DISCURSO CUARENTA Y OCHO. DE SANTA MARIA, MADRE DE DIOS


Refiere la Divina Escritura en el capítulo dézimo de Josué que, estando peleando con los gabaonitas, y teniéndolos de vencida, acabávasele el día, por lo cual, con grande confiança de que Dios concurriría con su petición y desseo, pidió al Sol que se detuviesse en el puesto donde estava, y a la Luna que no adelantasse su passo, teniendo estas dos luminarias a vista de sus ojos, el Sol a Poniente y la Luna a Oriente, y mediante su luz y claridad alcançó enteramente la victoria de sus enemigos. Es figura Josué del cristiano que se vee combatido de enemigos, como son Mundo, Demonio y Carne, y todo lo demás que le es estorvo para ir al Cielo. Y aunque en diversos rencuentros se aya avido valerosamente con ellos, y parezca que les es superior, si antes que se le acabe el día de la vida quiere aver perfeta victoria dellos, deve poner los ojos en el Sol y en la Luna, en Jesucristo y en su Sagrada Madre. Implórelos y | ruéguelos que se detengan favoreciéndole, que con su favor alcançará perfeta victoria y después entera gloria. De una destas dos luminarias, que es la Luna y Sagrada Virgen María, trata el presente Discurso, en que se verán exemplos de personas favorecidas della y de cosas pertenecientes a su servicio.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Exemplo de muchas heroicas virtudes podemos sacar de la Virgen Sacratíssima en lo que della escriven los Evangelistas. Fue uno de humildad, pues trayéndola el arcángel San Gabriel embaxada de parte de Dios para que aceptasse el estado y dignidad de ser su Madre, ella se contentó y pidió ser esclava suya, y assí dixo, después de aver tenido algunas demandas y respuestas con el paranimfo, y enterada en que podía ser, y de hecho lo sería, Madre de Dios y Virgen: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Y dízelo San Lucas, en el capítulo 1.

[2] Ya Dios se avía hecho hombre en las entrañas de la Virgen, y estando cierta dello, no quiere perder punto de la /(265r)/ virtud de humildad, tomando alguna presumpción y altivez, aviéndose apoderado de los tesoros del Cielo en el relicario de sus sacratíssimas entrañas, sino que a la humildad juntó otra virtud de caridad con el próximo, y assí fue a visitar a su prima Isabel, preñada y en el sexto mes del gran Baptista, en cuya compañía estuvo casi tres meses. Como también lo dize San Lucas en el capítulo primero.

[3] En el nacimiento y criança de Jesucristo mostró también la Virgen prendas de muchas virtudes: el sentir como madre tierníssima verle padecer frío cuando nació, derramar sangre cuando fue circuncidado al octavo día, cuando fue a Egipto huyendo de Herodes, el perderle de doze años, quedándose en el templo, donde le halló al día tercero; en todo lo cual dio exemplo a los que son padres y a las que son madres, del cuidado y diligencia que deven tener en la criança de sus hijos. Es de San Lucas, capítulo segundo.

[4] San Juan, en el capítulo segundo, dize que se celebravan unas bodas en la ciudad de Caná de Galilea, donde estava la Madre de Jesucristo, y siendo Él combidado con sus discípulos, faltando el vino, y advertido por la Sagrada Virgen, mostróse piadosa y procuró remediar aquella falta, solicitando a su Soberano Hijo, el cual hizo allí el primer milagro en presencia de sus Apóstoles, de convertir agua en vino.
[5] Al tiempo que el Hijo de Dios padeció y fue muerto en una Cruz, todos | los Evangelistas hazen mención de que se halló presente su Soberana Madre, y advierten que estava junto a la Cruz en pie. Y en esto dizen mucho, pues siendo certíssimo que ninguna que fue madre quiso a su hijo con tanta ternura, ni criatura pura amó tanto a Dios, como esta Señora amó y quiso a Jesucristo, verdadero Dios y Hijo suyo, y que le viesse morir muerte tan afrentosa y tan penosa, quedando Ella con vida, y estando a este espectáculo en pie, sin amortecerse ni hazer los estremos que otras madres hazen, que quieren menos a sus hijos y no con tanta ocasión, fue la causa tener fe grandíssima de que era Dios el que veía morir, y que avía de resuscitar. De que, entendiendo ser aquella la voluntad del Padre Eterno, conformávase con ella, y assí, aunque lo sentía cuanto puede encarecerse, procurava que su sentimiento fuesse más en lo interior que en lo exterior. Lo cual también hazía por no dar más pena a su Soberano Hijo, y fue mucho de admirar que ni en obra ni en palabra mostró quexa con los verdugos que le atormentavan, ni con los escribas y fariseos que le pusieron en semejante trance. Todo lo llevó con grande igualdad y conformidad, hasta dexar el cuerpo santo en el sepulcro.

[6] En la venida del Espíritu Santo, dize San Lucas en el capítulo segundo del Libro de los Hechos Apostólicos, que con los mismos Apóstoles y discípulos se halló la Soberana Virgen, y recibió copiosíssimos favores del Cielo.

Lo dicho se colige de la Sagrada Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Predicando en España el Apóstol Santiago el Mayor, y estando en Zaragoça con algunos discípulos suyos, saliendo de noche riberas del río Ebro, para enseñarlos mejor y ocuparlos en o- ración, | apareciósele la Santíssima Virgen sobre una columna o pilar de jaspe, acompañada de grande número de ángeles, que le cantavan con dulcíssima armonía Maitines. Púsose el Apóstol de /(266r)/ rodillas a reverenciarla, y ella le dixo:
-En este mismo lugar fabricarás una iglesia de mi nombre y advocación, porque yo sé que esta parte de España me tendrá grande devoción, y desde aora la recibo yo debaxo de mi amparo.
Dichas estas razones, desapareció la Santa Virgen, y el Apóstol puso diligencia en que la capilla se labrasse, y quedó dentro della el Pilar que aora es tan reverenciado, dando nombre a la iglesia. Esto se ha conservado assí en la memoria de los cristianos de aquella ciudad, de tiempo antiquíssimo. Y el doctor Antonio Beuter, en su Crónica de Aragón, dize averlo visto escrito de tiempo antiguo en el monasterio de la Minerva de Roma.

[2] La iglesia de Nuestra Señora de Loreto está puesta y situada en una villa que tiene el mismo nombre, de Santa María de Loreto, en la provincia de la Marca de Ancona, una legua de Recanate, ciudad principal de Italia, y poco menos de otra del mar Adriático o Veneciano. Es iglesia catedral, labrada y dotada alta y ricamente por diversos Sumos Pontífices, y en medio de la iglesia está una cámara que tiene treinta y cinco pies de largo, quinze y medio de ancho, y alta, cinco varas y media, cuyas paredes son de ladrillo y piedra tosca. Tiene una ventana, una chimenea y una alhazena, de la cual se dize por cierto que fue de la casa de Santa Ana, en Nazaret, y que en ella fue concebida y nació la Madre de Dios, y que allí la visitó el ángel San Gabriel cuando le truxo la embaxada de parte de Dios, y allí se efectuó el misterio de la Encarnación. Fue assí mismo este aposento morada de la Sagrada Virgen y de su Soberano Hijo muchos años, aviendo buelto de Egipto. Dizen también que después de ser esta Señora assumpta a los Cielos, los Apóstoles consagraron | en templo y casa de oración este aposento y cámara, y pusieron en él una cruz de madera, y un altar donde dixeron Missa. También fue puesta allí una imagen de la Sagrada Virgen, con su bendito Hijo en los braços, de madera bien tallada, con vestido al romano. Está en pie, y tiene cinco palmos de alto, y es tradición bien cierta que la hizo el Evangelista San Lucas, pues esta cámara, con la imagen, cruz y altar, fue trasladada por ministerio de ángeles de Nazaret, quedando allí los cimientos, estando apoderados infieles de aquella tierra por los años de Cristo de mil y dozientos y noventa y uno, y puesta en Dalmacia o Esclavonia, que todo es uno, en un lugar que se dize Fiume, cerca de Terrato, ciudad principal, a cuyo obispo o prior le fue revelado todo este misterio. Aunque desde a tres años y medio, que fue el de mil y dozientos y noventa y cuatro, del modo que avía sido traída, fue llevada sobre mar a la Marca de Ancona, y puesta en una silva o heredad de cierta dueña llamada Laureta, de donde se dize que tomó nombre y se llamó de Loreto. Era este lugar mal seguro de ladrones para los peregrinos que ivan a visitar la santa casa, como lo avía sido el que primero tuvo en Dalmacia, adonde se edificó un convento de frailes franciscos, que afirman aver estado allí aquella santa cámara, y tercera vez fue trasladada a una heredad de dos hermanos no lexos de la selva de Lauretas, y como éstos tuviessen diferencias sobre partir las limosnas que ofrecían a la Virgen, últimamente fue trasladada, también por ministerio de los ángeles, a un camino público, donde se labró la iglesia alrededor della que se ha declarado, y donde permanece de presente. Afirma lo dicho Hierónimo, Secretario de la República de Recanate, /(266v)/ en un libro particular que hizo de la Historia de esta casa de Loreto; Blondo, Leandro, Alberto y Baptista Mantuano.

[3] En tiempo del Papa Liberio estava en Roma un patricio llamado Juan, hombre bien nacido y rico. Avía días que era casado, y no tenía hijos a quien dexar su casa y hazienda. Era hombre de buena vida y muy devoto de la Madre de Dios. Tenía muger, y era igual a él, assí en nobleza como en santidad. Tratando los dos entre sí a quién dexarían por heredero, acordaron que lo fuesse la Madre de Dios, haziendo voto de lo cumplir assí. Y tomando muy a cargo de suplicar a esta Señora les dixesse y declarasse en qué obra que fuesse servicio suyo era su voluntad que gastassen su hazienda, recibió estos ruegos piadosos la Sagrada Virgen, como pareció porque la noche precedente, al quinto día de agosto, cuando los calores son excessivos en Roma, cayó grande copia de nieve en parte del collado Esquilino, y la misma noche habló en sueños la Madre de Dios a los dos sus devotos, a cada uno por sí, y les dixo que en el lugar donde hallassen otro día caída nieve, edificassen un templo e iglesia, adonde Ella fuesse honrada y reverenciada de los católicos. Comunicáronse los dos devotos varones al día siguiente sus sueños, y visto que concordavan, acordaron de dar cuenta dello al Papa Liberio. Habláronle, y él les dixo que la misma revelación avía él tenido. Juntáronse muchos sacerdotes y clérigos con gente del pueblo, y ordenando una devota processión, fueron al collado Esquilino y vieron la nieve, que ocupava un circuito competente para un templo. Señalóse el lugar, y de la hazienda de los dos devotos de la | Virgen, Juan y su muger, se començó y acabó la obra, y fue ésta la primera iglesia que se edificó en Roma con título y advocación de la Madre de Dios, en el año del Señor de trezientos y sesenta y tres. Llámase la iglesia Santa María la Mayor. Lo dicho se colige de las Lecciones de los Maitines desta solemnidad, llamada Fiesta de las Nieves.

[4] Nizéforo Calixto, libro segundo, capítulo veinte y uno, dize que viéndose la Madre de Dios cercana a su glorioso tránsito, mandó a San Juan Evangelista, estando presentes los demás Apóstoles, que diesse dos sayas que tenía a dos viudas, vezinas suyas, por benevolencia, aviendo recebido dellas obras de caridad, que fue como un hazer testamento de su hazienda, y la que era Reina en el Cielo no se halló a esta hora con otras riquezas y preseas en el suelo.

[5] San Juan Damasceno, Simeón Metafraste, Eutimio, Nizéforo y Glicas, refieren de Juvenal, arçobispo hierosolimitano, varón aprobado en la Sínodo Calcedonense, que en el principio del imperio de Marciano, el mismo emperador, por ruego de la emperatriz Pulqueria, edificó algunas iglesias en Constantinopla, en honra de Jesucristo y de sus santos. Puso a una dellas título de la Madre de Dios, y la emperatriz tuvo desseo que se truxesse a esta iglesia el cuerpo de la misma Virgen, creyendo que estava en Jerusalem, en la iglesia de su nombre edificada en Getsemaní. Celebrávase a esta sazón el Concilio Calcedonense. Estava en él Juvenal, arçobispo jerosolimitano. Fue llamado por el emperador, y estando la emperatriz presente, significáronle como tenía desseo de que se trasladasse el cuerpo de la Madre de Dios de Hierusalem a Constantinopla, y oído por él, /(267r)/ dixo:
-Por antigua y muy cierta tradición sabemos que, al tiempo del glorioso tránsito de la Virgen, vinieron los Apóstoles de diversas provincias, donde andavan predicando el Evangelio, y se juntaron donde la Madre de Dios estava. Al tiempo, pues, que espiró, oyéronse cantos de ángeles y prosiguióse la música y melodía, hasta que el cuerpo santo fue llevado por los Apóstoles, que también cantavan con bozes acompañadas de lágrimas y sospiros a Getsemaní, y allí puesto en un sepulcro. Ni por estar el santo cuerpo sepultado cessó la angelical melodía, antes se oyeron cantar Himnos celestiales por tres días continuos, y passados éstos, no se oyó más. Avían estado presentes los Apóstoles, gozando de aquella suavidad y canto. Faltava uno, que fue Tomé; llegó después de los tres días y sintió mucho el no averse hallado presente al tránsito desta Señora. Rogó encarecidamente a los demás Apóstoles se abriesse el sepulcro, para ver y adorar el santo cuerpo. Concedieron con su petición, abrióse el sepulcro y no pareció el cuerpo santo. Estavan allí los lienços en que fue embuelto, y salía un olor suavíssimo y de gran recreo, y otra cosa alguna no fue vista. Quedaron los Apóstoles admirados de ver semejante acaescimiento, y vinieron todos en este parecer, que el Señor, que tomó carne della y échose hombre en sus entrañas, quiso prevenirla, resuscitándola antes de la Universal Resurrección, y trasladarla en cuerpo y alma a los Cielos. Tornaron a cerrar el sepulcro los Apóstoles, y ellos bolvieron a su exercicio de predicar.
Oído esto por el emperador Marciano, y emperatriz, pidieron al mismo arçobispo Juvenal les diesse el sepul- cro | donde el santo cuerpo fue puesto, y fue traído de Jerusalem a Constantinopla parte dél. Ésta es la relación de Juvenal, y añade Nizéforo Calixto que la emperatriz Pulqueria, aquí nombrada, fue muger santíssima, y que murió donzella, teniéndola Marciano en mucho por aver sido hermana del emperador Teodosio, su predecessor, y averle ella con el parecer del mismo Teodosio nombrado por emperador, sin consentir que casasse con ella, aunque tuvo nombre de emperatriz hasta que murió, dos años antes que Marciano.

[6] El mismo Nizéforo Calixto, libro quinze, capítulo veinte y cuatro, dize que estuvo en tierra de Palestina encerrado en una arca un vestido o saya de la Madre de Dios, en casa de cierta muger hebrea de la provincia de Galilea, donde hazía grandes milagros de enfermos que sanava, atribuyéndose a lo que estava encerrado en la arca, aunque no se sabía qué fuesse. Vino a noticia de dos hermanos patricios de Constantinopla, llamados Cándido y Galbio, los cuales, después de aver visitado los lugares de la Tierra Santa, tuvieron modo cómo, haziendo otro arca al talle de la que estava en casa de la judía, por cuya virtud se hazían los milagros, una noche se la trocaron, y dexando allí la que ellos hizieron, llevaron la otra a Constantinopla. Y púdose hazer esto sin mucha dificultad, porque se quedavan de noche gentes como en lugar sagrado, teniendo vela en casa de la judía a vista de la arca. Y assí, quedándose los dos patricios una noche como los otros se quedavan, ofreciendo sus dones, hizieron lo que se ha dicho. Estando, pues, en Constantinopla, abrieron la arca, y vídose dentro /(267v)/ della el vestido de la Madre de Dios, con testimonios bastantes que lo afirmavan. Diéronsele al emperador León, Primero deste nombre. El cual, con sumo gozo, por tal joya edificó un templo sumptuosíssimo, en un barrio de la misma ciudad de Constantinopla, llamado Blacherne, donde le puso. Y este vestido, que era una de dos sayas que la Madre de Dios tenía, y en su muerte dexó a dos viudas vezinas suyas, como se ha dicho del mismo Nizéforo, se ha dividido por toda la Cristiandad, y es reliquia que deve ser estimada en mucho dondequiera que se hallare. Como también lo es otra que está en Bolonia, en el monasterio de San Petronio Obispo, y es una venda blanca, ancha de dos dedos, y de vara y media de largo, con que se tocava la Madre de Dios, dando bueltas con ella en su sagrada cabeça, para confusión de los tocados que otras mugeres usan. Y entiéndese que no traía otra cosa en ella, por tener de presente dos señales de dos gotas de sangre que le cayeron al tiempo de la muerte de su Soberano Hijo, que sería estando al pie de la Cruz, las cuales esta Señora guardó como riquíssimo tesoro, y de presente se echan de ver con grande ternura de quien pone en ellas los ojos. La toca tiene el color un poco amarillo por la antigüedad, y no se discierne bien si es seda o lana, porque está texida, y el hilo es bien delgado.

[7] Juan, Patriarca Hierosolimitano, escrive de San Juan Damasceno que, teniendo el imperio de Constantinopla León, Tercero deste nombre, inducido por hereges persiguió las santas imágenes, quitándolas de los templos y maltratándolas. Mostróse contrario Juan Damasceno, escriviendo | en favor de las imágenes, el cual estava en la ciudad de Damasco, su propria tierra, governándola en nombre de un pagano que de ella tenía el señorío y mando. La autoridad del Damasceno era grande, y las razones que dezía, tan fuertes, que muchos eran por su ocasión de contrario parecer del emperador y permanecían en reverenciar las imágenes a su despecho y pesar. Visto por él la guerra que el Damasceno le hazía, usó de una traición grande, y fue que, contrahaziendo la letra y firma del Damasceno, fingió una carta como que el mismo Damasceno la embiava al emperador, persuadiéndole a que fuesse sobre Damasco, y que le entregaría la ciudad, quitándola al señor por quien la governava, diziendo que era pagana, y dándosela a él por llamarse cristiano. Esta carta, con otra propria suya del emperador, embió al señor de Damasco, diziéndole que mirasse lo que tenía en el Damasceno, que tratava de quitarle la ciudad traidoramente, y que él le avisava dello porque le tenía amistad y no se preciava de ganar tierras por medio de traiciones. Vistas las cartas del pagano, y leídas, llamó al Damasceno y mostróle la que venía en su nombre (aunque fingidamente), y preguntóle si conocía aquella letra. Él la miró, y dixo:
-La letra y firma son mías, pero yo no la escriví.
El tirano, aceleradamente, le mandó cortar la mano y ponerla en un palo en la plaça, y porque estava antes bien con él y confessava deverle mucho, no le hizo matar. Padeció el bendito Damasceno este martirio con mucha paciencia, y sintiendo dolor gravíssimo en el braço y afrenta grande en su espíritu, por saber que es- tava /(268r)/ su mano en la plaça a vista de todos, embió a rogar al tirano que para consuelo suyo le mandasse restituir su mano. Concedió con él, estando algo desenojado, y fuele traída. Encerróse con ella en un oratorio, y puesto de rodillas delante una imagen de la Madre de Dios, derramando muchas lágrimas, dixo:
-Santíssima Madre que pariste a mi Dios, cortada me han la mano porque bolvía por las santas imágenes. Bien sabes tú, Señora, por qué este fiero león del emperador se encruelece contra mí. Por tanto, favoréceme. La mano derecha del Altíssimo, que es su Hijo Unigénito, se vistió de carne, y por tu intercessión y ruego haze grandes maravillas. Sane yo, te suplico, esta mi mano derecha, por tus ruegos, para que escriva loores y alabanças suyas y tuyas en versos, como Él me ayudare, y assí sea ayudadora del culto divino.
Esto dixo el Damasceno, y quedando adormido, parecióle ver a la Madre de Dios, que con misericordiosos y graciosos ojos le mirava, y que le dezía:
-Ya está sana tu mano, procura en adelante que no sea perezosa en escrivir lo que as prometido.
Despertó del sueño y vido sana su mano. No se hartava de mirarla, ni de dar gracias a Dios y a su Sagrada Madre, por la merced recebida. Quedóle una delicada señal, por la muñeca, para testimonio deste milagro. Después de lo cual, dexando la vida seglar y govierno de Damasco, aunque el tirano, cierto de todo, le pedía perdón y le rogava quedasse en su cargo, no pudo acabarse con él, sino que se fue a un monasterio del santo abad Sabas, donde perseveró lo restante de su vida en servicio de Dios y de su Sagrada Madre.

[8] En Constantinopla, en tiempo del emperador Justiniano, sucedió un ca- so | notable, y fue que, siendo costumbre, cuando los sacerdotes dezían Missa, que juntavan las reliquias del Sacramento, que siempre quedavan, consagrando panes enteros o tortas, con que ellos y los que oían Missa comulgavan, y dávanlas a algunos niños que aún no tenían edad para pecar (Nizéforo dize de sí mismo que comulgó desta edad diversas vezes con aquellas reliquias); sucedió, pues, que entre estos niños se juntó una vez el hijo de un judío, cuyo oficio era hazer vidrio, teniendo para esto en su casa un horno. Donde, como el mochacho se detuviesse aquel día por esta ocasión, y viniesse de la escuela donde iva a leer más tarde de lo acostumbrado, preguntándole el padre en qué se avía detenido, él dixo lo que avía hecho. Oído del judío, con grande enojo que dello recibió, asió dél y echóle dentro del horno, estando bien encendido. Y allí estuvo tres días, sin que la llama se apagasse, por ocasión del oficio que el padre tenía. En este tiempo andava la madre a buscar a su hijo por la ciudad, afligidíssima, y no hallándole, començóse a lamentar y dar bozes, llamándole cerca del horno. Oyó las bozes el niño, y respondió de dentro:
-Madre, aquí estoy.
Corrió ella, y abriendo el horno, vídole dentro sin daño alguno. Preguntóle cómo no le avía muerto la llama. Él respondió que una Señora vestida de grana, muy hermosa, que tenía un niño en los braços, semejante a otra que estava en la iglesia donde le dieron el pan con los otros niños, le avía dado agua y de comer, junto con apartar dél la llama porque no le hiziesse ningún daño. Vino esto a oídos del emperador Justiniano, el cual hizo baptizar /(268v)/ a la madre, y no queriendo el padre baptizarse, por el delito que cometió de querer matar a su hijo, le mandó ahorcar de una higuera. Dízenlo Nizéforo, libro diez y siete, capítulo quinze, Gregorio Turonense, libro De Gloria Martyrum, capítulo nono, Lipomano, tomo tercero, y Glicas, parte cuarta de los Anales.

[9] En el camino que iva Juliano Apóstata a la guerra contra los persas, embió a pedir dineros y algún refresco para su gente a San Basilio, que estava en su ciudad de Cesarea de Capadocia, y porque le respondió que no tenía qué darle, como era verdad, él le amenazó de muerte, y que destruiría su ciudad a la buelta que bolviesse de la guerra. Oído esto por San Basilio, temiendo al tirano, persuadió al pueblo que ayunassen y que fuessen a un templo de Nuestra Señora que estava en un monte cerca de la ciudad, en el cual avía sido sepultado San Mercurio, soldado y mártir. Adonde el Santo Pontífice estuvo con su pueblo en oración, pidiendo a Dios por intercessión de la Virgen los librasse de aquel trabajo. Venida la noche, como San Basilio se durmiesse, parecióle ver al mártir San Mercurio, y que le dezía cómo iva a poner por obra lo que la Madre de Dios le avía mandado, que era castigar como merecía al tirano. Admiróse desto San Basilio, y levantándose a la mañana, fue al monumento del santo y no halló en él su cuerpo. Miró por sus armas, que estavan colgadas en otra parte, y halló que faltavan. Passó aquel día, y venido el siguiente, vido la lança del santo sangrienta, y que las armas y el cuerpo estavan en sus lugares. Tuvo por cierta la revelación, consoló al pueblo, y manifestóles la muerte de Juliano. Dieron todos gracias a Dios por | verse libres del furor de aquel apóstata. De a pocos días, vino a la ciudad de Cesarea de passo Libanio, criado que avía sido de Juliano, y dio nueva cómo en la batalla de los persas un soldado no conocido tiró una lança al emperador y le mató, diziendo grandes blasfemias de Cristo al tiempo que se moría, y que el soldado no pareció más. Por donde se vido lo mucho que vale la intercessión de la Virgen, pues por encomendarse a Ella San Basilio y su pueblo, fueron ellos y él, y toda la Cristiandad, libres de un crudelíssimo enemigo. Dízenlo Amfiloquio, en la Vida de San Basilio, Fulberto, en un Sermón de la Madre de Dios , San Antonino y Nauclera.

[10] Teófilo, arcediano en un lugar llamado Adana, en Cilicia, en tiempo del emperador Justiniano, porque le quitaron la dignidad, se concertó con un judío nigromante y hechizero que renegaría de Cristo y de su Madre si le fuesse buelta. Hízolo assí, y dio una cédula firmada de su nombre al demonio. Fuele buelta la dignidad, y passado algún tiempo, pesóle mucho de lo que avía hecho. Encerróse en un templo de Nuestra Señora, y lloró tanto y hizo tan áspera penitencia, importunando a la Virgen le fuesse intercessora con su Benditíssimo Hijo, que por medio de esta intercessión y su penitencia le fue buelta la cédula que estava en poder del demonio, firmada de su nombre, en señal que se le avía ya perdonado su culpa. Perseveró después desto su vida, que fue poca, en santidad y acabó bien. Dízenlo Simeón Metafraste, Pedro Damián, y San Antonino.

[11] San Ilefonso, arçobispo de Toledo, después de aver echado de España a dos hereges que ponían lengua /(269r)/ sacrílega en la perpetua limpieza de la Virgen, y hecho un libro en favor desta Señora y de su honra, entrando en su iglesia catedral de noche a unos Maitines, la Madre de Dios se le apareció y le dio en don, y como a su capellán, en principio de paga del servicio que le avía hecho, una casulla con que celebrasse. La cual, en la destruición de España, se dize que fue llevada a la ciudad de Oviedo, donde permanece. Afírmanlo San Julián, en la Vida de San Ilefonso, y don Rodrigo, arçobispo de Toledo, libro tercero de su Crónica, capítulo veinte y dos; Vicencio Valbacense, en su Espejo Historial, libro octavo, capítulo ciento y diez; y otros, en los Archivos de la Santa Iglesia de Toledo, y en algunos materiales de los que recogió el maestro Alvar Gómez, según me dio por escrito García de Loaisa, limosnero y capellán mayor del rey don Filipe, Nuestro Señor, y maestro del príncipe don Filipe, su hijo. Se tiene tradición que, al tiempo que la Madre de Dios dio la casulla, como se ha dicho, a San Ilefonso, y se despedía dél, llegó a una imagen de la misma Virgen que estava sobre un altar y le echó sus braços encima, y la abraçó, y esta imagen es la muy famosa por antigüedad y milagros del Sagrario de la Santa Iglesia de Toledo. Y cuando se perdió esta ciudad y la señorearon los moros, hizieron los cristianos un poço debaxo del mismo altar donde estava, y allí labraron un arco, donde la pusieron, y estuvo escondida el largo tiempo de la captividad, y después que fue la ciudad restituida al culto y piedad cristiana, fue milagrosamente descubierta, porque a la hora de Laudes se veía en aquel lugar un resplandor y claridad extraordinaria. De lo cual el ar- çobispo | y clero tocados de piedad, con oración, ayuno y sacrificios, suplicaron a Nuestro Señor les diesse luz de lo que era aquella luz, y fueles revelado que aquella era la hora dichosa en que Nuestra Señora avía baxado a este santo templo, y que en memoria desto los ángeles sacavan una imagen suya que allí avía quedado en un poço cada noche, y hazían processión con ella, y que la voluntad divina era que la sacassen de allí y pusiessen en un insigne lugar, donde fuesse con gran reverencia venerada; y assí se hizo. De su aspecto, forma, vestido y talla, se entiende ser obra de los godos. Es de madera cubierta de una chapa de plata delicada. Está sentada en una silla, calçado puntiagudo. El rostro tiene moreno, y presúmese que es por el humo de las muchas luzes que siempre tiene. Es hermosíssimo y gravíssimo, y el del Niño Jesús se parece al de la Virgen Santíssima. Han querido algunos escultores trasladar estos dos hermosíssimos rostros, y nunca han sabido. Ha hecho muchos milagros, y cuando los reyes de España tomavan conquistas contra moros, a este santo templo, y delante esta Señora, venían antes a implorar su favor. Aquí velavan las armas, bendezían los pendones y vanderas, y se encomendavan a Nuestra Señora, por medio desta santa imagen. Tiene los más ricos adereços que se sabe que tenga otra, y en especial una corona de diez mil ducados de hechura, y de veinte y cinco mil de precio, y unas axorcas de seis mil ducados de hechura, y treze mil de precio. Y son ambas joyas el más bien labrado de oro de que oy se tiene noticia. La corona acabó Alexo de Montoya y las axorcas hizo Julián Honrado, ambos perfectíssimos en su arte de plate- ros, /(269v)/ naturales de Toledo.

[12] Murió un cavallero rico y hazendado, y dexó un solo hijo mancebo, el cual, apoderado de la hazienda, como le costó poco el ganarla y recebía gusto en distribuirla, diose tanta prissa, que presto quedó pobre y muy necessitado, porque los bienes muebles los vendió, y las raízes y possessiones empeñó a un otro cavallero, su vezino, sin esperança de poderlo redemir y desempeñar. Viéndose pobre y que no tenía qué gastar en las vanidades y vicios que antes solía, y que la comida y el vestido le faltava, no sabía qué hazerse. Tratava de irse y desterrarse donde no fuesse conocido, mas llegó a él un mal hombre, el cual avía sido mayordomo y fator suyo, y éralo ya del demonio, y díxole que si hiziesse lo que él le aconsejasse, bolvería a tener tantas riquezas como de primero. El moço dixo que ninguna cosa dexaría de hazer por dificultosa que fuesse, a trueco de salir de la miseria en que estava. Aguardó a la noche y llevóle al campo, en un lugar secreto de un bosque, donde començó a hablar, y preguntado con quién hablava, dixo que con el diablo. Estremecióse el moço y quedó lleno de temor. El otro prosiguió su plática con el demonio, y díxole:
-Aquí traigo este hombre, para que sea restituido en el estado que tuvo primero.
El príncipe de las tinieblas dixo:
-Si quiere serme devoto, y hiziere lo que por mí le fuere dicho, daréle riquezas y dignidades, más que tiene otro de su linaje o vezinos.
Respondió el otro:
-Todo esso hará, y os será fiel, cumpliendo lo que dezís.
-Pues conviene -añadió Satanás-, que abrenuncie al Altíssimo Dios.
El moço no quería hazerlo, y el mal hombre le persuadió a que lo hiziesse, y assí dixo que abre- nunciava | y negava obediencia y fe al Altíssimo Dios. Passó adelante el demonio, y dixo:
-Otra cosa le queda por hazer, y es que niegue y abrenuncie a la Madre del Altíssimo Dios, porque es la que más daño nos haze, pues a los que el Hijo condena por justicia, la Madre procura librarlos por misericordia.
Turbóse sobremanera el moço de oír esto, y dixo que por ninguna cosa lo haría. El mal hombre le dezía:
-Pues, ¿cómo? ¿Avéis hecho lo que es más, de negar a Dios, y dificultáis de hazer lo que es menos, de negar a su Madre? Hazed lo que os mandan, si no, lo hecho aprovechará poco, que os quedaréis pobre y sin remedio, y haziéndolo, sin que otra cosa se os pida, quedaréis rico y muy honrado.
El moço, constantemente, respondió que no negaría a la Virgen, aunque quedasse pobre y muriesse de hambre. Quedóse el negocio en este punto, y el moço se bolvía a su casa, y en el camino vido una iglesia que estava medio abierta, siendo hora del amanecer. Baxó de un cavallo en que iva y entró en la iglesia. Vido un altar, y sobre él la imagen de la Madre de Dios, que tenía a su Soberano Hijo en los braços. Derribóse de rodillas en su presencia, sus ojos hechos fuentes y su coraçón traspassado de dolor. Con bozes altas començó a lamentar su culpa. Sucedió que el cavallero que tenía empeñadas sus possessiones, siendo muy rico y teniendo una sola hija que le heredasse, a esta hora iva por aquel campo, y viendo la iglesia abierta, entró en ella a hazer oración solo, y oyendo los clamores y lamentos de aquel moço y conociéndole, apartóse a un cabo, por saber qué misterio fuesse. El moço proseguía en sus lágrimas y ruegos invocando a la Sagrada Virgen, sin osar /(270r)/ hablar a su Soberano Hijo, a quien avía negado. La Madre de Piedad habló en su imagen con el Hijo, oyéndolo el moço y cavallero, aunque estava algo apartado, y dixo:
-Dulcíssimo Hijo Mío, tened misericordia deste afligido moço.
El Hijo habló con la Madre, bolviendo la cabeça al moço y escondiendo el rostro, y dixo:
-Este hombre me negó, ¿qué tengo de hazer por él?
La Madre de Dios puso su Benditíssimo Hijo sobre el altar, y derribándose de rodillas delante dél, dixo:
-Ruégoos, Hijo Mío, que por mi amor le perdonéis este pecado.
El Infante, levantando a la Madre, dixo:
-Ninguna cosa, Madre Mía, os negué por vuestro amor. Yo le perdono.
Con esto, la imagen del Hijo y de la Madre bolvieron del modo que de primero estavan, y el moço salió de la iglesia, triste por la culpa cometida y alegre por el alcançado perdón. Salió en su seguimiento el cavallero, y habló con el moço, preguntándole la causa de su tristeza. Y aunque él quisiera encubrirla, no pudo, porque le dixo que avía oído la plática sobre su negocio entre la Madre de Dios y su Hijo, y que él quería remediar el daño que le avía puesto en tal ocasión, casándole con su hija y dándole su hazienda, con la que tenía dél empeñada. El otro se le arrodilló por la merced que le hazía. Fueron a casa del cavallero, y habló con su muger y hija, que muy satisfechas y contentas vinieron en el casamiento, siendo todo merced de la Madre de Dios, que quiso favorecer a este su devoto en todo. Y assí el casamiento se hizo, y el moço vivió muy contento, y fue agradecido a la Virgen Soberana todos los días de su vida, acordándose del bien y merced que della recibió. Lo dicho es del Promptuario de exemplos. |

[13] En un lugar llamado Tumba está edificada una iglesia en honra de San Miguel Arcángel. El lugar está cercado del mar Océano, y los que passan a él con devoción de visitar aquella casa, véense en grande aprieto por el aceso y receso del mar, que dos vezes al día viene la agua con grande ímpetu, y a los que halla descuidados los derriba y ahoga. Sucedió que en una solemnidad deste santo, iva por aquel camino peligroso mucha gente, y entre ellos una muger preñada y cercana al parto. Vino el movimiento del mar, y cada uno procuró salvarse lo mejor que pudo. La pobre muger vídose confusa y sin pies para huir el peligro con los demás. Acordó implorar otro favor, que fue el de la Sagrada Virgen, a quien cuan afectuosamente pudo le pidió su amparo. Los que avían sido libres de aquel peligro y vieron quedar a la muger, tuviéronle lástima. Llamavan que la favoreciesse la Madre de Dios y San Miguel. Oyó la Virgen los ruegos de aquella afligida muger y de tanta gente devota. Llegó en forma visible a ella y cubrióle con una manga. Vino la furia de la agua, y passó muy adelante de donde estava, mas hízose como un arco y cámara sobre ella, de modo que la dexó libre. Sobrevínole allí el parto, y parió en medio desta aflición, mas la Virgen, cuyo caudal era grande, y ay en ella entrañas de misericordia para todo, le favoreció de suerte que, cuando la agua del mar bolvió atrás y la dexó descubierta, fue vista con el hijuelo que avía parido, sin daño ni señal en su vestido de averla tocado la agua. Dízelo Vincencio, en su Espejo Historial, libro séptimo, capítulo ochenta y cinco.
[14] Era señor de cierto castillo un /(270v)/ hombre malíssimo, porque tenía costumbre de robar a cuantos por cerca dél passavan, y con ser ésta su condición, era devoto de la Madre de Dios y cada día rezava devotamente diversas vezes la oración de la Ave María. Sucedió que passó por cerca del castillo un santo monge, al cual salieron los criados de aquel mal hombre para robarle. Él les rogó que le llevassen a su señor, porque tenía que dezirle cierta cosa de importancia. Lleváronle, y estando en su presencia, pidióle que hiziesse venir allí a todos sus criados. Hízose assí. El monge dixo:
-Aún aquí falta alguno. Búsquese y venga luego.
Hallaron que faltava el camarero. Truxéronle, y viendo al siervo de Dios, rebolvía el rostro a una y otra parte, hazía visages de loco. El monge, que esperava ver a éste, conjúrole, diziendo:
-Yo te mando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que declares quién eres y a qué veniste aquí.
El otro respondió:
-¡Ay de mí, que me hazen fuerça que descubra mi secreto! Sabed que no soy hombre, sino demonio. Catorze años ha que estoy en esta casa, a donde me embió mi príncipe Lucifer para que tenga cuidado de que, si algún día dexare de dezir la oración de la Ave María el señor della, teniendo alcançada licencia de Dios, que le ahogasse y llevasse a ser morador del Infierno.
Oyendo esto el señor del castillo, quedó lleno de temor. Derribóse a los pies del monge, pidióle perdón, y enmendó en adelante su vida. Es de Vincencio, libro séptimo. En el castillo del Milagro, junto al Molinillo, en los montes de Toledo, se tiene por tradición que sucedió lo aquí dicho, y que el monge era San Ilefonso, yendo a Sevilla, al estudio de San Isidoro. |

[15] En París estava un clérigo devoto grandemente de la Madre de Dios. Rezávale sus devociones, celebrávale sus fiestas, ninguna cosa que le pidiessen por su amor la negava, aunque su posibilidad era poca. Tenía éste un piadoso desseo de verla, aun en este mundo y vida mortal. Con el desseo y devoción passó mucho tiempo, hasta que cierto día se le apareció un ángel, que le dixo:
-La Sagrada Virgen, Santa María, Señora de ángeles y de hombres, Reina del Cielo y Tierra, ha oído tu oración, y me mandó que te dixesse que en tal día y hora vendrá aquí, y la verás. Aunque te hago saber, que si una vez la vieres, quedarás ciego.
El devoto clérigo respondió:
-De muy buena gana quiero perder la vista, con que una sola vez la vea, que antes es bien que no vean otra cosa los ojos que huvieren visto tanta magestad y grandeza.
Ido el ángel, quedó pensando entre sí: «¿Y qué harás después que ayas perdido la vista? Tú sustentas la vida escriviendo y trasladando libros; serte ha forçoso que andes de puerta en puerta pidiendo limosna». Passó adelante con su imaginación, y dixo: «Ya sé lo que haré. Cuando mi Señora venga, cerraré el un ojo, y verla he con el otro, que, aunque pierda el uno, con el otro passaré la vida». Venido el día, apareciósele la Madre de Misericordia con tanta luz y claridad, y con tan admirable hermosura, que ni con palabras dezirse, ni aun con el pensamiento puede imaginarse todo lo que era. Cerró con la mano el un ojo el clérigo, y pareciéndole que aun los dos eran poco para mirar y gozar de tanta grandeza, quiso abrir el que tenía cerrado, mas la Virgen desapareció y se fue. Quedó falto y ciego del ojo con que la vido, y muy quexoso por aver /(271r)/ cerrado el otro, y dezía:
-Oxala quedara del todo ciego, con que mejor la huviera visto.
Su desseo y ansia creció de tornarla a ver, y no cessava de importunarla con piadosos ruegos. Apareciósele otra vez el ángel, y díxole:
-Mi Señora te avisa que quiere que la veas segunda vez, pues es tu voluntad perder del todo la vista.
El clérigo, lleno de gozo, dixo:
-Sí, señor, que si mil ojos tuviera, los perdiera de buena gana, con que pudiera otra vez verla.
-Pues sabe -replico el ángel- que mi Señora quiere que la veas, y que no sólo no pierdas el ojo que te queda, sino que recuperes el perdido.
Y assí se cumplió desde a pocos días, que se le apareció la Virgen y recuperó el ojo que le faltava. Y de lo dicho se infiere algo de lo mucho en que se puede estimar ver la incomparable hermosura de la Madre de Dios, y que, no obstante que en tanto que vivimos en esta vida no ay para qué desseemos ver, ni aun tener revelaciones, pues antes muchos santos se han estrañado dellas y en nuestros tiempos son bien peligrosas, mas en este clérigo el desseo era pidadoso, y assí la Madre de Dios concurrió con él para que su exemplo nos despierte siempre el apetito y nos augmente la gana y desseo de ser más y más devotos desta Señora, y procurar su servicio. Es del Promptuario de exemplos, que, como otras vezes he dicho, recopiló un religioso doctor devoto del orden de Predicadores, de diversos autores, como Vicencio Valvacense, San Antonino, y otros que podía alegar.

[16] Cierto pintor, estando haziendo un retablo y aviendo de poner en él la imagen de la Madre de Dios y la figura de un demonio, mostró toda su arte en que el demonio saliesse muy | feo, y por el contrario la Madre de Dios, muy hermosa. Hablóle el demonio estando muy agraviado dél, y preguntóle la causa desto, y él dixo que por hazer que la pintura más se allegasse a la verdad. Jurósela el demonio, y cierto día, estando en un andamio alto, quebró el demonio el madero en que se sustentava, de modo que iva a dar grande caída, y pudiera ser de muerte. Mas la Madre de Dios le dio la mano y detuvo que no cayesse. Y refiérese en el mismo Promptuario ya dicho.

[17] Santo Tomás, obispo de Canturia, suspendió de su oficio a un clérigo y le mandó que no dixesse Missa, porque siempre la dezía de Nuestra Señora, creyendo dél que era idiota y no sabía dezir otra. Sucedió que, aviendo cortado un cilicio el santo y guardádole debaxo de su lecho para coserle cuando tuviesse oportunidad, la Virgen piadosíssima apareció al sacerdote suspenso, su devoto, y le mandó que fuesse al arçobispo y le dixesse de su parte que por señas, que ella misma le avía cosido con seda colorada (de que dexó por muestra una hebra suelta) el cilicio que tenía guardado debaxo de su lecho, que le restituyesse en su oficio y dexasse celebrar. Admiróse el santo de oír esto, y visto ser verdad, hizo lo que le era mandado, y el sacerdote prosiguió adelante con su devoción. Es del obispo Equilino, en la Vida de Santo Tomás.

[18] En los Hechos del Concilio Segundo Nizeno , en la Acción Cuarta, se dize de un noble varón que tenía enferma una pierna, y después de averla curado quinze años, y sin remedio, ocurrió a procurarle del Cielo. Fue a una iglesia de San Cosme y San Damián, donde hizo devotamente oración delante una imagen de la Madre de Dios, /(271v)/ y, buelto a su casa, y estando durmiendo, parecíale ver la Sagrada Virgen, que venía acompañada de los dos santos mártires Cosme y Damián, y llegando al enfermo, dixo a los santos que le curassen, y assí fue, que de repente se halló sano, despertando.

[19] En el mismo libro, adelante, se refiere de Constantino, obispo de Constancia, en Cipro, el cual afirmó en presencia de todo el Concilio de cierto vaquero que entró a hazer oración en una iglesia de la misma ciudad de Constancia, y viendo pintada en la pared una imagen de la Madre de Dios, llegó a ella, y con el aguijón con que hería a los bueyes hirió el ojo diestro de la imagen, diziendo:
-¿Para qué está aquí esto?
Salió de la iglesia, y queriendo herir a los bueyes, quebró el palo, y parte dél con el hierro resurtió al rostro, y dándole en el ojo, se le quebró. Afirmó el mismo Constantino que él le vido después con sólo un ojo.

[20] Por los años del Señor de ochocientos y ochenta y ocho, siendo conde de Barcelona Grifapelos, cavallero ilustríssimo en sangre, hazía vida santa de grande exemplo en la montaña de Monserrate, que es en el Principado de Cataluña, siete leguas de Barcelona, fray Juan Guarín. Tuvo dél embidia el demonio y, permitiéndolo Dios, entró en una donzella, hija del conde, y atormentándola dezía que no saldría della si no la llevavan a fray Juan Guarín y estava en su compañía algunos días. El padre, informado de quién fuesse aquel ermitaño, llevóle la hija, y haziendo oración por ella, quedó sana y, con temor de que no tornasse el demonio a atormentarla, importunóle que la tuviesse en su compañía algún tiempo. Contradezíalo fray Juan Guarín, mas el padre | acordándose de lo que antes dixo el demonio, que la donzella avía de estar algunos días con el ermitaño, importunóle tanto, que vino en que quedasse en su celda, con intento de dexarla sola lo más del tiempo, como lo hazía, y el conde tenía cuidado de embiarle la comida cada día, estando en un lugar allí cerca llamado Monistrol, hasta que passassen nueve días. Y en esse tiempo, guerreado fray Juan Guarín del demonio, vino a dexarse vencer, y hizo fuerça a la donzella, y no contento con esto, la mató y enterró su cuerpo, diziendo a los criados del conde y a él mismo que se avía baxado a la villa, y que no sabía otra cosa. Buscóla el conde, y no hallándola, bolvió a su casa con grande pena. Fray Juan Guarín, con verdadero dolor por lo hecho, y con parecer del Sumo Pontífice de Roma, a quien fue y confessó su pecado, en la misma montaña de Monserrate hizo muchos años penitencia, andando pies y manos recostado en tierra, sin mirar al Cielo, imitando a las bestias, a quien se hizo semejante por su pecado. Vino a que crecieron los pelos de su cuerpo, de modo que parecía salvaje, y hallado assí por unos caçadores del conde Grifapelos, se le llevaron y le tenían en su casa por cosa monstruosa. A este sazón, estando siete pastorcillos del lugar de Monistrol guardando ganado en la montaña de Monserrate, vieron algunos sabados, cuando anochecía, que baxavan lumbres del Cielo a una cueva de la montaña. Dixéronlo al cura de Monistrol, y él a un obispo que avía a la sazón en Manresa, y vistas el sábado las lumbres, luego el Domingo, aunque con dificultad, subieron a la cueva, y en ella vieron una imagen de Nuestra Señora de bulto, de gran /(272r)/ devoción, y es la muy famosa de Monserrate. Quisiérala el obispo llevar a Monistrol, y traída cera, llegaron con una solemne processión al lugar donde es aora el monasterio, y no huvo fuerças para ir con ella adelante, y el obispo dixo que la voluntad de Dios devía ser que quedasse allí, donde se hizo por el presente una ermita, y en ella la pusieron, quedando en su guarda el rector o cura de Monistrol. Luego que la imagen se descubrió, estando fray Juan Guarín en su penitencia, cumplidos siete años, trayéndole en casa del conde con una cuerda al cuello y echándole pedaços de pan que comiesse, un niño de tres meses, hijo del mismo conde Grifapelos, le habló en boz clara, y dixo:
-Levántate, fray Juan Guarín, que Dios te ha perdonado tus pecados.
Levantóse y fuese a arrodillar delante del conde, a quien dio cuenta de todo lo sucedido para que él le diesse la pena que merecía por la fuerça y muerte de su hija. Mas el conde dixo que, pues Dios le avía perdonado, que él le perdonava, y pidióle que le mostrasse el lugar donde enterró a su hija. Llevóle a la montaña y señaló el lugar donde la imagen de la Madre de Dios hallada de nuevo estava. Cavaron allí, y la donzella apareció viva. Sólo mostrava en su cuello una señal como un hilo de grana, por donde la avía degollado. Fue grande el contento del conde y de todos los presentes. La hija, aunque el padre quisiera llevarla consigo, no quiso apartarse de con la Madre de Dios, a Quien atribuía su vida. Por lo cual el conde edificó un monasterio de monjas del orden de San Benedicto, donde se juntaron muchas ilustras donzellas, de las cuales la hija del conde fue abadessa, y fray Juan Guarín, sirviendo a Dios fielmente en aquel monasterio, | en compañía del rector de Monistrol, los dos acabaron santamente la vida. Passados cien años, por el grande concurso de gente que venía al monasterio, por razón de la imagen de la Madre de Dios, y no ser decente su trato con las monjas, el conde Borell de Barcelona, con autoridad del Sumo Pontífice, llevó de allí las monjas al monasterio de San Pedro de las Puellas, de Barcelona, y puso monges del mismo orden de San Benedicto, sacados del monasterio de Ripol. Lo dicho se halla en libros antiguos del mismo monasterio.

[21] En tiempo del bienaventurado San Gregorio Papa andava en Roma peste crudelíssima, siendo tantos los que morían, que los vivos no bastavan a darles sepultura. Ordenó el santo varón, para aplacar la ira de Dios, una processión entre otras, y fue día de Pascua de Resurrección, en la cual llevava una imagen de Nuestra Señora para que fuesse medianera con su precioso Hijo y se remediasse aquel daño. Llevando pues la imagen en la processión, oyéronse en el aire cantos de ángeles, que reverenciando a la Virgen cantavan aquella Antífona tan repetida en la iglesia en tiempo de Pascua, que comiença «Regina coeli laetate, Alleluya », «Reina de los Cielos, alegraos, porque el que merecistes traer en vuestras entrañas ha resuscitado, como de primero lo dixo». Añadió San Gregorio otra palabra, diziendo: «Ora pro nobis Deum Alleluya », «Rogad, Señora, por nosotros a Dios». Cessó la peste, y passado algún tiempo, porque San Leandro, arçobispo de Sevilla, tenía estrecha amistad con San Gregorio y le avía rogado hiziesse unos Comentarios o Declaración sobre el Libro de Job, teniéndole hecho, dizen que se los embió, y con ellos una imagen de Nuestra Señora, /(272v)/ que se tiene por cierto ser la que el santo sacó en la processión que hizo cuando cessó la peste, y que es la que de presente está en Guadalupe. El modo como fue traída a esta casa, por escrituras y memoriales della, es éste: Al tiempo que venía la imagen de Roma con el libro de los Morales, levantóse tormenta en el mar, y por inducimiento de un sacerdote que la traía, todos los del navío se encomendaron a la Virgen, puestos de rodillas delante su imagen, llorando, pidiendo favor en tal peligro. La tempestad cessó. Por este milagro, y por ser embiada de un varón tal como San Gregorio, y a otro como San Leandro, túvose en Sevilla la imagen en mucho. Mas sucediendo la destruición de España hecha por los moros de Africa, tomaron los cristianos la imagen, y juntándose con otros que traían el cuerpo de San Fulgencio, obispo de Ecija y hermano de San Leandro, fueron a unas montañas cerca de donde al presente es Guadalupe, y en una cueva pusieron la imagen, con una campana pequeña y el cuerpo de San Fulgencio, y escrituras que declaravan esto, esperando mejor tiempo para sacarlo de allí y gozarlo. Mas, como el negocio iva a la larga, muriéndose los que avían traído y encerrado en la cueva este santo y precioso tesoro, por seiscientos años estuvo allí escondido, hasta que la Sagrada Virgen se apareció a un vaquero, natural de Cáceres, y le declaró lo que en la cueva estava, y le mandó lo comunicasse en su lugar. Y para que le diessen crédito, y él lo creyesse, le dixo que, llegando a su casa, un niño hijo suyo que hallaría muerto, resucitaría, y assí sucedió. Por lo cual vino con gente de aquella villa, y cabando en el lugar señalado, descubrieron la imagen de | Nuestra Señora, la cual es de bulto, de pequeña estatura, y muy devota. Hallaron también el cuerpo de San Fulgencio y el esquilón o campana pequeña, y allí se fundó una capilla, y cubriéronla de corchos al principio. Después, el rey don Alonso el Onzeno hizo una iglesia, y la dotó, dexando en ella clérigos que rezassen oficio divino. Mas el rey don Juan de Castilla, Primero deste nombre, dio la casa a frailes de San Hierónimo, y dellos fue el primer prior fray Hernando Yáñez, varón de mucha virtud. Han siempre los reyes favorecido esta casa, y de presente es una de las principales de España, assí en religión como en riquezas que tiene, las cuales con mucha caridad se reparten, no sólo entre los que en la casa habitan, frailes y ministros, sino con peregrinos, que siempre van a ella de partes muy distantes y remotas, hallando todos buena acogida, mucha afabilidad y benevolencia en los religiosos del convento, y caridad y limosna con honorífica magnificencia.

[22] De Estéfano, rey de Hungría, escrive Antonio Bonsinio, libro primero, década segunda, que fue devotíssimo de la Virgen. Tenía costumbre de celebrar las fiestas de Nuestra Señora con grande magestad y regozijo, precediendo ayuno y dando largas limosnas. Sucedióle una vez que salió dissimulado de noche con cantidad de dienro para dar a pobres, y llegando a cierto hospital donde estavan muchos dellos juntos, sobre el caso de distribuir la limosna, vinieron a descomponerse con él, y los que llevaron menos parte que quisieran, le echaron las manos al rostro y pelaron las barbas. El pacífico rey, sin turbarse, dexando aquella des- comedida /(273r)/ gente, con rostro alegre y risueño se fue a un oratorio, donde estava la imagen de Nuestra Señora, y puesto de rodillas, dixo:
-Reina del Cielo y Madre de Dios, patrona deste Reino de Hungría, muchas gracias os doy, porque aviéndome Vós hecho rey, vuestros soldados me han tratado como veis. Si me viniera por parte de mis enemigos, yo me satisficiera dellos con vuestro fabor, mas, viniendo de la parte que ha venido, y acordándome de la palabra que vuestro Soberando Hijo dio a sus fieles, que un cavello no les faltaría de sus cabeças, confío grandemente que por este desacato, sufrido pacientemente por su amor, me tengo de ver con Él en el Cielo, y allí tendré mi barba que no le falte una pelo.

[23] De Henrico, Segundo deste nombre, emperador de Alemania, escriven Gotfrido Viterbiense y Nauclero que también tuvo devoción grandíssima con la Madre de Dios; tanto que, siendo casado, por más limpiamente servirla, con voluntad de su muger guardó virginidad. Edificó muchas iglesias en honra de la Virgen, adornándolas con ricas joyas de oro y plata, y dotándolas con rentas amplíssimas. Tenía costumbre, cuando entrava de nuevo en alguna ciudad o pueblo, si avía iglesia de la Madre de Dios, irse a ella, donde passava toda la noche en oración. Y con ser tan religioso y dado al servicio de Dios, no se descuidó en defender su reino, antes le amplió en ganar a Bohemia y Borgoña. Donde se vido por exemplo, que si quieren los príncipes defender y ampliar sus estados, no se han de olvidar de lo que toca al servicio de Dios, sino procurarlo y tener devoción con los santos, y en particular con la Santa de los santos, la Madre de Dios, que les faborecerá para vivir y morir honrada y santamente.

[24] Nizetas Choniates escrive del emperador de Constantinopla Juan que, aviendo alcançado una insigne victoria de los escitas y persas con fabor de la Madre de Dios, bolvió a su ciudad, y aparejándosele el triumfo, mandó que en el carro fuesse | una imagen de la Virgen, diziendo que era su colega en el Imperio, que le avía defendido y vencido a sus enemigos. Iva el emperador a pie delante del carro, que tiravan cuatro cavallos, y llevava una Cruz alta en las manos, y assí entró en el triumfo.

[25] Gaguino dize de Ludovico Undécimo, rey de Francia, que mandó en todo su reino se tocasse al medio día una campana y se hiziesse oración invocando a Nuestra Señora, por respeto que huviesse paz entre los príncipes cristianos, lo cual también se haze en España.

[26] El Papa Urbano Segundo, aviendo huido a Francia por causa del emperador Henrico Tercero, que le perseguía, celebró Concilio en Claramonte, y ordenando diversas cosas para la governación del clero, mandó que se rezasse cada día el Oficio de Nuestra Señora, y los sábados, si no huviesse Doble o Semidoble, fuesse della el rezado. Fue el primer Pontífice que concedió Cruzada contra infieles. Dízelo San Antonio de Florencia en su Segunda Parte Historial. Por qué se dio el día del sábado a la Virgen, ay algunas razones y congruencias, y es una porque el día que padeció algún santo suele celebrarse su fiesta, y la Virgen, si padeció martirio, fue el Viernes y el Sábado Santo. El Viernes fue dedicado al martirio del Hijo, y vino bien que el Sábado siguiente se dedicasse al martirio de la Madre. Es otra razón que, assí como en el día del sábado cessó Dios de las obras de la Creación y descansó, en ninguna alma descansó assí el Espíritu Santo, como en la de Cristo y en la de su Soberana Madre. En las otras almas huvo alguna repugnancia, a lo menos de Pecado Original, y algún venial, mas en la de Cristo y en la de la Virgen no huvo repugnancia, pues ni huvo pecado venial ni Original. Es la tercera razón que Dios bendixo el día del Sábado; assí la bienaventurada Virgen María fue bendita de todas tres personas: el Padre la bendixo escogiéndola por Hija, el Hijo la bendixo escogiéndola /(273v)/ por madre, el Espíritu Santo la bendixo escogiéndola por esposa. El ángel la bendixo cuando la saludó, y todo el mundo la bendize, porque la reverencia y loa. La quinta razón es porque el Sábado es medio entre el día del gozo, que es el Domingo, y el día penoso, que es el Viernes; assí la Virgen es medianera entre Dios y los hombres.

[27] El muy docto y muy religioso Pedro Canisio, de la Compañía de Jesús, en el libro quinto, capítulo quinze, De Beata Virgine, dize que en el año de mil y cuatrozientos y sesenta y cinco, en veinte y nueve días de mayo, padeció martirio por la fe de Cristo en Constantinopla un Andrés, natural de la isla de Quío. La ocasión fue que dixeron moros falsamente dél que avía renegado el Baptismo y recebido su secta, y forçávanle a que fuesse moro, y él no quería sino ser cristiano. Sobre esto le atormentaron con diversos tormentos muchos días, ya con açotes, ya con descoyuntarle sus miembros, ya con dessollárselos. Bolvíanle a la cárcel de la plaça, y tornava el día siguiente a ella sano, aviéndose encomendado a la Madre de Dios. Al cabo, le degollaron. Dize Canisio que esto todo lo escrivió Georgio Trapezantio, el cual vido su cuerpo después muerto en un sepulcro, y se informó de millares de cristianos que se hallaron presentes a su martirio.

[28] En la ciudad de Astorga, en España, cierta muger ofreció al demonio diversas vezes un hijuelo suyo, y visiblemente le fue arrebatado de su presencia, Y desde a dos horas, oyeron los padres estruendo en una cámara sobre ellos, la cual estava cerrada. Subieron allá, y vieron al mochacho, que sería de doze años, acardenalado todo y casi muerto. Hiziéronle algunos regalos, y tornando en sí, dixo que unos hombraços muy negros le avían llevado por el aire y dexado caer entre çarças y espinas, lisiándose mucho, y que después se encomendó a la Virgen María, y luego le ar- rojaron | por una ventana al aposento donde estava. Dízelo Torquemada en sus Diálogos.

[29] En el libro llamado Prado Espiritual , hecho por Mosco Evirato y atribuido a Sofronio, Patriarca de Hierusalem, autorizado por San Juan Damasceno, libro primero, capítulo tercero, De imaginibus, y por Juan Diácono, que fue después Sumo Pontífice y se llamó Juan Nono, en el libro cuarto de la Vida de San Gregorio, y aprovado en el Concilio Nizeno Segundo, en la Acción cuarta, se dize de un sacerdote llamado Ciriaco, abad en la Laura Colomón, varón de santa vida, que vido diversas vezes entre sueños a la Madre de Dios, acompañada de los dos Juanes, Baptista y Evangelista, la cual con passo grave y magestad grande passava por la puerta de su celda. Importunóla el santo abad una vez que entrasse dentro y ella respondió:
-¿A qué me pides que entre a donde está mi enemigo?
Despertó Ciriaco, y pensava consigo qué ocasión avía por que la Virgen le dixesse cosa semejante. Y tomando acaso un libro que le avía prestado Isiquio, presbítero hierosolimitano, vido al cabo dél dos tratados del herege Nestorio, el cual negava que se devía llamar la Virgen Madre de Dios. Cayó en la cuenta, y bolvió el libro a su dueño, diziendo:
-Toma tu libro, que más daño he recebido dél que provecho.
Isiquio, certificado del caso, quitó del libro aquellos tratados y quemólos, diziendo que no tendría dentro de su casa enemigo de la Madre de Dios.

[30] En el mismo Prado Espiritual, referido por Canisio, libro quinto, capítulo veinte, De Beata Virgine, se dize que en la ciudad de Heliópoli de Fenicia, un representante de comedias llamado Gayano tenía por costumbre en sus representaciones blasfemar de la Madre de Dios. Apareciósele esta Señora en sueños, y díxole:
-¿Qué daños has recebido de Mí por que assí me tratas? Procura de enmendarte y no hazer mal a tu alma.
Esto le sucedió tres vezes, y no bastó para que se enmen- dasse. /(274r)/ Vido otra vez a la Sagrada Virgen, que le tocó con su dedo las manos y los pies. Despertó Gayano y hallóse cortados los pies y las manos, y vista su miseria, fue pregonero el tiempo que le duró la vida del castigo que le vino por las blasfemias que dixo de la Virgen.

[31] Nizéforo, libro diez y ocho, capítulo treinta y tres, escrive otro caso semejante a éste, de otro griego idólatra que blasfemava de la Madre de Dios, y dava lugar a otros en su casa que hiziessen lo mismo en irrissión de los cristianos. Parecióle una noche en sueños que esta Señora le tocava con un mimbre sus rodillas. Despertó y hallóselas cortadas. Y fue también éste pregonero de su delicto y de su castigo. Añade Nizéforo que la Madre de Dios, aunque es piadosíssima y tiene para todos entrañas de piedad, mas a las vezes se muestra rigurosa con pecadores obstinados, para confirmación de nuestra fe y enmienda de los fieles.

[32] Canisio refiere a Suidas, en la Vida de Constantino , y a Nizéforo, al fin del libro dézimo octavo, que dizen del emperador Constantino Coprónimo (el cual se llamó assí porque al tiempo que le baptizaron se ensuzió en la pila, y Coprónimo en griego denota cosa suzia), que fue hijo de León Tercero, el que persiguió el santo uso de las imágines, y púdose dezir dél lo que en el Proverbio, que «de ruin huevo, ruin pollo»; el padre mal, el hijo malíssimo. Éste vedó que no fuesse invocada la Virgen en las oraciones de los fieles y mandó que nadie la llamasse Madre de Dios, ni la confessasse por de grande valor y merecimiento, y dezía della grandes blasfemias, por las cuales le castigó Dios, hiriéndole en los pies con dos carbunclos y gota coral. Herido de pie y de mano, y sufriendo dolores crudelíssimos, afirmava que estava condenado al Infierno y que todo esto le sucedía por lo que avía dicho de la Madre de Dios. Semejante castigo fue el de Nestorio, que también persiguió a la Soberana Virgen, negando que se devía llamar Madre de Dios. | Por lo cual fue condenado por herege en el Concilio Efesino, y mandado desterrar por el emperador Teodosio de tierra de Grecia. Murió en el destierro, comiéndole gusanos la lengua, de los cuales le salían muchos por la boca. De la misma enfermedad murió en mi tiempo un hombre seglar, que tenía por costumbre jurar por la Virginidad de la Madre de Dios, y era verisímil que sería alguna vez mintiendo. Consideraron muchos su muerte, que conocían su vida y el uso de jurar, y parecióles que lo uno fue castigo de lo otro. No todas vezes aguarda Dios a castigar las ofensas hechas a su Sagrada Madre en la otra vida; en ésta comiença a castigarlas.

[33] Canisio, en el quinto libro De Beata Virgine , afirma de Geraldo, obispo canariense úngaro, y de Alexandre de Ales, que fueron tan devotos de la Virgen, que ninguna cosa les pidieron, que fuesse justa, en su nombre, que no la concediessen.

[34] Los instituidores de las religiones, muy devotos fueron de la Madre de Dios. Santo Domingo, según dize Teodorico de Apoldia en el libro segundo de su Vida, el hábito o saya interior blanca que quiso que truxessen los de su sagrada religión de Predicadores, de la Madre de Dios le recibió. De San Francisco dize San Buenaventura, en el capítulo nono de su Vida, que fue grandemente devoto de la Virgen, y que entre otros servicios que le hazía era uno ayunar desde el día siguiente al de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, hasta la víspera de la Assumpción, por honra suya. Los Carmelitas, el nombre tiene de la Virgen, llamándose frailes de Nuestra Señora de Monte Carmelo. Y los Mercenarios, de Nuestra Señora de la Merced de Redempción de Captivos. Todos los demás, en mucho la estiman y aprecian.

[35] Pontaco Burdegalense, en su Cronografía , afirma que el primero que usó rezar en cuentas fue Pedro Ermitaño, en el año de mil y setenta y tres. El cual fue el que incitó a los príncipes cristianos que fuessen a hazer guerra a los infieles, y /(274v)/ a les ganar la Tierra Santa, como se la ganaron, siendo el que iva primero de todos, animándolos a tan santa empressa. Deste parecer son Polidoro Virgilio, libro quinto de los Inventores de las cosas , y Guillelmo Tirio, libro primero De Bello Sacro , capítulo onze. De la Corona, que es devoción a la Madre de Dios fundada en el Rosario y Cuentas, se dize en las Crónicas de los frailes menores , que tuvo origen en una revelación hecha a cierto novicio de aquel Orden, trocando por parecer de un ángel una guirnalda de flores que hazía y ponía a la imagen de la Madre de Dios, en cierto número de Ave Marías, con el Padre Nuestro, aplicado a misterios de la vida de Cristo que fueron causa de gozo o tristeza en la Virgen.

[36] Al tiempo que los cruzados hazían guerra en Francia contra los hereges albigenses, passavan dos clérigos por su tierra, y viendo una iglesia despoblada y maltratada dellos, dixo el uno al otro:
-Oy es sábado; entremos en esta iglesia por honra de la Madre de Dios y digamos Missa.
Llevavan consigo el aparejo; vistióse el uno, y antes que la Missa se acabasse, llegaron algunos hereges y echaron mano del sacerdote, sacándole de la iglesia, y cortáronle la lengua. Al otro dexaron libre, el cual, no con pequeño trabajo, le llevó a tierra de católicos y le dexó en un monasterio de frailes. Los cuales recibiéndole, y visto que avía padecido semejante martirio por la verdadera fe, le curaron con mucho regalo. Vino el día de la Epifanía, y por señas pidió que le llevassen a la iglesia. Lleváronle, y puesto delante de un altar de Nuestra Señora, hizo dentro de su alma muy devota oración, pidiéndole remedio. Apareciósele la Virgen con una lengua de carne en su mano, y díxole:
-Por aver perdido tu lengua por la fe de mi hijo, y en honra mía, Yo te restituyo otra nueva. Abre la boca.
Abrióla, y con sus dedos la Virgen Soberana se la pegó a la raíz que de la primera tenía, y dexándosela junta, y quedando él sano, desapareció.
Viéndose con lengua, como otro Zacarías començó a hablar, alabando a Dios y a su Sa- cratíssima | Madre, y diziendo con boz clara la Ave María hasta el fin. Y como repitiesse esta oración diversas vezes, vinieron los frailes, y visto el milagro glorificaron a Dios y a su Soberana Madre. Y no fue el sacerdote desagradecido a este beneficio, porque en el mismo convento recibió el hábito, y se empleó toda su vida en servir fielmente a Dios y engrandecer a la bendita Virgen, Madre suya, la merced recebida. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[37] En el año de mil y dozientos y ochenta y siete, aviendo guerra entre Filipe, rey de Francia, y Henrique, rey de Inglaterra, fue assí que en un monasterio llamado Dolio, cerca de la villa de Radulfo, sobre cierta columna estava una imagen de la Madre de Dios, con su Benditíssimo Hijo en los braços, esculpida y bien labrada en piedra. A la cual como llegasse a hazer oración una muger pobre y devota, viéndola dos soldados bretones, hizieron burla della, y blasfemavan de la imagen. El uno dellos tiró una piedra y quebró el braço del Niño Jesús, y cayendo en tierra, juntamente con él cayeron gotas de sangre, como si fuera el braço de persona humana. Y en el mismo punto, el que tiró la piedra espiró, y como el otro quisiesse asir con sus braços al que caía muerto para detenerle, fue arrebatado del demonio y atormentado aquel día, y el siguiente muerto. Juntóse mucha gente para ver la sangre que corría de la herida. Escrive esto Vicencio en su Espejo Historial, libro séptimo, capítulo ciento y diez. Y dize que él mismo por sus ojos vido la sangre que corría desta imagen, y que se informó de algunos que la avían visto antes deste acaecimiento, y que estava blanca y colorada, y que después quedó desangrada y amarilla.

[38] Al principio que se instituyó el Orden de Predicadores, viendo el demonio la guerra que por ellos se le levantava, acordó de hazer todo el mal que pudiesse, y particularmente en París y Bolonia eran los frailes atormentados con diversos portentos y visiones. A uno le pare- cía /(275r)/ que tenía sobre sí una hornaza de fuego, otro veía una muger desnuda a su lado; aquél era perseguido de una serpiente, el otro, de un asno con cuernos; a uno herían con açotes, a otros, con palos. La persecución era de suerte que en estas dos casas particularmente estavan frailes de noche en vela, para ocurrir con remedios de agua bendita y cruzes a donde veían que sonavan bozes y se quexavan los frailes. Sucedía de aquí que perdían el juizio y se tornavan frenéticos algunos religiosos. Para remedio de todos estos daños, consultando bien el negocio, como todo el Orden tuviesse particular devoción en la Sagrada Virgen, y puesta en ella su esperança de remedio, acordaron que en honra suya todas las tardes, después de Cumpletas, se hiziesse en cada convento solemne processión, cantando la Salve Regina. Y fue total remedio en esta persecución, y por algunos religiosos devotos diversas vezes fue vista esta Señora con grande acompañamiento hallarse en estas processiones, e inclinar la cabeça al tiempo que los frailes la inclinavan. Esto es del Promptuario de exemplos, donde también se dize que fue revelado a cierto clérigo muy temeroso de truenos, que el cantar o rezar la Salve Regina en tiempo de tempestad es remedio importante y muy cierto para no recebir daño en ella, y lo mismo a mugeres que tienen peligrosos partos. Porque, como una en semejante aprieto se encomendasse al Seráfico Padre San Francisco, él se le apareció y le dixo que assí ella como todas las que se viessen en semejante necessidad, que dixessen devotamente la Salve Regina; y en particular a la que le fue revelado esto, que llegando a aquella cláusula que dize: «Bendito el fruto de tu vientre, Jesús», parió sin daño. Todo lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[39] Vicencio, en su Espejo Historial , libro séptimo, capítulo ochenta y uno, dize que en el día de la Assumpción de Nuestra Señora, celebrándose los Oficios Divinos en la Santa Iglesia de Toledo con la solemnidad | y grandeza que suele, por ser aquella la advocación de la misma iglesia, dezía Missa el perlado, y oyóse una boz del Cielo, como de muger que se quexava y dezía:
-!Ay, ay, qué calamidad tan grande, que en medio de los fieles, otra vez la locura y ceguedad de los judíos pretende crucificar a mi Hijo!
La boz fue oída y entendida de todos los presentes, y acabado el Oficio de la Missa, juntándose los principales del clero y del pueblo, acordaron de ir a visitar las casas de judíos que a la sazón avía en la ciudad, y hecho esto, hallaron en casa de uno dellos juntos a muchos, y que tenían hecha una imagen de Jesucristo de cera, y en ella se executavan las afrentas y tormentos que en el mismo Cristo executaron. Prendiéronlos, y fueron castigados como merecía semejante delicto. Y por esto, y por otras cosas tales, los Reyes Católicos echaron de España esta mala gente, y la iglesia misma de Toledo echa de sí en sus prevendas y oficios aun a los decendientes dellos.

[40] El mismo Vicencio, en el capítulo ochenta y tres del proprio libro séptimo, dize que en la ciudad del condado de Orliens en Francia llamada Avenon, estando cercada de enemigos, viéndose los ciudadanos en grande aprieto, confiando más en la Madre de Dios, a quien avían edificado un solemne templo, que en sus fuerças, sacaron una su imagen muy devota a la puerta de la ciudad, a vista de los enemigos, y teniéndola allí, el que era guarda de la puerta, con armas ofensivas que disparava en los enemigos, les hazía daño notable, y defendíase con la imagen. Mas uno de los contrarios tiróle por un lado, sin ser visto, una saeta, diziendo:
-Mira si te podrá librar de la muerte tu imagen.
Mas, llegado cerca, levantóse por sí misma la imagen, y recibió en sí el golpe, librando de muerte conocida a su ciudadano. Visto el milagro por los contrarios, levantaron la boz, diziendo que la Madre de Dios bolvía por aquella ciudad, y assí hizieron pazes con los ciudadanos y juntamente con ellos fueron al templo de la Virgen a reverenciarla y darle gracias por lo sucedido. /(275v)/

[41] En el capítulo ochenta y cuatro escrive también Vicencio de un clérigo muy devoto de la Virgen, que gastava diversas horas del día en rezar sus oraciones. Éste vino a enfermar y padecía tantos dolores que se cortó con sus proprios dientes la lengua, y quisiera hazer lo mismo de los demás miembros. Estando en este tormento, vido junto a su cama una persona de presencia y aspecto grave, que se entendió ser el Angel de su Guarda, el cual, con boz triste, dezía:
-Oh, Madre de Dios, fuente de piedad y misericordia, ¿cómo permitís que padezca tanto mal vuestro devoto, y que lengua que se empleó tanto en vuestras alabanças sea tanto atormentada?
Diziendo esto, aparecióse la Virgen, y rociando con leche de sus sagrados pechos la boca del enfermo, le restituyó la lengua, y quedó sano repentinamente. El cual después se hizo religioso y predicava grandes loores de la Virgen.

[42] Dize adelante Vicencio, en el capítulo ochenta y nueve, que en la ciudad de Novon, en Francia, un día de la Anunciación de Nuestra Señora, cierta muger moça, sin tener respeto al día festival de la Virgen, púsose a hilar, y llegando la hebra a la boca, como es costumbre de las que hilan, quedósele pegado, y començó a hinchársele la boca, con grande dolor de la paciente. Llorava la pobre moça terriblemente. Aconsejáronla que fuesse a San Eligio, que a la sazón era allí obispo, y fue sin provecho. Hizo otro camino a un monasterio, cuya iglesia era dedicada a la Madre de Dios, y haziendo oración, y otros por ella, fue sana.

[43] En el capítulo noventa y seis del mismo libro séptimo, dize también Vicencio que cayó enfermo un hombre rico y mundano, y siendo llamado el cura de su parroquia para que le administrasse los Sacramentos, él fue de presto y llevó consigo un tiniente suyo. Entró en la casa y aposento donde estava el rico cercado de seda y oro, en cama blanda y regalada. Acompañávanle muchos, y todos le lisongeavan. Su muger, hijos y familia le lloravan; otros tenían el pen- samiento | en lo que pensavan heredar por ser deudos o criados. El cura le oyó de penitencia, y su Confessión fue peor que buena. Assentóse luego a lisongearle como los demás, preguntándole de su dolencia y qué parte del cuerpo le dolía, y otras impertinencias, teniendo ojo a que le hiziesse alguna manda. A esta sazón, viniéronle a llamar para una muger pobre que se moría, que fuesse a confessarla y darla el Sacramento. El tiniente le avisó dello, y él le habló ásperamente, diziendo:
-¿Y dónde hallas tú por acertado que dexe este rico, de que puedo sacar algún provecho, por irme con essa muger que no tiene sino sarna o tiña que darme?
El teniente, que era hombre devoto, le dixo:
-Pues, Señor, si tú no quieres ir, yo iré y supliré por ti.
-Enorabuena -dixo el cura-, aunque también te quisiera aquí porque en algo fueras aprovechado deste rico.
Fue el teniente, y por saber que estava cercana a la muerte, quiso no hazer dos caminos, sino junto con ir a confessarla, llevarle el Santíssimo Sacramento, aunque de secreto y sin acompañamiento, con una luz, como allí se acostumbrava. Al tiempo que llegó, vido la enferma con grande pobreza de casa y sin algún axuar, sobre unas pajas en el suelo, mas por ser de vida santa, estava allí la Madre de Dios acompañándola y regalándola, con un coro de santas vírgines. Luego, pues, que esta Señora vido el Sacramento que traía el clérigo, arrodillóse a él, con toda su santa compañía. El clérigo se admiró, y estava como fuera de sí de lo que veía. Mas la Virgen le mostró muy buen semblante. Avía limpiado con un lienço el sudor del rostro de la enferma. Dexó esto y levantóse, y con sus propias manos puso una silla, passándola de un lugar a otro, en que el clérigo se assentasse para confessar a la enferma, diziéndole que se assentasse y hiziesse su ministerio. Él le hizo, que confessó a la enferma y le dio el Sacramento, y desde a poco espiró, y su alma fue en compañía de la Virgen al Cielo. Bolvió el clérigo a casa del rico, donde dexó a su cura, y assí como entró en el aposento del enfermo, vido su cama rodeada de gatos negros. /(276r)/ Veíalos también el miserable rico y dava bozes lastimosas y temerosas, diziendo:
-Echadme de aquí estos gatos, váyanse estos gatos.
En esto entró un etíope espantoso en el aposento, y con un garfio abrió la boca al desventurado rico y le sacó la alma, dando una boz espantosa, y llevóla consigo, llegando los gatos que estavan allí a darle grandes heridas y empellones, y todos de tropel dan con ella en el Infierno. Quedó de ver esto el clérigo como fuera de sí, mas apareciósele la Virgen y díxole que no temiesse, que no tenía el demonio fuerças para dañarle, estándole aparejado el Cielo por su buena vida y santas costumbres.

[44] En el capítulo noventa y ocho, también del séptimo libro, dize que un hombre pobre iva los pies descalços por una calle de cierta ciudad, y estropeçando en una piedra, y lastimándose el pie, dixo con grande impaciencia:
-Lleve el diablo la piedra, que él allí la devió de poner.
No bien huvo nombrado al demonio, cuando sintió que le avían dado en el rostro con agua caliente, dexándosele mojado, y luego començaron sus ojos a distilar agua y quedó ciego del uno. Hinchósele la boca y mexillas, quedó con postulas y llagas afeado. Estuvo en un aposento pobre, que era su casa, cuatro días, siempre augmentándose el mal, porque descendió al cuerpo y piernas y quedó tullido, encogidos sus nervios, y hecho una bola sin poderse menear de un lugar, padeciendo grandes dolores, aunque con mucha paciencia, alabando a Dios y dándole gracias por lo que le dava a merecer. Tenía el aposento una ventana baxa a la calle y pedía limosna a los que passavan, y desta manera llevava su vida, aunque con dolores inmensos, mas con mucha paciencia rogando a Dios por sí y por sus bienhechores. Llegó el día santo de Pascua de Resurreción, y al tiempo del amanecer, estando orando devotamente, vido en la calle por su ventana una señora hermosíssima y de magestad grande. Hablóle y alabó su paciencia. Díxole que se hiziesse llevar a una iglesia de la Madre de Dios, y | en presencia de una imagen suya hizesse oración. Desapareció aquella Señora, que era la misma Virgen Sacratíssima. El hombre hizo lo que le fue dicho y quedó sano.

[45] En el capítulo noventa y nueve escrive Vicencio de una judía que, estando de parto y padeciendo grandes dolores, pareciéndole que su muerte se acercava, no sabía qué medio tomar, ni las que estavan con ella dársele. En esto oyó una boz, que le dixo:
-Invoca a María, Madre de Dios, y serás libre.
Ella lo hizo assí, y en boz alta llamó en su fabor a la Madre de Dios, de lo cual otras judías que estavan con ella se indignaron de muerte, y fue mucho no dársela. Mas, viéndola que parió luego y quedó libre, dexáronla. Passados algunos días, la judía, y ya en la voluntad cristiana, con su hijuelo se fue a la iglesia y pidió el Baptismo. Dize en este proprio lugar el mismo autor, que estando en la ciudad de Espira, que es riberas del Rhim, en una iglesia, cierta muger con un niño pequeño en sus braços, llegóse cerca de una imagen de la Madre de Dios, que también tenía su Benditíssimo Hijo a sus pechos; el niño de aquella muger tenía en su mano un pedaço de pan, y dávale al Niño Jesús, diziendo:
-Toma, niño. Calla, no llores.
La imagen del bendito Jesús habló, oyéndolo la madre del otro niño, y díxole:
-Ni tú llores, que al día tercero estarás en mi compañía.
La madre del niño quedó como fuera de sí. Vido a un clérigo viejo que entrava en la iglesia, llamóle y contóle el caso. Díxole:
-Ten por cierto que al día tercero morirá esse niño.
Y assí sucedió.

[46] Dize más este autor en el capítulo ciento, que estando amancebado un hombre casado, su propia muger, que lo sabía y conocía a la adúltera, sintiéndolo mucho y no pudiendo vengarse de otra manera, iva a la iglesia, y delante de la imagen de Nuestra Señora formava sus quexas de aquella muger, pidiendo a la Virgen vengança della. Hablóle la imagen una vez, y dixo:
-No puedo hazer lo que dizes, porque essa muger cada día me dize una palabra, que ninguna cosa puede ser dicha de criatura para mí más agradable, por el gozo que recibo oyéndola, repitiendo lo que el ángel /(276v)/ Gabriel me dixo, de que me escogía Dios por madre suya.
Oyendo esto la muger, dexó de más pedir vengança de su contraria a la Virgen, mas, sucediendo encontrarse con ella un día, impaciente de ver el agravio que le hazía en quitarle su marido, díxole muchas palabras airadas, y concluyó con lamentarse, diziendo que su mal era sin remedio, pues una esperança sola que tenía en la Madre de Dios, que la avía de vengar della, la avía perdido, aviéndole dicho la misma Virgen que la Ave María que rezava cada día le era ocasión para no dar lugar a que le fuesse hecho mal alguno. Oído esto por la otra muger, y considerando el caso, tocándola Dios el coraçón, dixo:
-Pues es assí, que la Sagrada Virgen estima en tanto el pequeño servicio que yo le hago, yo procuraré aumentarle y que sea mayor, no sólo dexándote libre tu marido sin dar lugar a que por mí recibas agravio, sino consagrándole mi cuerpo, para que en castidad la sirva toda la vida.
Y como lo dixo, lo cumplió.

[47] En el capítulo ciento y uno refiere el mismo Vicencio de un hombre rico y devoto, el cual se ocupava siempre en obras de misericordia, en hospitales, curando enfermos, y en recebir peregrinos y hospedarlos en su casa. Tuvo embidia dél el demonio, y dándole Dios lugar, tomó el cuerpo de un condenado muerto de pocos días, y hablóle ofreciéndosele que le serviría por un honesto salario. Recibióle el limosnero en su casa, y procurava el demonio servirle muy a su gusto, y particularmente en los exercicios santos en que se ocupava. Fingiendo humildad, hazía todo lo que podía dessearse. Y con esto le tenía muy contento, y esperava tiempo para quitarle la vida, como pensó tenerle una vez, que solo con él entró en una barca a pescar peces que le avía pedido un enfermo. Quiso el demonio trabucarle en la agua, y defensióselo Dios. Otra vez, en una caça le tiró a traición una saeta, mas también fue libre. Venían de lexanas tierras personas virtuosas, por ver y conocer a aquel limosnero, traídos por su buena fa- ma, | y vino entre otros un santo obispo, a quien reveló Dios quién era aquel criado tan diligente que tenía el rico devoto. Y como el obispo entró en casa, por saber el demonio cuán santo era, escondióse en un lugar secreto, y no osava parecer en su presencia. El amo le echó menos, y al tiempo de la cena, embiándole a llamar diversas vezes, no fue poco hazer que viniesse al aposento donde estavan. Y como fue venido, miróle atentamente el obispo, y preguntó al rico qué tanto tiempo avía que tenía aquel criado y de qué le servía. Respondió que mucho tiempo, y que le tenía muy contento su buen servicio, por ser fiel y buen criado. El obispo dixo a esso que no es él sino demonio infernal, y conjurándole que descubriesse quién era y a qué venía. Viéndose el demonio descubierto, declaró el negocio, diziendo que era demonio y que pretendía quitarle del camino que llevava y que se condenasse, de lo cual le avía sido estorvo una oración que rezava cada día. Con esto desapareció el demonio, y preguntando el obispo al limosnero qué oración era la que rezava, que assí quitava las fuerças al demonio, respondió que él no tenía algunas letras, porque no avía estudiado, antes era ignorante, aunque una oración avía aprendido cuando niño, en loa de la Madre de Dios y del Evangelista San Juan, que comiença: « O intemerata», y que aquella rezava todos los días.

[48] Iva camino un cavallero famoso en hechos de armas y muy rico de bienes de mundo. El cual, viendo en cierto pueblo una donzella hermosa, aficionándose a ella, embió un criado a que hablasse a su padre, sabiendo que era hombre pobre, y que le prometiesse diez monedas de oro y un vestido para la donzella, con que se la diessen una noche. El padre, con la codicia de aquel dinero, vino en el concierto, y aunque la donzella lo contradezía y mostró sentirlo mucho, fue llevada y entregada al cavallero. El cual la hizo cenar, y queriendo llevarla a su cama, ella començó a llorar y sollozar con grande /(277r)/ sentimiento. Preguntóle la causa, y respondió que se llamava María y que avía consagrado a Dios y a su Soberana Madre su virginidad, y que sentía mucho que su pobreza fuesse ocasión de ir contra el voto hecho, y también en que en particular se hiziesse desacato a la Virgen, siendo aquella noche de sábado, que era día consagrado a su nombre y servicio. Cavóle tanto esto al cavallero, que no sólo se abstuvo de hazerle daño en su limpieça, sino que, passando la noche sin llegar a ella, el siguiente día la llevó a un monasterio de monjas, donde hizo que se recibiesse, y su vida fue allí de muy santa monja. Murió en un hecho de armas poco después el cavallero, y enterráronle en el campo. La nueva monja tenía dél mucho cuidado, y hazía oración con lágrimas por él. Apareciósele la Madre de Dios y diole cuenta de su muerte, y que por el hecho que hizo con ella, y respeto que tuvo a la misma Virgen, por llamarse María y ser sábado, cuando pudo aprovecharse della y no lo hizo, antes la llevó al monasterio, le avía faborecido a la hora de la muerte, de modo que se salvó. Dixo más la Virgen a la monja, que dixesse a su abadessa que fuessen por el cuerpo y que hallarían una rosa sobre la sepultura, que su raíz le salía de la boca, siendo invierno, y para que la creyesse, diole señas de un pecado que la abadessa avía hecho y no tenía confessado. Fue la monja con el recaudo. La abadessa la creyó en aquellas señas, bien a costa de vergüença. Fueron por el cuerpo del cavallero y hallaron la rosa sobre la sepultura, y vieron que la raíz le salía de la boca. Y assí le trasladaron al monasterio, queriendo Dios que fuesse allí honrado por el servicio que hizo a su Sagrada Madre en el respeto que le tuvo.
[49] En el capítulo ciento y cuatro, escrive que en la ciudad de Lasencia, estando jugando en una taberna a los dados un mal hombre, y perdiendo, començó a blasfemar de Cristo y de su Sagrada Madre, nombrando miembro por miembro, y assí llegando a maldezir el vientre de la | Sagrada Virgen, aviéndole Dios bendecido, y súbitamente cayó muerto el blasfemo. Tenía padre y estava en otro pueblo. Oyendo dezir de la muerte del hijo, iva a donde murió, y en el camino hízosele encontradizo un vezino suyo, que poco antes era muerto, y díxole:
-Mala nueva te traigo de tu hijo, que está ardiendo en el Infierno porque blasfemó de Cristo y de su Madre; y en señal de que es assí, hallarás su cuerpo partido, con el coraçón en dos partes.
Con esto desapareció aquel hombre, y el padre halló ser verdad lo que del cuerpo de su hijo le dixo. Y assí, yéndole a hazer las exequias, entendió que no le serían de provecho, aviéndose condenado.

[50] En el capítulo ciento y siete, dize que recibió el hábito en el monasterio de Claravalle un cavallero ya anciano en la edad, y procurava según sus flacas fuerças imitar a los monges, y porque siendo el tiempo de la siega, y saliendo todos al campo a segar, él se fue con ellos, mas estando donde se hazía la siega, fuele mandado que se recogiesse a una parte y no trabajasse por estar falto de fuerças y tener las manos delicadas. Apartóse por cumplir el mandato de su superior, y viendo que todos trabajavan y él holgava, afligíase sobremanera. Siendo ya tarde, vido baxar de un monte una compañía de mugeres moças hermosíssimas, y entre ellas una que parecía señora de todas. Llegaron a donde los monges trabajavan y habláronles dulcemente. Abraçávanlos, y a muchos que mostravan sus rostros con sudor y polvo, con lienços se los limpiavan, acariciándolos a todos. Visto esto por el viejo, no conociendo qué gente era aquella, antes juzgando mal de lo que veía, començó a murmurar de los frailes, y dezía entre sí:
-Oh, qué engañados viven los seglares, que piensan de los monges que son muy penitentes y castos. Pues aora aquí parece lo contrario, que veo con mis ojos que abraçan mugeres y se entretienen parlando con ellas.
Llególe a él uno de aquella compañía, y díxole:
-Mal pensamiento tienes, viejo, /(277v)/ porque has de saber que esta Señora que vees allí es la Madre de Dios, y las demás son vírgines santas que la acompañan, y vienen a visitar a estos segadores siervos suyos, porque sus entrañas son tan tiernas, que no pueden dexar de compadecerse de sus sudores y trabajos. Y bienaventurados son aquellos que trabajan por Cristo en este mundo y comen del sudor de su rostro, que en la Eterna Bienaventurança tendrán descanso y gozo eterno.
Con esto que oyó el viejo, quedó desengañado de su mal juizio, y él procuró más seguir el trabajo de la vida monástica, y tuvo por buenos y santos a sus próximos y hermanos.

[56] En el capítulo ciento y ocho del mismo séptimo libro, escrive Vicencio que, entrando en el monasterio de Claravalle monje cierto hombre, quiso hazerse médico, diziendo que eran dañosas para la salud las comidas de hortalizas que comían en el refectorio, y assí pretendía otro manjar particular, y ser singular en el convento. El perlado contemporizava con él, esperando alguna ocasión por donde dexasse aquella singularidad. Y fue assí, que yendo un día con el convento por el claustro a dar las gracias al coro, después de comer, aunque se diferenció dellos en la comida, iva en su compañía a dar las gracias, y vido una Señora de hermosura admirable y de no menor magestad a la puerta de la iglesia y coro, con una buxeta en las manos, de que sacava un eletuario dulcíssimo, y dava a cada monge un bocado. Desseava que le diesse a él del eletuario aquel monge singular, y llegando su orden, la Señora, sin dársele, le dixo:
-No ay por qué te dé a ti, hermano médico, este bocado medicinal, que es para los monges pobres y que comen berças y hortalizas en este convento. Para ti, que eres rico y príncipe entre tus hermanos, comiendo de otro manjar que ellos comen, conviene que se dé una buelta al mundo para buscar manjar que sea particular a tu gusto. Dizes que los manjares que comen los monges te turban la cabeça y hinchan el vientre. A lo | menos las berças te podrían ser saludables, pues dize el Apóstol que quien está enfermo las coma. Y assí, pues te hazes dicípulo de Galeno, y por lo mismo te tienes por médico, deves curarte a ti mismo y procurar tu regalo, que de mi eletuario no mereces parte. Y para que entiendas quién es la que habla contigo, sabe que soy María, a quien llaman Madre de Misericordia, que vine a consolar y a hazer este regalo a mis hijos y familia, porque no tienen voluntad propria ni pretenden singularidades.
El monge, muy confuso, pidió perdón de lo passado y juró enmendarse en lo por venir, y con esto la Madre de Dios le dio del eletuario, y quedó tan contento con él, que nunca más pretendió ni quiso otra comida que la del convento y ordinaria.

[52] En el capítulo ciento y nueve, escrive el mismo Vicencio que un monge de Cistel muy religioso y devoto de la Madre de Dios, para prueva de su bondad y paciencia, permitió Dios que tuviesse tres enemigos que le perseguían y hazían guerra. Uno era cierto monge del mismo convento, que le traía siempre a la mira, y cuando hazía, le contradezía; en dicho y en hecho siempre se le mostrava contrario y perseguía. Era otro tormento cuanto tronava, que lo sentía en tanto grado que la muerte le parecía no poder más afligirle. Y era el tercero que muy de ordinario tenía hisípula en el rostro, parándosele tan feo, que le forçava a estar de ordinario en la enfermería. Y estando en ella y en su cama una noche, aviendo muerto en pocos días el abad, con quinze monges de aquel convento, vídolos passar unos tras otros cabizbaxos y tristes. Uno dellos llegó al monge enfermo, y díxole:
-Hermano caríssimo, todos los que por aquí vamos fuimos religiosos en este monasterio, y por la misericordia de Dios fuimos salvos. Mas retárdasenos la entrada en el Cielo por negligencia de los monges que están en él, que aun los Salmos que tienen obligación de rezar por nosotros, los difieren. Y no sólo para nosotros son culpa- dos, /(278r)/ sino para con el Eterno Dios, pues son negligentes en cumplir sus obligaciones, porque, juntándose a rezar sus horas, unos están indevotos, ya se ríen, ya cuentan donaires. Al Gloria Patri muchos no se inclinan, y otros, antes que el verso se acabe, ya tienen puestos los ojos en las paredes. Otros, estando en pie como estatuas, se quedan dormidos, sin ver cosa que se haga o se diga en el coro, y si se inclinan es por costumbre, sin advertir lo que hazen. Ve al abad y dile de nuestra parte que, pues está por atalaya del convento, que mire todo esto que passa en él y procure la enmienda. Con esto, desapareció aquel monge, y el enfermo se levantó poco a poco. Fue a la iglesia y púsose a orar delante de un altar, con grande y fervoroso espíritu, y estando algo transportado, vido entrar por una fenestra alta un rayo de sol, y con él una Señora de grande hermosura y magestad. Llegó al monge y preguntóle si la conocía. Díxole que no.
-Sabe -dize- que soy María, Madre de Jesús, y vengo a consolar tus lágrimas y gemidos.
Diziendo esto, estando los monges en el coro cantando, y llegando al fin de un Salmo, y diziendo Gloria Patri, la Virgen se reclinó la cabeça y cuerpo, hasta que se dixo todo el verso. Dixo luego:
-Sabe que el monge que te perseguía es muerto, y está pagando lo que te dio a padecer, y para que me creas, te hallarás luego sano de tu enfermedad.
Con esto, le limpió el rostro con su manga y desapareció. Hallóse el monge sano, fue a su abad y diole cuenta de todo lo sucedido, lo cual creyó ser verdad, viéndole sano repentinamente.
[53] En el capítulo ciento y onze, dize también Vicencio que un judío, natural de la ciudad de Londres, iva camino de Vultonia y cayó en manos de ladrones, que le robaron lo que llevava. Hiriéronle, y atado de pies y manos le dexaron en un casar viejo. Allí estuvo el pobre judío hasta verse en punto de morir, que vino a él, estando durmiendo, una Señora con grande magestad, la cual le desató y dexó libre. Y estando él muy gozoso, y mirando curiosamente quién era | la que tanto bien le avía hecho, por aver vivido entre cristianos y tener noticia de la Madre de Dios, creyó que era ella, despidiendo de sí tanta luz y claridad, que con ser de noche resplandecía aquella mal compuesta casa, y con ojos humildes y boz quebrantada, le dixo:
-¿Qué es, Señora, la causa que de mí ayáis piedad, librándome de tanta angustia?
-Yo soy -dixo la Virgen- a quien vosotros todos pertinazmente negáis que sea Madre de Dios, y he venido aquí por hazer lo que suelo, que es dar bien por mal, y a mostrarte con evidencia la ceguedad que tienes tú y los de tu casta. Ven comigo fuera deste aposento y veráslo.
Salió la Virgen, y el judío en su seguimiento, y por su dicho subió en una peña y miró abaxo, y vido una sima tenebrosa y horrible que despedía de sí sulfúreas llamas, y un hedor terrible. Parecía aver allí dentro todo género de tormentos y penas. Allí las miserables almas de los condenados davan buelcos y eran atormentadas de demonios, cuyos aullidos y gritos era cosa horrenda de oír, y assí el judío estava con temor grandíssimo. Díxole la Sagrada Virgen:
-Esta cárcel y estos fuegos y tormentos te esperan a ti y a los de tu linaje, si no dexáis la prava secta judaica y os hiziéredes cristianos. Y para que veas lo que pierdes por tu dureza y perfidia, sígueme.
Llevóle a otro lugar alto y eminente, y vido desde allí un sitio y mansión de grande claridad y hermosura, de donde salía un olor tan excelente que, participando dél, el judío quedó confortado grandemente. Allí vido compañías de bienaventurados, que contentíssimos se passeavan, y entre sí cantavan con mucha dulçura y suavidad. La Benditíssima Señora dixo al judío:
-Ésta es la possessión de los bañados en la sangre de mi Hijo, y que viven conforme a su Evangelio, de lo cual puedes tú ser participante si creyeres que recibió de Mí verdadera carne, y te baptizares y vivieres como buen cristiano. Puedes luego irte, y ten en la memoria lo que has visto.
La Virgen desapareció, y el judío, lleno de temor, por lugares solitarios fue a dar a la ciudad de Bacha, y entrando /(278v)/ en un monasterio dio cuenta de todo lo sucedido al prior y frailes, y él se baptizó y se llamó Juan.

[54] En el capítulo ciento y diez y seis, dize assí mismo Vicencio que, bolviendo de Roma un arçobispo de Canturia y aposentándose en el monasterio de San Vertino, que es San Andomaro, el día siguiente fue al capítulo con los monges, y a su petición y ruego hízoles una plática espiritual, y acabada, díxoles que estando en Venevento oyó a un varón religioso que venía de Jerusalem. Dezía que muchos religiosos tenían costumbre allí de rezar cinco Salmos, que comiençan con letras, las cuales, juntándolas, hazen el nombre de María: Magnificat, Ad Dominum cum tribularer, Retribue servo tuo, In convertendo y Ad Te levavi. Oyó esto un monge del mismo monasterio de San Vertino, llamado Joscio, y quedándole en la memoria, rezávalos cada día después de Maitines en honra de la Virgen. Sucedió que una noche, levantándose los monges a Maitines, Joscio faltó dellos, y mirando el su prior el coro con una vela, y no hallándole, fue a su celda, donde le vido que estava muerto. Llamó el convento y dioles la nueva, de que unos lloravan, y todos se entristecieron grandemente. Descubriéronle el rostro y vieron cinco rosas: una le salía de la boca, dos de los ojos y dos de las orejas. Admiráronse de ver este milagro, y llevándole al coro, y advirtiendo más en las rosas, vieron en la que le salía de la boca escrito el nombre de María. Estuvo siete días sin darle sepultura, hasta que se juntaron tres obispos, y fue el uno el Atrebarense, y muchos otros clérigos y legos, que vieron las maravillas de Dios.

[55] En el territorio lingoniense avía una muger devota grandemente de la Virgen, la cual, siendo moça, cometió un pecado que nunca le confessó en su vida, de vergüença, aunque se confessava una vez en el año de todos los demás pecados. Vino a morir, y presentada en el Juizio de Dios, y acusada del pecado que no confessó, el Juez Justo la condenava a Infierno | Eterno. Mas la Virgen Sacratíssima, su Madre, se arrodilló delante de su Soberano Hijo y le pidió merced para aquella alma de su devota, y fue oída. Y porque era necessario confessarse de aquel pecado para que Dios la perdonasse, fue mandada que bolviesse a su cuerpo, que aún no estava sepultado, y recibiendo temor grande los que estavan presentes, algunos huyeron, quedaron allí otros. Pidió que le truxessen un confessor, y traído, confessó el pecado que avía callado, y todos los demás que se acordava de su vida. Recibió la Comunión, y hablando con los presentes acerca de su acaecimiento, cerrando luego los ojos, espiró y fue su alma a buen lugar. Es del mismo Vicencio.

[56] En el capítulo ciento y diez y ocho, dize que en la santa iglesia de Toledo, celebrándose un día Missa con solenidad por su arçobispo, servíase de un subdiácono, varón de santa vida y muy devoto de la Madre de Dios. Y al tiempo de cantarse el Evangelio por el diácono, ministrávale el subdiácono, y abiertos los ojos de su espíritu, vido en una tribunilla al demonio en figura de una grande mona, que estava escriviendo en un cuero o pergamino todos los pecados que se cometían en la iglesia, y en particular lo que parlavan dos mugeres mundanas acerca de sus tratos amorosos. Acabósele el cuero al demonio, y con los dientes, en la figura de mona que avía tomado, estirávale para escrivir más acerca de lo que las dos mugeres tratavan entre sí, y puso tanta fuerça que, desvarando los dientes del cuero, dio una calabaçada en la pared, y junto con esto, una caída con tanto ruido, que el subdiácono, que lo veía, todo le pareció que se hundía la iglesia. Mas causóle tanta risa que se descompuso, y echándolo todos de ver, culpáronle mucho por reírse tan de veras estando cantando el Evangelio. Y assí, como a gravemente culpado, le quitaron una prebenda que tenía por orden de su perlado. Él quedó muy triste y afligido, aunque con grande esperança en la Sagrada Virgen, que por ella le avía de venir el remedio. Y assí fue, que estando un día en la /(279r)/ iglesia derramando lágrimas por verse pobre y desconsolado, apareciósele la Virgen y consolóle, dándole orden cómo tornasse en gracia de su perlado y con su prebenda. Fuele a le hablar y contóle la causa de su risa. Las mugeres fueron llamadas, y viniendo allí, por aver dado la Virgen el cuero o pergamino que el demonio escrivió al subdiácono, su devoto, y él mostrándosele a las mugeres, ellas reconocieron su culpa, visto que estava todo allí escrito cuanto dixeron en la iglesia la una a la otra. Y vista tan bastante ocasión para que se riesse, el subdiácono fue perdonado del obispo, bolvióle su prebenda, y las mugeres también enmendaron sus vidas.

[57] Fray Diego, del Orden de los Menores, santo nuevamente canonizado por el Papa Sixto Quinto, día de la Visitación del año de mil quinientos y ochenta y ocho, aviendo sido su muerte sábado, doze días de noviembre del año de mil y cuatrozientos y sesenta y tres; estando, pues, este varón santo en Sevilla, quiso Dios que se viesse la ferbiente devoción que tenía a la Virgen Sacratíssima, Nuestra Señora, porque viendo ir por la calle a una muger gritando y como fuera de sí, por razón que un hijo suyo quedava dentro de cierto horno de pan ardiendo, donde, aviéndose entrado a esconder, se quedó dormido, y sin advertir que estava allí se encendió el horno, y cuando fue visto no se le pudo dar remedio, movido a compassión fray Diego, exortóla que fuesse luego a encomendarse a Nuestra Señora, a la iglesia mayor, delante su imagen, y que esperasse en Dios que su hijo sería libre. Hízolo assí aquella muger, y fue cosa miraculosa, que ardía la leña toda del horno sin hazer perjuizio al niño que estava dentro; antes salió libre y sin lisión o daño alguno. Y siendo sabido este milagro de los canónigos y de toda la ciudad, celebróse magníficamente, y quedaron todos con mucha devoción a aquella imagen, que llaman de la Antigua, donde se han hecho otros muchos milagros. De la cual reverencia quiso la Madre de Dios que éste, su devoto, fuesse instrumento, y se despertasse la devoción que de | muy atrás se devió tener con ella, en provecho de almas y cuerpos de los que la visitavan, aunque estuvo resfriado y desde esta sazón fue siempre en augmento, y de presente es una imagen de mucho nombre en España. Es de la Vida del mismo fray Diego Santo, y está en el Flos Sanctorum, Primera Parte.

[58] Tomás Moro, inglés, varón doctíssimo y que dio su vida por Cristo confessando la primacía de la Iglesia Romana y superioridad de cabeça de su Pontífice, mereciendo bien el nombre de mártir, dize en un libro que escrivió de Diálogos , en el capítulo diez y seis, que en Inglaterra, una donzella a quien atormentava el demonio gravemente con lástima de los que la veían, llevándola a una iglesia, y puesta delante de una imagen de Nuestra Señora, milagrosamente sanó. La cual, agradecida de esta misericordia recebida de Dios, Nuestro Señor, por intercessión de su Sagrada Madre, dexó el mundo y se entró monja, permaneciendo en su servicio toda la vida.

[59] Fray Alonso de Espina, en su libro intitulado Fortalitium Fidei, escrive que en tiempo que avía judíos en España, en la ciudad de Segovia fue acusada de adulterio falsamente una judía, y entregada a su marido para que la matasse de la manera que quisiesse. Llevóla él a lo alto de un despeñadero no lexos de la ciudad, con designo de precipitarla de allí abaxo. Hallóse mucha gente a este hecho, y la pobre muger, que se vido a punto de morir, estando libre del crimen por que era acusada, acordándose de la Madre de Dios, de quien ella avía oído dezir que librava a muchas personas de graves peligros, tomó osadía de encomendarse a ella, con propósito firme en su coraçón que, si la librava de muerte, se tornaría cristiana, y assí la pidió con muchas lágrimas la faboreciesse en aquel trance. Fue derribada de lo alto, y al tiempo que iva por el aire vido a la Virgen Sacratíssima, que la recibió en sus braços y la puso sin daño alguno en lo baxo, a donde era impossible llegar sin milagro sino hecha pedaços, por la grande altura de aquel risco. Fue gente a donde estava, y halláronla li- bre /(279v)/ y sana, cantando alabanças de la Madre de Dios, con el fabor de la cual confessava aver sido libre de muerte. Fue llevada, pidiéndolo ella, a la iglesia catedral de la ciudad, llamada Santa María la Mayor, y allí la baptizaron, poniéndole por nombre Marisaltos; el nombre de María, por averla librado la Benditíssima María, Madre de Dios, y el de Saltos, por el salto peligroso que dio. Su vida toda permaneció en servicio de la Madre de Dios, en aquella iglesia, la nueva cristiana, y murió santamente.

[60] En Toledo ay seis iglesias que llaman Moçárabes, en las cuales todo el tiempo que esta ciudad estuvo en poder de moros se celebravan los oficios divinos, y ocurrían a oírlos y las frecuentavan los cristianos que estavan mezclados entre los moros, que por lo mismo eran llamados Mixtiárabes, y de ahí vinieron a llamarse las iglesias, y ellos, Moçárabes. Pues en una déstas, que es San Lucas, está una imagen de Nuestra Señora con su Hijo, assentada en una como silla, todo de madera. Es antiquíssima, y, o fuesse por respeto desta santa imagen, o por estar alguna grande y preciosa reliquia en la iglesia, de que no se tiene noticia, se han visto cosas maravillosas en ella, acerca de lo cual yo he hecho las diligencias que me parece que bastan para escrivirlo en este libro como cosa certíssima. Y fue assí, que por los años de Cristo de mil y cuatrozientos y noventa, poco más o menos, siendo cura desta iglesia de San Lucas Gaspar Manso, y viviendo en una casa allí cerca, vinieron un sábado por la tarde cerca de la noche a dezirle que en su iglesia avía música admirable de cantores, y que estava cerrada la puerta, que la hiziesse abrir para que todos gozassen della. Él, muy admirado por saber que la avía dexado cerrada y nadie dentro, tomó las llaves, y algo mal compuesto, sin detenerse en aliñarse o vestirse bien, con una ropa de levantar fue allá, y vido mucha gente a la puerta, que estavan oyendo la música. Él llegó y la oyó, y eran las bozes admirables, y cantavan la Salve a Nuestra Señora. Llegavan al cabo, y el cura abrió la | puerta, y él y todos los que allí estavan entraron dentro, y vieron cuatro niños hermosíssimos, que cantavan delante de la imagen de Nuestra Señora la Salve, y porque acabaron al tiempo que la gente entró, ellos se vinieron a encontrar con los que entravan, y a vista de todos se desvanecieron, y no los vieron más. Entre otros muchos que oyeron la música, que entraron y vieron aquellos niños que eran ángeles, se halló un hombre lego, muy devoto y de buena vida. Éste tomó por devoción desde aquel día de llevar cantores o clérigos a la misma iglesia de San Lucas los sábados en la tarde, a la hora del anochecer, y dezían la Salve, el cual, también él mismo fue con esta devoción a San Lorenço y a San Juste, que son iglesias parroquiales y están cerca de San Lucas, y devía ser con alguna ocasión que la dexava de llevar a una destas iglesias e iva a la otra. Llamávase este hombre devoto Diego Fernández, y por esta su devoción era llamado de todos Diego de la Salve, y yo conocí y tuve amistad con un hijo suyo, clérigo muy recogido, que fue sacristán del Sagrario de la Santa Iglesia de Toledo, y se llamó Diego de la Salve. En el padre fue impuesto el nombre por su devoción, y el hijo le tomó de propriedad, llamándose assí siempre. Poco después desto, dexando una muger que vivía cerca de la misma iglesia de San Lucas una criatura que criava, agena y de padres que tenían en ella puestos los ojos, en la cuna, en tanto que ella baxava al río que está allí cerca a lavar unos paños, cuanto bolvió halló la cuna trastornada, y la criatura muerta. Fue tal su sentimiento que alborotó toda la vezindad a bozes y gritos. No sabía qué hazerse con ella, ni cómo consolarla. Ella tomó el cuerpo muerto en sus braços y llevóle a San Lucas, y púsole sobre el altar donde estava la Madre de Dios, y allí, como leona, dio bramidos, y fue de suerte que, a vista de mucha gente, la criatura que vieron muerta primero, después la vieron con vida. Antes deste tiempo, predicando en España San Vicente Ferrer, y convirtiéndose con sus sermones muchos judíos, mugeres perdidas y malos cristianos, de /(280r)/ modo que era admirable el fruto de su doctrina, llegó a Toledo, donde, predicando un domingo del mes de mayo en la iglesia de Santiago (que es en el Arrabal, y la hizo un rey de Portugal passando por esta ciudad en una romería, que iva a Santiago de Galizia, y por ser obra de rey, la iglesia es amplíssima, y assí, porque cabía en ella mucha gente, San Vicente predicava en ella), a esta sazón avía judíos en España, y en Toledo tenían en la parroquia de Santo Tomé, al arquillo que llaman de la Judería, muchas casas donde vivían (y aun uno de mi linaje se vido en aprieto de ser muerto por justicia, porque, passando un domingo por este arquillo vido una judía que estava hilando a la puerta de su casa, diola una coz para que se entrasse de allí a hilar, que parece que lo hazía en menosprecio del domingo, fiesta de los cristianos, y fue de suerte que no hiló más, porque estava preñada y mal parió, y dizen que murió de la coz); tenían, pues, los judíos, una sinoga y templo grande arqueado, y de maravillosa arquitectura -dezía esta gente que fue el principal que tuvieron después que el de Hierusalem fue destruido-, donde se juntavan y hazían sus ritos y ceremonias; sabido por San Vicente Ferrer, dixo en el sermón:
-¿Cómo? ¿Y será possible que en una ciudad como Toledo, donde baxó la Madre de Dios y honró a su capellán San Ilefonso, que esta ciega gente tenga templo, donde con sus malditos ritos y ceremonias ofendan a Dios, y toda la ciudad sea contaminada con semejantes inmundicias? Vamos, cristianos, todos allá, y echémosles del templo, y consagrémosle en iglesia de la Madre de Dios.
No fue menester más, sino que todos los que le oían el sermón, de tropel, tomando armas y siguiéndoles cuantos los vieron ir, llevando por capitán al santo, y él una cruz grande con un crucifixo pequeño que traía en sus manos y tenía en ellas al tiempo que predicava, llegaron al templo y sinoga, y echaron de allí judíos y juderías, limpiándole y consagrándole en iglesia, que se llamó Santa María la Blanca, y es oy monasterio de mugeres recogidas, y en memoria desto va una pro- cessión | cada año de Santiago a la dicha iglesia, con una imagen que dizen de Nuestra Señora de la Estrella, y otra de San Vicente Ferrer. Quexáronse los judíos desta fuerça, y entretanto que se averiguava, hizieron sinoga en una casa que está también en esta parte de la ciudad, a Barrio Nuevo, que le quedó este nombre. Aunque por fabor de un rey, que gustava de los pechos y tributos que esta gente pagava, siendo muy grandes, les dio templo, no queriendo que bolviessen al antiguo, por estar ya consagrado en iglesia, y en el que les dio estuvieron hasta que los Reyes Católicos echaron de España a los judíos, año de mil cuatrozientos y noventa y dos. Y su sinoga se dio al Orden de Calatrava, y se llama de presente San Benito, donde ay por las paredes escrituras en letra hebrea, hasta nuestros tiempos. He dicho esto por razón que, entrando San Vicente Ferrer en la iglesia de que voy tratando, de San Lucas, dexó allí la cruz que tenía en las manos cuando predicava. Es alta, más que la estatura de un hombre, con un crucifixo pequeño. Hela visto diversas vezes junto a la pila de la agua bendita, y devríase de tener, assí esta Cruz como la imagen de la Virgen, en mucho más respeto y reverencia que allí se tiene, aunque la falta de esto deve ser porque la iglesia es pobre. Demás de lo dicho, por los años de Cristo de mil y quinientos y setenta, siendo cura en la misma iglesia de San Lucas Melchior Gutiérrez, el día proprio de San Lucas, levantándose temprano una donzella hermana suya, con una criada, para aderezar la iglesia, entrando de su casa, vieron una claridad en toda ella como de un grande relámpago, que parece que ciega la vista. La criada salió huyendo, la donzella llegó a las gradas del altar donde estava el Sacramento y la imagen de Nuestra Señora. Allí se derribó en tierra por espacio de media hora, echando de ver aquella claridad todo este tiempo, y cuando amanecía, despareció. Esto oí yo a la misma donzella. Era religiosa muy avisada, y a quien se le podía bien dar crédito. Después, estando por morador en la casa del cura que /(280v)/ se mandava por la iglesia, un clérigo con un hermano, moço de poca edad, madre y hermanas, diversas vezes vieron en la iglesia semejante claridad, como de relámpago, y la primera vez que el clérigo la vido, cayó desmayado y como muerto en tierra, y le llevaron assí a su aposento. El cual me lo dixo a mí con juramento, y llamando a su hermano, sin hablarle él, me dixo que le preguntasse sobre aquello, y afirmó lo que él avía dicho. Semejante claridad y luz del Cielo se ha visto diversas vezes donde están encubiertas reliquias de santos o alguna imagen de la Madre de Dios, y assí, lo que he dicho que se ha visto en esta iglesia de San Lucas de Toledo, o es por la imagen de la Madre de Dios que allí se muestra, o por reliquia de algún santo, cuyo cuerpo está allí. Lo cual tengo por verisímil, porque en tiempo de moros martirizavan a muchos cristianos, como afirma San Eulogio Cordovés, porque dezían mal de Mahoma o no querían recebir su secta, y es de creer que a éstos los sepultavan otros cristianos en sus iglesias, y como se ha dicho, todo el tiempo que Tole- do | fue señoreada de moros, en estas seis iglesias, de las cuales es una San Lucas, se cele bravan los oficios divinos, y assí los cuerpos destos mártires serían sepultados en ellas. Y en confirmación desto, en el año de mil y quinientos y noventa, en la iglesia de San Marcos, también Moçárabe, donde yo soy beneficiado, abriendo una sepultura casi en medio della para enterrar un muerto, hallaron el cuerpo de un sacerdote, con vestido sacerdotal, el vestido sano, y el cuerpo y rostro de suerte que parecía aver pocos días que le avían sepultado, como a la verdad, de más de cincuenta años ay memoria que no fue sepultado allí semejante cuerpo, y era possible que huviessen passado muchos centenares de años. Causó admiración su vista. Todos le tenían por cuerpo santo, y por orden de ministros de la justicia eclesiástica se mandó hazer una arca de madera, donde fuesse puesto y trasladado a algún lugar particular, aunque esto, a la sazón que esto se escrive, no ha tenido efecto, sino que el cuerpo se quedó donde primero estava.

Fin del Discurso de Santa María, Madre de Dios. |