DISCURSO CINCUENTA Y DOS. DE MODESTIA


Alabada es de los autores la constancia de Xenócrates, la templança de Sócrates, la moderación de Agesilao Lacedemonio, la abstinencia de Apolonio Tianeo, la pobreza de Curio y de Fabricio, y la lealtad de Atilio Régulo y de Sexto Pompeyo, la prudencia de Fabio Máximo, el amor de la patria de Arístides el Griego y de Camilo Romano, la humildad de Filipe, rey de Macedonia, la liberalidad de su hijo Alexandre, la clemencia de Julio César, la constancia de Foción, la firmeza de Escébola, la paciencia de Anaxarco, la animosa fortaleza de Epaminondas y de Escipión, la justicia de Seleuco, la castidad de Trebonio, y la gravedad, modestia y mansuetud de Catón. En este Discurso se ha de tratar de los modestos y mansuetos, que es una gente bendita, sin aspereza ni repelo con los próximos, aunque sean dellos agraviados. No dieron mal por mal, no dessearon vengança de ofensas hechas, ni se descompusieron, o fue tan poco, que careció de culpa, | conforme a lo que dize David en el Salmo cuarto : «Si os airáredes, sea sin pecado». El premio que Cristo señala a la mansedumbre es possessión de la Tierra. Los mansuetos viven; los azedos, viviendo mueren. Los mansos y pacíficos, de cosa alguna no reciben pena; los desgustados, de cualquier cosa, aunque sea de poco momento, están atufados y amargos. San Bernardo declara que los mansuetos posseerán la Tierra, esto es, serán señores de sí mismos. Quien se sabe refrenar en los ímpetus coléricos, que suelen ser impetuosíssimos, darle ha Dios por premio que sea señor de sí, que se pueda doblar y hazer fuerça, y si esto es grande premio, dígalo la Filosofía del Mundo y la Cristiana, que dize: «Véncete a ti mismo». Los estoicos, en vencerse pusieron su perfeción, de tal manera que no quedasse passión en pie. Los peripatéticos no pudieron tanto como esto, porque no fácilmente se alcança, sino con sujeción a la razón. Nuestro Redemptor Jesucristo dize: «El que quisiere seguirme y ser mi dicípulo, niéguese a sí mismo». Desto se verán algunos exemplos.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Abel fue mansueto, y pruévase porque miró Dios a él y a sus dones y ofrendas, y suele, como dize David, mirar a los humildes y mansuetos. Contra el cual, por tener dél envidia su inicuo hermano /(313r)/ Caín, le mató, sin que él se defendiesse, sino que se dexó matar como inocente cordero. Y por ello el perverso fratricida provocó más contra sí la ira de Dios, de quien fue maldito. Es del 4 capítulo del Génesis.

[2] Jacob tenía a Esaú, su hermano, grandemente airado. A quien, viniendo de Mesopotamia, le salió al camino, estando en Galaad. Su intento parecía ser de vengança, mas Jacob se le arrodilló siete vezes, ofrecióle dones, llamóle señor, y assí, al que se temió que hiziera mucho daño, abraçó y besó con tanta ternura, que lloró con él, y la ira del uno se mitigó con la humildad y mansuetud del otro. Es del Génesis, capítulo 33.

[3] Josef, mancebo mansuetíssimo, fue puesto a morir por sus hermanos en una cisterna o poço sin agua, y después vendido a gente estrangera. Y a los que le trataron desta suerte, siendo governador en Egipto, los recibió blandamente y les dio de comer, no bolviendo mal por mal, sino venciendo el mal por bien. No sabe airarse el mansueto, y sabe hazer bien a quien le hizo mal. Es del Génesis, capítulo cuarenta y cinco.

[4] David recebía siempre nuevos agravios de Saúl, y la recompensa era servirle, hazerle bien, defenderle el reino. Y assí, a quien no pudo ablandar con buenas obras, mereció ser su sucessor en el reino. De donde vino que quien perseguía al inocente vino a morir con las armas de sus enemigos, y el que no quiso hazer mal a su perseguidor, sino bien y servicio, vino a reinar. Y por lo mismo, cuando orava, dezía: «Acuérdate, Señor, de David y de su mansuetud». Es del Primero de los Reyes, capítulo 24.

[5] La modestia es virtud entre dos passiones de la alma, que son pusilanimidad y sobervia. Faraón fue sobervio, y por lo mismo quedó sumergido en el mar Bermejo. Y Moisés passó por él a pie | enxuto, cuya mansuetud se echó bien de ver cuando rogó a Dios por los que murmuravan dél y le perseguían. Mas la sobervia de Faraón, con açotes gravíssimos no pudo ablandarse, y antes dexó la vida que la dureza. Es del capítulo 14 del Éxodo.

[6] «Deprended de Mí, que soy manso y humilde de coraçón», dize Jesucristo, y refiérelo San Mateo en el capítulo 11. Y vídose en lo que padeció todo el tiempo que estuvo en el Mundo, conversando con los hombres, assí de obras como de palabras, porque las oyó de murmuración, de contradición, de irrisión y de afrenta. Murmuráronle en público y en oculto. En oculto, juzgando mal dél dentro de sus coraçones. Por San Lucas, en el capítulo 7, dixo el fariseo Simón, viendo a sus pies a la Magdalena:
-Si éste fuera profeta, conociera quién es la que está a sus pies.
Y por lo mismo, San Lucas, capítulo 5, diziendo a un enfermo que le eran perdonados sus pecados, algunos de los que le oyeron, replicaron:
-Éste blasfema, y ¿quién puede perdonar pecados, sino Dios? ¿Dios se nos haze entre manos?
En público le murmuraron cuando dezían los escribas y fariseos, hablando a los Apóstoles, y lo refiere San Mateo, capítulo doze:
-¿Por qué come vuestro Maestro con publicanos y pecadores?
Que fue dezir: «Tal deve ser Él, como con los que trata». Y cuando dezían, como lo refiere San Lucas, capítulo onze:
-Con poder de Beelzebub, Príncipe de Demonios, los echa de los cuerpos de los hombres.
Y en otra parte dezían:
-No es de Dios este hombre, pues quebranta sus fiestas.
Y es de San Juan, en el capítulo nono. Y en el octavo, le dixeron:
-Tú das testimonio de ti mismo, y assí, no es verdadero.
Y añadían:
-No tienes cincuenta años, ¿y viste a Abraham?
Dixéronle palabras de irrisión, cuando por San /(313v)/ Mateo, en el capítulo nono, oyéndole dezir que no era muerta la donzella, hija de Jairo, como la huviessen visto muerta muchos dellos, los mismos hazían burla dél. También le dixeron palabras afrentosas por San Lucas, capítulo octavo:
-¿No dezimos nosotros bien, que eres samaritano y que tienes demonio?
En hecho padeció assí mismo grandes afrentas. Por San Juan, capítulo octavo, estando predicando en una Sinagoga, dize que se indignaron los oyentes contra él, y que le echaron mano y llevaron fuera de la ciudad, a un monte, queriéndole precipitar dél. Otra vez tomaron piedras para apedrearle. Aunque en su tiempo de Passión fue lo riguroso, porque cumpliéndose lo que avía primero dicho de sí, fue escarnecido, açotado y crucificado. Escarnecido fue de los soldados, que burlavan dél, hincavan las rodillas en su presencia, diziendo:
-Sálvate, Rey de los Judíos.
Y para burla y mofa le vistieron una ropa de púrpura rota y manchada, en su mano una caña, y en su cabeça, una corona de espinas, todas insignias de rey, mas como rey de burla. Los escrivas y fariseos también le escarnecían, diziendo:
-Hizo libres a otros y a sí no puede librarse.
Los que passavan cerca de la Cruz blasfemavan dél, moviendo sus cabeças, y hasta uno de los ladrones le dezía improperios y afrentas. Fue assí mismo açotado, excediendo en esto a todo lo que disponían las leyes, pues llegaron los açotes a cinco mil, y dados con la mayor crueldad que se dieron a hombre, por malo y facinoroso que fuesse, siendo juzgado por peor que Barrabás, que tenía semejante apellido de facinoroso, añadiéndosele el de ladrón y homicida. Y como si fuera caudillo o cabeça de los semejantes, le crucificaron y pusieron | en medio de los sentenciados a muerte por públicos ladrones. Todo esto padeció el Hijo de Dios, mostrándose mansueto y con suma modestia, pues al que le vendió y procuró la muerte, que fue Judas, viniendo a prenderle, le llamó amigo. Al siervo del Pontífice que le echó la mano, cortándole San Pedro la oreja, se la sanó. A los juezes Anás, Caifás y Pilato, respondió con palabras blandas y suaves. Por los verdugos que le crucificaron, rogó, y al ladrón que estava a su lado, perdonó y prometió el Paraíso. Por lo cual, pudo bien dezir: «Deprended de Mí, que soy mansueto y humilde».

[7] Los Apóstoles y Discípulos del Señor, llevando la carga libiana y jugo suave del Evangelio, predicándole por todo el Mundo, sufriendo las persecuciones de los tiranos y no las resistiendo, vencieron. Eran açotados y atormentados, y bolvían de los tribunales de los juezes contentos y regozijados por hallarse dignos de aver padecido persecuciones por el nombre de Cristo. Es del Libro de los Hechos de los Apóstoles , capítulo quinto.

[8] San Juan Baptista, grandemente se mostró modesto cuando le vinieron a preguntar de parte del colegio de los escribas y fariseos de Jerusalem si era el Messías. Y tenía ganada tanta opinión, que si dixera que sí, le tuvieran por que lo era. Y fue su modestia tan grande, que no sólo no se levantó con aquella alta dignidad, sino que afirmó no ser digno de descalçar la correa del calçado al que de veras lo era, entendiéndolo por Cristo. Y refiérelo el Evangelista San Juan, en el capítulo primero.

[9] San Pablo y San Bernabé no poco se mostraron modestos en Listris, donde, aviendo sanado a uno que nació coxo, sin aver dado passo en su vida, viéndole sano de repente, levanta- ron /(314r)/ las bozes los vezinos de aquella ciudad en sus alabanças, diziendo que eran Dioses, y llamavan a San Bernabé Júpiter, y a San Pablo, Mercurio, y los sacerdotes de semejantes ídolos les traían toros para les sacrificar. Mas | los Apóstoles, con grande modestia les fueron a las manos, diziendo:
-¿Qué hazéis, hombres? Que nosotros mortales somos como vosotros.
Es del Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo octavo.

Lo dicho se coligió de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Gregorio Papa hizo grandes diligencias, siendo electo en semejante dignidad, para no serlo, y embió diversos recaudos al emperador Mauricio para que, de la manera que pudiesse, lo estorvasse. Y Benedicto Tercero derramó primero que aceptasse la dignidad Pontifical muchas lágrimas, y recibiéndola, dio della tan buena cuenta, que nunca les pesó a los electores de averle elegido. Nicolao Primero, siendo también electo en Papa, huyó de Roma por no la aceptar, y si la aceptó fue por no parecer que resistía al Espíritu Santo. Celestino Quinto, después de ser Papa renunció la dignidad. Todos se mostraron bien modestos, y lo dicho se refiere en el Pontifical Romano.

[2] Pedro Damián, aviéndole criado Cardenal y Obispo de Ostia el Papa Gregorio Séptimo, dexó el obispado y capelo y se fue al desierto, donde hizo vida solitaria. Andrés, fraile menor, no quiso aceptar el capelo que le ofrecía Alexandre Cuarto. Santo Tomás de Aquino, del Orden de Predicadores, y San Bernardino, del Orden de los Menores, dexaron de aceptar algunos obispados que les ofrecían diversos Sumos Pontífices, por modestia y humildad, como parece en sus Vidas.

[3] Ambrosio, patricio romano, siendo prefecto en Milán, fue electo en arçobispo, y sabido por él, huyó de la ciudad. Aunque esta diligencia, ni otras que hizo, fueron parte para estorvar la dignidad, antes dio della tan buena cuen- ta | teniéndola, que mereció título y honra de santo, y refiérese en su Vida.

[4] San Hilarión Monge mostró su grande modestia en el cuidado que tuvo de huir lo que el Mundo y los mundanos apetecen, que es gloria y estimación. Nació en Palestina, passó en Egipto, adonde San Antonio avía vivido. Y siendo allí tenido en mucho, bolvió a su tierra, y desde a poco la dexó, porque allí no le dexavan personas, que le davan honra de santo. Bolvió a Egipto, y creciendo la estimación, passó a Sicilia, donde para sustentar su vida hazía un haz de leña en el monte, y vendíale en la ciudad. Mas, siendo conocido y honrado, passó también a la ciudad de Epidanro en Dalmacia, pensando allí estar oculto. Mas, pareciéndose al Sol, que muda un signo y otro, y siempre resplandece, siendo allí estimado en mucho por conocer su santidad, la cual estimación no menos daña los ánimos de los buenos, que las pestilencia los cuerpos, passó en Cipro, y en un monte de aquella isla se recogió, donde acabó el huir y el vivir. Refiérese en su Vida.

[5] Elotario, rey de Bretaña, yendo a caça descubrió un javalí. Siguiéronle los perros, y él fue a defenderse a los pies de un santo ermitaño que residía en aquella soledad, llamado Deicolo, teniéndose allí por más seguro que en las montañas, y fue presagio de su lenidad y mansuetud. Los que le seguían no osaron hazerle daño, por reverencia del varón santo. Refiérelo Marulo, libro cuarto. /(314v)/

[6] Otro jabalí se fue a faborecer a la celda de Basolo, abad remense. Derribóse a sus pies, y estuvo tan seguro, que los perros, aunque venían siguiéndole con grande ímpetu, se detuvieron. Era el caçador Atila, y admirándose de lo que vido, dio todo aquel campo al santo abad Basolo, juzgándole por digno de toda merced real, pues el javalí reverenciava su mansuetud, y los perros, su santidad. Es de Beda en su Vida, capítulo séptimo.

[7] A Columbano Abad se mostraron sujetos y obedientes ossos, y a Heleno, santo ermitaño, cocodrilos del Nilo. A éstos amenazava Heleno y los hazía recoger en el río; a aquéllos ponía carga y se servía dellos Columbano. No se mostraran tan sujetos estos animales silvestres y acuátiles si no sintieran la virtud de modestia, a la cual reverenciavan. Es de Marulo, libro cuarto.

[8] San Hierónimo residía donde era perseguido de gente mala y invidiosa. Fuese de aquella ciudad, porque es proprio de gente mansueta no dar lugar a la improvidad y malicia de los adversarios, y no contender con la malicia de gente pertinaz. Y fue assí, que a quien perseguían los hombres en Roma, servían en Siria las bestias. Estava un día en su monasterio de Betleem, y dexada su ferocidad, entró un león halagando con la cola, y no fue esto parte para que no huyessen los que estavan presentes. Llegó a San Hierónimo y mostróle una mano herida y llagada de una espina. Sanóle, y agradecido el león, quedóse para servicio del monasterio, donde no ya le temían los monges, sino que andava doméstico entre todos. Llevava un jumento a pacer siendo él su guarda, y antes se le comiera. No pudo mostrarse feroz, donde expe- rimentó | la benigni dad del huésped, ni apartarse dél, aviendo recebido salud por su ocasión. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[9] Marino, nacido en Arba, ínsula de Dalmacia, hazía vida solitaria cerca de Arimino. Sucedió que, bolviendo de Roma a su celda en un asnillo, acometióle un osso terrible y mató al asnillo. El ermitaño assió del osso y le mandó que le llevasse hasta su celda, en lugar del jumento muerto. La bestia se desnudó de su ferocidad y obedeció al santo varón, humillándose para que subiesse sobre sus espaldas, cuyo jumento no perdonó. Y mostró bien su modestia y mansuetud Marino en que, aviendo perdido su bestia, no se aceleró con el autor del daño, sólo quiso servirse dél y dar prueva que pudiera tomar dél vengança, pues con tanto imperio iva assentado sobre él. Es de Marulo, libro cuarto.

[10] Favorecióse de Basiano, obispo laudense, una cierva, huyendo de los caçadores. Los cuales, viendo el caso, admiráronse, aunque uno dellos quiso echar mano della, mas apoderóse dél el demonio. El obispo, que recibió blandamente la fiera y la defendió con clemencia, no se airó con el atrevimiento de aquel hombre; antes, teniendo dél piedad, le restituyó la salud. Guardó fidelidad a la fiera, que confió dél, y benignidad con quien le probó su paciencia, y assí favoreció a amigos y a enemigos. Es de San Paulino en la Vida de San Ambrosio , y refiérelo Marulo, libro cuarto.

[11] San Gil tenía su assiento en una cueva a los vertientes del Ródano, sin comunicar con persona alguna. Tenía consigo una cierva que le sustentava con su leche, la cual, sien- do /(315r)/ perseguida de perros de caça, recogióse a su huésped. Derribóse a sus pies llena de temor, pidiendo favor a quien antes avía esperimentado su mansuetud. Hizo oración el santo, y los perros se detuvieron sin llegar a la cueva, estando cercada de árboles y malezas. Uno de los caçadores, sin saber adónde, disparó una saeta y hirió al santo abad en el rostro. Luego, hendiendo por la espessura, llegaron al santo viejo y vieron la cierva a sus pies echada, y él herido en el rostro, y que de la herida le corría sangre. Quedaron confusos, y con mucha humildad le pidieron perdón, siéndoles fácil de alcançar del santo. El cual, tan liberalmente perdonó la ofensa, como rogó por la cierva. Con igual simplicidad fue solícito por ella, como por ellos mansueto. Es de Fulberto Carnotense, y refiérelo Marco Marulo, libro cuarto.

[12] A Remigio, obispo de Reins, venían páxaros y recebían la comida de sus manos. A porfía ivan unos y venían otros, no teniéndose por tan seguros de apacentarse en los campos abiertos, como en el seno del mansuetíssimo perlado. Es de Surio, tomo primero.

[13] Jodoco, hijo del rey de Bretaña, dexando el reino su padre y viniendo solitario, sirviendo a Cristo, venían a él palomas y peces, y recebían de su mano sustento. Dízelo Rodolfo Agrícola.

[14] La mansuetud de Maxencio, abad en Poitiers, hizo que las aves agrestes no se assentavan de tan buena gana en los árboles como en sus manos. Dávales migajas de pan y granos de trigo, y apacentadas, bolavan. Es de Marulo, libro cuarto. |

[15] Severo, abad agatense, viniendo un páxaro huyendo de otro a favorecerse dél, le recogió y amparó. Más, viéndole que traía una pierna quebrada, hizo oración por él y sanóle. Teniéndole sano, le despidió. Es de Marulo, libro cuarto.

[16] San Francisco también fue insigne en lenidad y mansuetud. Estando predicando, venían a él aves a oírle, y no se ivan hasta que les hazía señal, y hecha, dando chillidos mostrando contento, tomavan buelo. Es de San Buenaventura en su Vida, capítulo octavo. El mismo santo, pas seándose por un huerto y oyendo cantar una cigarra que estava en una higuera, hízole señal y vínosele a la mano, y allí le dixo que alabasse a Dios, y ella cantó dulcemente. Las bestias que acostumbravan a huir la compañía de los hombres, no temían llegar al mansuetíssimo Francisco, ni podían contradezir a su mandato, estando tan favorecido de virtud del Cielo. Es del capítulo doze de su Vida.

[17] Santa Brígida Virgen, viendo un ferocíssimo javalí que venía a hazer mal a un hato de ovejas, fue a él, y con su palabra le bolvió tan manso, que encomendándole la guarda de las mismas ovejas, como su pastor las llevava a repastar y las bolvía a casa. Quiso el Señor que la ferocidad de la bestia reconociesse señorío en la mansuetud de aquella santa y bendita donzella, para que se viesse cuánto estima semejante virtud. Es de Surio, tomo cuarto.

[18] Ni se deve passar en silencio la gran modestia y lenidad de las santas donzellas consagradas a Cristo, que están en los monasterios encerradas, unas con voto de clausura, otras, que sin averle hecho, le guardan; /(315v)/ todas obedientes a sus perlados, assistiendo un tiempo en el coro a los Divinos Oficios, otro, en sus labores. Ni porque les suceda cosas de pena muestran muchas dellas sentimiento o pena. No murmuran, no se les vee el rostro airado o torcido, siempre con serenidad y modestia. De las cuales se han visto y se verán en este libro diversos exemplos en los Discursos de Obediencia y Paciencia, y en otros semejantes.

[19] San Teodoreto, en su Historia Religiosa , escrive de Salamano Ermitaño que tenía una celda junto al río Eufrates, de la cual salía rompiendo una pared tres vezes en el año, y traía bastimento y tornava a encerrarse, sin salir más de allí ni hablar con persona alguna. Tuvo noticia dél el obispo de aquella provincia, quiso verle, rompió la pared, y visto, no le quiso hablar, aunque mostrava el rostro alegre. Ordenóle sacerdote y declaróle la gracia que recebía, y él todavía mudo. Tornó a cerrarle la pared, sin que Salamano mostrasse que le plazía o pesava. Vinieron ciertos hombres una noche de la otra parte del río, y desseando tenerle consigo, derribaron la celda. Y llevándole a su tierra, hiziéronle otra en que le encerraron, sin que él mostrasse pena ni gloria. Los vezinos de donde estava primero tornaron otra noche por él, y lleváronsele, armándole celda y poniéndole en ella, no descuidándose de guardarle, porque tenían buena dicha que estuviesse con ellos. Y a todo esto, ni habló palabra ni mostró sentimiento Salamano; tanta era su quietud y modestia.

[20] El emperador Arcadio de Constantinopla tenía un capitán en su exército, de nación godo, y en secta ariana. Éste pidió con grande instancia al | emperador le diesse un templo en que él con los que seguían su vando pudiessen juntarse a celebrar a su modo los Oficios. Resistiólo valerosamente Crisóstomo, que a la sazón era allí Patriarca, y diziendo el godo, delante del emperador, que por lo que avía hecho en servicio de su corona se le devía conceder esto, respondió Crisóstomo:
-Si as servido bien al emperador, él te lo ha pagado mejor. Cuando veniste a servirle eras pobre y de poco nombre, aora, muy rico y nombrado en todo el Oriente. Nada te deve.
No tuvo él qué responder a esto; calló y fuese de allí. Allegó gente y levantóse contra el emperador, hízole guerra y molestava el imperio. Visto por San Juan Crisóstomo lo que passava, fuese con poca compañía para el Gaina, que assí se llamava el godo. Admiróse de verlo y quedó confundido de considerar su modestia. Salió a recebirle, arrodillósele, pidióle las manos, besóselas y púsoselas en los ojos, mandando a sus hijos que hiziessen lo mismo. Y antes que bolviesse de allí el santo perlado, le reduxo al servicio del emperador. Es de la Vida de Crisóstomo, escrita por Paladio, Heleno Politano, y por Simeón Metafraste.

[21] San Gregorio Taumaturgo, natural de la ciudad de Neocésare, muy virtuoso y muy docto, en el tiempo que rematava sus estudios tenía a otros sus condiscípulos llenos de embidia, y procuravan levantarle testimonios con intento que a los ojos de otros no fuesse tenido por mejor y más dado a la virtud que todos. Sucedió que, estando algunos dellos por esto dél muy sentidos, concertáronse con una muger deshonesta que llegasse, viendo a Gregorio en compañía de otros filósofos y sabios, que- xándose /(316r)/ dél que se avía aprovechado della prome tiéndole cierta cuantía de moneda, y que le avía engañado, no dándosela. Hecho el concierto, viendo un día que estava Gregorio tratando cuestiones subtilíssimas de su facultad con otros que gustavan de oírle, por mostrarse de ingenio subtil y delicado, y muy elocuente tratándolas, teniendo un vestido honesto y humilde, como de ordinario le traía, llegó la muger, y con gestos y meneos impúdicos y lascivos, quexándose y haziendo amenazas, propúsole lo que le avían impuesto. Oído de los presentes, miraron a Gregorio, porque semejante caso entendían que era dél muy estraño, y conociendo que era calumnia, enojáronse con la mugercilla y querían echarla de allí con mal. Él, sin hazer mudança en su rostro, sin dezir «Es calumnia ésta», sin alegar testigos de abono acerca de su vida y castidad, sin echar juramentos que tal cosa no avía hecho, sino con grande modestia, bolvió a uno de sus criados, y díxole:
-Oyes, da a essa muger lo que pide y váyase, no nos estorve nuestra plática.
El criado preguntó a la muger qué era la cuantía que pedía. Y sabido della, puso mano a la bolsa y diole el dinero. No permitió Dios que en la castidad de Gregorio quedasse nota, ni aquella mala muger sin castigo. Assí, como tomó el dinero en sus manos, se apoderó della el diablo y la atormentó de tal manera, que todos entendieron su maldad. El siervo de Dios, movido a compassión, hizo oración por ella y perseveró tanto, que el demonio la dexó libre. Declaró su maldad, y cómo avía sido impuesta en que hiziesse lo que hizo de los que desseavan que Gregorio fuesse como ellos eran, para que su vida no les reprehendiesse. Mas el santo | moço quiso más ser tenido por malo, que serlo.
Otro exemplo también de modestia se halla en su Vida, la cual escrivió San Gregorio Niseno, y fue en esta manera: Era ya obispo de su tierra Neocesarea, a la cual iva para exercitar su oficio. Llegó con algunos familiares y amigos suyos a hazer noche en un templo de Apolo, no lexos de la ciudad. Entró en él San Gregorio, y los que ivan con él, y haziendo la Señal de la Cruz en el aire, huyeron grandes catervas de demonios, que tenían allí assiento, y davan oráculos y respuestas a personas que venían a él a sacrificar. Empleóse Gregorio la mayor parte de la noche en oración y en cánticos de Himnos y Salmos, tanto que ya parecía casa de Dios la que antes era de demonios. Venida la mañana, y tornando a proseguir su viaje, el sacerdote que tenía cargo de aquel templo vino a él, y haziendo como solía su salutación al ídolo, en lugar de responderle, se oyó bozear fuera del templo y que le dezían los demonios cómo ya no podían entrar en aquella casa, por aver estado en ella Gregorio. Hízoles sacrificios, aprovechóse de ciertas ceremonias con que atraerlos a que se bolviessen. Ellos le respondieron que no se cansasse, porque no podían. Informóse dellos quién era Gregorio y dónde le hallaría. Y cierto de todo, fue en su seguimiento. Hallóle con su compañía, que caminava para la ciudad. Començó aquel ministro de los demonios a hazerle grandes amenazas, que avía de querellar dél al magistrado de la ciudad, porque, siendo cristiano, avía entrado en el templo de los ídolos, echado dél a sus Dioses y impedido sus oráculos. Oído esto por San Gregorio, con grande modestia le respondió: /(316v)/
-No te aflijas, hermano, sabe que sirvo a un Señor en cuyo nombre puedo echar los demonios de donde quiero, y traerlos a donde quiero.
El otro, admirado desto, le dixo:
-Pues haz que tornen al templo donde estavan.
Abrió Gregorio un libro que traía, y rompió de una hoja una pequeña parte, y escrivió en ella estas palabras: «Gregorio a Satanás: entra». Llevó el sacerdote la carta, púsola sobre el altar, hizo su sacrificio, y luego le respondieron los demonios como primero. Púsose a considerar aquel caso, y pensó en sí que pues Gregorio mandava a los que él tenía por Dioses, y le obedecían, y que dezía hazer esto por servir a un Dios, que sería aquel Dios muy poderoso, pues sus siervos podían tanto. Dexó su templo y fuese a Gregorio, que no sin providencia del Cielo avía hecho todas estas cosas y esperava fruto dellas. Detúvose hasta que bolvió a él aquel sacerdote, y buelto, y dándole cuenta de lo que passava, pidióle con grande instancia le dixesse quién era aquel su Dios tan poderoso, porque él le quería servir, y dexar Dioses que tan poco podían. Y assí lo hizo.

[22] Bolvía a la ciudad de Florencia de un campo y labrança suya, bien acompañado de criados, Juan Gualberto, y en un camino estrecho vido venir a dar en él cierto hombre, el cual poco antes le avía muerto un solo hermano que tenía. Visto por Gualberto, sacó la espada y fue con acelerado passo a vengar aquella muerte, siéndole cosa fácil, porque el otro estava solo y no podía huir, y él bien acompañado y a cavallo. Visto por el delincuente, derribóse de rodillas y pidióle por amor de Jesucristo que no le matasse. Juan Gualberto se enterneció oyendo aquel dulcíssimo nombre, y no | sólo cessó de la vengança merecida, sino que le perdonó la muerte del hermano y le abraçó en señal de amistad. Entró luego el Gualberto en una iglesia, y ofreció su espada a una imagen de Cristo Crucificado, diziendo que por su amor cessó de hazer aquella muerte, y le ofrecía las armas con que la efectuara si no huviera este estorvo. El Crucifixo, a vista suya y de otros, se le inclinó la cabeça en señal de agradecimiento. Lo cual visto de Gaulberto, hallándose de nuevo obligado al Redemptor del Mundo por este milagroso favor que le hizo, dexó su tierra y hazienda, y con otros que se le juntaron fundó una nueva religión, que llamó del lugar donde tuvo origen, de Valle Umbroso, en que vivió y murió santamente. Es de su Vida, escrita por Blasio Melanesio, y referida por Surio, tomo cuarto.

[23] En la Crónica de los Frailes Hierónimos se dize que en el monasterio de Valparaíso estava un fraile llamado fray Juan de Carmona, muy modesto y sin malicia. Entró de poca edad en la religión, y por lo mismo ignorava mucho de lo que en el siglo se sabe. Acaecióle que, saliendo del monasterio y entrando en el pueblo que estava allí, junto con otro fraile que le llevava consigo, vido en el suelo un naipe, el cual era una sota, que es figura en aquel juego. Pensó él que era imagen de algún santo, levantóla del suelo, y buelto a su monasterio, teniendo en su celda algunas imágenes, puso la sota entre ellas. Y siendo vista después por otro fraile, díxole:
-¿Para qué tenéis aquí esto?
Respondió el fray Juan:
-Padre, halléle en el suelo, y deve ser imagen.
Replicó el otro:
-No es imagen.
Y quitóla de allí sin dezirle otra cosa, espantado de su simplicidad y modestia. /(317r)/

[24] Fray Gerardo de Florencia, del Orden de los Menores, aviendo sido portero en el monasterio de Muro de la Marca por veinte años, en todo este tiempo no miró al rostro a persona alguna, ni conocía sino al Síndico de la casa. Preguntáronle una vez qué tanto avía que era fraile, y respondió:
-Ni un solo día. Bien sé yo que ha setenta y cinco años que traigo el hábito de fraile menor, mas cuánto tiempo he sido fraile en las obras y vida, yo no lo sé.
Es de la Tercera Parte de las Crónicas de San Francisco , libro octavo, capítulo veinte y siete.

[25] San Antonio de Florencia, en su Segunda Parte Historial , escrive del Papa Benedicto Undécimo, que viniendo a visitarle estando en Perusa su madre, que era una viejecica pobre, los familiares del Pontífice la vistieron de seda y oro, y él, viéndola, dixo que aquélla no era su madre. Y assí tornó a tomar sus humildes vestidos, y con ellos entró, y él la abraçó y se regozijó con ella mucho.

[26] San Gregorio, en el Primero Libro de sus Diálogos, capítulo primero, escrive un exemplo de modestia notable de cierto monge llamado Libertino, el cual, por ser viejo, andava en un jumento. Passó el exército de los godos que andavan por Italia cerca de su habitación, y uno dellos, viendo el jumento, quitósele, y quiso llevársele. El monge le dio un açote, diziendo:
-Toma, hermano, con que le hagas andar, que es lerdo y sin él no te será de provecho.
Tomó el açote el soldado y no pudo moverse de un lugar, y assí dexó el jumento.

[27] Por la muerte de Juliano Apóstata, que fue en una batalla, dava el exército la investidura del Imperio a Salustio, que tenía la prefectura Palatina, | hombre diligente y de grande ánimo. Mas, siendo muy modesto, escusóse diziendo que era viejo y enfermo, y assí fue electo Joviniano. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[28] Avernir y Josafat, hijo suyo, reyes de la India, en el año de Cristo de trezientos y ochenta, dexando el reino, vivieron en religión. Es de San Juan Damasceno en su Vida.

[29] El Papa Pío Segundo escrive que en su tiempo, siendo electo en emperador Ludovico Landgravio de Turingia, varón claro en armas e insigne en justicia, porque no sabía letras, siendo importante el saberlas para el imperio, no quiso aceptar la elección. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[30] Belisario, capitán de Justiniano, trayendo guerra con los godos en Italia, aunque se defendían dél, embiáronle a dezir que si quería ser su rey y señor de Italia, que ellos le obedecerían y se le harían súbditos, porque le amavan siendo virtuoso, y aborrecían a Justiniano, que era avariento. Este partido no quiso aceptar Belisario, por ser modesto y fiel a su señor. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[31] Carlomagno, hermano de Pipino, le dexó la mitad del reino, que heredó de su padre, y se entró monge benedicto en Monte Casino. Eteulfo y Inas, reyes de Inglaterra, dexaron el reino y entraron en religión. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[32] En tiempo del Papa Clemente Quinto, Juan, rey de Armenia, dexó el reino a su sobrino León, y se fue a vivir solitario a un desierto. Y como después los turcos cutenos hiziessen guerra en Armenia, y León la defendiesse mal, fue buelto del desierto al reino Juan, y defendióle valerosamente. Y mostró en esto que no de fla- queza /(317v)/ avía dexado el govierno. Afírmalo Fulgoso, libro cuarto.

[33] Imberto, dalfín de Viena, en el año de mil y trezientos y cuarenta y nueve, vendió su estado a Filipe de Valois, Sexto rey de Francia, desde el cual tiempo el primogénito de Francia tiene este título y estado de Dalfín de Viena. El precio repartió a pobres, y entróse fraile en León del Orden de Predicadores. Dízelo assí mismo Fulgoso, libro cuarto.

[34] Por muerte de Juan Dandulo, duque de Venecia, fue electo para aquella dignidad y oficio Jacobo Tepolo. Sabido por él, entró en un navío y passó en Africa, donde estuvo hasta ser cierto que avían elegido, y él aceptádolo, en duque de Venecia, a Pedro Grandenico. El mismo oficio y dignidad de duque tuvo Juan Particiacio, dicho Baduerio, seis años, y le dexó de su gana, y bolvió a vida privada. Eligieron en su lugar a Pedro Candiana, y murió presto en una batalla que tuvo en Esclavonia. Fue por fuerça buelto al estado Juan Baduerio, y túvole cuatro meses, y en este timpo apaciguó algunas diferencias y pleitos dificultosos que se tratavan entre vezinos de Venecia, y tornó a dexarle y a vivir privadamente. Siguió las pisadas déstos, y con ventajas, Pedro Urseolo, el cual, en el segundo año que tuvo el mismo ducado de Venecia le dexó, y juntamente, la patria, muger y hijos. Salió de noche de Venecia y fuese a vivir solitario con San Romualdo, ermitaño en Francia. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[35] Muerto el rey de Bohemia, Alberto, dexando a Ladislao, hijo suyo, niño en la cuna, todo el reino, pidió a Alberto, duque de Baviera, que recibiesse aquel reino, dando razones | aparentes para este fin, de que no podían esperar tanto tiempo quién los defendiesse y amparasse, teniendo cada día a los ojos sus enemigos, los turcos. Mas, usando de modestia, sin aceptar lo que le era pedido, persuadió a que no otro, sino el niño Ladislao fuesse su rey. Y si esto fue mucho, no fue poco, sino más digno de loa, por lo que hizo el infante don Fernando, que le ofrecían el reino de Castilla y León, por muerte de su hermano, el cual, dexando un hijo en braços de la ama, él le tomó en los suyos y salió a los grandes y gente del reino que estava presente, diziendo:
-Éste es vuestro rey, españoles. A éste devéis fidelidad y obediencia.
Y en presencia le besó la mano. Y por esta lealtad y modestia quiso Dios que tuviesse reino con más legítima causa que tuviera éste, y fue el de Aragón, en que por votos le eligieron, muerto don Martín, su heredero, que fue rey. Esto se refiere en las Crónicas de España. Lo primero dize Fulgoso.

[36] Friderico, marqués de Brandenburg, no quiso aceptar el reino de Polonia, siendo llamado a él por la muerte de Vladislao, atento a que le conocían y se avía criado allí, y dio por escusa que devían eligir a Casimiro, duque de Lituania, hermano del muerto, perteneciéndole según razón y derecho. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[37] A Luis Duodécimo, rey de Francia, siendo duque de Orliens, hízole algunos agravios otro hombre poderoso de Francia, sin que él pudiesse o quisiesse satisfazerse. Sin esto, el rey Carlos Octavo de Francia, mostrándosele enemigo, aunque pariente, también le hizo molestias, prendiéndole y tratándole ásperamente por medio /(318r)/ de sus privados y gente que tenía en su casa y palacio. Después de lo cual, muerto Carlos, vino a ser rey de Francia el Luis, y trayéndole a la memoria del que primero le agravió, dixo que no convenía vengar al rey de Francia las injurias hechas al duque de Orliens. Y a los criados del rey muerto, que también le avían sido molestos y hecho agravios, quiso que se quedassen en su servicio. De manera que todos los días veía los rostros de los que le pusieron en prisión y trataron descomedidamente, y se les mostrava afable, y les hizo bien de la manera que le pudieran recebir del que a él hizo tanto mal, si fuera vivo. Lo dicho es de Fulgoso, libro cuarto.

[38] Notables exemplos de modestia se pueden colegir de la vida de fray Hernando de Talavera, primer arçobispo de Granada, después que los Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, la ganaron a moros. Y fue uno, que estando una vez tomando cuentas, por ruego de los mismos Reyes Católicos, a unos tesoreros de cuantías que se avían juntado por razón de cierta indulgencia que el Papa avía concedido para la expedición y conquista del reino de Granada, huvo alguna diferencia al tiempo del darlas, y alterado uno de los tesoreros en su presencia, siendo a la sazón obispo de Avila, dio un gran golpe sobre la mesa en que estavan dos candeleros con sus velas, y enojado, ívase la escalera abaxo. Tomó el perlado uno de los candeleros y dixo:
-Esperad, hermano, no caigáis, que esta escalera es escura.
El tesorero bolvió muy confuso, y hincadas las rodillas, le dixo:
-Oh, señor ¿y vuestra señoría avía de venir a alumbrar a un hombre tan descomedido y malcriado como yo he si- do? |
Respondió el siervo de Dios:
-Hermano, oficio es de los perlados alumbrar a los que no llevan buen camino.
Quísole besar los pies, mas él le abraçó, y tornando a sus cuentas, se acabaron con mucha paz.
Otro exemplo de modestia, y a mi juizio notabilíssimo, fue que, trayéndole una carta un escudero, siendo arçobispo de Granada, y queriendo por tres vezes entrar a dársela, y no le dexando por estar ocupado en negocios de grande importancia, llegó cuarta vez y pudo entrar, sin ser impedido ni visto, hasta donde el arçobispo estava. Hallóle leyendo sobre una mesa, y con boz alta y atrevida, sin le hazer acatamiento alguno, le dixo:
-Tres vezes he venido aquí y no me han dexado entrar a daros esta carta, mas yo juro a tal que no la avéis de leer.
Y diziendo esto, hizo pedaços la carta en presencia del arçobispo y bolvió las espaldas. Este desacato no le provocó a ira, ni dio señal de indignación, sino que cogió los pedaços de la carta y humedeció con un poco de agua la mesa, y allí los concertó, de modo que pudo leerla. Y sabiendo cúya era, respondió luego, sin hazer memoria de lo que avía hecho el escudero. Y dando las señas dél a un su criado, le embió que fuesse por los mesones, y hallándole, le diesse la carta y rogasse de su parte le perdonasse, que él no avía tenido culpa en lo que se quexava, y que lo proveyesse en todo lo necessario y pagasse la costa que tenía hecha desde que vino. Y desta suerte hazía prueva de su modestia. Tenía dos sobrinas, y pedíanselas por mugeres cavalleros principales, mas él lo contradixo, diziendo:
-Si mis sobrinas quieren casarse conforme a hijas de quien son, y sobrinas de fray Hernando de Talavera, yo les daré a cada una sesenta mil mara- vedís, /(318v)/ mas si se quieren casar como sobrinas de arçobispo de Granada, no plega a Dios que la hazienda de la Iglesia y de los pobres lo gaste yo en hazer ricos a mis parientes.
Y en este parecer estuvo hasta la muerte, que las dexó renta con que se mantuviessen en una casa de religión honestamente, y después, aquella renta quedasse a un monasterio de monjas de Santa Clara que mandó hazer en Loxa, a quien dexó por heredero de la poca hazienda que tenía. Frecuentava ir a Maitines, diziéndose a la media noche en la iglesia de Granada (aunque después se dixeron al principio della); passava por las puertas de los aposentos de sus capellanes y beneficiados del coro, que tenía muchos dentro de su casa, y tocava diziendo:
-Deo gracias, ora es de Maitines.
Levantávanse ellos y acompañávanle, y si alguno fingía que estava indispuesto para no levantarse, él dezía que se quedasse en buena hora y reposasse. Otro día, como todos comiessen a una mesa, llamava al mayordomo secretamente y dezíale:
-Mirad que fulano está enfermo, no le pongáis sino pasas y acelgas, o otra cosa de dieta.
Y assí se hazía. Acabada la comida, dezía:
-Hermano fulano, si estávades enfermo, conviéneos tener | dieta, y si bueno, séaos este ayuno en penitencia porque no fuistes a Maitines anoche.
Esto dezía con tanta modestia y gracia que, aunque todos reían, él, con quien lo avía, no se afrentava, y bastava el gracioso castigo para que aquél y los otros avisassen en adelante. Criávanse en casa del arçobispo hijos de personas principales del reino, y deprendían buenas costumbres y diversas facultades y esciencias, y él les tomava cuenta de las lecciones. Donde una vez, porque la dio mala uno dellos y escusó de que por ser grande el libro no le llevava al estudio, el mismo arçobispo, a la hora de la lección, le tomó y se le llevó, y queriéndosele tomar de las manos otra persona grave que se le vido llevar, él le dixo:
-Dexadme, señor, que yo lo hago por quebrantar la altivez destos mancebos.
Y con semejante exemplo, ninguno se escusó en adelante de que no sabía la lección por no aver llevado el libro, pues cada uno se lo llevava. Lo dicho es de su Vida, la cual escrivió un sacerdote capellán suyo, y de las Crónicas de los Frailes Hierónimos. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Arístides Ateniense, varón de inculpables costumbres, fue desterrado de su patria sólo por embidia, y saliendo della para cumplir el destierro, sin mostrar quexa o sentimiento, dixo:
-Yo ruego a Dios que de tal manera favorezca a esta ciudad, la prospere y engrandezca, que nunca tenga necessidad de Arístides.
Dízelo Fulgoso, libro cuarto. |

[2] A Pitaco Mitileno le embiaron de Cumas, aprisionado, un hombre que avía muerto a Tirreno, su hijo, y aunque él sintió su muerte cuanto puede encarecerse, mas al delincuente dexó ir libre, viéndole muy penado por lo hecho, diziendo que la modestia y misericordia deve preferirse a la vengança. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[3] Menedano Filósofo, siendo /(319r)/ combidado a una cena de cierto hombre rico y poderoso, viendo la superfluidad que allí avía, reprehendióle con modestia sin hablar palabra, sólo no queriendo comer sino unas lechugas. Dízelo Laercio en su Vida.

[4] En Lacedemonia echávanse votos para elegir trezientos senadores. Salió sin ser nombrado en este número Pedareto, hombre sabio, virtuoso moralmente y de muy buenas prendas. Cuando se vido fuera del número, dio una risada y mostróse muy alegre, e ívase. Los éforos, que eran los juezes, llamáronle y mandáronle que dixesse la causa de su risa y contento. Respondió:
-Mi risa es porque estoy contentíssimo, entendiendo que ay en esta ciudad trezientos hombres mejores que yo.
Es buen exemplo para los que teniendo méritos quedan sin oficios y dignidades. Refiérelo Plutarco In Laconicis.

[5] Embiaron los atenienses a Filipe, rey de Macedonia, embaxadores, a el cual tenían por enemigo y contrario, aunque oculto. Cuando se despedían, díxoles:
-Diréis a vuestros ciudadanos que si ay otra cosa en que yo pueda darles gusto, que lo haré muy de veras.
Oído esto por uno de los embaxadores, llamado Demócrates, confiando de que era embaxador y el rey modesto, dixo en boz alta, que lo oyó él:
-Lo que puedes hazer en que a todos nos des muchos gusto, es que te ahorques.
Oído esto por Filipe, dixo a los otros embaxadores sin mostrar cólera o enojo:
-Referid a los atenienses lo que ésse ha dicho, y que sepan de mí que tuve modestia para oírle y no castigarle.
Refiérelo el Eborense.

[6] Plutarco escrive de Pericles, en su Vida, que le dixo un malévolo y deslenguado en la plaça grandes inju- rias. | Diose priessa Pericles a lo que iva, y bolvió a su casa sin hazer caso de lo que aquél le dezía. Y como no cessasse, sino que fuesse tras él hasta llegar a ella diziéndole afrentas, siendo ya noche llamó Pericles a un su criado y mandóle que encendiesse una hacha y alumbrasse a aquel hombre hasta dexarle en su casa.

[7] Valerio Máximo escrive de Arquitas Tarentino que, recibiendo un grande enojo de un su criado, díxole:
-Castigárate si no estuviera airado.
Quiso más dexar de satisfazer a su enojo, que excediendo en el castigo perder su modestia. Es en el libro cuarto de Valerio.

[8] A Sócrates Filósofo le dio un moço desvergonçado una bofetada sin ocasión alguna; mas él, mostrando grande modestia y ningún enojo, dixo:
-Trabajo es no saber cuándo deve salir hombre de su casa con capacete.
Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[9] Estava en Roma Diógenes, filósofo estoico, disputando de la virtud de modestia y templança, alabándola y encareciéndola mucho. Hallóse presente Lentulo, moço atrevido aunque de alto linaje; recogió en su boca toda la basura que pudo de su cuerpo y diole con ello en el rostro al filósofo. El cual, mostrando que no sólo eran palabras lo que enseñava de la templança y modestia, sin alteración alguna, sino limpiándose el rostro, dixo:
-Bien podré yo afirmar, o Lentulo, que tienes boca.
Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[10] Por los buenos hechos en fabor de su república quiso el Senado romano gratificar a Escipión Africano. Trataron de ponerle estatuas en diversos lugares de Roma, que era negocio honrosíssimo, determinaron de /(319v)/ darle el Consulado por todo el tiempo de su vida y que fuesse dictador perpetuo, que aun era más honra, y ninguna cosa déstas quiso, porque era tanta su modestia, que con tantas veras estorvó que se le diesse honra, como procuró merecerla. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[11] Hizo Augusto César ley de la manera que se devía proceder contra los adúlteros, y después desto fuele dicho que Julia, su hija, avía caído en aquel crimen, y truxéronle el adúltero, que era un mancebo noble romano. Él, arrebatado de ira, puso mano a su espada para matarle. El moço dio bozes, diziendo:
-Mira, emperador, que no procedes por el orden que tu ley dispone en este caso.
Oída por él esta razón, refrenóse, y dexando de tomar vengança por sus manos de aquel hombre, castigóse algunos días con ayunos por aver intentado el quebrantar la ley que él hizo. Refiérelo Fulgoso, libro quarto.

[12] Fue Tiberio César a Diógenes Gramático, estando en Rodas, para saber dél cierta dificultad de Filosofía. El otro, muy hinchado, díxole que bolviesse a siete días y tratarían de aquella materia. Fuese Tiberio sin mostrar enojo con aquel descomedido. Después el Gramático fue a Roma y tuvo un negocio que tratar con el mismo emperador Tiberio, que le importava mucho, y pidiéndole le diesse audiencia, respondióle que bolviesse desde a siete años. No quiso con más acedia que ésta, por ser modesto, satisfazerse dél. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[13] Traía diferencias pesadas Adriano, antes que fuesse emperador, con cierto ciudadano de Roma, el cual, viéndole levantado en tanta alteza, | temióse dél no se vengasse y satisfiziesse, con daño suyo notable. Tratavan dél un día delante el mismo Adriano, y acordándose de lo passado, dixo:
-Escapado se me ha.
Con esta palabra dio muestra de muy modesto, pues no era conveniente que vengasse como emperador los agravios recebidos como persona privada. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[14] Escipión Africano, aviendo vencido en España a Asdrúbal, fue de los españoles saludado por rey, y quisieran que lo fuera; mas él, sin aceptarlo, les persuadió a que fuessen leales y fieles a los romanos. Es de Fulgoso.

[15] Lucio Sila, siendo criado dictador de los romanos, que era el más subido estado de aquella República antes que tuviesse emperadores, mostróse muy riguroso, porque hizo matar a diez patricios que avían sido cónsules, dos mil y seis cientos del orden ecuestre o cavalleros; los desterrados fueron sin número. Y después de todo esto, de su voluntad y gana, pudiendo tenerle toda la vida, dexó el cargo y oficio de dictador y quedó hombre privado y particular. Sucedió que viviendo desta suerte, un día passeándose por la plaça de Roma, díxole un moço atrevido palabras descompuestas, afrentándole malamente. Él, con mucha modestia, dixo a otros que lo oían, gente principal y del Senado:
-La mala lengua deste moço será causa que otro no dexe la dictadura.
Fue palabra que declaró bien su modestia, pues a quien toda Roma temía, oía ya a un deslenguado y desvergonçado moço tantas afrentas, sin tomar dél ninguna vengança. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto./(320r)/

[16] Germánico César, padre del emperador Calígula, por la muerte de Augusto César fue apellidado emperador, y quisiéranle más que a Tiberio que lo fue, porque le tenían por cruel. Mas queriendo él vivir vida privada, lo estorvó y no quiso aceptarlo. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[17] Después de la muerte del emperador Cómodo, viendo el exército que era viejo Pertinax y no conveniente al cargo (aunque después se le dieron), ofreciéronsele a Triario Materno. Echaron mano dél los soldados, y persuadíanle lo aceptasse. Él dexó el vestido en sus manos y se fue donde estuvo escondido hasta que vido al Pertinax en aquel cargo. Y si fueron dignos de loa Fabio el Africano y Metelo porque dexaron de triumfar en Roma teniendo de su parte merecido el triumfo, mucho más lo fue Materno, que ofreciéndole el Imperio, por ser modesto no lo aceptó. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[18] Alexandro Severo fue criado Emperador por el Senado de Roma de diez y seis años, y dándole títulos honrosos como de Magno, recusólos diziendo que los aceptaría cuando sus obras lo huviessen merecido. Y a su muger no consentía que truxesse mejores adereços de perlas y vestidos que otras matronas romanas. Y si le hazían presentes de ropas y galas, los hazía vender o lo ofrecía a los templos. Ni para sí quería más honra y autoridad que la de otros romanos patricios, sobre lo cual su madre y muger le reprehendían, diziendo que la dignidad imperial avía en él baxado de su punto. Él respondía que por lo mismo la tenía más segura y sin embidias. Dízelo Fulgo- so, | libro cuarto.

[19] El emperador Diocleciano, viéndose viejo, dexó el imperio de su voluntad y se hizo hombre privado en la ciudad de Salona, donde en una labrança passava su vida. Persuadíanle después por cartas Maximiano y Galerio que le tornasse a tomar, y respondióles:
-Si las hierbas que tengo puestas en mi huerto viéssedes cómo han crecido y el orden que tienen, no os passaría por pensamiento aconsejarme que trueque el ver la luz con sossiego y quietud de vida solitaria, al desasosiego y tráfago del imperio.
Es de Fulgoso, libro cuarto.

[20] Cuando dexó el imperio Diocleciano, repartiéronle entre Licino, Máximo y Constantino, al cual le dieron a Italia, Africa y Francia. Él dexó a Africa y a Italia a sus colegas, y quedóse con Francia, governando discreta y justamente, y tan sin interés, que si celebrava algún combite pedía vasos prestados. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[21] Tratávase en Roma de dar el Consulado a un hijo de Quinto Fabio Máximo. Entendido por él, y considerando que avía tenido él aquella dignidad cinco vezes, y su padre, abuelo y bisabuelo, muchas otras, aunque vido que el hijo por sus virtudes le merecía, pidió en el Senado que no se la diessen, sino que passassen primero algunos años sin que el linaje de los Fabios tuviesse aquella dignidad, porque no pareciesse que, siendo tan alta, se alçava con ella sólo un linaje. Y fue una modestia la que en este hecho mostró Fabio, la más admirable que entre romanos se vido, pues llegó a derribar el afecto del padre con el hijo, que suele ser sin medida. /(320v)/ Dízelo Valerio Máximo, libro 4.

[22] Residiendo en Siria Marco Bibulo, ciudadano romano, y teniendo dos hijos de grandes esperanças en Egipto, vínole la nueva que se los avían muerto, y junto con ella le embió la reina Cleopatra los matadores aprisionados, para que tomasse dellos sa- tisfación. | Él, con aver sentido aquellas muertes como padre, no quiso tomar vengança de los homicidas, sino remitióselos a la reina, diziendo que no era dado a él vengarse de los proprios agravios, sino del Senado. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

Fin del Discurso de Modestia. |