DISCURSO CUARENTA Y TRES. DE LEY Y COSTUMBRE


El glorioso y bienaventurado Doctor San Juan Crisóstomo, en la Homilia sesenta y seis, en el Evangelio de San Mateo , en el segundo tomo, declarando aquella palabra que dixo Cristo a los dos hermanos, Diego y Juan, cuan- do | le pedían la mano diestra y siniestra: «No es a mí dároslo», dize que, assí como si el rey señalasse un cierto premio al que mejor lo hiziesse en una justa o torneo, si viniesse un deudo suyo a dezirle:
-Señor, yo tengo de justar y tornear, mirad que yo soy vuestro deudo, dadme el premio y /(232v)/ la joya;
puédele dezir:
-No es a mí dártela, sino que hagas tú como bueno y la ganes.
Y aunque el rey absolutamente podría darla, mas supuesta la ley, no puede sin hazer agravaio al que mejor lo hiziere. Assí, Cristo absolutamente puede dar el Cielo y lugar principal en él, porque es Dios, mas, supuesta la ley, no le da sino al que trabaja. En este Discurso se trata de Ley y Costumbre.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Ley y precepto puso Dios a nuestros Primeros Padres de que no comiessen de cierto árbol que estava en el Paraíso Terreno, a quien puso nombre de la Ciencia del Bien y del Mal, dándoles licencia que comiessen de todos los otros. Era fácil y ligero este mandato y quebrantáronle, porque sin llegar a la fruta de otro árbol comieron del vedado, y por ello incurrieron en gravíssimos males y pérdidas, porque aunque algunos mandatos de Dios parezcan de cosas pequeñas, deven guardarse, no con pequeña, sino con grande diligencia y cuidado, porque se deve mirar quién lo manda, y a los transgressores se les da grande castigo. Es del capítulo tercero y quinto del Génesis.

[2] De Noé se dize también en el Génesis, capítulo sexto, que hizo y cumplió fielmente todo lo que le mandó Dios, y assí fue libre del Diluvio, porque no basta cumplir uno y quebrantar otro. Santiago, en su Canónica, capítulo dézimo, dize: «Quien faltare en uno, será culpado como en todo». Quiere dezir que quien por un pecado mortal se condenare, también estará en el Infierno en eterno tormento, como el que huviere cometido muchos, aunque no terná tanta pena, sino la que mereciere.

[3] Porque contra lo que Dios tenía mandado en la Ley Vieja acerca de la guarda del Sábado, salió un hebreo al campo a coger leña, mandó Dios que fuesse apedreado. Y porque Acán guardó de los despojos de Jericó, siendo mandato de Dios que todo se abrasasse, le cubrieron de piedras. Lo primero es del capí- tulo | quinze de los Números, y lo segundo, del séptimo de Josué. Del cual se dize en el capítulo onze que no faltó ni en una palabra en todo lo que era mandato de Dios y assí fue uno de dos que entraron en la Tierra de Promissión.

[4] A Saúl mandó Dios que destruyesse el reino de Amalec, y teníanselo bien merecido. Fue desobediente, perdió la privança de Dios, y perdieron sus hijos el reino, passando a David, su contrario. Es del Primero de los Reyes, capítulo 15.

[5] Embió Dios con un recaudo para el rey Jeroboam a cierto siervo suyo, y siéndole mandado que no se detuviesse ni comiesse en aquella ciudad, engañóle un profeta, diziendo que tenía orden de Dios para que se hospedasse en su casa. Entró en ella, assentóse a comer, comió y bevió, mas púsosele delante otro profeta que le dixo:
-Porque no obedeciste a lo que te mandó Dios, no bolverás vivo a la Tierra.
Y assí fue, que en el camino le mató un león, como parece en el Tercero de los Reyes, capítulo treze.

[6] Ciro, rey de Persia y grande monarca, se preciava de ser mandado de Dios, y assí dezía:
-Mandóme Dios del Cielo y de la Tierra que le edificasse casa y templo en Hierusalem.
Es del capítulo primero del Primero Libro de Esdrás.

[7] Cuando la honestíssima Susana se vido en aprieto de perder la vida o quebrantar el mandato de Dios y su Ley, por ocasión de dos inicuos viejos, dixo con boz tierníssima:
-Mejor me está caer en las manos de los hombres y perder la vida, que quebrantar la Ley del Señor.
Es del capítulo treze de Daniel.

[8] Jonás fue echado en el mar y tragado de una ballena porque fue contra lo que Dios le mandó, no queriendo ir a predicar a Nínive. Es de su Libro, capítulo segundo.

[9] Más quisieron los hebreos ser perseguidos del rey Antíoco y muertos muchos dellos, que quebrantar la Ley de Dios. Y entre los demás fueron dos mugeres, que por hallarse que avían circuncidado a dos /(233r)/ hijos, las truxeron a la vergüença por la ciudad, colgando los hijuelos de sus pechos, y al cabo las precipitaron por el muro. Eleázaro fue muerto porque no quiso comer carne de puerco, mandando Dios en la Ley Vieja que no lo comiesse y queriendo el rey lo contrario. Y por lo mismo padecieron gravíssimios tormentos siete hermanos con su santa madre, que los animava a que los padeciessen y no quebrantassen la Ley de Dios. Es del Primero de los Macabeos, capítulo primero, y del Segundo, capítulo sexto y séptimo.

[10] De San Zacarías y de Santa Isabel, padres del glorioso precursor San Juan Baptista, dize San Lucas en el capítulo primero que guardavan en todo y por todo los mandamientos de Dios.

[11] Siendo preguntado Jesucristo qué se devía hazer para alcançar la Vida Eterna, respondió:
-El que la quisiere, guarde los Mandamientos de Dios.
Y refiérelo San Mateo, capítulo diez y nueve, San Marcos, capítulo dézimo, y San Lucas, capítulo diez y ocho. |

[12] Las criaturas, estando obedientes a los preceptos y mandatos de Dios, nos enseñan a hazer lo mismo. De los ángeles buenos dize David en el Salmo ciento y dos que son ministros fieles y obedientes a Dios. Y de los malos afirma San Lucas en el capítulo octavo que obedecieron a Cristo, mandándolos que saliessen de un hombre, y con su licencia se entraron en una manada de puercos, a los cuales precipitaron en el mar. Job, en el capítulo nono, dize que si manda al Sol que no nazca, obedece. En el Tercero de los Reyes, capítulo diez y siete, se escrive que mandó a unos cuervos que diessen de comer al profeta Elías, y lo hizieron. San Lucas, también en el capítulo octavo, afirma que mandó a los vientos y al mar, y que le obedecieron. Y David, en el Salmo ciento y cuarenta y ocho, refiere que el fuego, el granizo, la nieve, la escarcha y los vientos hazen en todo su voluntad y mandato. Esto refiere Peraldo, en la Suma de virtudes y vicios .

Lo dicho es de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Costumbre fue de los emperadores de Alemania, Otones y Fridericos, cuando ivan a alguna guerra y expedición, las vanderas y insignias militares de más ser y autoridad las llevavan fixas en un carro, teniendo atención a que llevando lo peor los de su parte, no bolviessen las espaldas y se pusiessen en huida, por la afrenta grande que era a los soldados dexar sus vanderas al enemigo, y estando fixas en carro era dificultoso llevarlas huyendo. Dízelo Baptista Fulgoso, libro segundo.

[2] También es costumbre de los príncipes de Austria, cuando toman la possessión del Ducado de Carintia, que les es sujeto, que, llegando con grande magestad y pompa cerca de un lugar llamado San Vito, en un valle donde se muestran las ruinas y edificios caídos de una ciudad, y allí está una grande piedra, en la cual sube un rústico elegido | por votos del villanaje de aquella provincia, y tiene a sus lados un buey y una yegua, flacos y macilentos; llega allí el príncipe de Austria vestido en lo superior de un vestido villano y agreste, llevándole en medio muchos príncipes y señores de aquella región, entre los cuales el principal es el conde de Goricia. Viéndole el villano que está subido en la peña, dize, mostrando admiración a otros villanos que están allí cerca:
-¿Quién es éste que con tan sobervio aparato viene aquí?
Respóndenle que es el príncipe de la tierra. Prosigue el villano si ha de ser juez justo y si tendrá cuidado del bien y provecho de la patria, si es siervo o libre, si es digno de honra y si es católico cristiano. Y afirmándole los presentes de todo esto, añade el villano, y dize:
-¿Con qué derecho pretende echarme desta piedra?
A esto responde el conde de Goricia:
-Quiere echarte dándote sesenta monedas de /(233v)/ oro, y los dos animales que tienes a los lados, y con esto te haze libre a ti y a tu familia de todo pecho y derecho, y también te haze gracia del vestido proprio que trae.
Con esto llega el príncipe, y el villano le hiere livianamente con la mano el rostro, amonestándole que sea justo. Y con esto, llevando los animales de allí, se va a su casa. El príncipe sube a la piedra, desenbaina la espada y sacude algunos golpes en el aire, y promete de guardar justicia a todos los que se la pidieren. Luego va a una iglesia, donde toma vestido conforme al príncipe de aquel estado, y juntamente el oficio, celebra un solemne combite, y, acabado, asiéntase en una silla tribunal de juez, donde comiença a oír y sentenciar pleitos.
Los Reyes de Francia, el día que toman la possessión del reino, se visten | un vestido al modo antiguo de Alemania que tienen guardado para este fin. Como los reyes de Ungría, que se coronan con una corona que fue de Estéfano, su rey, varón santo, y tienen por no legítimo rey al que no se corona con ella. Y fue prueva desto que Vladislao, rey de Polonia, viniendo a tomar la possessión del reino de Ungría y estando aquella corona en poder del emperador Friderico tercero, hasta sacarla de sus manos detuvo su coronación. Y lo mismo fue de Matías Corvino, que apoderado del reino passaron seis años sin coronarse, hasta que alcançó esta propria corona, y assí es la costumbre guardada de muchos como religión sagrada. Dízelo Fulgoso, libro segundo.|

EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Taleueco, antiquíssimo legislador de los locrenses, pueblos de Tracia, en el prólogo de sus leyes puso estas palabras, según refiere Estoveo: «Si alguno en nuestra República quisiere hazer mudança de ley ya establecida, o establecer alguna de nuevo, propóngalo al pueblo echado un lazo a la garganta. Y si por votos se concluyere que se deve mudar la ley que estava hecha, y recebir de nuevo la que se propone, él quede salvo; mas si pareciere que la ley de primero está buena, o que la nueva que se propone no es provechosa y conveniente, apriétenle el lazo al proponedor y muera por ello». No era amigo este legislador de tantas leyes y preceptos como de presente se usan. Y conforme a esto, dezía Arcesilao, que como donde ay sobra de médicos y medicinas, ay más salud, assí, donde ay más abundancia de leyes, ay peor governación.

[2] Carondas, rey de Tiro, para escusar inconvenientes que sucedían de lo contrario, puso ley que ninguno entras- se | con armas en ayuntamientos donde se tratavan los negocios de la República, con pena de la vida. Sucedió que viniendo él del campo y siendo llamado aceleradamente para determinar cierto caso sucedido de repente, sin más mirar, entró en la Curia con su espada, y visto de los presentes, advirtióle uno que avía ido contra la ley puesta por él. Visto por Carondas dixo:
-Pues por mí no se quebrantará.
Y con la misma espada se mató. Dízelo Valerio Máximo, libro sexto, capítulo quinto. Y aunque este hecho fue malo y pecado gravíssimo, mas el zelo de querer que se guardasse la ley puesta por él tan a su costa fue digno de memoria.

[3] Eliano, en el libro doze De Varia Historia , dize que era costumbre acerca de los pueblos llamados sacas, que en concertándose algún casamiento, juntávase gente con los parientes de los novios, los cuales novios, en presencia de todos, venían a las manos y tenían entre sí porfiadíssima lucha. Y si el marido quedava vencedor, avía de /(234r)/ mandar a la muger toda la vida, y si quedava vencido, y ella vencedora, ella avía de mandar hasta la muerte y él obedecerle.

[4] La ciudad de Esparta o Lacedemonia, guardando las leyes rigurosas de Licurgo vedava a sus ciudadanos el passear la Asia, porque codiciosos de sus deleites no procurassen vida más regalada. Tenían experiencia que de allí salían gastos immoderados, deleites y regalos, de modo que en particular los jonios usavan de ungüentos y guirnaldas de flores en los combites, y que tenían segunda mesa, siendo todo irritamentos de luxuria. Y no es de maravillar que hombres amigos de trabajo y acostumbrados a él, por leyes de su república quisiessen romperlas engolosinados de los regalos y deleites de gente estraña, siendo verdad que es más fácil el tránsito de la virtud al deleite y luxuria que de la luxuria y deleite a la virtud. Dízelo Valerio Máximo, libro segundo. El mismo autor, y en el mismo libro, dize también de los espartanos que tenían por ley y costumbre ir a las batallas vestidos de color roxo, para disimular la sangre si fuessen heridos, no porque a ellos les pusiesse temor o causasse desmayo ver su sangre derramada, sino porque los enemigos no tomassen brío y pensassen que los tenían ya vencidos viéndolos heridos.

[5] Los atenienses tenían ley y costumbre que se presentavan diversas vezes entre año en el Areópago o Audiencia todos los vezinos de la ciudad y davan cuenta de los que vivían y en qué entendían, para escusar holgaçanes y bagamundos. Los de Marsella hospedavan y hazían muy buen tratamiento a los estrangeros, mas a ninguno dexavan entrar con armas en la ciudad; guardávanselas a las puertas fielmente para bolvérselas cuando salían. Y con esto, mostrándose humanos con los estrangeros, assegurávanse dellos. Los de Tesalia lloravan cuando nacía al- guno, | y las muertes celebravan con grandíssima fiesta y regozijo. A los de Licia si les sucedían casos penosos y que les obligavan a llorar, se vestían vestidos de muger, pareciéndoles ser indigno del varón derramar lágrimas. Entre los indios avía costumbre que, muriendo el marido y dexando muchas mugeres, la que se probava ser la más querida, con grande contento y rostro alegre subía a la hoguera donde el cuerpo del marido avía de ser quemado, y se dexava quemar con él. Los persas negavan la vista a sus hijos hasta que tenían cumplidos siete años, escusando en esto el demasiado llanto y pena si en este tiempo morían, siendo no pocos los que mueren hasta llegar a tal edad. Lo dicho es de Valerio Máximo, libro segundo.

[6] Los babilonios tenían en cada año señalado un día en el cual sacavan en público todas las donzellas, poniéndolas por orden según el grado que cada una tenía de hermosa, començando por la que lo era más hasta llegar a la última en fealdad. Venían los mancebos que pretendían casarse y el que dava más por la más hermosa, ésse la llevava, y aquel dinero dávase a la más fea, por lo cual también hallava marido. Los franceses usavan en el casamiento de las aventajadas en sangre y en riquezas que combidava el padre a cenar cuatro o seis, y a las vezes más, de los que le parecían a él que merecían a su hija. Salía la donzella, estando assentados los galanes y mirávalos de uno en uno, llevando hechas otras diligencias de las cualidades de todos, y escogía al que más le agradava con le ir a dar aguamanos. En la ciudad de Leptis en Africa, escrive San Hierónimo que era costumbre el día primero que iva la esposa a casa de su esposo, si tenía suegra, embiávale a pedir prestada una olla, y negávasela para que aprendiesse a ser guardadosa y procurar no aver menester a otro. Los de Alemania /(234v)/ en un tiempo usaron comprar las mugeres dando ellos la dote, y lo mismo se usó entre vizcaínos celtíberos. Los atenienses no apremiavan a los hijos que sustentassen a sus padres cuando viejos, si no les enseñaron oficio cuando moços. Los reyes de Egipto se hallavan cada día presentes a ciertos sacrificios, y acabados los sacerdotes leían algunos exemplos de personas que se señalaron en virtud. También acostumbravan los reyes servirse no de cualesquiera personas, sino de virtuosos, como lo eran los hijos de los que ministravan en el templo passando de veinte años de edad y aviendo hecho prueva de virtuosos y sabios, y teniendo semejante gente en su casa, su vista les era ocasión de exercitarse en obras virtuosas y apartarse de vicios. Los alemanes tenían por grandíssima afrenta perder el escudo en la batalla, y al que salía sin él privávanle de algunos oficios honrosos. Mucho les ayudó a los romanos para alcançar las victorias de que triumfaron el escusar cuanto les era possible de llevar en exércitos gente estraña, sino que, o avían de ser todos naturales de Roma, o a lo menos de Italia, y con esto estavan confiados de traiciones y motines, junto con que las pagas y el dinero se quedava en casa. Los lacedemonios, si hazían algún combite sumptuoso donde ocurría copia de gente, llevavan a él un desarropado y procuravan de presto emborracharle para que visto lo que aquél hazía y lo que padecía burlando todos dél, la juventud se refrenasse en la bevida para no venir a lo mismo. Entre los egipcios tolerávanse hurtos para hazerse solícitos y no descuidados a los que tenían qué les pudiessen hurtar, y era con esta moderación que, hecho el hurto, iva con ello el ladrón a un sacerdote principal y de confiança y poníalo en su poder declarando el nombre. Luego, el que echava de menos su hazienda iva al mismo sacerdote y señalava el | día y lo que faltava. Bolvíasele multándole en alguna parte, que se dava al ladrón por su trabajo para que comiesse. Los mismos egipcios tenían por costumbre de nombrar particulares médicos para diversas enfermedades: uno curava la cabeça, otro, el braço, y otro, la pierna. Este médico curava calenturas, aquél, dolor de costado, el otro, hijada. Uno tenía a cargo los romadizos, otro, el tabardillo y aun otro, la sarna y tiña. Tenían por cierto que ningún médico podía perfectamente curar todo un hombre, bien al contrario de lo que sucede en nuestro tiempo, que quien menos sabe presume sanar todas las enfermedades, y es a las vezes con daño de los enfermos, que descubren con sus muertes su ignorancia y codicia. Los mismos egipcios acostumbravan hazer laudatorias en las muertes de los difuntos y guardavan este punto: que ni les loavan de linaje ni de riquezas, diziendo que estos no eran propriamente bienes de hombres sino de fortuna, mas encarecían su religión, su justicia, sus virtuosas obras, y con loar en los muertos esto animavan a los vivos a imitarlos. Los partos no llevavan a sus combites a las mugeres porque si se desmandassen en bever no se hiziesse cosa contra la honestidad devida al matrimonio. Los de Etiopía acostumbravan que si el rey por desgracia perdía un ojo, sus criados se sacavan cada uno su ojo, si andava coxo, todos cogeavan, y lo mismo en cualquier otra falta corporal. No querían andar mejorados los que se hallavan al lado del rey de como él andava. Y aun cuando venía a morir, muchos se echavan de su gana en la hoguera donde era quemado su cuerpo. Es de Baptista Fulgoso.

[7] Los ginosofistas aborrecían grandemente la ociosidad. Cuando se assentavan a la mesa preguntavan a sus dicípulos si avían aprendido algo de nuevo aquel día, y si en nada estavan aprovechados, hazíanlos levantar ayu- nos /(235r)/ de la mesa. Dracón, legislador de los ate nienses, puso ley que, en siéndole provado a uno que vivía en ociosidad, fuesse muerto. Y Amasis, en Egipto, guardó costumbre de que una vez cada año dava razón todo hombre de qué vivía y de qué se sustentava, y no dando buena cuenta de sí, moría por ello. Y esta ley llevó de Egipto Solón a sus espartanos, el cual mandó que los moços se exercitassen en trabajos del campo y no anduviessen libres por la ciudad. Quitóles el dormir en cama, diziendo que les bastava la tierra para no hazerse afeminados, sino fuertes y robustos. De las donzellas hizo también ley que se casassen sin dote, y con esto las obligó a ser honestas y virtuosas, pues no deviendo de mirarse a la dote, tendrán precio las de mejor nombre y fama. Señaló assí mismo el tiempo para casarse, y a quien preguntava la causa respondía que casarse los hombres niños, y las mugeres niñas, es causa que los hijos que nacen dellos son siempre niños, y que siendo de buena edad cuando se casan, salen los hijos más robustos y valientes. Lo dicho es de Guidón, en el De exemplos.

[8] Xenofonte, en el libro octavo, llamado Pedia de Ciro, dize que tenían los persas por ley que ninguno escupiesse, sino que por hazer exercicio gastasse semejantes humores y fuessen los cuerpos más fuertes y robustos.

[9] Eliano, en el libro treze De Varia Historia , pone algunos exemplos de personas que pusieron leyes que a ellos mismos fueran dañosas. Licurgo hizo ley que ninguna muger anduviesse en coche al tiempo que se celebrava una fiesta que llamavan «de los misterios», y quien hiziesse lo contrario pagasse cierta cuantía, y la primera que cayó en ella fue su muger, y la pagó él. Pericles hizo ley que no tuviesse oficio en la República de Atenas el que no fuesse hijo de padres naturales de la misma ciudad. Los que él tenía legítimos cuando hizo semejante ley muriéronsele, y quedóle sólo uno que | era bastardo y de madre estrangera, y fue excluido de cargo honroso en Atenas. Clístenes fue el que introduxo en Atenas la pena del destierro por algunos delictos, y el primer desterrado fue él. Seleuco aprobó la ley de los locrenses, que a quien se le provasse ser adúltero le sacassen ambos ojos. Cayó un hijo suyo en esta pena, y porque no quedasse ciego, que era falta notable para ser rey, quiso que le sacassen el un ojo, y a él el otro.

[10] Aviendo los atenienses vencido a los persas, hizieron ley en que mandaron que un día en el año peleassen en el teatro gallos, unos contra otros, teniéndolos para este efecto amaestrados como se mostrassen feroces y valientes. Lo cual tuvo origen de que, llevando Temístocles el exército contra los bárbaros, vido en un cortijo pelear dos gallos, y detuvo a los soldados para que viessen la contienda, y siendo acabada con la victoria del uno, díxoles:
-No sin ocasión, soldados míos, os he hecho detener para que viéredes semejante pelea, porque quiero que advirtáis que estos animalejos pelean entre sí, como avéis visto, y no es la ocasión la patria para defenderla, ni los dioses familiares, ni por la honra, ni por la libertad, ni por los hijos y hazienda, sino solamente porque el uno conozca sujeción al otro. Pues razón será que vosotros, que vais a pelear con los bárbaros por todo lo dicho, que seáis valientes y animosos.
Con esta plática, y con el exemplo de los gallos, tomaron tanto ánimo que siendo pocos alcançaron victoria de muchos.
Los cretenses tenían costumbre de que sus hijos pequeños aprendiessen las leyes cantando con un tono muy agradable, para que se aficionassen a aprenderlas con la suavidad de la música. Y con esto, ninguno se escusava en lo malo que hazía de no saber que era contra las leyes. También les hazían aprender cantando algunos himnos en honra de sus ídolos, y también loores de varones ilustres. Los locrenses tenían por ley que, si algún enfermo /(235v)/ beviesse vino, si no fuesse mandándolo el médico, cuando sanasse de la enfermedad fuesse muerto, por sólo aver bevido vino. Teofrasto afirma que tenían por ley los milesios que ninguna muger beviesse vino. Y los romanos guardaron lo mismo un tiempo, de que muger libre ni esclava beviesse vino, ni hombre lo podía bever si no llegava a treinta y cinco años. Los estagiritas tenían por ley: «Lo que no pusiste no lo lleves». Los leucanoros, si a puesta de Sol viniere algún peregrino y quisiere dormir debaxo de texado, el que no le recibiere en su casa viniendo a él con esta demanda, sea penado con pena pecuniaria de inhospitalidad. Los sardos usavan de una ley bárbara y inhumana contra los viejos, que los matavan a palos y enterrávanlos, pareciéndoles que era mejor que muriessen, que no que viviessen viejos parleros. Los atenienses también tenían ley que si alguno fuesse por despoblado y viesse cuerpo muerto de hombre, que no passasse adelante sin le cubrir de tierra. Tenían otra ley, que nadie fuesse osado de matar buey que arasse o que llevasse carro, porque era labrador y tenía compañía en el trabajo con el hombre. Los lacedemonios tenían ley que el padre que diesse tres hijos para la guerra fuesse libre de todo pecho y tributo. También era costumbre entre ellos, que algunos días del año se presentassen los mancebos desnudos delante de los éforos, que eran los juezes, y mirávanles el cuerpo, y al que tenía heridas recebidas en la guerra en servicio de la República dávanle grandes loores, y al que veían gordo y lucido, y de carnes delicadas, mandávanle dar muchos açotes. También era costumbre de los éforos limitar los trajes, assí en los hombres como en las mugeres, quitando lo superfluo e indecente. Ni consentían que huviesse cozinero de oficio en la ciudad que supiesse guisar más de una olla ordinaria. Todo lo dicho es de Eliano, en el De Varia Historia. |

[11] Costumbre inviolable era de los romanos que los moços tuviessen grande respeto y reverencia a los viejos, de manera que si alguno entrava donde estavan moços, todos se levantavan a darle lugar, y en la calle le acompañavan ordinariamente hasta dexarle a donde iva, y que todos guardassen gran secreto en lo que se tratava en el Senado, de suerte que parecía no aver oído persona alguna lo que se guardava en las orejas de trezientos senadores. Y fue exemplo notable en este caso que dando aviso Eumenes, rey de Asia, al Senado, siéndole muy aficionado, como levantava guerra el rey Perseo a la República, viniendo embaxadores con este recaudo y bolviendo con la respuesta, ni se supo a qué vinieron ni con qué bolvieron, hasta que Perseo fue preso. También tenían costumbre los romanos que si venían embaxadores de Grecia al Senado avían de dar la embaxada en lengua latina, y si del Senado ivan a Grecia era lo mismo, que les hablavan en latín, y esto no por ignorar los romanos la lengua griega, que los más la sabían, sino por la autoridad del Senado, que no consentía que el palio, que era vestido estrangero, se igualasse a la toga, que era propria de Roma. Tenían assí mismo costumbre en los combites cantarse versos en que se relatavan hechos famosos de los antiguos, con que los moços se despertavan a hazer cosas semejantes. Teníase grande cuenta que a los cónsules se les guardasse todo respeto, y assí, embiado Quinto Fabio Máximo por embaxador al Senado, a su proprio hijo, que era cónsul y estava fuera de Roma, cuando llegó a él no le hizo el acatamiento devido a la dignidad, que fue no apearse del cavallo estando en él el cónsul, y aunque le era hijo obedientíssimo, bolviendo por su dignidad le embió a mandar con un litor y oficial suyo que se apeasse. El viejo lo hizo y llegó al hijo diziendo:
-No he tenido poco respeto, hijo, a tu dignidad, sino /(236r)/ que quise probar si sabías ser cónsul.
Usavan también los romanos comer en los atrios o portales de las casas teniendo abiertas las puertas para que fuessen vistos de los que passavan, y en esto pretendían dos cosas: una, que combidavan con facilidad a otros a sus comidas, y otra, que los viessen que eran templados en lo que comían. Y assí más vezes usavan de puches que de pan, y con esto vivían sanos, porque la templança en la comida es madre de la salud. Lo dicho es de Valerio Máximo, libro segundo.

[12] Luego que entrava la donzella romana en casa de su esposo nombrava a Caya Cecilia Tanaquil, y fue esta matrona muger de Tarquino Prisco y honestíssima, y era dezir que la pretendían imitar. Dávanles luego una rueca y un huso para que entendiessen que avía de trabajar, y con estos institutos y modos se criaron las Marcias, Porcias y Lucrecias, que fueron resplandor de aquella ciudad. Escrive Plutarco de los antiguos romanos que delante de los magistrados ivan sus oficiales, y llevavan assegures en las manos, que era el instrumento con que matavan a los delincuentes, y también varas con que açotavan a los mismos si | no merecían muerte. Mas ivan las varas y assegures ligados, de suerte que se passava tiempo en desatar uno de otro, y era con intento que no luego se executasse el castigo en el culpado, sino que tuviesse tiempo el juez para deliberar si era riguroso o remisso, a lo menos en tanto que se desligavan las segures y varas. También era costumbre suya señalar dos ciudadanos nobles que tenían el cuidado de mirar siempre en la ciudad lo que cada uno hazía y dezía, y davan dello noticia a los magistrados. Y si en la guerra era culpada toda una legión o capitanía, o por aver huido, levantado motín y sedición, o cosa semejante, poníanlos por orden y en hilera, y ivan contando, y en llegando a diez matávanle, y a veinte y a treinta. Al que defendía de muerte en la batalla a algún ciudadano de Roma, dávanle después una corona de enzina o roble. No era de oro porque no pareciesse que se estimava en más este metal que la sangre humana, aunque ninguno ganó semejante corona que la trocara por otra de oro. Es de Fulgoso, libro segundo.

Fin del Discurso de Ley y Costumbre. |