el Santo Madero en que
Jesucristo murió.
Tornaron los magos a atormentarle. Mandáronle desnudo rebolcar entre espinas, y con agudas
cañas herir sus carnes y traspassárselas diversas vezes. Después le pusieron en una prensa, y
apretándole y es- tando | sus huessos quebrantados, aunque con vida, como tuviesse el rostro fuera
de la prensa y levantado en alto, derramáronle en él pez derretida, y con esto dio la alma a su criador
el fuerte cavallero de Cristo. Dízelo Simeón Metafraste.
[4] Teodorico, rey godo, ariano, estando en Italia perseguía a los católicos por medio de juezes que
ponía en las ciudades a él sujetas. Fue uno destos a Bolonia, prendíalos, quitávales las haziendas y
dávales crueles tormentos. Pedían ellos a Dios que los librasse de aquel tirano sanguinolento, y fue
servido de remediarlos moviendo el ánimo de un ciudadano de Bolonia, llamado Próculo. El cual,
viendo la crueldad con que el perverso juez afligía a los católicos, tomó de secreto un cuchillo y fue
a su casa a buscarle, y diziendo que le quería dezir cosas de grande importancia, juntándose a él,
hirióle por medio del coraçón y cayó muerto de improviso. Salió de allí Próculo sin impedimento
alguno y bolvió a su propria casa. Los criados del juez, hallándole muerto, con facilidad congeturaron
que Próculo avía sido el agressor. Prendiéronle, y con grande llaneza dixo que le avía muerto por
librar a los católicos de las opresiones y tiranías que con ellos usava, y que tenía soberano gusto por
aver muerto a un tirano enemigo de Dios. Y aprobó el hecho su Magestad con un prodigioso milagro,
y fue que, cortándole la cabeça en presencia de mucha gente, el cuerpo se levantó y la tomó en sus
manos, y con ella se entró en la ciudad y llegó hasta cierta parte, donde le fue edificado templo, y en
él es reverenciado como santo. Sucedió esto el año de cristo de quinientos y diez y nueve, y escrívelo
San Antonio de Florencia, tomo segundo, capítulo treze, y helo referido porque fue hecho de fortaleza,
y infiérese de aquí que, aunque a nadie es lícito matar a otro por autoridad propria y particular, mas
eslo, y obra meritoria, /(169r)/ cuando se haze por mandato y ordenación del Cielo, como es cierto
averlo hecho Próculo. Y ay algunos indicios que hizo otra cosa semejante Baltasar Guiarrars
Borgoñón, el cual mató a Guillielmo Nasao, príncipe de Orange, con un arcabuz que disparó cargado
con tres pelotas, dándole la una debaxo de la tetilla izquierda, passándole el coraçón. Y, siendo
preso y preguntado por qué le avía muerto, respondió con mucha serenidad, estando delante de los
juezes, que por hazer servicio a Dios y a su rey, y bien a todo el pueblo cristiano. Dixo esto por
razón que el príncipe era tenido por cabeça en todos los estados de Flandes de muchos rebeldes y
amotinados contra su señor natural, el rey don Filipe, segundo deste nombre, los cuales hazían
grandes desafueros, robos y muertes en todos aquellos estados, con daño de muchas almas que
quedavan en errores y heregías, y muriendo en ellas se condenavan sin remedio. Parecióle al Guiarrars
que si quitava la vida al príncipe de Orange, a quien obedecían los rebeldes, y meneava los negocios
de la guerra, que cessarían semejantes daños. Declaró que por esto le avía muerto. Añadió luego, y
dixo:
-Lo que era de mi parte ya está hecho y acabado. Aora podéis vosotros, señores, hazer lo
que os pareciere que es de vuestro oficio.
Pusiéronle en una cárcel con mucha guarda, y aquella noche fue açotado cinco vezes
cruelmente con varas, y después, untado su cuerpo con miel, llegaron junto a él un cabrón, que
lamiendo la miel llevasse con ella pedaços de sus carnes, mas el cabrón no le tocó. Des- pués
| le levantaron en una escalera de palo, y atado de pies y manos le atormentaron con diversos tormentos
lo que de la noche quedava sin darle punto de reposo, y lo mismo por tres días siguientes. Entre
otros tormentos fue uno que le colgaron de la garrucha y ataron al dedo mayor del pie ciento y
cuarenta libras de peso. Era hombre moço y robusto, de edad de veinte y ocho años, y assí padecía
estos tormentos sin que le acabassen la vida, mostrando grande fortaleza y buen semblante. Pusiéronle
en los pies un calçado de cuero crudo no curtido, empapado en óleo, y, desnudo, le untaron con
manteca y sebo, y pusiéronle en medio de una grande llama, adonde su cuerpo començó a arder, y
las concavidades de los braços quedaron abiertas y quemadas, aunque no murió en este tormento. Y
fue indicio grande que Dios le conservava la vida, y assí, quitado de allí, le vistieron una camisa
bañada en agua fuerte, y hincáronle profundamente agujas y clavos entre las uñas de los dedos y
carne. Fregáronle todo el cuerpo con orines añejos, muy podridos y hediondos. Y, como no mostrasse
sentimiento de dolor, pareciéndoles que era por vía de encantamiento, rayéronle los cabellos y
barbas y vistiéronle cierto vestido de un grande hechizero, creyendo que deste modo desharían el
encanto y no podría defenderse de los tormentos. Pronunciava al tiempo que los padecía algunas
palabras, y eran: «Oh, buen Dios, paciencia». Preguntávanle cómo no moría estando tan llagado, y
respondía que le favorecían los Bienaventurados. Dezía otras palabras que eran oca- sión
/(169v)/ a los mismos verdugos de derramar lágrimas y que se apiadassen dél. Otros le llamavan hechizero,
y le preguntavan cuánto avía que encomendara su alma al demonio. Y respondía con mucha paz y
quietud que no avía tenido trato o conversación con él. Llamávanle traidor y homicida del padre de
la patria, y diziéndole otras injurias, él baxava los ojos y respondía bolviendo por sí. A los juezes
dio gracias porque le avían embiado de comer a la cárcel, afirmando que él les pagaría aquella obra.
Y, preguntando en qué, dixo que rogando a Dios por ellos y siendo su abogado en el Cielo.
Sentenciáronle a muerte, y con ser tan cruel como luego se verá, oyéndola dixo lo mismo que el
santo mártir Cipriano: Deo Gracias; «Dense a Dios gracias por todo». Lleváronle a executarla, y
los pies quebrantados, los dedos casi sacados y todo él abrasado, llegó a la plaça y subió en un
cadahalso, donde fue visto sus ojos claros, el color del rostro firme y constante, y mucho más su
coraçón. Llegáronle a un palo o cruz y no demudó el rostro, ni mostró señal de temor, teniendo
presentes braseros de fuego y instrumentos de hierro espantosos. Los verdugos quebraron en menudas
pieças el arcabuz con que mató al príncipe de Orange, porque la sentencia lo disponía assí.
Desnudáronle el jubón, y cayéronsele por sí las calças. La camisa le rodearon al cuerpo, y desta
manera subió al palo o cruz, donde le ataron fuertemente el cuerpo, y los braços junto a los hombros.
Vendáronle los ojos con un pañizuelo, y començó él a menear los labios, dando muestra que rezava.
Uno de los verdugos le to- mó | la mano derecha y púsosela entre dos planchas de hierro ardiendo,
y apretándosela allí, se quemó, y el humo y olor della se sintió en toda la plaça. Luego, con una
argolla de hierro ardiendo hecha para este efecto le apretaron fuertemente la estremidad del braço
por la muñeca. Y después desto, cada uno de los verdugos, que eran seis, con otros instrumentos de
hierro, semejante al que está dicho, hechos fuego en un mismo tiempo, asiendo la parte superior del
braço, los muslos y espinillas, le dieron seis tenazadas crueles, estando él a todo esto sin mudar
color de rostro y sin encoger pie ni mano. Sólo se le veían menear los labios, y se entendía que
rezava, y con el braço medio quemado hazía cruzes en el aire, señalando al pueblo. Ultimamente le
desataron del palo los verdugos, y tendiéndole sobre un banco, con una ancho cuchillo le abrieron
el cuerpo en forma de cruz y le sacaron las entrañas y el coraçón, el cual le tiraron al rostro, y hasta
este punto nunca dexó de menear los labios, rezando, y como si sólo tuviera boca y boz para lo que
era virtud, no dio suspiro alguno, ni gemido, mas, guardando siempre el color de su rostro grave y
sereno, dio su alma a Dios. Fue día sábado, en catorze de julio, año de Nuestro Señor Jesucristo de
mil y quinientos y ochenta y cuatro, poco antes del mediodía. Después de todo esto le cortaron la
cabeça, y puesta en una lança, la levantaron en los muros de Delf, en Olanda, donde sucedió este
caso. El cuerpo, hecho cuartos, fue puesto en cuatro palos a las cuatro puertas de la ciudad más
principales. /(170r)/ Lo dicho se sabe por relaciones fidedignas.
[5] No sólo se halla la virtud de fortaleza en pechos varoniles; también mugeres se han señalado en
ella. Juana, donzella francesa, llamada comunmente la Poncella, señalada fue en fortaleza. La cual,
siendo hija de Jacobo Arco, pastor pobre en Lotaringia, y estando el reino de Francia a punto de
perderse y venir en poder del rey de Inglaterra, esta donzella fue al rey francés y se ofreció de darle
su reino libre, como lo hizo. Porque, dándole crédito el rey Carlos Séptimo (que a la sazón tenía el
título de rey, aunque no la corona, porque la ciudad donde se avía de coronar de Rheins no estava en
su poder), tomando a cargo el exército, dando una y otra batalla al enemigo y alcançando dél una y
otra victoria, vino el negocio a término que el nombre de la Poncella era tan espantoso a los ingleses,
como antes lo avía sido el nombre inglés a los franceses. Y assí, expeliéndolos de Francia, libre la
ciudad de Rheins, el rey se coronó en ella y quedó apossessionado en el reino que antes tenía casi
perdido. Fue esto por los años de Cristo de mil y cuatrocientos y treinta. En Bohemia fue assí
mismo insigne en fortaleza Vallasca donzella, la cual primero se crió en palacio de la duquesa
Libusa, y, muerta ésta, juntó consigo un exército de mugeres, al modo de amazonas, y hizo guerra
a Primislao, duque de Bohemia, y en una batalla mató por sus manos siete valientes soldados y
alcançó algunas victorias. Al cabo de una emboscada, Vallasca y algunas otras de sus mugeres
fueron muertas, aunque primero vengaron bien sus vidas. El Pe- trarca
| haze mención y dize que fue testigo de vista de una donzella llamada María, natural de cierto pueblo del reino de Nápoles,
que se dize Puteolo, la cual andava armada entre soldados, y en diversos trances en que se vido, ella
era la primera que acometía y la postrera que se retirava, hiriendo y matando muchos de los enemigos
y recibiendo ella no pocas heridas. Sanava dellas y tornava de nuevo a pelear, causando a todos los
que la conocían y veían espanto y admiración. El Petrarca no sólo alaba su fortaleza, sino su castidad,
que, con ser muger libre y andar siempre entre soldados, nunca su tuvo della sospecha ni mal
indicio, sino que de todos era tenida por honestíssima donzella. Ursina, muger de Guidón Taurello,
señor de una fortaleza llamada Guastala, estando ausente su marido, vino el exército de los venecianos
a cercarla. Ella se armó, subió en un cavallo, y con la gente que tenía, no conten tándose de defender
la fuerça estando dentro, salió al enemigo, y matando por sus manos a muchos de los principales
hizo huir a todo el poder de Venecia y quedó libre su castillo. Philippe de Valois, rey de Francia,
aviendo mandado matar en la ciudad de París a Juan, duque de Bretaña, un deudo suyo llamado
también Juan, que era conde de Blois, pretendió aquel ducado. Hizo gente y favoreciéndose de
otros poderes estraños fue a tomar la possessión dél, mas la viuda, muger que avía sido del duque
Juan, tomó armas, hizo gente, salió contra el conde, y diose tan buen modo, que en una batalla que
se dieron le mató y dexó a sus hijos libre el ducado de Bretaña.
/(170v)/ Margarita, hija de Vuoldemaro, rey de Suecia, y muger de Avino, rey de Nuruega, aviendo venido a su poder ambos
reinos por muerte del padre y del marido, añadiendo a ellos el de Dacia también por muerte de
Olao, hijo suyo, levantóle guerra Alberto, duque magnopolense, pareciéndole que por ser muger le
quitaría las tres coronas y haría dellas una para sí, llevando el ducado proprio a las ancas. Y engañóse,
porque la viuda, rabiosa con tantas muertes, le salió al encuentro con buena gentezilla, y manijó el
negocio de tal suerte que le venció y captivó, y a modo de vencedor romano bolvió con él triumfando
a su casa. Orieta de Oria, genovesa, estando en la isla de Lesbo, llegó allí la armada de Amurates,
Gran Turco, y puso cerco a un fuerte llamado Molagno, donde era governador Lucas, marido de la
misma Orieta, aunque ausente. Hallóse con poca gente la valerosa muger y con poco ánimo, de
modo que tratavan de darse al enemigo, por lo cual ella los quiso dar al diablo. Armóse y hízolos
armar a todos, púsose a la defensa del muro, y diose tan buena mano, que mató a muchos, y los
demás, desconfiados de poderle entrar, se fueron. En la guerra que Mahometo, Gran Turco, hizo a
los venecianos, llegó su armada a Mitilene y cercó un fuerte llamado Coccino. Hallóse dentro dél
una donzella valerosa, cuyo nombre era Marulla, la cual, en un rencuentro, viendo morir a su padre
y que los de su parte davan muestra de huir, ella, sin hazer sentimiento de aquella muerte,
desnudándose de la cobardía y temor mugeril junto con el traje y vestido, tomó el proprio de su
padre muerto y sus armas, y se fue | a donde estava el peso todo de la batalla. Començó a herir y
matar con tanto ánimo y valentía, que los de su parte, cobrando ánimo, dieron tal carga al enemigo,
que le arrancaron del campo y hizieron huir, quedando descercado el fuerte, y la isla toda libre de
enemigos. Todo lo dicho destas valerosas y fuertes mugeres refiere Fulgoso, en el libro tercero.
[6] En este Discurso de Fortaleza se pudieran poner diversos exemplos de reyes, príncipes y
cavalleros, que tienen el mundo lleno de sus hazañas y hechos valerosos. Como fue un Bernaldo
del Carpio, Rodrigo de Bivar, llamado el Cid Campeador, el Conde Fernán Gonçales, con otros
valientes españoles; un Godofre de Bullon, y sus Cruzados, que sacó de las tierras del Imperio y
passó con ellos a la conquista de la Tierra Santa, ganando por fuerça de armas la santa ciudad de
Hierusalem; los esforçados y muy nombrados Paladines de Francia, Roldán, llamado Orlando,
Reinaldos, con el emperador Carlos Magno; el rey Artus de Inglaterra, con los cavalleros de la
Tabla Redonda, Lançarote, Tristán y los demás. Aunque por no hazer largo processo, y que sólo
este Discurso llegara al término que se pretende dar a todo el libro, lo dexaré, remitiéndome a lo
que de todos ellos está escrito. Advirtiendo al lector que ponga en su proprio predicamento y puesto
a los autores que dellos escriven, ni creyendo a todos, ni juzgando lo que todos dizen por fábulas y
ageno de verdad. Pues de todos éstos ay historiadores graves y fidedignos, y de algunos, como de
Orlando, quien escriven fábulas. /(171r)/
[7] En el año de mil y dozientos y noventa y tres, siendo rey de Castilla don Sancho el Cuarto, un
hermano suyo llamado don Juan, andando desavenido dél, juntóse con moros y puso cerco a Tarifa,
que guardava un muy leal y muy esforçado cavallero, llamado Alonso Pérez de Guzmán. Estava un
hijo déste con el infante don Juan, el cual le servía de paje; amenazó al padre que se le degollaría si
no le dava a Tarifa. Respondióle desde el muro que le daría cuchillo con que le degollasse antes que
dar la fuerça. El don Juan, lleno de rabiosa ira, degolló al nuevo Isaac a vista de muchos soldados
que estavan por los muros, los cuales, de lástima, levantaron grandes alaridos. Oyólo Alonso Pérez,
que entonces estava comiendo con su muger; salió a ver lo que era y si se combatían los muros.
Dixéronle los soldados:
-¡Oh, señor, que os han degollado vuestro hijo!
Él, sin alteración les dixo:
-Por mi fe que me avíades alborotado con vuestras bozes, que pensé que se entrava la villa.
Bolvióse luego a la mesa a acabar de comer con su muger, sin dezirle lo que passava. Visto
esto por los principales moros que estavan en el cerco, levantáronle y bolviéronse a Africa. Refiérese
en Corónicas de España.
[8] El rey don Alonso, el Sexto de Castilla, aviendo puesto cerco muy apretado a Toledo, en que
mostró su valentía y destreza, diósele con condición que el rey Hiaya Alcadirbile, que al presente
reinava en ella, pudiesse ir libre a la ciudad de Valencia, o a donde quisiesse, con los moros que le
siguiessen y sus haziendas, y que el rey don Alonso le ayudasse a cobrar aquella ciudad del rey mo-
ro | que la tenía. Y que los moros que quisiessen quedar en Toledo lo pudiessen hazer, con los fueros
y exemciones que tenían antes en tiempo de moros, y que quedasse por ellos la Mexquita Mayor,
que aora es la Santa Iglesia, aviendo de dar al rey el Alcácar y la huerta que llaman del Rey, y assí
entró en Toledo en veinte y cinco días de mayo, jueves, fiesta de San Urbán, año del nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo de mil y ochenta y tres, en el año dézimo de su reinado, que fue era de
César de mil y ciento y veinte y uno, aviendo estado la ciudad en poder de moros por trezientos y
sesenta y nueve años. Dízelo el autor del
Compendio Historial.
[9] En el tiempo que el marqués de Pescara, don Fernando de Avalos, andava en las guerras de
Lombardía, aviéndose travado entre españoles y franceses cierta escaramuça, començó a jugar la
artillería, y vino a herir una pelota a Luis de Serna, soldado español que andava puesto en hilera en
su escuadra, y no valiendo la defensa de un coselete que tenía, entró la pelota por medio de los
pechos en lo hueco del cuerpo, y sintiendo que le baxava a las tripas, apartado un poco de su
ordenança, con maravilloso esfuerço y fortaleza, sacando un cuchillo se hizo una pequeña herida,
por la cual, a bueltas de los intestinos (cosa que parece increíble) salió la pelota, y bolviendo con los
dedos las tripas adentro, sin perder el ánimo, hizo con la punta del cuchillo en una y otra parte
algunos agujeros en sus mismas carnes, y passando por ellos una cinta clavada que quitó de sus
calças, cosió la avertura que avía hecho, y buelto a su hi- lera
/(171v)/ no se conoció en su semblante lo que avía padecido, sino que hizo su presencia entre los muy sanos el que tenía el cuerpo por dos
partes abierto. Hasta que, poco después, le hirieron con otro arcabuzaço en la ceja y le quebraron un
ojo, por lo cual le convino salir de la escuadra, y fue curado no con menos diligencia que admiración.
Y estando sano vino a Valladolid, donde estava el emperador Carlos Quinto, y mostrando el testimonio
de su fortaleza y valentía, le hizo merced su Magestad de cien ducados de renta de por vida. Refiérese
en la Historia del Marqués de Pescara, don Fernando de Avalos.
[10] En la misma Historia de don Fernando de Avalos, Marqués de Pescara
, se dize que governando Antonio de Leiva el estado de Milán por el emperador Carlos Quinto, el conde Claudio, cavallero
italiano, fue a bolar una garça, y apartándose de su gente vido cuatro soldados italianos, los cuales
dos a dos querían combatirse. El conde llegó a ellos y hablándoles cortésmente les rogó que pusiessen
en sus manos la causa por que se querían matar, que él daría orden como se concertassen.
Respondiéronle que no podían concertarse si no era con muerte de alguno dellos. Visto por el conde
el poco caso que dél hazían, poniendo mano a su espada y rebolviendo un herreruelo al braço, fue
para ellos, pensando que le ternían respeto. Lo cual ellos no hizieron, antes todos bolvieron a él
para herirle. Viendo él su poca cortesía, diose con ellos tan buena maña, que mató los tres y hirió al
otro malamente, el cual se le rindió. De modo que el ser mal criados y villanos con el conde les hizo
más daño que les huviera hecho |
la batalla que entre sí, con demasiado enojo, pensavan hazer.
[11] También se refiere en la propria
Historia del Marqués que en cierta batalla en el reino de
Nápoles, teniendo un soldado a su enemigo debaxo de sí y con la boca en tierra para darle de
puñaladas, rogóle que le dexasse bolver de pechos y que le matasse. Preguntóle qué le movía a tal
demanda, y respondió:
-Porque si me hallaren mis amigos muerto, no se avergÜençen de verme las heridas en las
espaldas.
Oído esto por el vencedor y visto en cuanto preciava la honra, no sólo dexó de le herir, mas
quiso que fuesse su amigo en adelante.
[12] El Capitán Oviedo, en la Historia
que hizo de Indias, libro diez y seis, capítulo séptimo, dize
que en la isla de San Juan vivía un Sebastián Alonso de Niebla, hombre que en España desmenuzava
terrones y pisava cardos, no se aviendo exercitado en otro que en arar y sembrar, siendo labrador,
mas allí mostróse fuerte y animoso en diversas cosas que le sucedieron. La última y de que murió
fue que, residiendo en una provincia llamada del Loquillo, tenía enemistad con un hidalgo vezino
suyo, cuyo nombre era Martín Guiluz Vizcaíno. Sucedió que vinieron indios caribes de otras islas
a robar, y son estos hombres belicosos, traen flechas con yerva que a quien hieren no tiene remedio.
Llegaron a la hazienda de Martín Guiluz, estando él ausente, y entregáronse en ella, llevando alhajas
y esclavos, y todo lo que podían. Lo cual visto por Sebastián Alonso, aunque enemigo suyo, dixo:
-No quiera Dios que se diga que por estar yo mal con Martín Guiluz dexo que le roben
/(172r)/ su hazienda, hallándome tan cerca.
Y assí subió a caballo y llevó consigo dos o tres negros esclavos suyos y un peón cristiano
y fue en seguimiento de los caribes. Alcançólos y peleó con ellos, desbaratándolos, y quitóles la
presa, y prendió a cuatro dellos, assiéndolos de las greñas desde el cavallo, y entregándolos a sus
negros. Bolviendo por más, assió de uno que tenía en la mano una flecha con hierba, el cual, como
se viesse llevar assido, diole con la flecha por la ingle. Y de aquella herida murió después, aunque
cuando se vido herido mató al indio y a otros siete, y bolvió con el despojo, que restituyó a su dueño
Martín Guiluz. Donde, aviendo ordenado su alma como católico cristiano, y repartido su hazienda,
murió.
[13] Cuando se conquistó en Indias esta misma isla de San Juan, llamándose antes Boriquén, un
caçique llamado Aymanio prendió cierto mancebo cristiano, hijo de Pero Xuárez, natural de Medina
del Campo, en Castilla. Echóle prisiones y mandó que su gente le jugasse al batey, que es el juego
de la pelota de los indios, y que los que le ganassen, le matassen. Supo esto acaso de un criado del
mismo mancebo indio un Diego de Salazar, hidalgo que después fue capitán, el cual amenazó
| al indio que le mataría si no le llevava a donde estava. Llevóle, y encubiertamente le puso en un
caney, o casa de paja, donde tenían al mancebo para matarle. El Diego de Salazar le desató y soltó,
amonestándole que hiziesse como él, y saliendo por medio de los indios con su espada desnuda
hirió al caçique y a muchos otros, y salió con el mancebo libre. El caçique y los indios, espantados
de tal valentía y fortaleza de hombre, fueron tras él, rogándole que esperasse, que le querían hablar.
El Diego de Salazar dixo al mancebo que bolviessen. Hízolo harto de mala gana, y fue porque le
dixo el Salazar que avía de bolver en todo caso por no dar ocasión a los indios que pensassen que de
temor no bolvía, y que si él quería irse, podía hazerlo. Bolvieron los dos, y el caçique, aunque
malherido, rogó al Diego de Salazar que le dixesse cómo se llamava y que le diesse licencia que se
llamasse como él. Diósela, diziendo que se llamava Salazar. Los indios assieron de su caçique
dando bozes: «Salazar, Salazar», como si por tener aquel nombre se le pegara la fortaleza y valentía
del otro, y con esto se fueron. Dízelo el Capitán Oviedo en su
Historia de Indias, libro diez y seis, capítulo cuarto.
|
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Darío, rey de Persia, hijo de Hidaspe, entendió que Aribazo y otros grandes del reino tenían
concertado de matarle en una caça. No se turbó desto, sino armóse de sus armas y fue a la caça,
donde, apartando consigo a solas a los conjurados, díxoles:
|
-Aora tenéis tiempo si queréis matarme.
Esto dixo con tanto esfuerço que los atemorizó, y turbados cayeron en tierra, pidiéndole
perdón. Perdonólos, mas apartó unos de otros embiándolos a diversas provincias con cargos de
govierno, don- de /(172v)/ le fueron fieles. Dízelo Eliano, libro sexto.
[2] Tomisris, ilustre reina de los escitas, moviéndole guerra por quitarle el reino Ciro, rey de medos
y persas, aunque toda Asia le temía, ella, siendo muger, mostró no temerle, sino que, haziendo
gente, y siendo ella la capitana, salió a resistirle, estando el persa dentro de su reino. Cuando ya se
acercavan los dos campos, embió con parte del exército la reina a un hijo suyo, moço de poca edad
y menos experiencia, queriendo no de una vez aventurar su estado, y, siendo visto por Ciro,
considerando la cualidad de la gente y sitio, usó de una cautela para vencerle con poca pérdida de
su parte, y fue que dexó su real y tiendas, y en ellas puestas las mesas con mucho que comer y
grandes taças de vino, y mostrando temor, recogióse atrás; lo cual visto del moço capitán y de sus
escitas hambrientos, entraron en el real y tiendas, y sin más acuerdo se assentaron a comer. Erales
cosa nueva el vino, gustaron dél y bevieron noblemente hasta quedar borrachos y submergidos en
sueño. A la media noche dio la buelta Ciro con su gente, mató al moço, hijo de Tomiris, y a cuantos
más quisieron, siendo pocos los que llevaron la nueva a la reina, que, no acobardando por esto, sino
haziéndose más avisada, fingió que huía y encerróse en unos passos dificultosos, por donde Ciro
avía de passar, que caminava como cosa hecha a apoderarse del reino. Eran montes altíssimos y
poblados de nieve. Aquí encerró a Ciro y a su exército, y todos fueron muertos por los escitas, que
sabían las entradas y salidas. Mandó la reina Tomiris buscar al cuerpo de Ciro y, hallado, cor- tóle
| la cabeça, y hinchendo un cuero de sangre de sus persas, puso dentro la cabeça, y rebolviéndola en
él, dezía:
-Hártate, cruel, de la sangre que tanta sed te ha causado.
Refiérelo Guidón, en el De exemplos.
[3] Darío, rey de Persia, aviendo recebido de los atenienses una grande pérdida en su exército, tenía
mandado a un paje que siempre que comiesse con fiesta y regozijo le dixesse a bozes:
-Señor, acuérdate de los atenienses, para que assí se procure vengança dellos.
Cuando éste alcançó el reino tenía ya hijos, y después de ser rey tuvo a Xerxes, a quien dexó
el reino, y con encargo de vengarse de los atenienses. El cual, para este efecto hizo juntar un
exército de los mayores que en el mundo se han juntado, assí por mar como por tierra. Para contar
el número de los soldados mandó hazer un círculo con paredes baxas, y aquél lleno, passavan
adelante y venían otros. Contaron cuántos hombres le henchían y qué vezes se hinchó el círculo, y
hallaron que de pie eran ciento y setenta vezes cien mil hombres, y de cavallo, ochenta mil, sin los
camellos y carros. Esta gente iva por tierra, y por el mar, en mil y dozientos navíos trirremos, o de
tres bancos, ivan dozientos y cuarenta mil hombres, con trezientas barcas o pequeños navíos de
servicio. En toda esta gente, dize Heródoto Alicarnaseo, que escrivió estos cuentos, que no avía
hombre que en gentileza de cuerpo y hermosura de rostro igualasse a Xerxes. Llegó con ellos a
passar un braço de mar, que serían como tres leguas de agua, llamado el Helesponto, y mandó a tres
naciones de gentes que hiziessen tres puentes por donde todos passassen, y la una, que estava a car-
go /(173r)/ de los egipcios, por un torvellino grande se hizo pedaços, por lo cual Xerxes mandó
matar a los maestros que la hazían y açotar al mar con público pregón, porque la avía quebrado,
diziendo que Xerxes le mandava açotar. A la passada, viendo desde un lugar alto el exército, lloró,
y preguntada la causa por un privado suyo, respondió:
-Lloro considerando que dentro de cien años no quedará vivo hombre de los que están aquí.
Siete días con sus noches estuvieron en passar por las dos puentes, que estavan hechas
sobre barcos, y bien anchas. Ivan por tierra y secavan los ríos caudalosos con lo que bevían. Los
pueblos todos se les ivan entregando con cargo que los principales les diessen de comer una comida
cada uno, en lo cual gastavan tanto que dezían los que bien lo miravan que, a comer el exército dos
vezes, quedaran destruidos los pueblos. Llegaron a un passo que tenía siete caminos diferentes, y
allí Xerxes hizo sacrificio de siete moços persianos ilustres a la tierra, enterrándolos vivos en ella.
Fue embiado de Atenas Agesilao, hermano de Temístocles, a explorar el campo del mismo Xerxes,
y entrando dissimulado en él vido un capitán entre los persas, y en el traje y modo de mandar a unos
y a otros le dio pensamiento que era el rey Xerxes, y determinándose de trocar su vida por la salud
de la patria, poco a poco fue llegándose a él, y estando junto le mató. Fue preso, y llevado a Xerxes,
sintió, no su prisión, sino aver errado el golpe, sabiendo que era vivo el que ya él tenía por muerto.
Estava haziendo sacrificio, llegó al fuego Agesilao y puso la mano en él, dexándosela quemar, sin
mostrar sentimiento alguno. Admiróse el rey de
| tanta fortaleza. Él le dixo:
-Tales son los ánimos de los atenienses, a quien vas, o rey, a hazer guerra; y en testimonio
que es assí, si quieres me dexaré quemar esta otra mano.
No lo consintió Xerxes, sino que le dio licencia que se bolviesse a Atenas, sin otro castigo
por la muerte de aquel su capitán, alabando tanto la virtud de fortaleza y sufrimiento. Este hecho de
Agesilao escriven Plutarco, capítulo tercero de los
Paralelos, y Samio, libro segundo de las Cosas
de Persia. Passa adelante Heródoto con su narración, y dize que estando el exército de Xerxes en
Tesalia, avían de passar un passo malíssimo entre dos montes, llamado Termófilas, adonde estava
Leónidas, rey de Lacedemonia, con trezientos varones fortíssimos escogidos de aquella ciudad y
con otros griegos. Peleó tres días, deteniendo todo el exército de los persas que no passasse. Al
cabo subieron por otra parte al monte y vinieron sobre él, y puesto que pudiera huir y librarse como
hizieron los otros griegos que estavan con él, no lo hizo, sino, quedándose con solos sus trezientos
lacedemonios, exortándolos a la pelea, y entre otras razones les dixo que comiessen bien, porque
avían de ir a cenar al Infierno. Y diziendo uno de sus soldados que, disparando los persas sus saetas
contra ellos, eran tantos los tiradores que encubrían con ellas el Sol, oído por otro soldado llamado
Trichino, respondió:
-Por esso mejor, que pelearemos a la sombra.
Entraron en la refriega los trezientos soldados animándolos Leónidas, y aunque mataron de
los persas gente sin número, y él mismo llegó a la tienda de Xerxes tan denodado y furioso, que le
matara si un hermano suyo no se pusiera a /(173v)/
recebir el golpe, con que él quedó muerto y dio
al hermano la vida. Al cabo, Leónidas y todos sus lacedemonios fueron muertos. Xerxes hizo una
cosa, a su parecer aviso y al de otros necedad, y fue que en un hoyo mandó enterrar todos los
persianos, excepto trezientos que dexó en el campo, como si fuera el negocio secreto, para que
quien viesse los muertos pensasse que tantos avían muerto de unos como de otros. Llegó al monte
Olimpo, y queriendo robar el templo de Apolo sus persas, vinieron de repente tantos truenos y
rayos, que murieron muchos dellos. Llegó Xerxes a Atenas y avíanla desamparado los atenienses,
que sólo quedó en ella gente pobre y enferma, y pusiéronla a fuego los persianos mandándolo él. La
flota padeció tormenta y grande parte della se perdió. La que quedó, con algunos griegos que se le
juntaron, quisieron pelear con la armada de los atenienses, de que era capitán Temístocles. El cual,
visto que acobardavan otros capitanes griegos y que procuravan huir, entretúvolos una noche y de
secreto embió a avisar al capitán de los persas que siguiesse a aquellos que huían. Él lo hizo, y
cuando pensaron huir a la mañana y librarse, halláronse cercados de los persas, y assí, convínoles
pelear. Y sucedióles bien, porque juntándose con ellos Temístocles, por su esfuerço y diligencia
vencieron a los persas, captivando sus navíos, que pocos se libraron huyendo. Mirava de tierra
Xerxes la naval batalla, sintió el triste sucesso, causóle grande temor, tomó consejo y acordó de
dexar en Grecia a Mardonio, un capitán suyo, con parte del exército, y él se bolvió a grandes
jornadas, temiendo no le derribasen sus | puentes del Helesponto y braço de mar. Mas, cuando
llegó, con tormenta de mar se avían deshecho. Entró en un navío con la flor de la Persia que le
seguía, y en medio del camino, díxole el patrón que si no se descargava de gente se hundiría. Oído
por él, buelto a sus cavalleros, díxoles que si porque él viviesse aventurarían algunos dellos sus
vidas. Y hiziéronlo muchos, que llegavan a él y hazíanle una grande reverencia, y derribávanse en
el mar, y fueron tantos que el navío se alibió y salió libre Xerxes. Estando en tierra, dio corona y
hizo largas mercedes al patrón, porque con el consejo que dio le libró de muerte, y mandóle luego
matar por aver recebido en el navío tanta gente que le puso en tal peligro, y por aver sido ocasión de
que tanta nobleza de Persia muriesse. Heródoto dize que esto tiene por dificultoso, porque pudiera
el rey echar los remeros en el mar y poner en su lugar los que dizen que se echaron en él, y podríasele
dezir que sería possible hazerlo assí, y que con todo esso pereciessen muchos persas. Mardonio y
su gente, viniendo a jornada con los griegos lacedemonios y atenienses, fue vencido, y él muerto,
librándose por pies muy pocos. Era capitán de los lacedemonios Pausanias, el cual, viniendo al real
de los persas y hallando en él grandes riquezas y cosas de comer, mandó a ciertos captivos que le
adereçassen una cena al modo de Persia. Por otra parte, quiso que criados suyos adereçassen en otra
a la traça de Lacedemonia, y todo en un mismo lugar. Adereçadas las cenas, combidó a todos los
capitanes griegos, y quiso que se hallassen presentes algunos de los persas. Mostróles el aparato de
la cena al modo de Persia, que era gran- díssimo,
/(174r)/ y la templança de los lacedemonios,
diziéndoles:
-Aquí veréis, hermanos, la locura de los persas, que cenando assí en su tierra venían a ganar
la agena, que cenan como aquí veis.
En esta batalla en que de la una parte era Pausanias por los griegos, y de la otra, Mardonio,
por los persas, muriendo Mardonio, no fue hallado su cuerpo porque cierto amigo suyo le enterró
de secreto atento a que no le hiziessen alguna afrenta. Vino a Pausanias un malicioso, y díxole que
buscasse el cuerpo de Mardonio y le pusiesse en un palo, como avía hecho Xerxes a Leónidas, que
puso su cabeça en alto donde fue la batalla. Pausanias le replicó:
-No me vengas con esso, que diferencia ha de aver de los griegos a los bárbaros; a ellos es
lícito, que son bárbaros, y no a nosotros, que somos griegos.
Entre los griegos fue hallado muerto uno, cuya cabeça era toda de un huesso, sin juntura
alguna. Y otra que tenía los dientes y muelas distintos, con ser de un solo huesso. También se
hallaron los huessos de un hombre con la armadura, que tenía de alto cinco cobdos. Fue esto desde
algún tiempo que passó la batalla. Lo dicho es de Heródoto Alicarnaseo, libro cuarto.
[4] Los lacedemonios podían hurtar sin pena, con que no se descubriesse el hurto, y usavan desta
permissión porque los unos tuviessen cuidado de guardar sus casas y haziendas, y los otros se
hiziessen hábiles y expertos para la guerra ensayándose en hurtos. Sucedió que cierto moço hurtó
un leoncillo, y teniéndole debaxo de la capa, se dexó hazer dél pedaços un lado, sin muestra de
sentimiento por no ser descubierto, y al cabo se descubrió con su muerte. Refiérelo Brusón.
[5] En esta batalla naval que tuvieron
| los atenienses con los persas, Cinegiro, soldado de Atenas,
asió con la mano de un barco enemigo, y cortáronsela; asióle con la otra y también se la cortaron;
saltó en él, y aunque sin manos, con los dientes, como perro rabioso, hizo mucho daño en los
contrarios. Es de Sabélico, libro 4.
[6] Brasidas fue herido de una lança en cierta batalla, sacóla de la herida, y visto quién se la avía
tirado, arrojósela y matóle con ella. Dízelo Guidón, en el
De exemplos.
[7] Epaminondas, felicidad de los tebanos y destruición de los lacedemonios, aviendo ganado dos
insignes victorias, una en Leuctra y otra en Mantinea, con que dexó destruidos a sus enemigos y a
su patria victoriosa, salió de la postrera batalla passado de una lança y herido de muerte. Viéndose
desfallecer cercado de sus amigos, preguntó si su yelmo avía quedado libre y no en poder del
enemigo. Dixéronle que allí estava. Añadió:
-¿Y son del todo vencidos los contrarios?
Respondiéronle que sí. Holgó de oír esto, y dixo:
-Agora, amigos míos, vuestro Epaminondas haze cuenta que nace, pues assí muere. Veo a
Tebas hecha cabeça de Grecia, allanadas y quebrantadas las fuerças de los lacedemonios y de su
ciudad Esparta por medio de nuestras armas. En lugar de hijos dexo dos victorias, Leuctra y Mantinea.
Con esto mandó que le sacassen la lança del cuerpo, y sacándosela acabó la vida, que fue
uno de los esforçados hombres que tuvo Grecia. Es de Valerio Máximo, libro tercero.
[8] Filomenes Megalopolitano, hallándose en el campo del rey Antígono de Macedonia, sin esperar
señal de batalla, el primero de todos acometió al enemigo, y estando en el fer- vor
/(174v)/ della atravessáronle ambas piernas con una saeta o dardo. Quedó como tendido porque no podía sacar la
asta o vara. Hizo fuerça una pierna con otra y rompióla en dos partes. Y no por estar malherido
perdió el ánimo, antes le redobló de suerte que por su ocasión alcançó Antígono victoria. Es de
Fulgoso, libro tercero.
[9] En este Discurso de Fortaleza tiene buena parte Hércules, aunque según Mario Varrón, a quien
sigue Eusebio en el Libro de los Tiempos, fueron cuarenta o más los que tuvieron semejante nombre,
de los cuales el primero, llamado Líbico, hijo de Osiris, hizo notable ventaja a todos en hechos
hazañosos, dado que todos se preciaron de valientes. Y los griegos, al uno dellos que nació en
Corinto y se crió en Tebas, de donde vino a llamarse el Tebano, por ser de su nación le atribuyen los
hechos de todos. Fue, pues, Hércules Líbico, según dize Josefo, en el Segundo Libro de sus
Antigüedades, hijo de Osiris, llamado también Júpiter, y nieto de Cam, el mal hijo de Noé, de
donde parece que fue visnieto de Noé y que haze dél mención Moisés en el capítulo dézimo del
Génesis, llamándole Laabin. Inclinóse y puso todo su intento en perseguir los tiranos que por el
mundo oprimían las gentes. Lo primero tomó vengança de la muerte de su padre Osiris o Júpiter, a
quien mató Tifón, y le quitó el reino de Egipto. Después, sabiendo que la provincia de Fenicia era
oprimida con la tiranía de Busiris, fue contra él y matóle. Venció assí mismo en Frigia a otro tirano,
también llamado Tifón; en Creta, a Malino, en Libia, a Anteo y en España, a los tres hermanos hijos
del rey Gerión nacidos de un parto, llamados de Beroso Lolominmos, en cuyo lugar
| constituyó Hércules a su hijo Hispalo, y él se passó a Italia, donde por tiempo de diez años hizo guerra a los
lestrigones y quedó con parte de la provincia por veinte años, donde fundó diversos pueblos. Después
de lo cual, dexando por rey en lo que tenía conquistado a su hijo Tusco, de quien se llamó la
provincia Toscana, bolvió siendo ya viejo a España, donde halló muerto a su hijo Hispalo, por lo
cual tomó el reino a su cargo y ocupóse lo que de vida le quedó en su govierno y en edificar
pueblos. Y entiéndese que edificó tres ciudades principales en ella, y fueron Sevilla, Segovia y
Toledo. Y que él edificasse a Toledo yo lo tengo por certíssimo, dexadas otras razones, por una
cueva que oy día se halla debaxo de la iglesia parroquial de San Ginés, que está en medio de la
ciudad, la cual siempre conservó el nombre de Hércules, y el edificio es fortíssimo, de grande
costa; iva por debaxo de tierra con arcos de cantería y pilares tanto trecho, que aunque diversas
vezes se ha procurado hallarle el cabo, nunca se ha podido averiguar. Ella se hizo cuando la ciudad
se edificó, y, a mi juizio, para remedio en tiempo que se viesse cercada de enemigos de salir por ella
y comunicarse con gente de fuera. Y pues la cueva se hizo para este fin, y la tradición inmemorial
la da por edificio de Hércules, presúmese que fue él quien edificó la ciudad, junto con que autores
antiguos la dan un nombre en griego que denota «Ciudad de Hércules». Haze por esto que su sitio
es el más acomodado para ciudad fuerte y bien bastecida, con cielo benigno y favorable, que otra
ciudad de España no le tiene. Y pues Hércules anduvo por ella y pobló ciudades, viendo este sitio
en alto, cercado del caudaloso río Tajo por todas partes, dexando un es- pacio
/(175r)/ proporcionado para entrar en ella por dos puertas principales, y en medio una vega llana y acomodada para exercicios
de guerra y de recreación que hecha a manos no se pudiera mejorar, es cierto que no le dexara
desierto, sino que la poblara, como de hecho la pobló, y dio principio a esta ciudad, favorecida de
Dios con muchos santos, mártires, confessores y vírgines, que ha producido; visitada con la corporal
presencia de su Sacratíssima Madre, cuando premió a su capellán Ilefonso con dones del Cielo,
dándole una casulla con que celebrasse por aver defendido su honra contra hereges que pretendían
macularla. Tornando a Hércules, digo que vino a morir en la isla de Cádiz, cuyos moradores hizieron
en honra suya un magnífico templo, y puestas en él sus cenizas, les dieron honores divinos.
[10] Teseo también tiene lugar en este
Discurso de Fortaleza. Dél escrive Plutarco en su
Vida que fue hijo del rey Egeo. Diose, como otro Hércules, a quitar tiranos del mundo. Mató a Corineta, que
con una porra defendía cierto passo en daño de las vidas de los que pretendían passarle, y él truxo
después aquella arma, como Hércules la de Molorco. Después desto ligó a dos árboles un tirano
llamado Sinis, inclinándolos y dexándolos bolver a su natural, despedaçándole como él despedaçava
a otros. A Escirón despeñó de las rocas escironias, de las cuales él despeñava a otros por sola su
voluntad y gana. A Procustes mató en la cama, donde él avía muerto a muchos que hospedava en su
casa, porque si eran más largos que la cama, cortava lo que les sobrava de los pies, y si eran
menores, estirávalos hasta que viniessen a igualar. Grandes cosas se escriven dél. Fue rey de Atenas,
y al cabo murió desterrado della en la isla de
| Esciros, matándole Licomedes, rey della sobre
seguro, a quien mató después Simón, capitán ateniense, y trasladó los huessos de Teseo a Atenas,
donde se le hizo templo y fue adorado por Dios.
[11] Después de Hércules y Teseo, quiero hazer mención de otro capitán, el más esforçado y valiente
que entiendo se halla en escrituras humanas auténticas y verdaderas. Éste fue Aristómenes Messenio.
Nació en Messenia, ciudad cercana a Lacedemonia y señoría de por sí. Su madre se llamó Nicotelea,
sin conocérsele padre. Sus ciudadanos afirmavan que fue engendrado de uno de sus dioses, en
forma de dragón. Era éste refugio de adúlteras entre gentiles, que encubrían sus flaquezas con sus
dioses, y era tan grande la necedad del pueblo, que lo creían. Avían tenido los lacedemonios guerra
con los messenios por veinte años, en la cual los sujetaron a ellos y se apoderaron de sus tierras.
Tomáronles juramento que les serían siempre fieles y que les darían como por censo y tributo la
mitad de los frutos que cogiessen de sus heredades. Lo cual ellos sentían tanto, que acordaron de
rebelarse, incitados por Aristómenes. Començóse la guerra y duró diez y siete años, y fue el último,
primero de la Olimpiada veinte y ocho. En la primera batalla mostró Aristómenes tal valentía, y
hizo cosas que no parecían possibles a las fuerças ni esfuerço de un hombre. Nombráronle los
messenios por su rey y no quiso aceptarlo (tanto era ageno de ambición), contentándose con ser su
capitán. Entró una noche solo en Lacedemonia y puso su escudo en el templo de Minerva, que
estava en medio de la ciudad, con una letra que dezía ser ofrenda de Aristómenes, de los despojos
que avía ganado a los lacedemonios, sus enemigos. Juntáronse en
/(175v)/ batalla desde algunos días, y Aristómenes escogió de su gente una escuadra de ochenta mancebos para guarda de su
persona, y entró como un rayo por los lacedemonios hasta llegar al rey Anaxandro, que tenía la flor
de los guerreros de la ciudad, y púsole en huida, matando a muchos y amedrentando a todos, de
modo que bolvieron las espaldas y él siguió el alcançe hasta quedar del todo victorioso. Bolvió con
esta victoria Aristómenes, y fue recebido en la ciudad de Andavia por las mugeres, con danças y
cantares, derramando flores sobre él. No dexava resfriar el ardor de los soldados, bolvía a
Lacedemonia y saqueava pueblos, dexando muertos a cuantos se le defendían. En uno dellos estava
un escuadrón de donzellas celebrando fiesta a Diana; llevólas todas consigo, y como viniesse la
noche, algunos de sus soldados, hartos de vino, tratavan de deshonrarlas. Aristómenes dio en ellos
y hizo pedaços a cuantos no se rindieron presto a la razón, y muy honradas y guardadas las dio a sus
padres por rescate a ley de guerra. Tornó a verse con los lacedemonios en batalla, y llevó a los
árcades en su compañía, con su rey Aristócrates; el cual, cohechado de los lacedemonios con dinero,
començándose la batalla, huyó con los suyos a los montes, y assí fueron muertos casi todos los
messenios, sino los que se hallaron cerca de Aristómenes. El cual, desamparando las demás tierras,
con la poca gente que tenía se encerró en una ciudad del monte Era, donde los lacedemonios le
cercaron, y duró el cerco onze años. En este tiempo salía Aristómenes con trezientos soldados a
proveerse por la comarca de mantenimientos. Donde una vez le acometieron con grande golpe de
gente dos reyes que tenían | los lacedemonios, y Aristómenes se defendió animosamente algún
tiempo, hasta que fue herido en la cabeça de una piedra, que le dexó sin sentido. Fue preso con
cincuenta de sus soldados, a los cuales todos llevaron a Lacedemonia y los sumieron en un profundo
carcabón llamado Ceada, donde empozavan a los condenados a muerte. Los demás soldados murieron
de sólo el golpe; Aristómenes llevava embraçado su escudo, que no se le pudieron quitar, y echáronle
con él, donde estando ya en su sentido, de la pedrada que le privó dél, viéndose caer, meneó
aceleradamente el escudo de una parte a otra, y sirvióle como de ala, por donde no dio grande caída.
Mas, viéndose en aquella profundidad, túvose por muerto, y rebolviéndose en su capa aparejó su
coraçón a tragar la muerte, que de hambre por lo menos tenía segura y cierta. Tres días passó ayuno,
y sucedió que por unos albañares que las aguas llovedizas tenían hechos y salían al profundo de
aquellos socarrenes, entró una raposa al olor de los cuerpos muertos, la cual, como dél fue sentida
en el roer, y conocida en aquella poca vislumbre que abaxo avía, estúvose quedo desseando que se
le acercasse, como él la pudiesse asir, con esperança que, guiado della, podría él salir por donde ella
avía entrado. Sucedióle como lo desseava, y asiéndola por la cola con la una mano, y poniéndole la
capa con la otra, en que mordiesse si tornasse a él, hostigóla de manera que ella se tornó por sus
albañares, aunque a vezes estrechos para el cuerpo de un hombre, mas con la mano libre desgarrava
la tierra y ensanchava el passo, hasta que salió a la vista del Cielo. Y dando libertad a la raposa
/(176r)/ con muchas gracias, él se tornó al fuerte de Era, donde su gente no poco se admiró de verle
libre de la Ceada y de que no huviesse sido muerto de la caída en ella. Los lacedemonios no podían
creerlo, hasta que de dos capitanías que les ivan de Corinto, sobre los cuales dio de noche Aristómenes,
y mató a los capitanes Hiperménides y Lisístrato, los que con la vida quedaron dieron nueva cierta
que Aristómenes no era muerto. El cual, alcançada esta victoria, ofreció a sus dioses el sacrificio
que llamavan Hecatonfonía, que era en hazimiento de gracias por aver muerto uno solo cien enemigos
con sus manos en una batalla, porque tantos mató a una refriega. El cual sacrificio hizo por tres
vezes en su vida. Después desto fue preso Aristómenes a traición por siete ballesteros cretenses que
ivan a Lacedemonia, teniendo treguas con ellos, lo que todos juntos no hizieran en batalla aplaçada.
Adelantáronse los dos a dar la nueva, y los cinco quedando a hazer noche en casa de una biuda que
tenía una hija donzella, la cual, doliéndose de ver llevar preso a Aristómenes, dio tanto vino a bever
a los cinco cretenses, que los emborrachó. Y, quitando la daga al más borracho, cortó las ataduras
de Aristómenes, y él con la daga los mató a todos y se bolvió a los suyos. Donde en agradecimiento
deste hecho, casó después la donzella con un hijo suyo, llamado Gorgo. El fuerte de Era en que
Aristómenes estava fue entrado de los enemigos una noche que, por hazer gran tempestad, las
guardas desampararon los muros, dando aviso desto un lacedemonio que se halló en el arrabal de la
villa con una muger, teniéndole amistad, travada del largo
| cerco. Estava a la sazón Aristómenes
herido de una escaramuça, mas el peligro tan grande le arrancó de la cama, y juntando algunos de
los suyos, por tres días con sus noches peleó por las calles de la ciudad, ayudando las mugeres
desde las ventanas y terrados con cosas arrojadizas. Mas, visto que ya no avía defensa, juntando
Aristómenes las mugeres y niños en medio de sus soldados, mandóles que le siguiessen. Salió a
raso, y, visto por los lacedemonios, y el denuedo que llevava, abriéronle ancha carrera, y assí se fue
con su gente sin que le osassen enojar, no queriendo rencilla con quien no temía la muerte. Desta
forma sacó el valiente Aristómenes las reliquias de su nación y gente, y los puso en salvo. Los
cuales, con su hijo Gorgo passaron en Sicilia y poblaron una ciudad que de su nombre, Messenio,
se llamó Messana, y después Mecina. Aristómenes quedó entre sus enemigos con intento de les
hazer todo el mal que pudiesse, como lo puso por obra, hasta que, ya viejo, aviéndose casado
altamente tres hijas que tenía sólo por la estimada virtud de su padre, passando él a verse con el rey
Ardis de Lidia, hijo de Ciges, murió de su enfermedad, en la isla de Rodas, y los ródanos le hizieron
muy honrado entierro. Lo dicho es de Pausanias, libro tercero; de Plinio, libro onze, capítulo treinta
y siete; de Estrabón, libro octavo; de San Hierónimo,
Contra Joviniano; de Clemente Alexandrino, en la
Oración a las gentes; de Teodoreto, libro siete de las
Griegas Afectiones. Afirman assí mismo, Plinio, libro onze, capítulo treinta y siete, ya dicho, Valerio Máximo, libro primero, capítulo octavo,
y Estoveo, en el Sermón séptimo
, que fue abierto /(176v)/ Aristómenes luego que murió, y que le
hallaron el coraçón lleno de bello. Lo cual también dize Plutarco, en los
Paralelos, de Leónidas, rey de Lacedemonia, nombrado en este
Discurso.
[12] Milón Crotoniense era de tan aventajadas fuerças que levantava con sus manos en alto un toro
y le llevava en el ombro. Afirmávase en el suelo y muchos hombres no podían hazerle dar un passo.
Si tomava en sus manos alguna cosa, como una mançana, otras muchas manos no podían sacársela.
Es de Sabélico, libro primero. Su muerte se dize que fue siendo viejo. Estando solo en el campo, y
viendo un grande tronco de árbol que le tenían puestas cuñas para rajarle, él llegó y con las manos
le abrió, y haziendo fuerças para rajarle saltaron las cuñas, y faltándole las fuerças proprias, bolvió
el roble y apretóle braços y cuerpo sin poder él desasirse, hasta que quebrantado y hambriento
despidió la alma.
[13] Haziendo guerra el rey Cleomenes de Esparta a la ciudad de Argos mató en una batalla todos
los varones della. Quedaron las mugeres y niños dentro de la ciudad, y hallándose en ella Teselide,
anduvo exortando a las demás que se defendiessen. Hiziéronlo assí. Tomaron armas, cerraron sus
puertas, pusiéronse en los muros, y con la industria y ánimo de la capitana Teselide se defendieron
y libraron la ciudad de ser saqueada, y assí mismo de ser deshonradas. Es de Fulgoso, libro 3.
[14] Enojado Alexandre contra Lisímaco, familiar suyo, mandólo echar a un feroz león, y el moço,
visto que avía de morir, quiso primero hazer su dever. Tomó su clámide o vestido y arrojósele al
león sobre la cabeça, y viéndole algo embaraçado, corrió a él y apretóle por la garganta con tanta
fuer- ça | que le ahogó. Por este hecho le perdonó Alexandre y vino después a ser rey de Mace
donia. Es de Fulgoso, libro 3.
[15] No es contraria la fortaleza y valentía a las letras, pues muchos filósofos y sabios se mostraron
valientes. Arquitas, seis vezes fue elegido por capitán en guerras que tuvieron los tarentinos. Meliso,
en una batalla nabal, tuvo el govierno. Sócrates, tres vezes fue a la guerra. Platón se halló en la
expugnación de Tanagra y Corinto. Xenofonte de sí escrive hechos de armas en la
Vida de Ciro. Dio quebranto la tiranía de Hiparino y de Dionisio. Epaminondas venció a los lacedemonios, y fue
capitán de mucho nombre entre griegos y romanos. Zenón hizo mucho en favor de los atenienses
contra Antígono. Lo dicho es de Eliano, libro séptimo; y a los que nombra se podrían juntar muchos
otros antiguos y modernos, como un Julio César, que peleava de día y escrivía de noche lo que en
las batallas le sucedía.
[16] Para pecho mugeril, dignas son de loa dos donzellas por la valentía que mostraron la una en
dar la vida por la otra. Fue el caso que se levantó en la ciudad de Siracusas o Zaragoça de Sicilia un
motín y conjuración contra el rey Gelón, y fue de suerte que le mataron a él y a sus hijos, no
quedando de la casa real sino una hija suya llamada Harmonía, donzella. A la cual, entrando a dar
la muerte los revelados, otra donzella suya, ayudándola la ama que avía criado a la infanta, vestida
de reales vestidos y fingiendo ser la que buscavan se ofreció a la muerte, y se la dieron los verdugos,
creyendo que era Harmonía, sin hablar ella palabra. Visto esto por la misma Harmonía, vencida de
la fe y constancia de aquella su donzella, quiso
/(177r)/ tenerla compañía en la muerte, y saliendo
a los verdugos declaró el caso y fue por ellos muerta. Y assí a la una la mentira encubierta y a la otra
la verdad manifiesta fue ocasión de muerte. Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[17] Puso el rey Porsena a Roma en grande aprieto, haziéndole guerra sangrienta. Vinieron a tratarse
medios de paz, diéronsele rehenes y fueron algunas donzellas hijas de nobles romanos. Entre ellas
estava una, llamada Cloelia, de ánimo esforçado, la cual, en una noche que se vido en el real donde
estava el rey, con ocasión de salir bien con ello subió en un cavallo, passó el río y entróse libre en la
ciudad. Y fue este hecho causa de librar sus ciudadanos, no sólo del miedo que tenían de aquel
valiente rey, sino de que la ciudad fuesse decercada. Dízelo Valerio Máximo, libro 3.
[18] Entravan en Roma victoriosos los etruscos, llegaron a una puente llamada Sublaco sobre el
Tiber. Salió a ellos Horacio Cocles, cavallero romano, y detuvo el escuadrón todo de los etruscos él
solo, hasta que por la parte de sus espaldas rompieron los romanos la puente. Y, hecho esto, se dexó
caer en el río armado sobre su cavallo. Y ni la caída, ni las armas, ni tiros de lanças y saetas de los
enemigos que llovían sobre él, fueron parte para no salir libre, como salió nadando a la ribera.
Mirávanle amigos y enemigos, éstos estavan espantados y aquéllos gozosos. Fue parte un solo
hombre para que dos exércitos no peleassen, siendo estorvo a los unos y amparo a los otros. Valió
tanto el escudo de Horacio para Roma, cuanto el río Tiber. Y assí, bolviendo los etruscos a su tierra,
pudieron dezir: «Vencimos a los romanos, y fuimos vencidos de Horacio». Es de Valerio Máximo,
libro tercero.
[19] Viéndose apoderados los franceses de Roma y hechos captivos a muchos de los senadores, un
francés descomedido atrevióse a llegar a la barva a Cayo Atilio, senador anciano y de mucho nombre
en Roma, el cual aunque estava captivo y sabía que le costaría la vida, por no ver- se
| afrentado levantó un báculo en que se sustentava y dio un varapalo al atrevido, que no se le diera mejor si
fuera su esclavo y le ofendiera malamente. Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[20] Tito Manlio Torcuato, Valerio Corvinio y Escipión Emiliano, romanos, siendo desafiados en la
guerra, salieron en campo contra los que los desafiaron y los mataron. Es de Valerio Máximo, libro
tercero.
[21] Marco Sergio, romano, mostró grande fortaleza en diversas batallas en que se vido. En una le
cortaron la mano y hizo otra de hierro, y se servía della. En otra le mataron dos cavallos, recibió en
vezes veinte grandes heridas. Con dificultad podía servirse de los pies y de la otra mano. Desta
manera, peleando más contra sus miembros debilitados que con el enemigo, venció dos insignes
batallas. Descercó a Cremona y a Placencia, que estavan en gran peligro de ser entradas y saqueadas.
Todos los que le miravan quedavan llenos de admiración porque consideravan sus pies que no le
podían llevar, las manos, que para comer no le servían por faltar una y parte de la otra, y que desta
suerte alcançasse victorias de fuertes enemigos, era cosa de admiración. Es de Fulgoso, libro tercero.
[22] Admirable fue la fortaleza de Manlio
/(177v)/ Capitolino, el cual antes de los diez y siete años
venció dos particulares desafíos y ganó los despojos al enemigo. Fue coronado con diversas coronas
con que los romanos premiavan a los que hazían hechos de fama particulares. Ninguno primero que
él ganó la corona mural, que era del que se adelantava a subir en los muros de las ciudades que
combatían. Con la corona cívica, que era por librar de muerte a ciudadano romano, seis vezes fue
coronado. Ganó treinta y siete dones o despojos militares. Mostrava en su cuerpo por la parte de
detrás treinta y tres heridas, sin dos grandes que tenía, una en el hombro y otra en una pierna. Dio
libertad a Publio Servilio, maestro de cavallos, que era dignidad entre romanos de mucho nombre,
el cual en una batalla fue presso y le llevavan captivo, y sobre todo fue el que defendió el Capitolio
contra los franceses, de donde le quedó el nombre de Capitolino. Dízelo Fulgoso, libro tercero.
[23] Lucio Sicinio Dentato fue exemplo de valientes. Escriven dél Marco Varrón y otros graves
historiadores cosas difíciles de ser creídas. Hallóse en ciento y veinte batallas campales, y en las
más vencieron los de su parte. Uno a uno hizo campo treinta y seis vezes, y las ocho estando los
exércitos a la mira, y en todas salió con victoria y ganó despojos. A catorze ciudadanos de Roma
libró de muerte. Por cuarenta y cinco vezes fue herido en sus pechos y nunca en las espaldas.
Hallóse en nueve triumfos de emperadores, siendo tan mirado él como el que triumfava. Ganó ocho
coronas de oro, catorze cívicas, tres murales, una obsidional, ciento y ochenta y tres collares de oro,
ciento y sesenta armillas, diez y ocho lanças, veinte y cinco saleras, y otros ornamentos de guerra.
Lo cual todo era mucho para una legión entera, cuánto más para un solo soldado. Lo dicho afirma
Valerio Máximo, libro tercero.
[24] Mucio Escébola, llamado deste nombre porque se dexó quemar la mano, en- tró
| en el real del rey Porsena, etrusco que tenía cercada a Roma, con intento de matarle, llevando una arma secreta.
Hallóle sacrificando a sus ídolos, acometió el hecho, aunque sin acabarle fue preso. Llegó a un
brasero en que se ponía encienso para el sacrificio y dexóse en él abrasar la mano, sin mostrar señal
de dolor o pena en cuanto que duró el quemarla. Visto por el rey y admirado del caso, sabiendo
quién era, díxole:
-Buélvete, oh Mucio, a Roma, y di a tus romanos que procurando tú mi muerte, yo quiero
darte la vida.
Mucio bolvió a Roma y el rey, mejor aconsejado, temiendo no acabasse otro lo que avía
intentado Mucio, compúsose con los romanos y levantó el cerco. Es de Valerio Máximo, libro
tercero, y refiérelo San Augustín, libro quinto de la
Ciudad de Dios, capítulo diez y ocho.
[25] Lucio Sila, capitán romano, en una batalla que tuvo con Arquelao, capitán de Mitrídates,
viendo ir de vencida su gente, derribóse del cavallo y tomó la vandera, y fuese a poner en medio del
enemigo dando bozes a sus soldados diziendo:
-Ea, valientes romanos, idos y dexadme, que yo aquí quiero morir. Y a quien os lo preguntare,
mirad que digáis la verdad, adónde dexastes a vuestro capitán.
A esta boz, confusos los soldados, bolvieron en ordenança contra el enemigo y renovada la
batalla venciéronle, aunque antes los llevava de vencida. Es de Fulgoso, libro tercero.
[26] En la batalla naval que tuvieron Metelo, romano, y Hasdrubal, cartaginés, Lucio Glauco,
cavallero romano, aviendo echado las manos a un grande barco del enemigo, no se pudo con él que
las dexasse hasta que se las cortaron, y cortada, asió con los dientes; hizo cuanto pudo por ganarla.
Es de Fulgoso, libro tercero.
[27] Estando Aníbal sobre Capua y el exército romano en su defensa, como el cartaginés se les
mostrasse superior y tratasse mal, Bibio Aceo, capitán de la Cohorte Peligine, tomó su vandera y
arro- jóla /(178r)/ dentro del real de Aníbal, y dixo a sus soldados:
-De todas las gentes seremos malditos, y nos tendrán por infames si dexamos nuestra vandera
en poder del enemigo. Vamos a recobrarla.
Y aunque los soldados vieron el intento con que la avía arrojado su capitán, que era porque
tomassen contienda con los africanos y peleassen con brío y coraje, oyendo sus palabras
avergonçáronse, y como gente desesperada los acometieron pretendiendo recobrar la insignia y
vandera. Vido esto Valerio Flaco, tribuno de la Tercera Legión, y buelto a sus soldados, díxoles:
-¿Será possible que ayamos venido aquí a ver lo que otros hazen? De mí os se dezir que
quiero más una muerte honrosa que vida con afrenta, y assí aunque sea solo tengo de ir en fabor de
los que allí pelean.
Oyendo esto Pedanio Centurión, asió de la vandera que estava enerbolada y dixo:
-Pues yo me determino de poner esta insignia dentro del real enemigo. Síganme los que
quisieren, y procuren que no se quede en su poder.
La legión toda le siguió, y por lo que tres esforçados hombres dixeron y hizieron, estando
Aníbal con esperança de ganar esse día a Capua, perdióla, y juntamente su real, porque acometido
de aquellas dos legiones y siguiéndoles todo el campo con brío y coraje estraño, él fue perdidoso y
quedó en manos de los romanos la victoria, y Bibio Aceo recobró su vandera. Dízelo Valerio Máximo,
libro tercero.
[28] Julio César dos vezes hizo bolver
| su gente que huía a la pelea, y alcançaron victoria por
mostrarse de ánimo esforçado. La una tomó el escudo a un soldado de a pie, baxando de su cavallo,
y acometió a los enemigos con tanto denuedo que visto de sus gentes y afrentados de que su capitán
quedasse solo peleando, bolvieron a seguirle y vencieron. En la otra, viendo que el alférez de una
capitanía bolvía las espaldas, fue a él, y asiéndole de los cabezones y señalando al enemigo con la
mano, le dixo:
-¿Adónde vas? Tú no ves que los contrarios están desta otra parte.
Con hazer bolver aquella vandera y ir adelante de todos peleando, puso tal ánimo en su
gente, que de vencidos los hizo vencedores. Es de Valerio Máximo, libro tercero.
[29] Atilio, soldado de la Dézima Legión de Julio César, en una batalla naval assió con la una mano
cierto barco de los de Marsella. Sus contrarios cortáronsela. Assióla con la otra, y pudo tanto que la
trabucó y echó al fondo. Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[30] Mucio Escévola, centurión de Julio César, estando en guarda de la puerta de una fortaleza,
viniendo a se la ganar un prefecto de Pompeyo, púsose él a la defender. Cargó gente y sin bolver el
pie atrás mató grande número de soldados y al cabo fue muerto, aunque la puerta se defendió.
Halláronle herido en la cabeça, en el hombro, en un muslo, sacado un ojo y su escudo passado con
ciento y veinte botes de lança. Es de Valerio Máximo, libro tercero.
Fin del Discurso de Fortaleza. |