DISCURSO CUARENTA Y SIETE. DE MAGESTAD Y GRAVEDAD


Assí como se concede diversas vezes, ordenándolo Dios, a algunas personas riquezas y estados, de que alcançan honra y estimación, como | a la verdad ni merezcan estimación ni honra, por tener vicios de secreto, assí también acaece que otros por la virtud son estimados y honrados, siendo más dignos de honra y estimación, pues lo que se alcança por esta vía es firme y permanece. A lo cual damos en este Discurso nombre de Magestad y Gravedad, y pondremos en él exemplos de personas que la alcançaron y fueron honrados y estimados por ser virtuosos, más que otros, que por ser reyes o ricos la pretendían. /(261r)/


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Grave y confiado se mostró Moisés diversas vezes delante de Faraón, arguyéndole y amenaçándole con diversas plagas si no dexava libre el Pueblo de Dios, como parece en el Éxodo, capítulo quinto.

[2] Amenaçava el rey Acab al profeta Elías, porque dezía que turbava a Israel, y él le habló con gravedad y osadía, diziendo:
-No perturbo yo a Israel, sino tú y la casa de tu padre, que avéis dexado la adoración del verdadero Dios.
Y no sólo tuvo palabras, sino obras, pues fue parte para que muriessen cuatrozientos y cincuenta sacerdotes de Baal. Y refiérese en el Tercero de los Reyes, capítulo diez y ocho. Y con la misma libertad habló al rey Ocozías, su hijo, diziéndole:
-De la cama en que estás enfermo no te levantarás, pues embiaste a consultar de tu salud a un demonio, pudiendo ir con tal necessidad al verdadero Dios.
Y es del Cuarto de los Reyes, capítulo primero.

[3] Con magestad grande habló el rey Ezequías a sus soldados, diziendo:
-No temáis al rey de los assirios, ni a la multitud que trae consigo, porque muchos más son los que están de nuestra parte.
Lo cual entendía por el fabor que esperava del Cielo. Es del Segundo del Paralipomenon, capítulo treinta y dos.

[4] Mardoqueo, su punta tuvo de gravedad en no querer adorar a Amán, sobervio, aunque sabía lo mucho que podía con el rey; y con la misma habló a la reina Ester, cuando la persuadía que hablasse al rey Assuero en fabor de su pueblo, diziendo:
-No pienses que quedará tu vida segura porque estés en casa del rey. Si no hablares en esta ocasión, Dios dará orden cómo su pueblo sea libre sin ti, y deverásete poco en este hecho.
Es del Libro de Ester, capítulo tercero, y siguientes.

[5] Los amigos de Daniel mostraron gravedad, diziendo al rey Nabucodonosor:
-Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos de tus manos. En ninguna mane- ra | adoraremos tu estatua.
Es del Libro de Daniel, capítulo sexto.

[6] Estando en una batalla Jonatás Macabeo contra ciertos bárbaros, dexáronle todos sus soldados, excepto dos, y no por esso se apartava de la pelea, sino que mostrava valor y magestad. Lo cual visto de sus gentes, que avían huido, avergonçados de dexar morir tal hombre, bolvieron a la pelea y vencieron a los contrarios, matando tres mil dellos. Refiérese en el Primero de los Macabeos, capítulo onze.

[7] Crucificado el Señor, y aviendo espirado, osadamente entró a Pilato a pedirle el santo cuerpo Josef Ab Arimathia, y él se lo concedió. Dízelo San Mateo, capítulo veinte y siete.

[8] El Apóstol San Pedro, que se mostró cobarde al dicho de una rapaça, estando después de la venida del Espíritu Santo delante de los magistrados y príncipes de los sacerdotes, y reprehendiéndole porque predicava a Cristo, confessándole por verdadero Dios, respondió osadamente y con gravedad:
-Más razón ay para obedecer a Dios, que a los hombres.
Es del Libro de los Hechos Apostólicos , capítulo quinto.

[9] San Estevan, palabras dixo de mucha gravedad y señorío a los judíos que le quitaron la vida:
-Gente de dura cerviz y de coraçón incircumciso, siempre vosotros resististes al Espíritu Santo.
Es del mismo Libro de los Hechos Apostólicos , capítulo sexto y séptimo.

[10] San Pablo, no sólo se mostró grave en presencia de Ananías, príncipe de los sacerdotes, y de Felice y Festo, juezes, de los cuales apeló a César, sino en las obras, porque, açotándole y afrentándole, se mostrava alegre y contento, y a quien le preguntava cómo un hombre grave no sentía tales afrentas, respondía:
-Nuestra gloria es el testimonio de nuestra conciencia.
Es del Libro referido, de los Hechos Apostólicos , capítulo veinte y siete.

Lo dicho es de la Sagrada Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Grande fue la magestad y gravedad | del Papa Agapito, el cual, aviendo ido a /(261v)/ Constantinopla a hablar a Justiniano Emperador sobre negocios importantíssimos de la Iglesia, hallóle maculado con la heregía eutiquiana, de la cual queriendo apartarle, y estando duro y obstinado, y por lo mismo hallándole implacable y sin provecho para lo que iva, díxole el Santo Pontífice:
-Entendí que venía a hablar a Justiniano, emperador cristianíssimo, y paréceme que veo en su lugar a Diocliciano, enemigo del nombre de Cristo.
Refiérese en la Vida de este Pontífice.

[2] No fue menor la libertad que usó San Ambrosio con Máximo, emperador intruso, porque, siendo embiado de Valentiniano por el cuerpo de Graciano, su hermano, ambos emperadores, recibiéndole Máximo honoríficamente, cuando entró donde estava, queriéndose llegar a abraçarle, San Ambrosio lo estorvó, diziendo que estava manchado con la sangre de Graciano, a quien avía muerto, sobre lo cual le reprehendió ásperamente. Y se pudo poner en duda quién hizo más, o San Ambrosio en reprehender al tirano Máximo, o el sufrirlo él con tanta paciencia y prometer satisfación de aquella culpa. También se mostró grave con el emperador Teodosio cuando le vedó la entrada en la iglesia de Milán, y le tuvo excomulgado algún tiempo, por un castigo que hizo riguroso en Tesalónica, hasta que hizo dél pública penitencia. Lo uno y lo otro se refiere en la Vida del mismo San Ambrosio.

[3] San Juan Crisóstomo también mostró magestad y gravedad con la emperatriz Eudoxia, muger de Arcadio, porque, dándole gana de cierta heredad de una viuda, llamada Calitropa, y tomándosela por fuerça, siendo amonestada por el Santo Pontífice Crisóstomo, y no restituyéndosela, un día de la Exaltación de la Cruz le cerró la puerta de la iglesia y no la dexó entrar en ella, teniéndola por excomulgada. Y aunque el negocio se quiso llevar por violencia de los que la acom- pañavan, | el santo salió con su intento, que no entró en la iglesia aquella vez, ni después, hasta que restituyó la viña a su dueño. Y refiérese en su Vida, escrita por Simeón Metafraste, y por otros.

[4] Mauva, reina poderosa entre infieles, escrivió una carta al emperador Valentiniano, en que le dezía: «Si Moisés, ermitaño de Egipto, viene a este mi reino por obispo y doctor de la fe cristiana, yo recibiré el Baptismo y seguiré a Cristo». Estava siempre, por el crédito que tenía de aquel santo ermitaño, que lo que le enseñasse y dixesse era lo que le convenía para salvarse. Dízelo Fulgoso, libro segundo.

[5] Totila, rey godo, por la fama que tuvo de San Benedicto, aunque estava muy cerca de ganar a Roma y hazerse enteramente señor de Italia, desocupándose de todo, fue a verle al monte Casino. Vídole de lexos, y, aunque viejo, solo y vestido con hábito humilde y pobre, el cruel bárbaro, que no estimava el Imperio de Roma, le estimó en tanto que se le arrodilló, sin osar llegar a él, hasta que el santo abad llegó y le levantó de tierra. Oyó con atención y reverencia sus palabras y santos documentos, y pudo la virtud de un hombre, pobre, solo y viejo, con un rey feroz, lo que ningún humano poderío avía podido. Y danos este exemplo a entender que mucho más mueve a las vezes la virtud y santimonia, que las armas. Refiérese en su Vida.

[6] San Paulino, obispo de Nola, después de la muerte del emperador Valentiniano, haziendo guerra en Italia Genserico, rey de los vándalos, fue llevado a Africa, donde estavan muchos captivos, y allí estuvo en poder de un bárbaro, tenido y tratado como captivo. Mas su venerable vista, sus costumbres inculpables y virtud admirable, pudo tanto con aquella bárbara gente, que bolvió libre a su tierra, con todos los captivos que della se hallaron en Africa, sin precio alguno. Refiérese en su Vida.

[7] Marutas, obispo calcedonense, por /(262r)/ la mucha edad estava ciego. Hallóse en Constantinopla, y oyó dezir que el emperador Juliano ofrecía sacrificio en el templo de la Fortuna, y él, con zelo de la honra de Dios, le llamó en boz alta apóstata. El emperador se indignó contra él de muerte, y para vengarse díxole con desprecio:
-No esperes de tu Galileo (el cual nombre dava a Cristo) que te dé vista.
El obispo replicó, oyéndolo mucha gente:
-Yo doy a Dios infinitas gracias porque me ha cegado, pues, ciego, no te veré.
Refiérelo el Evorense.

[8] Grande fue la magestad y estimación de Epifanio, obispo de Pavia, el cual, siendo embiado de Teodorico, rey de los godos, a Gundavaro, rey de los burgundiones, el cual avía hecho guerra en Liguria y casi destruídola, llevando della a su tierra grande número de captivos, llevava buena cantidad de dinero para rescatar los que pudiesse, y no sólo por respetarle dio muchos por poco precio, sino que graciosamente le dio libres seis mil dellos. Es de Fulgoso, libro segundo.

[9] El Papa Gregorio Séptimo, no contentándose con excomulgar al emperador Enrique Tercero, le privó del imperio, porque vendía los oficios y prevendas eclesiásticas, y, amonestado, no se enmendó. Y no le bolvió a su estado ni absolvió de la excomunión primero que, en tiempo de invierno, los pies descalços pisando nieve, con una soga al cuello, estuviesse algunas horas en el campo regiense a las puertas de la villa de Canusia, donde a la sazón estava el Pontífice, pidiendo allí perdón de su error y culpa. Y al cabo, por muchos ruegos le admitió a que le besasse los pies, y le absolviesse de las censuras y perdonasse. Dízelo Fulgoso, libro 6.

[10] Murió Balduino Tercero, rey de Hierusalem, de edad de veinte y siete años, cuya magestad y opinión era tanta que, diziéndole sus moros a Norandino, rey de Damasco, que era buena ocasión para acometer a los cristianos y echarlos de aquellas tierras, él respondió que en ninguna manera lo haría, a lo menos en tanto | que los cristianos lloravan la muerte de su rey, tan bueno y justo, de quien afirmava que en el Mundo no quedava su semejante. ¡Oh maravillosa fuerça de la virtud, que forçaste al enemigo a que loasse y reverenciasse, aun después de muerto, a aquel admirable rey, sin que fuesse estorvo la enemistad y començada guerra entre gente de diversas religiones, que suelen a las vezes ser implacables! Es de Fulgoso, libro segundo.

[11] Vídose la Iglesia de Dios un tiempo afligidíssima por una cisma que padecía entre Inocencio Segundo y Pedro León, ciudadano romano, que se hazía llamar Anacleto. Tenía de su parte el Pedro León, por ser romano y de linaje, grandes señores que le faborecían y obedecían. Inocencio dexó a Roma y passó en Francia, donde a la sazón estava San Bernardo, y aunque en aquel reino primero huviessen dificultado sobre a cuál de los dos darían la obediencia, mas visto que San Bernardo, enterado bien en el negocio, la dio a Inocencio, llevados de su autoridad y crédito se la dieron. De modo que, sin hazer otra diligencia, sólo con saber que San Bernardo le tenía por verdadero Papa, todos le reverenciaron por Papa verdadero, y assí pudo tanto en Francia un solo Bernardo, cuanto en Roma muchos príncipes poderosos y doctos. Refiérelo Fulgoso, libro 2.

[12] Por la muerte de Nicolao Cuarto, Sumo Pontífice, estuvo la Silla Apostólica vacante dos años, sin que los cardenales se concordassen en la elección de uno. Al cabo, vinieron todos en que fuesse Papa Pedro de Morrón, ermitaño, cuya opinión de santidad valió más que las letras ni poderes humanos de otros que pretendían aquella dignidad. Fue recebido en la ciudad de Aquila, y vídose un ermitaño viejo sobre un jumento, con vestido roto y desaliñado, que le cercaron los cardenales y otros príncipes cristianos vestidos de púrpura y adornados de joyas, en cavallos briosos, y le hazían la honra conveniente a la dignidad a que subía. Concedió Dios a la humildad esta prerrogativa, que los que la hazen guer- ra /(262v)/ y huyen, la reverencian y adoran en otros. Es de Fulgoso, libro segundo.

[13] Predicava en una ciudad de Italia cierto perlado, en tiempo que andavan haziéndose terribles guerras sobre el imperio Otón Cuarto y Federico Segundo. El perlado era mucha parte en estas dissensiones, porque, siendo persona poderosa y llevando tras sí diversas gentes, ya faborecía al uno, ya al otro, pues, como dixesse en el sermón sobre la materia que tratava delicadezas estrañas, por ser muy elocuente, estando en el auditorio, que era grandíssimo, Juan Capocio, ciudadano de la misma ciudad y noble, levantóse delante de todos y dixo en boz alta:
-Tus palabras, padre reverendíssimo, son de Dios, y tus obras, de diablo.
Refiérelo el Evorense.

[14] Passado avían setenta años que los Sumos Pontífices, aviendo dexado a Roma, residían en Francia. Pues, como tuviesse el Pontificado Gregorio Undécimo, viendo a cierto obispo, reprehendióle ásperamente porque no se iva a residir a su obispado. Él, con mucha liberalidad, respondió:
-Y vós, padre santíssimo, ¿cómo, aviendo de dar a mí exemplo y a otros, le dais tan malo, que estéis ausente de Roma con daño notable de aquella ciudad y de todo el Mundo?
Oyendo esto el Pontífice, afligióse, visto que le dezía verdad, y propuso de bolver a Roma, como lo hizo. Es del Evorense.

[15] Otocaro, o por otro nombre Primislao, rey de Bohemia, tenía en su casa como amigo a Rodulfo, conde de Aspur, el cual, por su favor y virtud alcançó el Imperio. Quiso, teniendo aquella dignidad, que le reconociesse sujeción Otocaro, mas hazíasele de mal por la familiaridad que antes avían tenido, y en alguna manera el Rodulfo se la avía reconocido al rey. Llegaron a punto de se hazer guerra y, estando los exércitos cercanos, por terceros que se pusieron de por medio, vino el bohemio a que daría la obediencia al emperador que le pedía, mas con condición que fuesse en secreto y sin terceros. Otorgólo Rodulfo; señalóse día, en el cual, estando el emperador en una silla y trono | assentado, dentro de su tienda, en el campo, llegó el rey para dar la obediencia. Sintió algo el verle en tal puesto, que le pareció excedía de lo dispuesto, mas por no mostrar que bolvía atrás de lo concertado, llegó a él y hincóse de rodillas en su presencia. Tenía el emperador hecho de concierto que se fuesse poco a poco un secretario suyo, leyendo lo que el rey avía de ir diziendo, y con otros criados, que en tal sazón derribassen las cortinas y tienda en tierra, de suerte que los dos campos vieron al emperador assentado en su trono con magestad imperial, y al rey Primislao Otocaro de rodillas en su presencia, de lo cual él quedó tan sentido que, ido de allí, con mayor ira prosiguió la guerra, aunque le fue mal en ella y vino a perderse. Es de Fulgoso, libro sexto.

[16] Abrasávanse en guerras Francisco Esforcia, duque de Milán, y la señoría de Venecia. Procuravan algunos príncipes cristianos concordarlos, y era todo vano. Tomólo a su cargo Simoneto Camerino, ermitaño, y fue tanto el respeto que le tubieron los discordantes, y valió tanto con ellos su autoridad y crédito, que les concordó y quedaron en buena paz. Es de Fulgoso, libro segundo.

[17] A San Antonino, siendo arçobispo de Florencia, nunca le vido hombre de su familia el rostro airado, ni se quexó por deservicios que dentro de su casa le hiziessen, y con ser tan manso, era feroz y rígido por estremo en bolver por su Iglesia y clero. Prendiéronle una noche dos clérigos, y aunque se los remitieron a la mañana, él denunció por excomulgados a los que los prendieron, y remitió a Roma. Fueron allá por absolución, y el Papa, que conocía bien al arçobispo, y todo lo que apelavan para él se lo tornava a remitir, teniendo por muy justa la sentencia, remitióle a estos delincuentes, y él nunca los quiso absolver, hasta que a la puerta de la iglesia les dieron públicamente algunos açotes. Al magistrado supremo de la ciudad, porque prendió a un legado del Papa, le excomulgó y echó de la iglesia, y si entrava en /(263r)/ ella, mandava cessar los Oficios. Hízole grandes amenazas, y respondió San Antonino:
-Quitarme la vida, estoy seguro que no me la quitarás, porque no merezco ser mártir. Quitarme el arçobispado, cuando fuesse en tu mano el hazerlo, mayor bien no me puedes hazer, porque de tan mala gana le tengo, como le recebí.
Señaló con la mano su monasterio, porque se parecía desde las casas arçobispales, y dixo:
-Allí tengo una celda, donde desseo sumamente vivir y morir.
Descubrió un herege nigromante en Florencia, que ponía lengua excomulgada en la honra de la Madre de Dios. Formóle processo y quemóle, reclamando muchos principales de la ciudad y alegando privilegios y essenciones della. De todo lo cual ningún caso hizo, ni temió daño que por esto le pudiesse venir o suceder. Refiérese lo dicho en su Vida, escrita por Vicencio Mainardo, y referida por Surio, tomo tercero.

[18] También fue grande la magestad y estimación de San Francisco de Paula, de nación calabrés, de quien aficionado sobremanera Luis Undécimo, rey de Francia, con grandes ruegos, siendo medianero Sixto Cuarto, pudo alcançar de don Fernando el Menor, rey de Nápoles, en cuya tierra estava el santo, que se le embiasse. Y embiado, era recebido en Francia con la magestad que si fuera cardenal y legado a latere del Papa. Llegado a la presencia del rey, aunque era hombre que no avía estudiado en universidades famosas, assí el mismo rey Luis, como su hijo Carlos Octavo, preferían su parecer en negocios importantíssimos a el de grandes y famosos letrados. Y por lo mismo de tener grande estimación y magestad, el Papa Alexandre Sexto aprovó su regla de los Mínimos, siendo él su fundador y cabeça. Refiérelo Fulgoso, libro segundo.

[19] Estando el rey don Alonso de Ná- poles | en Valencia, siendo también rey de Aragón, embióle el rey Carlos de Francia embaxadores, y a rogar por ellos, que en tanto que estava en guerra con el rey de Inglaterra, tuviesse paz con él. Esto dixo el francés porque sabía que tenía algunas ciudades y pueblos debaxo de su mando que eran propriamente de la Corona de Aragón. Respondióle el rey don Alonso que, no obstante que le tenía mal y contra justicia parte de su Reino de Aragón, mas en la ocasión presente no pretendía pedírselo por armas, porque dize:
-Si mis mayores en la prosperidad de Carlos no procuraron averlo, en la calamidad que de presente tiene yo no lo quiero aver.
Refiérelo Panormitano en el Libro que hizo de los Hechos deste rey, y Eneas Silvio, en el de sus Dichos.

[20] El cardenal y arçobispo de Toledo, don fray Francisco Ximénez, passó en Berberia por su persona con un buen exército, y ganó la ciudad de Orán, en el año de mil y quinientos y nueve. Después, por la muerte del rey don Fernando el Católico, quedando por visorey en España, embió otro exército de mucha gente a conquistar a Argel, y por diferencias de los capitanes y engaños de Barbarroxa, que era allí rey, fue desbaratado, y los soldados, muertos. Vínole nueva dello estando en Alcalá sobre cena, disputando en su presencia ciertos teólogos, como siempre acostumbrava. Leyó la carta y, sin mudar semblante, sino con magestad y gravedad grande, dixo:
-Nuestro exército ha sido vencido y desbaratado en Africa, y hase perdido poco, porque antes queda España limpia y desembaraçada de hombres facinorosos y escandalosos.
Tornó a su conversación y disputa y, acabada, se fue a dormir con muy buen semblante. Refiérelo el maestro Alvar Gómez, en su Crónica. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Por muchos ruegos y embaxadas, fue Platón a verse con Dionisio, tirano | de Sicilia, y cuando fue cierto de su llegada, embió en un coche a un hijo suyo, para /(263v)/ que le truxesse en él y entrasse en la ciudad triunfando. Recibióle Dionisio el Moço en el coche, y por más le honrar, él mismo hizo oficio de cochero, tomando açote y guiando los cavallos, dando qué dezir a los de la casa real, aunque les parecía merecerlo Platón por su mucha virtud. Dízelo Eliano, De varia historia, libro cuarto.

[2] A la buelta que bolvió Platón de Sicilia, passando cerca del monte Olimpo y siendo el tiempo en que se celebravan los juegos, quiso verlos. Publicóse de su venida, y assí los que entendían en los juegos como los que estavan a la mira, haziéndose a una lo dexaron todo y fueron a recebir a Platón desseosos de verle, y anteponiendo su vista a todo lo que en aquellos juegos podía verse. Y fue este hecho celebrado en diversas provincias, porque siendo Platón nacido no de reyes ni de gran linaje, sino de padres humildes, por su virtud se hizo con él lo que nunca antes ni después que los juegos se usaron, se hizo con rey o emperador que fuesse a verlos. Es de Fulgoso, libro segundo.

[3] Aristóteles, dicípulo de Platón, fue assí mismo tenido en mucho de Filipe, rey de Macedonia, padre de Alexandre Magno. En cuyo nacimiento se escrivió una carta, y entre otras razones dezía éstas: que no tanto se holgava porque le huviesse nacido hijo heredero de sus estados como porque, siendo en tal sazón, sería su maestro, y con su doctrina podría dignamente regir el reino de Macedonia. Refiérelo Fulgoso, libro segundo.

[4] San Hierónimo afirma que fueron a Roma desde la isla de Cádiz, que es en España, algunos curiosos por ver a Tito Livio Patavino, pareciéndoles que era más digno de ser visto el que escrivió las hazañas hechas por los romanos, que a la ciudad de Roma, que los avía engendrado y era su madre, y que en Cádiz no se dessease tanto ver Roma, cabeça del mundo, en que avía tantas cosas dignas de ser vistas, como un historiador, por ventura creyendo que en ver a Tito Livio se les representa- ría | en él las virtudes y excelencias de los principales de aque lla señoría, junto con la fuente de elocuencia, lo que en las figuras, estatuas y colosos no pensavan hallar. Refiérelo Fulgoso, libro segundo.

[5] También fue notable en Apolonio Tiraneo la magestad, el cual más con su vista que con palabras elegantes y compuestas apaciguó muchas ciudades de la Asia, que entre sí traían guerras y contiendas. Particularmente en Aspedio, ciudad de la provincia de Pamfilia, estando para se matar los pobres con los ricos en tiempo de hambre, pidiendo los unos que no los dexassen morir y negando los otros que podían darles vida, Apolonio pudo tanto con los ricos, que diessen algo a los pobres, y a los pobres que se contentassen con lo que los ricos les davan. Con estas obras ganó tanta autoridad, que andando en traje de pobre y los pies descalços, no sólo en las ciudades de Asia era tenido por cosa celestial, sino que en Babilonia y en la India era recebido con grande honra y favorecido en cuanto quería dellos. Tanta es la veneración y magestad que trae consigo la doctrina acompañada con inocencia de vida, y adonde no entendía que estava seguro, allí era recebido con suma honra y respeto. Lo dicho es de Fulgoso, libro segundo.

[6] Aviendo experimentado Darío, rey de Persia, la virtud de Alexandre en dos batallas, de las cuales dexó la victoria en sus manos, embióle a ofrecer una hija por muger con grande parte de su reino y cien mil talentos en dote. Consultólo con Parmenión, su privado, el cual le dio por respuesta:
-Yo hiziéralo si fuera Alexandre.
Replicó Alexandre:
-Y también lo hiziera yo si fuera Parmenión.
La cual palabra fue digna de las dos victorias alcançadas y merecedora de alcançar la tercera. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

[7] Bien mostró magestad de ánimo un valeroso espartano, el cual pidiendo cierto cargo y oficio que era proprio de varón justo y sabio, quedó sin él, y aun entendió que muchos otros avían tenido /(274r)/ más votos para él de los que él tuvo. Cuando le fue dicho esto, mostrando buen semblante dixo que le dava sumo contento en que su ciudad tuviesse muchos varones mejores que él. Dízelo Valerio Máximo, libro sexto.

[8] Chillón Lacedemonio fue embiado de su ciudad a tratar amistades con los de Corinto, y halló a los principales de la república entretenidos en juegos. Bolvió a sus ciudadanos sin tratar cosa alguna de pazes, y dixo que no les convenía, teniendo nombre tan levantado y de tanta magestad en Grecia, hazer amistades con jugadores. Es de Guidón, en el De exemplos.

[9] Libertad grande, que es bien parecida a la magestad, fue la de dos viejas; la una lo huvo con el rey Demetrio, y la otra, con el emperador Adriano, que, viniéndoles a pedir justicia, diziéndoles que no tenían lugar de oírlas, ellas respondieron:
-Pues dexad el imperio y mando, y no seáis reyes.
Desta palabra ambos se avergonçaron, y ambos las oyeron y despacharon. Es del Eborense.

[10] Temístocles, siendo embidiado por sus virtudes y hechos heroicos de los atenienses, desterráronle de su ciudad y tierra. Passó a la de los bárbaros y recibióle Xerxes, rey de Persia, con ser inimicíssimo de los griegos, y hízole mucha honra. Dezía a sus privados que se tenía por muy dichoso en que la fortuna le huviesse dado por amigo a Temístocles y de tenerle en su reino. Solía de noche hablar estando despierto con la gente que tenía de guarda y preguntávales si era verdad que Temístocles estava en su reino y casa. A las palabras añadía obras, dándole ciudades y riquezas. ¡Oh magestad digna de alabança conseguida por obras virtuosas, pues un bárbaro en tanto la tuvo y estimó! Tráelo Fulgoso, libro segundo.

[11] Tuvo debaxo de sus vanderas Aníbal cuando en Italia hazía guerra a los romanos, muchos africanos, númidas, mauritanos, españoles, baleares, franceses, genoveses, y no pocos italianos y gente de otras diferentes naciones, y era tan | grande su autoridad acerca dellos, que nunca entre sí tuvieron diferencias ni levantaron motines y alborotos. Es de Sabélico, libro sexto.

[12] Fue embiado del Senado romano al rey Antíoco Cayo Pompilio por embaxador, y pedíanle que dexasse de hazer guerra al rey Tolomeo de Egipto porque estava confederado con los romanos. Cuando llegó a hablar al rey Pompilio, hallóle en un campo passeándose. Recibióle con muestras de mucho contento, y quiso en señal de amistad darle la mano. Rehusólo Pompilio diziendo:
-A esto vengo, y hasta que me des respuesta no quiero tu amistad.
Dixo el rey:
-Pues consultarélo con los grandes de mi corte.
-Ni será esso assí -replicó el embaxador-, sino que hizo con su espada un círculo alrededor del rey en la arena, y hecho, dixo:
-Mira lo que te conviene hazer, rey Antíoco, que sin salir deste círculo me has de responder.
Viéndose el rey tan apretado, pareciéndole que tenía delante todo el Senado de Roma, porque la autoridad de Pompilio lo significava, respondió que haría lo que le era pedido. Y con esto el Pompilio le dio la mano. Y en un momento la gravedad y elocuencia del romano amedrentó al rey de Siria y libró al de Egipto. Es de Valerio Máximo, libro segundo.

[13] Pedíale a Publio Rutilio, senador romano, un amigo suyo cierta cosa, que era malo hazerla, y por lo mismo se la negó. El otro le dixo muy indignado:
-¿De qué me sirve tu amistad, si lo que te ruego no hazes?
Replicó el Rutilio:
-Mas a mí, ¿qué me aprovecha la tuya, si por ti hago lo que no es lícito ni honesto?
Es del Evorense.

[14] Libertad grave mostró un hombre particular en Roma, porque, entrando en su casa el emperador Antonio Pío y viendo ciertas columnas de porfido, admirándose, preguntó cómo un hombre particular tenía semejantes columnas, que pertenecían para la casa de los emperadores. Respondió el hombre:
-En la casa agena conviene que sea el huésped sordo y mudo.
Refiérelo el Evorense. /(264v)/

[15] Valerio Máximo, en el libro tercero, dize que puso en Roma acusación delante del Senado Vario Sucronense contra Marco Emilio Escauro. Éste era tenido de todos por virtuoso y aquél por vicioso y malévolo. Estando los dos en juizio, y el Senado con mucha gente del pueblo presente, puso la acusación el Sucronense, sin traer testigo alguno más de lo que dezía él. Respondió Escauro:
-Sacro Senado, aquí Vario Sucronense me acusa destos delictos que él dize que yo he hecho. Yo digo que no es assí y que nunca tal hize. ¿A quién creéis más?
Los juezes y todo el Senado con el pueblo romano, dixeron:
-Muy más razón es que te creamos a ti, que eres virtuoso, que no a éste, que es vicioso.
Y assí le dieron por libre.

[16] Avíase recogido a vivir privadamente fuera de Roma el gran Escipión Africano, y residía en una villa cerca del mar, llamada Linternina. Supiéronlo algunos capitanes de cossarios y quisieron verle por la fama que bolava dél en todo el Mundo. Salieron de sus navíos, y por ir mucha gente, cuando los pocos criados de Escipión los vieron llegar, cerraron bien las puertas y pusiéronse en defensa, pensando que venían a matarle, y el mismo Escipión, tomando armas, determinó vender bien su vida, andando entre sus criados animándolos, y poniéndolos en las partes que le parecía convenir más, de la manera que si fuera un fuerte castillo y se viera combatir de enemigos. Los cossarios que vieron y entendieron esto, dexando parte del acompañamiento y las armas, llegando a la puerta dixeron, oyéndolo Escipión, que no a quitarle la vida era su venida, sino admirados de su fama venían a reconocerle como a una deidad. Dando los criados este recaudo que él avía oído, y preguntándole qué mandava que hiziessen, mandó abrir las puertas y que entrassen los piratas. Eran hombres de grandes cuerpos robustos, no acostumbrados a reverenciar ni estimar grandezas del Mundo, y allí, como si entraran en un templo de cualquier ídolo famoso suyo, a los postes de | la casa se inclinavan. Llegaron arrodillados a Escipión, tocáronle la mano diestra, besáronsela, ofreciéronle algunos dones, y muy contentos por aver visto la magestad de aquel famoso capitán, bolvieron a sus tierras. Dízelo Valerio Máximo, libro segundo.

[17] Hizo una larga plática en el Senado Marco Porcio Catón, siendo cónsul Julio César, contra los usureros, de que él se enojó mucho, no aviendo guardado el decoro que quisiera. Mandóle llevar a la cárcel. Levantóse todo el Senado para irse con él, lo cual fue causa para que revocasse su mandato. El mismo Catón se halló otro día en el teatro en los juegos de Flora, que hazía Mesio Edil, y por ser de cosas regozijadas y poco honestas, porque salían a representar mugeres desnudas, estavan todos esperando y no avía començarse cosa, porque sabido por los representantes que estava Catón presente, avergonçados más dél que de toda Roma, no se atrevían a salir. Avisóle desto Fabonio, amigo suyo, que estava assentado a su lado. Levantóse Catón, y haziendo venia a todo el teatro, se fue de allí, porque los juegos no cessassen, y a la salida le hizo todo el auditorio y pueblo tanta reverencia como si fuera el más poderoso emperador que tuvo aquella ciudad y gente, y causó admiración que fuesse tanta su gravedad y magestad, que siendo un ciudadano no muy rico, que ni tenía heredades ni labranças, que no avía triumfado, con pocos criados y con casa humilde, por sus obras virtuosas mereciesse tanta honra y que llegasse el negocio a punto que si en la ciudad querían alabar a algún particular hombre virtuoso, honesto, grave y bien compuesto, dezían: «Es un Catón». Dízelo Valerio Máximo en el libro segundo.

[18] Estando el emperador Nerón en la cumbre de sus maldades, conjuráronse contra él algunos ciudadanos de Roma, y entre ellos fueron dos tribunos, Trubio Flavio y Sulpicio Aspero. Lleváronlos delante del mismo Nerón, y aviendo con- fessado /(265r)/ la verdad, de que le tratavan la muerte, preguntóles la causa. Flavio dixo:
-Ninguno en esta ciudad te guardó mayor fe que yo cuando eras digno de ser amado, mas después que mataste a tu madre y a tu muger, y te has hecho carretero y representante de comedias, abrasaste tu patria y ciudad, aste hecho digno de que todos te aborrezcan.
A la misma pregunta de por qué razón quería quitar la vida a su señor natural, respondió Sulpicio, el otro segundo conjurado, que por ser el medio más acomodado para que se aca- bassen | los males y daños que padecía aquella República. Es del Eborense.

[19] Decio Bruto, capitán romano, avía conquistado mucha tierra de Portugal, y llegando a poner cerco sobre una ciudad llamada a la sazón Cinania, y visto que se defendía bien y se detendría allí tiempo, embióles a pedir cierta suma de dinero, y que los dexaría en paz. Ellos respondieron que sus mayores y antepassados no les avían dexado oro, sino yerro con que defender su tierra. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

Fin del Discurso de Magestad y Gravedad. |