DISCURSO TREINTA Y OCHO. DE IRA


Para habituarse poco a poco el hombre a vencer la ira, aconseja Epicteto Filósofo que comience en cosas libianas. «Hurtaron esto, perdióse esotro... Haz cuenta -dize- que con aquello, como con precio, compras la paciencia y el sossiego de tu espíritu, que ninguna cosa alcança de valde. Cuando llamares a tu criado, piensa antes que venga que sería possible no hazer bien lo que le quieres mandar, y cuando assí fuere, no es razón darle a aquel tanto poder sobre ti, que de lo que hiziere dependa tu turbación o sossiego. Y pues | no sufrirías que tenga aquel libertad sobre tu cuerpo, ¿por qué has de consentir que la tenga sobre tu espíritu, dexando en su mano tu alteración y descompostura?». Y a quien lo dicho no bastare, para que se temple en la ira, lea los exemplos deste Discurso, que sería possible hallar en ellos provecho.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Diversas vezes se halla en las Divinas Letras averse mostrado Dios airado, y dize San Augustín que la ira en Dios no es perturbación de ánimo, como en los hombres, sino juizio con que señala al pecado la devida pena. Como se vido en los egipcios, que aviendo perseguido a los hebreos, teniéndolos en su tierra y tratándolos como esclavos, sacólos Dios de su poder, y visto que aún los ivan persiguiendo y que entraron en su seguimiento por el Mar Bermejo, embió sobre ellos su ira, como dize allí la Escritura, y hundiólos a todos, quedando muertos entre las on- das. /(199v)/ Es del capítulo catorze y quinze del Éxodo.

[2] Por consejo de Balam Ariolo, Balac, rey de Moaba y Madián, embió muchas donzellas de sus reinos hermosas y bien adereçadas, a vista de los hebreos, estando en el desierto. Y el designo del que dio el consejo y del que le tomó, fue que si los hebreos quisiessen tratar con ellas, aficionándoseles, diessen el consentimiento con condición que idolatrassen, adorando a los dioses que ellas adoravan, y haziendo esto los hebreos, Dios se enojaría con ellos y por lo mismo les faltaría el ánimo y fuerças para quitar el estado al Moabita. Sucedió en parte como pretendieron, porque fornicaron algunos del pueblo con ellas y adoraron a su ídolo Beelfegor, por lo cual, dize el Texto en el capítulo veinte y cinco de los Números, que tomó ira el Señor con ellos y mandó a Moisés que prendiesse a los principales y los pusiesse en palos. Y porque entre todos se señaló uno de los israelitas, entrando a vista de todos en una tienda de campo donde estava cierta muger de aquellas madianitas, viéndolos Finees, hijo de Eleázaro y nieto de Aarón sacerdote, entró con una lança, y de un golpe embió dos almas al Infierno. Ira tuvo Finees cuando dio este golpe, y fue ira santa, porque su zelo fue santo, agradando a Dios este hecho.

[3] Baxando Moisés del monte con las Tablas de la Ley, vido a los hebreos que adoravan un bezerro. De lo cual tomó ira grande, y dio con las Tablas que eran de piedra, en otra, y hízolas pedaços. Fue luego al bezerro y derribóle del Altar, y le abrasó y tornó como menuda arena o ceniza, y se le dio a bever a los culpados, y junto con esto, mandándoselo Dios, hizo matar a muchos dellos. Como parece en el Éxodo, capítulo treinta y dos.

[4] Casado estava ya David con Betsabé, muerto su marido Urías, y olvidado del homicidio y adulterio, cuando vino a él Natán Profeta y le propuso cierta parábola, de un rico y señor de mucho | ganado, que quitó a otro pobre una oveja que tenía. Oyéndolo David, dize la Divina Escritura en el Segundo Libro de los Reyes , capítulo doze, que tomó ira grandíssima contra el que hizo semejante maldad, y al cabo entendió que él mismo era el autor, por donde reconoció su culpa y hizo della penitencia.

[5] Oyendo el rey Assuero la quexa de la reina Ester, su muger, contra Amán, que tratava la muerte a los de su linaje, airóse grandemente contra él. Y fue mejor ira que la que tuvo antes el mismo Amán contra Mardoqueo porque no se le humillava, siéndole ocasión para procurar la muerte, y se la tenía ya tramada. Mas trocóse la suerte, que Mardoqueo quedó con vida, muy honrado y perdonados todos los hebreos, y Amán, ahorcado, y muchos de los gentiles, muertos. Refiérese en el Libro de Ester, capítulo siete.

[6] Ay otra ira que es mala y viciosa, como la que tuvo Caín contra Abel, su hermano, viéndole más favorecido de Dios que él lo estava, por donde vino a procurarle la muerte. Y refiérese en el Génesis, capítulo cuarto.

[7] Oyendo Saúl alabar a David después de la victoria que alcançó del filisteo Goliat, y que cantavan las donzellas diziendo que Saúl valía por mil, y David, por diez mil, airóse grandemente contra él y procuróle diversas vezes la muerte. Como parece en el Primero Libro de los Reyes, capítulo diez y ocho.

[8] El rey Ozías quiso apropriarse a sí el oficio de los sacerdotes, y incensar el altar. Tomó el incensario, y porque le ivan a la mano los mismos sacerdotes, dize la Escritura que se airó contra ellos y los amenazava con el incensario. Mas de su atrevimiento llevó el castigo, hiriéndole Dios con lepra, por donde el que pretendía el oficio de sacerdote, que no era suyo, perdió el de rey que lo era, siendo echado fuera de poblado por estar leproso. Es del Segundo del Paralipomenon, capítulo veinte y seis. /(200r)/

[9] Por una blasfemia que dixo contra Dios el rey Senaquerib teniendo sus exércitos cerca de Hierusalem, baxó un ángel que le mató de noche ciento y ochenta y cinco mil hombres. Por lo cual le fue forçoso bolver a su reino, donde tomó tanta ira contra los hebreos que estavan en aquella tierra, que sin justicia ni razón mató a muchos. Mas castigóle Dios por medio de sus propios hijos, que le dieron de puñaladas en un templo. Es del Cuarto Libro de los Reyes, capítulo diez y nueve, y del Libro de Tobías, capítulo primero.

[10] Iva Holofernes apoderándose de ciudades y reinos con sus exércitos y parecía que no hallava resistencia. Mas, llegando a tierra de israelitas, los de Samaría, haziéndose fuertes, recogieron la gente y las haziendas de la comarca, y cerraron sus puertas, tomando armas y levantando vanderas contra él. Quiso saber qué gente era aquella, que no temía su poder, y dándole cuenta Achior, capitán de los amonitas, que era uno de los que seguían sus vanderas, compelido de necessidad y fuerça, declarando su principio y origen, y que adoravan un Dios, que si al presente no le tenían enojado, como muy de ordinario solían enojarle, no sería possible vencerlos. Desto tomó grande ira Holofernes contra Achior y le mandó poner atado a un árbol cerca de la ciudad, diziendo que, juntamente con los hebreos, se vengaría de lo que él dezía. Mas sucedió de otra suerte, que él quedó allí muerto por manos de Judit, y su exército se deshizo como humo. Es del Libro de Judit, capítulo quinto. |

[11] Nabucodonosor, rey de Babilonia, también entra en cuenta de los airados, pues se dize en el capítulo nono del Libro de Daniel que, sabiendo como sus tres amigos no adoravan una estatua suya, los hizo echar en un horno de fuego, aunque allí, sin recebir daño, alabaron al Señor.

[12] Sobre todos los airados puede ponerse Herodes el Mayor, pues, viniendo los Magos de Oriente a adorar a Jesucristo luego que nació, y llegando a Hierusalem, preguntando por el nuevo Rey de los Judíos, y teniendo consulta sobre el caso el rey Herodes con los sabios de aquella ciudad, viniendo todos por las Escrituras de los Profetas en que su nacimiento avía de ser en Betleem, rogó a los Magos que, hallándole, le avisassen. Mas, advertidos ellos de un ángel que no bolviessen a Herodes, visto que le avían burlado, dize el Evangelista San Mateo, capítulo segundo, que se airó grandemente y arrebatado de furor hizo matar a todos los niños menores de dos años de la ciudad de Betleem y su tierra, muriendo entre ellos, no el Hijo de Dios, sino uno proprio del mismo Herodes que se criava en una aldea cerca de la ciudad, y fue de tropel con los demás. Por lo cual dixo el emperador Augusto César, viniendo a su noticia, y lo refiere Macrobio, que en casa de Herodes era mejor suerte la del puerco que la del hijo, porque avía muerto con su ira demasiada al hijo, y el puerco estuviera seguro de muerte, pues por ser judío no comiera su carne y le dexara vivo.

Lo más de lo dicho se coligió de la Escritura Sagrada. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] En la provincia de Nursia vivían vida solitaria dos varones santos, llamados Eutiquio y Florencio. Florencio era hombre senzillo, y sólo para sí. Eutiquio era activo y provechoso para muchos. Donde, por la muerte del abad de cierto monasterio cercano a su celda, fue llevado de los monges para que los rigiesse y governasse, el cual oficio regía avisada y san- tamente. | Quedó solo Florencio, y un día pidió en oración a Nuestro Señor que le embiasse allí alguna compañía para su consuelo. Y en dexando la oración, saliendo de la celda, vido un osso, inclinada la cabeça, sin mostrar ferocidad alguna, dando a entender al siervo de Dios que su venida era para acompañarle y servirle, entendiéndolo assí el mismo Florencio. Y porque tenía /(200v)/ cuatro o seis ovejas, que era su caudal y parte del sustento, mandó al osso que las llevasse a pacer y las truxesse cada día, señalándole siempre la hora en que avía de bolver, sin que la bestia excediesse punto, porque si le señalava que bolviesse a la hora de sexta no bolvía a la de tercia o de nona, y si a la de nona, no bolvía a la de vísperas. Erale en todo muy obediente el osso, lo cual se divulgó por diversas partes y causó embidia en algunos monges del monasterio de Eutiquio, pesándoles de que aquel hombre simple hiziesse milagros, y no su maestro. Por lo cual, conjurándose cuatro dellos, dieron orden cómo matar el osso, y assí lo cumplieron. Donde, como tardasse de bolver a Florencio, no podía pensar cuál fuesse la causa. Esperó hasta segundo día, y saliéndole a buscar hallóle muerto, y no se le encubrieron los autores deste hecho, sintiéndolo tiernamente. Fue a verse con Eutiquio, que le procuró consolar, mas, llevándolo Florencio con furor de ira, dixo:
-Yo espero en el Omnipotente Dios que muchos ojos verán vengança en los que con malicia mataron mi osso.
A esta boz se siguió el castigo del Cielo, porque los cuatro monges que le mataron fueron heridos de elefancia, y en podreciéndoseles los miembros, vinieron a morir. Deste hecho quedó espantado y confuso Florencio, que no quisiera ser causa con su maldición de tanto mal, y toda su vida lloró porque avía Dios oído su petición, y se llamava a sí mismo cruel y homicida. San Gregorio, que escrive este hecho en el tercero libro de los Diálogos, capítulo quinze, no escusa de culpa a Florencio en esta maldición, aunque su dolor y lágrimas por averla echado le limpiarían della.

[2] Estéfano, sacerdote en la provincia de Valeria, viniendo de camino y estando airado con un criado suyo, díxole:
-Ven, diablo, y descálçame estas calças.
En diziendo esto, con furia grande, sin ver quién le assía dellas, se le descalçaron en un momento. Entendió claramente que el que avía nombrado, que era el diablo, le avía descal- çado. | Advertido por el sacerdote Estéfano, con temor grande levantó la boz, y dixo:
-Apártate de mí, maldito. Apártate, que no hablo contigo sino con mi criado.
Apartóse el demonio, y halló sus calças despedaçadas, y aun chamuscadas. Y colígese de aquí cuán diligente está el demonio y atento a nuestros hechos y aun a nuestras palabras, si puede sacar daño para nosotros, y para sí, ganancia. Escrívelo San Gregorio, libro tercero de sus Diálogos, capítulo veinte.

[3] En Antioquía de Siria vivía un sacerdote llamado Sapricio, y tenía un amigo seglar, cuyo nombre era Nizéforo. El cual hizo cierta cosa sin que se declare qué fuesse, por donde el Sapricio quedó sentido dél, y tan enojado que ni en secreto ni en público admitía su conversación. Puso de por medio Nizéforo algunos amigos para que le rogassen le perdonasse, ofreciéndose a toda la satisfación que le pidiesse, mostrando grande pesar por averle ofendido, y todo no fue parte para ablandarle. Fue a su casa, derribóse a sus pies, y díxole:
-Por Dios te pido, padre, que me perdones.
Él, muy airado, le echó de allí. Levantóse a este tiempo en Antioquía persecución contra los cristianos, y en ella fue presso Sapricio y padeció algunos tormentos mostrando ánimo y esfuerço. Y vista por el juez su constancia, mandóle degollar. Y llevándole a executar la sentencia, entendido por Nizéforo, desseando más que de primero la gracia y amistad de Sapricio, viéndole mártir de Jesucristo, salióle al camino, y derribándose delante dél, dixo:
-Mártir santo de Dios, perdóname si te ofendí.
Sapricio, sin le responder, passó adelante. Nizéforo, tomando otra calle, llegó a él antes que saliesse de la ciudad, y con mucha humildad le dixo:
-Mártir de Jesucristo, perdóname lo que pequé como hombre contra ti. Pídote esto mismo por Jesucristo, Redemptor Nuesto, a Quien no negaste, sino que le confesaste en presencia de los juezes de la Tierra, y vas a ser dél coronado.
Ni a estas razones se enterneció el coraçón airado de /(201r)/ Sapricio; antes, sin dar alguna respuesta, seguía su camino. Por lo cual los ministros de justicia, indignados contra él, dixeron a Nizéforo:
-¿Qué pides a este loco y sin juizio que te perdone? Él va a morir; tú, ¿de qué temes?
Nizéforo respondió:
-Lo que yo le pido que me perdone, y por qué lo pido estando tan cercano a la muerte, Dios lo sabe.
Llegado que fue al lugar donde avía de ser muerto, tornó Nizéforo a pedirle con palabras humildíssimas que le perdonasse, y él permaneció en su dureza, sin perdonarle ni hablarle. Lo cual, visto del que dixo: «Con la medida que midiéredes seréis medidos», viéndole tan sin misericordia con el próximo, nególe la suya, y el Reino de los Cielos, permitiendo que perdiesse no sólo la corona de mártir, sino también su gracia, y que se condenasse, aunque todo por su culpa. Porque, diziéndole el verdugo que se arrodillasse para le cortar la cabeça, él preguntó y dixo:
-¿Por qué me la cortan?
Respondiéronle:
-Porque no obedeces a los emperadores, ni sacrificas a los dioses.
Oyendo esto el miserable Sapricio, dixo:
-No me matéis, que yo haré lo que los emperadores mandan, y desde aquí ofrezco el sacrificio.
Oído esto por Nizéforo, derramando muchas lágrimas, le dixo:
-No quieras, o hermano mío, negar a Cristo Nuestro Dios y su fe santa. Mira que pierdes la corona de gloria que tienes ganada con aver sufrido diversos tormentos. El que de presente te amenaça passará presto.
No hizo caso destas razones el miserable apóstata, antes escogió las tinieblas eternas y el fuego que nunca terná fin del Infierno, por no sufrir el golpe del cuchillo de un momento. Fuele ocasión de semejante daño el aborrecimiento y ira que en su cora- çón | tenía a Nizéforo. El cual, viendo lo que Sapricio hazía, con alta y fervorosa boz dixo a los verdugos:
-Yo cristiano soy, y creo en el nombre de Jesucristo, a quien éste niega. Por tanto, degolladme a mí por él.
Los verdugos no osaron herirle sin particular mandato del juez. Antes, ellos y todos los presentes se admiraron de la libertad con que Nizéforo se pregonava por cristiano, y la voluntad que mostrava a la muerte por Cristo. Uno dellos fue al juez y le dixo que Sapricio quería sacrificar a los ídolos, y que estava uno allí que voluntariamente se ofrecía a morir por Cristo, llamándose cristiano y negando la adoración de los Dioses. Oído por el juez, dixo:
-Si perseverare en esse intento, degolladle. Y a Sapricio dexadle libre.
Y assí fue hecho, que perseverando Sapricio en su apostasía, fue dado por libre, y Nizéforo, que también perseveró en su santo intento, fue degollado y alcançó la corona de mártir. Es de Simeón Metafraste, y refiérelo Surio, tomo séptimo.

[4] Macario Alexandrino estava una noche en su celda, y picóle en el pie un mosquito. Sintió la picada, echóle la mano y matóle, quedando la señal de la sangre en el pie. Este hecho de ira, aviendo vengado su injuria propria, le dio tanta pena, que propuso de darse a sí mismo penitencia, y fue que por seis meses estuvo desnudo en carnes en los prados de Escitia, llamados assí, en las últimas partes del desierto, donde vivía, y allí unos grandes mosquitos le lastimavan el cuerpo y le herían malamente. Quedó como leproso y bolvió a su celda sin que en otra cosa fuesse conocido ser Macario, sino en la boz. Dízelo Surio, tomo primero. /(201v)/

[5] Propuso el emperador Juliano Apóstata de hazer guerra más sangrienta y al descubierto a los cristianos si bolvía victorioso de la que iva a hazer a los partos. Mas, estando en aquella jornada, lo primero començó su exército a padecer hambre, y en una batalla vino de lo alto una saeta, o lança, como otros dizen, de la parte contraria, sin saberse quién la tiró, la cual le hirió de muerte. Viéndose él herido y dándose por muerto, con ira grandíssima contra Jesucristo levantó la boz, diziendo:
-Venciste Galileo, venciste Galileo.
Tomó un puñal, y bañándole en su sangre propria que corría de la herida, tiróle al Cielo. Escrive esto Teodoreto, libro cuarto, capítulo segundo, y Sozomeno, libro sexto, capítulo segundo. Y añade San Gregorio Nazianzeno que se abrió la tierra y se le tragó, echando de sí llamas espantosas.

[6] En Inglaterra pareció un tiempo infinidad de moscas, que en el campo dañavan los frutos de la tierra y en la ciudad atormentavan los hombres. Miráronse algunas con curiosidad, y tenían escrito en la una ala Ira, y en la otra, Dei , que es dezir «Ira de Dios». Refieren esto diversos historiadores, y hállase en el Promptuario de exemplos.

[7] En cierta villa avía dos linages de labradores que traían entre sí vandos y dissensiones mortales. Éstos tenían dos cabeças que los incitavan a matarse cada día, sin dar lugar a tener paz. Sucedió por ordenación del Cielo que murieron en un día ambos y enterráronlos en una iglesia, y en una misma cueva. Y fue cosa maravillosa que los dos cuerpos sin almas se davan coçes y calabaçadas, arañándose y mordiéndose, hasta que sacaron de allí el uno | y le sepultaron apartadamente. Y el aver los dos mostrado en muerte tanta enemistad y ira fue causa a que los dos linages y descendientes déstos se apaciguassen y olvidassen antiguas injurias, viviendo en paz y conformidad. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[8] Justino, segundo emperador de Constantinopla, aviendo recuperado el Imperio, del cual le avía privado Leoncio Patricio, y cortado las narizes con ira grandíssima, siempre que tenía necessidad de limpiárselas y las echava menos, mandava cortar la cabeça a uno del linage del Leoncio, de los cuales tenía presos muchos. Refiérelo Fulgoso, libro nono.

[9] En un monte de la Tebaida distante seis millas de la ciudad de Lucos habitavan muchos monges, unos en cuevas y otros en celdas. Entre éstos se hallava Isaac, natural de Tebas, el cual, estando un día haziendo un pabellón, erróle, y afligíase por no saber enmendarle, y gastó en ello algunas horas de que estava como desesperado. Y de repente vido entrar por una ventana cierto moço, que le dixo:
-Dañado has tu labor, dámela, que yo la enmendaré.
El monge le dixo:
-Si a esso viniste, puedes bolverte, que no quiero tu favor, porque entiendo quién eres.
Replicó el moço:
-Cierto que te vendrá daño si no le enmiendas.
-No tengas cuidado desso -dixo el ermitaño.
-No puede dexar de dolerme de que pierdas tu trabajo -añadió el otro.
Mas el monge, con alguna impaciencia, dixo:
-En mal hora aquí veniste tú y quien acá te embió.
El moço replicó, descubriéndose ya que era demonio:
-Verdaderamente tú me truxiste, porque tengo en ti algo.
-¿En qué manera? -añadió el monge. /(202r)/
-¿En qué? -dixo el demonio-. En que as comulgado tres vezes estando airado con tu vezino.
-Mientes, malvado -replicó el monge-, que no es assí.
-No miento -tornó a dezir el demonio-, porque assí es como digo. Y la causa fue una basija de óleo porque te enojaste con él, y yo soy el que presido en la ira, y en la memo- ria | de injurias, y por aquí tengo en ti algo.
Oyendo esto el monge Isaac, salió de su celda y fuese a la de su vezino, y prostrándose a sus pies, hizo pazes con él. Bolvió a su celda y halló que el demonio le avía despedaçado el pabellón y un assiento donde orava. Es del Prado Espiritual , capítulo 161. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Siendo vencido el rey Ciro por la reina Tomiris y muerto en la batalla, hallado el cuerpo, mandó la reina que le cortassen la cabeça y la echassen dentro de un cuero lleno de sangre, diziendo:
-Hártate de la sangre que tanto procuraste derramar.
Dízelo Valerio Máximo, libro noveno.

[2] Semíramis, reina de los assirios, estándose tocando su cabeça, vinieron a dezirle que la ciudad de Babilonia, donde estava de presente, se le rebelava. Tenía recogidos parte de sus cabellos y parte sueltos; no aguardó más, sino arrebatada de ira grandíssima subió en un cavallo y saltó adonde estavan los rebelados, y hizo de suerte que primero lo asossegó todo que se acabasse de recoger el cabello. Por lo cual le fue puesta una estatua en Babilonia, con aquel hábito y figura con que salió a vengarse de los que se le rebelavan. Dízelo Valerio Máximo, libro noveno.

[3] Cambises, hijo de Dario, rey de Persia, pidiendo a Amasis, rey de Egipto, una hija para casar con ella, el otro no osando negársela y temiendo que la tendría entre las concubinas y no en estado y autoridad de reina, embióle otra donzella muy parecida a su hija. Casó con ésta Cambises, y passado algún tiempo, cierto que no era hija de Amasis y teniéndose por injuriado dél, baxó a Egipto con grande exército | y halló que era muerto Amasis. Él, con ira grandíssima, mandó desenterrar su cuerpo y açotarle, y herirle con puntas de hierro azeradas. Y después le hizo quemar, no advirtiendo que más se abrasava él con las llamas de la ira, que Amasis con el fuego estando muerto, porque ésta es la naturaleza de la ira, que comiença siempre a atormentar a su autor. Es de Fulgoso, libro noveno.

[4] Enseñávase Alexandre, siendo de poca edad, a tañer un cítara o vihuela. Díxole el maestro, estando dándole lición, que tocasse una cuerda, y era la que convenía tocar conforme al arte. Díxole Alexandre:
-Pues, ¿qué importa que toque esta otra?
El maestro respondió:
-Para hijo de rey, poco, mas para tañedor diestro, mucho importa.
Esta respuesta dio el maestro porque temió no le sucediesse lo que a Lino, maestro de aquella arte, enseñando a teñer a Hércules, siendo niño, que, tañendo mal y reprehendiéndole el maestro por ello con alguna aspereza, tomando ira el moçuelo, le dio con la guitarra en los caxcos con tan buena fuerça y denuedo, que le mató. Dízelo Eliano, libro tercero De Varia Historia.

[5] Desseando Aristóteles ver a Alexandre Magno, su discípulo, sin ira, escrivióle esta breve carta: «La ira y indignación no es con el igual, sino con el mejor. A ti /(202v)/ nadie te es igual, y por lo mismo nadie tienes con quien airarte». Dízelo Eliano, libro doze.

[6] Arquelao, rey de Cirene, estando casado con Erixona y teniendo un hijo, fue muerto por Learco, amigo suyo, con veneno, y levantóse con el reino. Tratava de casar con la reina viuda y para que lo aceptasse prometía de adoptar el hijo que le avía quedado de Arquelao y dexarle el reino después de sus días. Este casamiento contradezían dos hermanos de la reina, mas ella, desseando vengarse de aquel traidor, teniéndole ira de muerte, embióle a dezir que viniesse de noche secretamente con un criado a donde ella estava y se haría el casamiento. El otro, ciego de amor que le tenía, no sospechando engaño fue allá, y entrado en la casa, ella tenía dos valientes hombres que le mataron y echaron el cuerpo en la calle por las fenestras, y con esto quedó vengada la muerte del marido. Dízelo Fulgoso, libro noveno.

[7] Pirro, rey de los epirotas, en una batalla que tuvo con los romanos a la buelta que hizo de Sicilia, vídose en grande aprieto porque una legión que llamavan de los mamertinos, hombres de grandes cuerpos y valientes, le mataron dos elefantes y a los que traían sobre sí, por donde començaron los epirotas a desconcertarse y mostrar temor. El rey hazía estraños hechos, y aviendo recebido una mala herida, todavía animava a los suyos y resistía a los contrarios. Estando en este punto, púsosele delante uno de aquellos mamertinos con un cuerpo como de gigante, diziendo:
-Aquí has, o rey, de acabar la vida a mis manos.
Pirro recibió tanta ira de oír esto, que levantó la espada en alto y hizo un golpe el más estraño de los que en historias verda- deras | se hallan, porque le partió por medio, con espanto de los que lo vieron. Dízelo Fulgoso, libro noveno.

[8] Aviendo vencido Paulo Emilio, capitán romano, al rey Perseo, entraron a consolarle dos privados suyos. Recibió el bárbaro tanta ira de ver que alguno pensasse que avía consuelo para su pérdida, que con un puñal que le avían dexado en la cinta dio al uno y luego al otro, matándolos a los dos. Por lo cual nadie se atrevió a consolarle, ni aun entrar donde estava, sino que le dexaron que rabiasse y se diesse de calabaçadas por las paredes. Refiérelo Sabélico, libro noveno.

[9] Bolvía Manlio Torcato a Roma victorioso de los latinos y campanos. Salióle a recebir el Senado con grande contento y júbilo, y todos los viejos de la ciudad, y no se halló moço alguno en este recebimiento, antes todos estavan mal con él porque avía hecho matar a su hijo, y fue su delicto que, teniéndoselo él vedado y contra el orden militar salió al enemigo y le venció. Los mancebos de Roma teníanle grande lástima, y por lo mismo al padre que fue con él tan áspero y cruel queríanle mal, y assí faltaron en su recebimiento. Escrive Valerio Máximo este caso en el libro noveno, y dize que no defiende este hecho, sino que da razón de la fuerça de la ira, que pudo hazer división en una ciudad de edades y de afectos.

[10] Aviendo Lucio Sila derramado mucha sangre de romanos, vino a derramar la propria suya, dando el último aliento con grande passión de ira, porque, tratándose de dar Granio, governador en Puteolos, por el pueblo romano cierta suma de dinero para el reparo del Capitolio de Roma, díxoselo Sila con tanta ira y enojo, que rebentó en sangre y cayó muerto de edad de /(203r)/ sesenta años. Y ay duda si murió Sila primero que su ira se apagasse. Dízelo Valerio Máximo, libro noveno, aunque otros dizen que murió royéndole gusanos su cuerpo en vida.

[11] Adriano, ciudadano romano, siendo governador en Utica y usando mal de su govierno, rebelándose contra él la gente y pueblo, fue quemado vivo con ira grandíssima. Y lo mismo le sucedió a Cayo Fabio, procónsul de Africa, que por ser avaro, cargando de tributos a la gente popular, hechos a una dentro de su palacio fue quemado. Dízelo Valerio Máximo lo de Adriano, libro nono, y Fulgoso lo de Fabio, también libro nono.

[12] Hanón, hijo de Amílcar Cartaginés, por su alto linage y grandes riquezas procuró hazerse rey de Cartago, y para esto concertó de casar una hija suya con cierto mancebo principal de la ciudad, y para las bodas combidó dentro de su casa al Senado, y en estancias fuera della a todos cuantos quisiessen hallarse al combite. Y dio orden como a los senadores se les echasse ponçoña en el vino, teniendo por hecho su negocio si éstos, que governavan la ciudad en libertad, morían. Descubrióse el negocio, y los Senadores, temiendo algún grande alboroto, no quisieron castigar aquella traición, sino dissimularon con él, mandándole que la fiesta de sus bodas se moderasse conforme a los que disponían las leyes de aquella República. Visto por Hanón desconcertado su trato, quiso llevarlo por armas públicamente, pareciéndole que tenía fuerças para todo. Mas, entendido por la gente popular, tomaron tanta ira con él, que deshaziendo sus fuerças le prendieron, y preso, le açotaron con varas crudamente. Sacáronle los ojos, cortáronle las | manos, y quebráronle las piernas. Y como a todos estos tormentos tuviesse vida, cansados los verdugos, matáronle dándole grandes heridas, y su cuerpo llagado y mutilado le pusieron en un palo alto. Y no contenta la ira y rabia del pueblo con esto, a sus hijos y otros parientes, aunque sin culpa, les quitaron las vidas, porque o no quisiessen imitar a su padre, o le pretendiessen vengar. Dízelo Guidón, en el De exemplos.

[13] En la batalla de Canas, donde venció Aníbal a todo el poder de los romanos, el mismo Aníbal andava mirando los cuerpos muertos, y entre otros vido a un romano que tenía debaxo de sí a un cartaginés, y a lo que parecía el romano avía perdido las armas y con los dientes tenía al de Cartago cortadas las narizes, los labios y la barba. Paróle de suerte que no tenía figura de hombre. Todos son efectos de la ira. Dízelo Sabélico, libro noveno.

[14] Cotis, rey de Tracia, siendo naturalmente inclinado a ira, y que con pequeñas ocasiones castigava severamente los criados de su casa, como le presentassen algunos vasos delicados y de mucho precio y estima, recibiólos y, pagando precio por ellos hízolos pedaços, porque siéndole quebrados uno a uno por sus criados no se enojasse cada vez y castigasse con rigor al que le quebrasse. Dízelo Celio Rodiginio, libro 23, capítulo 20.

[15] Mahometes Otomano, el que ganó dos imperios, tenía una huerta en Constantinopla donde solía entretenerse, en la cual, dexando un día una cidra en el árbol y no hallándola desde a pequeño espacio, como allí no huviessen entrado sino dos pajes suyos, airado contra ellos creyendo que la avían cortado y comido, como lo negassen, con un puñal que traía al lado mató al /(203v)/ uno y luego al otro, abriéndoles los estómagos, para ver si la cidra parecía, | y ni allí la halló. Es de Sabélico, libro noveno.

Fin del Discurso de Ira. |