DISCURSO TREINTA Y DOS. DE LA GLORIA DE LOS BIENAVENTURADOS
En el milagro que hizo Jesucristo, Nuestro Señor, en Caná de Galilea, en la fiesta que allí se
celebrava de bodas, convirtiendo agua en vi- no,
| dize el Evangelista San Juan, en el capítulo
segundo, que gustándolo el Architiclino, dixo al desposado:
-Al contrario de lo que todos hazen has hecho, que guardaste el mejor vino para el cabo,
siendo costumbre /(178v)/ general de darlo al principio.
La causa desto fue estar allí Jesucristo, verdadero Dios y Hombre, que se ha al contrario del
mundo, porque el mundo al principio da plazeres, y al cabo pesares. Es como la estatua que vido el
rey Nabucodonosor: la cabeça era de oro y los pies de barro. Tal es el mundo, promete y da plazeres
a los mundanos al principio; al cabo, Infierno Eterno. Dios, al contrario, al principio da trabajos y
penas, al fin, Gloria Eterna. Desta tratará el
Discurso.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Teniendo presentes Jesucristo, Nuestro Señor, tres de sus Apóstoles, Pedro, Diego y Juan, en un
monte, transfiguróse, y resplandeció de suerte que siendo visto por ellos, pareciéndoles que gozavan
ya de la Bienaventurança que esperavan gozar, dixo San Pedro en nombre de todos:
-Señor, bien estamos aquí.
No veían enteramente su gloria, sino un rasgo o dibuxo della, y por verle tan hermoso y
resplandeciente dessearon quedarse allí con Él. Vieron assí mismo junto con el Señor a Moisés y a
Elías, y por la luz del Cielo que allí resplandecía, sin averlos visto antes los conocieron. Añadió el
mismo San Pedro, con boz ferborosa:
-Si sois servido, hagamos aquí tres aposentos: uno para Vos, otro para Moisés y otro para
Elías.
No pidió cuatro y que fuesse para sí uno porque se quería quedar en el de Cristo y no
apartarse dél. Y si quería apartar en aposentos aparte a Moisés y a Elías, era porque a él le bastava
y estava contento con solo Cristo. Mas, para que se viesse la flaqueza de nuestra naturaleza humana,
sobrevino una nuve resplandeciente, y della salió una boz que los atemorizó, y cayeron sobre sus
rostros. Quedávanles que passar cosas penosas y de trabajo, por las cuales, mediante la misericordia
divina, aora gozan de la Eterna Bienaventurança.
| Es de San Mateo, capítulo diez y siete.
[2] San Pablo, arrebatado hasta el Tercero Cielo, sin que se determinasse si fue en cuerpo o fuera
del cuerpo, afirma aver oído secretos tan altos y maravillosos, que no es lícito al hombre hablar
dellos ni manifestarlos, por ser necessario otro órgano más puro y divino que el corpóreo. Es de su
Segunda Carta a los de Corinto, capítulo doze.
[3] El Evangelista San Juan afirma en el
Apocalypsi que fue llevado en espíritu al Cielo, y que vido
a Dios assentado en un trono digno dél. Oyó bozes, sintió tronidos, vido luces y cuatro animales, y
veinte y cuatro senadores que servían y se mostravan sujetos al que estava assentado en el trono.
Vido la santa ciudad de Hierusalem, como esposa adereçada para su esposo Cristo, en la cual ni ay
lloro, ni clamor, no dolor o muerte, sino gozo, paz, quietud y vida sempiterna. Los muros son de
piedras preciosas, y ella es oro acrisolado, y su templo es Dios Omnipotente. En ella no entra cosa
no limpia, o que haze abominación o dize mentira. No ay allí necessidad de la luz del Sol, porque el
Señor ilumina a los que allí están y reinarán por todos los siglos. Es del
Apocalypsi, capítulo primero, cuarto, y veinte y uno, y veinte y dos.
[4] Estevan Protomártir, al tiempo que le estavan apedreando levantó los ojos al Cielo y vido a
Jesucristo a la diestra del Eterno Padre. Cuando le vido, dize dél la
Escritura que estava lleno de Espíritu Santo. Y assí lo ha de estar el que quisiere ver la Gloria de Dios. De la cual vista fue tan
lleno de alegría el santo mártir, que hizo oración pidiendo a Dios, no que le librasse de la muerte,
sino que por medio della començasse a vivir con Cristo, y assí dixo:
-Señor mío Jesucristo, recibe mi espíritu.
Es del Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo 7.
Lo dicho se coligió de la Divina Escritura. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] En el martirio del Apóstol San Pedro se afirma que estando presentes algunos cristianos, vieron
ángeles que le | traían coronas de rosas y açuçenas, y que estava cerca Jesucristo con un libro en que
se leyeron, por estar abierto, muchas de las /(179r)/
razones que el Sagrado Apóstol predicava. Es
de Marulo, libro sexto.
[2] Cortada la cabeça del Apóstol San Pablo, dio tres saltos, tocando en la tierra y nombrando en
nombre dulcíssimo de Jesús. Della salió primero leche, y después sangre, y en los lugares donde
tocó en la tierra manaron tres fuentes. El suceder tales milagros y maravillas en las muertes de los
santos es la ocasión para que, considerándolas y rumiándolas con nuestros entendimientos,
imaginemos qué tan maníficos y soberanos serán los premios que gozarán sus almas en el Cielo. Lo
dicho afirman San Augustín, en el Sermón veinte y seis, de Sanctis
, y San Gregorio Turonense, en el De Gloria Martyrum
, capítulo veinte y ocho.
[3] San Andrés Apóstol, como fuesse levantado en una cruz por sentencia de Egeas Procónsul,
determinó el pueblo cristiano, que era grande, de quitarle de allí por fuerça, levantando motín
contra aquel pagano, y no lo consintió el Apóstol, desseando morir y verse con Cristo. Estuvo dos
días predicándoles desde la cruz, como en cátedra, prometiéndoles la Vida Eterna si conservavan la
Fe y si vivían conforme a los preceptos del
Evangelio predicado por él. Después de lo cual encomendó
su alma a Dios, y baxó una luz del Cielo que le rodeó, y con esto espiró. Grande es la luz y claridad
de que gozan los santos en el Cielo, pues hasta el suelo viene a les hazer compañía. Refiérese en la
Vida de San Andrés, escrita por sus discípulos.
[4] El Apóstol y Evangelista San Juan, siendo casi de cien años y llegándosele el último día, mandó
que le abriessen la sepultura y entró vivo en ella. Rodeóle una luz grandíssima, la cual desde algún
poco tiempo desapareció, y el cuerpo del Santo Apóstol no pareció. Vídose en aquel lugar por
mucho tiempo después que bullía la tierra y despedía de sí un divino maná. Del santo creemos, dize
Marco Maru- lo, | que murió y resuscitó luego, y en cuerpo y alma subió a los Cielos. Y esto porque
nunca en la tierra se vieron reliquias suyas, ni toda ella era merecedora de tener su cuerpo. El Cielo,
que le merece, era bien que le tuviesse, y también porque le era muy conveniente, pues assí como
la Sagrada Virgen, por ser Madre de Dios y Santíssima, convino que subiesse a los Cielos en cuerpo
y alma, adonde ya estava su Sagrado Hijo, assí también, en su modo, San Juan Evangelista, dado
por hijo de la misma Virgen y señalándosele Jesucristo cuando estava en la Cruz, y siendo santo, y
de los mayores santos que tiene el Cielo (porque San Pablo en este primero grado pone a los
Sagrados Apóstoles), convenía que siguiesse a su Sagrada y Soberana Madre en cuerpo y alma,
donde Ella ya estava en alma y cuerpo. Haze aquí ventajas el Nuevo al Viejo Testamento: llevó
Dios de la Tierra a Enoch, llevó a Elías en cuerpo, no por librarlos para siempre de la muerte, sino
para dilatársela hasta la venida del Antecristo; San Juan fue llevado, aviendo passado de presto este
trago y buelto a resuscitar, para no morir más. Aquéllos esperan en el fin la resurrección de los
cuerpos, que poco antes perderán, y luego han de resuscitar; este glorioso y bienaventurado santo
prevínole mucho antes, porque resuscitó primero que fuesse en el sepulcro cubierto de tierra. Primero
entró en los Cielos que fuesse tenido por muerto, y no es de maravillar que el óleo de la tina, hecho
fuego, no dañasse su cuerpo, pues de tanto privilegio avía de gozar. Lo dicho es de Marco Marulo,
libro sexto.
[5] Paulo, primer ermitaño; Pafuncio, Benedicto, Estéfano, Egido y Esperança, ermitaños; Tiburcio,
Valeriano, Máximo, Marcelino, Pedro, Justino, Pastor, Quintín y Severo, mártires; León Papa,
Amador y Germano, obispos; y otros muchos que sería largo de contarlos, fueron vistas sus almas
el día que /(179v)/ murieron volar al Cielo. Es de Marulo, libro sexto.
[6] San Hierónimo, cuando dio el espíritu, le rodeó una luz del Cielo. Viéronse ángeles y oyóse la
boz de Cristo que le llamava a posseer el Reino Celestial. Quedó en el aposento un suavíssimo olor
con el cuerpo, y Cirilo, obispo de Hierusalem vido su alma que subía al Cielo en manos de ángeles.
Y el mismo día, su santa alma se apareció a San Augustín en Africa, y en Tours, que es en Francia,
vieron dos monges un globo de fuego que passava por el aire, y se oían bozes suavíssimas que ivan
con él. Y, admirándose muchos, entendieron que la alma de San Hierónimo era llevada del monasterio
de Betleem al Cielo. Es de Marulo, libro sexto.
[7] San Martín, obispo de Tours, luego que murió quedó su rostro resplandeciente, de modo que, no
de muerto, sino de aver sido trasladado a la inmortalidad dava muestra. Y en la misma hora, Severino,
obispo coloniense, vido llevar su alma al Cielo por muchos ángeles. Y San Ambrosio, arçobispo de
Milán, al tiempo que celebrava aquel día, fue arrebatado en espíritu y se halló presente a su entierro.
Y bolviendo en su sentido, dixo a los presentes como era muerto aquel santo varón. Tantos testimonios
cierta hazen su Bienaventurança y mucha gloria. Es de Severo Sulpicio, en su
Vida.
[8] Diziendo Missa San Gregorio Papa, al tiempo que dixo
Pax Domini sit semper vobiscum, tardándose los ministros, fue oída claramente de todos los presentes una boz de ángel que dixo
Et cum spiritu tuo. También Pedro Diácono, ministro suyo, afirmó aver visto diversas vezes sobre su
cabeça una paloma, que entendía ser el Espíritu Santo. «Estavan presentes diversas personas y
algunos contrarios del santo y que ponían faltas en sus escritos -añadió el Diácono-, y no creáis que
es verdad lo que digo si luego no me viéredes aquí morir»; y sucedió
| assí, que murió luego. Con esto se atemorizaron los malévolos y dexaron de perseguir al santo. Es de la
Vida de San Gregorio, libro cuarto, capítulo setenta.
[9] Después del martirio de Santa Inés, estando sus padres llorando cerca de su sepulcro, aparecióseles
con gloria y magestad grande, acompañada de un coro de hermosíssimas donzellas ricamente
adereçadas. La santa venía vestida de blanco, y un cordero, también blanco como nieve, asido de su
mano diestra. Habló amorosamente a sus padres y díxoles que no la tuviessen por muerta ni la
llorassen, porque reinava con Cristo, y que la avía puesto en el número de aquellas santas vírgines.
Justamente la Iglesia celebra no sólo el martirio de Santa Inés, sino esta aparición, que fue al octavo
día, en que se descubrió su gloria y Bienaventurança. Es de San Ambrosio, en el
Sermón noventa.
[10] Llevando a degollar por la Fe de Cristo a Santa Dorotea, passó cerca de donde estava un
letrado jurista llamado Teófilo. El cual, aviéndole oído dezir, cuando estava en presencia del tirano
que la martirizó, que en todo tiempo avía rosas y mançanas adonde Jesucristo estava y ella dezía
que iva, díxole por irrisión y haziendo burla:
-Ea, donzella, hazednos gracia que cuando estéis en la tierra de vuestro Esposo nos embiéis
de allá algunas rosas y manzanas.
Esto era en seis de febrero, cuando ni mançanas ni rosas se hallan, y por esto hizo semejante
demanda, como para burlarse della. Dorotea respondió que haría lo que le dezía. Llegó al lugar
donde la avía de degollar; pidió que la dexassen hazer oración brevemente. Concediósele, y, hecha,
apareció delante della un niño hermosíssimo con un canastico, y en él tres rosas y tres mançanas
hermosíssimas, traídas por él, que sería ángel, en tiempo brevíssimo, de alguna parte de la tierra,
como de las Indias Occidentales, donde a la sazón era verano y tiempo de rosas y frutas. Díxole la
santa:
-Ve a Teófilo y dile de /(180r)/
mi parte que aí van rosas y mançanas.
Fue la santa degollada y boló su alma al Cielo. Estava Teófilo después desto haziendo
donaire de lo que con Dorotea le avía passado, contándolo a otros oficiales del Presidente. Llegó a
él el niño hermoso y trabóle de la capa, como que le quería hablar aparte. Él bolvió y, viéndole tan
hermoso, y admirado de oír sus razones tan concertadas, estuvo atento a ellas. Oyóle dezir que
Dorotea le embiava aquel regalo de mançanas y rosas. Recibiólas Teófilo y desapareció el niño, por
lo cual él se convirtió a la Fe, y fue martirizado. Dízelo San Isidoro en el
Himno del Oficio desta santa.
[11] A Santa Agata celebraron ángeles sus exequias, y adornaron su sepulcro con piedra y epitafio,
que denotava quién ella fue y lo que mereció. Es de Surio, tomo primero.
[12] Santa Cecilia gozava de vista de ángeles, y le traían ramilletes y guirnaldas de flores odoríferas
de la gloria. De donde vino a no temer los tormentos del martirio, esperando gozar en el Cielo de la
vista de Dios, pues en el suelo la hizo digna de la vista de sus ángeles. Es de Adón, en su
Martirologio.
[13] Santa Caterina hizo oración al tiempo que la querían degollar, y fue consolada de una boz del
Cielo que le declaró avérsele concedido lo que pedía, y que las puertas de la Gloria le estavan
abiertas. De donde resultó que con sumo gozo dio el cuello al verdugo, y de la herida salió leche por
sangre, y su cuerpo fue llevado por ángeles al monte Sinaí. La honra dada al cuerpo en la Tierra es
testimonio de la que se daría a la alma en el Cielo. Es del Metafraste.
[14] Muriendo Teodora Alexandrina, apareció a su abad vestida con aderezo de boca y muy
resplandeciente, acompañada de otras santas. Confesóle ser el que se llamava Teodoro Monge y era
tenida por varón. El abad despertó temeroso, y como fuesse a su celda, hallóla
| muerta y entendió que era muger, por lo cual se afirmó en la verdad de aquella aparición, y de su gloria ser grande. Es
del De Vitis Patrum.
[15] Paulo, discípulo de Antonio Abad en Alexandría, vido arrebatado en espíritu una silla de
grandíssima riqueza y resplandor en el Cielo. Parecióle que sería para su querido Maestro Antonio,
y oyó una muy grande boz que le declaró guardarse para Taide, muger que fue un tiempo de mala
vida, y después, santa penitente. Es del
Vitis Patrum.
[16] San Benedicto Abad vido la alma de la bienaventurada Santa Escolástica, su hermana, en
forma de paloma, bolar al Cielo, y, cierto de su muerte, truxo el cuerpo a su monasterio y enterróle
en la sepultura que tenía para sí, queriendo que estuviessen juntos en la Tierra los cuerpos cuyas
almas lo avían de estar en el Paraíso. Es de San Gregorio en sus
Diálogos, libro segundo, capítulo
treinta y cuatro.
[17] Santa Gertrude Virgen murió en su monasterio Nigelano, y el mismo día se apareció a la
abadessa de un otro monasterio en Treveris, que estava orando delante del Altar, dándole parte de
que iva con su Esposo Cristo a gozar de la Eterna Bienaventurança. También se provó su gloria con
otro milagro. Y fue que, pegándose un grandíssimo fuego a su monasterio, vídose sobre el texado
dél, y que con su velo apagava la llama. Temióse que todo el edificio quedara abrasado y no recibió
daño alguno, obedeciendo el fuego a la santa virgen por estar ella conjunta al que tiene sujetas todas
las cosas a su voluntad. Es de Marulo, libro sexto.
[18] Edeltrude Virgen, siendo en el año diez y seis de su muerte trasladado su cuerpo, fue hallado
entero, y dava de sí singular olor. Y lo que más admiró fue que habló, y dixo:
-Sea gloria al nombre santíssimo de Dios.
Bien se da a entender que la Bienaventurança de su alma era
/(180v)/ grande, pues apartado el cuerpo della dava gracias a Dios. Sin esto, sucedió que llegando diversas personas enfermas a
venerarle, recibieron salud. Para que se vea que los cuerpos de los santos, apartados de sus almas,
si participan su virtud, cuánta será la que tendrán cuando fueren otra vez reunidos con ellas. Es de
Beda en la Historia de Inglaterra, libro cuarto, capítulo diez y nueve.
[19] Musa, donzella romana, vido en sueños a la Madre de Dios acompañada de coros de vírgines,
y díxole:
-Huye, hija, de toda palabra ociosa, de risas y burlas, y de toda vanidad, porque a los treinta
días has de estar en compañía destas santas donzellas y gozarte con ellas. Guardó bien este precepto
Musa, y los treinta días los empleó en oración y meditación, y, llegado el día último, fue visitada de
la misma Señora y consolada. Oyóse que dixo la donzella:
-Ya voy, Señora, ya voy.
Y con esto espiró y subió al Cielo con aquella santa compañía. Es de San Gregorio, en el
cuarto libro de los Diálogos, capítulo diez y siete.
[20] En un monasterio del hiermo estava cierto religioso muy contemplativo y muy siervo de Dios.
Pidióle con instancia que le diesse a entender algo de lo que se goza en el Cielo y de la
Bienaventurança de los Escogidos. Concedióle su Magestad la petición que le hazía, tanto por
regalarle a él, como para edi- ficación
| de muchos que tuvieron y tienen dello noticia, y fue en esta
manera: Oyó cerca de donde estava cantar una ave dulcíssimamente, que sería algún ángel en
aquella figura. Levantóse de la oración y llegó donde estava. Tomó buelo y fuese a una espessa
silva. Siguióla el monge y púsose a oírla cantar, cuyo canto de tal manera le tuvo suspenso que, sin
dormir ni comer, sin sentir cansancio ni envejezerse él o su vestido, passaron trezientos y sesenta
años. Parecióle aver estado oyéndola dos horas. Y, visto que dexó de cantar y se fue, bolvió a su
monasterio y halló la puerta dél mudada. Admiróse y llamó. No conoció al portero, ni el portero a
él. El cual le preguntó quién era, que traía su hábito. El monge quería saber qiuén le avía hecho
portero, y mudado la puerta de donde él la dexó dos horas antes. El portero, por acortar embites,
habló al abad, y él salió, y de lance en lance, por nombrar quién era el abad que regía el monasterio
cuando salió dél, y vistos los libros de memoria del convento, se halló que avían passado los trezientos
y sesenta años que se han dicho. De lo cual él y los monges se admiraron grandemente, y cessó
parte de la admiración considerando, por lo que le oían dezir, que aquel tiempo avía estado gozando
algo de lo que en el Cielo gozan los Bienaventurados. Refiérese en el
Promptuario de exemplos.
Fin del Discurso de la Gloria de los Bienaventurados. |