DISCURSO CINCUENTA Y TRES. DE MUDANÇA DE VIDA


Acerca de la Mudança de vida de que trata el presente Discurso es exemplo notable lo que se vido en Saúl, el cual, siendo hijo de un labrador cuyo caudal eran algunos jumentos, que ya se le perdían y ya aparecían, con ciertas tierras de labrança, descendió de la Tribu menor y tenida en menos de los hebreos, que era la de Benjamín, de aquí mudó estado y vida en rey de Israel. Un tiempo fue boníssimo, y otro, malíssimo. San Pablo, en el Libro de los Hechos Apostólicos, en el capítulo treze, dize que reinó cuarenta años, y en el Primero de los Reyes, también capítulo treze, se dize que vivió dos años rey. Cuarenta años se dize que reinó, mas solos dos vivió bien; de solos essos haze Dios caso. Ora veamos otras mudanças de vida dignas de memoria.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Mateo, publicano, luego que fue llamado de Cristo dexó el cambio y las ganancias, trocándolo por el andar pobre, descalço, ayunando y padeciendo trabajos y persecuciones, que era lo ordinario de los Apóstoles y discípulos de Cristo. Bartolomé, de linaje de reyes de Siria y Egipto según algu- nos | autores, aunque nacido en Galilea, como se dize en el Libro de los Hechos Apostólicos, en el capítulo segundo de todos ellos, no se dignó de juntarse a su número, siendo algunos pecadores y todos pobres, y esto por agradar a Cristo, concibiendo en su ánimo desseos del Cielo, y queriendo más servir en la Tierra que mandar en ella, padecer persecuciones, que gozar honras de siglo. La conversión de San Mateo escrívela él mismo en el capítulo nono.

[2] Zaqueo, de quien escrive el Evangelista San Lucas en el capítulo diez y nueve, siendo príncipe de publicanos y muy rico, en el mismo día y en la misma hora que dixo que dava a pobres parte de su hazienda, oyó a Jesucristo dezir que la salud avía entrado en su casa, y ya no se devía contar entre publicanos y pecadores, sino entre los hijos de Abraham. Y por el contrario, aquel rico glotón de quien habla el mismo Evangelista, capítulo diez y seis, porque comiendo él esplendidamente, no repartió ni aun de las migajas que caían de su mesa con el pobre Lázaro, que tenía a su puerta, fue sepultado en el Infierno. Y porque negó las migajas al pobre, puesto después en el Infierno, ni una gota de agua con que refrigerar la lengua alcançó, porque /(321r)/ juizio sin misericordia vendrá sobre el que no hiziere misericordia, y el que cerrare las orejas al clamor del pobre, él llamará y no será oído.

[3] Exemplo temeroso de mudança de vida fue Judas, que de Apóstol escogido por Jesucristo en el número de los Doze que andava en su compañía, que hizo milagros, y mandava a los demonios y le temían, porque todo esto, como dize San Lucas, capítulo décimo, se verificó aun de los discípulos de Cristo cuando los embió a predicar, y que viniesse a ser ladrón y traidor de su Maestro, vendiéndole y entregándole a sus enemigos para que fuesse muerto, y porque faltó quien castigasse sus latronicios y malos hechos, él mismo tomó la soga, hizo lazo y se colgó della, como dize San Lucas en el Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo prime ro. El cual también en su Evangelio, capítulo veinte y tres, pone otro exemplo notabilíssimo de mudança de vida en el ladrón que estava crucificado al lado de Cristo, que aviendo antes empleádose en hurtos y ladronicios, y viniendo a ser condenado a muerte por semejantes hechos, puesto en la | cruz se convirtió, pidió fabor a Cristo y se salvó.
[4] Siendo María Magdalena señora del castillo Mágdalo, y Marta de Betania, y Lázaro, hermano de ambas, bien heredado en la ciudad de Jerusalem, como dizen graves autores, después de la Ascensión de Cristo vendieron estas haziendas y truxeron el precio a los Apóstoles, derribando en tierra a sus pies el dinero, por tener levantados sus coraçones al Cielo, siendo esta costumbre en aquel tiempo, según afirma San Lucas en el capítulo segundo de los Hechos Apostólicos, diziendo: «Todos los creyentes y que recebían el Baptismo vivían en común, vendían sus haziendas y repartíanlas según la necessidad de cada uno. Los que posseían casas o heredades vendíanlo todo, y ponían el precio a los pies de los Apóstoles». Y añade que Josef, llamado Barsabás, vendió cierto campo y truxo el precio para que los Apóstoles lo pisassen si quisiessen, poniéndolo a sus pies, y assí, menospreciando aquel dinero, compró con él el campo de que habla San Mateo en el capítulo treze, en que estava escondido el tesoro del Reino de los Cielos.

Lo dicho se coligió de la Escritura Sagrada. |

[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Nicolás, obispo de Mirrea, nació en Patara, ciudad de Licia. Fue único y solo a sus padres, los cuales le dexaron grande y rico patrimonio, y de cosa alguna tuvo él tanto cuidado, viéndose señor de todo, como distribuyéndolo a pobres, y con mayor libertad y menos cuidado emplearse en servir a Dios. Sucedióle en tal sazón un exemplo digno de memoria, y fue que un su vezino, por verse en grande pobreza, dava traça para salir della, cómo poner su alma y las de tres hijas suyas dentro del Infierno, haziéndolas que fuessen malas mugeres. San Nicolás, que entendió el caso, tomó tanto oro cuanto le pareció que bastava para poner en estado las tres hijas, y de noche, por una ventana lo puso en la casa del vezi- no | en tres vezes, siendo en la última conocido y engrandecido por aquella obra, con la cual escusó muchos pecados y remedió hijas y padre. Por dispensar Nicolás su hazienda con tanta prudencia, fuele encomendado oficio eclesiástico y hecho obispo de Mirrea, con oráculo del Cielo, y passando los trabajos de la vida, fue llamado a la quiete de la Bienaventurança, diziéndole Jesucristo:
-Alégrate, siervo mío, que pues fuiste fiel en lo poco, yo te mejoro en lo mucho. Entra en el goço de tu Señor.
Es de Surio, tomo sexto.

[2] San Benedicto Abad fue embiado de Nursia a Roma por sus padres, para que cultivasse su ingenio y aprendiesse Artes Liberales. Mas él, inspirado por /(321v)/ Dios, antes que le naciesse la barba alcançó sabiduria de viejo, y evitando los peligros que en los moços causa el vivir en ciudades, y donde ay mucha gente, se fue al desierto y vivió solitario. Donde vino a tanta perfeción, que dio por escrito la regla que los más perfectos monges en su tiempo usavan, y della an tomado muchas otras religiones, de cuyos hijos el glorioso Patriarca Benedicto puede llamarse padre y maestro. Es de San Gregorio, en el libro segundo de los Diálogos, capítulo primero.

[3] San Hilarión, vezino de Palestina, según escrive San Hierónimo, muriendo sus padres dividió su herencia, dando parte a sus hermanos y parte a pobres, sin guardar para sí cosa alguna, acordándose de aquella sentencia que dixo Cristo (y la refiere San Lucas en el capítulo catorze), que dize: «El que no renunciare todo lo que possee, no será mi discípulo». Era de quinze años cuando solo y desnudo, aunque armado de Jesucristo, entró en el desierto con un saco y una capa de pieles de animales, con que cubría su cuerpo. Refiérelo Marulo, libro primero.

[4] Abraham, monge de Egipto, sin esperar la herencia de sus padres se fue al desierto, y viviendo allí en pobreza, tuvo nueva de que eran muertos, y fue llamado a la herencia. Y aunque era amplíssima, estimóla en tan poco, que no quiso mover el pie de donde estava, no obstante que embió con poder suyo quién se apoderasse della y la repartiesse a pobres. De modo que cuando no tenía riquezas, las estimó en poco, y cuando las tuvo, no quiso verlas, sino que buscó quien las cobrasse, y cobradas, las repartiesse a gente necessitada, teniendo por mayor prosperidad ser pobre con Cristo. Dízelo Efrem en su Vida, y refiérelo Marco Marulo.

[5] San Gregorio, antes que fuesse Papa, era senador de Roma, tan poderoso en riquezas como en nobleza. A su costa | edificó en Sicilia seis monasterios del Orden de San Benedicto, y en Roma, uno en las casas proprias de su padre, donde él tomó el hábito, y de noble se hizo humilde, y de rico, pobre, en vida de monge. Hasta que de común consentimiento de clérigo y legos fue hecho Papa, aunque contra su voluntad y resistiéndolo él todo lo que pudo. Y en su muerte fue a tener principal assiento en el Cielo, premiándole Dios, por cuyo amor espendió los bienes de la Tierra. Es de Juan Diácono en la Vida del mismo San Gregorio, libro primero.

[6] En el monasterio del abad Eustorgio residía un santo viejo llamado Juan, a quien Elías, arçobispo de Jerusalem, quiso hazer perlado y cabeça de la misma casa. Y por huir de semejante estado y dignidad, dixo que primero le convenía ir al monte Sinaí a visitar los monasterios y monges de aquella provincia, y tener allí oración. Porfiava Elías que primero aceptasse el cargo de abad y luego fuesse. El viejo resistió, diziendo que hasta ser de buelta no aceptaría cargo de almas. Diole su bendición, y acompañado de un discípulo suyo pasó el Jordán, donde le sobrevino una recia fiebre que le forçó a entrar en una pequeña cueva que se le ofreció a la vista, y allí se detuvo tres días sin poder caminar adelante, siendo grande el mal que padecía. Apareciósele en sueños un varón de vista maravillosa, que le dixo:
-¿Adónde es tu camino, buen viejo?
Él respondió:
-Voy al monte Sinaí.
Replicó:
-Pues no passes adelante, sino quédate en la cueva donde estás.
Diole algunas razones para que lo hiziesse, y no pudo acabarse con él, por lo cual le dexó, y la fiebre se le augmentó. Tornósele a aparecer la noche siguiente, y díxole:
-Porque no te aflijas, buen viejo, óyeme y no passes adelante, sino quédate en esta cueva.
El viejo le preguntó:
-Y vós, señor, ¿quién sois, que me dezís esso?
Respondióle:
-Yo soy San Juan Baptista, y pídote que /(322r)/ no te vayas desta cueva, la cual, aunque pequeña, es mayor que el monte Sinaí, porque en ella entró en diversas vezes Jesucristo, viniendo a me visitar. Promete de vivir en ella y seráte restituida tu salud.
Oyendo esto el viejo, de buena gana propuso de vivir en la cueva, y luego se sanó, perseverando todo el restante de su vida en ella, a la cual hizo iglesia y monasterio, juntando allí monges. Lo dicho es del Prado Espiritual, capítulo primero.

[7] En el monasterio de Pentucula estava un monge muy religioso, el cual, siendo tentado de sensualidad y sintiéndose flaco, dio consentimiento en la tentación, dexando el hábito y religión. Fuese a la ciudad de Hiericó y entró en casa de una ramera, mas hallóse de repente leproso, y vista por él la lepra, bolvió a su monasterio, alabando a Dios, que le avía dado semejante enfermedad en su cuerpo para que fuesse sana su alma. Refiérese en el Prado Espiritual, capítulo catorze.

[8] Estava en su celda el abad Elías por el mes de agosto, cuando son los calores penosos en tierra de Egipto y la Tebaida. Oyó llamar a la puerta, y saliendo, vido a una muger religiosa en el hábito. Preguntóla a qué venía. Respondió:
-También como tú, o padre, hago vida solitaria en este desierto, y tengo cerca de aquí a la parte austral celda. Salí della a ver esta tierra, y el Sol me ha fatigado tanto, que estoy para morir de sed. Pídote que me des un poco de agua.
Diósela el ermitaño y despidióla; mas dexó su vista en él diversos sentimientos. Con esta ocasión llegó el demonio, y prendió en él centellas infernales, de modo que el pobre hombre se abrasava, y vino a dexarse vencer de la tentación. Tomó su cayado, y en el fervor del día salió de su celda y fue a verse con aquella muger. Y llegando cerca, fue arrebatado en éxtasi, y vido abrirse la tierra, y parecióle que le tragava, hallándose en- tre | millares de cuerpos muertos, feos y de malíssimo olor. Estava junto con él un varón religioso de aspecto grave, que le dixo estas palabras:
-Este cuerpo es de varón, este otro, de moço, y aquél, de muger. Goza dél a tu voluntad y considera por cuan breve y sucio deleite quieres perder los trabajos y buenas obras que as hecho en toda tu vida. Mira con atención por qué pecado queréis los hombres privaros del Reino de los Cielos. ¡Ay de la miseria humana, que pierde por el deleite de una hora lo merecido y grangeado en muchos años!
El ermitaño estava caído en tierra casi ahogado del mal olor. Levantóle aquel varón grave que le hablava, y dando gracias a Dios, bolvió a su celda libre de la tentación, donde de nuevo lloró el desseo malo que avía tenido. Es del Prado Espiritual , capítulo diez y nueve.

[9] En Tarso de Cilicia vivía un representante llamado Babilas, y tenía dos amigas; la una se llamava Cometa, y la otra, Nicosa. Todo su exercicio era darse a deleites y contentos sin contradezir a cosa que el demonio y su sensualidad le pidiessen. Entró un día en la iglesia, y disponiéndolo Dios, oyó que se cantava el Santo Evangelio, y una claúsula dél, que dize: «Hazed penitencia, porque se acerca el Reino de Dios». Tocóle Dios, Nuestro Señor, su coraçón, y compungióse de tal suerte, que començó a llorar y a tener dolor de sus pecados, llamándose miserable y perverso por lo que avía pecado. Salió de la iglesia y llamó a sus dos amigas, y díxoles:
-Bien sabéis de la manera que con vosotras he vivido, y que no he amado a la una más que a la otra. Todo lo que he adquerido es vuestro, recebidlo y partidlo entre las dos, porque yo renuncio el Mundo y quiero hazerme monge para salvar mi alma.
Oídas estas razones por ellas, respondiéronle, derramando ambas muchas lágrimas:
-Tu amistad y compañía nos ha sido infierno y perdición de nues- tras /(322v)/ almas, y aora que tratas de salvar la tuya, despídenos y quieres vivir en la soledad. Pues no será assí, antes te haremos compañía en lo bueno, como te la hizimos en lo malo.
Babilas se encerró en una torre de la ciudad, y las dos mugeres, vendiendo sus haziendas y distribuyendo el precio a pobres, vistiéndose hábitos de religión, en un aposento que labraron cerca de la torre de Babilas se encerraron, y todos tres vivían en ayuno, penitencia, mortificación y oración, con mucha humildad y santidad, aviendo trocado la vida de mala en buena. La cual conmutaron con la muerte, començando de nuevo Vida Bienaventurada. Es del Prado Espiritual, capítulo treinta y dos.

[10] Contava el abad Paladio la causa por que avía dexado el siglo y entrádose en religión, la cual era ésta: Estava cerca de la ciudad de Tesalónica un ermitaño llamado David, que avía venido de Mesopotamia, y se tenía por cierto que por ochenta años residió dentro de una ermita, resplandeciendo en virtudes, muy misericordioso y continente. Sucedió que, viniendo bárbaros a hazer guerra en la provincia, guardávase de noche la ciudad de Tesalónica por soldados, y los que estavan a la parte donde estava la celda de David, vieron que de algunas ventanas que tenía salía grande fuego. Parecióles que los bárbaros abrían entrado en ella y puéstole fuego, mas, venida la mañana, fueron a ver los soldados al santo viejo, y halláronle a él y a su celda sin algún daño, de lo cual quedaron admirados, y mucho más viendo que la noche siguiente y otras muchas sucedía lo mismo, que veían salir grandes llamas de fuego de la celda del varón de Dios. Vido esto diversas vezes Paladio, y que duró hasta la muerte del santo abad David, y considerando el misterio, dixo, hablando consigo mismo:
-Si en este siglo comunica Dios, Nuestro Señor, tanta gloria a sus siervos, | qué tan grande será la que les tiene guardada para la otra vida, donde sus rostros resplandecerán como el Sol.
Ésta fue la ocasión de que mudasse la vida Paladio, y dexasse el siglo y se entrasse en religión. Es del Prado Espiritual, capítulo sesenta y nueve.

[11] El abad Juan, estando en Teopolin, refirió a otros monges el caso siguiente: «No a mucho tiempo -dize- que vino a mí un mancebo, y con muchas lágrimas y gemidos me pidió por amor de Dios que le recibiesse y diesse el hábito en mi monasterio, porque en él quería hazer penitencia. Pedíle que me dixesse con toda verdad la causa de su venida con tanta ansia a ser monge, y respondió:
-Verdaderamente, padre mío, yo soy gran pecador.
Repliquéle yo:
-Créeme, hijo, que si las heridas son muchas, los remedios dellas son muchos. Y si tú quieres curarte, dime claramente tu enfermedad, que yo te daré saludable medicina, porque de un modo se cura el deshonesto, y de otro, el homicida; un remedio ay para el avariento, y otro, para el falsario; el iracundo sana de una manera, y el ladrón, de otra, y aun de otra, el adúltero. Y porque no te nombre más vicios, entiende que assí como en las enfermedades corporales, varias, se les dan y aplican varios remedios, assí en los vicios de los mortales, siendo diversos, también lo son los medicamentos.
Oyendo eso el moço, dando mayores gemidos y solloços, y golpeándose los pechos, después de varias razones que yo le dixe animándole a confessar su pecado, y él faltándole ánimo y palabras para manifestarle, al cabo dixo:
-Yo, señor, indigno de mirar el Cielo y de poner los pies en la Tierra, aviendo oído dos días ha la muerte de una donzella, hija de uno de los principales desta ciudad, y que avía sido sepultada en una cueva y monumento fuera de la ciudad con vestidos ricos y de mucho precio y valor, por aver hecho esto otras vezes, fui de /(323r)/ noche al túmulo para despojarla y robarla, y assí fue que, teniéndola desnuda hasta la camisa y quedando como nació, queriendo salir de la cueva y irme, vi que se assentó y que me assió con su siniestra mano mi derecha, y me dixo:
-Hombre malíssimo y execrable, ¿cómo te as atrevido a desnudarme? ¿Cómo? ¿Y no temes a Dios, que te ha de juzgar el último día? ¿No sería bien que siquiera tuvieras respecto a mí, que estava muerta? ¿Y siendo cristiano te pareció cosa decente que yo, que soy cristiana, esté mi cuerpo desnudo? Fuera bien que respectaras al sexo de muger, pues fue éste el que te parió. ¿No vees que en mí has hecho afrenta a la madre que te parió? ¿Qué razón darás de mí ante el tremendo Juizio de Dios? Porque, siendo yo viva, ningún hombre estraño vido mi rostro, y tú, después de muerta, me desnudaste y viste mi cuerpo desnudo. ¡Oh, miseria de la condición humana, y a cuanta infelicidad ha llegado! ¿Con qué coraçón y con qué osadía llegarás a recebir el Cuerpo de Jesucristo en el Sacramento?
Oyendo yo y viendo esto, lleno de temor y espanto, con boz turbada y que con dificultad pude pronunciarla, le dixe:
-Déxame, que perpetuamente no cometeré semejante maldad.
-No será assí -dixo ella-. Tú entraste aquí de tu voluntad y no saldrás de aquí con ella, porque este sepulcro será común a los dos, y aquí as de morir, y no será luego tu muerte; primero tu miserable cuerpo será atormentado algunos días, y al cabo perderás tu maldita alma.
Yo le rogava con lágrimas que me dexasse, afirmándola con grandes juramentos que nunca más cometería semejante caso. Finalmente, después de muchos ruegos, gemidos y lágrimas de mi parte, ella me dixo:
-Si quieres vivir y ser libre desta tribulación, prométeme que, dexándote yo, no solamente te apartarás destos sacrílegos y nefarios hechos, sino que renunciarás al siglo luego y te harás monge, haziendo penitencia de tus pecados y sirviendo a Cristo.
Yo le juré luego por el Señor que me tie- ne | de juzgar, que haría lo que por ella me era dicho, y que sin entrar en mi casa, derecho me iría al monasterio. Díxome la donzella:
-Pues torna a vestirme como me hallaste.
Y aviéndola vestido, reclinó su cuerpo y quedó muerta como antes estava.
Oyendo al mancebo esto todo el abad, animándole y alentando sus buenos desseos para que abraçasse la vida nueva de penitente, quitóle el cabello y vistióle de religioso, dándole por aposento una celda en el monte, donde vivió y murió santamente. Es del Prado Espiritual, capítulo sesenta y ocho.

[12] Cerca de la ciudad de Hermópolis andava una capitanía de ladrones, cuya cabeça y capitán era el que a todos hazía ventaja en maldades, y se llamava David. Éste, a unos robava, a otros matava, nunca se hartava de cometer insultos y obras facinorosas, con otros treinta que traía consigo. Sucedió que un día púsose a considerar su vida y sus crueldades, y favorecido de Dios, compungiéndose, dexó los que le acompañavan y solo se fue a un monasterio de la Tebaida. Llamó a la puerta, y abriendo el portero y preguntándole lo que quería, dixo:
-Lo que quiero es ser fraile.
Dio cuenta desto al abad el portero, y saliendo a él y viéndole que era ya viejo, díxole:
-No podrás perseverar en la religión, porque es grande el trabajo que en ella padecen los religiosos, de penitencias y ayunos, y estando tú acostumbrado a regalo, serás inútil en el convento, y dexarás presto el hábito.
David replicó:
-Recebidme en la religión, que a todo me ofrezco.
El abad perseverava en que no podría llevar aquella vida. Oído por el otro, con grande enojo y cólera, dixo:
-Sabe que soy David, cabeça de salteadores y capitán de ladrones, y por esso he venido aquí a llorar mis pecados y hazer penitencia dellos. Y si no me recibes y das el hábito de monge, yo te juro por el que govierna los Cielos y la Tierra, de bolverme a mi trato y de venir con toda la gente que pudiere juntar, y ma- taros /(323v)/ a todos, y destruir el monasterio.
Oyendo esto el abad, admitióle dentro del monasterio. Quitóle el cabello y diole el hábito, y començó a exercitarse en aquella santa milicia, donde, assí en obras de penitencia, como en humildad y obediencia, excedía a todos los otros monges, con ser pocos menos de setenta, a los cuales todos edificava, siéndoles exemplo de virtud y santidad. Sucedió que, estando un día en su celda, apareciósele un ángel del Cielo, y díxole:
-David, sabe que Dios te ha perdonado tus pecados, y que has de hazer muchos milagros y maravillas.
Respondió él:
-No puedo creer que siendo mis pecados más que las arenas del mar, tan graves y detestables, en tan breve tiempo me los aya Dios perdonado. Por tanto, si sois ángel verdadero, dezid cosas que os crean, que esso yo no lo creo.
Replicó el ángel, y dixo:
-Si a Zacarías Sacerdote, no creyéndome cuando le prometí que tendría un hijo, no le perdoné, sino que le dexé ligada la lengua, enseñándole que no devía ser incrédulo a lo que le dezía, ni a ti te perdonaré; por tanto, sabe que as de quedar mudo.
David se postró en tierra, y dixo:
-Cuando estava en el siglo y me exercitava en obras malas y perversas, derramando sangre humana, tenía lengua y hablava; aora que desseo servir a Dios y dezirle alabanças, ¿tú quieres ligarme la lengua?
Respondió el ángel:
-Cuando rezes tus horas divinas y los salmos tendrás lengua, mas, acabado esto, quedarás mudo.
Y assí le sucedió, y hizo Dios por él muchos milagros. Cantava salmos, rezava sus horas, y no podía hablar otra palabra. Lo dicho es del Prado Espiritual, capítulo ciento y cuarenta y tres.

[13] Germano Altisidorense, prefecto de Borgoña, sabio, de gran linaje, muy rico, y casado con una señora igual a él, los dos de acuerdo dexaron el mundo, y dando a pobres su hazienda, se entraron en dos monasterios, no reservando Germano para sí de cuanta grandeza posseyó, más que una túnica, un hábito y un | cilicio. Con esto se contentó por ganar a Cristo. Es de Surio, tomo cuarto.

[14] Ginés, representante de comedias e idólatra, en tiempo del emperador Diocleciano hallóse presente, aunque dissimulo, a un Baptismo de los que celebravan los cristianos, y visto lo que allí passava, y comunicándolo con los que le ayudavan a sus comedias, quiso hazer representación dello, pensando desta manera agradar al mismo emperador, que le oía algunas vezes sus representaciones. El cual, estando un día presente, y toda Roma, para verle representar, fingióse que estava malo y echóse en una cama. Llamó a los que le avían de ayudar al entremés, y como que eran sus criados, díxoles:
-Malo me siento y pesado, querría aliviarme.
Era muy gruesso de carnes, dixéronle los criados:
-¿Y cómo podemos nosotros hazerte libiano? ¿Piensas que somos escultores, que desbastando tus carnes con escoplo y formón, quedes aliviado?
Provocava con estas palabras y otras semejantes todo el auditorio a risa. Mas fue assí que, mostrando Dios su grande misericordia, quiso usarla con él, dándole a tal tiempo un vehemente impulso, para que hiziesse de veras lo que fingía de burla, y que de presto se hiziesse en él una mudança de vida estraña y maravillosa. Los representantes, como estava concertado, truxéronle otros dos del oficio: el uno que se fingía exorcista, y el otro, presbítero. Llegando donde Ginés estava, dixo el presbítero:
-¿Qué es lo que quieres, hijo, y a qué nos as mandado llamar?
Ginés, ya no dissimuladamente, sino de veras, dixo:
-Desseo ser baptizado y libre por el Baptismo de mis pecados, para conseguir la Vida Eterna.
Los dos ministros, aunque començaron el negocio de burla, fue el sucesso de veras, porque aviéndole el uno exorcizado, diziendo lo que la Iglesia tiene de costumbre dezir para lançar al demonio de los que se baptizan, el otro, declarando que tenía el intento que tenían los cristianos cuando baptizavan, dixo las palabras for- males, /(324r)/ porque las avía bien estudiado, y diziéndolas, le baptizó. Hecho esto, van como a dar la nueva al emperador de que Ginés era cristiano, para ganar dél los premios que solía dar a los que le llevavan semejantes nuevas. Salió luego otro representante, como que le embiava el emperador a que fuesse juez de la causa. De todo esto gustava mucho Diocleciano, y los presentes se entretenían, pareciéndoles que era irrisión y hazer burla de los cristianos. Y el negocio iva muy de veras, porque mandando aquel fingido juez traer allí un ídolo de Venus, y diziendo a Ginés que le adorasse o se aparejasse a los tormentos, levantóse él con los vestidos blancos, con que acostumbravan vestirse los cristianos por ocho días después que eran baptizados, y puesto delante de la estatua de Venus, y buelto a Diocleciano, le dixo:
-Oyeme, emperador: antes de aora, siempre que yo oía nombre de cristianos, ciego en idolatrías procurava como otros de perseguirlos, y era tal el enojo que tenía contra ellos, que siendo yo nacido de padres cristianos y viviendo entre cristianos, me aparté dellos y los dexé, queriendo más ser pobre y vivir solo entre idólatras, que rico, y con parientes y amigos entre cristianos. Procuré con vana curiosidad ver los misterios de los cristianos, para que, burlando dellos imitándolos, mover el pueblo a risa. Mas al tiempo que yo pedí el Baptismo, dentro de mí mismo sentí un remordimiento de conciencia acerca de mi vida gastada toda en maldades, tanto que me provocó a dolerme y a tener pesar por aver sido malo. Mas al punto que me quisieron echar la agua sobre mi cabeça, estando desnudo, y me preguntaron si creía lo que creen los cristianos, levantando los ojos en alto, vi una mano que baxava del Cielo sobre mí, y vi ángeles con rostros de fuego, que de un libro recitavan todos los pecados que en mi vida cometí. Dixéronme:
-De todos éstos serás limpio con esta agua con | que quieres aora ser bañado, si de coraçón la desseas.
Yo, que assí lo desseé y pedí, luego que cayó sobre mí la agua, vi la escritura del libro borrada, sin que en él quedasse señal alguna de letras. Dixéronme los ángeles:
-Ya has visto cómo has sido limpio de toda culpa y manzilla della. Procura conservarte en limpieza y no manchar más tu alma con pecado.
Mira pues, emperador, y mirad vosotros, o romanos, lo que es justo que haga. Yo pretendí agradar al emperador de la Tierra, y hallé gracia con el emperador del Cielo. Procuré causar risa en los hombres, y causé alegría y regozijo en los ángeles. Y por tanto, digo que confiesso de oy más a Jesucristo por verdadero Dios, y os amonesto que todos hagáis lo mismo y que salgáis de las tinieblas de que yo he salido, para que evitéis los tormentos que yo he evitado.
Oído esto por el emperador, con grande furor y enojo le mandó atormentar, y tomándolo a cargo un prefecto llamado Plutiano, primero con varas le açotaron, pusiéronle después en el ecúleo, y al cabo le degollaron. Y fue verdadero mártir el que antes en sus farsas parecía fingido cristiano. Es de Surio, tomo cuarto.

[14] Plácido, capitán de gente de a cavallo del emperador Trajano, siendo gentil, andando un día a caça vido un ciervo que entre sus cuernos tenía un Crucifixo, y oyó una boz que le mandó se baptizasse, diziéndole que era Jesucristo, verdadero Dios, y que le convenía hazerlo para salvarse. Él se baptizó con su muger Teopista, y dos hijos, Agapito y Teopisto, y sucediéronse dos mudanças de vida notables: una, del que era pagano, tan de repente bolverse cristiano, y otra, de que siendo primero Plácido hombre valeroso, rico y que vivía en mucho regalo, mudóse el nombre en Eustaquio, y cargaron sobre él grandes trabajos y persecuciones, y al cabo padeció martirio por orden del mismo Trajano, que mandó fabricar un buey de metal, grande y hueco, y poner dentro dél a /(324v)/ Eustaquio con su muger y hijos, y pegarle fuego por todas partes. Y desta forma los gloriosos santos dieron a Dios sus almas, y fueron hallados sus cuerpos dentro del buey sin lisión alguna, ni que les faltasse un cavello de sus cabeças, con grande admiración de los paganos y edificación de los católicos. Dízelo Nizéforo Calixto, libro tercero, capítulo veinte y nueve.

[15] La mudança de vida repentinamente de Santa Taide digna es de memoria. Fue de la ciudad de Alexandría. Eran tan hermosa, y sabía tan bien grangear voluntades, que de tierras muy distantes venían gentes a tratar con ella. Y los vezinos de la ciudad, sobre mostrársele más servidores tenían diferencias, y se derramava muchas vezes sangre a su puerta, y sucedían muertes. Tuvo desto noticia el abad Pafuncio en un desierto donde estava, y doliéndose de las almas que por esta muger se condenavan, y más de la ofensa que a Dios se hazía, y a lo que se presume, por particular moción suya, trocó el vestido de monge en otro de galán, y con buena bolsa fue a Alexandría y entró en casa de Taide. Y por escusar impertinencias y ahorrar embites, púsole el dinero en sus manos, y ella se encerró con él en un aposento bien adereçado y perfumado, donde estava una regalada y bien limpia cama, siendo todo incentivos de luxuria. Estando allí Pafuncio, dixo a la ramera:
-¿Tienes otro aposento más secreto que éste?
-Sí tengo -respondió ella;
y entraron en él.
-Todavía querría -dixo Pafuncio- otro aposento más secreto.
Llevóle a otro, y estando allí, tornó a dezir:
-Aún más secreto que éste le quisiera.
Ella dixo:
-Si de hombre te recelas, aquí ninguno puede vernos, y si de Dios, adondequiera que vamos nos ha de ver.
Esperava esta razón el santo viejo, y oyéndola, dixo:
-¿Y tú crees que ay Dios?
-Sí creo que le ay -dixo Taide-, y que tiene Reino Eterno y Pena Eterna.
-Pues ¿cómo -replicó él-, si crees que ay Dios, te atreves a ofenderle, en daño de tantas almas, aviendo de dar cuenta no sólo de la tuya, | sino de todas las que por tu ocasión se condenaren, y que has de ser juzgada y condenada a Infierno Eterno, el cual será de tanto tormento para ti, cuanto ha sido el daño que has hecho? Teniéndole respeto a Quien ofendiste, que es Dios, Señor de tan alta magestad que te crió, que te dio el ser que tienes, que te dio hermosura y discreción, que te hizo cristiana, y aviendo muerto por ti quiere que te salves, y para esto pone de su parte los medios possibles, pues ¿por cuál destas obras le ofendes? ¿Por qué le eres tan ingrata? Si al que te da oro, que por mucho que sea es su valor finito, das tu cuerpo y te obligas de nuevo a Infierno, a Quien te dio la vida, hermosura y buen entendimiento, que dio por ti su vida y te promete la Bienaventurança, ¿no es razón que le des algo y que hagas por Él algo? ¿En qué razón cabe que la esposa, amada como la propria vida de su esposo, dé al rufián las joyas que le dio, en daño de su honor? Lo mismo es en ti, que la hermosura y belleza, el buen seso y discreción, siendo joyas de mucha estima y dadas del esposo Cristo, que tanto te ama, las des al rufián, aprovechándote de todo esso para más ofenderle. Mira que si te ha sufrido mucho tiempo, no sabes si te sufrirá más. Mira que te mira Dios, y que, como confiessas, en parte alguna no puedes esconderte de sus ojos; pues teme de ofenderle. Conténtate con lo passado, entiende que están muchos en los Infiernos que cometieron menos pecados que tú has cometido, y el ser Dios tan bueno para ti no te sea ocasión de ser tú mala y desagradecida con él. Aora tienes tiempo, no le pierdas y te pierdas, que negocio es el salvarse o condenarse de mucho peso, y si en él una vez se yerra, no ay soldarse. Porque, aunque Dios perdona millares de pecados en tanto que uno vive, mas después de muerto, uno solo no perdona, pues el que muere en pecado mortal, sin remedio se condena.
Estas y otras semejantes razones dixo Pafuncio, estando atentíssima a las oír Taide, y hizieron en ella tanta impressión, considerando su fuerça y pe- so, /(325r)/ que faborecida de Dios, dexándose caer a los pies de Pafuncio, derramó infinitas lágrimas, pidiéndole que diesse orden en su vida, que no saldría de lo que dispensasse y ordenasse, estando cierta de quién era. Concertáronse los dos que passados tres días se vería con él en el desierto. Entre tanto, Taide recogió sus joyas y adereços profanos, y puestos en la plaça, a vista de todo el pueblo les pegó fuego y abrasó. Avían sido sus ganancias y malos tratos públicos, quiso públicamente deshazerse de todo y començar a hazer pública penitencia. Fuese a ver con el abad Pafuncio, conforme al concierto hecho, y él la llevó a un monasterio que estava en la soledad, de mugeres religiosas. Y aviendo por la confessión y Sacramento de la Penitencia satisfecho a la vida passada, encerróla entre cuatro paredes, dexando una pequeña ventana por donde le administrassen la comida, que era un pedaço de pan seco y duro con un jarro de agua. En este encerramiento estuvo tres años, y al cabo dellos acabó santamente su vida. Y un monge, dicípulo de San Antonio Abad, vido por revelación un asiento en el Cielo riquíssimo, que a él le pareció devérsele a su maestro Antonio, y fuele dicho que era para Taide. Escrive la Vida desta santa penitente Vincencio, en su Espejo Historial, libro octavo, capítulo treinta y ocho.

[16] Galicano, capitán del exército romano, después de aver vencido a los escitas, a los de Dacia y de Tracia, bolviendo victorioso a Roma y pidiendo en premio de sus victorias, antes que fuesse a esta jornada, por muger a Constancia, hija de Constantino Emperador, la donzella tuvo tal modo con Nuestro Señor, que alcançó de su Magestad que a la buelta Galicano se hiziesse cristiano. Y no sólo esto, sino que, desnudándose de las insignias de capitán, se apartó de la milicia. No quiso el salario y premio que se le devía por sus grandes hechos. Y lo que fue mucho de maravillar, que no passó adelante con la pretensión del casamiento, con ser Cons- tancia | donzella hermosíssima, hija del emperador, y que se le avía prometido por esposa bolviendo con victoria de aquella jornada, sino que humilde, pobre y casto, se obligó al voto de religión. Ni le fue tan magnífico el vencer los enemigos, como menospreciar la honra, las riquezas y deleites que tenía ya ganados; aquello es de hombres y esto es de sobrehombres. Dízelo Terenciano, en la Vida de San Juan y San Pablo, mártires.

[17] Josafat, hijo de Avenir, rey de la India, recibió la Fe por ocasión de Barlaham Ermitaño, y aviendo reformado parte del reino paterno que se le dio en possessión, hécholos baptizar y proveídolos de ministros que les enseñassen bastantemente lo que les convenía saber para salvarse, dexando el reino a un vassallo suyo, sin llevar otra cosa consigo que un ánimo menospreciador de la vanagloria del mundo, se fue a la soledad. Y al que una ciudad populosa le venía angosta, una pequeña cueva le vino ancha. Vídose allí con Barlaham, su maestro, y érale obediente, siendo hombre de poco nombre, como primero tantos pueblos y gentes le estuviessen a él sujetos. Es de San Juan Damaceno, y refiérelo Marulo.

[18] Ni se ha de passar en silencio San Leonardo, de nación francés, criado en el palacio real, y de los más privados del rey, que dexó la privança y real corte, dio a pobres su hazienda y entró en religión. Recibió órdenes sagrados, y passó a la provincia de Aquitania para predicar el Evangelio de Jesucristo. Y sin duda que recibió más premio del Rey Celestial, que recibiera del rey de la Tierra. Dízelo Jacobo, obispo januense, en su Vida.

[19] Lobo, del linaje de los reyes de Francia, y tan rico como noble, mostrándose prudente, dexó el siglo y dedicóse a Dios. Fue electo obispo senonense, y aunque en todo trocó el modo de vivir, en el ser limosnero tuvo fuerte, pretendiendo trocar las riquezas perecederas de la Tierra por las que han de durar para siempre en el Cielo. Es de Surio, tomo quinto. /(325v)/

[20] Polemón, poderosíssimo rey de la India y dicípulo de San Bartolomé Apóstol, convirtiéndose a la Fe por su predicación, y baptizándose, dexó el reino, y andúvose con él algún tiempo, estimando en más ser dicípulo del Apóstol, que señor de la India. Dízelo Abdías, en la Vida de San Bartolomé.

[21] Judaelo, rey de Bretaña, teniendo voluntad de ser monge, quiso dar el reino a Jodoco, su hermano. El cual, teniendo grandes desseos del Cielo, para que no fuesse constreñido a recebir lo que de voluntad y gana le ofrecían, secretamente se fue de allí, y llegando a la ribera del río Alceo en el campo Pontiniano, haziendo una pequeña celda, vivió solitario. Váyase la locura de los mortales a mal, que pretenden valer y mandar aun a costa de muertes y heridas, pues lo tuvieron en tan poco los varones santos, que unos lo dexan teniéndolo, y otros no quieren recebirlo. Es de San Antonio de Florencia, y de Rodolfo Agrícola, en la Vida de Jodoco.

[22] Eufrasia Romana, noble en linage, rica de bienes de mundo, moça y muy hermosa, muriendo Antígono, su marido, y quedando dél con una hija, llamada del nombre de la madre, Eufrasia, no quiso casar con alguno de muchos que la desseavan, aunque ponían por tercero al emperador Teodosio. Y por huir inconvenientes, passó el mar con su hija, y después de aver visitado la Tebaida y otras provincias donde residían ermitaños de santa vida, repartiendo con ellos limosnas largamente, reparó en cierta parte, donde estava un monasterio en que residían ciento y treinta monjas. Allí la hija recibió el hábito, y la madre, desde algunos días se recogió y acabó la vida santamente, dando por sí y por la hija a pobres lo que de su patrimonio amplíssimo le quedava. Es de Surio, tomo cuarto.

[23] En la cuenta de las que mudan estado puede entrar muy bien Santa Paula, matrona romana, de la cual escrive San Hierónimo desta manera: «Paula -dize-, noble en linage y más en santidad, famosa en riquezas un tiempo, y mucho más después en pobreza, del linage de los Gracos y Escipiones, prefirió y tuvo en más a Betleem que a Roma. Las casas labradas de oro trocó por chozas de barro. Cuando quiso hazer este santo trueco e ir a la Tierra Santa, descendió de Roma al puerto acompañada de un hermano, de parientes y conocidos, y lo que era más, de hijos, que con piadosos ruegos y tiernas lágrimas procuravan vencer y ablandar su duro coraçón. Ya se descogían y tremolavan las velas del navío, los remos herían las aguas haziéndolas levantar en alto, y Toxocio, su pequeño hijo, en la ribera estendía las manos por moverla a piedad; Rufina, su hija, ya de edad para casar, con lágrimas le rogava esperasse sus bodas, y la santa matrona, sus ojos serenos levantándolos al Cielo, adelantava a la piedad de los hijos el amor y caridad con Dios. No sabía ser madre por probar que era esclava de Cristo». ¡Oh, muger de grande ánimo, y merecedora de tener por pregonero de sus virtudes a San Hierónimo! Es de Marulo, libro primero.

[24] Elisabet, hija del rey de Ungría y muger de Lantgravio, conde de Turingia, el cual passando en la conquista de la Tierra Santa y muriendo en Hierusalem, fue tratada descomedidamente por parientes del marido, que tomaron a cargo el govierno del estado entre tanto que crecían sus hijos. Culpávanla que disipava y destruía el estado con las largas limosnas que hazía. Vinieron por concierto en darle su dote, de que edificó un monasterio en Marupe, donde curava pobres enfermos, y cuanto más se abatía en su servicio, más se levantava entre los Cortesanos del Cielo. De su constante ánimo fue grande argumento que, embiando su padre embaxadores para que la llevassen a su tierra de Ungría, y éstos hiziessen grande diligencia para que fuesse con ellos, nunca consintió en ello, queriendo más ser tratada mal de los estraños, que servida de /(326r)/ sus naturales. Dízese que pidió a Dios que, menospreciando todas las cosas deste mundo, y también a sus hijos, que avía encomendado a deudos suyos, sólo en su Magestad tuviesse cuidado, y a Él sólo sirviesse con todas sus fuerças, y que le fue respondido que su oración era oída, y se le avía concedido lo que en ella pedía, y assí se determinó de antes padecer cuanta pena y trabajo le pudiesse suceder en la vida, que apartarse de servir a Cristo. Es de Jacobo Montano, y refiérelo Surio, tomo sexto. Dizen estos autores que, entrando una moça en el hospital desta santa a visitar una enferma, su parienta, porque fue contra cierta regla que tenía puesta para el govierno de la casa, de que no passassen de una sala a otra sin pedir licencia, y el que iva contra ella le davan alguna penitencia, a esta moça quiso dársela la santa, y viendo que traía descubiertos unos cabellos como fino oro, ella se los cortó, aunque la otra lo contradixo y se defendió cuanto pudo. Y aviéndoselos cortado, dixo la paciente:
-Señora, Dios os devió de poner en coraçón que hiziéssedes esto, porque sabed que por solos mis cabellos andava en el mundo, que ya me huviera encerrado en un monasterio.
Holgó mucho la santa de oír esto, y recogióla consigo en aquel hospital, donde sirvió a Dios muchos años.

[25] Cunegunde, muger del emperador Henrico, muerto el marido, entró en un monasterio, y a vista de grande pueblo se desnudó de los imperiales ornamentos y se vistió un hábito de monja. Quiso más vivir humilde y menospreciada en la casa de Dios, que levantada y sublimada estar en las casas de los emperadores. Es de Surio, tomo segundo.

[26] San Bernardo avía passado un año de novicio, y no supo dar razón de qué era lo alto de su celda, ni si estava cubierta. Avía tres fenestras en la iglesia, y él no echó de ver si era más que una. Con la mudança de la vida estava de suerte que, viendo, no veía, y oyendo, no oía. Nivardo, hermano del mismo San Bernar- do, | niño de poca edad y que jugava en la plaça con otros sus iguales, viendo a sus hermanos, que se ivan a la religión dexándole a él con sus padres, Cecilino y Aleta, en el siglo, y que le dezían:
-Hermano Nivardo, a ti se queda toda la herencia de nuestros padres; gózala, que nosotros renunciamos al mundo y nos vamos a la pobreza del estado monástico para seguir a Cristo; él respondió:
-¿De manera que avéis partido comigo, y tomáis para vosotros el Cielo, dexándome la Tierra? Pues no me contento con esso. Con vosotros quiero ir, quédese a otro la Tierra, que yo parte quiero del Cielo.
Y con esto, dexando el juego de la niñez, se entró con ellos en las veras de la religión, procurando alcançar en compañía de sus hermanos las riquezas del Cielo, olvidando las que, estando con sus padres, podía gozar en la Tierra. Refiérese en la Vida de San Bernardo, libro primero, capítulo tercero. Quedava sola una hermana casada de San Bernardo. Fue al monasterio donde él estava a verle. Avisado él que venía muy ataviada y con gran aparato seglar, no la quiso salir a ver, y lo mismo hizieron otros de sus hermanos que estavan allí. Era uno dellos portero. Éste le dixo que se fuesse y no esperasse habla ni vista de sus hermanos, pues ellos eran religiosos y ella parecía pagana en el trage; que mirasse su grande ceguedad en aver cubierto con tantos oros y sedas un poco de estiércol, que era su cuerpo. Ella començó a llorar y dezir:
-Si soy pecadora, por los pecadores murió Jesucristo, y porque me tengo por mala vengo a tomar consejo con los buenos. Si desprecian mis hermanos mi cuerpo, no desprecien mi alma. Salga aquí San Bernardo, mándeme lo que quisiere, que yo lo obedeceré.
Oído esto, salió San Bernardo a ella con sus hermanos, y hízole un sermón del menosprecio del Mundo, y tuvo en ella tanta eficacia, que buelta a su casa, mudó la vida de tal manera, que imitando a su madre, viviendo en el siglo, era su vida de religiosa. Y tanto importunó al marido, que alcançó dél licencia para /(326v)/ entrarse monja, y acabó en el monasterio su vida santamente. Lo dicho es de la Vida de San Bernardo, referida por Laurencio Surio, tomo cuarto.

[27] Pertinacíssimo estava Vuilhelmo, conde de Aquitania, que es Gascuña, en Francia, sustentando cisma contra Inocencio Papa, en fabor de un Pedro León, que se hazía llamar Anacleto, y añadía esta maldad a otros muchos vicios y pecados que tenía. Para que se enmendasse y reduxesse a la obediencia de la Iglesia y reconociesse su verdadero Vicario, por orden del mismo Papa Inocencio fue nombrado Gaufredo, obispo carnotense, el cual insistió que fuesse San Bernardo, y assí se hizo. Llegaron los dos a Poitiers, hablaron con el conde dándole a entender el mal que hazía en sustentar cisma contra la Iglesia Católica, diziéndole que temiesse algún grande castigo de Dios si no se reduzía. La respuesta que dio a esto fue no la que quisieran los dos legados, y vista por el uno dellos, San Bernardo, la dureza de aquel hombre, y que no avía remedio con él, ocurrió a Dios. Tuvo larga oración pidiéndole remediasse aquella alma. Y siendo hora acomodada, quiso dezir Missa, y estando en el altar, fuele dicho que el conde venía donde él estava. Dio orden el santo como le detuviessen fuera de la iglesia, no queriendo admitirle a la Missa por estar excomulgado. Y al tiempo de dar la paz, tomó el Santíssimo Sacramento sobre la patena y salió fuera de la iglesia a donde el conde estava, y llegando a él, encendido el rostro en un santo furor, con boz alta y de imperio, le dixo:
-Ido avemos antes de aora a rogarte por la paz de la Iglesia yo y otros siervos de Dios, y dístenos mala respuesta. Aora viene Nuestro Dios y Señor a pedirte lo mismo. Ea, levanta los ojos, que este es el Hijo de la Virgen, a Quien tú persigues, tu Juez, a cuyo nombre toda rodilla se inclina. Piensa la respuesta que quieres darle.
Visto por el conde Vuilhelmo, el abad Bernardo con el Santíssimo Sacramento en sus manos, quedó grande- mente | atemorizado. Tremía su cuerpo, y faltándole las fuerças, cayó en tierra. Levantáronle sus gentes, y otra vez se derribó y puso el rostro con el suelo, sin hablar palabra. Llegó San Bernardo más cerca, y díxole:
-Levántate y oye la divina sentencia. Aquí está el obispo de Poitiers, a quien injustamente echaste de su silla. Reconcíliate con él, y da la obediencia a Inocencio, elegido de Dios por Sumo Pontífice, como se la ha dado toda la Universal Iglesia. Y con esto, harás lo que deves, y no haziéndolo, teme que este Señor bolverá por su causa, en daño tuyo notable.
Oído esto por el conde, vencido de la presencia sacramental de Jesucristo, tocado su coraçón del Divino Espíritu, levantóse y abraçó al obispo de Poitiers, y prometió de cumplir todo lo que por San Bernardo le era mandado, con quien tuvo después particulares coloquios, que fueron parte, faborecido de Dios, para que él mudasse la vida. Y hizo grande y áspera penitencia, como parece en lo que dél escrivió Teobaldo Obispo, y lo refiere Surio, tomo primero.

[28] San Antonio, llamado comúnmente de Padua, aunque nació en Lisboa, ciudad de Portugal, en España, siendo guardián en la ciudad Podiense, en Italia, estava en ella un notario dado a vicios carnales y a otros muchos. Y todas las vezes que San Antonio se encontrava con este hombre por la calle, o le veía, descubríase la cabeça y hincava las rodillas delante dél hasta que passava. El otro se sentía desto, pareciéndole que lo hazía por irrisión y hazer dél burla. Una vez que hizo esto el santo y lo vieron algunas personas, airóse tanto el notario, que le dixo:
-Si no temiesse el castigo de Dios, te echaría esta espada por el cuerpo, porque no hiziesses burla de mí.
Respondióle San Antonio con mucha humildad:
-Sabe que yo desseé mucho ser mártir y no me lo concedió Dios. Hame revelado que tú lo as de ser, y por esto te hago esta reverencia. Y te ruego que cuando ayas alcançado la corona de mártir, te acuerdes de mí.
El otro, oyen- do /(327r)/ esto, rióse y echólo en burla. No passó mucho tiempo que fue con el obispo podiense a Hierusalem, y estando predicando a unos infieles el obispo, parecióle al notario que lo dezía tibia y floxamente. Tomó la mano, como otro San Vicente, a Valerio, su obispo, y predicó a Jesucristo con grande fervor y brío, diziendo muchos males de Mahomad y su secta. Y por ello, enojándose los moros y sintiéndose mucho, le prendieron y le dieron terribles tormentos, y al cabo le mataron. Donde, al tiempo que iva a morir, acordándose de San Antonio, y de que le avía dicho que tenía de ser mártir, contólo a algunos cristianos que se hallaron presentes a su martirio, y ellos lo divulgaron después, por lo cual vino San Antonio a ser más estimado. Refiérelo Surio, tomo tercero.

[29] San Bernardo, declarando aquel passo de San Mateo que dize: «Fue María al monumento», escrive estas palabras: «Otra era ya María de la que solía. Como sucedió a un monge, el cual en el siglo avía tenido trato malo mucho tiempo con una muger. Entró en religión, y viviendo vida de gran penitente, un día pudo la muger hablarle, y diziéndole algunas razones y respondiendo él diferente, ella añadió:
-Mirad que soy fulana.
Respondió él:
-Pues yo no soy fulano;
dando a entender que estava trocado y avía hecho mudança en la vida».

[30] Baptista Fulgoso, en el libro tercero, haze mención de algunos que de padres humildes fueron señalados, y dellos fue uno Francisco Esforcia, capitán de gran nombre, y padre de otro que tuvo el proprio suyo, y fue duque de Milán. Este tuvo por padre a un labrador pobre. De Nicolao Picinino, también capitán valeroso, fue padre un carnicero sin nombre. Francisco Carmaniola, primero apacentó puercos, y después fue capitán de Filipe, duque de Milán. Ganóle algunas victorias, y en paz, tuvo por él el govierno de Génova. Blasio Araxeto Genovés fue hijo de un platero, y tuvo oficio de | escrivano, y subió a ser capitán de las galeras de Génova, y con ellas, en una batalla naval venció y hizo captivos a don Alonso, rey de Sicilia, y a don Juan, su hermano, rey de Navarra, con otros famosos capitanes y soldados, todo lo cual presentó a Filipe, duque de Milán, que a la sazón tenía señorío en Génova. El Papa Juan Vigésimo Secundo, cuyo valor fue tanto que domó la sobervia de Ludovico Bárbaro, emperador, por cierto se tuvo que fue su padre çapatero. Nicolao Papa Quinto tuvo una madre que vendió en las plaças huevos y pollos. Y Sixto Cuarto fue hijo de un marinero. Ambos hizieron hechos famosos. Hasta aquí es de Fulgoso.

[31] La mudança de vida de Juan de Dios, el de Granada, es digna de memoria. Fue portugués, de un pueblo llamado Montemayor el Nuevo, en el obispado de Ebora, hijo de padres que ni eran ricos, ni pobres. Un tiempo fue pastor, después se hizo soldado y se halló en el exército del emperador Carlos Quinto en Fuenterrabía, cuando el rey de Francia, Francisco, la tuvo cercada, donde se vido en grandes peligros. Hallóse después en Ungría, cuando Solimán Turco vino contra el mismo emperador Carlos Quinto, que le salió al encuentro y le hizo bolver mal padeciendo. Bolvió a España, a Gibraltar, de donde passó el estrecho en compañía de un cavallero portugués que iva desterrado a Ceuta. Y allí trabajó algunos días en ciertas murallas que se hazían por orden del rey de Portugal, y de lo que ganava ayudava al sustento de aquel pobre cavallero. Bolvió a Gibraltar, donde trabajando de peón ganó algunos dineros, de que compró ciertos libros de menudencias y cartillas con algunas estampas, para tornar a vender. Y assí iva de unos lugares en otros hasta que llegó a Granada, y entró en ella de edad de cuarenta y seis años. Donde sucedió que en el día de San Sebastián celebrávase su fiesta en la ermita de los Mártires, que es en lo alto de la ciudad, frontero de la Alhambra, y predicava un /(327v)/ predicador famoso, llamado el Maestro Avila. Seguíale mucha gente, y entre los demás fue Juan a oírle, y de tal manera las razones vivas y eficaces que dixo en el processo del sermón quedaron fixas en su alma, que, faborecido de Dios, fue mudado en otro varón, y assí salió de la iglesia dando bozes, pidiendo a Dios misericordia. Y en menosprecio suyo proprio, y como por tomar de sí vengança, se arrojava por el suelo, dándose cabeçadas por las piedras, arrancávase las barbas y cabellos, y hazía otras cosas en que sospechavan los que le veían que avía perdido el juizio. Iva por las calles dando saltos y bozeando, siguiéndole mucha gente, en especial mochachos, que le davan grita: «¡al loco, al loco!». Llegó cerca de la puerta de Elvira, donde tenía recogido su pobre caudal, assió de los libros, y algunos que eran profanos hazíalos pedaços con las manos y dientes, y los que eran de provechosa doctrina, repartíalos graciosamente y por amor de Dios a los que los querían, y lo mismo hizo de las imágenes y estampas, que las repartió, y no le quedó sino la camisa y unos çaragüelles, con que cubría su cuerpo. Y assí, desnudo y descalços sus pies, y descubierta su cabeça, corrió por las calles más principales de Granada, queriendo, desnudo, seguir al desnudo Cristo. Llegó a la Iglesia Mayor, y puesto de rodillas, començó a dar bozes, diziendo:
-¡Misericordia, misericordia, Señor Dios! ¡Aved misericordia deste gran pecador, que os ha ofendido!
Arañávase el rostro y dávase bofetadas, no cessando de llorar y dar gritos, y pedir a Nuestro Señor perdón de sus pecados. Fue tanto lo que desto hazía, que visto por algunas personas honradas, movidas a compassión, considerando que no era locura, como juzgavan muchos, levantáronle del suelo, y animándole con palabras blandas le llevaron a la posada del Maestro Avila, en cuyo sermón se avía convertido, y contáronle el efeto que hizo en él su sermón. Él hizo salir de allí la gente que le traía, y quedando solo en su aposento, Juan se hincó de | rodillas a sus pies, y aviéndole dado breve relación del discurso de su vida, con grandes muestras de contrición le manifestó sus pecados, y se confessó sacramentalmente con él. El Maestro Avila dava gracias a Dios, viendo las grandes muestras de contrición del nuevo penitente. Consolóle y exortóle a que siguiesse el llamamiento del Señor, de Quien podía esperar que no le sería negada su misericordia, antes le daría fuerças para vencer todos los contrarios que contra él se levantassen. Estas y otras cosas le dixo aquel bendito varón, de que salió Juan de Dios tan consolado y animado, que de nuevo cobró fuerças para menospreciar y mortificar su cuerpo, y dessear ser tenido de todos por loco. Y assí, en la plaça de Vivarambla se entró en un lodaçal, y se rebolcó en él, y puesta la boca en el cieno, dava bozes, confessándose por gravíssimo pecador. Salió de allí, y corría por las calles principales de la ciudad dando saltos, y haziendo muestras de loco. Y teniéndole por tal los mochachos, le davan grita y tiravan tierra y lodo, y otras inmundicias, y él, con mucha paciencia, lo sufría todo, pareciéndole gran dicha llegar al cumplimiento de sus desseos, que era padecer algo por el que tanto amava. Desta manera anduvo algunos días, de donde vino a que le llevaron al Hospital Real, donde se curan los locos, y como si lo fuera le trataron, del modo que tratan a otros, açotándolos por amansarlos. Aquí padeció mucho, hasta que pareciendo que tenía la salud que nunca avía perdido, le embiaron, y él salió a hazer la vida tan estraña que hizo, assí de penitencia como de procurar limosnas para pobres, dando principio a un hospital y orden de pedir para remediar y curar pobres, como quedó en Granada, y de aí se deribó en otras partes. Lo dicho es de su Vida, escrita por Francisco de Castro, rector del Hospital de Granada, y está en la Tercera Parte del Flos Sanctorum.

[32] En el año de mil y quinientos y cuarenta y siete, don Francisco de Borja y Aragón, duque de Gandía y marqués de /(328r)/ Lombay, renunciando sus estados en su hijo don Carlos, tomó el hábito y se hizo religioso de la Compañía de Jesús, y fue el tercero General della. Díxose que entre otros motivos y despertadores que tuvo para hazer esta mudança de estado tan estraña, que dexó con admiración al mundo, fue que, muriendo la emperatriz doña Isabel, muger del emperador don Carlos, Quinto deste nombre, en Toledo, algunos años antes, y llevando su cuerpo a enterrar a Granada (aunque después el católico rey don Filipe, Segundo deste nombre, hijo suyo, le trasladó con el cuerpo del mismo emperador don Carlos, y los de otras personas reales, a San Lorenzo del Escurial), al tiempo que, pues, se llevó el cuerpo de Toledo a Granada, como fuesse en hombros de grandes, cúpole un trecho al duque de Gandía, y viendo la pompa y magestad con que era llevado, cuando pudo hazerlo, levantó el paño y descubrió con la vista la emperatriz, la cual, con aver sido de muy buen parecer y hermosa, y de las criaturas más regaladas y estimadas en aquel estado que ha tenido España, porque no sólo lo merecía por la parte de ser muger de tan alto mo- narca, | sino por su condicion nobilíssima, y otras prendas de alma y de cuerpo de mucho precio y estima, de modo que de todos era amada y muy estimada; ver, pues, el duque, su cuerpo, de la suerte que están otros cuerpos muertos, cayóle tal asombro, que quedó como fuera de sí, diziendo:
-¿Que esto es lo que el Mundo precia y estima?
De aquí dizen que quedó con ansias de dexar el Mundo y sus pompas vanas, como al cabo lo hizo.

[33] El mismo emperador don Carlos Quinto, uno de los grandes monarcas que ha tenido la Cristiandad, assí de estados y señoríos, como de ser valeroso por su persona, dio exemplo maravilloso de mudança de vida, de que trata nuestro Discurso, pues, desnudo de todos sus estados, dexando el imperio a su hermano don Fernando, rey de Hungría, y sus reinos y señoríos a su hijo, el católico rey don Filipe, se recogió en un monasterio de frailes hierónimos en España, donde acabó sus felicíssimos días en quietud, y fue a gozar de Dios, y recibió el premio de buen emperador, de justo rey y de recogido religioso. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Aníbal Cartaginés, después de aver ganado famosas victorias, vino a ser criado del rey Antíoco, en cuya presencia dixo un día:
-Antes que me apuntassen las barbas fui servido, y después que me nacieron canas comencé a servir.
Refiérelo Fulgoso.

[2] Ciro, rey de Persia, como dize Xenofonte, tuvo imperio sobre los medos, hircanos, siros, assirios, árabes, griegos, lidos, fenices, egipcios, y otras gentes y naciones. El cual, después de grandes victorias, vino a morir a manos de Tomiris, reina de Escitia, que le cortó la cabeça y puso en un odre lleno de sangre humana, diziendo:
-Hártate de sangre, cabeça desseosa della.
Lo cual también escrive Heródoto. Si cuando él venció los | caldeos y restituyó a los hebreos a su antigua ciudad, y alcançó de diversas gentes maravillosos triumfos, se muriera, fuera con mayor fama, mas vivió para morir su honra, y murió para vivir su deshonra, y los largos días de vida le truxeron largos desastres.

[3] Nerón, emperador romano, fue sobremanera mudable. Dio muestra en su primera edad de clementíssimo príncipe. Trayéndole a que firmasse una sentencia de muerte de cierto delincuente, dixo:
-¡Oh, quién supiera escrivir!
Disminuyó los tributos y pechos que pagavan los pueblos, de suerte que parecía vivir todos en libertad. A los senadores pobres mandava sustentar de los proprios de la ciudad. Sus primeros años eran éstos. Después se /(328v)/ mudó, de suerte que a su propria madre dio la muerte. A muchos senadores y a otros hombres claríssimos, por causas leves quitava las vidas, como a Séneca, su maestro. Fingió que se levantavan conjuraciones contra él por tener ocasión de matar a quien le dava gusto. A los procuradores y governadores que embiava a las provincias sujetas al Imperio les mandava que robassen los pueblos. Tomó enemistad con todos los ricos, y por quitarles el dinero les quitava las vidas. Trocóse de virtuoso en vicioso, y fuelo en tanto grado, que no hombre. sino mostruo infame podía llamarse. Refiérelo Fulgoso, libro sexto.

[4] Otón Silvio, emperador romano, cuando moço fue viciosíssimo. Embióle Nerón a Portugal para regir la provincia, y administróla con singular prudencia y justicia. Siendo emperador bolvió a los vicios de carnalidades de la mocedad. Mas andando el tiempo, y cercano a la muerte, tornó a dar la buelta, mostrándose un Catón. Sin que fuesse larga su vida se mudó diversas vezes, siendo de sí mismo contrario. Dízelo Fulgoso, libro sexto.

[5] Domiciano Emperador se mostró en su principio tan humano, que evitava como muy molestos los lugares donde se matavan vacas o carnero, y otros animales semejantes para el sustento de la vida, por no ver sangre derramada. No acetava dones, y si le dexavan por heredero, repudiava la herencia. Dio buelta a su condición, y por levíssimas causas quitava vidas a personas principales. Apoderávase de las haziendas de los que morían, como se provasse con sólo un testigo aver dicho el dueño que desseava dexar por heredero al emperador. En suma, de la bondad y clemencia que mostró los primeros años, passó a grandes vicios contrarios a semejantes virtudes. Dízelo Fulgoso, libro sexto.

[6] Cayo Calígula, emperador romano, fue muerto por sus crueldades, dándole treinta y tres puñaladas, y por su muerte | súbita, Claudio, su tío, de temor que tuvo no fuesse muerto, se escondió en cierta parte de su palacio. Y viéndole acaso los pies un soldado que andava robando la casa, sacóle de allí, y juntándose con otros, le hizieron emperador, y assí alcançó el imperio de Roma el que un día antes no hallava dónde estuviesse seguro de muerte. Estava casado con Mesalina, muger deshonesta, y avisado Claudio dello, mandóla matar. Los criados, teniéndole por mudable, de presto lo pusieron en execución, y diziéndole que era muerta, no preguntó más sobre ello que si no hablaran con él. Otro día, sentándose a comer, preguntó:
-¿Cómo no viene Mesalina?
Lo cual le sucedió diversas vezes con algunos que mandava matar, que los embiava después a llamar a comer, o a que jugassen con él. Quiso este emperador agotar un lago en Italia, llamado Sucino, y truxo onze años en la obra treinta mil hombres. Y acabada, rompiendo para sangrarle, hizo cruel estrago en toda la comarca, y el ruido de la salida puso tanto temor al emperador y a su nueva muger, Agripina, que pensaron morir, y este fin tuvo aquella vanidad. Esta Agripina tenía ya cuando casó con Claudio a Nerón por hijo, y hizo con él que le adoptasse y señalasse por sucessor suyo en el imperio. Supo Agripina que ciertas matronas avían pretendido casar con Claudio cuando ella casó con él, a las cuales ella hizo matar, por assegurarse en aquella parte. Y fue juizio de Dios que el mismo Nerón, teniendo el imperio, la mandasse matar, y también porque se dixo que ella avía dado ponzoña al viejo emperador Claudio. Y púsola en una pluma que él usava, aviendo comido mucho, para vomitar y comer de nuevo. Y en todo lo dicho puede verse la mudança del Mundo en los estados. Lo dicho se colige de los que escriven Vidas de Césares, particularmente de Suetonio Tranquilo.

[7] Maximiliano Hercúleo fue hecho igual en el Imperio con Diocleciano, del cual persuadido, después ambos junta- mente /(329v)/ le dexaron. Mas pesándole dello a Maximino y pretendiendo quitar el mando y señorío a Maxencio, a quien le avía dado Diocleciano, vídose en peligro de perder la vida por los soldados de Maxencio. Huyó a Francia para favorecerse de Constantino, con quien tenía afinidad, mas descubriendo allí su pretensión de querer tornar al Imperio, huyendo, fue preso y ahorcado. Dízelo Fulgoso, libro 6.

[8] Rodope fue muger deshonesta, y la más hermosa que en su tiempo se halló en Egipto. Estava un día bañándose, y guardávanle los vestidos sus criadas. Vino una águila de improviso y assió con sus uñas el calçado, y llevóle a la ciudad de Memfis, donde estava el rey Samético, y dexóle caer en sus manos. Miró el rey el calçado y admiróse de ver su gala, hechura y riqueza, y lo que la águila hizo de dexársela en las manos. Puso grande diligencia en buscar el dueño de aquel calçado, y hallada Rodope, casó con ella y hízola reina. Dízelo Eliano, libro 13.

[9] Entre muchos que mudaron la vida, y de estado baxo subieron a alto, fue Viriato Portugués. Era hijo de un pastor, y vino a ser capitán de tanto valor y esfuerço, que hizo guerra a los romanos, dándoles bien en qué entender por catorze años, sin ser vencido dellos hasta que por traición de soldados suyos fue vencido y muerto. Agatocles, de hijo de un alfarero vino a ser rey de Sicilia, y entre los vasos de oro ponía en su mesa otros de barro cuando celebrava fiestas y combites, para acordarse en semejantes tiempos de la mudança de vida, primero tan humilde y después tan levantada. Arsace, hijo de padre no conocido, vino a ser rey de los partos. Tolomeo, de pobre soldado llegó a ser rey | de Egipto. A Diocleciano, emperador de Roma, ya le hazen hijo de escribano, ya de librero. Gordiano, también emperador de Roma, fue labrador. Valentiniano, hijo fue de un hornero; Provo, de un hortelano; Máximo, de un carretero; Pertinaz tuvo por padre a un pedrero; estos todos fueron emperadores de Roma. Primislao, del arado fue llevado a ser rey de Bohemia. El Gran Taborlán, primero fue pastor y después rey de Persia. Abdelmonio, hijo de un cebollero, conquistó el reino de Africa. Lo dicho refiere el obispo Garimberto en el Libro de varios sucessos.

[10] Baptista Fulgoso, en el libro tercero, añade otros a los aquí referidos, que de padres humildes subieron a altos estados. Lamusio, que fue tercero rey de los Longobardos, fue hijo de una ramera, y luego que nació le echaron a morir en una arberca de cieno. Rebolcávase allí, y viéndole acaso Agelmundo, rey de aquella gente, con una asta que tenía en la mano, para certificarse de lo que era, lo meneó, y el niño echó su mano y assió la asta. Por esto le hizo el rey sacar de allí y le dio nombre de Lamusio, por la lama, que es lo mismo que cieno, y después vino a sucederle en el reino. Primislao, como ya se ha tocado, estando arando su padre y ayudándole él, fue sacado de allí y casado con Libisa, señora de Bohemia, por razón que soltándose un cavallo bravo de la casa real, se fue derecho a él, que estava a la sazón comiendo sobre su arado, y teniendo oráculo los bohemos que sería su rey uno que comiesse sobre mesa de hierro, visto Primislao desta suerte y el cavallo que se le mostrava manso, casáronle con la reina y señora de todos ellos, Libisa, y fue su rey. Dioles leyes /(329v)/ con que vivieron en paz. Cercó de muros la ciudad principal del reino, que es Praga. Estimáronle en tanto sus gentes, que en el campo donde araba al tiempo que fue llevado por rey hizieron un templo, y su calçado de palo pusieron en él como trofeo, dando inmunidad y franqueza a todos los vezinos de aquel pago y sitio. Lo dicho es de Fulgoso.

[11] Valerio Máximo, también en el libro tercero, haze mención de otras personas que de humilde principio vinieron a tener valor y ser famosos. Como fue uno Tulio Hostilio, el cual siendo moço apacentó ovejas, y cuando | varón governó el Imperio Romano. Tarquino Prisco, que assí mismo tuvo el cetro de Roma, fue hijo de un mercader. Terencio Varrón, de hijo de carnicero alcançó el Consulado de Roma. Sócrates, filósofo de ilustre nombre, fue hijo de un cantero, y su madre tuvo oficio de partera. Eurípides y Demóstenes, el uno trágico y el otro orador, claríssimos y estimados en Grecia, el uno tuvo por madre cierta vendedora de lechugas y verças, y el otro tuvo por padre a uno que hazía cuchillos. Lo dicho es de Valerio Máximo en el lugar alegado.

Fin del Discurso de Mudança de vida. |