DISCURSO TREINTA Y CUATRO. DE HUMILDAD


El Patriarca Jacob, en el viaje que hizo de casa de su padre Isaac a la de Labán, su suegro, como parece en el capítulo veinte y ocho del Génesis, hizo noche en un desierto. Recostó su cuerpo en la tierra y puso su cabeça sobre una piedra, donde tuvo una visión, de que le parecía ver una escala, cuyo principio y pie tenía en la Tierra, y su fin y remate en el Cielo. Estava Dios arrimado a lo alto de la escala, y subían y baxavan ángeles por ella. Y denota esta visión que quien se humilla como Jacob, que estava recostado durmiendo en la tierra, verá a Dios. Los passos de la escala denotan los grados de la humildad, que son propios passos de hombres que viven angelicalmente. El Patriarca San Benedicto, en su Regla, dize que estos passos y grados de la humildad son doze. Es el primero enseñar humildad con los ojos baxos, y mucho más con el coraçón. El segundo, hablar pocas palabras, y éstas según razón y sin bozes. El tercero, no ser fácil para la risa. El cuarto, tener silencio hasta ser preguntado. El quinto, seguir la vida común sin estremarse, conforme a su estado y regla. El sexto, creer de sí, y confessarlo, que es el más vil de todos. El séptimo, juzgarse indigno para cualquier bien. El octavo, confessarse que es pecador. El noveno, tener paciencia en todo lo que es trabajoso. El dézimo, sujetarse en todo a su perlado y superior. El undécimo, nunca tomar contento en hazer su voluntad. El duodécimo, temer a Dios y acordarse de sus Mandamientos y Ley Santa. Desta virtud de Humildad trata el Discurso. |


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Humilde se mostró Abraham cuando, hablando con Dios, dixo:
-Hablaré a mi Señor, aunque soy tierra y ceniza.
No dixo ceniza a solas, porque es buena para lexía, ni tierra a solas, porque aprovecha para tapias, sino tierra y ceniza, porque mezclado y todo junto para nada es bueno. Y assí, quiso dezir: «Aunque soy nada, me atreveré a hablar a mi Señor, confiado en su misericordia, y en que lo que pido es bien y limosna para mis vezinos, que no sean destruidos, aviendo entre ellos diez justos». Y, vista su humildad, concedióselo Dios, mas por no hallarse este número de hombres de bien en Sodoma, fue destruida. Es del Génesis, capítulo diez y ocho.

[2] Jacob, cuando bolvía a su tierra y le salió a recibir su hermano con grande cólera y enojo, por mostrársele humilde le aplacó, y se le mostró afable y benigno. Como parece en el Génesis, capítulo treinta y tres.

[3] Por cinco vezes resistió Moisés de recebir el cargo de duque y capitán del pueblo hebreo, que era negocio muy honroso, y no se allanó a aceptarle hasta que vido que se airava Dios, Nuestro Señor, contra él. Y era todo por humildad, y fuelo en subido grado, como pareció en diversos rencuentros que tuvo, assí con sus hermanos Aarón y María, como con muchos particulares del pueblo, que, con ser siempre él el agraviado, perdonava con facilidad y rogava por los que le perseguían. Es del Éxodo, capítulo tercero y siguientes.

[4] A Gedeón dixo un ángel que tomasse a cargo el Pueblo de Dios, y que le libraría de sus enemigos, y respondió:
-No es para mí esse negocio, que soy de la tribu de Manasse y de familia baxa, y yo el menor en casa de mi padre.
Con todo esto, fue y venció a los enemigos, y puso al pueblo en libertad. Y, diziéndole que fuesse señor de todos ellos él, y sus hijos después de su muerte, respondió con mucha humildad:
-Ni yo seré señor vuestro, ni lo será mi hijo, sino Dios. A Él reconoced por | Señor.
Es del Libro de los Juezes, capítulo sexto y séptimo.

[5] David humildíssimo fue, como dio dello testimonio en diversos trances. Ya estava ungido de Samuel por rey, y no rehusó que le embió su padre a que llevasse de comer a sus hermanos, que estavan en el campo del rey por soldados. Y ya estava en gran possessión de valiente, aviendo muerto al filisteo Goliat, cuando, diziéndole el rey Saúl que le quería dar por muger a su hija, él dixo que no merecía tanto fabor y merced de su parte. Y ya era rey de corona cuando iva delante de la arca bailando y dançando, lo cual hazía por mostrarse humilde delante del Señor. Es del Primero de los Reyes, capítulo diez y siete, y diez y nueve, y del Segundo, capítulo sexto.

[6] Acab, rey de Israel malíssimo, un tiempo se mostró humilde, cuando le embió Dios a amenazar por la muerte de Nabot. Y el humillarse le fue provechoso para que se dilatasse y aun disminuyesse algo la pena. Es del Tercero de los Reyes, capítulo veinte y uno.

[7] Vinieron a prender al profeta Elías de parte del rey Ochozías por dos vezes dos capitanías, con cada cincuenta soldados, y por su sobervia fueron castigados con fuego que baxó del Cielo y los abrasó. Vino otro tercero, y porque se humilló fue libre de semejante pena, yéndose con el profeta mano a mano a verse con el rey. Como se dize en el Cuarto de los Reyes, capítulo primero.

[8] Humilde fue el profeta Jeremías, cuando, mandándole Dios que fuesse a predicar, dezía:
-Señor mío, no sé hablar.
Escusándose por humilde de tan alto ministerio. Y es de su Libro, capítulo primo.

[9] Altamente se mostró humilde el gran Baptista en diversos trances. Vinieron a preguntarle si era el Mesías, y si dixera que sí le recibieran por Él, y respondió:
-No soy el que dezís, ni aun merecedor de desatarle la correa de su calçado.
Y apretándole sobre que dixesse quién era, respondió:
-Soy boz del que clama en /(183v)/ desierto.
Fue dezir: «Si lo dexáis a mí, soy boz, soy un poco de aire, soy nada». Y desta nada en que él se tenía, le levantó Dios tanto, que dixo dél delante de muchos testigos que era tan bueno como el más bueno, y ninguno de todos los nacidos de mugeres mejor que él. En el vestido y traje también se mostró humilde, en la comida, humilde. Toda su vida fue un espejo de humildad, por lo cual mereció que no solamente le engrandeciesse Dios de palabra, sino también de obra. Y al que se tenía por indigno de llegar al pie desatándole la correa del calçado, le llegasse a la cabeça, baptizándole. Es de San Mateo, capítulo tercero, y de San Juan, capítulo primero.

[10] También entra en la cuenta de los humildes San Josef, esposo de la Virgen, pues el dezir San Mateo, capítulo primero, que quiso dexar a la Virgen y apartarse della cuando entendió que estava preñada, sin tener él parte en la preñez, San Hierónimo y San Bernardo dizen que lo hazía de humilde, por tenerse por indigno de estar en una casa con la que era Madre de Dios. Y que fue lo mismo que dixo San Pedro a Cristo, viendo un milagro que fue para él, que era pescador, muy grande. Y refiérelo San Mateo, en el capítulo octavo: Avía andado pescando toda una noche sin sacar escama de pece, y diziéndole el Salvador que tendiesse la red al otro lado del navío, sacó tanta pesca que no cabía en él. Dixo, viendo esto:
-Apartáos, Señor, de mí, que soy un gran pecador, indigno de parecer en vuestra presencia.
Assí San Josef, de humilde le parece que es indigno de la compañía de la Madre de Dios.

[11] Palma en negocio de humildad pudo bien darse a la Sagrada Virgen y Benditíssima Madre de Dios, María, la cual, oyendo al arcángel San Gabriel que la llamava Madre del Altíssimo, ella se puso nombre de esclava, como lo refiere San Lucas, capítulo primero. Y el ir a visitar a Santa Isabel fue assí mismo género de humildad. |

[12] Aunque de ningún santo pueden sacarse tantos ni tan maravillosos exemplos de humildad, como del Santo de los Santos, Jesucristo, Nuestro Señor. Y fue modo de humillarse el querer ser concebido en Nazaret, que era en Galilea, tierra despreciada de los hebreos. Y assí, dixo Natanael, viendo los milagros de Cristo y oyendo dezir que era de Nazaret:
-¿De esse pueblo puede salir cosa buena?
Y otros letrados dixeron, y lo refiere San Juan, capítulo siete:
-Mirad bien las Escrituras y hallaréis que ningún profeta salió de Galilea.
También haze por la humildad de Cristo que nació de madre pobre; no quiso emperatrizes ni reinas, escogió a María de Nazaret, pobre, aunque santíssima donzella. Su nacimiento todo está bañado en humildad, siendo el lugar que escogió aposento de bestias, y tomó por cama un pesebre. Por casi treinta años estuvo como escondido, sin que se diga dél otra cosa que, cuando a los doze se quedó en Hierusalem y fue hallado entre doctores en el Templo, y que se sujetava al Santo Josef y a la Soberana Virgen, su Madre. Cerca de los treinta años fue a ser baptizado del Baptista. Escogió dicípulos humildes y conversó con ellos humilmente. Y entre otros documentos les dio uno, diziendo:
-Aprended de Mí, que soy mansueto y de coraçón humilde.
Y se llamó diversas vezes Hijo del Hombre, pudiéndose llamar Hijo de Dios y de la Virgen. Hallóse en unas bodas de gente pobre y humilde, pues faltó el vino en Caná de Galilea. Hizo un solemne milagro, de hartar con cinco panes y dos peces muchos millares de hombres, y entendiendo que tratavan de hazerle rey, huyó de allí. Para entrar triunfando en Hierusalem después de aver resucitado a Lázaro, muerto de cuatro días, escogió no carro triumfal, sino un humilde jumento. Al tiempo que quiso passar deste mundo al Padre dio un especial exemplo de humildad lavando los pies a sus Doze Apóstoles, estando Judas entre ellos, que le tratava la muerte. En su /(184r)/ Passión se humilló, haziéndose obediente al Padre hasta muerte de Cruz, que era cosa de mucha afrenta. Lo dicho se colige de los cuatro Evangelistas.

[13] El centurión que dixo a Cristo: «Señor, no soy digno que vais a mi casa, conténtome con una palabra vuestra, y con ella sanará mi criado», de humilde dio bastante prueva. Como lo refiere San Mateo, capítulo octavo.

[14] La cananea, llamándola Cristo perra, no se indignó, sino se humilló, diziendo:
-Sí, Señor, perra soy, y como a tal os pido una migaja de vuestra mesa, y sea que sanéis a mi hija.
Hízolo Cristo, y refiérelo también San Mateo, capítulo quinze.

[15] San Pedro, no sólo se mostró humilde en lo que se ha dicho de quererse apartar de Cristo, sino en no dexarse lavar dél los pies. Y después de la venida del Espíritu Santo, sanando un coxo a la entrada del templo, no se atribuyó a sí esta obra, sino a la virtud divina y al nombre de Jesucristo que invocó. Es de los Hechos Apostólicos, capítulo tercero.

[16] San Pablo y San Bernabé, Apóstoles, oyendo a los vezinos de la ciudad de Listris que los llamavan Dioses por averles visto sanar a un coxo, y les querían ofrecer sacrificios, rompiendo sus vestidos salieron en presencia del pueblo, diziendo: |
-Varones, ¿qué hazéis? Que nosotros mortales somos como lo sois vosotros.
Fue todo esto prueva de humildad. Refiérese en el Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo catorze. Y en el diez y ocho se dize que San Pablo trabajava de manos para sustentarse a sí y a los que andavan con él, y por esto se aposentava en casa de Aquila y Priscila, estando en Corinto, que eran del arte escenofactoria, que también él hazía, y era negocio en que se gastavan cueros de animales, por donde muchos expositores deste lugar andan varios, ya quieren que hiziesse guadameziles, ya frenos de cavallos, ya adereços de altares y de ornamentos o caxas encoradas donde se guardassen; a todos puede responderse que ninguno destos tratos parece que cuadran con la vida que traía San Pablo, que era para poco en un lugar, y todos estos oficios son de asiento y en muchas partes, sin provecho ni uso dellos, y assí no falta quien diga que, pues del Texto Sagrado se sabe que era negocio donde entrava cuero y pellejos de animales (que esto denota el nombre de escenofactoría), que hazía calçado, oficio honesto y que dondequiera que estuviesse podía usarle. Y si esto es verdad, también de aquí se puede colegir su humildad ser grande, pues no se despreciava de oficio tan humilde.

Lo dicho se coligió de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Gregorio Papa, tocado de humildad, puso en las Bulas consecutivamente después de su nombre: «Siervo de los siervos de Dios». Y para cumplir de obra lo que dezía de palabra, viniendo a visitarle Juan, abad de cierto monasterio, de que avía grande fama que era muy siervo de Dios, assí como le vido, se levantóo a él, y primero que el abad se derribó a sus pies, reverenciándole según la opinión que dél tenía. Dízelo Juan Diácono en su Vida, libro segundo, capítulo primero.

[2] Martín, al tiempo que seguía la milicia contentávase con un solo criado, al cual amava como a hermano y respetávale como a señor, y servíale en particula- res | ministerios, hecho siervo de su siervo para provar que servía a Cristo siendo humilde. Hombre de armas era, no baptizado sino catecúmeno, y ya dava passos en el camino de la perfección. Seguía la sentencia del Espíritu Santo, dicha por Salomón en los Proverbios, capítulo sexto: «Mejor es humillarse con los mansuetos, que partir despojos con sobervios». Es de Sulpicio, en la Vida del mismo San Martín.

[3] Alexo, hijo de Eufemiano, patricio de Roma, después que salió de la casa de su padre y anduvo hecho pobre mendigo por Laodicea y Tarso, como en una iglesia se oyesse cierta boz que le declara- va /(184v)/ por santo, temiendo ser honrado se bolvió a Roma. Y en la propia casa de su padre, en un mal aliñado soterraño, vivió diez y siete años en suma pobreza y miseria, no queriendo darse a conocer a sus padres, porque no le honrassen. Allí era burlado y escarnecido de los criados de casa, que ya jugavan con él, teniéndole por mentecapto, ya le maltratavan y herían, sin más ocasión de que el demonio los solicitava a que lo hiziessen porque él perdiesse la humildad. Aunque ninguna cosa destas fue parte para que él dexasse de ser humilde. Vino la muerte, y en una carta escrivió el processo de su vida y declaró quién era, cuando estava seguro de ambición, llevándole camino del Cielo su humildad. Dichoso el que assí se humilló para assí ser ensalçado. Refiérelo Surio, tomo cuarto.

[4] Eugenia, donzella santíssima, hija de Filipe, prefecto de Alexandría, porque no podía juntamente servir a sus padres, que eran idólatras, y a Cristo, dexó por Cristo a sus padres, y vestida en hábito de varón entró en un monasterio, donde por ser tal su vida, passando algún tiempo, siendo muerto el abad, fue puesta en su lugar, el cual aceptó con condición que, siendo en la dignidad mayor que todos, en su estimación fuesse menor. Y assí se exercitava en oficios baxos y humildes, por librarse de vanagloria. Ella era la primera que se hallava cuando partían leña; llevava agua, barría los aposentos. Escogió para sí la celda más pobre y desechada del convento. Y desta manera passava la vida, hasta que después se descubrió ser muger y al cabo alcançó corona de mártir, y la que menospreció la pompa del mundo venció los tormentos del tirano. Y en la Celestial Morada alcançó el premio de perfeta humildad. Es de Simeón Metafraste.

[5] Paula, romana del linaje, por parte de madre, de los Escipiones y Gracos, nobilíssimos en Roma, y del padre, de Agamenón, rey poderoso en Grecia, tuvo hijos de Toxocio, descendiente de Eneas | y Julio, la cual después de aver menospreciado el mundo y sus pompas por Cristo, fue tan grande su humildad, que quien la viera (y desseávanla ver muchos por su fama de santa) la desconociera, teniéndola por la menor de sus esclavas. Estava acompañada de coros de santas vírgines, mas en el vestido, en la boz, en el hábito y en el trato, la menor de todas era juzgada. Entendió la sapientíssima muger la nobleza del hombre no consistir tanto en el linaje y en la potencia, como en la virtud, y entre las virtudes morales ser la humildad muy grande y muy provechosa. Es de San Hierónimo, en el Epitafio de Paula.

[6] Macario, siendo de poca edad, teniendo embidia dél otro monge, entró en su celda y escondió un libro debaxo de su cama. Publicó que se le avían hurtado. Mandó el abad ir de celda en celda buscándole. Y como fuesse hallado debaxo de la cama de Macario, el abad le reprehendió ásperamente y mandóle que se aparejasse a la penitencia. Él, con mucha humildad, quería recebirla y dexarse bien açotar, mas bolvió Dios por él, dando lugar a un demonio, que se apoderasse del que escondió el libro, atormentándole gravemente, y declaró con boz alta la inocencia de Macario y su malicia. Hizo oración por él Macario, y fue libre. Es del Promptuario de exemplos.

[7] Vido San Antonio Abad el mundo lleno de lazos. Admiróse considerando el peligro en que viven los mortales y hizo oración a Dios pidiéndole le declarasse quién se librava de semejante peligro. Y fuele respondido que los humildes. Dízelo San Atanasio, en su Vida.

[8] Costumbre era de los monges de Nitria, sin otros regalos que usavan con sus huéspedes, lavarles los pies luego que llegavan de fuera y limpiárselos con lienços, queriendo imitar al que siendo señor y maestro lavó los pies a sus discípulos, y les dixo:
-Exemplo os he dado que hagáis lo que yo he hecho.
Dízelo Marulo, libro primero. /(185r)/

[9] El abad Apolonio dezía que proprio oficio suyo era labar los pies a los huéspedes, y no dexava que otro sino él lo hiziesse. El cual afirmava que sólo era abad y perlado por amonestar y enseñar lo bueno, siendo en todo lo demás el menor de todos. Es del De Vitis Patrum.

[10] Galicano, que fue primero capitán del Magno Constantino y pretendió ser su hierno, dexando el mundo entró monge, y servía en la religión los oficios baxos y despreciados con tanto calor como antes el de capitán. Ni primero fue tan amigo de honra como después de ser humilde. Era mucho de ver cómo lavava los pies a los pobres, dar aguamanos a los otros monges, levantar las mesas, varrer el refectorio, y de la propria manera en todo lo demás. Y causava admiración, considerando ser el mismo que en otro tiempo tenía tantos criados, mandava tantos esclavos, governava tantos soldados, siendo prefecto del Romano Imperio y aviendo alcançado gloriosas victorias sin ser jamás vencido. No pudiera el Mundo hazer en él tanta mudança como él hizo de su gana, no ignorando que era mejor servir a Cristo que ser servido del mundo. Dízelo Terenciano, en la Vida de Juan y Pablo, Mártires.

[11] En tiempo del emperador Teodosio el Menor vivía cerca de Constantinopla, en una pequeña celda, cierto monge, el cual nunca salía della, entretenido en oración y meditación. Tuvo dél noticia el mismo emperador, y saliendo un día de la ciudad por aquella parte, y viendo la celda, mandó a sus criados y gente de acompañamiento que le dexassen solo visitar aquel monge. Y para hazer esto desnudóse las insignias imperiales, y como persona particular llegó a la celda. Llamó, entró dentro, hizo oración y assentóse a platicar con el ermitaño. Preguntóle por los monges de Egipto, y no conociendo que era el emperador, aunque le tuvo por hombre principal de su casa, respondióle:
-Hazen oración por la salud del emperador y Imperio.
Miró la celda y no vido sino en una cesta algunos panes du- ros. | Pidióle que le diesse algo que comer, y el monge tomó un pan y echóle en agua con sal, y sacado de allí, comieron ambos y bevieron agua. Dadas gracias, el emperador dixo al monge:
-¿Sabes quién soy?
-No -respondió él.
Añadió Teodosio:
-Sabe que soy el emperador, y he venido aquí a verte por devoción que te tengo.
Derribóse a sus pies el ermitaño, mas él le levantó, y dixo:
-Bienaventurados sois vosotros, monges, que seguros y libres de negocios de mundo gozáis de una vida tranquila y segura. Sólo tenéis cuidado de la salud de vuestras almas y cómo alcancéis la Vida Eterna. Dígote de verdad que nací en el reino, y que de presente tengo el reino, y que nunca sin cuidado y solicitud he comido sino aora.
Con esto, honrándole mucho, se fue y le dexó. Aquella noche passóla el ermitaño en vela, considerando consigo, y diziendo: «Ya no me conviene vivir en esta celda, porque muchos, no sólo del pueblo, sino del palacio y senadores, visto que el emperador vino a visitarme harán lo mismo, teniéndome por siervo de Dios. Y honrándome, vendrá el demonio de mala y procurará que yo tome gusto de sus visitas y de ser honrado, y con esto perderé la humildad y me ensoberveceré con las loas y aplauso de los hombres». Considerado esto todo por el ermitaño, la misma noche salió de la celda y se fue a Egipto a vivir entre otros ermitaños. Es del De Vitis Patrum.

[12] Quiso el demonio herir un día a San Macario, aviendo estado en oración toda la noche. Levantó una partesana, y no pudo executar el golpe. Y dando bozes dezía:
-Grandes son, o Macario, tus fuerças. Mucho puedes contra mí, y lo que tú hazes yo lo hago: tú ayunas algunos días, yo siempre, pues nunca recibo manjar; tú velas de noche muchas vezes, yo nunca duermo. Sólo en una cosa me aventajas, yo lo confiesso.
Y apremiado que dixesse en qué, dixo:
-En sola la humildad me vences.
Y con esto desapareció. Es del De Vitis Patrum.

[13] Setenta semanas passó un viejo en el desierto ayunando, que sólo comía una vez /(185v)/ al día, y al cabo pidió en oración a Dios le declarasse un paso de la Escritura y no lo alcançó. Dixo:
-¿Tanto tiempo no me ha de aprovechar? Pues yo iré a otro monge y él me lo declarará
Cerró su celda para ir, y estando cerrándola vino un ángel a él, y díxole:
-Las setenta semanas que ayunaste, aunque te sirvieron para augmento de mucha gracia con Dios, mas para tu pretensión no tanto como lo que aora hazes de humillarte, siendo tú viejo, ir a un otro monge de menos edad y religión a que te enseñe, y por lo mismo me embía Dios a ti a que te lo declare.
Y assí se lo declaró. Es del Vitis Patrum.

[14] Pinifio Abad, viéndose honrar en su monasterio, que era en Egipto, passó a otro de la Tebaida, donde no era conocido y servía en los oficios más humildes del convento. Y como allí le conociessen y honrassen, passó a otro, y desta manera anduvo diversos monasterios, siempre con desseo de ser tenido en poco. Visto que ya en todas partes era conocido y que no avía disimularse, bolvió a su primero monasterio, donde era abad, y buscó otro modo para ser humilde. Y fue que, en viendo que le alabavan o de nuevo le honravan, fatigava más a su cuerpo con ayunos y disciplinas, queriendo más afligirse con hambre que verse tocado de ambición, y tener su pensamiento en la hambre que padecía, que en la honra que a su parecer no merecía. Es del De Vitis Patrum.
[15] Pedro Telonario fue de Constantinopla a Hierusalem, y aviendo dado a pobres su hazienda, vendióse por esclavo, y el precio también le repartió entre gente necessitada. Y en la casa que servía, como uviesse otros criados, tratávanle mal de palabra y de obra. Dezíanle injurias, poniendo en él las manos, de lo cual él se holgava mucho. Ni por agravios que le fuessen hechos se quexava, ni aun apartava el cuerpo cuando más le maltratavan. Llegó el negocio a que su paciencia causó admiración y hizo que se notasse dél quién sería. Y siendo conocido, tratávale su señor y los demás criados, no como esclavo, sino como li- bre | y hombre de grandes prendas. Lo cual visto por él, procuró cómo sin agraviar al que le tenía por esclavo, irse a otra parte, donde fuesse tenido en poco y se exercitasse en actos de humildad. Refiérelo Marulo, libro primo.

[16] Quisieron provar la humildad del abad Agatón algunos monges, y haziéndose a una, dixéronle:
-Muchos se escandalizan, padre, contigo, que por tu sobervia los menosprecias y que murmuras de los monges, y aun ay quien diga que eres fornicario.
Oyendo esto Agatón, dixo:
-Mucho más que esso puede aver en mí.
Derribóse en tierra y rogóles que rogassen por él a Dios. Añadieron más:
-También afirman que eres herege.
A esto respondió el santo abad:
-Esso no consiento que se diga de mí. En otras cosas possible es que yo caiga y estropieze, mas en heregía no lo permitirá Dios.
Declaráronle los monges por qué le avían dicho tales palabras. Rogáronle que les dixesse por qué a sólo lo de la heregía avía contradezido, y respondió:
-Los vicios que primero me atribuíades sufríalos por la humildad, que es salud de la alma, y por darnos exemplo de humildad sufrió Jesucristo muchas afrentas. Mas el pecado de heregía no ay arrostrarle, porque aparta mucho de Dios y haze que se junte con el diablo el que lo comete, y pocos de los que caen en él se reduzen de veras al gremio de la Iglesia.
Es del De Vitis Patrum.

[17] Vivían en una celda en soledad dos hermanos, moços de poca edad, cuya humildad y penitencia era engrandecida de otros ermitaños. Quiso un anciano provarlos. Fuelos a ver y recibiéronle con grande contento y fiesta. Rezaron sus horas, y, acabadas, salió de la celda el ermitaño viejo y vido un huerto en que tenían los hermanos algunas berças, que era su comida y regalo. Anduvo el viejo con su cayado apaleándolas y derribándolas, de modo que dexó pocas en pie y sin destruir. Y aunque vieron esto los dos monges, ninguna cosa dixeron, ni mudaron semblante de rostro, sino con toda serenidad, como primero, bolvieron a rezar Vísperas, y, aca- badas, /(186r)/ dixeron al viejo ermitaño:
-Señor, si eres servido, cozeremos alguna berça de las que quedaron, que ya es hora que comas.
El ermitaño, admirado de oír esto, derribóse en tierra y dio gracias a Dios, y dixo a los moços:
-Sin duda que el Espíritu Santo mora en vosotros. Amonéstoos, caríssimos hijos, que hasta la muerte guardéis la santa virtud de la humildad y paciencia, que os hará parecer grandes en la presencia de Dios.
Es del De Vitis Patrum.

[18] Era obispo en la ciudad de Ferentino, en Italia, Bonifacio, varón santíssimo y en grande manera humilde, ayudándole a esta virtud los frutos y rentas de su obispado, que eran muy pobres, porque solamente llevava el fruto de una viña. La cual, estando un año en agraz, vino tan grande pedrisco y granizo sobre ella que la dexó destruida, pareciendo cual o cual razimo. Entró a ver el daño Bonifacio, y cuando entendió cuán grande era, dio gracias a Dios porque en su pobreza aún avía querido afligirle. No obstante esto, tuvo cuidado de poner guardas en ella al tiempo de estar las ubas maduras. Y, llegada la vendimia, mandó a un sobrino suyo sacerdote, llamado Constancio, que adereçasse las cubas y tinajas que otros años fértiles solían quedar llenas de vino. Oyendo esto el sobrino, admiróse de aquel mandato, viendo que no avía quedado uba con que poder llenar una pequeña tinaja. Con todo esso, fue obediente y hizo coger los pocos razimos que tenía. Llevólos al lagar y mandó a un niño que los pisasse, y dellos salió un poco de mosto. Recogiólo en una cántara y repartiólo el siervo de Dios Bonifacio por todas las cubas y tinajas, echando en cada una bien poco. Mandó a su mayordomo que hiziesse venir allí algunos pobres, como tenía de costumbre, con vasos para darles limosna de aquel mosto. Vinieron todos los que solían y llevaron llenos los vasos que truxeron, creciendo por virtud divina en las manos del santo perlado. El cual hizo cerrar la bodega, y | fuese a tener oración. Y al tercero día embió a su sobrino Constancio a que requiriesse las tinajas y cubas, el cual, abriendo la bodega, que avía quedado sellada con el sello del obispo, halló las vasijas llenas de vino y que se derramava por las bocas en el suelo, que estava bañado de aquel milagroso licor. Mandó el obispo al sobrino que no diesse razón desto ni lo refiriesse a persona alguna en tanto que él viviesse. Dize San Gregorio, que escrive esta historia en el libro primero de sus Diálogos, capítulo nono, que este mandato hizo el santo perlado por ser humildíssimo.
[19] Vinieron a visitarle al desierto donde estava el divino Arsenio, Teófilo, Patriarca de Alexandría, y el presidente que governava la ciudad. Habláronle y rogáronle que les dixesse alguna cosa digna de su virtud y sabiduría. Detúvose Arsenio un poco sin responder, luego salió con esto:
-Si os dixere alguna cosa, ¿prometéis de hazerlo?
Ellos dixeron que sí.
-Pues lo que os digo y lo que avéis de hazer, es que nunca vais a donde oyéredes dezir que está Arsenio, ni le veáis de vuestros ojos.
Agradóles este dicho, porque entendieron que salía de un pecho humilde y ageno de toda arrogancia, pues lo que otro estimara en mucho, ser visitado de tales personas, a él era molesto y enojoso. Con esto se bolvieron, y no obstante el concierto hecho, el Patriarca quiso otra vez verle. Embióle a dezir que si le abriría la puerta. Respondió que la abriría, mas que sería para irse de aquella tierra, porque otros pretenderían lo mismo , y le serían causa de inquietud y dessasossiego. Es de Surio, tomo cuarto.

[20] San Juan Elemosinario, Patriarca de Alexandría, supo que un diácono le quería mal y que buscava medios cómo hazerle daño. Estava un día de fiesta principal diziendo Missa delante de mucha gente, y al tiempo que quiso dezir el Pater Noster baxó del altar y fuese a aquel diácono, y echóse a sus pies pidiendo que le perdonasse. El otro, gravemente compungido de ver aquella santa mitra arrodillada a sus pies, hizo lo mismo, pidién- dole /(186v)/ perdón.
-El Señor -dize el santo- nos perdone a los dos;
y muy alegre bolvió al altar y dixo aquellas palabras: «Perdónanos nuestras deudas como perdonamos a nuestros deudores». Refiérelo Surio, tomo primero.

[21] San Juan Damasceno, aviendo dexado el cargo de govierno que tenía en la ciudad de Damasco y entrádose monge, teniéndole a cargo otro monge anciano y dándole documentos santos, quiso un día mortificarle y que hiziesse un acto de humildad, y assí le dixo:
-Hijo, porque seas provechoso a la congregación, llevarás a vender algunas cestas de palma que han hecho los monges a Damasco, pues allí avrá compradores, y haslas de dar a tal precio.
Y señalóle doblado de lo que comúnmente se vendían. Él dixo que estava aparejado para hazer su voluntad. Tomó las cestas y fue a Damasco, donde el que en otro tiempo passeava en un cavallo vestido ricamente y acompañado de muchos criados, aora a pie, vestido pobremente y cargado de espuertas, se puso en el mercado. Llegavan a comprárselas, y oyendo el precio dezíanle palabras afrentosas, y riendo dél le dexavan. Estuvo en esto hasta que uno de los criados que avía tenido, conociéndole y admirado de verle, sabido el precio que pedía por las cestas, contóle el dinero, por quitarle que no oyesse más injurias. Bolvió con ello a su monasterio, aviendo vencido el vicio de la vanagloria. Es de Juan, Patriarca Hierosolimitano, y refiérela Surio, tomo tercero.

[22] El angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, residiendo en Bolonia, passeávase un día por el claustro de su monasterio meditando en sus estudios. Salía fuera un fraile estrangero que estava por huésped en aquella casa, y llevando comissión del Prior para llevar consigo al primero que viesse, viendo a Santo Tomás, díxole que se fuesse con él, que lo mandava el Prior. Abaxó el Santo Doctor la cabeça y salió con él, trayéndole bien cansado de unas en otras partes, reprehendién- dole | y diziéndole malas palabras porque no andava más, repitiendo algunas vezes:
-Oh, qué donoso fraile he traído comigo para lo mucho que tengo que negociar.
Visto de algunos de la ciudad, entendiendo aver sido error andar tal varón como por familiar de aquel estrangero, dixéronle que mirasse a quién traía consigo. El otro quedó muy confuso y le pidió perdón. Preguntado después el santo cómo avía hecho aquello y por qué no bolvió por sí, respondió:
-Todo el ser del buen religioso se funda sobre la humildad y obediencia. Oyendo que mi perlado me mandava aquello, no me pareció justo hazer otra cosa.
Es de Juan Garçón, y refiérelo Surio, tomo segundo.

[23] Vuolstano, obispo de Vuigornia, santo varón, siendo viejo, para defenderse del frío usava una ropa de pellejos de cordero. Dezíale un amigo suyo que siquiera usasse pellejos de gatos, que eran de más autoridad y de mejor vista. Él respondió con mucha gracia:
-Yo nunca oí cantar en la iglesia; «Gato de Dios, que quitas los pecados», sino «Cordero de Dios», y assí con pellejos de cordero quiero abrigarme.
Y hazíalo por humildad. Es del monge Bravonio, en su Vida, y refiérelo Surio, tomo primero.

[24] Juan Gualberto, fundador del orden de Valle Humbroso, por ser muy humilde, procurava que los monasterios que se ivan fundando de su orden fuessen humildes y pobres. Y assí, visitando el de Mosceta y visto un edificio grande y sumptuoso, buelto a Rodulfo, que era allí abad, con rostro airado le dixo:
-Con lo que has gastado siguiendo tu parecer en este magnífico edificio has quitado el sustento a muchos pobres.
Puso luego los ojos en un pequeño arroyuelo que manava allí cerca, y dixo:
-Dios Omnipotente, que sueles hazer grandes cosas por medio de pequeñas criaturas, yo te ruego que vea por medio deste pequeño arroyo vengança deste grande edificio.
Dixo esto y fuese de allí como abominando el lugar, y siendo ido, el arroyuelo començó a crecer. Y fue /(187r)/ de suerte que, recogiendo un monte de agua y tomando de atrás la corrida, vino con tan grande ímpetu, que llevando piedras y árboles consigo derribó el edificio. Visto por el abad Rodulfo, determinó mudar assiento y edificar en otra parte más segura el monasterio, mas Gualberto le asseguró, diziendo que el arroyo nunca más haría daño al monasterio, y assí se vido por experiencia. Dízelo en su Vida Blasio Melanesio, y refiérelo Surio, tomo cuarto. El mismo autor dize también de Gualberto que, visitando otro monasterio, supo que avía recebido el abad un monge, y con él su patrimonio, que era amplíssimo, dexando pobres sus parientes y deudos. Estava hecha escritura sobre esto, la cual pidió Gualberto con demasiado sentimiento, visto el daño que podía venir en los monges de aquel monasterio estando ricos, que dexarían de ser humildes y se tornarían sobervios. Hizo pedaços la escritura y fuese del monasterio, pidiendo a Dios castigo sobre aquel caso. Y no estava lexos de allí, cuando, sin saber cómo, se pegó fuego en el monasterio y se abrasó la mayor parte dél. Vido el que iva con Gualberto acompañándole el fuego, y con turbación grande le dixo lo que passava. Mas él, sin bolver el rostro, siguió su camino hasta Valle Humbroso.

[25] Matilde, hija de Margarita, reina de Escocia y muger de Henrico, rey de Inglaterra, llevando de noche consigo a un hermano llamado David, entró en un aposento, el cual estava lleno de leprosos. La reina, dexando sus vestidos reales, les lavó los pies y, lavados, los vesava con profunda humildad. El hermano le dixo:
-¿Qué hazes, señora? Ciertamente que si el rey save esto, que nunca llegue su boca a la que se ha ensuciado en pies de leprosos.
La reina, con un sonriso, dixo:
-¿Quién no dirá que se deven preferir los pies del Rey Eterno a la boca del rey temporal? Yo, ciertamente, hermano, te he traído aquí para | que por mi exemplo hagas lo semejante.
Es de Adelredo Abad, y refiérela Surio, tomo tercero.

[26] San Nortberto, instituidor del orden de Premonstre, fue electo en arçobispo de Magdeburg. Andava con un vestido humilde y pobre. Sucedió que a la primera entrada en sus casas pontificales, el que las tenía en guarda estando a la puerta, viéndole pobremente vestido y descalço, desconocióle, y pensando que era algún pobre mendigo le dixo malas palabra, y reprehendió por averse juntado entre tales y tantos príncipes, y no le quería dexar entrar. Mas, avisado que era el arçobispo, y quedando muy confuso, díxole San Nortberto:
-No te confundas ni avergüences, porque antes has tenido mejor vista que éstos que me eligieron por arçobispo, siendo yo un pobre despreciado.
Refiérelo Surio, tomo tercero.

[27] Helgero, hijo de un señor grande, dexó grandes possessiones y rentas siendo moço, y entró en el orden de Predicadores, cuya vida fue de mucho exemplo. Hiziéronle Prior en el monasterio Frisacense, y por estar macerado y devilitado de muchos ayunos y abstinencias, andava en un cavallo, aunque por humildad le trocó con un jumento. Sucedió que, estando en un Capítulo Provincial donde se corregían faltas de los presentes y ausentes, como de Helgero no se dixesse cosa alguna digna de reprehensión, sino de mucha loa, oyóse rebuznar el jumento en que andava, que avía dexado cerca. Helgero, oyéndole, dixo:
-Ya, padres y hermanos míos, tenéis qué reprehenderme, porque mi jumento me acusa que no soy digno de tener priorato, pues contra los estatutos del orden, deviendo andar a pie, me sirvo de su ministerio y le ocupo en esto.
Oyéndole dezir tales razones algunos de los presentes se movieron a risa, mas otros se conpungieron y reventaron en lágrimas, viendo su mucha humildad y santidad, en que estuvo firme por toda la vida, y en su muerte hizo Dios /(187v)/ por él algunos milagros. Es del mismo Surio.

[28] Fray Gabriel de Ancona, del Orden de los Menores, haziéndose milagros donde su cuerpo estava sepultado, en un lugar humilde, cierta hermana suya alcançó un Breve del Papa para hazerle un sepulcro sumptuoso y rico. El cual le fue hecho de mármol en la pared de la iglesia, con un arco y portada grande, poniendo blasones y armas de su linaje. Y fue cosa cierta que después que el siervo de Dios fue trasladado de la primera sepultura humilde a la otra, ilustre y sumptuosa, no hizo más milagro alguno. Refiérese en la Tercera Parte de la Crónica de San Francisco, libro cuarto, capítulo veinte y cuatro.

[29] Estando un sacerdote cura en su iglesia en tiempo de Cuaresma oyendo confessiones de sus feligreses, ivan unos y bolvían otros. Entre los que estavan aguardando, vídose uno, cuanto a la apariencia moço y robusto; éste se quedó el postrero de todos, llegó y púsose de rodillas, y començó a declarar pecados ignormes, homicidios, hurtos, blasfemias, perjurios, discordias, y otros semejantes, de los cuales todos se confessava por inventor y actor. Iva declarando más, y cansándose el sacerdote de oírle y no poco enfadado, díxole:
-Aunque uvieses vivido mil años, era breve tiempo para lo que confiessas aver hecho.
El otro respondió:
-Pues más tengo de mil años.
Admirado el sacerdote, preguntóle:
-¿Y quién eres?
Respondió:
-Soy diablo, y uno de los que cayeron del Cielo con Lucifer; y lo que he dicho es una mínima parte de lo que diré si quieres oírme.
Sabiendo el sacerdote que el pecado del demonio es incurable, por confundirle, díxole:
-Pues, ¿qué te movió a venirte a confessar?
Respondió:
-Yo estava mirándote y veía que llegavan a ti pecadores feos y abominables. Veíalos bolver justos y hermosos. Llegué cerca para mejor entender lo que hazían y dezían, y | lo que tú les mandavas y prometías, que era la remissión de los pecados y Vida Eterna. Yo, tocado de embidia, por ver si sería de mí lo que dellos, llegué y hize lo que ellos han hecho. Confessé parte de mis pecados, y confessarélos todos si quisieres acabar de oírme, para que me suceda a mí lo que sucede a ellos.
El sacerdote, prosiguiendo en quererle confundir con sus mismas palabras, acordándose de un caso que sucedió a San Martín casi a esta traça con el demonio, díxole:
-Si quisieres tomar mi consejo y hazer penitencia de tus pecados quedarás limpio, como éstos que se confiessan y hazen penitencia quedan.
Respondió el demonio:
-Con que me mandes cosa tolerable, yo te obedeceré y haré lo que me dixeres.
Replicó el sacerdote:
-Lo que te digo y mando es mucho menos que he mandado y dicho a los que antes de ti he confessado, y es esto: que te derribes en tierra y digas tres vezes «Señor Dios y criador mío; yo, criatura tuya, pequé contra Ti, ten de mí misericordia».
Oyendo esto el demonio, respondió:
-No puedo hazer lo que dizes.
-Pues, ¿qué dificultad tiene? -replicó el sacerdote.
-Grandíssima -añadió el demonio-, porque no puedo humillarme tanto. Manda otra cosa, que todo lo haré, y no lo que dizes.
Indignóse el sacerdote, y dixo:
-Oh, demonio, pues tanta es la sobervia de tu coraçón que no puedes en cosa tan pequeña humillarte a tu Criador, vete de aquí, que ni aora, ni para siempre, alcançarás dél misericordia.
Con esto desapareció el demonio. Y tráelo Cesario en un Diálogo.

[30] Un siervo de Dios muy humilde vido entrar en la iglesia cierta muger desonesta. Díxole:
-Ruega por mí a Dios.
La otra se puso de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora, y llorava sus pecados, pidiendo a Dios perdón dellos, poniendo por intercesora a la Virgen, y juntamente hizo oración por el sacerdote. Todo esto veía y considerava un santo monge. Y oyó que el Hijo de Dios hablava con su So- berana /(188r)/ Madre, y le dezía:
-Consideráis, Madre Mía, cómo mi enemiga ruega por mi amigo.
La Sagrada Virgen respondió:
-Pues, Hijo Mío, perdonad por el amigo a la enemiga.
El Salvador replicó:
-Por Vos, Madre Mía, yo la perdono.
Es del Promptuario.
[31] Estava en un encerramiento cierta religiosa, cuya vida en los ojos de los hombres era santíssima. Visitóla un siervo de Dios, y ella, queriéndose fingir muy humilde, al despedirse, díxole:
-Señor, mucho os ruego que roguéis a Dios por mí, que soy tan mala, que temo no castigue Dios por mis pecados a toda esta ciudad.
Quiso el otro provar con qué intento dezía esto y ver si era humilde, y assí le respondió:
-Verdad dezís, señora, porque esso he yo oído dezir antes de aora.
Ella, hecha una vívora, replicó:
-Vós no dezís verdaad, y quien os lo dixo mintió, que nunca fui mala.
El religioso dixo a esto, con mucha humildad:
-Con tus razones entiendo que eres sobervia y malíssima muger, pues no quieres oír de otra boca lo que confiessas con la tuya propria.
Es del Promptuario de exemplos.

[32] En cierto monasterio de monjas estava una que por humildad se fingía loca sin juizio, y de todo el convento era tenida en lo mismo. Residía de ordinario en la cozina, sirviendo a la comunidad. Avíasele fixado en el coraçón aquella sentencia de las Divinas Letras que dize: «Si alguno se tiene por sabio en el mundo, sea loco (y es de San Pablo, en la Primera a los de Corinto, capítulo tercero), y assí de veras será sabio».
Las demás monjas traían cortado el cavello, y en sus cabeças un velo negro. Ella traía una toca rebuelta a la cabeça, sin jamás descubrírsela. Cuarenta monjas avía en la casa, y de todas ellas ninguna la vido comer; nunca se assentó a la mesa, cogía los mendrugos que quedavan en la mesa, y de las ollas, si sobrava algo, y con aquello en su rincón passava la vida. A nadie hizo injuria, de nadie oyó murmu- ración, | y con esto era maltratada de muchas, y no sólo de lengua, sino también de manos. Estava a esta sazón cerca de allí un santo ermitaño, llamado Picario, famoso por santidad en toda la provincia. A éste habló un ángel y le dixo:
-Contento estarás por parecerte que te aventajas más que otros solitarios en el servicio de Dios. Pues si quieres ver una muger que en lo mismo te haze a ti grande ventaja, ve al monasterio de monjas de los Tabesionitas, y entre ellas hallarás una que tienen en su cabeça corona. Ésta te haze conocida ventaja, porque estando siempre ocupada en ministerios corporales, nunca su espíritu se aparta de Dios.
No aguardó más el santo viejo, fue al monasterio señalado, pidió y alcançó licencia de los que tenían superioridad en las monjas para poderlas ver y hablar. Recibieron todas particular consuelo de que fuesse a visitarlas quien tenía nombre tan acreditado de santo. Y estando en su presencia, dixo:
-Y aún alguna falta aquí.
Respondiéronle:
-Aquí están todas, excepto una loca que está en la cozina, de quien el convento no haze caso.
-Pues essa quiero yo ver -dixo Picario.
Fueron por ella y no quería salir de la cozina, porque presumía algo de lo que era. Manifestáronle como el abad Picario la desseava ver, y que su perlada mandava que saliesse. Ella, por no ser inobediente, fue a donde el abad estava; el cual, como la vido y que encubría con la toca la corona con que Dios visiblemente la avía adornado, como por arras y prenda de la que le tenía señalada en el Cielo, arrodillóse a ella pidiéndole que le bendixesse. La santa encubierta se arrodilló también a él, porfiando que la bendición él devía darla. Las monjas, turbadas de lo que veían, y aun porfiadas en que era aquella una loca, dezíanle:
-No porfíes, abad Picario; mira que es muger falta de juizio.
Él dixo:
-Vosotras lo sois en dezir esso, porque ésta es corona vuestra y mía, es espiritual y santa muger. Yo ruego a Dios que después desta vida esté mi alma don- de /(188v)/ creo que estará la suya.
Oído por las monjas, derribáronse en tierra, sintiéndose por muy culpadas, confessando los agravios que cada una le avía hecho. Ésta dezía que la avía bañado con agua suzia; aquélla, que diversas vezes le dio bofetadas en el rostro; otra, que le puso mostaça en las narizes para hazerla estornudar y reírse della. Las más afirmavan averla injuriado, y todas derramavan lágrimas pidiéndole perdón, pareciéndoles que Dios las avía de hundir por lo que en ella avían hecho. El santo fue intercessor para que Dios las perdonasse, y acabó con la santa que, sin tener dellas quexa, las abraçasse y mostrasse amor y caricia. Con esto se bolvió el abad Picario a su ermita, y la encubierta santa, visto que se avía descubierto y que la honravan, con licencia que tuvo del Cielo, que pues era sierva de Dios se presume sería assí, se fue escondidamente de aquel monasterio a otro, donde sin ser honrada ni conocida acabó santamente su vida. El Promptuario de exemplos dize que coligió lo dicho de San Basilio.

[33] Santo Tomás Cantuariense todos los días tenía en su casa treze pobres, y sentados, él mismo les labava los pies, servíales a la mesa y despedíalos, dando a cada uno cuatro monedas de plata, y no es fácil de averiguar si era más humilde que liberal, o liberal que humilde. Es de Surio, tomo sexto.

[34] Cerca de la ciudad de Ancona, en Italia, estava una iglesia de San Estevan, y en ella residía un varón venerable, llamado Constancio, humilde grandemente. Tenía cuidado de que las lámparas estuviessen limpias y asseadas, y que ardiessen. Faltóle un día óleo, echó en ellas agua y sirvió de óleo, ardiendo y dando grande luz. La fama de su santidad bolava por todas partes, y venían a verle de muy lexos, y entre otros vino un labrador rústico. Al tiempo que llegó, estava el santo varón subido en una escalera de palo, adereçando una lámpara. Era de pequeña estatura y de poca presencia; el rús- tico | pidió que le mostrassen a Constancio, y diziéndole los que estavan en la iglesia que era el de la escalera, púsose a mirarle muy de propósito, y como sea ordinario de muchos, que miden los méritos por lo exterior que veen, no creía que fuesse él, pareciéndole que contradezía a tan grande fama presencia tan pequeña y desautorizada. Mas, afirmándolo que era él mismo, començó a burlar dél, y en boz alta dixo:
-Yo entendía de Constancio que fuesse un hombre grande, mas éste ninguna cosa tiene de hombre.
Oyendo esto el siervo de Dios Constancio, dexó la lámpara que adereçava, y con grande risa y contento fue y abraçó al rústico, diole gracias por lo que dél avía dicho, Y díxole:
-Tú sólo, hermano mío, eres el que con ojos abiertos me has visto.
Tal era la humildad de Constancio. Dízelo San Gregorio, en el libro primero de los Morales, capítulo sexto.

[35] Un rey de Sicilia nunca quiso que le sirviessen a la mesa sino con vasos de barro. Y rogándole un día cierto privado suyo que le dixesse la causa, respondió:
-Por no ensobervecerme, sino ser humilde, acordándome que mi padre fue alfaharero.
Dízelo Holcot, sobre el capítulo séptimo de la Sabiduría.

[36] Sirvió en la religión a Dios, Nuestro Señor, muchos años un fraile, y oyendo dezir a otros de menos timepo y de menos exercicios santos, que recebían de su Magestad gustos y regalos grandes, viéndose él falto de todo, púsose una noche de rodillas delante un Crucifixo, y con palabras de sentimiento y quexa començóse a lamentar, diziendo:
-Oído he, Señor, de Ti, que excedes en bondad y clemencia a todas las criaturas. Yo te he servido muchos años y padecido por guardar tu Ley grandes trabajos, caminando por caminos ásperos y duros de tus Mandamientos, sacrificando mi persona y desseos a tu voluntad y Ley. Sé bien, Señor, que si por el servicio de algún tirano tanto uviera hecho, me mostrara alguna señal de benevolencia, o hablándome dulcemente, o /(189r)/ dándome alguna dádiva de precio, o descubriéndome algún secreto, o, a lo menos, mostrándome rostro risueño y amoroso. Tú, Señor, nada desto has hecho comigo, ninguna señal de amor o benevolencia me has mostrado. Dizes que eres dulçura a todos y eres a mí amargo y desabrido. ¿Por qué, Señor, lo hazes assí comigo?
Estas y otras cosas dixo el fraile, y oyó un ruido en la iglesia, como si toda se viniera al suelo. Espántose y bolvió atrás el rostro, y vido un bulto grande y horrible, el cual con un duro y fuerte palo que traía en la mano le sacudió el polvo y le començó a menear las costillas, de suerte que cayó en tierra sin poderse levantar en pie, sino que se andava arrastrando de unas partes en otras, hasta que llegó al pie de un altar, donde sin poder moverse estuvo hasta la mañana. Levantáronse los frailes a prima, y viéndole tan mal parado, lleváronle a la enfermería sin saber la causa de su enfermedad, ni entenderla. Estuvo en la cama tres semanas, y en este tiempo dava de sí tan mal olor, que ni otros ni él podían sufrirlo, y los que servían en aquella oficina para llegar a él se atapavan las narizes. Cayó en la cuenta de su sobervia, y cobrando algunas fuerças, fuese al mismo lugar donde le hirieron, para que allí donde mereció el castigo, mereciesse el perdón. Començó a razonar con Nuestro Señor, y dixo:
-Mi Dios, yo pequé contra el Cielo y delante de Ti. Menor soy que todas tus misericordias y indigno de tus favores. Tú, Señor, justamente me castigaste y piadosamente me sanaste.
Con dezir esto una y muchas vezes juntava su rostro con el suelo, pidiendo humilmente perdón de lo que locamente pretendía, y livianamente habló contra Dios. Oyó una boz que le dixo:
-Si quieres alcançar las consolaciones que pretendes, conviene que te tengas por vil gusano y lodo que se pisa.
Oído esto, muy consolado se levantó y dio gracias a Dios. Y desde esta sazón fue muy humilde, y con la humildad alcançó lo que por la sobervia que tuvo avía perdido. Lo dicho es del | Promptuario de exemplos.

[37] Elisabet, hija del rey de Ungría y muger de Lantgravio, conde de Turingia, no juzgó ser ageno de su dignidad recebir en su seno un pobre enfermo, suzio, asqueroso y de malíssimo olor. Cortóle el cavello. lavóle la cabeça, limpióle y asseóle su cuerpo. Y no sólo con éste se mostró humilde, sino con otros muchos casi de la suerte dél. Visitávalos, consolávalos, exortávalos a paciencia, dávales comida y bevida. De todas maneras los regalava: tocava sus llagas, limpiávalas, poníales medicinas, y si faltavan vendas con que atarlas, ponía mano a la toca de su cabeça y hazía que sirviesse en aquel ministerio. Muerto el marido, hízose moradora en un hospital hecho por ella, y admirava lo que con los enfermos hazía. A un niño curava y limpiava con el mesmo afecto que si le uviera parido. A otra muger leprosa servía en todo aquello que su enfermedad pedía. No consentía que la llamassen señora las criadas del hospital, antes ella les prevenía los oficios humildes adelantándose a hazerlos, lavando las escudillas y platos en la cozina, y barriendo la casa. Venían las criadas a hazer estos oficios y hallávanlos hechos, de modo que aun se tenía por inferior a las criadas de casa. Y nunca semejante muger baxara a tanta humildad, si primero con ferventíssimo ardor de caridad no estuviera abrasada. Ninguna cosa se hallará penosa, que se juzgue della indigno el que perfectamente ama. Es de Conrado Minorita, y refiérelo Marulo, libro primero.

[38] Brígida Abadessa se tenía por menor de todas sus súbditas. Estavan ciertas monjas en la casa enfermas de muchos días, y para que recibiessen algún regalo, mandó a otras que las levantassen de las camas y las bañassen, y como se estrañassen todas de hazer cosa semejante por estar muy suzias y de mal olor, la abadessa Brígida por sí sola hizo aquel ministerio. Y no sólo quedaron limpias, sino sanas. Eran tres, y tenían diversas en- fermedades: /(189v)/ una era paralítica, otra, endemoniada, y otra, leprosa. Fue grande milagro sanar todas tres, aunque no menos | fue de encarecer en hazer por sí misma semejante ministerio. Es de Surio, tomo cuarto.

Fin del Discurso de Humildad. |